Mostrando las entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta memoria. Mostrar todas las entradas

sábado, 28 de marzo de 2015

El otro

   Lo peor de todo no es el dolor sino la confusión y el miedo. Siempre que me despierto estoy asustado por lo que pueda pasar, por lo que pueda haber pasado la noche anterior. Hay días que amanezco en casa, tal vez con las sabanas muy revolcadas, pero sin nada más extraño que eso. Pero ha habido otros en que amanezco en camas extrañas, calles extrañas o incluso en parajes solitarios que nunca había visto. Es como si mi mente decidiera traicionarme de tanto en tanto y como si fuera un ser aparte, que me controla como un títere, a su gusto.

 Esto empezó a ocurrir hace unos seis meses. Estaba en un viaje de negocios y tenía que hacerlo por carretera ya que tenía muchos pueblos que visitar. Soy gerente de ventas para una compañía que les vende máquinas de construcción a varias compañías y tratamos de que los gobernadores y alcaldes nos conozcan. No puedo decir que nunca he recibido algún dinero extra por mi trabajo, pero la verdad eso no me avergüenza. Al fin y al cabo, no soy yo el que está regalando dinero que no es propio.

 En todo caso, uno de esos pueblos quedaba muy lejos, en las montañas. Era esencial llegar allí porque había minas cerca y seguramente estaría alguien interesado en comprar máquinas para extraer cualquier tipo de mineral que quisieran tomar del interior de la Tierra. Cuando llegué, fui bien recibido. Era un lugar pequeño pero me trataron como en casa: me quedé en una casa de familia muy bonita donde me trataron como a un familiar, me dieron un recorrido personalizado por el pueblo y tuve razón al pensar que tendría éxito porque cerré contrato con dos empresas, la alcaldía y dos particulares.

 No dudé cuando me propusieron que, antes de irme, explorara los bosques cercanos y acampara allí una noche. Nunca había hecho nada parecido. Amo mi cama y dormir en una, jamás le he visto el placer a tirarse al suelo y dormir cubierto de bichos y con un olor peor al de los zorrillos que andan por el bosque. Pero lo hice porque me habían comprado y tratado tan bien que no hacerlo hubiese sido una grosería.

 El bosque era de robles y pinos y otros árboles bastante grandes. Era como estar en una película. El viento frío soplaba con fuerza pero estaba tan fascinado con la vista que simplemente no le hice caso al clima. La verdad era que no le hice caso a nada más y tal vez por eso pasó lo que pasó. Llegamos al borde de un lago casi perfectamente circular y decidimos acampar allí. Éramos tres hombres y dos mujeres. Yo era el único forastero. Cuando todo el campamento estuvo armado, empezamos a cocinar la cena y a conocernos mejor.

 Un par de ellos eran jóvenes de apenas unos 18 años y nunca habían salido del pueblo. Lo más lejos que habían ido era una ciudad pequeña que quedaba cerca, que de hecho para mi era otro pueblo. Ninguno había viajado nunca en un avión ni en un barco grande. Les conté de mi trabajo, de los pueblos que había visitado en incluso de mi familia. Les conté que no era casado y que hacía poco me había mudado solo, sin mis padres. Había sido una transición dolorosa, porque los extrañaba, pero ahora era un poco más libre de hacer lo que a mi me pareciera mejor y lo disfrutaba con todo: desde el sexo casual hasta comprar lo que yo quisiera para la alacena.

 Se hizo la noche y después de charlar un poco más decidimos apagar las luces e irnos a dormir. Habían planeado pescar por la mañana para devolvernos al pueblo hacia el mediodía. La verdad es que cuando me acosté, y justo antes de cerrar los ojos, pensé que era un lugar hermoso y que ojalá pudiera volver algún día. Después de eso solo recuerdo partes, como imágenes que están sueltas en mi cabeza pero que parecen no tener ningún lugar en donde encajar. Por unos dos meses pensé que nada de eso había pasado, que nunca había visitado ese lago ni que había conocido a esas personas.

 Lo siguiente que recuerdo es despertar cubierto de sangre en la mitad del bosque. Estaba tan asustado que empecé a gritar. Los pedazos de recuerdos iban y venían: recordaba sentí que me arrastraban, que me golpeaban y que… que me tomaban por la fuerza. Recordaba y sentía los golpes por todo el cuerpo pero las imágenes no se quedaban nunca mucho tiempo en mi mente. Solo flotaban frente a mi y se perdían. El dolor, en todo caso, era real así como el terror que sentía por estar en un lugar que no conocía.

 Traté de ponerme de pie pero el dolor en mis piernas era demasiado, como si me las hubieras doblado a la fuerza. Grité con la poca voz que tenía pero nadie vino. Empecé a llorar y fue entonces cuando me di cuenta que alguien estaba por allí. No podía ver nada también porque mis ojos estaban algo borrosos, pero sentía una presencia, alguien o algo grande cerca de mi. Fuese lo que fuese, nunca se acercó a mi sino que solo me miró y, después de un buen rato, lo oí escabullirse por entre los árboles. Fue entonces que recuperé mi voz y grité con todas mis fuerzas antes de desmayarme.

 Eventualmente me encontraron y me trasladaron al hospital más cercano. De allí me remitieron a un hospital en la ciudad donde vivo. Me hicieron exámenes de todo tipo y algunas cirugías ya que tenía cortes profundos un poco por todas partes. Cuando un día vino la policía a mi habitación del hospital, no pude sino sentir que me iban a dar una noticia horrible. Pero la verdad era que no sabían nada y querían que yo les dijese que había pasado. Les conté de mi problema de memoria y lo único que recordaba pero parecían no creer en nada de lo que yo les decía. Al final, me confirmaron que había sido asaltado sexualmente pero que no había como averiguar quien lo había hecho.

 Era algo que ya sabía entonces no me afectó tanto como la gente pensó que iba a ser. De hecho, algunos se preguntaron si no estaría yo mal de la cabeza por tener una reacción tan pasiva a una noticia tan dura. Lo grave fue que mi cerebro pareció entender esto como una nueva oportunidad para traicionarme porque al otro día, de nuevo, desperté en un lugar que no conocía y tenía pedazos que iban y venían pero parecían ser menos violentos que antes. Cuando me di cuenta, estaba desnudo en un parque y cuando alguien me descubrió, pensó que era algún pervertido y la policía vino a llevarme.

 No fue mucho el tiempo que pasé en la celda. Solo una noche, una sola noche en la que la policía no hizo nada sino tratar de procesarme pero no tenían como. Me mandaron a mi casa y estuve agradecido por ello porque yo solo quería descansar. Era increíble pero a pesar de haberme quedado dormido varias veces en los últimos días, no sentía nada de descanso en el cuerpo. Más bien lo contrario. Fue a la tercera vez, cuando amanecí desnudo en una casa desconocida, que de verdad me asusté.

 Porque de nuevo estaba cubierto de sangre pero esta vez estaba en una casa, en una cama. Pero no eran las mías. Lo peor fue que a mi lado, había algo y contuve un grito al ver que eso que estaba allí había sido una persona. La sangre estaba por todos lados. Solo pude pensar que había sido yo y que estos apagones mentales se debían a que tenía otra personalidad, una mucho menos agradable que la normal. Había asesinado y no me quedé para averiguar quien era. Solo me lavé como pude, robé algo de ropa y de dinero y me fui. Era una casa pequeña en el campo y tuve que tomar un bus de una hora para llegar a mi casa.

 Lo primero que hice fue buscar los resultados de los exámenes que me habían hecho. Luego, hice una cita con una psicólogo particular quien era conocido por hacer sesiones de hipnosis. Decidí que era la única forma de sacar lo que estaba en mi cabeza, de estar frente a frente de lo que me estaba atormentando. Al fin y al cabo era ya no solo una víctima sino también un victimario, un asesino.

 La sesión dio sus frutos pero tal vez fue demasiado efectiva porque cuando volví a mis sentidos, el hombre estaba aterrorizado. Parecía que alguien lo había asaltado: tenía rasguños y golpes y me di cuenta que yo tenía sangre en las uñas y los nudillos raspados. No tuve tiempo de decir nada. El hombre llamó a un instituto psiquiátrico y me internaron. Estoy aquí desde hace tres meses y no parece que vaya a salir muy pronto. Nadie ha venido a visitarme así que no sé si mis padres sepan que estoy aquí, si sepan que estoy loco y que he matado gente.

 Sin embargo, en la soledad de mi habitación, he aprendido a calmarme y a aprender sobre lo que me pasa. Todavía sucede que me duermo y aparezco cubierto de rasguños y hay saliva y semen y sangre por todas partes. Los enfermeros y otros enfermos dicen que hago ruidos horribles en la noche y que parezco un animal en celo, yendo de pared a pared como un lobo con rabia.


 No sé que tengo adentro pero quisiera sacármelo. Nunca me había sentido loco pero ahora empiezo a pensar que tal vez lo esté. No sé si tengo a alguien más adentro o si soy yo el que hago todo y me lo niego. Pero sé que lo que más deseo es que, algún día, eso que tengo dentro me traicione de verdad y decida matarme. No veo otra salida.

sábado, 20 de diciembre de 2014

La sombra del desierto

Entonces abrí los ojos y allí, frente a mi, se veía el mundo. Me senté sobre la cama de piedra, que se sentía más suave de lo que parecía, y abrí los ojos lo más que pude. Era desierto, por kilómetros y kilómetros. Solo arena y el viento moviéndola a un lado y a otro.

Me puse de pie y caminé hacia el borde de la apertura en la piedra y me detuve antes de llegar al final del suelo: siempre había tenido miedo de las alturas. Respiré hondo y me acerqué más y noté que el miedo me dejaba, como si fuera algo fácil de quitar de encima, como la ropa.

Dirigí mi mirada entonces al interminable desierto donde el sol era abrasivo y cada grano de arena parecía saltar del calor. Una tormenta se estaba formando en la lejanía y se podía ver con facilidad desde mi celda. No, no recordaba que había hecho para llegar allí pero sabía que era una celda.

Lo comprobé minutos después cuando un guarda, vestido con un penacho de plumas y bastante maquillaje me trajo de comer y dijo que mi juicio comenzaría en pocas horas. Como era tradición, no podía asistir al juicio. Tampoco quién me acusaba, no sabía de que crimen.

Cuando el hombre salió, me di cuenta de algo que sabía que era extraño pero no reaccioné como si lo fuera: el guarda no caminó sino que voló fuera de mi celda, cuya entrada estaba empotrada en un muro increíblemente alto. Supongo que era para hacer difícil una huida. Nadie podría escapar, a menos que fuera un escalador particularmente hábil.

Me senté en la cama de piedra y comí lo que había traído el guarda, que me había saludado con habilidad, como si fuera huésped en algún hotel de lujo. No era una cárcel normal o, tal vez, no era este un sitio común y corriente del mundo. Estaba yo en el mundo, mi mundo? No lo sé, y no tenía la menor importancia.

Con tranquilidad y siempre contemplando la hermosa vista desde mi celda, me alimenté de un pequeño pedazo de carne extremadamente blanda, acompañada de un puré verde agridulce.  De tomar, algo que parecía leche pero sabía mucho mejor y reconfortaba el cuerpo por completo, como si se adquiriera algo al tomar el liquido.

Cuando terminé de comer, me di cuenta de que no había dejado de mirar al desierto y la tormenta de arena que rediseñaba el terreno a gran distancia de la cárcel. De repente un pensamiento, un loco y extraño pensamiento, me vino a la mente: podría esa imagen, esa hermosa y terrible vista, ser una ilusión? Un truco para mantener a los prisioneros contentos y distraídos? Algo así como un truco de hipnosis pero menos soso y más inventivo?

Pronto, olvidé haber pensado semejante cosa. Me recosté en la cama y vi como un sol de color rojo se iba ocultando tras los montes de arena que tanto me habían fascinado las últimas horas. Quise dormir, tratar de que el tiempo pasara más rápido, pero eso fue imposible. Era como si mi cuerpo tuviera suficiente energía para destruir todo lo que había alrededor. Pero al mismo tiempo no me sentía apto para nada, más que para esperar.

La puerta de mi celda se abrió de nuevo cuando el sol casi había desaparecido por completo. El mismo guarda de antes me sonrió y estiró la mano. Yo la estreché, sin saber porque lo hacía. Me dijo entonces que el juicio había terminado y que yo había sido declarada inocente. Además, algo inesperado para todos, el mismísimo jeque gobernador había pedido mi presencia en su palacio.

Quise preguntarle al guardia la razón para semejante gesto pero supuse que tenía que ver con el crimen que al parecer ya no había cometido. y hubiera sonado bastante extraño no saber la razón por la que estaba en la cárcel, así que no dije nada.

El guarda me dijo que me sentara y, mientras veía los últimos rayos del rey del cielo, el hombre me ponía alguna clase de adhesivos en los pies. Me sentí extraño, como si el hombre frente a mi me adorara por alguna extraña razón. No podía ser la norma que los guardas fueran así de atentos y serviles. Algo no parecía encajar correctamente.

Acto seguido, salimos de la celda. El guarda salió primero y me dio la mano para dirigirme. Volar se sentía muy raro aunque extrañamente natural. No tuve tiempo de disfrutarlo mucho ya que en pocos segundos estuvimos en la planta baja del edificio de roca que era la cárcel. Desde donde estaba ahora, podía ver que tenía al menos cien niveles de celdas y que la torre tenía solo tres caras. En lugar de una cuarta para formar un espacio cerrado, se veía el desierto.

El guarda, con su particular amabilidad, me dirigió a un transporte especial donde habían dos mujeres esperando. Eran las primeras de su genero que veía pero no pude apreciar su rostro ya que iban cubiertas de pies a cabeza con túnicas color naranja. Solo sus ojos, bastante maquillados, era visibles.

Me despedí de mi guarda y, por alguna extraña razón, decidí abrazarlo. El hombre empezó a lloriquear de la nada, como un niño pequeño. No me decía porque pero apretó con fuerza un poco más y luego me dejó ir.

Subí los pequeños escalones del transporte flotante, me senté frente a mis escoltas y entonces vi como la cárcel se alejaba a toda velocidad. Para ser un transporte tan rápido, no levantábamos nada de arena. En todo caso flotábamos sobre ella pero resultaba muy extraño este modo de transporte y mis escoltas no hacían del viaje algo menos particular.

Traté de cruzar miradas con ellas pero, de alguna manera, sabían evitar mis ojos. Entonces miré a la lejana torre que era la cárcel y por primera vez me sentí realmente preocupado. No sabía que pasaba ni adonde me llevaban con exactitud. Quien era ese jeque gobernador que me quería ver? Que había hecho yo para merecer semejante atención? Era todo muy extraño pero, como en la celda, ese sentimiento se desvaneció tan rápido como había aparecido.

Pasados unos minutos, en los que trataba de escudriñar la oscura noche del desierto, noté que las dos mujeres señalaban algo y, por primera vez, me miraban a los ojos.

Señalaban algo increíble, que nunca pensé haber visto: era una pirámide. Pero no una simple pirámide como las de los libros que sabía que alguna vez había visto. No, esta pirámide era de oro puro y miles de luces la adornaban. Era una ciudad, se notaba. Construida en diferentes niveles y con varios puntos de acceso por todas partes.

El deslizador entonces emprendió el vuelo y en poco tiempo se detuvo en el hangar de la zona superior. Previsiblemente, esa debía ser la morada del jeque gobernador.

Las mujeres bajaron primero y luego lo hice yo. Las seguí hacia una gran puerta tras la cual había decenas de mujeres vestidas como ellas. Todas escoltaban gente hacia algún lado, todos vestidos de gala. Cuando nos unimos a la fila de escoltados, muchos de los que seguían a las mujeres me miraban pero muchos más se me acercaron. Querían estrechar mi mano, tomarme fotos o solo decirme algunas palabras de admiración. Pero ninguno era claro, nadie decía su razón para tomar mi mano. Porque era un honor?

Esa fue otra reflexión que olvidé, al ver el enorme salón al que estábamos siendo dirigidos. Había varias mesas por todos lados. Las mujeres dirigían a los invitados a su lugar y, yo esperaba poder sentarme pronto. No sé si fue la luz o el brillo de los objetos en el salón pero tenía ahora un dolor de cabeza insoportable.

Para mi sorpresa, mi silla era una que estaba sola, directamente en frente a la del jeque, que todavía no había llegado. Apenas me senté, mis escoltas se fueron, perdiéndose entre un mar de mujeres vestidas de naranja.

Entonces el dolor de cabeza empeoró. El sonido se tornó una pesadilla, perforando mis tímpanos como cuchillos. Tuve que cerrar los ojos porque las visiones que tenían eran demasiado horrible. Cerrarlos no era mejor pero lo podía aguantar más fácilmente.

Entonces sonó una música extraña y sentí una presencia cerca. Como pude, abrí los ojos. Fue entonces que vi entrar al jeque gobernador, desde el otro lado de la habitación. Mi dolor aumentaba y de pronto fui bombardeado por miles de imágenes y sonidos. Traté de que no se notara pero cuando el jeque estuvo cerca, era evidente que yo no estaba bien.

Me rodaban lágrimas por la cara y, cuando el hombre por fin se sentó detrás mío, lo recordé todo. Como pude abrí los ojos y los vi a todos aplaudiendo y vitoreando, plenamente felices. Lo entendí, pero ya era muy tarde.

 - Bienvenidos señoras y señoras, al sacrificio máximo de este año. - dijo el jeque.

Entonces un ruido cortó el aire y todo para mi fue oscuridad.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Carta Para Mi (Parte 1)

Querido Yo,


te escribo escribo esta carta para hacer algo así como un diario de lo que ha venido pasando en los últimos días. Creo que así podré saber que fui yo mismo quien escribió esto, si es que de un día para otro también olvido quien soy ahora y no solo quien era antes...

Todo empezó el sábado en la mañana. Me desperté, como normalmente supongo que hago, pero en vez de hacerlo en mi cama lo hice en la cama de alguien más. No te imaginas la sorpresa que fue sentir un cuerpo al lado del mío, durmiendo tranquilamente.

En caso de que no recuerdes nada, antes vivías solo. Sí, solo! Tenías un apartamento pequeño pero iluminado en el centro de la ciudad. Aunque la soledad no era total pues tenía un perro raza beagle de nombre Pepe. Era el mejor amigo que has tenido.

Pero él no estaba en esta casa. Ese día me levanté en silencio y salí del cuarto. Pensé que podía haber tomado bastante y resultado en la cama de una mujer desconocida pero no recordaba haber bebido el día anterior. Para serte sincero, quisiera recordar más de nuestra vida pasada pero parece que cada día detalles se desvanecen de mi mente.

Cuando salí del cuarto me di cuenta de que estábamos en una casa, bastante grande y moderna por cierto. Bajé al primer piso cuidando de no despertar a la mujer pero casi fracaso cuando, a mitad de la escalera, un gato blanco y gordo me maúllo porque casi le piso la cola. El horrible bicho (no nos gustan los gatos) salió corriendo hacia arriba.

Al bajar llegué a la sala y me fijé que había bastantes objetos, muebles y fotografías. No les puse atención, más que todo por el hecho de estar sorprendido: una mujer con una casa tan grande y tantas cosas seguramente era mujer con dinero. Y siendo escritor, no viene mal un dinero imprevisto.

Se me olvidaba decirte que somos escritores. Escritor mejor dicho. Publicamos una novela que no tuvo mucha acogida y ahora escribir reseñas de un poco de todo y damos clase en una universidad. Disculpa si te confundo al hablar como si fuéramos dos personas, cuando tu eres yo y viceversa. Se me hace más llevadero así, como si hablara en alguien que puedo confiar.

Fui a la cocina y había café en en la cafetera. Puse a calentar un poco y, mientras tanto, me acerqué a la ventana de la cocina que daba a la puerta de entrada. Parece un sueño ese sitio! Pasto verde como en las películas y un muro bien cuidado que la separa del mundo.

Y ahí me asusté. También se veía el camino para los automóviles y, de hecho, había dos. Una camioneta como las que usan las mamás que llevan a sus hijos al partido de fútbol y un carro más pequeño, gris. Instintivamente pensé que era de su esposo y me invadió el pánico. Tenía que irme pero estaba en boxers y mi ropa seguramente estaba en el cuarto de la mujer.

No sabes el miedo que sentí. Me devolví a las escaleras e iba a subir cuando me detuve en seco y me puse más frío de lo que estoy ahora, escribiéndome.

Había una niña de unos 6 años, abrazando un peluche en forma de elefante, en la parte más alta de la escalera. Sentí como si estuviera desnudo en la mitad de la nieve, como si no tuviera más opción que salir corriendo. Si te soy sincero, creí que la niña iba a gritar o a correr o algo.

Pero no. Bajó algunos escalones, me miró con sus enormes ojos color avellana y dijo:

- Papi, tengo sed.

Sí... Somos papás. O al menos ahora lo somos. Antes nunca estuvimos cerca de serlo ni mucho menos...

Mierda. Estoy en la oficina de este... nuestra oficina, la de ahora. Acaba de sonar el teléfono y era mi secretaria. Aparentemente trabajo en un banco y la verdad, no sé como, pero sé que hacer lo que hay que hacer. Es horrible.

Te escribo esto mientras nadie me ve pero temo que alguien pueda entrar y me vea haciendo esto. No puedo permitir que me internen o algo así. No sin entender que pasa.

Nuestro nombre es Alejandro Domínguez. Somos un escritor y vivimos solos. Ahora somos un contador y tenemos dos hijos y una esposa. Nos aman pero no los puedo amar de vuelta.

No puedo seguir escribiendo. Me busca alguien que no conozco pero que al parecer debería... 

En todo caso quiero que sepas que estoy contigo, si es que las cosas han vuelto a cambiar. Vamos a averiguar que pasa. Te lo prometo.


Fuerza,

Alejo.