sábado, 29 de agosto de 2015

Transformación

   La máquina funcionaba a la perfección. Pasando sobre mi cabeza, el pelo caía suavemente sobre el piso, formando un montón bastante grande. No había nada que hacer con ese pelo más que recogerlo todo y tirarlo. Pero vi la falta que hacía cuando me vi en el espejo y noté que la persona que me devolvía la mirada era un desconocido. Y no solo era por el nuevo corte de pelo que consistía en no tener ni un solo cabello, sino en todo lo demás. Mis ojos nunca habían estado tan rojos, me hacían parecer a punto de atacar. Además mi piel tenía un ligero tono amarillo, seguramente producto de esconderme por tanto tiempo. Me afeité al ras también y terminé así con la transformación que había estado buscando desde hacía un tiempo. Esto me haría ganar tiempo.

 Me quité toda la ropa y me metí a la horrible ducha del sitio, que estaba algo sucia y no daba buena espina de ninguna manera. Lo hice usando unas sandalias que había robado en la playa. La verdad fue que no me demoré mucho pues el agua estaba casi congelada. Solo quería quitarme de encima los pelitos que habían quedado así como despertar un poco mi cuerpo ante un día que se perfilaba como uno difícil. Tenía que decidir hacia donde debía seguir mi camino. El mundo no era infinito y si me quedaba quieto por mucho tiempo lo más seguro es que me alcanzarían y me había jurado a mi mismo que jamás iba a volver a una cárcel, prefería la muerte a semejante tormento.

 Me puse la única ropa que tenía y salí del hotelucho. Solo había pagado por una noche y no pensaba pagar más, sobre todo sabiendo que no tenía el menor deseo de quedarme en semejante moridero. Y no me refiero al hotel nada más sino al pueblo también. Era un pequeño lugar, no muy lejos del mar pero sin acceso directo a las autopistas nacionales. Así era que prefería los sitios, apartados. Lo malo es que la mayoría de esos sitios son una porquería, mírelos por donde uno los mire. Nunca entenderé ese extraño romance que existe entre la gente y los lugares apartados. Aunque también es cierto que detesto las multitudes, que tanto me ayudan cuando estoy tratando de progresar en mi viaje.

 Nadie dirá nunca que soy fácil de entender y la verdad creo que lo hago a propósito. Odiaría ser de esas personas que solo por algunos detalles son identificables en cualquier ciudad del mundo. En la calle, conté algunas monedas que tenía y me di cuenta que tal vez no tendría como salir hasta que vi un cajero electrónico y vi la posibilidad de sacar dinero. Pero no podía, porque o sino estarían allí en algunos minutos. Pero no tenía dinero para salir de allí, entonces que hacer? Entonces lo vi. Una presa fácil con automóvil. Eran un grupo de chicos que seguramente se habían desviado por algún problema. Pero ahora parecían dispuesto a salir de allí. “No sin mi” pensé.

 Me acerqué a uno de ellos y empecé a hablarle. Era una de esas personas fáciles de descifrar así que dije todo lo correcto: que era un estudiante de enfermería caminando por varios lugares sin mucho dinero. Pero que necesitaba estar de manera urgente en una ciudad cercana o sino habría más de una persona enojada conmigo. Todo esto lo hice cambiando mi lenguaje corporal, inclinándome un poco más de la cuenta, casi calculando cada movimiento de mi cuerpo. Porque sabía, desde el momento en que los vi, que los tres amigos eran homosexuales en busca de aventuras y yo no era un desconocido ante las aventuras. Ya había hecho mucho para avanzar en mi travesía y no me iba a detener por culpa de un pueblo metido en el culo del diablo.

 Mi técnica funcionó. En unas horas estuve en la ciudad y no pagué ni un centavo por ello. Lo único fue que tuve que estar a solas con cada uno de los chicos de ese auto. No me importó aunque sí les exigí protección, por obvias razones. Mi idea no era morir antes de lograr escaparme entre los dedos de la “justicia”. Cuando estuve en la ciudad, decidí arriesgarme y saqué dinero por ventanilla de mi cuenta privada. Las otras las habían cerrado pero esta no la conocían. De nuevo, cambié mi ser al sacar el dinero, fingiendo ser uno de esos hombre que coquetea con lo que se mueva. Era increíble lo fácil que las personas ignoraban mi aspecto y decidían creer lo que fuese que yo quisiera que creyeran.

 La joven que atendía en el banco estaba tan encantada con mi mirada y mis piropos gastados pero bien usados, que no recordó sellar mi recibo por lo que no quedó registro de la transacción. No siempre podía hacerlo pero el hecho de que había salido así era una buena noticia para mi pues había sacado suficiente dinero para seguir fingiendo ser  muchas personas excepto yo mismo. Lo primero que hice fue ir a comprar ropa para tener variedad y así poder hacer lo que hacía con mayor efectividad. Me compré una mochila algo más grande y después celebró mi pequeño triunfo con una cena deliciosa para mi solo. Era extraño pero estaba más feliz que en ningún otro momento de mi vida.

 Decirlo o pensarlo era triste por era la realidad. Mi niñez, mi adolescencia… Toda había sido una porquería pero en ellas había aprendido a mentir y a ser convincente. Después pude salir adelante pero fue entonces que todo recayó en mi y tuve que escapar. Yo no creo en la justicia y no pienso lanzarme a los leones para desgastarme y perder el tiempo tratando de demostrar mi inocencia. Ya sé que lo tienen todo muy bien arreglado para fingir que investigan y hacen y piensan pero ya todo fue hecho y pensado. Si me atrapan, estaré condenado desde el primer momento y eso es algo que no pienso afrontar.

 Me arrestaron unos meses y luego me soltaron, nada más para tener algo de tiempo para encontrar mil y un maneras de inculparme. Esos meses me volvieron casi loco y supe que por nada del mundo debía volver a semejante lugar. No podía permitir, de manera alguna, que me arrastraran a las sombras con ellos. Así que lo siguiente que hice fue desaparecer, engañando a una tonta mujer que creía que yo estaba enamorado de ella. Si ella hubiese sabido lo que pienso del amor, rápidamente me hubiese lanzado a los policías sin piedad. La gente hace muchas estupideces cuando cree que hay posibilidades de no morir en soledad o de no poder cumplir sus más ridículos sueños. Yo ya no sueño porque no me da el tiempo ni el intelecto para semejantes estupideces.

 Al día siguiente de llegar a la ciudad, me di cuenta que debía acumular dinero para seguir así que me di tres días para acumular lo más posible. Luego compraría un pasaje de tren y cambiaría mi estrategia. Engañé a muchas personas en un solo día. No solo me acosté con hombres y mujeres, cosa que me daba lo mismo, sino que robé y mentí. Y todo con mi inconfundible don para transformarme frente a los ojos de la gente, que nunca miran donde deberían sino por encima de la realidad, porque ella los molesta. Cuando creían que era un niño rico de mamá y papá, me seguían como si mi palabra fuera ley. Pero cuando fingí ser indigente, era invisible, más que nunca.

 Al tercer día tuve una buena cantidad así que compré un boleto de larga distancia y me subí en el tren sin dudarlo un segundo. En la estación, sin embargo, tuve un encuentro con una sombra del pasado en forma de uno de los varios agentes de la policía que habían querido arrastrarme a la oscuridad de la cárcel. El tipo no estaba trabajando sino con su familia pero lo reconocí al instante. Recordé al instante como él había sido uno de los que había ensuciado mi nombre y había disfrutado un día que los guardias me habían cogido a patadas sin razón aparente. Era un animal y ahora fingía ser un hombre de familia honorable. Lo hacía mejor que yo el desgraciado.

 Se subió en mi mismo tren y tengo que decir que tuve que controlar mis impulsos. Mientras la campiña pasaba a toda velocidad por el lado de la ventana, caminé por el pasillo hasta llegar al carro donde estaban él y su familia. Tenía un hijo pequeño y su esposa era demasiado bonita para él. Seguí de largo, hasta el vagón restaurante donde tuve que arrodillarme para conseguir uno de los uniformes de los camareros. Esa noche le serví un trago muy especial a mi amigo policía y me perdí en la mitad de la noche, cuando el tren tuvo que hacer una parada imprevista, al producirse una extraña muerte en el vagón restaurante.


 Esa noche caminé y caminé hasta que me encontré con otro de esos puebluchos de mala muerte. Pero esta vez tenía que ser suficiente, al menos por unos días. Fingí ser un hijo de campesinos y rápidamente conseguí un trabajo en una de las más grandes granjas del pueblo. Me daban hospedaje y comida por mi trabajo, que era partirme el lomo todos los días ayudando donde fuese necesario. La verdad es que en ese momento me sentí de nuevo feliz, como cuando tuve el dinero para hacer lo que quería. Supongo que me siento feliz cuando logro algo. Una noche después de labrar la tierra, y de conseguir algunos cigarrillos, me senté en la oscuridad a fumar y a pensar. A cuantos más tendrían que matar para ser finalmente libre?

viernes, 28 de agosto de 2015

In their minds

   Joanna let her tray fall flat to the ground; make a very loud sound and spilling everything everywhere. Everyone around her stopped right where they were and looked at her, as if she had exploded herself. She had fallen to her knees and was grabbing her head, saying something very fast over and over and over. Some people tried to get close and help her but they would suddenly get a horrible headache. One teacher started bleeding through the nose and young girl fainted. But after a couple of minutes, Joanna fainted and she was taken to a hospital. Everyone in the school talked about it for days and concluded, very fast, that she was just insane. It wasn’t unheard of that students could become crazy and that’s what everyone thought had happened to Joanna.

 But in the hospital, the doctors did not find any anomalies on her brain or anywhere else. Her body was in perfect shape except for the fact that this was the third time she was admitted for a similar event. However, this time seemed to be special as, a full day after the incident, she was still sleeping and the doctors could not do anything to wake her up. Her mother, father and brother came in and tried to help the doctors but it was useless. Joanna would remain sleeping and also mumbling whatever word or words she had thought about just as the incident happened. Her mother stay in the hospital with her a whole week until finally Joanna woke up, as if nothing had happened. She was scared. She had no idea what had happened and the fact that a week had passed her by didn’t help to calm her down.

 The doctors checked her up one last time but couldn’t find anything abnormal. They asked Joanna’s mother to get her to a psychiatrist in order to help them with her problems at school. He had said it as if Joanna had done something awful to one of the students or something but the truth was that every time something happened, Joanna suffered the only real injuries. The nosebleeds and fainting were nothing compared to what she described as a massive headache, where she could hear many voices inside her head. But these voices were not random ones but the voices of her classmates, her teachers, her family… Something was very wrong with her and it was Joanna who first said so in therapy.

 She went to the psychiatrist two times per week and her parents decided to home school her, at least for the remainder of the school year. It was obvious she wasn’t ready to be with other kids and seeing them everyday after what they had seen her go through was clearly not the best idea in the world. And the truth was she didn’t miss anything about school. After the first incident, when she had started screaming in gym class, every single one of her so-called friends stopped talking to her. They only looked at Joanna as if she was a freak and made noises and mocked her. So she was happy to get rid of that.

 Her parents did not know this. Only the psychiatrist knew and she had told Joanna that it was very normal to see fear as a reaction when people didn’t know what was happening. In their sessions, they always talked about the voices in her head and that, once she had realized they were the voices of her classmates, she could choose to hear one of them over the others. And that made her even more nervous. When she let the tray go in the middle of the cafeteria, she had happened to break in the thoughts of a boy she had always found mysterious and handsome. And inside of him, he heard the most awful things, thoughts of suicide and of killing others. He felt guilty and alone. For her, it had been very painful to hear him in her head, so she let the tray go and screamed.

 The psychiatrist thought that Joanna was internalizing a lot of anxiety and had created this “power” in order to get attention. She thought Joanna had channeled a huge amount of feelings into one single event and now she thought she heard people’s thoughts. In the following sessions, the doctor tried to get Joanna to understand that what she heard was just herself. She had created this great power but now she had to let her go in order to get better. Joanna did as the therapist said and followed her every advice. She began doing yoga to relax the mind and started talking to her mother and father in order to have a better connection to them, as a real family should be.

 The truth was they had always been a little bit too private. Her parents were the kind of people that think that their children should be shielded against everything, even the fact that the parents are humans and have feelings and failures too. It was hard for them to tear down that wall they had built around their two kids but day by day, they made progress and Joanna started to get better. She was smiling again and soon she had finished her school chores and exams. She did it sooner that her classmates in the actual school, so her parents and the therapist agreed that the best thing would be for her to get some responsibility.

As summer was beginning, her mother found her a job as a lifeguard in a public pool not very far from home. Joanna was not thrilled about the idea but decided that she could use the money and maybe it could be the beginning of her working life. The first day, it all went perfectly. She helped many children to their parents and even saved one girl that had fallen by accident. Many people praised her and thanked her. She saw many people that she knew from school but decided not to say a word to them. That was the past for her and she did not want to go back to it. That evening, she told everything about her day to her mother and she was happy that her daughter was so much better now.

 But then, it happened again. Joanna was in her post, looking at the kid’s pool when a gorgeous young man came in. He was very handsome and his swimming gear was perfect on him. Joanna smiled to him and he smiled back and then she could hear his thoughts. Only that this time, it wasn’t painful. She didn’t collapse or scream. She had learned to relax so the voice just came in and she heard him think that she had beautiful her. She went a bit red on the cheeks and decided to try it out with other people. She saw a mother with her child and heard her think about the father of his son and how worried she was he may not come back from his next business trip. Apparently, she though he was cheating on her.

 It was the best thing that had ever happened to her because she realized that her gift was not something awful and hurtful but a great way to know what people were thinking in order to make their day happier. She brought balloons for kids that were sad and tried to cheer up many people by doing fun activities like exercising in the water. She was glad to be of help and for people to finally like her as she really was. At night, she would write it all in a journal and even thought of telling herm other but she stopped short because she realized it would be too much of a crazy story for her to believe it. If she said anything maybe her mom would think she needed more help or something more permanent to help her and Joanna did not want to go to any more doctors.

 She did, however, go to her therapist one more time. It was her last appointment and she wanted very thing to go great but she had the feeling she had to tell someone about her powers and how now they were just good and under control. But the therapist was an adult and adults did not take these things as good things, always afraid of everything. She went through the whole session without any reference to her powers until the phone rang and she couldn’t resist knowing what it was about. She realized the therapist was talking to the boy she had heard in school, the one with suicidal thoughts. Joanna had described him to her. He was called Evan. And he was her next appointment.

 Without any hesitation, she asked her therapist if Evan was going to be ok. At first, the woman seemed surprised but then she calmed down. Joanna asked her if she believed in her powers now. She read her man and asked her why she was thinking Joanna was unbalanced. The doctor smiled and told Joanna that Evan had serious problems, because he had already tried to kill himself only a few days ago. Joanna went the rest of the session trying to pretend everything was fine but the truth was she remembered how Evan had felt in school and needed to see him herself. After the session, he was there and, crazy as it sounds, she talked in his mind, asking him to join her in the hall.


 She had no idea if that could work but moments later she heard Evan apologize to his mother and the doctor, saying he really needed to pee. He stepped outside and joined Joanna. They looked at each other. Evan was a little bit scared and shaken and Joanna was too but also hopeful of what her powers could do. Then, she just hugged him tight and he responded the same way. They did not say a word, only Joanna left another message in his mind: "call me soon". She left and he went inside. And they both felt better about themselves because they had realized they were never alone.

jueves, 27 de agosto de 2015

Clase de educación física

   No sé porque lo acabo de recordar pero en e colegio era pésimo en los deportes. Creo que lo sigo siendo, solo que ahora nadie me obliga a jugar fútbol para ganar una calificación. Era simplemente una tortura para mí tan solo tener que ponerme ropa para hacer ejercicio. Solo eso era suficiente para ponerme de mal humor todo el día y no querer hacer nada de nada. Las clases que precedían y seguían las de deporte eran las peores pues actuaban como una máscara para que no me pudiese dar cuenta de lo mucho que odiaba ese día, fuese miércoles jueves o incluso martes. Me encantó el año que la clase de deporte cayó el lunes. Primero, porque el lunes siempre ha sido un día deprimente así que no me sentía mal dos días a la semana y también porque cuando era puente festivo automáticamente no había clase de deporte.

 Para los otros, sobre todo para chicos con mucho más musculo que yo, era horrible que no pudieran combatir unos contra otros en un partido de lo que fuese o en la actividad que el profesor hubiese decidido para ese día. Normalmente eran dos horas de clase que se dividían en una hora para deportes en equipo y una hora en deporte individual. Lo primero siempre era basquetbol, fútbol o voleibol. Nunca había nada diferente a esos aunque el profesor trataba de variarlo pero siempre sin éxito. Eran ya tan malo con esos tres que no quisiera imaginarme si hubiese elegido beisbol o fútbol americano. Hubiera preferido nunca haber vuelto y con un permiso médico permanente podría ser posible.

 La hora de deporte individual siempre era la más extraña. Hacíamos gimnasia o atletismo y eso era algo que me ponía igual de mal que tener que evitar que una pelota me golpeara en el cuerpo. Correr no sé cuantas veces alrededor de las canchas de fútbol era simplemente avergonzante. No solo porque estaba haciendo algo que odiaba sino porque empezaba a ser consciente de la forma en que corría y, como la mayoría de los seres humanos, creo que mi manera de correr era muy graciosa. Era como si yo mismo le diera un arma a los demás para que me la clavaran en la espalda, así se sentía y tal vez así se veía también. Además no sabía respirar corriendo y eso complicaba aún más las cosas.

 Creo que lo menos horrible era la gimnasia. Lo hacía un poco menos mal y era normalmente fácil a menos que se le ocurriera al profesor traer las barras paralelas o alguna de esas malditas cosas. Estaban bien para los que parecían haber hecho ejercicio desde el vientre, pero para mi eran sumamente difíciles y me sentía como el niño más inútil en las Olimpiadas especiales. Lo peor era que sabía que en esas Olimpiadas seguro todos los concursantes eran mejores que yo y probablemente se quejaban mucho menos de todo. Yo solo hacía lo que podía y trataba de que esos días pasaran rápidamente para después olvidarlos rápidamente.

 Ya sé lo que piensan: me quejo mucho para algo tan tonto, verdad? Pues bueno, ese es un rasgo de personalidad que fue surgiendo poco a poco y se manifestó hasta los dos últimos años de la escuela. La verdad era que antes de eso prefería escabullirme a cualquier lado, sentirme miserable y simplemente no hablar de nada con nadie. Para mi la gente era demasiado que manejar y fue solo después que descubrí que todos son iguales de idiotas a mi. Y con eso quiero decir que todos sienten miedo y seguramente cuando yo me sentía vulnerable en el colegio también muchos otros se sentían de la misma manera. Cuando lo pensé años después, pensé que había sido una tristeza nunca haber sabido quienes eran esas personas.

 Esos años raros los pasé caminando por todas partes, conociendo los rincones del colegio y simplemente deseando que el tiempo pasara a toda velocidad. Quería no tener que seguir yendo a la escuela pero eso era algo que no iba a pasar. Y la clase de educación física era un constante recordatorio de que, por mucho que uno quiera, las cosas no cambian. Fue solo hasta el último año que por razones de calificaciones las cosas cambiaron un poco pero incluso ese año me salí de clase un par de veces porque no soportaba nada y no me soportaba a mi mismo en esa clase. Y eso que al final hacíamos yoga y cosas que parecían relajantes pero muchas veces no lo eran porque pedían cosas de mí que simplemente no estaban allí.

 En esos últimos años, ya conocía gente que odiaba tanto como yo el hecho de tener que ir a esa clase. Además, coincidíamos en algunos gustos y en clases entonces era natural que pasáramos el tiempo juntos. Lo que nunca me ha gustado mucho es estar en grupos grandes. Supongo que me pasa lo mismo que cuando jugaba fútbol o algo así. Simplemente no puede manejar tanta gente al mismo tiempo y no es que todos se interesen por mi o algo por el estilo sino que me siento presionado a más cuando estoy rodeado de personas. Antes era peor, pues tenía pequeños ataques de ansiedad y odio para todo el mundo pues detestaba sentirme así. Menos mal puedo controlar esos arranques ahora y si no me gusta algo lo mando a la mierda. Eso puede salvar vidas.

 Con aquellas personas que me juntaba, no puedo negarlo, lo pasé bien y me divertí en muchas ocasiones. Pero a pesar de todo seguía allí, en el colegio. Era el mismo sitio lúgubre y repetitivo de siempre. Algunas clases me gustaban porque sabía de que iban pero otras para mí eran un desastre pues sentía que no entendía nada por dos razones: porque no era lo suficientemente inteligente y porque simplemente sabía que nada de eso importaba. Descubriría luego en la vida que todo se trata de infligir miedo en la gente para que hagan las cosas de cierta manera y eso pasa en la educación: miedo con los exámenes, con los profesores y demás.

 Pero yo me aburrí de eso cuando lo descubrí y trato desde entonces de jugar según mis reglas y no según las de los demás. Al fin y al cabo, creo que es importante imponerse y decirle al mundo como uno piensa y lo que desea hacer y como. El mundo pocas veces pone suficiente atención como para negar nada así que es una solución bastante buena para aquellos en los que el miedo siempre está, por una razón o por otra. Yo supongo que hay personas que les gusta vivir así, asustadas, porque creen que así lograran más en la vida o que serán más productivos o algo por el estilo. Me parece un juego un poco peligroso pero creo que cada uno debe usar el camino que mejor le parezca y si hay personas que quieren sacrificar su salud mental por llegar a una meta que solo ellos se impusieron, pues bueno.

 Con las personas que hablaba en el colegio fui perdiendo poco a poco la comunicación y sé muy bien porqué fue. Crecimos y nos conocimos mejor y, al menos yo, me di cuenta de que era lo que me gustaba y que tipo de personas quería cerca. Y no era que no fuesen el tipo de personas que me interesan, porque eso sonaría mal y seguramente se sentirían ofendidas pero la verdad de las cosas es que el peso del colegio era algo que siempre vería en ellas y no quiero que mis prejuicios o malos recuerdos perjudiquen mi opinión de alguien. Simplemente ellas y yo no fuimos apartando y creo que es algo natural, los cambios de la vida que siempre suceden.

 Aclaro que en el colegio lo que de menos eran las clases, aunque había un par que hacía de mi vida un infierno. Era más el ambiente, como una capa densa y pesada que era difícil de quitarse de encima. Llena de personas que creían ser mejor de lo que eran o más de lo que eran cuando en verdad ellos eran lo mismo que yo: nada. O mejor dicho, un trabajo en progreso. Todavía me da rabia recordar esos tiempo así que trato, por mi salud mental, no hacerlo con frecuencia y solo para sacar cosas que me ayuden y no me mortifiquen. Porque también hubo mucho bueno: personas, experiencias y conocimientos que siempre tendré a la mano y que le debo al colegio. Eso lo tengo en cuenta y por eso esa relación es tan extraña.

 Después de graduarme, creo que volví al año siguiente por unos papeles y después nunca más. Ni siquiera pasé cerca y si lo hacía instintivamente miraba para otra parte. Recientemente caminaba cerca y no recordaba que allí estaba ese mismo viejo edificio, con esos mismos niños que creen que tienen el mundo a sus pies. Fue como encontrarse con un viejo enemigo, contra el que uno ya no tiene razones para discutir de nada. Solo lo miré por un momento y luego seguí con mi vida. Son recuerdos muy amargos y experiencias que pasaron dentro y fuera que no me dejan darle un cierre real a mi relación con el colegio. Por eso los aburro con este relato de mis experiencias.


 A veces pienso en la gente que conocí allí. Algunos sé que hacen y les deseo, de corazón, lo mejor. A otros no les deseo nada pues nunca me inspiraron nada. Se dijeron cosas a espaldas de la gente y otras de cara pero yo no guardo resentimiento por cosas de niños. Eso sí, no siento nada y no puedo alegrarme por nada que les pase a ninguna de esas personas. Para mi fueron solo actores de reparto en mi vida. Muchas veces extras sin dialogo que solo lanzaban miradas furtivas como fieras de la selva. Pero ahora todo eso ya no importa pues cada vida es única y la mía es esta. Todo eso ya fue y ahora espero lo que será, que espero brinde mucho más que todo mi pasado.

miércoles, 26 de agosto de 2015

The death of the world

   My breathing was really heavy and I almost couldn’t move after pulling myself out of that lake full of tar or petroleum. I had no idea what it was and I wasn’t going to find out by staying there. The people that had dropped me there to kill me had already gone and the night was very dark in this part of the world. I wasn’t in the city anymore, I was somewhere where water was very highly contaminated and the birds didn’t even sing. As I cleaned myself with my hand and some big leaves of a tree, I realized the substance was very oily so it had to be petroleum.  Walking was the worst as I couldn’t move properly but I made the effort any way because I didn’t want to stay there through the night. I walked for an hour until I saw some lights and ran towards them.

 The lights became brighter and there were so many I couldn’t even count them all. They lit a huge factory with chimneys on top and suddenly I realized that place was the source of all the pollution. That was the place I had tried to shut down but many people were not at all interested in that. Money flowed from that factory and all because of the oil the tankers brought from the sea. I had been there and I had seen the platforms, horrible places were people that had nothing to lose decided to win their living. Those were not factories but prisons filled with heavy warmth and an awful smell. Needless to say, you couldn’t see a bird or any other animal near those places. Even they knew those places meant death.

 Instead of asking for help in the factory, I went the other way, following the road the trucks used to gain access to it. In no time, I was in the main road and a nice old lady picked me up. But there was more to her than what met the eye. I hadn’t called her and I would never use auto-stop, as the country was too dangerous for that sort of thing. I hopped into the backseat and we didn’t say a word until she left me in front of my home, an hour later. I just said “Thank you” and she just nodded. She was called Delilah and had been my friend for a long while but we never really spoke about our lives or anything like that. She had saved my life once and that was enough for us to become friends.

 Delilah had been married and had too sons and a daughter but they lived far away and she didn’t really care about them coming into her life again. She had raised them well, done her job and that’s all she was interested in. When I went up to my apartment, I wasn’t very shocked to see that every single object in my home was on the floor. Broken, torn apart or just laying there, all my life was on the floor. They had come here, maybe as they drugged me and dumped me in that thick lake, and destroyed everything. My backup files, all stores in hard drives, had been stolen and my computer was just a bunch of metal on my desk. But I had more backups so I didn’t really care about the state of things.

 I went through my ripped clothes and destroyed drawers. I grabbed some things that no one would care to take away like my mother’s wedding ring or my parent’s picture I kept in a book. They were my link to them because I wasn’t the type of person that was into graveyards or however you want to call them. I just liked to talk to their picture and tell them what I was up to then. I had always been the rebellious kind of kid and I knew they would be so worried about me. My mother would asked me if I had a way to clean myself and brush my teeth and my dad would remind me to check my body for bruises in the shower. Somehow, he said, the body bumps into things and you never realize it until it’s too late.

 They were the only two people in the world I cared about. They had died years before and now I was all alone, fighting against something that was bigger than me and that any other human being. I was trying to bring a corporation down and, although I had some friends like Delilah, none would be so much into this cause as I was. I had invested my life in investigating; taking advantage of my position in society to bring everyone involved in this down and now my life had an expiration date. What I couldn’t understand was why they had dropped me in that pond and not shot me or something. Were they cowards or was that their style? I don’t know and, honestly, I have no idea if I want to know.

 Proof. That’s what, supposedly, justice wants from me in order to apprehend the people that have cause so much misery and despair around the world. Because this city is just a piece of the whole puzzle. I have traveled the world and seen children drown in similar ponds to the one they wanted to use to kill me. Huge factories built just next to all the little and rattled houses that people have built with their effort and suffering. There’s nothing quite like misery because it’s brutal and forces you into the real world. It makes you see how more than half of the world lives their lives and that has the capacity to shock anyone that has feelings or even just a pair of good old eyes.

 I was the kind of person you would find in high society events, whether they happened in a club or in a yacht, in the Riviera or a penthouse in Paris. I was always there and I had been educated to know what to do, how to talk and who to be “friends” with. Because even then, I was friends with no one. My family knew that I hated all of it but that I did it for them because they were all too important in society. Every man and woman wanted to have my attention because they knew who I was. But they weren’t interested in knowing anything more than the amount of money I could give them or what I could show off to them. It was very pathetic.

 It was the day my parents died when I knew how vicious that society I had been feeding could be. The day of their burial, no one was there but me and a couple of people that were too afraid the ghosts of my parents would pull their legs as they slept. Cowards. They never moved a finger when I was being dragged through the mud, laughed at for everything I did to help people that had no way of helping themselves. None of those high and mighty people had any heart or soul. They only cared about profit and making their wallets and bank account even more filled with money. They cut every single link to my parents company and I had to save what I could before they tore it apart completely. My parents weren’t being stupid: they had left me enough for me to keep on living in peace for many years.

 I moved fro my former neighborhood, which helped me exterminate many bad feelings I had for all those people. I didn’t want to hate them so I just disappeared from their lives and asked them to disappear from mine. They heard me, at least that time, and I have to say I lived a very good year after that. I was teaching and I was helping the people I had met so many years before. But nothing can be as perfect forever. Life has a way to even out and that’s exactly what happened. I discovered the contamination of several national parks both in the sea and the land as well as contracts between oil companies and banks in order to make the economic system fall to their feet. That wasn’t a difficult thing to do.

 This world, after all, is not built on solid ground. Our society was built by greedy men that only thought of their profit in that moment of time but had no interest, or very little, in the future. People were not aware of how easy it was to influence the stock market in order to benefit a certain country or a certain type of company. I have to confess that when I discovered it all, I felt sick to my stomach and I felt guilty because I was part of the problem. I was the kind of person that complains but never does anything. I was the kind of person that things their ideas should be implemented and then I would go and have cocktails with my friends.

 I’m not saying people shouldn’t have fun. I only think we should all be more aware of what happens around us. How people in power use us to get there and never recall what the promises that were made were all about. Politicians are rotten because the whole system is in decay. I thought this to my students: the economic and political system of our western society cannot last for a thousand years. In one moment, everything will stumble because that’s what nature does. It has to keep changing in order to stay alive and nowadays, nature is slowly dying and we cannot do anything anymore. It’s too late for the world and now we have to pay the consequences of our ignorance.


 I help because I need to. Because I still feel guilty. Because I don’t have anything else to do. When I went back home, I put everything that hadn’t been torned apart into a suitcase. I grabbed it all and left for the place where I hid part of my archives. Those were not all but I didn’t need them all, not all the copies. I needed even more copies until the world decided to wake up and listen to what the planet had to say. After I picked up the information, Delilah came for me and took me to a city four hours away. It was the first time we actually chatted. And it felt good.