lunes, 10 de octubre de 2016

Nadie más en el mundo

   Cuando se dio cuenta, no había nada más en el mundo. Buscó por toda la casa, en cada habitación, en cada posible escondite. Pero no había nadie. Todos se habían ido y no se sabía adónde. Salió de la casa corriendo, el miedo era su impulso. Gritó por todas las calles que recorrió, hasta hacerse daño en la garganta. Ese esfuerzo era inútil porque era la única persona en el mundo, todos los demás se habían ido o habían desaparecido de la noche a la mañana. Era la nueva versión del mundo y ya no había nada que pudiese hacer para cambiarlo.

 Ya nadie jugaría con todos esos aparatos y figuras de plástico que plagaban el mundo. No habría más risas infantiles ni preguntas que se suceden una a la otra ni nada por el estilo. Todo ellos, todos los niños, también se habían ido. Seguramente había ocurrido al mismo tiempo que el evento que se había llevado a sus padres. Pero eso era solo una suposición. Nadie podría saber eso a ciencia cierta. Ni siquiera había manera de probar que algo de gran escala había ocurrido. Lo único que lo probaba era el hecho de que no hubiese nadie.

 Siguió caminando por las calles, consumiendo la comida que encontraba por ahí, tomando lo que el mundo dejara en paz. Muchos lugares empezaban ya a oler mal y no tomaría mucho tiempo para que todo en la ciudad también oliera a alcantarilla o algo peor. La muerte no estaba presente como tal pero se podía sentir su oscura mano sobre la ciudad. Lo que sea que hubiese pasado había dejado toneladas de comida que se dañarían en poco tiempo, máquinas que dejarían de funcionar en el futuro, causando un caos del que no serían testigos.

 La primera noche fue, sin duda alguna, la más difícil de todas. Las caras de las personas que había amado en vida, incluso las caras de personas que solo había visto una vez, pasaban frente a sus ojos uno y otra vez. No durmió mucho esa primera noche. Otra razón había sido que, tontamente, tenía miedo de un ataque. Entendía que era un miedo irracional pero de todas maneras sentía miedo cuando era de noche y no había nadie más en la cercanía. Eran los instintos básicos del hombre que entrar a jugar siempre que pasa algo parecido.

 Ya después se fue acostumbrado a tal nivel que podía dormir en cualquier parte sin que le supusiera ningún fastidio. El tiempo al comienzo pareció correr con más lentitud pero, cuando aprendió a entender como era todo, se dio cuenta que el tiempo era una ilusión. Si algo le entusiasmaba, de la manera más extraña jamás vista, era la posibilidad de morir. Con cada noche que dormía, se hacía más a la idea de no estar más un día. Pensar en ello no le quitaba el sueño sino exactamente lo contrario.

 Sin embargo, antes de dejarse llevar por la muerte, era casi su responsabilidad la de cerciorarse que de verdad fuese la última persona en la Tierra. Con tantos vehículos abandonados, no fue difícil tomar uno cualquiera y hacerse a la carretera. No revisó suburbios ni edificio por edificio. Quería irse lejos, empezar de nuevo, como si lo que había pasado fuese muy diferente. Su vida había sido convertida en un juego y lo único sensato era seguir jugando. Detenerse era dejarse morir o, tal vez, dejar que la locura consumiera su cuerpo.

 Circular por las carreteras no fue fácil: muchos vehículos abandonados hacían imposible circular de la mejor manera posible. Pero no se preocupaba porque, de nuevo, sabía que tenía todo el tiempo del mundo. A veces detenía el coche, se bajaba y movía los otros coches para poder pasar. Otras veces le daban por conducir a campo traviesa pero eso tenía sus partes difíciles y tampoco era la idea complicarse la vida sin razón alguna. Con paciencia, llegó a la ciudad más cercana a su ciudad natal. Era más un pueblo que una ciudad.

 Dejó el coche en la mitad del pueblo, adornando la plaza principal, y fue allí donde vio algo en lo que no se había fijado en ningún momento antes: tampoco habían animales. No se había fijado en eso antes, tal vez con demasiadas cosas en la cabeza para pensar y encima, pero ahora que lo pensaba no había visto perros o gatos en todo su recorrido. En lo que había caminando y recorrido en coche no había visto ningún tipo de animal, fuese uno domestico o algo salvaje. Ni siquiera moscas o perros ni cosas más raras. No solo los humanos se habían ido.

 La primera noche en el pueblo fue la última que estuvo allí. Revisó cada casa, mucho más fácil en este caso, y no encontró a nadie aunque sí abasteció su vehículo con muchas botellas de agua y algo de comida que no se dañara con el paso de los días. Ya las tiendas y supermercados olían a podredumbre y entrar a un local para sacar lo que quería no era algo muy placentero que digamos. Se tapaba la boca y la nariz con una bufanda y trataba de demorarse lo menos posible al interior de cualquiera de esos establecimientos.

 Cuando ya tuvo todas sus “compras” listas, arrancó de nuevo. En cada pueblo pequeño que encontraba a su paso revisaba palmo a palmo todo para que no se le escapara otro ser vivo . Pero no había nadie. Cada día se hacía más a la idea que no había nada más y que debía hacerse a la idea de que así sería por el resto de sus días. Después de un mes buscando otro ser humano, decidió que lo mejor era vivir su vida de la mejor manera posible para así no tener que sufrir o arrepentirse cuando llegase el momento de su inevitable muerte.

 Hubiese querido ir lejos, muy lejos. Incluso pensó en pilotar un avión pequeño para realizar su sueño pero se dio cuenta de que no era factible. Nunca sabría si en verdad había aprendido a pilotar bien, solo estando allí dentro. Y si moría en un accidente aeronáutico sería, en su opinión, el mayor desperdicio de su tiempo en la Tierra. Así que lo que hizo fue seguir conduciendo y explorar cada rincón que pudo visitar. Cruzaba fronteras internas y externas. Iba a lugares fríos y calientes Trataba de hacer lo mejor para disfrutar lo que el mundo todavía tenía que ofrecer.

Un mes vivía en una cabaña construida a mano en un hermoso bosque donde siempre hacía más frío que calor. Sin embargo las noches, que parecían no durar mucho, eran un poco más duras de lo normal y debía entonces abrigarse más de la cuenta. Fue por eso que al mes siguiente decidió quedarse en la más linda cabaña de playa que jamás hubiese visto. Seguramente alguien muy rico la había disfrutado en el pasado. Se sentía muy divertido poder vivir así.

 Sin embargo, cada cierto tiempo, le ocurrían unas duras depresiones. Era como si lo golpearan con un martillo llamado realidad. Era muy doloroso tener que volver a pensar en todas las personas que jamás vería, en todo lo hermoso del mundo que ya no existía. Los amaneceres duraban un segundo y la belleza de la vida se había ido para ser reemplazado por un mundo mucho más práctico a la hora de tomar decisiones. Podía hacer lo que quisiera y aún así seguía poniéndose limites. Era algo extraño pero común en el ser humano.

 Los años pasaron, aunque nunca se supo con claridad por donde y hacia donde. El caso es que se sentía muy viejo a pesar de solo verse un poco mayor de lo que había estado en el momento en el que había decidido irse de su ciudad. Era una situación muy extraña. Al buscar medicina que le sirviera en las droguerías abandonadas por las que pasaba, se dio cuenta que nada le servía. Era como si todo se deshiciera antes de consumirlo pero sin que nada entrara en su cuerpo. No habían manera de evitar lo inevitable y al parecer el momento había llegado.


 Se acostó en la cama más confortable que pudo encontrar y se sentó allí a esperar su muerte. La cama estaba de frente a un enorme ventanal, en un hermoso apartamento ultramoderno. Cuando por fin sintió que empezaba a irse, que el aire le faltaba y que su corazón parecía no poder sostenerlo más, tuvo una extraña visión: de repente, cosas aparecían frente a él. Eran como borrones en el aire. Cuando estuvo a un paso de la muerte, los borrones se convirtieron en personas y se dio cuenta que ninguno de ellos jamás se había ido. Su cuerpo y vida eran los que se habían acelerado tanto que los había dejado de ver. Pero ya no más. En su último segundo, se dio cuenta de todo y una última lágrima rodó por su mejilla, antes de volverse polvo.

sábado, 8 de octubre de 2016

What I saw in the cave

   No matter how much I try, I will never forget what I saw in that cave. The scientists had already done their digging and everything was as organized as it could be. To my surprise, people I had known from the past and from afar, were working with them. I didn’t know why but I never asked anything in detail, it was better if I was in the metaphorical dark. In the cave I was in the real dark, a humid place that appeared to be like a museum, at least in the first area I stepped in. It was a scary thing to do, entering that place, but I did it anyway.

 Then, I saw him. It was very strange: he came up to me and said “Hi” and I answered. We knew each other but, deep in my being, I didn’t know from where or why. He seemed to stare at me to much, making me a bit uncomfortable. I tried not to look at him too much because he made me feel worried somehow. Then, another man appeared, one that was already leaving the cave. That one I knew very fast who he was: I had bought my ticket in from him and I think I don’t really have to explain what that’s supposed to mean.

 We didn’t looked at each other for long, instead pretended to ignore one another. A kind girl I had known back in high school gave me a helmet and some protective goggles. I had to loosen them up a little bit because they were really tight around my head and I was already getting a headache from seeing two guys I had been intimate with in the same place. I suppose that didn’t really spoke very well of my behavior but, to be honest, I don’t really care how others perceive me as long as I’m able to get whatever it is that I want.

 With the girl, I started to descend into the depths of the cave. I was getting more and more nervous because I knew what they had found there, I knew very well why I had come and it was because I wanted every single piece of the truth in my power. I wasn’t going to give up an ounce of the knowledge I had gathered along the years and I certainly wasn’t going to pull back from getting my hands on every piece of information I might need. I think everyone that knows me has that in their mind when they see me and, to be honest, I like it.

 Julia, the girl who takes me deeper and deeper into the ground, doesn’t seem to care about any of that. She had always been so kind and respectful of everyone when we were in school together. She was a little bit like me: never excelled in anything, always been a very average student. However, she had it clear in her mind what she wanted to become: a renowned journalist. She worked her ass off for it and made it. Now she worked with this corporation because she thought she would get the first scoop on the story.

 I got scared for the first time when I stepped on a rock covered in moss and I almost fell right in the hole they had made in the ground. Julia was very agile and managed to grab my hand in the almost dark, pulling me back afterwards in one go. She was stronger than I had imagined and now I understood why they had hired her. Maybe she had being trained, like all those other security guards that I had seen around the compound. They were like huge rocks, impossible to overcome. They weren’t even scary but massive.

 We descended a little bit more until Julia took my hand and told me to let her lead, as there was a doorway built into the wall that lead into the space which I wanted to visit. After walking for a bit, we crossed a plastic curtain and then there was a very potent light. She told me to grab one of the hazmat suits that were hanging on hooks on the side of the tunnel and put it on as fast and as efficiently as I could. I don’t know why, but I started to shake a lot right there.

 When I was done with suiting up, I realized she had been ready for a while. I couldn’t hear her and she couldn’t hear me. I guess the suits prevented even know from getting in or out. I felt strange, not very sure of what I was doing but I was already there and there was no turning back. Julia walked first and I followed her. The tunnel continued for, at least, fifty meters and then it opened up into another chamber in the cave system. Julia had a flashlight and made me realize how massive the space was. A building could have easily rested there.

 Then, she grabbed my hand and indicated with her hands that she was going to be pointing the flashlight downwards. And then she seemed to ask something of me: to remain quiet. I didn’t really understand why she would do that sign. I did moments later when I didn’t obey her advice and screamed at the top of my lungs. It was the most awful thing I had ever seen and the image was now stuck in my head, in my eyes even. She pulled me out as fast as she could and, in what seem seconds later, we were on the entry point of the cave.

 I ripped off my suit and decided not to listen to her orders or to anyone else. I dropped every piece of equipment as I walk straight to his office, to Michael’ office, the guy I had slept with in order to get in there. He wasn’t in the office. I started looking around for him but the small group of trailers that made up the camp next to the cave was not exactly a big one. There were not really many options to where he could have gone. I left the last pieces of the suit there, turning around as if going crazy.

 Then, Alex came and grabbed me tight. He took me to one of the trailers and close the door. He was the guy I thought I knew but didn’t quite remember. When I saw his eyes from a close distance, I remembered him all right: Alex had been one of the guys in my life that I had to convince of things that weren’t real. That was my life and now he was in front of me again and the worst part was that he seemed to still think that everything that happened was true. But I wasn’t up for that, not then.

 I asked him, before he could say anything, if he knew about the cave, if they all knew. He told me only a handful of people had gone down there. He hadn’t and neither had Michael. Only Julia and the group of scientists had been there but the rest of the crew in the camp knew exactly what was down there. I started crying. I couldn’t control myself. I told Alex that it was horrible and that I couldn’t get it out of my mind. I had wanted information and now that I had it, I didn’t know if I wanted it anymore or if I could do anything with it.

He held me in his arms, which were very strong, and I realized how nice it felt. Actually, I remembered how I had lied to him for a long time in order to get to another secret I was seeking. He knew who I was and, instead of trying to arrest me or something, he was hugging me and trying to make me feel better. We looked at each other’s eyes and I realized he was crying but I never got to know why that was. Someone was knocking on the door and Alex opened it. He got out and I got confused for a second and then I saw Michael coming in.

 He closed the door behind him and demanded me to tell him what I had seen in the cave. I told him he knew exactly what I had seen and demanded his thugs to let me out of the camp. Michael smiled in the most awful and disrespectful way and told me that now I was theirs and that I had to work with them as a mean of payment for what I had seen. I told him he was insane if he thought I would tell anyone about what they were keeping underground. I would never be able to reveal such a secret to anyone a live unless I wanted to scare them for life.


 He grabbed me by the arm and reminded me how I had thought I had used him to get inside that camp. Now, he was giving the orders and the most important one was that I wasn’t going to get out of there anytime soon. Then, I felt the most awful look all over my body. His eyes felt like the most awful medical devices, making me feel more than naked, almost violated. He got out of the trailer without even closing the door and I collapsed on my knees. My job, my life choices, had taken their toll on me and now I had become something I had never wanted to be: a prisoner. Basically, they had beaten me at my own game.

viernes, 7 de octubre de 2016

Paz

   Toda la gente sonríe. Es de los más extraño que he visto. Saludan de buena manera y se nota que no lo hacen por compromiso o porque les tocará por alguna razón. Lo hacen porque de verdad parecen estar motivados a hacerlo. Suena raro decirlo y puede que los haga parecer como monstruos pero es que la mayoría de veces las cosas no son así. O al menos no era así hasta hace unos meses en los que todo dio un vuelco bastante importante y ahora parece que todo el mundo siento en lo más profundo de su ser un compromiso con la calma.

 Al salir de la tienda también me doy cuenta de ello: la calle está llena de vehículos y, en otra época, todos estarían haciendo ruido como si este sirviera para empujar a los carros de adelante y hacer que el tráfico fluya. No, eso no pasa ahora. La masa de vehículos se mueven lentamente y en pocos minutos se diluye el tráfico pesado. Nadie hizo uso de su claxon ni de gritos ni de nada por el estilo. Era como ver una película de esas de los años cincuenta en que todo el mundo trata bien al prójimo. Excepto que los cincuenta fueron hace mucho tiempo.

 Aprieto mi mano alrededor de el asa de la bolsa de la tienda. Llevo algo de pan fresco, pasta, tomates y muchos otros ingredientes porque hoy soy yo el encargado de la cena. De hecho, comí algo ligero antes de venir a la tienda porque sé que va a quedar mucho para comer en la noche. Recuerdo esos tiempos en los que me cuidaba exageradamente haciendo mucho ejercicio de mañana y de noche. Ahora lo pasé todo a la mañana o sino no me da tiempo de hacer nada. Debo decir, con orgullo, que soy un hombre de casa y ese es mi oficio.

 Cuando pienso en eso siempre me da por mirar el anillo que tengo en el dedo anular de la mano derecha, la mano que ahora sostiene los alimentos. Peo no me distraigo por mucho rato porque o sino puede que me estrelle contra alguien o que tropiece contra algo. De hecho, como si fuera psíquico, me estrello contra un hombre gordo y voy a dar directo al suelo. Algunas de las cosas se salen de la bolsa y me pongo a recogerlas. Para sorpresa mía, una manos rojas me ofrecen mis tomates. Cuando miro su cara, es el hombre contra el que me he estrellado.

 Me disculpo y creo que soy yo el que está más rojo que nadie ahora. Le recibo los tomates y me disculpo de nuevo. Pero el hombre me dice que no es nada, que es algo que suele pasar y que tenga cuidado porque puede ser peligroso. Mientras el hombre se aleja, me le quedo mirando y pienso: ¿Qué le está pasando a la gente? Se oyen todos tan distintos, como a si todos los hubieran cambiado por unos muy parecidos pero mucho más calmados. Es casi la sinopsis de una película de extraterrestres. Sonrío para mi mismo y sigo mi camino.

 La tienda a la que voy me gusta porque vende los productos más frescos. Incluso la pasta está recién hecha ahí mismo. Lo único que no hacen son las cosas que ya vienen en envases pero de todas maneras es un lugar que siempre me ha encantado. Allí también me atendieron de la mejor manera el día de hoy y eso que antes había habido ocasiones en las que incluso la cajera parecía ignorar mi presencia frente a ella. Hoy, en cambio, una joven me siguió por todos lados recomendándome productos para usar esta noche.

 La verdad no sé que pasa pero sé que no me incomoda para nada. La gente solía ser grosera y cortante, como si todo el tiempo quisiera pelear con alguien, no importa si verbal o físicamente. De hecho, no era extraño oír discusiones en la calle o incluso en el mismo edificio donde vivo. En cambio ahora no se oye nada salvo las ocasionales risas o las alegrías y tristezas de los que ven los partidos de futbol, que no han cambiado en nada. En todo caso prefiero como son las cosas ahora aunque tengo que reconocer que no me acostumbro fácil.

 Mi hogar está bastante cerca de la tienda, a unos quince minutos caminando casi en línea recta. Siempre me ha gustado ver a la gente caminar por ahí, ver que hacen y que dicen y que hay en las calles en general. Me detengo siempre en varios locales para mirar lo que venden o para descansar un rato. No, no es que esté físicamente cansado sino que tengo tanto tiempo por delante que no quiero llegar tan rápido al apartamento. Es un día muy hermoso, de esos que casi no hay en una ciudad tan lluviosa y nublad como esta.

 Al sentarme en una banca, me doy cuenta del brillo del sol, de cómo acaricia el pasto y las caras de la gente. Es un sol gentil, no brusco ni invasivo. No me quema la cara sino que la acaricia con una suave capa de calor que a veces es tan necesario. De repente, a mi lado, se sienta una niña pequeña que lleva a su perrito amarrado con una cuerda rosa. Le sonrío cuando me mira y ella hace lo mismo. El perrito incluso parece sonreír también, aunque puede que eso sea más porque está cansado de caminar bajo el sol con su cuerpo peludo.

 Pasados unos segundos, me doy cuenta que la niña también descansa de su paseo. Y además me doy cuenta de otra cosa: está sola. Miro alrededor y no hay ningún hombre o mujer que parezca estar con ella. No hay nadie buscándola. La miro de nuevo pero esta vez está mirando un celular. Parece que mira un mapa o algo parecido. Trato de no mirar pero la situación es tan extraña que es casi imposible resistirse. Sin embargo, la niña se pone de pie de un brinco y empieza a caminar hacia la dirección opuesta a la mía. Sola, con su perrito detrás.

 Yo me pongo de pie poco después, cuando me rindo y dejo de tratar de entender como una niña tan pequeña puede estar por ahí sola, como si nada. La gente de verdad se ha vuelto loca o… O no. Ahora soy yo el que está siendo irracional. Ya en otros lugares del mundo he visto niños de esa edad con sus amigos o solos por la calle. Pero es aquí que me da pánico por ellos porque el pasado es así, nos somete a su voluntad incluso cuando, al parecer, no hay razones para temerle.

 Todavía me faltan unas cuadras más, en las que veo más personas. Hay ancianos que salen a aprovechar el hermoso sol de la tarde y mujeres embarazadas que hablan alegres con personas que aman. Hay más niños y grupos de hombre de corbata que hablan de algún partido y grupos de mujeres que hablan de lo que han leído en una revista. El chisme, al parecer, no es algo que muera tan fácil como las ganas de pelea. Supongo que la controversia siempre será atractiva, en su extraña manera. A mi no me interesa mucho que digamos.

 Mi edificio es alto y tiene dos torres. Cuando entro tengo que cruzar la recepción y luego un patio que separa esa zona de la torre donde vivo yo. En el patio hay juegos y en el momento que paso hay niños y niñeras. Todos me saludan, sin excepción. Yo hago lo mejor para ocultar mi sorpresa y saludar de la manera más alegre de la que soy capaz. No es que no pueda hacerlo sino que auténticamente sigo sorprendido por el cambio. Supongo que así somos los seres humanos, siempre tenemos esa capacidad innata de sorprender.

 Me subo al ascensor y justo detrás entra una mujer mayor. Ella vive en el quinto piso y yo en el décimo. En el viaje al quinto se pone a hablarme y me sorprende saber que ella también está contenta por el cambio. O sea que alguien más se ha dado cuenta. Me alegra de verdad saberlo y lo comento con ella y nos reímos. Pero el viaje se termina más rápido de lo previsto y me despido con una sonrisa verdadera y esperando que nos veamos pronto, ya que se siente bien saber quienes son los vecinos para poder confiar en ellos y no lo contrario.

 Cuando saco las llaves de mi bolsillo, oigo voces dentro del apartamento. Se supone que no hay nadie. Apenas entro, Andrés se me lanza encima y lo alzo en mis brazos, a pesar de que tengo la bolsa en la mano. Mientras nos abrazamos y él me cuenta algo de una película que estaba viendo, una mano toma la bolsa y me la quita. A él le doy un beso en los labios, más largo  que nunca. Me pregunta porqué estoy tan sonriente. Le digo que es un día muy hermoso y que no esperaba verlos tan pronto en casa. Anuncio la preparación de la cena. Antes de poner manos a la obra, los beso una vez más a cada uno, porque lo

jueves, 6 de octubre de 2016

Rejection

   Jean grabbed her purse and the bag where she kept her laptop. She walked very fast but tried not to look angry, disappointed or anything else. She just wanted to leave that place as fast as she could. It was very uncomfortable to stay there after she had been so insulted. As she arrived to the elevator, the door closed as someone was going down just before her. She whispered a course word, frustrated that she had to wait like an idiot in order to leave a please she definitely didn’t wanted to stay in or return ever again. She felt too humiliated.

 Out of nowhere, one of the guys that had been there during her interview walked up to her. He told her that they had been looking for her. A tiny shimmer of light appeared in her heart only to be crushed moments later when she realized the man had come to find her because she had left her pen in the table. What was even more annoying, was that he started talking about the results of the interview and telling her, once again, about all the flaws she had as a writer and so on. She wanted the Earth to swallow her, as his voice was very loud and everyone around seemed to be listening.

 She had to close her eyes and just try to relax by breathing slowly, feeling the air through her body. Ignoring the man was not easy but she could at least think of something else as he talked and talked and talked. The lady that managed the reception on that floor looked at them with surprise and obvious disgust. When Jean opened her eyes, the lady looked at her straight in the eye and shook her head, then looking at the guy. Jean only smiled, thankful that at least one person realized in what an uncomfortable situation she was.

 Finally, the elevator opened up and she stepped in without even acknowledging the man. For a moment, it seemed as though he was going to follow her into the elevator but fortunately he didn’t. He was even able to say anything else to Jean as she pressed hard the button that made the elevator close faster. She then pressed the number for the ground floor and started breathing normally again. She felt seriously awful and couldn’t believe she had to go home now in a bus that would take at least forty-five minutes. She didn’t felt good at all.

 Luckily, the bus didn’t take long to pass and she was able to find a free seat next to the window. She really wasn’t feeling ok and even though she was going to fall asleep, her brain wouldn’t let her. Not only because it may not be the best idea to fall asleep on a bus, but also because she had their words in her head. She could hear them once and again, trashing every single part of the work that she had done for them. Saying that they destroyed her isn’t enough to describe what went on in that conference room. A few tears rolled down her face.

 She had to clean herself with her hand because she had no tissues or anything like that. But it was clear to her that she had no intention to be the crazy woman in the bus that cries “for no reason”. So she tried to clean her tears off and attempted to think about something else. For example, the fact that she had left her family cat by herself. It wasn’t something that she did for the first time but it was something to think about. The cat was obviously ok but she had to create a problem in her mind in order to be able to resist the urge to cry.

 The bus took less time to her stop than it usually did. She hadn’t realized but she had left that office so early that there wasn’t even the normal traffic jam of peak time out in the streets. When she came down of the bus, she checked she had everything with her, including the pen she had forgotten in her pocket. Walking home took only five minutes. Her house had a cute garden that was brimming with light and color as she entered. It was as if nature was trying to cheer her up.

 And it did make her smile at least. When she entered the house, she called for her parents. Fortunately, no one answered back. They were normally there but she didn’t care where and why they had left, she only wanted to go to her run and be able to fall asleep and nap for while, all afternoon was possible. She dropped her purse and laptop bag on the ground and took off her shoes before lying down in bed. She faced upwards, towards the ceiling and, again, she could her all the criticism and the things all those men had said.

 She began to cry again but, this time, Jean didn’t clean her face or attempted to appear tougher than she looked. She didn’t need to do that, as that was her bedroom, her place in the world. There, she could do whatever she wanted and in that moment she wanted feel miserable for her. The words those men had said had been like daggers and they had stabbed her with them once and again and again. It was almost as if they had enjoyed themselves by doing so. To her, it was a very sick thing to do but she only reflected on that many days later.

 It had been really unnecessary to tell her all those things. They didn’t have to sink every single fiber of her soul by saying a lot of things that, even if part of the truth, weren’t as important in real life as they might have portrayed them. They essentially told her she had no idea how to write, that she couldn’t put three words together and that she made no sense whatsoever in what she had written for them. It was an essay about internal practices in very big companies.

 Jean had no idea of that. She had not been to business school or anything like it. She was just a normal girl trying to make her way into the world. She had thought that her English level was good enough for them but apparently it wasn’t. And of course it wasn’t because they had told her that she didn’t need to correct her essay for them and she didn’t. They lied to her because she would always do corrections but they had assured her they weren’t necessary. Besides, she had no idea of any business practices. She had a degree in creative writing, for God’s sakes!

 They had also told her that her way of portraying the business world was not very professional. And when she attempted to explain that she had no experience in the actual business world, as she had told the woman she had applied for the job too, they wouldn’t let her speak. They would only raise her voice and just keep talking. The guy that gave back her pen had been particularly nasty when saying that she shouldn’t have told them that she was actually good in English. At that moment she felt so enraged, she stood up and decided to leave.

After all, three men in one small conference room were attacking her. And it was all because of one miserable test they had set up in order to chose the perfect person for the freelance job they were looking for. They weren’t even going to take her into the company; they only wanted to see if she was available to do some texts for them once in a while. And, later that week, Jean realized the pay for one piece of writing was extremely mediocre compared to what people with no big company attached to them could pay her.

 It wasn’t the fact that they hadn’t hired her but the fact that they had been deceitful in a way and that they had been so rude in explaining to her why she hadn’t been selected. After all, it made no sense that they had invited her to their offices only to insult her. It would have been better to receive an email with two phrases: one thanking her for applying and the other rejecting her application. It would be more direct and less surrounded with bullshit. She realized those guys only wanted to feel superior somehow and they had found their guinea pig in her.


 Jean fell asleep as she was thinking all of this. She woke up to the voice of her mom telling her it was dinnertime. When her parents asked how it had all went down, she told her everything that had happened and that she was planning to move along. It was hard for her to be her age, living with her parents and she did wanted to earn some money for herself but she wasn’t going to stop looking for a perfect fit to her talents. That company wasn’t the only one in the world and she was certain that, sooner or later, someone would be interested in what she could do.