Violeta había aprendido a usar las
herramientas desde que era muy pequeña. Su madre, Celeste, les había enseñado a
todas sus hojas algún oficio para que no dejaran decaer su hogar ni dependieran
nunca de nadie más para su subsistencia. Alejadas de las rutas comerciales
principales, las chicas nunca eran visitadas por ninguna nave, ni siquiera las
que se perdían ocasionalmente. Hacía mucho tiempo, Celeste se había asegurado
de blindar a sus hijas contra cualquier eventualidad. Creía que lo mejor para
ellas era no estar en el paso de la civilización y simplemente vivir aparte.
Eso no significaba que fueran atrasadas o que
no supieran nada del mundo. Una vez por mes, una de ellas tomaba un módulo de
aterrizaje e iba al planeta más cercano a comprar y vender algunas cosas.
Vendían con frecuencia su talento para arreglar objetos, pues todas eran
sensibles a los complejos mecanismos de la tecnología. A cambio, esperaban
comida y repuestos.
Solo las mayores estaban autorizadas para
dejar la nave e ir al mercado. Las demás debían quedarse en la nave haciendo
sus tareas, buscando así un equilibrio perfecto entre todas. Las más pequeñas
residían todas en un cuarto enorme y eran cuidadas por el robot enfermera NR03,
programado hace mucho tiempo para cuidar bebés y niños pero también para
manejar laboratorios de genética. Había uno de ellos a bordo de la estación y
gracias a él, la colonia seguía viva.
El día que todo cambió para las chicas vino
cuando tres de las mayores partieron para el planeta a comerciar sus talentos.
No regresarían pronto pues eran muchos los repuestos que necesitaban y
normalmente podía demorarse bastante tiempo el conseguir todo lo que
necesitaban. Entonces el robot NR03 y algunas de las chicas eran las encargadas
de cuidar a las demás.
Una alerta amarilla se encendió en la estación
espacial, despertándolas a todas y obligándolas a mirar por sus ventanillas. La
mayoría no vio nada e inmediato. Las alertas de ese tipo casi nunca se
escuchaban y todas sabían que debían ser muy cuidadosas a la hora de manejar
una crisis de esa manera. Por fin, una de las chicas con mejor vista detectó el
causante de la alarma: un objeto había entrado en su zona. Era pequeño y
parecía estar echando humo. En la computadora pudieron enterarse de que el
objeto había sido lanzado desde otro lugar, probablemente lejano.
En esos casos, las reglas las obligaban a no
hacer nada a menos que entraran en colisión con el objeto y este pequeño en
llamas no era nada de qué preocuparse. Las que no podían dormir se quedaron a
mirarlo y fueron las que alertaron a las demás que la pequeña nave quería
acoplarse.
Una de las mayores, Amarela, decidió bloquear
el acoplamiento con pequeña nave que tenía forma de cápsula. Pero quien quiera
que estuviera allí dentro, sabía cómo manejar una nave espacial y tenía más
talento que ellas a la hora de desbloquear comandos. Amarela hizo lo mejor que
pudo pero la nave finalmente se acopló y tuvieron que ir a la bahía de
acoplamiento con armas y rodear el acceso. Celeste, desde su habitación, les
encomendaba la protección del hogar.
Se armaron de valor y de pistolas laser.
Cuando la puerta se abrió, algo salió pero tan pronto lo hizo se cayó al piso,
inconsciente. Por un momento, pensaron que se trataba de una de ellas, tal vez
era una de las chicas que se habían ido al planeta a comerciar. Apuradas,
decidieron recoger el cuerpo entre muchas y llevarlo hasta la enfermería donde
NR03 y Carmín, la mejor de entre ellas en el arte de la medicina, podrían hacer
algo para salvarle.
Fue entonces que se dieron cuenta, al quitarle
la ropa, quemada en algunas partes, que no era una de ellas. Es más, era el
cuerpo de un hombre. Cuando Carmín lo dijo en voz alta, la palabra se extendió
por toda la estación como pólvora y en segundos todas las habitantes, de las
más pequeñas hasta Celeste, miraban por una vidrio grueso la intervención que
hacían del cuerpo extranjero. Todas soltaron un gemido de asombro cuando NR03
le retiró los pantalones al hombre. Definitivamente eran diferentes.
Carmín concluyó que había sido victima de
algún ataque pues tenía bastantes moretones, huesos rotos y la piel quemada en
algunos puntos. Además de eso, parecía no haber estado en un lugar muy
higiénico pues su vello facial estaba por todas partes y era grasoso y parecía
no haberse dado un baño en bastante tiempo.
Dos voluntarias ayudaron a Carmín y a la robot
a lavar el cuerpo del hombre para evitar contaminar la nave espacial que se
conservaba sin contaminantes desde siempre. Era una de las reglas. Lo limpiaron
bien, por todas partes y luego lo ducharon con una mezcla de químicos muy
especial que buscaba eliminar cualquier infección superficial o matar microbios
que pudieran quedar después del lavado normal.
Lo pusieron en una habitación aparte y la
aislaron para que solo las personas autorizadas pudiesen acercarse al hombre.
No se despertaba por ningún medio y Celeste incluso auguró que moriría en poco
tiempo. Los hombres eran seres débiles, exclamó, y por eso no vivía ni uno solo
de ellos con ellas. No podían parecérseles de ninguna manera. Y fue lo único
que dijo al respecto. Era evidente que ella sí había visto hombres antes, no
como las demás.
Todo el resto de la tripulación hablaba del
hombre, de lo poco que había visto de su cuerpo y de las posibilidades de su
supervivencia. Algunas decían que con tanta suciedad encima, era difícil que
sobreviviera. Otras decían que habían notado músculos desarrollados en él, por
lo que algo de fuerza debía de tener. De pronto estaban siendo injustas con él.
Lo que todas se preguntaban, casi sin
excepción, era porqué nunca habían visto un hombre. Carmín, quién lo cuidaba
todos los días, se lo preguntaba mientras los miraba a los ojos cerrados y se
daba cuenta que no eran tan diferentes el uno del otro.
Habían hecho diferentes pruebas con él y
habían concluido que se iba a recuperar de sus heridas. Sin embargo, seguían
sin saber quién era o de donde había venido. Por precaución, sus brazos estaban
amarrados a la cama donde respiraba suavemente. El día que se despertó, solo el
robot NR03 estaba presente. El hombre le preguntó donde estaba y porqué la
unidad enfermera parecía ser ligeramente anticuada.
NR03 le respondió que no era anticuada y que
era grosero referirse a ella de esa manera. El hombre se sorprendió al escuchar
a un robot responderle de esa manera. Nunca decían más que frases lógicas,
jamás respondían como seres humanos. Preguntó de nuevo donde estaba y la
enfermera le comunicó que estaban en la estación espacial Sarmacia. El hombre
jamás había escuchado de tal lugar. Preguntó porque estaba amarrado y le
respondió que por su propio bien.
El hombre empezó a pelear con las ataduras y
se soltó con facilidad. Entonces NR03 sonó la alarma y en segundos tres de las
más aptas guerreras de la estación se presentaron allí con solo sus manos y
piernas en posición de ataque. El hombre pensó que bromeaban y se acercó a
ellas sin cuidado alguno. El resultado fue resultar de nuevo en la cama, con
otra costilla rota, el brazo en cabestrillo y el pie herido.
Fue solo cuando llegaron, por fin, las mayores
del mercado que se dieron cuenta que habían ignorado un detalle esencial acerca
del hombre que tenían en frente: su nave. Dos mujeres entraron en ella con
trajes espaciales y la revisaron de un lado a otro. Al comienzo no encontraron
nada obvio pero entonces una de ellas encontró una marca en una de las paredes
de la nave. Era el logo de una compañía o algo parecido.
Celeste, viendo a sus hijas por un monitor,
sabía bien qué era ese logo. Era la marca del lugar más vil y traicionero de la
galaxia y una noticia desafortunada para todas ellas.
Era la marca del planeta prisión Arkham,
conocido en todos lados por ser un lugar oscuro y asqueroso en el que lo único
que crecía era la locura y la venganza. El hombre debía ser uno de sus
habitantes por lo que lo único que podían hacer con él era ejecutarlo. Pero ya
era tarde. El hombre había destruido con una herramienta quirúrgica al robot NR03.
Y ahora estaba suelto por la estación espacial. Nadie sabía si era asesino,
violador o un simple ladrón. Pero no había que saberlo. Solo había que terminar
con él antes de aprender más acerca de él.