Odié que me despertarán pero la azafata lo
hizo con todo el cuidado que pudo, diciendo en voz baja que estábamos a punto
de aterrizar. Yo solo le sonreí y asentí varias veces pero sin comprender en
verdad lo que me había dicho. Al fin y al cabo, era la primera vez en días que
dormía profundamente, sin sueños y sintiéndome descansado. Se sentía muy rico
pero lamentablemente los buenos momentos no duran para siempre.
Todavía tenía el cinturón de seguridad puesto
y vi, por el trabajo de los demás asistentes de vuelo, que había repartido un
refrigerio mientras yo dormía. Era una lástima pues mi estomago gruñó apenas vi
como se llevaban la basura de las bandejas de otras personas. Miré por la
ventana para distraerme y pude ver el mar y el desierto, como si estuviesen
luchando por la posesión de ese fragmento de la tierra. Se veía hermoso. La
vista no duró mucho y todo se convirtió pronto en desierto. Era estéril pero
con varios tonos del mismo color. Después, vino una ciudad que se extendía por
varios kilómetros sobre la costa, con edificios altos y brillantes. El avión
dio un giro sorprendente sobre el mar, que dejó ver los vehículos yendo y
viniendo y otros detalles de la ciudad, antes de finalmente aterrizar.
Mientras el avión carreteaba, saqué de mi
mochila el itinerario que tenía por delante. Lamentablemente, esta ciudad de
altos edificios y contrastes naturales, no era mi hogar. Mi hogar verdadero
quedaba a miles de kilómetros de allí, más precisamente a dos vuelos más de
distancia. Tan solo pensarlo me hacía sentir el peso de mi cansancio. Y fue
peor aún cuando vi que tenía que quedarme en el aeropuerto por ocho horas. En
ese momento maldije a mi mejor amiga, quién era agente de viajes y me había
asegurado el mejor itinerario posible. Claro…
Apenas salí del avión, y habiendo revisado que
tuviera todo conmigo, decidí dirigirme a un mostrador de información.
Afortunadamente viajaba con la misma aerolínea en los demás tramos pero quería
asegurarme que no había nada que tuviese que hacer. No quería tener que
preocuparme más de lo debido. Además no conocía el lugar y, según los carteles,
habían cuatro terminales y cada una parecía ser enorme.
Había fila en el puesto de información pero al
fin y al cabo no era importante pues yo tenía todo el tiempo del mundo para
estar allí. Sin embargo la fila pasó rápidamente y una joven mujer cubierta con
velo y unos ojos grandes y brillantes me sonrió. Me confirmó que mi maleta
seguía el trayecto sola y que no debía hacer nada al respecto. Me dio un mapa
del aeropuerto y me dijo como dirigirme al terminal dos, desde donde salía mi
siguiente vuelo, desde la terminal cuatro que era donde estábamos ahora. Le
agradecí pero justo cuando me fui a retirar recordé que le quería preguntar
algo más: donde había restaurantes porque mi estomago seguía gruñendo como
loco.
Minutos después, estaba sobre una de esas
esteras rodantes. Normalmente me volvían loco semejantes aparatos que eran
fácilmente reemplazados por una buenas piernas humanas, pero en esta ocasión me
tomé todo el tiempo del mundo para cruzar la terminal y observar a la gente.
Muchos parecían ser de la región, con la ropa típica y con los rasgos
característicos. Hay que decirlo: había muchas mujeres hermosas y hombres
estoicamente guapos. Se podían diferenciar con facilidad de los turistas ya que
estos usaban siempre la misma vestimenta: pantalón corto color caqui, camisa
polo y tenis, blancos lo más posible. Había otro que lo hacían más fácil
colgándose la cámara por el cuello.
Afortunadamente yo no
me veía así. Y, bueno, en todo caso yo no era un turista entonces no tenía
porque verme como uno.
Después de varias esteras eléctricas más y de
ver más gente por todos lados, llegué a la zona de restaurantes que era sin
duda más amplia que la de cualquier centro comercial que hubiese visitado
nunca. Había todo tipo de opciones de comida y era evidente que no solo a mi me
daba un hambre feroz el volar por todos lados. Familias y personas solas y
hombres de negocios comían todo tipo de cosas por todos lados. Me pasee con mi
mochila a la espalda un buen rato hasta que me decidí por un lugar de
hamburguesas. Esto fue en parte a que era algo simple que estaba listo
rápidamente y también porque las imágenes se veían deliciosas. Era tonto
confiar en la publicidad pero yo tenía hambre y no había tiempo para tener una
reflexión moral.
En efecto, cuando ya estuve sentado con mi
comida en frente, no era exactamente lo mismo a la foto pero se veía enorme y
delicioso y eso era suficiente para mí. Le di un buen primer mordisco y fue
como si me inyectaran la mejor de las drogas en existencia. Ese calor que solo
da la comida me llenó cada rincón del cuerpo y me hizo sentir listo, al menos
por unos minutos, para enfrentar el resto de mi viaje.
Mientras comía el resto, saqué mi celular y
empecé a hojear las noticias y mis redes sociales. No había mucho que ver para
había tanta gente a mi alrededor que no podía seguir mirándolos sin parecer un
maniático. En el aparato también tenía mi itinerario y pude ver que ya había
quemado las dos primeras horas de las ocho que debía quedarme. Pasé otro pedazo
de hamburguesa y el resto traté de comerlo con calma, para hacer pasar más
tiempo. De hecho, no fue necesario. Tenía tanta hambre que decidí pedir otra
más pequeña para complementar mi hambre y así quemé toda una hora. Al final, me
sentía como una de esas morsas que salen en los documentales.
Ahora sí que tenía sentido ponerme a caminar.
Los restaurantes estaban en la terminal tres así que la exploré por completo
antes de ir a la siguiente, donde estaba la sala de espera de mi vuelo. La
verdad era que no había mucho que ver aparte de muchas más personas y tiendas
libres de impuestos. Yo no tenía dinero porque ya había comprado recuerdos y
regalos tontos pero las vendedoras se mostraron muy insistentes en venderme un
perfume con la cara de un actor famoso. Estuve varios minutos tratando de
explicar que no quería comprarlo, que no tenía como, hasta que con claridad y
en inglés, les dije que no tenía un centavo. Creo que lo entendieron muy bien
porque al instante dejaron de acosarme y fueron a buscar una nueva víctima.
Cuando ya hube paseado por todo lado, fui al
baño porque el liquido que había comprado con mi hamburguesa ya había hecho
efecto. Los baños eran increíblemente limpios y no había mucha gente. No solo
oriné, sino aproveché para refrescarme la cara y para verificar que no olía a
cabra vieja. Me di cuenta que no olía a rosas precisamente pero no tenía como
oler mejor hasta que recordé que las mujeres de las tiendas, las acosadoras, me
habían dado varios papelitos con el olor del perfume. Cuidando que nadie me
viera hacerlo, me pasé los palitos por las axilas y quedé oliendo a perfume
caro por el resto del día.
Después de más esteras y de un par de
escaleras eléctricas, llegué a la terminal dos. Allí también me pasee por las
tiendas, aproveché una estación de recarga del celular y me quedé mirando de
nuevo a la gente que estaba allí. Mi puerta no era lejos y planeaba quedarme
hasta que llamaran, para así tener mi portátil cargado para ver alguna película
en el avión. Las que habían ofrecido antes no me interesaban y en parte por eso
había dormido. Rara vez yo tomaba tan buenas elecciones.
Casi se me cae el celular al piso cuando vi
una de las otras elecciones, de las malas, acercarse desde las sillas de la
sala de espera que estaba en frente. Me saludó con la mano y yo hice lo mismo. No
hay nada más incomodo que un encuentro de este estilo, sin aviso y sin
anestesia de ningún tipo. Me di la vuelta como para evitarlo todo pero, después
de una hora de recarga del celular, me di cuenta de que eso no iba a ser del
todo posible. Resultaba que mi pasado estaba en el mismo vuelo y, por lo que
conocía y recordaba, era probable que terminara en la misma sección que yo en
el avión.
Había quemado casi todo
el tiempo dando vueltas pero la última hora fue la peor. Desde donde estaba
sentado, algo así como un bar pero con vista a un muro y sin el licor que
necesitaba en ese momento, se podía ver su cara entre las de tantos otros
viajeros. Porque será que esas cosas pasan? Porque cuando estamos con menos
defensas, menos dispuestos a pelear por nuestra dignidad, pasan cosas así?
De nuevo cruzamos miradas pero esta vez no
hubo sonrisas ni saludos. Fue como si nos viéramos como éramos antes y eso me
daba más susto que cualquier otra cosa. Finalmente llamaron al vuelo y se
hicieron varias filas largas para abordar el avión. Una vez estuve dentro pude
confirmar que no estaba lejos pero preferí no pensar en ello. Mejor… Lo mejor
era dormir de nuevo y no pensar en nada. Los recuerdos querían entran pero no lo iban a tener tan fácil. Al fin y al cabo que tenía otra escala
más adelante y no quería llegar sin cordura a mi hogar, al lugar donde me sentía
a salvo del pasado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario