Sayuki se había quejado todo el tiempo sobre
su vestido y los zapatos. También sobre el peinado tan apretado que parecía
estirarle toda la cara y lo difícil que era sentarle en un vestido que era tan
apretado y no cedía ante nada. Pero al verse en el espejo antes de salir, se
dio cuenta que todo su esfuerzo había válido de la pena. Su familia la esperaba
en el coche. Apenas pudo bajar, lo que le tomaba bastante tiempo con las
sandalias tradicionales, emprendieron el camino hacia la ceremonia a la que estaban
invitados.
Demoraron una media hora en llegar. La boda se
iba a realizar en un hermoso hotel en la montaña. El lugar era perfecto para
cualquier tipo de ceremonia. Había sido la madre de Sayuki la que se lo había
recomendado a su hermana, quién a su vez se lo había recomendado a su hija
Tomoko, quién era la que se iba a casar. Todo el que entraba quedaba
completamente enamorado del lugar.
Se tenía que cruzar un puente de madera para
llegar. La zona del parqueadero estaba del otro lado. El hermano de Sayuki la
ayudó a bajar al suelo y desde allí pudo caminar por si misma. El asfalto era
perfectamente plano, muy uniforme. No pudieron evitar pensar que se debía
precisamente a que querían evitar cualquier tipo de accidente que la gente
pudiese tener vistiendo ropas tradicionales. Después de todo, el lugar era muy popular con bodas y
eventos parecidos.
Habían llegado temprano. Pasando la recepción
estaba el alón de eventos donde se celebraría la fiesta después de la boda. Le
habían dicho a Sayuki que para ella podía cambiarse a ropa común y corriente.
Traía lo necesario en una pequeña maleta que su madre le había ayudado a
empacar. Era bueno saber que no tenía que quedarse toda la noche con el mismo
traje que no la dejaba moverse nada. Era una mujer joven y, por lo tanto,
deseaba divertirse como cualquier otra.
La ceremonia como tal iba a tener lugar en un
pequeño templo alejado de la recepción. Se podía ver desde el lobby el techo
del lugar con dragones adornando las entradas, cubierto de árboles y plantas
por todas partes. El bosque que había detrás del hotel cubría el templo un poco
y le daba una sensación bastante agradable al jardín trasero. Salieron a él
momentos después, a contemplar la belleza de la naturaleza.
La idea era ir al templo para sentarse de una
vez pero Sayuki estaba demasiado absorta con el paisaje para fijarse en donde
pisaba. Por eso dio un mal paso y cayó de rodillas sobre una piedra que hacía
la vez de camino hacia el templo. Se puso de pie como pudo, pues no había nadie
que la ayudase. Todos podían caminar más rápido y estaban instalándose en el
templo.
Un poco enojada por ser la única que debía
vestirse así, tal vez con la excepción de la novia, Sayuki decidió tomar una ruta alterna y
demorarse un poco en su paseo por los jardines antes de ir a sentarse. Era
hermoso pues la primavera había llegado hacía unas semanas y las flores de
cerezo crecían por todas partes. Creaban casi como nubes de color rosa y blanco
que, igual que las del cielo, parecían tener formas. Caminaba despacio entre
los árboles, pensando también en las razones que la llevaban allí.
Su prima no era alguien por la que sintiera un
cariño especial. Su madre era muy cercana a su hermana y era más por eso que
estaban allí, sonriendo a todos los viejos miembros de la familia que no veían
en años y a cualquiera que los halagara por sus vestidos tradicionales. Pero la
relación entre las dos chicas era casi nula. Su prima además era algo mayor así
que no era como si tuviesen gustos exactamente iguales.
Además estaba el hecho de que se estuviese
casando. Era algo que Sayuki apenas había contemplado como una posibilidad en
el futuro. Y aunque no eran de la misma edad, las dos eran consideradas por sus
familias como “en edad de casarse”. Su madre, de hecho, a cada rato hacía
bromas un poco agresivas sobre el hecho de que Sayuki jamás hubiese llevado un
novio a la casa. También hacían bromas sobre su falta de interés en la cocina y
en los cuidados de la casa.
Sayuki estaba en el universidad estudiante
para hacer dibujante profesional. Su meta era poder trabajar en el mundo del
manga pero eso era un objetivo a largo plazo ya que sabía que no era una
industria fácil a la cual entrar. Pero era lo que le gustaba y se la pasaba
dibujando todo el tiempo. De hecho, había que detener un hermoso dibujo de los
cerezos que veía por su ventana cuando su madre había venido a obligarla a
poner el traje tradicional para la boda.
No se había dado cuenta que se había alejado
bastante del hotel y del templo. De hecho, el bosque se había vuelto más espeso
a su alrededor y el camino se había vuelto de tierra compacta, sin piedras casi
circulares formando un camino. Se devolvió sobre sus pasos pero parecía caminar
en círculos pues no llegaba a ninguna parte.
Después de un buen rato de caminar, se sentía
tan cansada y frustrada que decidió recostarse contra una piedra. No había
visto que la roca estaba cubierta de musgo: Sayuki resbaló al suelo y fue a dar
tras unos arbustos que estaban al lado de la roca. Salió como pudo de entre las
hojas, a gatas, y se odió a si misma al ver lo mucho que había arruinado su
vestido: tenía más de tierra y pasto. Su madre la mataría.
Cuando alzó la mirada para ponerse de pie, se
dio cuenta del lugar donde estaba. Había caído junto a la orilla de un lago hermoso,
limpio y casi se podría decir que brillante. Al lago caía una chorro de agua de
entre unas rocas más elevadas. El sonido era tranquilizador, casi mágico.
Sayuki se puso de pie y se acercó a la orilla, fascinada por el lugar. Parecía
sacado de un cuento de hadas, de esos donde hay alguien que concede deseos a
las almas perdidas.
De pronto, el sonido de algo moviéndose en el
agua llamó la atención de Sayuki. Al acercarlo lo más posible, se dio cuenta de
que se trataba de una carpa enorme. Parecía ser el único animal en vivir en la
laguna. Daba vueltas en círculos. Era mucho más activa que la mayoría de las
carpas. Sayuki se quedó mirándola un buen rato hasta que recordó la boda y
decidió darse la vuelta para encontrar el camino.
No había caminado dos pasos cuando una voz
gruesa llamó. Al instante se dio la vuelta pero no había nadie allí. Al
alejarse de nuevo, la voz resonó de nuevo, diciéndole que se quedara con ella. Sayuki miró a un lado y al otro,
sin poder encontrar la fuente de la voz. Entonces la carpa asomó la cara por la
superficie del agua y habló, sin mover la boca pero claramente mirando a Sayuki
para que supiera quien hablaba.
La joven quedó sin voz. Pensó que seguramente
se había golpeado y estaba imaginándolo todo. No se pellizcó ni nada por estilo
sino que decidió creer que de hecho estaba dormida. Saludó a la carpa como si
fuera lo más normal del mundo, siguiendo el juego. El pez pareció sorprendido
pero entonces habló de nuevo y le dijo a Sayuki que por ser la primera persona
en visitar su laguna secreta en mucho tiempo, tendría la oportunidad de pedir
un solo deseo.
La chica casi ríe porque el sueño era tan
obvio. Pero aún así decidió pensar en un deseo bueno por si la cosa se extendía
más de la cuenta. Hubiera podido pedir algo ridículo como un traje nuevo de
colores brillantes o muchas flores o algo tonto como un perro rosa o algo así,
pero no creía que fuera lo suficientemente atrevido. Al final, decidió pedirle
a la carpa que su familia dejara de insistir con lo de casarse y todo eso. Así
de simple.
De pronto se despertó y lo hizo sonriendo. A
la boda llegó cuando estaban terminando y su madre la miró de manera
reprobatoria. Lo bueno era que podía cambiarse ya para la recepción donde
podría comer y bailar. Lo curioso fue que jamás nadie la comparó a su prima ni
le preguntaron por un novio o potencial esposo. A otras sí pero a ella no.
Sayuki sonreía sola y, en silencio, brindó por la carpa de la laguna secreta.
Estaba agradecida.