lunes, 11 de mayo de 2015

Escala

   Odié que me despertarán pero la azafata lo hizo con todo el cuidado que pudo, diciendo en voz baja que estábamos a punto de aterrizar. Yo solo le sonreí y asentí varias veces pero sin comprender en verdad lo que me había dicho. Al fin y al cabo, era la primera vez en días que dormía profundamente, sin sueños y sintiéndome descansado. Se sentía muy rico pero lamentablemente los buenos momentos no duran para siempre.

 Todavía tenía el cinturón de seguridad puesto y vi, por el trabajo de los demás asistentes de vuelo, que había repartido un refrigerio mientras yo dormía. Era una lástima pues mi estomago gruñó apenas vi como se llevaban la basura de las bandejas de otras personas. Miré por la ventana para distraerme y pude ver el mar y el desierto, como si estuviesen luchando por la posesión de ese fragmento de la tierra. Se veía hermoso. La vista no duró mucho y todo se convirtió pronto en desierto. Era estéril pero con varios tonos del mismo color. Después, vino una ciudad que se extendía por varios kilómetros sobre la costa, con edificios altos y brillantes. El avión dio un giro sorprendente sobre el mar, que dejó ver los vehículos yendo y viniendo y otros detalles de la ciudad, antes de finalmente aterrizar.

 Mientras el avión carreteaba, saqué de mi mochila el itinerario que tenía por delante. Lamentablemente, esta ciudad de altos edificios y contrastes naturales, no era mi hogar. Mi hogar verdadero quedaba a miles de kilómetros de allí, más precisamente a dos vuelos más de distancia. Tan solo pensarlo me hacía sentir el peso de mi cansancio. Y fue peor aún cuando vi que tenía que quedarme en el aeropuerto por ocho horas. En ese momento maldije a mi mejor amiga, quién era agente de viajes y me había asegurado el mejor itinerario posible. Claro…

 Apenas salí del avión, y habiendo revisado que tuviera todo conmigo, decidí dirigirme a un mostrador de información. Afortunadamente viajaba con la misma aerolínea en los demás tramos pero quería asegurarme que no había nada que tuviese que hacer. No quería tener que preocuparme más de lo debido. Además no conocía el lugar y, según los carteles, habían cuatro terminales y cada una parecía ser enorme.

 Había fila en el puesto de información pero al fin y al cabo no era importante pues yo tenía todo el tiempo del mundo para estar allí. Sin embargo la fila pasó rápidamente y una joven mujer cubierta con velo y unos ojos grandes y brillantes me sonrió. Me confirmó que mi maleta seguía el trayecto sola y que no debía hacer nada al respecto. Me dio un mapa del aeropuerto y me dijo como dirigirme al terminal dos, desde donde salía mi siguiente vuelo, desde la terminal cuatro que era donde estábamos ahora. Le agradecí pero justo cuando me fui a retirar recordé que le quería preguntar algo más: donde había restaurantes porque mi estomago seguía gruñendo como loco.

 Minutos después, estaba sobre una de esas esteras rodantes. Normalmente me volvían loco semejantes aparatos que eran fácilmente reemplazados por una buenas piernas humanas, pero en esta ocasión me tomé todo el tiempo del mundo para cruzar la terminal y observar a la gente. Muchos parecían ser de la región, con la ropa típica y con los rasgos característicos. Hay que decirlo: había muchas mujeres hermosas y hombres estoicamente guapos. Se podían diferenciar con facilidad de los turistas ya que estos usaban siempre la misma vestimenta: pantalón corto color caqui, camisa polo y tenis, blancos lo más posible. Había otro que lo hacían más fácil colgándose la cámara por el cuello.
Afortunadamente yo no me veía así. Y, bueno, en todo caso yo no era un turista entonces no tenía porque verme como uno.

 Después de varias esteras eléctricas más y de ver más gente por todos lados, llegué a la zona de restaurantes que era sin duda más amplia que la de cualquier centro comercial que hubiese visitado nunca. Había todo tipo de opciones de comida y era evidente que no solo a mi me daba un hambre feroz el volar por todos lados. Familias y personas solas y hombres de negocios comían todo tipo de cosas por todos lados. Me pasee con mi mochila a la espalda un buen rato hasta que me decidí por un lugar de hamburguesas. Esto fue en parte a que era algo simple que estaba listo rápidamente y también porque las imágenes se veían deliciosas. Era tonto confiar en la publicidad pero yo tenía hambre y no había tiempo para tener una reflexión moral.

 En efecto, cuando ya estuve sentado con mi comida en frente, no era exactamente lo mismo a la foto pero se veía enorme y delicioso y eso era suficiente para mí. Le di un buen primer mordisco y fue como si me inyectaran la mejor de las drogas en existencia. Ese calor que solo da la comida me llenó cada rincón del cuerpo y me hizo sentir listo, al menos por unos minutos, para enfrentar el resto de mi viaje.

 Mientras comía el resto, saqué mi celular y empecé a hojear las noticias y mis redes sociales. No había mucho que ver para había tanta gente a mi alrededor que no podía seguir mirándolos sin parecer un maniático. En el aparato también tenía mi itinerario y pude ver que ya había quemado las dos primeras horas de las ocho que debía quedarme. Pasé otro pedazo de hamburguesa y el resto traté de comerlo con calma, para hacer pasar más tiempo. De hecho, no fue necesario. Tenía tanta hambre que decidí pedir otra más pequeña para complementar mi hambre y así quemé toda una hora. Al final, me sentía como una de esas morsas que salen en los documentales.

 Ahora sí que tenía sentido ponerme a caminar. Los restaurantes estaban en la terminal tres así que la exploré por completo antes de ir a la siguiente, donde estaba la sala de espera de mi vuelo. La verdad era que no había mucho que ver aparte de muchas más personas y tiendas libres de impuestos. Yo no tenía dinero porque ya había comprado recuerdos y regalos tontos pero las vendedoras se mostraron muy insistentes en venderme un perfume con la cara de un actor famoso. Estuve varios minutos tratando de explicar que no quería comprarlo, que no tenía como, hasta que con claridad y en inglés, les dije que no tenía un centavo. Creo que lo entendieron muy bien porque al instante dejaron de acosarme y fueron a buscar una nueva víctima.

 Cuando ya hube paseado por todo lado, fui al baño porque el liquido que había comprado con mi hamburguesa ya había hecho efecto. Los baños eran increíblemente limpios y no había mucha gente. No solo oriné, sino aproveché para refrescarme la cara y para verificar que no olía a cabra vieja. Me di cuenta que no olía a rosas precisamente pero no tenía como oler mejor hasta que recordé que las mujeres de las tiendas, las acosadoras, me habían dado varios papelitos con el olor del perfume. Cuidando que nadie me viera hacerlo, me pasé los palitos por las axilas y quedé oliendo a perfume caro por el resto del día.

 Después de más esteras y de un par de escaleras eléctricas, llegué a la terminal dos. Allí también me pasee por las tiendas, aproveché una estación de recarga del celular y me quedé mirando de nuevo a la gente que estaba allí. Mi puerta no era lejos y planeaba quedarme hasta que llamaran, para así tener mi portátil cargado para ver alguna película en el avión. Las que habían ofrecido antes no me interesaban y en parte por eso había dormido. Rara vez yo tomaba tan buenas elecciones.

 Casi se me cae el celular al piso cuando vi una de las otras elecciones, de las malas, acercarse desde las sillas de la sala de espera que estaba en frente. Me saludó con la mano y yo hice lo mismo. No hay nada más incomodo que un encuentro de este estilo, sin aviso y sin anestesia de ningún tipo. Me di la vuelta como para evitarlo todo pero, después de una hora de recarga del celular, me di cuenta de que eso no iba a ser del todo posible. Resultaba que mi pasado estaba en el mismo vuelo y, por lo que conocía y recordaba, era probable que terminara en la misma sección que yo en el avión.

 Había quemado casi todo el tiempo dando vueltas pero la última hora fue la peor. Desde donde estaba sentado, algo así como un bar pero con vista a un muro y sin el licor que necesitaba en ese momento, se podía ver su cara entre las de tantos otros viajeros. Porque será que esas cosas pasan? Porque cuando estamos con menos defensas, menos dispuestos a pelear por nuestra dignidad, pasan cosas así?


 De nuevo cruzamos miradas pero esta vez no hubo sonrisas ni saludos. Fue como si nos viéramos como éramos antes y eso me daba más susto que cualquier otra cosa. Finalmente llamaron al vuelo y se hicieron varias filas largas para abordar el avión. Una vez estuve dentro pude confirmar que no estaba lejos pero preferí no pensar en ello. Mejor… Lo mejor era dormir de nuevo y no pensar en nada. Los recuerdos querían entran pero no lo iban a tener tan fácil. Al fin y al cabo que tenía otra escala más adelante y no quería llegar sin cordura a mi hogar, al lugar donde me sentía a salvo del pasado.

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