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viernes, 10 de marzo de 2017

Sueños, pesadillas y la realidad

Los sueños y las pesadillas pueden ser muy reales. Hace un rato, cuando estaba dormido, sentí que verdad me estaba ahogando. Y antes de eso, sentí que de verdad había matado a alguien. Sí, ya lo sé. No son los sueños más comunes y corrientes pero, por alguna razón, mi subconsciente se ha puesto cada vez más violento y errático. No sé si tenga que ver con algo mío como tal. No soy de los que cree que cada sueño tiene un significado pero ciertamente sería todo más fácil si ese fuera el caso.

 Ayer, al despertar de otro sueño parecido, tenía las piernas y la espalda adolorida, como si de verdad hubiese hecho un esfuerzo físico de esos que siento que hago en mis sueños. Tal vez es solo que me muevo demasiado y mi cuerpo naturalmente se cansa y se resiente. Me gustaría ser de esas personas que despiertan tal como se quedaron dormidas, pero no creo que eso vaya a sucederme pronto puesto que no es la primera vez que ocurre y dudo que vaya a ser la última.

 Lo que sí es cierto, es que en estos días he tenido más sueños movidos. No sé si llamarlos pesadillas, porque algunos ni siquiera los recuerdo por completo. Pero el caso es que recuerdo lo que sueño, me despierta de golpe de lo intenso que es y eso no es algo común en mí, menos aún cuando se toma en cuenta que la mayoría de sueños que he tenido con anterioridad, o los que me acuerdo al menos, son más bien calmados y se basan mucho en las personas de mis recuerdos.

 De hecho, desde hace varios años, mis sueños siempre ocurren en los mismos lugares del mundo real: una planicie verde, el colegio de mi adolescencia, alguna playa que visité alguna vez,… Nunca son copiados a la perfección de lo real sino que son una versión “para sueños” del lugar pero el caso es que los puedo reconocer con facilidad. En cambio los lugares de lo sueños más movidos no son muy reconocibles para mí. Tal vez se basen en algún recuerdo pero irónicamente, no lo sé.

 Sé que soñé, hace unos minutos, con una casa pequeña que era mucho más grande por dentro que por fuera. En mi mente, era mi casa pero ni siquiera tenía suelo como tal ni habitaciones. Había troncos que hacían de sillas y el suelo era barro endurecido. Lo más grande era el patio: una ladera con árboles y rocas pero cubierta por el techo de la casa. En mi vida, nunca he visto un lugar parecido a ese, así que tengo que suponer que todo fue inventado por mi mente, por poco posible que eso sea. El caso es que lo que pasaba allí era muy real o eso parecía.

 No puedo dejar de pensar en la persona a la que maté. Le tendí una trampa, si no estoy mal. Y lo atraje a mi casa a propósito. No recuerdo bien que hizo él para merecer su destino pero quedó sellado pronto con un ataque de animales hambrientos. Pero no recuerdo que se lo comieran ni nada parecido. Solo supe que se murió y que nadie más debería saberlo. Fui un asesino en mis sueños pero ni siquiera puedo recordar con exactitud como lo hice y mucho menos las razones que me llevaron a hacerlo.

 Que recuerde, matar no era algo que hubiese hecho antes en mis sueños. Claro está que siempre se encuentra uno con alguien que le cae mal o vive alguna experiencia desagradable pero jamás al punto de asesinar a nadie. Me pone nervioso pensar en lo que le hice a esa persona, sin importar su inexistencia. En esos momentos, en mi sueño, él era real. Aunque fue un momento, pues apareció para que yo lo matara y después no se habló más de él. Una situación muy extraña.

 Extraña pero no poco común porque, al fin y al cabo, así son los sueños. Nunca tienen verdadero sentido y se trata todo de un cerebro bastante activo que necesita seguir creando incluso cuando el cuerpo descansa. Supongo que por eso hay muchas veces que nos vamos a dormir y despertamos mucho más cansados de lo que estábamos al acostarnos. Con tanta acción que hay en los sueños, es un poco difícil que todo eso no produzca movimientos reales en el cuerpo.

 Muchas personas se han despertado para darse cuenta que tienen rasguños, golpes y moretones en el cuerpo. Y no es que nadie los haya atacado sino que han estado moviéndose durante toda la noche y simplemente no se dieron cuenta de que se golpearon contra la pared o cosas por el estilo. Es increíble el poder que tiene la mente para sumirlo a uno en semejante estado tan vulnerable, porque mientras dormimos estamos a merced de todo en el mundo físico pero también en el mundo interno.

 Seguramente muchos han pensado en cómo sería si esos dos mundos se encontraran, si fuera posible entrar y salir de los sueños al gusto, si hubiese más control a la hora de creer cada personaje y escenario. Eso le evitaría a todo el mundo el trajín de las pesadillas pero al menos yo estoy seguro que las pesadillas tienen alguna función, biológicamente hablando. Tal vez sea mantenerlo a uno alerta o tal vez hacer como una prueba mental de los peligros a los que puede estar uno expuesto en el mundo real. Creo que sigue siendo un misterio.

 Pero quisiéramos poder manipularlo a nuestro gusto puesto que todos hemos ido a lugares perfectos en nuestros sueños. Lugares que son ideales, que no tienen nada malo que podamos criticarles. Son a esos sueños a los que nos gusta volver una y otra vez porque nos enorgullecemos de ellos, nos sentimos orgullosos de nuestra creación y además adoramos pasar tiempo allí porque sabemos que estamos seguros, que nada ni nadie nos va a ir a molestar a esa playa idílica o a la casa de nuestra infancia.

 Personalmente, me gusta que en mis sueños se me hagan recordar cosas que he olvidado hace mucho tiempo, o que creía olvidadas en todo caso. Objetos, palabras, favoritos, gustos y disgustos e incluso personas. Porque la mente lo almacena todo pero no podemos acceder a lo que quisiéramos porque no todo está “despierto”. Hay que tener la llave correcta para poder verse de nuevo en el pasado o para recordar eso que fue tan importante pero hoy en día ni tenemos en cuenta.

 Es hermoso, en parte, lo de poder soñar. Son aventuras a las que vamos solos, sin que nadie más tenga que ver con ellas. Me siento mal por aquellas personas que dicen que no sueñan o que no recuerdan lo que han soñado. No tienen ese mundo de escape, no saben como se siente esa emoción que se experimenta al estar dentro de la mente propia, viendo como esta es una máquina increíble que hace y deshace en cuestión de minutos. Siento mucha lástima por ellos porque no saben lo que se pierden.

 Eso sí, pueden quedarse con mis pesadillas raras, aquellas que no entiendo y no creo que tengan un sentido normal. Que se quede alguien con mi yo asesino y con todas esas personas que no aportan nada, ni en mi vida real ni en la de los sueños. Todo eso se lo cedo al que lo quiera o que al menos mi cerebro se de cuenta que son cosas, datos si se quiere, que no me sirven a mi de nada, ni consciente ni inconsciente. Debería uno poder elegir que tira a la basura y que quiere tener consigo para siempre.

 Pero supongo que esa es la magia de los sueños y de la vida en general, que uno no tenga elección en ningún asunto y que las cosas pasan y haya que adaptarse cada vez que eso pasa. De pronto esa es la única manera real de vivir en este mundo.


 El caso es que me quedo con el sueño de la otra vez, de la semana pasada. En ese solo dormía. Me quedaba dormí sobre un comedor y dormía y dormía y cuando me desperté, en la realidad y en el sueño, me sentí de verdad descansado.

miércoles, 15 de febrero de 2017

Dormir, soñar y esperar... De nuevo

   Siempre pasa lo mismo: cuando no duermo tarde, mis sueños son mucho más vividos de lo normal. Es como si fuera la manera ideal que mi cuerpo encuentra para manejar horas y horas extras de sueño. Eso y despertarme a las horas más extrañas de la noche, para luego caer dormido minutos después. Desde hace ya tiempo me duermo tarde. Más allá de las una de la madrugada en todo caso. Cuando tenía cosas que hacer era un alivio que me diera sueño a las nueve de la noche. Ya no es así.

 Como no tengo nada que hacer, el horario cambia de manera drástica. Recuerdo cuando era pequeño, y no solo de estatura como lo soy ahora, sino pequeño de verdad. Tenían que levantarme a las cinco de la mañana para poder tener tiempo de bañarme, vestirme y desayunar antes de que el bus del colegio llegara. Normalmente todo eso me tomaba una hora. Ahora, obviamente, me tomo algo más de tiempo porque no tengo tanta prisa como antes. Pero es gracioso recordarlo.

 Gracioso y cruel puesto que creo que despertar a un niño a esas horas de la mañana es algo casi bárbaro pero así eran las cosas en ese entonces. Las clases empezaban a las siete y media de la mañana y seguían, con un par de descansos, hasta las tres y media de la tarde. Hubo una temporada en que se extendieron hasta las cinco pero fue solo porque elegí tener algunas clases extra para ver si ayudaban con mi promedio. No recuerdo bien si funcionó o no pero sé que lo hice.

 En esa época soñaba, o mejor dicho recordaba mis sueños, solo cuando ocurrían en los fines de semana, que eran los momentos que tenían para dormir de verdad. Del viernes al sábado y del sábado al domingo. Me acostaba tarde ya para entonces, sobre todo cuando me convertí en adolescente. Pero lo compensaba despertándome hacia el mediodía del día siguiente, algo que mis padres nunca me reprocharon y francamente siempre creí normal hasta que tuve amigos de verdad.

 No recuerdo que soñaba. Probablemente se tratara de esos sueños extraños que nadie entiende o tal vez se tratara de sueños sobre el futuro, un futuro que ya no importa puesto que nunca pasó. Dudo mucho que haya soñado con exactamente lo que estoy haciendo ahora. Solo recuerdo que no me despertaba así, en medio de la noche, a menos que se tratara de una de esas pesadillas que lo dejan a uno frío. Sucedieron algunas veces y entonces la solución era muy sencilla: ir a la cocina, tomar un poco de agua y luego volver a la cama como si nada para tratar de conciliar el sueño pensando en algo alegre.

 Ahora lo que intento hacer es simplemente tener la mente en blanco. Tener algo alegre en mi mente no es una prioridad cuando voy a acostarme, sobre todo porque también tengo que tener en cuenta el frío que hace en la noche y lo difícil que es a veces encontrar la posición perfecta para dormir, tomando en cuenta las sabanas y el hecho de que no puedo quedarme dormido mirando al techo. Supongo que me siento muy vulnerable o algo así. Nunca he sabido cual es la razón.

 Sueño un poco más cuando hago lo que les decía antes: dormir antes de la hora en la que me duermo normalmente. Es algo un poco extraño porque si duermo pocas horas, no sueño pero si me siento tremendamente cansado. Entonces cada noche se trata de decidir entre una cosa y otra. No es fácil elegir ya que ninguna de esas situaciones me es muy agradable pero hay que aprender a vivir con esas cosas que no nos gustan, incluso cuando tienen que ver con algo que debería ser tan agradable como dormir.

 Trato de cansar a mi cuerpo lo suficiente para descansar lo mejor posible. La idea es estar tan exhausto que no haya manera de que mi mente se vaya a los sueños más locos. Solo se trata de cerrar los ojos y luego abrirlos más tarde, con la sensación de que hacer exactamente eso sí sirvió para algo. Por ejemplo esta noche, creo que descansé aunque la verdad eso solo se sabe en el primer instante, cuando se abren los ojos y todo es fresco. Ya después, segundos después, no es lo mismo.

 Nunca he dormido con nadie así que no tengo la más remota idea de si eso ayudaría o no tendría efecto alguno. No sé como es acomodarse con alguien para pasar la noche, no sé como se ponen los brazos y las piernas, no sé si alguien se aguantaría mi movimiento o el hecho de que solo pueda dormir sobre mi pecho. Es un misterio que tal vez nunca pueda responder pero me intriga saber la respuesta a todas esas preguntas, simplemente porque no he estado en ese lugar.

 Dormir no es como cuando era pequeño. Antes era algo que hacía porque había que hacerlo pero ahora sé que tengo la opción de hacerlo como yo quiera, de que el sueño se ajuste a mi y no al revés. Puedo domesticar mi manera de dormir. Pero lo que no puedo hacer, por mucho que intente, es controlarlo todo una vez he cerrado los ojos. Puedo más o menos saber si soñaré o no, si tal vez vaya a despertarme a mitad de la noche, pero más allá de eso es imposible saber. Mucho menos tratar de adivinar el contenido de los sueños y, misterio mayor, su significado si es que lo tienen.

 El otro día soñé horas y horas. Sentí que cada momento que estuve dormido fue parte del sueño. Pero como siempre, los recuerdos al respecto son cada vez más débiles. Y esos recuerdos están a punto de desaparecer pues ya no tienen importancia. No tienen información útil y seguramente no tienen nada de interesante, más allá de ser míos y de haber ocurrido de la manera que lo hicieron. Apenas y recuerdo algunas mujeres y una edificaciones extrañas en un mundo tanto lejano como cercano.

 Sí, no tiene ningún sentido pero ese es el punto de los sueños: que se creen mundos que parecen pertenecer a la realidad pero que en realidad están mucho más allá de nuestro entendimiento. Siempre me encuentro allí con personas que nunca he conocido pero más seguido con aquellos que conocí alguna vez. Relaciones ya perdidas vuelven a ser una realidad en los sueños y es como si nada hubiese ocurrido, como si la vida no hubiera seguido avanzando como lo hace sin remedio.

 Y esos lugares… Los conozco, estoy seguro. Sean de mis recuerdos de infancia o de la semana pasada, incluso de las películas que he visto, sé que todos y cada uno de esos lugares tienen una base real, un ancla que los amarra a la realidad, no importa lo fantásticos y absurdos que puedan llegar a ser. Una vez fue una serie de colinas verdes que nunca terminaban, con un edificio solitario en alguna parte. Otras veces han sido versiones modificadas del colegio en el que estudié.

 Eso es lo que se me hace interesante de los sueños, el cerrar los ojos y no saber adonde va a llevar el transporte esta vez. Tengo que decir que le da algo de emoción a mi vida, una emoción que dejó de existir hace poco y que necesito de vuelta y no sé como conseguir. ¿Que haces cuando nadie te quiere cerca, incluso cuando se trata de aprovecharse de tus talentos, en el caso de que tengas algunos? ¿Acaso son solo validas las personas que dejaron de vivir desde una temprana edad?

 Y al fin y al cabo, ¿a quien le importa más que a mí? Soy yo quien no duerme pensando en eso, soy yo el que me quedo con la vista perdida varias veces al día, mirando hacia delante, preguntándome si hay allí algo para mí o si no sirve de nada seguir insistiendo.


 Soy una persona que no cree en los significados ni en que las cosas llegan porque las personas las merecen. No creo en la justicia divina ni en la humana. Solo creo que me tengo solo a mi mismo y es difícil aceptarlo lo solo que se está, incluso para alguien acostumbrado a soñar.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Suicidio

   Con mucha paciencia, lo fue preparando todo. Arregló sus cuentas pendientes, sus deudas, habló con quien había que hablar y trató de disfrutar lo mejor que pudo del poco dinero que tenía. Era más que suficiente para darse algunos gustos durante ese último mes, como ir a comer a los mejores restaurantes y viajar un poco. Con cada día que pasaba, su determinación no se veía afectada en lo más mínimo. Pensaba igual que en el día en el que se le había ocurrido todo y no creía que hubiese manera para que las cosas se echaran de para atrás.

 El día indicado, inició su día como siempre, excepto que salió muy temprano y su apartamento parecía listo para una mudanza. Se puso su mejor ropa, aunque no sabía muy bien si eso tenía sentido, y salió de su casa caminando con seguridad. De camino al punto elegido, pensó en todo lo que dejaba atrás, en todas las personas y en todos lo que nunca tendría la oportunidad de experimentar. No era que se estuviese echando para atrás sino que era casi imposible no tener un pequeño momento de reflexión momentos antes.

 Al llegar al lugar, lo hizo sin miramientos, sin dudarlo un segundo. No había cambiado de parecer, sus razones seguían siendo para él demasiado fuertes para no hacer las cosas como terminó haciéndolas. Trepó la barrera del puente con agilidad y algunos ocupantes de automóviles que pasaban por allí se dieron cuenta cuando estaba y de pronto ya no era así. Incluso hubo uno que frenó y salió del carro, corrió a la baranda metálica y miró hacia abajo como esperando un milagro. Pero nada parecido podía haber pasado. El hombre estaba muerto.

 El cuerpo fue recuperado del agua varias horas después de que el conductor llamara a la policía. Si hubiesen llegado al instante, tal vez lo hubiesen salvado aunque eso hubiese significado una vida de esas que no es una vida de verdad. Suena raro pero era mejor que estuviese muerto, como lo estaba. Pronto notificaron a la familia y todos sufrieron lo que debían sufrir pues así sucede siempre cuando alguien decide que este mundo es demasiado o muy poco para ellos. La familia organizó todo de forma rápida y muy privada de modo que muchos solo supieron de la muerte meses después.

 La policía tenía la obligación de hacer una investigación pero fue cerrada meses después porque jamás se encontró nada. No había nota suicida ni ningún indicio en redes sociales ni nada por el estilo que indicase que el hombre iba a cometer semejante cosa. Lo único era el pequeño apartamento listo para mudanza. La razón real para eso es que había dejado todo, legalmente, a su hermano menor. Nadie nunca lo había sabido pero eso tenía muchas razones, la principal siendo que él no quería tener nada que no fuera suyo.

 El apartamento había sido propiedad de sus padres pero ellos se lo habían dado un año atrás, para que viviera solo y así tratara de conseguir un trabajo. Ellos se encargarían de los gastos del lugar mientras él lograba ganar dinero, luego lo haría él como pasa con cualquiera. Pero el problema fue que nunca consiguió un trabajo. Iba a todas las entrevistas que podían existir pero jamás lo elegían para nada ni lo volvían a llamar. Era como si estuviese maldito o algo por el estilo. El caso es que el apartamento nunca se sintió como suyo y por eso quiso cederlo.

 La verdad era que él no sentí que se hubiese ganado nada en la vida. Había logros que había alcanzado, claro, como cualquier otro ser humano. Pero habían sido logros alcanzados por medio del dinero y no por su calidad como profesional ni nada por el estilo. Nunca había sido reconocido por su talento ni por su personalidad y, de un tiempo para acá, se dio cuenta de que ya no quería vivir a punta de mendigarle a sus padres o a cualquier otra persona. Simplemente no quería una vida en la que siempre fuera un fracaso evidente.

 Por eso había hecho lo que había hecho. Y estuvo seguro hasta el último instante. La policía cerró el caso sin mayores razones que asegurar por el lugar del hecho que había sido un suicidio. Pruebas como tal no existían pero, para ellos, no eran necesarias. Lo que había ocurrido era bastante evidente y era común no insistir demasiado en los suicidios pues la familia siempre estaba con mucho dolor y prolongar la investigación solo hacía que ese dolor fuese mucho más intenso de lo normal. Así que lo mejor era dejarlo así.

 Nunca le dijo a sus padres, ni a nadie en realidad, que él no sentía que fuese capaz de trabajar. No podía hacer nada que requiriera un contrato con un salario y reglas de juego establecidas. Mucho menos si el trabajo requería de su presencia en oficinas mejor construidas para gallinas que para seres humanos. Nunca sintió que su lugar estuviese en ninguno de los trabajos para los que se postulaba. Solo lo hacía porque sentía que esa era su responsabilidad como ser humano. Pero jamás estuvo ni ligeramente interesado por ninguno de esos puestos.

 Eso lo habían notado todas las personas que lo habían entrevistado en ese año durante el cual estuvo intentando ser contratado: a veces era demasiado sincero y a veces abiertamente hipócrita. A veces era muy tímido y otra intentaba tanto ser extrovertido que pasaba por alguien con serios problemas mentales. Además estaba su aspecto que jamás iba a ser ni remotamente parecido al de todos los demás hombres que tienen un trabajo estable como esos para los que se presentaba.

 Para cualquiera que hubiese querido ver las señales, allí estaban. Pero la verdad fue que nadie se interesó porque tenían sus propias vidas y porque pensaban que las cosas no podían ponerse peor. Ese siempre ha sido el error de muchos, al creer que todo es estable y siempre seguirá igual hasta el fin de los tiempos y obviamente las cosas no son así. Siempre hay señales o indicios, siempre hay alguna palabra o actitud o incluso la falta de ciertas cosas. No se trata de culpar a nadie sino de darse cuenta que siempre se puede prevenir.

 Pero de seguro el jamás se lo hubiese perdonado a nadie si lo hubiese “salvado” de ese destino. Como se ha dicho en varias ocasiones, él estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Ese día caminó con determinación y no dudo ni por un segundo. ¿Como se hace para detener a alguien que no tiene ninguna duda de lo que está a punto de hacer? Tal vez sea algo posible pero no hay certeza acerca de si se puede detener y mucho menos de si se debe hacerlo. Porque siempre pensamos desde nuestro punto de vista pero jamás desde el de la persona que se suicida.

 No es algo simple, al contrario, es algo complicado que siempre será difícil de entender para la gente que está viva. Pero si en verdad se conoce a la persona, al difunto mejor dicho, de seguro se sabrá llegar al mismo lugar en el que estuvo esa persona para decidir lo que decidió, para vivir su vida en sus últimos días como él lo hizo. No es algo complicado ni supremamente imposible de entender. Se podría incluso decir que es uno de esos hechos de la vida, que suceden y simplemente no hay control sobre ello porque solo somos seres humanos.

 Él quería escapar del dolor, de la vergüenza, del cansancio y de muchas otras cosas que lo estaban presionando. Los ignorantes dirán que no tuvo la fuerza ni el empuje necesarios, dirán que fue débil y que escogió el camino de los cobardes. Muchos dirán que no hizo lo suficiente y que debió ser más fuerte de lo que era, entrenarse incluso para ser una persona diferente, si es que se había dado cuenta que ser él mismo no servía de nada. Algunos cambian así para evitar un desenlace igual al de él pero la verdad es que no saben nada.


 A veces hay personas que no pueden ser nadie más sino ellos mismos. A veces hay personas que simplemente no pueden lidiar con el mundo como es y no pueden ponerse un velo frente a los ojos como para que no duela tanto. Hay personas que no tienen la habilidad de mentirse a sí mismos, no pueden pelear cuando saben perfectamente que van a perder. Algunos toman el camino más difícil porque morir es de todos pero elegir la muerte jamás será de débiles sino, tal vez, todo lo contrario.

miércoles, 15 de junio de 2016

Las pequeñas cosas

   La gente no sabe nada. La gente no tiene idea de lo que significa algo para alguien más, de lo que algo insignificante puede simbolizar para alguien que no tiene tantas cosas alrededor. Puede que sea cierto el hecho de que, en el mundo de hoy, se le ponga atención a un montón de cosas que la verdad no tienen nada de importancia. Pero así son los cambios, así son las nuevas olas que vienen a reordenar todo lo que no estaba bien ordenado. Porque las cosas que son estables y que tienen sentido no tienen porqué cambiar con el tiempo. Eso es evidente.

 No sé de qué estoy hablando y al mismo tiempo siento algo de rabia. Me siento un poco susceptible, tal vez por el virus que tengo en el cuerpo. O tal vez sea porque estoy solo y me siento solo y todo me hace sentirme cada vez peor. Siento que me atacan de un lado y de otro, siento que no quieren dejarme un piso sobre el cual caminar y es entonces que me pregunto: ¿que fue lo que hice?

 Sinceramente no sé que hice, a quien, como o cuando. No tengo la más remota idea si es eso o es que tengo complejo de persecución y en verdad no ha pasado nada como eso. Tal vez soy solo yo que creo que todos vienen por mi pero tal vez la realidad de las cosas es más evidente y recurrente de lo que pienso en primera instancia. Tal vez no se trata de nadie más sino de mi. Es decir, estas cosas pequeñas que me afectan tanto puede que sean mi culpa, incluida el virus que tengo.

 Ya me está doliendo la cabeza de nuevo, un poco detrás de los ojos. Me duele al tragar y también me duele el cuerpo, los pies y todo lo demás. Sin embargo cocino y hago ejercicio, trato de no encerrarme y hacer nada pero creo que podría ser una buena opción si las cosas siguen como están. Esas cosas pequeñas, eso que va pasando poco a poco, va rompiendo lentamente la resistencia de las personas, como las olas del mar rompen los obstáculos que les ponen.

 No puedo pensar bien. Ni siquiera sé si tiene sentido lo que estoy pensando. No sé si alguien me persigue o si todo es culpa mía. La verdad no tengo problema con que todo sea culpa mía pues no me sorprendería tampoco. No soy tan importante como para que alguien me siga y quiera destruirme. Soy tan insignificante que me daría risa que alguien se dedicara a destruirme a mi cuando hay mejores rivales.

 Me duelen los oídos también pero eso es porque me los tapo para dormir. No soporto el ruido de la gente en la mañana y no me gusta que me nieguen el derecho a dormir. Ya tengo suficiente con no poder dormir yo, no necesito que nadie empeore esa situación. Tal vez la falta de sueño tenga que ver con todo esto. Tal vez deba dormir más…

 Pero eso hice ayer. O traté de hacerlo, al menos. La verdad es que no cambió nada. Da igual si duermo o no, si me pongo sobre mi cabeza o me siento a no hacer nada. Parece que no hay cambio pero sin embargo las cosas pequeñas sí cambian y me saca de quicio. Me duele un poco y lo reconozco pero como no sentirse mal por algo que ha estado ahí por tanto tiempo y ahora ya no existe. Es una lástima completa.

 Antes tenía un lugar al cual acudir cuando me sentía mal, cuando quería que me subieran el animo. Después pasé a otro y ahora tampoco lo tengo. Creo que son lugares comunes que necesito, en los que me siento cómodo. Pero ya no. ¿Como sentirme cómodo de donde me echan? Eso no tendría ningún sentido. Creo que me he quedado sin ese rincón que solía necesitar o tal vez todavía necesite. Creo que ya no lo tengo y no sé si todavía me importa, es muy pronto para saberlo.

 Lo que más me preocupó, de entrada, fue recuperar todo lo que había construido. Al menos sé que eso, parcialmente, está a salvo. Y digo parcialmente porque no es por completo. Algunas palabras se han perdido, algunas conexiones que existían y ya no están. Ya no volverán a ser y se habrán perdido para siempre. No creo que importe pues esas cosas cambian todos los días y no se mantienen estables jamás, a lo largo de ninguna de nuestras vidas.

 Tal vez le estoy dando demasiada importancia pero no lo sé. Como acabo de decir, apenas lo estoy procesando. Apenas estoy asimilando que hay una parte de mi que está furiosa, hay una parte de mi que tiene rabia. Pero también quiere volver a comenzar, quiere volver al ruedo y reiniciarlo todo de nuevo.

 Pero de eso no estoy seguro. Yo no soy como aquellos que dicen que si fallas una vez lo intentes una y otra vez hasta que aciertes. A mi eso me parece una tontería. Si solo fallas una vez e intentas de nuevo y vuelves a fallar, es hora de salirse del camino y dejar que atropellen a alguien más. Me parece que es lo más sensato que se puede hacer. Hay que saber rendirse en algún momento, saber cuando parar.

 Y creo que esta es una de esas oportunidades que me gritan: “¡Para!”. Y creo también que es hora de escuchar. Al menos por ahora no tendré el mismo empuje, las mismas ganas de hacer las cosas, de ir por ellas y de mostrarme orgulloso ante todo. Ya lo he hecho y lo único que ha respondido el mundo es que no le interesa en lo más mínimo lo que yo haga o lo que no haga. Al mundo no le importo pues somos demasiados y no tendría el mínimo sentido.

 Eso no significa que no haya gente a la que le importe. Claro que la hay. Pero todos sabemos que eso casi nunca es suficiente, siempre queremos más y más. Incluso yo, que no me considero una persona con ambición, quisiera que algo más de gente me apreciara o viera cosas en mi que yo no haya visto, con en las películas. Pero esas películas son inventos, son bonitas ilusiones que no reflejan nada la vida real de las personas. Son artificios que sirven solo para distraernos de nuestras aburridas vidas reales.

 Creo que por eso me gusta el cine. Porque me gusta sentirme engañado y hay engaños que son muy efectivos y saben llegar directo al alma. Algunos están tan bien hecho que es un placer contemplarlo y disfrutarlo, solo o con compañía. Yo casi siempre lo he hecho solo pero en ocasiones también con otra gente y, en esos caso también, las expectativas pueden variar bastante. En fin, todo el mundo es distinto.

 Por eso a algunos les dará igual lo que me pasó hoy a mi. Es ridículo despertar y ver que una parte de tu mundo, una pequeña parte, ha cambiado y las consecuencias que eso tiene para todo tu pequeño planeta, para las tontería que crees y en las que no crees nada, lo que piensas y lo que no y todas las variables que existen. Es todo un chiste que muchas veces no tiene la mínima gracia. El punto es que no es lo mismo para todos, de eso estoy seguro.

 Algunos caminarán derecho y pensarán: “¿Bueno, y a mi que me importa?” y seguirán su paso firme hacia delante, como siempre. Para otros será el fin del mundo e incluso derramarán lágrimas y se echaran a morir durante un tiempo sobre sus camas o en el mismo suelo. Tendrán recuerdos claros con esas pequeñas cosas y los tendrán en la mente como una de esas películas, pero con un guión todavía mucho más dramático y mucho menos pulido e interesante.

 En mi cabeza no sé qué pasa. El dolor de garganta que tengo hace una semana tiene la primera fila pues parece que se le da la gana de irse y eso me da miedo de verdad. Me pone a pensar como un loco y no quiero ponerme a pensar porque puedo llegar a conclusiones alarmistas que ahora mismo no me sirven de nada.


 Y además está todo lo demás, todas las otras cosas en las que tengo que pensar por estos días, por estos tiempos, y la cabeza no me da para tanto. Las pequeñas cosas son una patada fuerte en mi zona más vulnerable pero son cosas que pasan y que el tiempo se lleva como cuando se barren el polvo de la casa. Todo es polvo en esta vida, incluidos nosotros. Así que, sea o no sea nada, debo seguir porque me toca.