Lo peor de todo no es el dolor sino la
confusión y el miedo. Siempre que me despierto estoy asustado por lo que pueda
pasar, por lo que pueda haber pasado la noche anterior. Hay días que amanezco
en casa, tal vez con las sabanas muy revolcadas, pero sin nada más extraño que
eso. Pero ha habido otros en que amanezco en camas extrañas, calles extrañas o
incluso en parajes solitarios que nunca había visto. Es como si mi mente
decidiera traicionarme de tanto en tanto y como si fuera un ser aparte, que me
controla como un títere, a su gusto.
Esto empezó a ocurrir hace unos seis meses.
Estaba en un viaje de negocios y tenía que hacerlo por carretera ya que tenía
muchos pueblos que visitar. Soy gerente de ventas para una compañía que les
vende máquinas de construcción a varias compañías y tratamos de que los
gobernadores y alcaldes nos conozcan. No puedo decir que nunca he recibido
algún dinero extra por mi trabajo, pero la verdad eso no me avergüenza. Al fin
y al cabo, no soy yo el que está regalando dinero que no es propio.
En todo caso, uno de esos pueblos quedaba muy
lejos, en las montañas. Era esencial llegar allí porque había minas cerca y
seguramente estaría alguien interesado en comprar máquinas para extraer
cualquier tipo de mineral que quisieran tomar del interior de la Tierra. Cuando
llegué, fui bien recibido. Era un lugar pequeño pero me trataron como en casa:
me quedé en una casa de familia muy bonita donde me trataron como a un
familiar, me dieron un recorrido personalizado por el pueblo y tuve razón al
pensar que tendría éxito porque cerré contrato con dos empresas, la alcaldía y
dos particulares.
No dudé cuando me propusieron que, antes de
irme, explorara los bosques cercanos y acampara allí una noche. Nunca había
hecho nada parecido. Amo mi cama y dormir en una, jamás le he visto el placer a
tirarse al suelo y dormir cubierto de bichos y con un olor peor al de los
zorrillos que andan por el bosque. Pero lo hice porque me habían comprado y
tratado tan bien que no hacerlo hubiese sido una grosería.
El bosque era de robles y pinos y otros
árboles bastante grandes. Era como estar en una película. El viento frío
soplaba con fuerza pero estaba tan fascinado con la vista que simplemente no le
hice caso al clima. La verdad era que no le hice caso a nada más y tal vez por
eso pasó lo que pasó. Llegamos al borde de un lago casi perfectamente circular
y decidimos acampar allí. Éramos tres hombres y dos mujeres. Yo era el único
forastero. Cuando todo el campamento estuvo armado, empezamos a cocinar la cena
y a conocernos mejor.
Un par de ellos eran jóvenes de apenas unos 18
años y nunca habían salido del pueblo. Lo más lejos que habían ido era una
ciudad pequeña que quedaba cerca, que de hecho para mi era otro pueblo. Ninguno
había viajado nunca en un avión ni en un barco grande. Les conté de mi trabajo,
de los pueblos que había visitado en incluso de mi familia. Les conté que no
era casado y que hacía poco me había mudado solo, sin mis padres. Había sido
una transición dolorosa, porque los extrañaba, pero ahora era un poco más libre
de hacer lo que a mi me pareciera mejor y lo disfrutaba con todo: desde el sexo
casual hasta comprar lo que yo quisiera para la alacena.
Se hizo la noche y después de charlar un poco
más decidimos apagar las luces e irnos a dormir. Habían planeado pescar por la
mañana para devolvernos al pueblo hacia el mediodía. La verdad es que cuando me
acosté, y justo antes de cerrar los ojos, pensé que era un lugar hermoso y que
ojalá pudiera volver algún día. Después de eso solo recuerdo partes, como
imágenes que están sueltas en mi cabeza pero que parecen no tener ningún lugar
en donde encajar. Por unos dos meses pensé que nada de eso había pasado, que
nunca había visitado ese lago ni que había conocido a esas personas.
Lo siguiente que recuerdo es despertar
cubierto de sangre en la mitad del bosque. Estaba tan asustado que empecé a
gritar. Los pedazos de recuerdos iban y venían: recordaba sentí que me
arrastraban, que me golpeaban y que… que me tomaban por la fuerza. Recordaba y
sentía los golpes por todo el cuerpo pero las imágenes no se quedaban nunca
mucho tiempo en mi mente. Solo flotaban frente a mi y se perdían. El dolor, en
todo caso, era real así como el terror que sentía por estar en un lugar que no
conocía.
Traté de ponerme de pie pero el dolor en mis
piernas era demasiado, como si me las hubieras doblado a la fuerza. Grité con
la poca voz que tenía pero nadie vino. Empecé a llorar y fue entonces cuando me
di cuenta que alguien estaba por allí. No podía ver nada también porque mis
ojos estaban algo borrosos, pero sentía una presencia, alguien o algo grande
cerca de mi. Fuese lo que fuese, nunca se acercó a mi sino que solo me miró y,
después de un buen rato, lo oí escabullirse por entre los árboles. Fue entonces
que recuperé mi voz y grité con todas mis fuerzas antes de desmayarme.
Eventualmente me encontraron y me trasladaron
al hospital más cercano. De allí me remitieron a un hospital en la ciudad donde
vivo. Me hicieron exámenes de todo tipo y algunas cirugías ya que tenía cortes
profundos un poco por todas partes. Cuando un día vino la policía a mi
habitación del hospital, no pude sino sentir que me iban a dar una noticia
horrible. Pero la verdad era que no sabían nada y querían que yo les dijese que
había pasado. Les conté de mi problema de memoria y lo único que recordaba pero
parecían no creer en nada de lo que yo les decía. Al final, me confirmaron que
había sido asaltado sexualmente pero que no había como averiguar quien lo había
hecho.
Era algo que ya sabía entonces no me afectó
tanto como la gente pensó que iba a ser. De hecho, algunos se preguntaron si no
estaría yo mal de la cabeza por tener una reacción tan pasiva a una noticia tan
dura. Lo grave fue que mi cerebro pareció entender esto como una nueva
oportunidad para traicionarme porque al otro día, de nuevo, desperté en un
lugar que no conocía y tenía pedazos que iban y venían pero parecían ser menos
violentos que antes. Cuando me di cuenta, estaba desnudo en un parque y cuando
alguien me descubrió, pensó que era algún pervertido y la policía vino a
llevarme.
No fue mucho el tiempo que pasé en la celda.
Solo una noche, una sola noche en la que la policía no hizo nada sino tratar de
procesarme pero no tenían como. Me mandaron a mi casa y estuve agradecido por ello
porque yo solo quería descansar. Era increíble pero a pesar de haberme quedado
dormido varias veces en los últimos días, no sentía nada de descanso en el
cuerpo. Más bien lo contrario. Fue a la tercera vez, cuando amanecí desnudo en
una casa desconocida, que de verdad me asusté.
Porque de nuevo estaba cubierto de sangre pero
esta vez estaba en una casa, en una cama. Pero no eran las mías. Lo peor fue
que a mi lado, había algo y contuve un grito al ver que eso que estaba allí
había sido una persona. La sangre estaba por todos lados. Solo pude pensar que
había sido yo y que estos apagones mentales se debían a que tenía otra
personalidad, una mucho menos agradable que la normal. Había asesinado y no me
quedé para averiguar quien era. Solo me lavé como pude, robé algo de ropa y de
dinero y me fui. Era una casa pequeña en el campo y tuve que tomar un bus de
una hora para llegar a mi casa.
Lo primero que hice fue buscar los resultados
de los exámenes que me habían hecho. Luego, hice una cita con una psicólogo
particular quien era conocido por hacer sesiones de hipnosis. Decidí que era la
única forma de sacar lo que estaba en mi cabeza, de estar frente a frente de lo
que me estaba atormentando. Al fin y al cabo era ya no solo una víctima sino
también un victimario, un asesino.
La sesión dio sus frutos pero tal vez fue
demasiado efectiva porque cuando volví a mis sentidos, el hombre estaba
aterrorizado. Parecía que alguien lo había asaltado: tenía rasguños y golpes y
me di cuenta que yo tenía sangre en las uñas y los nudillos raspados. No tuve
tiempo de decir nada. El hombre llamó a un instituto psiquiátrico y me
internaron. Estoy aquí desde hace tres meses y no parece que vaya a salir muy
pronto. Nadie ha venido a visitarme así que no sé si mis padres sepan que estoy
aquí, si sepan que estoy loco y que he matado gente.
Sin embargo, en la soledad de mi habitación, he
aprendido a calmarme y a aprender sobre lo que me pasa. Todavía sucede que me
duermo y aparezco cubierto de rasguños y hay saliva y semen y sangre por todas
partes. Los enfermeros y otros enfermos dicen que hago ruidos horribles en la
noche y que parezco un animal en celo, yendo de pared a pared como un lobo con
rabia.
No sé que tengo adentro pero quisiera sacármelo.
Nunca me había sentido loco pero ahora empiezo a pensar que tal vez lo esté. No
sé si tengo a alguien más adentro o si soy yo el que hago todo y me lo niego.
Pero sé que lo que más deseo es que, algún día, eso que tengo dentro me
traicione de verdad y decida matarme. No veo otra salida.