miércoles, 24 de mayo de 2017

Invasor

   El sonido de la manera rompiéndose se escuchó como estruendo por los alrededores. Pero nadie vino a mirar que había pasado. Si lo hubiesen hecho, podrían haber visto como un hombre de considerable estatura le disparaba a la gran cantidad de criaderos de abejas que había en el lugar. Cuando terminó de disparar, se retiró y nunca se supo más de él. El dueño de la granja sabía que el atacante debía tener picaduras, puesto que las abejas responden así a las agresiones. Pero la policía nunca encontró nada.

 Raúl, el dueño de las abejas, dependía casi exclusivamente de la miel que producción para poder sobrevivir. Por eso sabía bien que, quién sea que fuese el responsable del ataque, estaba claro que quería destruirlo de la forma más cobarde posible. Sin la miel, Raúl no tenía nada de dinero y obviamente lo necesita para poder mantener la granja y a sí mismo. Porqué el no plantaba nada ni criaba ningún otro tipo de animal que no fueran las abejas. Pero ellas ya no estaban.

 Con algunos pedazos de panal y abejas atrapadas en ellos, trató de comenzar de nuevo su negocio pero lo que tenía no era suficiente, por lo que dejó de intentar pocos meses después. Su familia le pedía que se mudaran, que intentaran vivir en la ciudad, al menos hasta que tuviesen dinero de nuevo para poder intentarlo más adelante. Pero Raúl era terco y no quería escuchar nada ni hacer algo diferente a contemplar el sin número de maneras que podría intentar para retomar su vida anterior.

 Pero los días y los meses pasaron. Cuando se cumplió un año, Raúl y su familia habían bajado considerablemente de peso. Se veían demacrados y claramente mal alimentados. Fue entonces cuando la esposa se cansó, tomó al hijo que tenían y se lo llevó a casa de su madre. Le pidió a Raúl que reconsiderara pero él no quería dejar su granja. Ella se fue después sin poder argumentar más, pues sabía que jamás lo convencería. Y a él no le importó por la misma razón.

 Entonces el hombre se quedó solo en una casa donde no había nada, solo frío y un silencio que parecía ahogar la vida. Sabía que no era un lugar apropiado para vivir pero no podía pensar en otra cosa que en volver a establecer sus panales y poder producir la miel que vendía a muchos de los negocios de la zona. Había sido su sueño por muchos años y por fin lo estaba logrando. Para él no era nada justo que en un minuto la vida de alguien pueda cambiar de semejante manera. Le daba rabia pensar en todo lo sucedido. Cada segundo se hacía más y más solitario.

 La semana siguiente, Raúl viajó a la casa de su suegra para recuperar a su familia. Pidió hablar en privado con su esposa y le explicó como para él todo el plan de las abejas había sido algo clave en su vida y en su desarrollo como persona. Se disculpaba por no haberlos tenido en cuenta para nada, pero también quiso explicar lo difícil que era aceptar que las cosas buenas que le habían pasado ya no parecían volver a querer pasar. Tenía que seguir adelante, sin mirar al pasado.

 La familia fue convencida y volvieron a la granja. La esposa de Raúl le sugirió que podían empezar a plantar frutas y verduras. No importaba que no funcionara como negocio pues podían utilizar las plantas para ellos mismos. Era algo sencillo y requerían la misma calidad de cuidados que le daba a las abejas, solo que esta vez su esposa había prometido ayudarle.. Y así fue como sucedió: plantaron semillas de gran cantidad de verduras y mientras las cuidaban, tuvieron que ahorrar como nunca.

Al cabo de un tiempo, todo estaba listo para cosechar. La idea era guardar uno de cada producto para la casa, con la meta de probar las verduras y ver si tenían un sabor óptimo. El tamaño no era algo que los preocupara mucho pero tenían que saber bien para poder ser vendidas en los alrededores e incluso más lejos. No pasó mucho tiempo antes de que se dieran cuenta que lo habían hecho sorprendentemente bien. Las calabazas eran deliciosas, así como las zanahorias, las cebollas y las lechugas, entre otros alimentos.

 La esposa de Raúl fue quien contactó a los comerciantes y los invitó a la casa a degustar las legumbres y las frutas para ver que opinaban. La invitación terminó en una batalla por saber quien se iba a quedar con los productos. Al final, se decidieron por la única persona que no solo parecía interesada en ganar dinero, sino que también se notaba que sabía de lo que estaba hablando, que no estaba allí solo por probar. Era la mejor decisión que podían tomar, para estar mejor.

 Meses después, el negocio crecía a un ritmo acelerado. Tanto así que tuvieron que plantar en tierras que nunca antes habían sido utilizadas. Los pocos restos que habían quedado de los panales tuvieron que ser removidos para poder plantar tomates y a Raúl eso le entristeció un poco pero sabía que era para lo mejor. Al fin y al cabo todo lo que producía se estaba vendiendo como pan caliente. Tan bien de hecho, que pudieron remodelar la vieja casa de la granja y convertirla en la casa de los sueños de toda la vida. Era su pequeño paraíso sobre el mundo.

 Sin embargo, una noche el ladrido del perro los despertó. El perro era nuevo, no había estado con ello sino algunos meses y el hijo de Raúl estaba prácticamente enamorado de él. Se la pasaba siguiéndolo cuando era de día, tratando de tomarle la cola y abrazándolo con fuerza. Cabe decir que el perro no es precisamente de una de las razas más calmadas del mundo. De hecho es exactamente lo contrario, y es por eso que ladra como loco cuando alguien se acerca.

 Esta vez, Raúl estaba preparado con un arma de balines que había adquirido. Parecía no hacer mucho daño pero el dolor de los perdigones en la piel no era nada que ignorar. Así que salió con su arma y corrió hacia los ladridos. Por alguna razón, el invasor estaba de nuevo en el sitio donde habían estado los panales. La diferencia es que está vez estaba prendiendo fuego a las plantas. Quería crear un incendio de grandes proporciones para arruinar, de nuevo, a Raúl.

 Este último actuó de inmediato. Disparó el arma tres veces contra la sombre que había en la mitad de sus tomates y pudo oír como el cuerpo caía como un bulto de papas al suelo. Se quejaba pero no hizo más ruido. Mientras más se acercaba, podía oler el humo que salía de las plantas que iban a ser quemadas. Estampó el suelo con sus botas de plástico y luego se acercó al cuerpo silencioso del invasor. Fue en un segundo que la sombra se puso de pie y retuvo a Raúl en una llave.

 El invasor era alto y muy fuerte y apretaba tanto a Raúl que este tuvo que tirar su arma al suelo para poder usar las manos para intentar liberarse de la poderosa llave. Hizo mucha fuerza, una y otra vez pero no pasaba nada. Entonces el tipo empezó a apretar y el aire fue haciéndose cada vez más escaso. Pero no solo sentía que se le iba el aire sino que también parecía que su cuello iba a romperse en cualquier momento. Trató de patearlo, de hacer algo, pero no podía.

 Fue entonces que se escuchó un disparo y la llave se relajó. Raúl cayó al suelo, empujado por el gran peso del cuerpo del atacante. Se dio cuenta al mirar hacia abajo, que de su cara goteaba sangre. Por un momento pensó que era él pero cuando vio a su esposa lo entendió todo.


 Ella se abrió paso hasta él con rapidez. En una de sus manos tenía un arma pero esa no disparaba perdigones sino balas de verdad. Era la primera vez que Raúl la veía. El hombre yacía muerto en el suelo y la mujer lo volteó para poder verle la cara. Pero el disparo había sido tan certero que ya no había manera de saber quién había sido ese desgraciado.

lunes, 22 de mayo de 2017

A wedding

   Once he stepped into the room, the sound of laughter and talk suddenly died down. As he walked to an empty spot in one of the tables, people stared and some even held their breath, as if what they were seeing was something they would have never imagined. The walk he did from the entrance to the table only lasted a few seconds, but it seemed it had lasted for hours. Once he sat down people started talking and the noise in the room resumed after a while, as if nothing had happened.

The man’s name was Peter and he had come to the wedding alone. In the table he sat on, everyone was looking at him although it was obvious they were trying not to do so. They were failing miserably, as he felt their eyes probe him as if he was robbing something instead of just grabbing the napkin on the side of the plate. He was saved by the food, because the waiters started entering the room just in time. They served every single person a small salad and a small cup of soup.

 Peter liked the taste of both things and he specially liked that people were not looking at him anymore. It was a relief that they had stopped piercing his body with their eyes. Instead, they were busy making a critique of the taste of the food and the portions. In every table, at least one person was mentioning how in other weddings the food had been much superior. Also, they gave what they though was advice in order to improve the flavor of the dishes, even when most didn’t know how to boil water.

 Peter ate in silence. Once he had decided to go to the wedding, he had been conscious that he wouldn’t really be able to talk to anyone or share a single honest opinion. He was clearly the most polemical guest in the room but he wasn’t the most ungrateful at all. Maybe everyone knew his past and judged him for it, even some thought he didn’t deserved a seat in the event, yet there he was among all of the, having much more decency in one arm than most had in their entire bodies.

 With the salads and soups mostly finished, the waiters came back. It was as if a flock of penguins had suddenly entered the premises. They were agile and very fast, as they grabbed the plates and carried them out of the room. Only a few minutes after the last empty cup had left, they entered again, this time with the main dish. It was a combination of seafood and ground food, if you will. It was served in rather small portions but it came with another salad, this one smaller, as well as a plate with a baked potato filled with cream and ham. It looked very good.

 They waiters also filled everyone’s glasses with champagne. They would have to make a toast later on, before the cake was cut. Of course, please went at it again, criticizing the food. Some said the fish was raw and others thought it was certainly overcooked. Same with the other meats. Others complained they had received a smaller potato than everyone else and some people even declared theirs had nothing inside. Of course, many complained about the champagne, demanding for a waiter to come in order to ask them for the bottle.

 Peter enjoyed his food a lot. Even without talking, everything was really beautiful. Suddenly, it dawned on him that all of it could have been for him, if things had lasted longer and if love had been a little bit better built. Because every single person knew that Peter had been involved with one of the people getting married and that’s why every single time they looked at him, they followed it by a whisper and questions he knew were not the kindest or of any of their importance, to be honest.

 He tried not to listen to his own head and kept on eating, enjoying the fact that he had at least been invited, which was much more than he could have ever imagined happening, as there was no need to do so. But they had done it and he had complied because he wanted to show everyone that everything was ok, that he wasn’t dying or anything because he wasn’t the one in the altar. To be clear, he didn’t knew if an altar had been involve because he had missed the ceremony on purpose.

 There was no way he would make a scene inside a temple. He did thought about going but at the last minute he decided against it. Instead, he would make it to the party. However, he never intended to be late and make such and entrance but that’s how it happened and the only one he could blame was the taxi driver for being so slow. He even thought of talking to the couple and apologize for that, but he ultimately thought it was better not to fan the fire that people carried around.

 His baked potato was very hot so he decided to leave it alone for a while. The shellfish were excellent, or maybe that was because he hadn’t eaten any for a long time. The other two pieces of meat were a small pork cutlet, which tasted really good with a sauce they had made only for it, and a piece of veal that many people decided to leave on the plate. Peter ate it and realized that it hadn’t been properly cooked. This time, the murmurs around the tables were right. As he prepared to eat his potato, it was taken away by the waiter flock that came and went in a second.

 The next thing they brought were the small plates for the dessert. Peter could actually see that some carts were being pulled into the room. They had a large selection of small desserts on them, so you could choose any to join cake on the plate. Most people were looking at the selection but that was exactly on the opposite way they should have been looking. They were warned about this with the sound of a fork being lightly banged against a glass full of champagne, done by the groom.

 Everyone’s face denoted boredom. That part was often the most boring one in any marriage ceremony. But the sad faces all around weren’t enough to make the groom refrain from doing what coupled had done for generations in a wedding: telling everyone about their love in that small public forum, as if they had to justify what they felt. And many people, in this case, felt exactly that was what was happening, especially when they noticed the presence of Peter once again.

 The groom talked about how beautiful the bride was. He told everyone, with jokes and a charming but used sense of humor, how he had being the lucky guy to ask such a beautiful woman out. It was childish at times, but ultimately effective, as many people had started crying for no apparent reason. The speech wasn’t sentimental, maybe romantic. It was short and people erupted in cheers but no one really knew if it was because he hadn’t talked for hours or if they were really touched by his words.

 Then, the bride spoke for more than thirty minutes. Granted, she looked quite beautiful in her white dress and whoever had helped her with makeup had done a fabulous job. But her voice was monotonous, and people were almost sleeping by the time she finally ended her speech. People applauded but clearly because they wanted to be mice to the person getting married. She was proud of herself and didn’t seem to realize she had bombed so hard. Love had made her stupid.

 They cut the first piece of the cake and, after fake laughs, apiece was delivered to every single person in the room. The cake was not good or bad; it was just fine, like the couple on the main table.


 Before attracting more attention, Peter ate his cake with haste and then left the room. He grabbed some macaroons on his way out and ate them as he cried on the taxi back home.

viernes, 19 de mayo de 2017

Solo bailar

   Practicar era lo principal. Todos los días se levantaba a las cinco de la mañana, tomaba la mochila que ya estaba llena con lo que pudiera necesitar y se iba a la academia. Allí, tenía un salón para él solo durante seis horas. En esas seis horas podía practicar lo que más le gustara. Usualmente trataba de ejecutar la rutina completa para ver cuales eran los puntos débiles o, mejor dicho, que podría mejorar de lo que tenía que hacer. Durante la última hora, tenía casi siempre la ayuda de la que había sido su maestra.

 La señorita Passy era una mujer ya entrada en años pero seguía siendo tan vigorosa como siempre. Durante su juventud en Francia, había decidido viajar como mochilera por el mundo. Por circunstancias fortuitas tuvo que quedarse más tiempo en el país de lo que hubiese deseado y por eso se quedó para siempre. Había estudiado danza clásica por años así que con la ayuda de amigos puso la academia, donde contrató a otros para enseñar varios estilos de baile.

 Para Andrés, practicar con ella era como hacer su rutina con el público más exigente posible. La mujer jamás se guardaba una critica y las hacía siempre en la mitad de la coreografía, sin importarle si Andrés se tropezaba y perdía la concentración a causa de su actitud. Un buen bailarín tenía que estar por encima de eso y poder corregir en el momento, sin dar un traspiés. Para el final de la sesión, eso era lo que el chico hacía y la mujer quedaba más que alegre por el resultado.

 Al mediodía, Andrés tenía que ir a trabajar medio tiempo a un restaurante para poder tener el dinero suficiente para no tener que pedirle a nadie ningún tipo de ayuda. La danza como tal le daba dinero pero jamás era suficiente. Para eso debía bailar con los mejores y en otro país donde su pasión fuese mucho mejor recibida. Había enviado videos y demás a varias academias y compañías fuera del país pero jamás le habían contestado. Así que su sueño de ser famoso debía esperar.

 En el restaurante debía limpiar las mesas después de que los clientes se iban. Además, era la persona asignada si, por ejemplo, alguien tiraba su comida al piso o se le caía un vaso con refresco o emergencias de ese estilo. Al comienzo se sentía un poco mal al tener que hacer un trabajo así, pero después de un tiempo se dio cuenta que necesitaba el dinero y no podía ponerse a elegir lo que le gustaba y lo que no de cada empleo. Ya era bastante difícil conseguir algo que hacer así que no lo iba a arruinar así no más. Sin embargo, se la pasaba todo el tiempo pensando en el baile.

 Cuando limpiaba las mesas imaginaba que sus manos eran bailarines dando vueltas por el escenario. Lo mismo pasaba cuando limpiaba los pisos y por eso era seguido que uno de sus superiores lo reprendían por no hacer su trabajo con mayor celeridad. El siempre se disculpaba y trataba de empujar el pensamiento del baile hasta el fondo de su cabeza pero eventualmente volvía y se le metía en la cabeza con fuerza. Era como un virus pero en este caso él lo quería tener, sin importar nada.

 Su trabajo de medio tiempo terminaba a las siete de la noche. Eso quería decir que cuando lo contrataban para una obra, tenía el tiempo justo para poder llegar al teatro y prepararse. Normalmente solo tenía media hora o menos para maquillaje y vestuario pero siempre lo lograba y nunca estaba demasiado cansado para nada que tuviese que ver con el espectáculo. Una vez en el escenario era como si hubiese estado viviendo allá arriba por muchos años, y así se sentía.

 Le encantaban las luces que oscurecían al público y se enfocaban solo en él. Le gustaba también vestir de mallas y sentir que su cuerpo se aligeraba sin la presencia de ropa innecesaria. Quitarse los zapatos deportivos que había tenido puestos en la tarde para cambiarlos por los duros zapatos de ballet, era para él un proceso casi parecido a una ceremonia religiosa. Era lo que más le tomaba el tiempo en la preparación y eso era porque para él era una parte esencial del espectáculo.

Una vez arriba, en el escenario, hacía su rutina de la mejor forma posible. No se retraía en ninguno de sus pasos y, sin embargo, tenía siempre presente las palabras de la profesora Passy. Corregía en la mitad del movimiento y seguía como si nada, disfrutando del baile que lo hacía sentirse sin nada de peso, como si flotara por todas partes. La presencia de otros bailarines y bailarinas era para él algo sin importancia. La verdad era que siempre se veía solo sobre el escenario.

 Lo mejor de todo era cuando la función terminaba y el público se pone de pie y aplaudía. Era como si hicieran un enorme muro de ruido que era solo para esos pocos que habían estado sobre el escenario. Lo mucho que lo llenaban esos aplausos y gritos, era algo casi inexplicable. Era un sentimiento hermoso pero muy difícil de explicar a personas que nunca lo hubiesen vivido en carne propia. Estar sobre un escenario era estar en un rincón del mundo donde la atención está concentrada solamente sobre ti durante un corto periodo de tiempo. Y eso es el cielo.

 Su llegada a casa era siempre, hubiese o no espectáculo, después de las once de la noche. Llegaba rendido pero siempre esperando el día siguiente en el que seguiría su camino hacia convertirse en el mejor bailarín del mundo. Era increíble como nunca se desanimaba, como no dejaba caer sus brazos y simplemente se rendía ante un mundo que no parecía muy interesado en lo que él hacía y mucho menos en recompensarlo por ello. Sí lo pensaba a veces pero no dejaba que el sentimiento negativo ganara.

 En casa se bañaba por la noches, con agua caliente. No se tomaba mucho tiempo allí adentro pero sí lo disfrutaba bastante pues era el momento en el que más se relajaba en el día. La ducha era el único lugar que sentía como seguro, en el que podía ser él mismo por unos segundos y no pasaría nada, no habría consecuencias. Si tenía que golpear la pared de la rabia, lo hacía. Si tenía que llorar, ese era el lugar. Era su lugar y su momento para sacar todo lo que le apretaba el pecho.

 Al salir de la ducha, podía respirar mejor. Usualmente comía algo ligero y se iba a la cama antes de que fuera demasiado tarde. Al fin y al cabo tenía que despertarse de nuevo a las cinco de la mañana el día siguiente para volver a empezar la rutina que, con el tiempo, le daría ese momento clave que él buscaba desde que era niño. Creía que la disciplina era la clave para conseguir que sus sueños se hiciesen realidad. Y si seguía así, eventualmente podría bailar en mejores lugares.

 Ya acostado, pensaba en otras cosas que no fueran baile. Con frecuencia sus pensamiento se iban con su familia pero pensar en ellos lo hacía sentir rabia. Ellos no habían querido que el bailara y mucho menos ballet. No les interesaba en el lo más mínimo poder verlo flotar en el escenario. Explicarles su proceso a ellos sería casi imposible y tal vez por eso no le interesaba en lo más mínimo hacerlo. Por eso era independiente, no quería tenerlos reclamándole encima todos los días.

 El único día que no ejecutaba su rutina eran los domingos. Ese día la academia estaba cerrada, así como el restaurante. Estiraba un poco en casa pero de resto, no hacia mucho. Veía películas o salía a caminar. De pronto por eso era que, para él, el domingo era el peor día de la semana. Todo tipo de pensamientos lo invadían, normalmente alejados por el baile. Además, se sentía algo inútil y se aburría.


 Pero la semana no demoraba en volver a comenzar y esa era su vida.

miércoles, 17 de mayo de 2017

Survival

   As the capsule pierced into the unknown, the three former passengers of the ship known as Aurora, stared through the small round window, watching as the remains of their spaceship slowly separated from one another. They had been close, but fast-thinking from Beta, the onboard artificial intelligence, had saved them from a massive meteorite hitting them with all of its might. Now they were floating around in space, without a proper plan of survival and worry in their minds.

 Annika, the captain, had been the last one to enter the pod and was now trying to figure out what to do. They were too far from Earth for anyone in there to rescue them before the oxygen ran out. And besides that, there was the fact that no other spaceship was on that system, as it had been deemed a territory for observation and not exploitation. Other systems were being deprived of their resources by humans, but not that one. Their mission on the Aurora had been to observe and note.

 The planet closest to their position was a gas giant, maybe the size of Jupiter or a little bit larger. Mathematician Steve had been calculating many of the planet’s characteristics when the meteorite appeared out of nowhere. As they looked through the window, he noted that the planet was maybe so powerful that it had diverted to trajectory of a meteorite, sending it in the exact route on which they were working. An unfortunate occurrence but also of great interest. That comment wasn’t very well received.

 Shawna Clark was the main engineer and had been put in charge by her superior to guard the spaceship. Usually, she would have been with a senior engineer on the ship but he had to bail at the last moment because of a death in his finally. A replacement should reach them in a few months but now that was not really the best timing. The pod present many more challenges than the ones she was used to. Her training was the same as the one of any other person but she was very insecure.

 Annika ordered her crew, including the A.I. Beta to start working on improving their stay on the pod, at least long enough to be able to map some sort of plan that could end up on them being rescued or, at the very least, alive. Hours passed and everyone agreed the oxygen level was fine, although it could have been much better, and that the pod had no problems. Or at least not yet. Looking at the trajectory, they realized they were being pulled into the gas giant and their tiny ship could be destroyed if they didn’t do something to correct their path.

 The first thing was to choose another destination, at least for the time being. They decided to aim at one of the larger moons of the planet, one that they hadn’t been able to properly survey, as they had not been long enough in the system. They locked on the planet and used most of the small pods energy to propel themselves towards the moon. The bad part of this plan was that they had to control everything manually and certain problems would arise from the sudden thrust.

 Right enough, the ship started to shake violently even after all of the energy had been wasted. Shawna reported that most of the structure of the pod was damaged due to vibrations and Steve was trying to determine, with the help of Beta, how they could be able to remediate for their choice and if they actually had a chance of orbiting the moon. The reason why it was their goal was also because an old couple of satellites floated around it, which they could use to power the ship’s communications and call home.

 Shawna complained, as they moved around in haste, that calling Earth should have been their priority. However, Beta noted that the pod did not have the capacity to make contact with the Earth. Instead, it could only communicate with the main ship, whose pieces were now plummeting towards the gas giant. Luckily, that wasn’t going to be their faith but uncertainty was a lot more to handle for only three people and their friend with no body. They had to work fast.

 The impulse used to get away from the attraction of the planet, had been enough to liberate them, at least for the time being. They had to deprive the pod of many non-essential components in order to get a little bit closer to the satellites they needed to reach. But as they drew closer, a huge realization came to their minds: the satellites had stopped working for years, maybe even centuries. They would have to repair them and then use them and there was no time to do that inside the pod.

 And not outside either. There wasn’t enough air to breath. Their supply would last for about to more Earth days and that would be it. They would die of suffocation, inside a ship that was floating in space adrift. They all realized that their death was close and, instantly, their minds went to those they had left on Earth. They remembered their mother’s scent, the voice of their father’s, the tenderness of their grandparents and those who had children, heard them laugh once again. For a very brief moment, they were in peace with the fact that death was upon them.

 However, Beta interrupted them by announcing he had being able to access the memory banks on one of the satellites. Apparently, it had been able to function for a few more months after it stopped sending information to Earth. But the interesting part it’s that it hand found out that conditions on the nearby moon were similar to the ones in cold regions of the Earth. Climate was not ideal but they would be able to breathe.

 This statement by Beta made the crew breathe again and even a smile was brought to their faces. They decided to immediately recover the physical remains of the satellites by doing a spacewalk. This had to last the less amount of time possible so all three astronauts decided to do it together. Beta would coordinate from the pod and help them with robotic arms. That way, they would pull in the two satellites and use them down in the moon, once they landed.

 Because that was the idea. They knew it was their only chance. So once all the metal was inside the pod, they started calculating an entry route into the moon. It was difficult to choose a landing site because most of the information inside the satellite may have become obsolete. Ice and snow shift, as well and continent and they had no idea of what they could encounter down there. It could even have an entire ocean beneath the frozen surface, something that excited them and scared them at the same time.

 Once everything was done, all the calculations and thought processes, they began their descent into the planet. They decided not to rest or overthink their mission. They had to try to stay alive and the only way to properly do that was to launch themselves into the unknown. The ship, however, was much more damage than thought. As they plummeted to the surface below, they felt parts of the fuselage fly away from them. It got so bad, that even the main circular window exploded minutes before hitting the ground.

 The pod glided over an icy surface that seemed solid. It stopped after what felt a long time. They immediately knew the satellites information to be correct, as they could breath. They were happy, even with a broken ship. Beta survived on their special suits.


 The first thing was to check on the satellites and build a proper shelter. However, as they stepped out of the pod, they realized something that the satellites had completely missed. The planet appeared to be populated, as remains of building made of ice laid on the ground, destroyed by their ship as they landed.