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lunes, 14 de septiembre de 2015

Respirar

   Hasta donde sé, a nadie le enseñan a respirar. De pronto haya máquinas que ayudan a hacerlo y otras que incluso hacen todo por alguien que no puede valerse por si mismo, pero a respirar como tal, nadie enseña. Es algo que cada ser humano debe hacer por si mismo y debe asimilar en su vida como un proceso tan simple que ni siquiera deberíamos darnos cuenta cuando lo hacemos. Obviamente, la cosa no es tan así. Hay veces que lo notamos bastante pues, al ser seres conscientes del mundo que nos rodea, queremos estar pendientes de cada una de las cosas que suceden a nuestro alrededor y en especial aquellas que ocurren dentro y con nosotros. Allí está la respiración y demás funciones del cuerpo como el trabajo del corazón, que no vemos pero sentimos.

 Respirar no solo se trata de inhalar y exhalar, aunque esa es la base física del asunto. Respirar es vida, es aquel pequeño gran detalle que marca la diferencia entre nuestra existencia y nuestra extinción. Es algo que puede parecer muy exagerado pero resulta que si dejamos de respirar, si nos tapamos la boca y la nariz, si estamos en un contexto sin aire, simplemente dejaremos de vivir. No es algo que nadie sepa, pues todos sabemos lo importante que es seguir respirando, incluso cuando no lo hacemos de manera consciente. De hecho, hay cosas del cuerpo que nos preocupan más como el estado del corazón, de la sangre y de los muchos órganos internos que también hacen lo propio para que sigamos estando.

 Pero todos ellos garantizar el bienestar, más no la vida misma. Los pulmones procesan el oxigeno pero primero tenemos que haber respirado para que ese aire pase hasta esas instancias. Si no lo hacemos, pues no pasa nada y todo muere porque todo lo que tenemos dentro depende del simple acto de respirar. No es increíble? Construimos tantas cosas y nos creemos creadores del universo, pero la verdad es que seguimos siendo unos seres vivos bastante sensibles pues si nos quitan solo esa cualidad, ya estamos muertos sin remedio y no hay nada que nadie pueda hacer al respecto. Hay aparatos para respirar bajo el agua e incluso para respirar en el espacio donde no hay nada, pero no hay nada que reemplace la respiración como fuente de vida.

 Además, como dije antes, no se trata solamente de lo físico. Nuestra respiración cambia cuando tenemos problemas, cuando nos sentimos preocupados. tristes y felices. Es una marca con la que los demás pueden saber que nos pasa sin siquiera preguntarnos. Un par de respiraciones profundas al mirar a alguien ya dicen mucho de lo que puede estar pasando y se trata solo de un acto natural que se ve afectado de manera importante por un simple sentimiento que no es nada comparado con la complejidad y la importancia de la vida que hay en el aire.

 El amor está entonces conectado a la respiración. Respiramos profundo al ver a la persona que nos gusta, se acelera nuestra respiración cuando estamos nerviosos y es casi ausente cuando estamos en la búsqueda del placer. Incluso hay personas que saben cuando no respirar para poder darles placer a su pareja, sea bajo la forma que sea. La respiración, la vida en este caso, está completamente ligada al sentimiento, sea la pasión o el amor, y a la potencial oportunidad de reproducción. Lo que es bastante curioso porque podríamos concluir que la vida, generada por el oxigeno inhalado, ayuda a dar vida a otro ser que vivirá exactamente de la misma manera, inhalando y exhalando como nosotros sin parar, todos los días de su vida. Todo es un ciclo eterno.

 En el sueño ocurre lo mismo. Nuestra capacidad de respirar se ve afectada, en este caso, por cosas que ni siquiera están ocurriendo, solo en nuestra mente. En este caso, las funciones se entrecruzan pues la mente es tan poderosa para controlarnos por completo pero, una vez más, es inexistente si no hay ayuda del aire que nos rodea. Cuando estamos en un sueño, somos mucho menos conscientes de nuestra función vital y es tanto así que nuestra respiración en el sueño y en la realidad es siempre diametralmente distinta. En el sueño puede ser calmada pero según lo que estemos viendo o viviendo allí, la respiración física real puede estar sustancialmente acelerada y mucho más visible, por decirlo de alguna manera.

 Tal vez lo más desafiante para el ser humano es estar en situaciones que lleven al extremo su capacidad de respirar con normalidad y, por lo tanto, su capacidad de sobrevivir. Hay personas, por ejemplo, a las que les gusta bucear sin ningún tipo de aparato que les ayude a respirar. La mayoría lo hace con el debido equipo pero, como seres humanos, siempre hay algunos que les gusta ir al extremo, los gusta sentir cada milímetro de sus cuerpos bajo la presión de vivir, al menos por unos instantes, en esa línea entre la vida y la muerte. Bajan nadando hasta cierta profundidad y allí la presión y la falta de poder respirar se hace evidente, pero ellos soportan y tratan de vivir donde no se puede vivir.

 Podemos empujar a nuestros cuerpos al extremo todo lo que queramos pero en algún momento hay un quiebre y las cosas siempre terminan por volverse añicos. Nuestros cuerpos, por mucho que no nos queramos dar cuenta, son vehículos bastante bien diseñados pero extremadamente sensibles a casi todas las variaciones que pueden haber en la naturaleza. No podemos soportar mucho frío ni mucho calor, ni poco oxigeno ni mucho oxigeno,  ni poca presión, ni mucha presión… No somos perfectos y nuestro cuerpo lo es aún menos. Es sorprendente, eso sí, pero no indestructible y tiene muchas fallas que ya son individuales y que cada uno tiene que averiguar. No todos pueden bucear sin equipo, por ejemplo.

 Por mi parte,  solo estoy consciente de respirar cuando tengo alguna preocupación. Es curioso pero solo en esos momentos, cuando inhalo de manera exagerada, me doy cuenta del sencillo poder que tiene una acción tan simple sobre mi existencia. Como todo el mundo, he intentado ver cuanto tiempo puedo durar sin respirar y los resultados nunca son muy alentadores. Es ahí cuando uno se da cuenta de que no es ningún súper héroes, de esos que vuelan entre las estrellas o debajo del mar. Somos mucho más simples y sensibles y no podemos darnos el lujo de dañar lo que tenemos, sea el aire o el cuerpo. Así que cuando respiro, cuando soy consciente de ello, trato de hacerlo bien.

 Eso supongo que depende de la persona pero normalmente es inhalar por la nariz y exhalar por la boca. Se supone que eso le calma a uno los nervios y lo ayuda a relajar el cuerpo para no crear tensiones innecesarias. En varias ocasiones he tenido que usar esa simple pero muy efectiva técnica para hacer que el cuerpo se relaje y deje salir la tensión e incluso las preocupaciones, que no son algo físico pero a veces se siente como si lo fueran.  Todos hemos sentido esa falta de aire, esa presión en el pecho que parece querer ahogarnos. Lo triste es que somos nosotros mismos, es una reacción que solo nosotros como dueños de nuestros cuerpos podemos regular, nadie más lo hará por nosotros.

 Eso sí, me encanta estar consciente de la respiración cuando estoy buscando la relajación total. También todos lo hemos hecho, o al menos lo deberíamos hacer al menos una vez: tumbarnos en algún sitio y simplemente respirar controladamente y de manera adecuada y, de esa manera, ir recorriendo mentalmente el cuerpo, siendo consciente de cada rincón de nuestro físico. Nada interno, por supuesto, pues nuestro nivel de conciencia tiene limites bastante evidentes, pero la relajación total nos da herramientas para conocernos mejor y mezclar mente y cuerpo en nuestras vidas y no llevar los dos como entidades completamente independientes, como si una no dependiera de la otra y viceversa.


 Nos hace mucha falta estar cerca de nuestros cuerpos, estar cerca de ellos en el sentido de que no sabemos quienes somos como personas pero muchas veces tampoco tenemos ni idea de como son nuestros cuerpos, que particularidades tienen, que falta y que sobra y que es igual para todos. No se trata de buscar razones para sentirnos especiales y únicos porque, físicamente, nadie es especial ni único ya que somos siete mil millones de envases con diferencias menores pero básicamente la misma cosa. Y sin embargo, entre todos esos cuerpos, todos coincidimos en que debemos respirar o sino no habrá un mañana en el cual despertar para seguir viviendo, inconscientes de lo que hacemos.

miércoles, 24 de junio de 2015

Me duele la espalda...

   Cuando todo terminó, lo primero en que pensé es que me dolía mucho la espalda. Era un pensamiento francamente ridículo después de haber tomado la decisión consciente de reunirme con alguien para tener relaciones sexuales. No, no era alguien desconocido pero tampoco era alguien que conociera como la palma de mi mano. Ya nos habíamos visto y hablado bastante por el computador pero conocerlo era tal vez mucho decir. Pero cuando me dijo que quería verme, por alguna razón, no pude decir que no. Me daba miedo decir que sí a cualquiera que me propusiera algo semejante pero al saber como era y que hacía y demás, creo que sentí algo de seguridad al respecto y por eso dije que sí sin dudarlo. Y la verdad es que no creo haberme equivocado.

 El sexo fue estupendo. Casi podría decir que fue de las mejores experiencias que he tenido, excepto por el dolor de espalda que se lo atribuía a mi falta de compromiso con hacer ejercicio al menos una vez por semana. La verdad eso ya lo había intentado antes pero lo había dejado por cuestiones de autoestima. Suena raro pero hacer ejercicio me hace sentir mal conmigo mismo, me hace sentir que estoy tratando de hacer lo que los demás hacen para ser otros y eso no se siente bien. Por eso corté de raíz con el ejercicio, al menos con el que es confinado en un espacio. Lo que hago ahora es caminar mucho pero supongo que eso no fortalece la espalda o las piernas. En todo caso la pasé muy bien y se lo hice saber. Creo que eso es algo importante.

 Una semana después, todavía sigue pareciendo algo extraño, incluso para mí. Hace un tiempo solía salir bastante con gente desconocida. No sé como eso hable eso de mi pero creo que ya es muy tarde para ponerme a pensar en lo que los demás opinen de lo que hago. Lo hacía para sentir algo, creo yo, para sentir que yo valía la pena o algo por el estilo. Pero después me di cuenta que esa atención no era la que yo quería entonces dejé de hacerlo. Porque lo que más me gustaba de esa compañía, mejor dicho de tener sexo casual, era que compartía con diferentes tipos de persona y creo que ahora sé que tipo de persona me gusta y cual no.

 Hay de todo en este mundo. Todavía me sorprendo al oír que hay gente que no le gusta recibir besos cuando está en ese plan o que va directo a una cosa y se salta todas las demás que ahora me parecen indispensables. Supongo que un sicólogo sabrá decir que esas decisiones y distinciones quieren decir algo sobre la personalidad de esa persona pero yo prefiero no rebuscar algo. Si así les gusta pues es problema de ellos y quien soy yo para meterme en los asunto de los demás? Si a mi me gustan ciertas cosas, es apenas justo que a los demás les gusten otras y las busquen activamente. Yo al sexo, en general, lo dejé de buscar activamente hace mucho rato y creo que esa podría ser una razón para mi repentino “sí” ese día.

 La verdad es que creo que la mayoría de la gente cuando propone cosas así, lo hacen porque tienen un llamado puramente físico que les dice que deben acostarse con tal persona o tal otra, porque tienen un cuerpo atractivo o cierta parte de su físico les llama la atención. Esto es todavía más cierto cuando se trata de relaciones entre dos hombres. Como siempre les digo a mis amigas mujeres, siempre seré el primero que diga que los hombres somos básicamente animales, buscando saciar algún tipo de sed. Algunos buscan puro alivio sexual pero hay quienes también buscan ser reconocidos y que les digan lo mucho que valen la pena y otros solo quieren control, poder o simplemente ser reconocidos como mejores que otros. Todo es una competencia.

Tal vez entre mujeres sea igual. No lo sé a ciencia cierta. Pero aquello de la virilidad le da a la batalla entre hombres un ingrediente más salvaje. Es por eso, volviendo al relato, que los hombres que buscan sexo van directo a lo que les gusta y no son muy creativos con los piropos o con lo que dicen. Es bien sabido que el arte de las palabras es uno que muy pocos saben manejar a la perfección, lo que es una lástima porque es uno de los grandes poderes que tiene el ser humano para convencer de cualquier cosa. Saber decir las cosas, cuando decirlas y las razones para hacerlo es algo que no todos saben hacer y que muchos prefieren no hacer porque resulta mucho trabajo pero definitivamente es una ayuda increíble si uno se toma su tiempo.

 De pronto por eso lo sentí todo mejor de lo normal. Es decir, toda la sesión, como se le podría llamar, fue excelente. Hubo algo de música, alcohol y muchos besos y caricias. Nadie fue directo a nada y eso es mucho más emocionante que cuando ocurre exactamente lo que uno pensaba que iba a ocurrir. Las cosas siempre son más emocionantes cuando ocurren sin previo aviso, como una sorpresa que se va creando poco a poco y que finalmente revela su verdadera forma. No todo el mundo puede hacer eso pero creo que sería excelente que la gente aprendiera a ser más inventiva, no solo en el sexo sino en todo sentido, para hacer del mundo algo más emocionante de lo que es.

 Eso sí, está claro que no todo el mundo busca lo mismo. Por ejemplo, a no todos los hombres les gusta la idea de ir despacio, de ir haciendo un recorrido que termina en la anhelada meta. La mayoría no están dispuestos a tomarse la molestia de esperar y ver que pasa. A muchos, por raro que me parezca a mi, no les gusta tratar de encantar ni de convencer ni nada por el estilo. Quieren ir de una vez a la meta y quedarse allí el mayor tiempo posible, cosa que es casi imposible sabiendo como funciona el cuerpo del hombre, así cada uno sea ligeramente diferente. Los que van directo a la meta, a mi parecer, se pierden la diversión y la energía del recorrido.

 Y eso funciona en todos los niveles, no solo en el sexo. En el aprendizaje de algo nuevo, sea lo que sea, tiene que haber un recorrido que nos vaya mostrando lo que se debe hacer y lo que no y las diferentes maneras de hacer lo que se puede hacer. También vemos lo bueno y lo malo y así podemos reunirnos con nosotros mismos y decidir que es lo que queremos hacer y como queremos hacerlo. Por ejemplo, habiendo aprendido todo, es como los cocineros y pasteleros pueden ir haciendo creaciones nuevas. Si no aprendieran el paso a paso de las recetas, sería muy difícil para ellos modificarlas y hacer creaciones completamente nuevas. Ir directo a la meta no es una opción para ellos y jamás debería ser una opción para nadie.

 Otro problema que tengo, además del dolor de espalda que sigue persistiendo a pesar del tiempo que ha pasado, es que suelo analizar todo de nuevo como si estuviera viendo una cinta de seguridad. Por ejemplo, si me dijo que a él le gustó, me pongo a pensar si lo que dice es cierto o si solo lo dice por ser amable. Me pregunto cual es su idea de pasarlo bien y cual es mi idea de pasarlo bien. Es entonces cuando me complica por todo y me doy cuenta que tal vez necesite o una relación estable o más experiencias como esa. Cualquiera de las dos creo que sería una aventura bastante buena para mí, dado que no soy una persona que se lance mucho al agua y a vivir cosas nuevas. Lo he hecho pero no es algo frecuente y tal vez eso sea lo que necesito. Cambiar la perspectiva con la que veo las cosas.

 Claro, eso parece ser cuestión de solo tomar una decisión y lanzarse al agua pero no resulta tan difícil cuando conlleva un montón de otras decisiones y también de condiciones que no cumplo en el momento. Por ejemplo, si quisiera tener una relación estable primero tendría que encontrar al susodicho y eso no es tan fácil como decirlo. Porque tampoco se trata de tener algo con el primero que se me pare enfrente sino encontrar a alguien con el que tenga las suficientes compatibilidades como para intentar algo. Y ya me ha pasado que al estar yo listo, la otra persona dice que no lo está. Sea verdad o no, eso daña mis planes. Y eso sin contar mis problemas conmigo mismo...

 Y claro que tengo que pensar solo en mi mismo! La mitad de la vida me la paso pensando en lo que opinarán los demás así que no viene mal pensar en lo que yo necesito como para variar. Mi otra opción parece más sencilla pero esa requiere tiempo y energía casi constante y eso es algo que no sé si tengo, sobre todo cayendo en cuenta que no todos los días soy alguien con el que la gente quisiera estar. A veces puedo ser extremadamente odioso y uso las palabras como navajas, para herir sin discriminación. Claro que hay gente que ni lo capta entonces no sé dan cuenta o hay otros que son muy sensibles y eso no me gusta. De pronto estoy siendo muy exigente pero creo que eso no importa con tal de que uno sepa que quiere. Ya ven lo complicado que puedo ser?


 Creo que lo mejor es ir a bañarme con agua caliente y ver si la espalda deja de dolerme de esta manera. Pareciera como si hubiese estado en un torneo de gimnasia cuando no fue nada por ese estilo. Puede que lo piense mucho y lo siga analizando por varios días, pero la verdad es que esa ha sido una de las mejores noches en tiempos recientes y es probable que haya sido justo lo que necesitaba mientras trato de poner orden en mi cabeza.

sábado, 23 de mayo de 2015

El cuerpo

   Hay muchas cosas que no entiendo como la falsa modestia (nadie la necesita), la falta de posibilidades para minoría (pertenezco a una) y los sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos. En esta oportunidad voy a hablar de este último punto y cuando digo nosotros mismos me refiero a la parte física y no a la más compleja y difícil de discernir parte intelectual y sentimental en la que podríamos quedarnos hablando toda una vida y no llegaríamos a ningún lado.

 El caso es que hoy en día somos una sociedad más abierta por el hecho de estar mejor conectados. El hecho de que, cuando queramos, podamos estar hablando con alguien en Asia o en Europa y también, y de pronto más importante, el hecho de que podamos aprender lo que queramos y ver lo que queramos cuando queramos y como queramos. Internet revolucionó nuestras vidas al hacer del conocimiento rápido una norma. Pero, como todos sabemos ya, internet no es una fuente inagotable de verdades sino de todo tipo de opiniones, muchas veces diametralmente opuestas.

 Esta facilidad de información, el hecho de que podamos ver más y conocer más rápido, nos ha hecho replantearnos como vemos al mundo en general y como nos vemos nosotros en él. Ha hecho que los modelos, las ideas preconcebidas de lo que algo es, se expandan más rápidamente que hace cientos de años. En ese aspecto entra la belleza y lo que hoy es visto como bello. En el caso del siglo XVI, los estándares de belleza no están basados en el arte o en las ciencias, como alguna vez lo fue, sino en lo que piensa un grupo reducido de personas en los países más ricos, por lo tanto los que controlan la mayoría de los medios de comunicación.

 Ya los conocemos: se trata de mujeres imposiblemente delgadas y hombres que parecen salidos del taller de un escultor y no del vientre de una mujer. Estos estándares son los que existen hoy en día y no hay nadie que pueda decir que no existen. Se puede estar de acuerdo en que no son ideales pero son la realidad y eso no es discutible.

 Lo difícil de entender es que somos herederos de generaciones que trataron de liberarse de las ataduras tratando de modificar esos modelos e incluso nuestros roles en la sociedad. Las mujeres no tenían que ser siempre madres y los hombres no tenían que tener siempre el rol de cazador y proveedor. Pero esas generaciones pasadas fracasaron en ese aspecto pero triunfaron en otros como en la liberación sexual. Hoy en día compartimos detalles de nuestras vidas íntimas y eso no quiere decir nada más que compartir detalles personales con gente que estimamos.

 Hablar de sexo es lo más común entre la gente, sea cual sea su edad, genero, nacionalidad o posición social. Todos en todo el mundo hablamos de sexo y jamás hemos sido más libres para hacerlo. Hablamos de los detalles, de las parejas sexuales, de lo que pensamos de ellos y de lo que nos gustaría, fantasías en otras palabras. La existencia de las salas de chat y los mensajes instantáneos por el celular, han hecho e este comportamiento social algo inevitable y natural.

 El problema está en que nos damos cuenta de que hablar de sexo no garantiza que las personas tengan una buena imagen de su cuerpo al desnudo. Está comprobado que la gran mayoría de la gente, sino es que todos, sentimos que tenemos algo que falta o algo que sobra o algo que quisiéramos corregir de nuestro cuerpo. No queremos a nuestro cuerpo tal y como es sino que nos “quedamos con él” porque sabemos que simplemente no va a cambiar y que las únicas formas que hay para que eso ocurra son demasiado dolorosas o demasiado caras.

 La ironía del cuento es que somos más sexualmente liberados que nunca pero seguimos teniendo pudor y temiendo lo que otros pueden pensar de nosotros. No hay nada como ver el comportamiento de una persona antes de ir a nadar o en plena playa o piscina y se ve con facilidad lo mucho que se esfuerza la gente por verse bien y no parecer descuidado. Porque el cuerpo ahora es solo una herramienta y nada más. Por eso tantos programas y técnicas para mejorarlo, la mayoría de las cuales no funcionan o simplemente son demasiado para alguien común y corriente que lo único que quiere es sentirse bien consigo mismo.

 Pero eso no va a pasar a menos que cambiemos un detalle del ser humano moderno y eso es que debemos empezar a enseñar, desde que se es pequeño, a querer nuestros propios cuerpos. La idea no es justificar comportamientos lascivos, que probablemente ni lo sean, sino darle herramientas a las personas para que exploren su cuerpo y lo conozcan y sepan como funciona. La mayoría de gente ni siquiera entiende procesos tan naturales como la menstruación o incluso la visión.

 Si todos nuestros padres nos dijeran para que sirve tal parte del cuerpo, no solo los órganos sexuales, y como funciona exactamente, tendríamos un conocimiento profundo de nosotros mismos y empezaríamos a querer desde más temprano al cuerpo, antes de que todo lo que es comercial entre en nuestro cerebro y empiece a implantar lo que la sociedad quiere que veamos.

 Eso es, por ejemplo, creer que tener abdominales marcados es lo correcto o senos firmes o traseros casi cincelados o labios de cierto grosor o penes de cierto tamaño o ojos de uno u otro color. Porque así no lo aceptemos, tenemos en la mente un modelo de belleza implantado e incluso aquellos que dicen que para ellos la belleza es otra cosa, también se sentirán atraídos a aquellas imágenes que son las que los medios nos fuerzan en la mente. Nunca se ha visto, por ejemplo, un hombre grande, gordo, peludo, en el comercial de un perfume, y sin embargo es probable que muchos hombres así compren dicho perfume.

 Nos venden lo que debemos ser, para ellos, y no lo que somos como tal. Lo peor en este caso es que somos cómplices de los medios y hacemos su trabajo por ellos. Aceptamos, sin decir nada, que los cuerpos casi cincelados son sinónimo de perfección. Aceptamos, sin dudar, que un hombre alto, bronceado, marcado, con un pene grande y un peinado acorde a los estándares contemporáneos, es el ideal, es la meta que todos debemos tener y lo peor, de nuevo, es que caemos redondos ante eso.

 O porque creen que viven rellenos los gimnasios o los parques de gente corriendo o incluso los quirófanos en varios países? Les digo algo: el que les diga que va al gimnasio por salud es o un gran mentiroso o físicamente la única persona que ha sido obligada a trabajar con muchas máquinas que no reemplazan el ejercicio natural, el que se puede hacer afuera y con diversión, en vez de adentro de un edificio mirando al exterior, como un pez en su pecera.

 No puedo decir que la gente que ha logrado llegar al “ideal” es gente mala. No, no lo son. Tal vez tontos, inocentes e incluso sin falta de criterio pero no son personas malas. Lo que pasa es que no han entendido que el cuerpo no es una herramienta, ni para tener hijos ni para trabajar. Nuestros cuerpo son vehículos que nos permiten la vida, que nos permiten experimentar lo que hay en el mundo y sin nuestros cuerpos no podríamos vivir miles de sensaciones que son las que hacen de vivir algo que vale la pena.

 Y para vivir con todas las de la ley no se necesita que el cuerpo sea de una manera u de otra, solo se necesita que funcione medianamente bien y para que lo haga debemos conocerlo. Porque será que cuando estamos más desinhibidos es cuando nos damos cuenta de cómo son las cosas en realidad? Porque no todos tenemos relaciones sexuales con supermodelos y sin embargo disfrutamos de esa experiencia, sin importar aspectos ni nada tan superficial como si es de una manera o de otra.

 El sexo, que a pesar de ser más abierto ahora que en el pasado, sigue siendo tabú para muchos y más cuando se considera las realidades que siempre han existido como el sexo homosexual, la asexualidad y otras variantes. El punto es que cuando estamos allí, ya no vemos nada más que las maneras de conseguir y hacer sentir placer. A la mayoría ya no le importa si tiene un abdomen marcado o grande senos porque cuando tenemos relaciones sexuales lo hacemos con toda la persona y no con solo una parte. El hecho de que disfrutemos no dependerá entonces de nada superficial sino más bien de un conocimiento, de las partes involucradas, sobre el cuerpo y lo que se siente bien y mal, lo que nos gusta y lo que no.


 El caso es que no existe un ideal. No debemos creer las mentiras que nos dicen, sobre ser más felices de una manera o de otra. Si aprendemos sobre nosotros mismos y somos sinceros con nosotros mismos, querremos a nuestro cuerpo como es y no como otros dicen que debería ser. Y, al fin y al cabo, es algo nuestro y la única opinión que cuenta es la propia. No olvidemos ese pequeño gran detalle.

domingo, 5 de octubre de 2014

La realidad del placer

El sexo siempre había sido bueno. No tenía como no serlo. Eran personas que disfrutaban del placer y sabían muy bien sus gustos. Así que por ese lado, parecía que no iban a haber problemas.

Pero Andrés quería más. O menos, dependiendo del punto de vista. La relación con David era buena pero basada en un gusto puramente carnal. Siempre que uno, casi siempre David, deseaba pasarla bien llamaba al otro y quedaban en alguno de sus hogares. Y así había sido durante el último año.

Esta vez no era diferente. Andrés estaba desnudo, orinando en el baño del apartamento de David, cuando se dio cuenta lo aburrido que estaba de toda la situación. Era una rutina incesante y ya tenía suficiente con la rutina del trabajo como para tener otra basada en el placer. Placer que, dicho sea de paso, ya no era igual que antes. Sí, lo pasaba bien. No podía decir que no. Pero la emoción, el sentimiento real, no estaban, si es que lo estuvieron alguna vez.

Andrés se cambió con rapidez y salió del apartamento tan rápido como pudo. Solo llevaba su celular, una tarjeta de transporte y un par de billetes enrollados. Esa era otra cosa que le molestaba: siempre tenía que salir a hurtadillas como si fuera un ladrón o algo peor. Nunca se había quedado para ver a David más despierto, mucho menos compartir algo más con él que el sexo. Era como un acuerdo tácito y hoy no era el día para romperlo.

Salió del edificio rápidamente, apenas mirando al portero, y salió a la luz azul de la mañana de un sábado bastante frío, al menos a esas horas de la mañana. Tenía hambre y por eso, en vez de encaminarse a la parada de bus más próxima, se fue caminando hasta una panadería.

En el camino, tiritando del frío, pensó en su situación sentimental: era inexistente. No era posible seguir acostándose con un tipo nada más porque se veía bien y se entendían en la cama. De hecho, estaba seguro que David tenía más amigos de ese estilo y que Andrés para él solo era carne, por feo que suene.

Un fuerte olor a pan recién salido del horno interrumpió los pensamientos de Andrés apenas entró a la panadería. Tantos olores deliciosos hicieron que su panza empezara a reclamar, con vehemencia, algo de comer y sus pensamientos sobre su vida amorosa desaparecieron por el momento.

Había algunas mesas pero ninguna estaba ocupada. Miró los estantes y demás mostradores: todo se veía delicioso.

 - Tenemos galletas también, con mermelada.

De atrás del mostrador apareció un joven, algo menor que él. Andrés sonrió sin pensarlo.

  - Gracias.
  - Que le gustaría?

El chico tomó una bolsa y la abrió rápidamente.

 - No voy a llevar. Voy a comer aquí.

El joven sonrió. Andrés se sintió sonrojar.

  - Quiero dos galletas de mermelada, un croissant de jamón y queso y... Tienen de tomar?
  - Sí. Café con leche, chocolate, café negro,...
  - Chocolate.
  - Se lo llevo a la mesa.

Y antes de que Andrés se volteara, el chico le guiñó el ojo. Si no estaba rojo antes, ahora sí que lo debía de estar.

Se sentó en la mesa más cercana y sacó los billetes que tenía. No era mucho pero seguro era suficiente para lo que iba a comer. Y como tenía su tarjeta de transporte podría llegar a casa rápido para descansar y, seguramente, seguir pensando.

El chico le trajo dos platos: uno con las galletas y otro con el croissant.

  - Recién salidos del horno. Voy por el chocolate.

Andrés asintió, sin mirarlo. El croissant estaba caliente todavía y sabía delicioso. Lo consumió completo antes de que el chico volviera con el chocolate.

  - Hambre?

Andrés sonrió. Y le contó que no comía desde el almuerzo de el día anterior. Fue así que el chico se sentó frente a él y le contó que había veces que él no comía por varias horas, a pesar de estar rodeado por comida. Era una regla no comer nada de lo que hacían.

  - Es tu negocio?

El chico rió y le explicó que era un negocio familiar. Andrés se disculpó por robarle su tiempo pero el joven le dijo que ya había puesto todo en su lugar y que era demasiado temprano para que llegara alguien. No era un barrio muy movido.

  - Vive cerca?
  - No, estaba... en casa de un amigo.

Y entonces sintió la urgencia de decir la verdad. Mucha gente decía que, a veces, es mejor hablar con un completo desconocido y no con alguien que ya sabe como eres. Andrés le contó todo, omitiendo algunos detalles, pero explicando cual era su dilema.

El chico no dijo nada durante todo el discurso. Solo levantó la cejas, frunció el ceño y asintió. Al terminar Andrés, se quedaron en silencio por un rato, que él aprovechó para comer una de las galletas con su chocolate. Entonces, el chico le dio su opinión.

  - Debería estar solo con gente que lo aprecie por quien es, tanto lo mental como lo físico. Si alguien solo quiere una parte del todo es que no quiere saber de la otra parte y eso está mal, creo yo.

Y el joven panadero tenía razón. Ese era el verdadero punto de todo este asunto.

Andrés le agradeció por su opinión y terminó su segunda galleta y su chocolate. Se despidió, no sin antes pedirle al joven el número de la panadería ya que le había encantado su desayuno. El chico le dio un papel con los números y la dirección. Se despidieron sin mayor consecuencia.

Ya en su casa, Andrés se recostó en la cama y se dio cuenta que el primer paso era suyo. Le escribió a David, diciendo que no podía seguir así y pidiendo no contactarlo más. La respuesta de David llegó luego pero Andrés la borró sin leerla. No había razón para hacerlo.

Había entendido que debía valorarse para que otros los hicieran. Y someterse a hacer algo que no le brindaba nada, era negarse el lugar que en verdad merecía. El placer no era algo malo. Al contrario. Pero compartirlo con alguien que no lo apreciaba era una pérdida de tiempo y energía.

Antes de quedar dormido en su cama, con la ropa puesta, recordó el delicioso oler del pan recién horneado y como deseaba cambiar su vida, a partir de ese día.