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sábado, 20 de junio de 2015

Pasó en Santorini...

   El sol fue quien me despertó, entrando por la ventana junto al viento suave de las mañanas y los magníficos olores que venían de alguna casa vecina. Desde la cama no se veía nada pero sabía que debajo de mi… Digo, de nuestro balcón, había muchas casas y hoteles y demás. Estábamos en la parte más alta de Santorini, en un hotel construido a modo de cueva, lo más hermoso que yo jamás hubiese visto. Es un lugar especial, hay cierta sensación de que todo es posible o al menos de que cosas pueden pasar aquí que no pasarían en ningún otro lado. Llevo solo un día aquí y creo que ya estoy enamorado del lugar, de la gente, de la comida, y tal vez de la persona que está a mi lado.

 Él también está completamente desnudo pero todavía duerme. Me volteo un poco para mirarlo mejor y me doy cuenta que cada vez que lo veo me parece más hermoso, me gusta más y más. Haber venido con él hasta Grecia no fue algo que hubiese planeado sino algo que sucedió en el aeropuerto y que ahora agradezco. Su vuelo, originalmente a París, estaba sobrevendido y le estaban dando la opción a los pasajeros que cambiasen sus billetes al destino de su gusto, sin costo alguno. Ya saben como son esas aerolíneas de bajo costo, hacen todo por el dinero. Alejandro ya había comenzado a pelear cuando lo vi y hacía años que no nos veíamos. Hablamos un rato y sin pensar le dije que iba a Grecia y que si me quería acompañar. Y ahora estábamos juntos en una de las islas más hermosas del planeta, habiendo gastado más dinero porque queríamos estar lejos de todo.

 Nos conocimos por medio de un amigo y fuimos amantes durante los últimos meses de mi noviazgo con otra persona. Las cosas con él no habían funcionado como yo lo pensaba y tengo que decir que encontré Alejandro y era la persona perfecta para desahogar todo lo que tenía adentro y toda la energía sexual que no podía liberar con mi pareja en ese momento. Creo que hablo por los dos cuando digo que la pasamos muy bien, guardando ese gran secreto y escondiéndonos de todo el mundo. Decíamos tantas mentiras que parecía imposible seguirles el paso pero a pesar de todo duramos así unos dos meses hasta que todo se destapó

 Su novio se dio cuenta. No sé si alguien le dijo o lo supo de alguna otra manera pero el caso era que lo sabía y sabía que era yo la persona con la que su novio se acostaba. Me llamó alguna vez a amenazarme pero yo no le respondí nada. No tenía caso. Yo había roto lo mío con mi novio unas semanas antes. Fue muy diferente porque las cosas en nuestro caso ya venían muertas y el me confesó que estaba viendo a alguien más. Yo no lo hice sentir mal ni lloré ni hubo escenas dramáticas. Llegamos al acuerdo de continuar cada uno con su vida, por su lado y ya. No podíamos quedar de amigos porque no teníamos lo suficiente en común pero al menos no hubo pelea ni nada por el estilo.

 Alejandro sí peleó con su novio por un largo tiempo, durante el cual nos dejamos de ver. El dejó de llamar, de contestarme, de escribir. Desapareció y no lo volví a ver hasta ese día en el aeropuerto. Estaba tan guapo como siempre y parecía más maduro, como si la vida por fin lo hubiese alcanzado y le hubiese enseñado un par de cosas. Su cuerpo era tal y como yo lo recordaba y cuando tuvimos relaciones fue como volver a aquellas épocas aunque con algo más, más experiencia o madurez o quien sabe. El caso es que estábamos en una isla juntos, despertándonos por el viento que sube del mar y los primeros rayos de sol. Le acaricié la espalda y despertó lentamente. Le di un beso y lo abracé.

 Ese día, luego de bañarnos juntos y cambiarnos, desayunamos como si fuéramos una pareja en el restaurante del hotel. Éramos felices o al menos así se sentía en el momento. No hablamos del pasado, solo de lo que el otro no sabía por el pasar del tiempo. Supe que su padre había muerte hacía poco y que había cambiado de profesión. Ahora estaba estudiando para ser diseñador, luego de que trabajase en un bufete de abogados. Me contó algo que yo ya sabía y era que nunca le había gustado nada de la ley y esas cosas. Para él la ley era solo para los que sabían manipularla y eso era lo que había aprendido. No era lo suyo y cambió por algo que siempre había hecho. Él mismo había hecho el diseño del tatuaje que tenía en la espalda y eso probaba su talento de sobra.

 Salimos después a caminar por el pueblito y  tomamos muchas fotos y comimos muchas cosas deliciosas. Tal vez esté confundido pero en algunos momentos creo que nos tomamos de la mano, sin pensarlo. Hacerlo, recordaba todo lo sucedido hace tres años y las cosas que nos decíamos y que pensábamos. Más que todo era sexo, no lo puedo negar, pero después solíamos hablar bastante, antes de quedar dormidos. Hablábamos de cine, de arte, de la vida, de la gente… De todo lo que existiese.  Era el total opuesto de mi novio en ese momento, una persona casi desprovista de un propósito real de vida. Lo compadezco pero no podía quedarme con él solo por eso.

 Ahora que lo recuerdo, Alejandro ha sido el único que ha conocido a mis padres y eso fue por error. Un día lo recogí en su oficina para ir a mi casa pero tuve que pasar primero por casa de mis padres y lo conocieron. Mi madre luego me diría que era muy guapo y que era una lástima que ya tuviese yo a alguien porque ese chico parecía mucho más interesante. Supongo que lo pensó porque les habló a los dos, a mi padre y a mi madre, mientras yo buscaba unos libros que necesitaba y que estaban en la biblioteca familiar. Cuando lo vine a buscar para irnos. Lo vi con esa sonrisa que me hace olvidar todo y pensé que era una lástima que las cosas de la vida no funcionen como uno quisiera.

 Pero estábamos en Grecia, en nuestra isla. Porque cuando volvimos a nuestra habitación de hotel e hicimos el amor, sentí que nada más en el mundo existía más que nosotros. El sonido de su voz, el calor de su cuerpo, la textura de su piel y su olor a vainilla por el jabón del hotel, se me quedarían por siempre grabados en la mente. Me aseguré de besarlo todo lo que pudiera y de abrazarlo para dormir. Porque yo sé que esto puede que no dure demasiado y quiero aprovechar porque la vida pocas veces da una segunda oportunidad y esta es una de esas extrañas veces. Esa noche él se quedó dormido pronto pero yo no podía. Pensé que debía decirle algo, algo para que se quedara conmigo después del viaje.

 El resto de días fueron iguales, yendo y viniendo por las calles empedradas, besándonos en todas partes, yendo al mar a bañarnos y a disfrutar del sol. Siempre me había sentido incomodo estando en traje de baño, seguramente remanente de algún trauma juvenil pero ahora no me importaba en los absoluto porque, de nuevo, solo pensaba en nosotros dos y en nadie más. Él se veía perfecto y quise tomarle varias fotos cuando sonreía como a mi me gustaba. Ya en las noches, cuando estábamos más juntos que nunca, lo trataba como a la persona más especial y única del mundo, porque eso era para mí. Y lo gracioso es que no considero que estuviese enamorado. Solo quería tenerlo a mi lado y sabía lo mucho que eso me ayudaba.

 Pero tal vez sí me enamoré porque cuando las vacaciones terminaron, Alejandro desapareció de nuevo, como por arte de magia. Solo quedaron algunas fotos, y las sensaciones de haber hecho lo que yo tenía que hacer. Si no había resultado en nada pues no era problema pero al menos sabía que había hecho todo lo que había querido y todo lo que estaba a mi alcance para demostrarle lo mucho que apreciaba su sola presencia en ese hotel. Por muchas noches después, soñé con él y quise tenerlo allí a mi lado, fuese para tener sexo, besarlo o solo oler su piel. Por muchos días pensé y pensé, dándome un caso increíble de insomnio que solo desapareció tras un par de semanas.

 Cuando ya lo había superado todo, me llegó una noticia que al comienzo no creí. Pensé que la persona que me lo estaba contando estaba siendo cruel, así que me levanté y me fui sin decirle ni una sola palabra. Esa amiga, una muy buena amiga, tuvo que ir a mi casa y casi comprobar lo que decía: Alejandro ya no estaba. Según ella, había sido diagnosticado con cáncer hacía un tiempo y había decidido no tener un seguimiento ni un tratamiento adecuado. Al parecer, se había rendido porque mucho más había sucedido en los últimos tres años, no solo su cambio de carrera. Había vivido pruebas difíciles y había perdido la voluntad de vivir. Según mi amiga, iba a París para ir a un lugar donde no lo conociera nadie. Pero en cambio decidió ir conmigo a un último viaje.


 Cuando ella se fue, lloré en silencio durante varios minutos. Como era posible que no me hubiese dado cuenta de que algo estaba mal, de que no se sentía bien o que estaba raro? Pero recordé entonces que una de esas veces en la cama, me dijo que le gustaba estar conmigo allí, sin nadie más. Y entonces entendí que yo fui algo así como un regalo de despedida y eso me alegró. Él estaba muriendo y había preferido pasar sus últimos días conmigo y no solo o con su familia. No sé si fue amor pero lo sigo pensando con una sonrisa, recordando los besos y todo lo demás.

lunes, 5 de enero de 2015

Quesos

Hay miles de tipos, de variaciones, de sabores y aromas. Y Olga los quería conocer todos, todos los quesos que hubiera. Desde joven, le había fascinado la comida y ahora le apasionaban los quesos. La razón era sencilla: un joven bastante guapo estaba cortando un nuevo tipo de queso en el supermercado y ella lo contempló cortando y probando, como si fuera un delicioso nuevo vino. La manera en que lo probó, su expresión y el simple olor del producto, la atrajeron de tal manera que se obsesionó al instante.

Fue así que, cada fin de semana, visitaba una granja en la que fabricaran queso. Normalmente eran a base de leche de vaca, así que las variaciones en sabor dependían de la producción, si era artesanal o hecha en una cadena de producción y cuanto tiempo dejaban que madurara.

Pronto, Olga quiso más. Así que, después de una ardua investigación en internet, planificó para sus próximas vacaciones un tour por Europa, visitando varias regiones y probando todo el queso que pudiese. También tendría tiempo de visitar varios monumentos famosos y, ojalá, de conocer amantes de la comida como ella.

Olga organizó todo en su vida alrededor del viaje: adelantó todo el trabajo que pudo en su puesto de contadora pública, encargó a su gato bigotes a la vecina de más confianza y pidió a la oficina de correos guardar su correspondencia en un buzón y no llevarlo a su casa.

La primera parada era, como era natural, París. La ciudad luz era hermosa o al menos así la veía Olga que desde el primer momento estuvo fascinada con todo, incluso ignorando aquellos detalles no tan glamorosos de la capital francesa. Ese día solo se ajustó al nuevo horario y dio una vuelta por el vecindario del hotel, que era muy bonito aunque bastante solitario.

Al otro día asistió a su primer evento: una cata de camembert, hecho artesanal en la ciudad de Orléans. Todo estaba organizado a la perfección y por primera vez pudo ver como los profesionales hacían su trabajo: para Olga eso era lo último, lo mejor, lo más destacable de la habilidad humana para apreciar su propio mundo.

Y, no sobra decirlo, el queso estaba delicioso, justo como debería de ser. Comió varios pedazos y a la vez recorrió la sala pero, con algo de tristeza, vio que la mayoría de las personas no estaban interesados en los demás sino en el queso. Cuando vio como una mujer reía y se tomaba fotos con los profesionales, fue la expresión más alegre desde que había llegado. Olga comió un poco más y luego se fue a su hotel a descansar.

Tuvo dos días más en París. Al siguiente fue a un evento para el lanzamiento de un nuevo queso crema, que era simplemente majestuoso, y al salir planeó subir a la Torre Eiffel. Pero la fila era tal que seguramente no ascendería nunca o al menos no hasta la noche, si es que lo permitían. Olga dejó ir su deseo de ver París desde lo alto y decidió mejor pasear por el centro de la ciudad y tomar fotos.

Al otro día, pasó la mañana en el Louvre y comió algo en la cafetería que allí había antes de salir al hotel a recoger su maleta para viajar a Holanda en tren. Cuando llegó, tuvo problemas en el hotel pero los solucionó rápido. No había mucho tiempo que perder ya que tenía una cata esa misma noche.

Cuando llegó, ya todos estaban probando un gouda de fuerte sabor. Se había perdido los comentarios de los profesionales pero pudo verificar por si misma lo delicioso del producto.

De pronto, la saludó una cara conocida: era la mujer risueña de París. La había visto también en el evento del queso crema, pero esa vez fue por un momento ya que ella estaba rodeada de gente y Olga quería visitar la torre.

En esta ocasión, Olga la saludó y la mujer, llamada Victoria, empezó a hablar de cómo había llegado allí: ella no estaba sola ni tenía gatos, era su marido, indirectamente, quien la había dirigido al queso. El hombre era intolerante a todo tipo de lactosa y esa natural aversion﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ al queso. El hombre era intolerante a todo tipo de lactosa y esa natural aversi de gente y Olga querdl salir planeón por los productos lácteos hizo que su esposa tomara un interés en ello, por el simple hecho de que su esposo detestaba tanto quesos como yogures y leches.

Y así había decidido hacer el tour, dejando a él peleando solo en casa, amargado consigo mismo como siempre. Victoria le preguntó a Olga sobre sus razones y ella le explicó, algo apenada, que adoraba la comida y gracias a un impulsador de supermercado, había descubierto su gusto por el queso.

La mujer parecía muy optimista, ya que sonrió mientras Olga hablaba y al final, pareciendo ignorar todo, le propuso a Olga que fueran, al día siguiente, al museo de Ana Frank. Dijo que nadie más deseaba ir con ella así que podrían hacer del día siguiente un día exclusivo para mujeres.

Y así fue. Olga no tuvo como negarse y Victoria estaba demasiado entusiasmada con la idea para oír un “no” como respuesta. Al otro día visitaron el museo y comentaron todos los cuadros juntas, como discutiendo. Olga siempre había imaginado que así sería tener una amiga a su edad pero jamás había encontrado quien. Lo más cercano era la anciana que era su vecina pero ella no parecía interesada en ir a museos o conciertos.

Mientras comían en un pequeño café de una adorable placita, hablaron sobre los eventos a los que habían asistido. A pesar de que las dos no tenían los mismos gustos, entendían el punto de vista de la otra mujer y rápidamente empezaron a intercambiar anécdotas no solo de quesos y otros lácteos sino de cocina e, incluso, de hombres.

Victoria parecía saber bastante del asunto y encontraba extraño que Olga jamás se hubiera casado. Pero no la acosó con el tema ni se burló de ninguna manera. Solo le confesó que Olga le parecía bastante simpática a pesar de lo tímida y le aconsejó cambiar algo de su guardarropa para resultar más atractiva, si eso deseaba.

Al otro día las dos mujeres estuvieron listas para viajar a Alemania, más precisamente a la ciudad de Múnich. Allí probaron el “erdapfelkäse”, un queso cremoso mezclado con cebolla y pimientos. Lo probaron sobre bagels y otros panes: era delicioso, simplemente ideal. Fue el evento en el que más participó Olga, incluso ganando un concurso de preguntas sobre quesos que había propuesto uno de los organizadores. Gano una cajita de queso alemán que recibió alegre y con vítores de su nueva amiga.

En Múnich pasaron uno de los mejores días, paseando por calles antiguas y tomando tal vez demasiada cerveza alemana. De pronto fue a causa del alcohol que Olga le confesó a Victoria que hacía años había existido un hombre con el que ella hubiera podido casarse pero nada sucedió porque él la había engañado y no solo una vez. Su decepción fue tal que nunca más quiso intentar de nuevo y decidió permanecer soltera.

Victoria lloró al oír la historia. Era una mujer pasional, llena de sentimientos e ideas. Tomó las manos de su nueva amiga y le dijo, con toda sinceridad, que los hombres eran un asco. Incluso su esposo, que casi siempre era soportable, podía ser un dolor de cabeza. Le propuso que el viaje sería la oportunidad de ambas de alejarse de sus vidas en casa y de disfrutar la vida.

Fue así como las dos mujeres siguieron el tour, juntas, compartiendo habitaciones y paseos al museo, comidas y catas de queso y de otros productos. El siguiente punto de parada fue Milán, donde probaron un queso de cabra bastante particular, añejado demasiado, para el gusto de ambas mujeres.

Después llegaron a Praga y allí probaron queso de oveja y aunque la experiencia con este antes había sido mala para Olga, los checos aparentemente sabían muy bien como hacer sus quesos. La ciudad, además, era perfecta para pasear y conocer caminando. Las dos mujeres incluso atrajeron la atención de dos hombres en un parque, que les lanzaron piropos en su idioma y las alabaron sin parar.

La última parada era Grecia, donde probaron mucho yogur de todos los sabores y disfrutar del mar y sus frutos. El fantástico viaje terminó en el aeropuerto de Atenas, donde las dos mujeres se separaron con un abrazo y prometieron estar en contacto constante.

Al llega a casa, ya con Bigotes merodeando por todos lados, Olga sacó de su equipaje el queso alemán y recordó entonces a su amiga de viaje. Entonces recibió una llamada y era Victoria, que quería saber como había estado su viaje. Hablaron un par de horas, riendo y planeando, hasta que tuvieron que cortar por solicitud del marido de Victoria.

Desde ese momento algo cambió en Olga y ella estuvo segura que de ahora en adelante todo sería mejor, más que nunca.

sábado, 11 de octubre de 2014

Sueños

Estaba acostado en una cama y sabía que lo estaba mirando a él, sin conocerlo. No se movió ni dijo nada, solo contempló la hermosa vista que había desde la habitación así como el movimiento de la delgada cortina por el viento que entraba y el personaje que estaba recostando sobre la baranda del balcón.

No le veía el rostro al hombre que estaba afuera pero veía que solo tenía puesto unos boxers y nada más. Sabía que estaba soñando pero todo parecía perfecto. De pronto el sueño cambió y ahora estaba en un tren, lleno de gente.

Estaba sentado entre de una anciana que tejía algo y una chica gótica que escuchaba música. Se levantó de la silla porque sabía que la siguiente estación era su parada. Se cogió de un tubo junto a la puerta y esperó.

Justo cuando entró el tren a la estación, vio al tipo del balcón, de nuevo de espaldas. Estaba en la estación, caminando hacia la escaleras eléctricas. Apenas se bajó, corrió detrás del hombre del balcón pero había muchas personas y empujarlas parecía no servir de mucho. Siempre quedaba muy detrás del tipo y nunca lo pudo alcanzar.

Corriendo por un pasillo, se tropezó y cayó al piso con fuerza. Y el sueño cambió de nuevo. Esta vez estaba en un sitio muy extraño: parecía el interior de una de esas naves espaciales de las películas. Incluso estaba vestido con un uniforme parecido al que llevaban los actores.

La gente lo saludaba y el parecía conocerlos, al mismo tiempo que no tenía idea de que era lo que pasaba. Se acercó en un momento a una ventana y pudo ver a través de ella al planeta Tierra, o eso parecía.

Retomó su caminata por el lugar y vio mucha gente que conocía, de la infancia, del colegio, de la universidad, del trabajo... Todos parecían estar allí y se conocían los unos con los otros, algunos se daban la mano y otros incluso se besaban en público. Era muy extraño.

De nuevo, vio al hombre del balcón de espaldas y lo siguió. Por los pasillos de la nave espacial hasta que, esta vez, pudo alcanzarlo. Cuando le tocó el hombre, el tipo se dio la vuelta. No lo conocía o al menos no conscientemente.

El tipo era más alto que él y, no se podía negarlo, era bastante atractivo. Solo le sonreía y se tomaron de la mano.

Ahí cambió el sueño de nuevo, esta vez por algo más simple y familiar. Estaba en su cuarto, con todo lo que conocía de siempre. Y el chico del balcón estaba con él, durmiendo en la cama. Él se puso de pie y lo contempló un buen rato. Quería escuchar su voz, para hacerlo más real pero se veía tan en paz y tranquilo dormido que no quiso despertarlo.

Se sentó en la silla del escritorio y siguió contemplando al hombre en su cama hasta que por fin se despertó.

A su lado estaba su novia y se sintió culpable, como si hubiera traicionado su confianza con solo imaginar a otra persona en sus sueños. La relación estaba deteriorada y, de hecho, ella estaba allí para intentar mejorar las cosas.

La quería pero como a una amiga, algo que nadie quería escuchar. Habían tenido relaciones y él no había estado muy interesado y creía que lo mejor era no fingir lo contrario. Para que? Todo tiene que terminar algún día.

Cuando ella se despertó, tomaron café en la cocina y hablaron. De mutuo acuerdo, terminaron. Se abrazaron y despidieron. Ella se cambió y se fue y el se quedó allí, tomando su café en la sala.

Entonces sonrió, al ver un pequeño cuadro en la pared opuesta: era una fotografía de la isla griega de Santorini, con sus edificios blancos. En primer plano, se veía una pequeña casa con una gran terraza pero no había nadie allí.