Juan lo recordaba como si hubiese sido ayer.
De hecho, había sido hace tan solo cinco años. Fue en la playa, uno de esos
días semi soleados en los que había decidido salir y recostarse en la arena
para relajarse y no pensar en su inminente salida de la universidad y la
posibilidad de quedar prácticamente en la calle, ya que no tenía dinero para
seguir pagando su alquiler. Trabajaba en dos lugares diferentes: un restaurante
de hamburguesas grasosas y en una librería haciendo el inventario. Además, el
Estado le daba dinero, poco, pero lo necesario para completar lo del alquiler y
las compras obligatorias del mes. Menos mal no comía mucho y la universidad
había sido gratis por ser pública pero eso ya pronto se iba a terminar. Como
iba a hacer después, cuando ya no tuviera el dinero estatal por no ser ya más
un estudiante?
La playa siempre lo había ayudado a relajarse
y esa vez no fue distinto. Hoy Juan se ríe porque jamás hubiese pensado lo que
iba a pasar a continuación. Como siempre, había un grupo de hombres altos y
musculosos ejercitándose, que luego jugaban futbol o voleibol o algún deporte,
todo menos natación por alguna razón. Juan nunca se fijaba mucho en ellos y
viceversa pero en esa ocasión uno de ellos se le acercó cuando el estaba casi
dormido y le preguntó si le podía hablar. Juan dio un respingo y al ver quién
era le dijo que sí y se sentó, poniéndose la camiseta.
Lo primero que preguntó el hombre, algo mayor
y calvo, fue porque se había puesto ropa para hablar. Juan no supo la respuesta
así que no dijo nada pero la verdad había sido una respuesta instantánea que él
siempre tenía. No le gustaba que lo vieran tan de cerca sin ropa a menos que
hubiera sexo involucrado. Cuando hay sexo nadie se fija de verdad pero de otra
manera es incomodo como la gente lo ve a uno o al menos eso pensaba Juan quién
jamás había ido a un gimnasio ni nada que se le pudiese parecer.
El hombre le dijo que no importaba y le
preguntó que si estaba interesado en ganar dinero de forma sencilla. Juan lo
miró como si estuviese loco y el hombre rió. Le dijo que por favor anotara su
número, el cual recitó con cuidado, para que lo llamara entre semana y hablaran
mejor del trabajo que lo podía proponer. Juan le preguntó porque, con tantos en
la playa, le había dicho a él y el hombre, ya casi yéndose, le dijo que le
había gustado su apariencia y eso era importante.
No es de sorprender que durante todo el resto
del día, Juan pensó en ese extraño suceso en la playa. Ya era bastante raro que
un hombre extraño se acercara a proponerle un trabajo, pero que encima le
dijera que su apariencia era la correcta para el trabajo, no tenía el menor
sentido. Al día siguiente, un lunes, Juan no lo llamó. De hecho, no lo llamó en
toda la semana y tampoco estuvo tentado a hacerlo ya que tenía problemas más
grandes como las cartas que le decían desde cuando iba a quedarse sin dinero o
como ya no había nada de comer en la casa. Las clases se terminaban en un mes y
ya estaba sentenciado como si nadie le quisiera dar una oportunidad.
En ambos trabajos de medio tiempo trató de
pedir un aumento o un cambio a un mejor puesto pero eso tampoco funcionó y de
hecho su jefe en el sitio de hamburguesas pareció resentirlo bastante. Era un
hombre amargado, que creía que estaba conquistando el planeta solo pro estar a
carga de un grupo de niños en un restaurante de comida rápida. El pequeño
tirano lo miró como si fuese basura después de pedir el aumento y Juan supo que
su pregunta solo había garantizado que si alguna vez necesitan un puesto, iba a
ser el suyo que iban a ofrecer.
El siguiente fin de semana decidió caminar
temprano, antes de terminar sus trabajos finales para la universidad, para
tratar de despejar su mente pero le fue imposible. Fue cuando el autobús de donde estaba a su
casa pasó por la playa que recordó al hombre calvo. Al parecer había algo en lo
que podía ser bueno y que daño hacía en intentar? Antes de hacer nada, sin
embargo, hizo algo que no le gustaba y que siempre le había causado fastidio:
al llegar a su casa, se desnudó y se paró frente a un espejo de cuerpo entero.
Miró y miró pero él no vio nada único ni especial. De hecho, era bastante
promedio aunque con algunos rasgos interesantes y otros no tanto.
Tenía buen trasero y piernas torneadas pero no
era para nada delgado y estaba lejos de tener un abdomen de revista. Su pene
era promedio pero tenía unos labios que varias veces habían sido objeto de
halagos así que podía asegurar que era muy regular, por mucho. Eso fue el
sábado. El domingo, un poco desvelado por sus estudios, decidió llamar al
hombre. La conversación duró poco pero el hombre le dijo que estaba feliz de
oírlo y le pidió que fuera ese mismo día a una dirección donde podían discutir
del trabajo y asegurarse que él estuviese cómodo con ello.
Nervioso pero esperanzado, Juan tomó un bus y
luego caminó y luego timbró a la puerta. Le abrió el hombre, bastante contento
y le presentó a otro hombre, más grande de cuerpo y con mucho vello facial. Le
dijo que él era el camarógrafo y que ese día solo estarían los tres, para hacer
una prueba básica y ver que tal se daba todo. Juan no entendía nada y el hombre
se dio cuenta de ello.
Lo invitó a sentarse, mientras el camarógrafo
alistaba todo, para explicarle que el trabajo que le había propuesto era
trabajar como actor de películas para adultos. La primera reacción de Juan fue
la risa, que salió de él espontánea y original. Pensó que su interlocutor se
iba a enojar pero este sonrió aún más y le dijo que con el internet y la
demanda, se pagaba muy bien a todo tipo de actores. La prueba era para definir
que tan bien registraba Juan en cámara y si se sentía cómodo en ese ambiente.
Entonces el hombre le puso una mano en el hombro y le dijo que si en algún
momento se sentía incomodo, que lo diera y detendrían todo. Pero le recordó que
todo esto pagaba muy bien y que si necesitaba el dinero, como solía suceder,
era una buena solución, así fuese temporal.
Juan no dijo nada, solo pidió direcciones para
llegar al baño y allí se mojó la cara con agua fría y se miró al espejo, de
nuevo. La verdad era que no estaba sorprendido. El trabajo por el que venía
hubiese podido ser cualquier cosa, incluso algo ilegal o peor pero de todas
maneras no sabía si debía aceptar o no. Se trataba de videos y seguramente
fotografías que quedarían metidas para siempre en internet, donde cualquiera
las podrías ver. Y él nunca había sido muy lanzado con su cuerpo, al menos no
de esa manera. Estuvo allí varios minutos hasta que decidió salir y preguntó,
sin dudar, cuando pagaban por sesión.
El hombre le explicó que eso dependía del
éxito del video, de su difusión y de lo que él como actor hacía en el video.
Por cosas más “únicas” pagaban mejor porque no había tantas personas que las
hicieran. Juan prefirió no preguntar a que se referías con “cosas únicas” y
aceptó. La verdad era que había ganado el sentimiento de desespero y de estar
al borde del abismo sin nada que lo ayudara. De pronto esta solución, caída del
cielo, era la correcta. Además que él podía decidir que hacía y que no y podía
dejarlo en cualquier momento, si encontraba un trabajo estable y con el que
pudiera sobrevivir.
La prueba fue algo simple y rápido. Una
entrevista en la que hablaron de sexo, de lo que le gustaba, de lo que no y de
sus razones. Además, obviamente, tuvo que quitarse la ropa y en ese momento
sintió que ya era algo perdido. Fue como si un viento helado entrara al lugar y
le quitara todo rastro de positivismo en el cuerpo. Cuando terminó de dar
vueltas para la cámara, se visitó asombrosamente rápido y se dirigió a la
puerta. No espero a que le dijeran nada porque se sentía demasiado mal. No
tanto por la prueba como tal sino porque estaba desesperado y sentía que nada
iba a cambiar ni a mejorar.
Ese sentimiento duró casi toda la semana
siguiente, una de las últimas en la universidad. Se empezó a despedir de
profesores y de compañeros e incluso del lugar que había sido un refugio para
él en los últimos años. Fue durante la entrega de uno de los trabajos cuando su
celular vibró y se dio cuenta de que lo llamaba el hombre calvo. No contestó.
El hombre llamó de nuevo cuando iba Juan en el autobús y allí contestó, solo
para decir que no estaba interesado. Pero lo primero que el hombre dijo fue que
la prueba había salido muy bien, que solo había que soltarse más pero eso se
podía lograr con tiempo. Le dijo que si estaba interesado, esa misma tarde
podían grabar algo que daba paga y así probar con otra persona en el set. Al
oír el sonido de dinero, Juan dijo que sí. Pero lo hizo también porque era hora para el de arriesgarse y tomar el toro por los cuernos.
Así empezó su carrera, inesperada, en el cine
para adultos. Y sí, el dinero que ganó lo ayudó a sobrevivir y hasta a más. El
hombre calvo era dueño de una productora con fuerza en el negocio y con juan
hicieron muchos negocios que resultaron en los mejores momentos para ambos.
Juan dejó de hacerlo solo porque pagaba bien y se dio cuenta de que era solo un
trabajo y sus compañeros eran siempre gente agradable con la que se la llevaba
muy bien. El único problema era encontrar una pareja estable que no se
molestara con su profesión pero eso llegaría con el tiempo, así como pasó con
la que ahora era su profesión.
Algunas veces las señales de la vida no son
tan difíciles de entender sino más bien al contrario. Solo hay que estar
dispuesto a seguirlas.
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