lunes, 22 de agosto de 2016

Mis sueños

   De repente, estaba caminando por un paraje desconocido. Bajo mis pies, una extensa playa de arena fina y blanca, sobre mi cabeza un cielo tan azul y desprovisto de nubes que me hicieron dar cuenta de inmediato que no estaba en ningún lugar que conociera bien. De hecho, cuando me di cuenta que el agua se movía de forma extraña, supe que no era que estuviese en un sitio desconocido sino que estaba soñando.

 Era raro porque por mucho que me esforzaba, no podía recordar cuando me había dormido. Puede que hubiese sido en casa, en la noche, pero tal vez estuviese dormido en otra parte con la imaginación funcionando a máxima potencia.

 Saber que estaba soñando no fue suficiente para detener el  extraño sueño. El agua que parecía sólida se convertía en liquido apenas me agaché a tocar. Era gua común y corriente y sin embargo parecía un espejo pocos metros más allá, como si se hubiese congelado o, mejor aún, como si toda la zona fuese una enorme porción de gelatina. Me puse de pie y seguí caminando por la orilla, mirando hacia el horizonte a ver si avistaba lo que yo creía que podía estar más allá. Pero no vi nada de nada por mucho que me esforcé. 

 Fue entonces que me di cuenta que no había sol por ninguna parte. Es decir, se sentía el calor del sol y ciertamente había luz natural iluminándolo todo y sin rellanar nada en particular. Era algo muy extraño no ver la típica esfera amarilla colgando encima de mi cabeza. De todas maneras seguí caminando, como si supiese muy bien para donde estaba yendo.

 La fina arena se metía entre mis dedos pero se retiraba con suavidad, apenas dejando atrás un polvillo de polvo en mis pies. Se sentía tan real que tuve que agacharme a tomar un poco del suelo para tocarla con las manos. En efecto era como tratar de sostener agua en las manos: la arena era tan fina que se escurría con facilidad. Era más parecida al agua de verdad que el agua que había allí.

 Después de tocar la arena fue que me di cuenta de que estaba desnudo. No llevaba ninguna prenda de ropa, ni una gorra ni unos calzoncillos ni medias ni nada. Estaba completamente dormido y solo en el escenario así que podía seguirlo así todo el tiempo que quisiera y no pasaría nada. Estar desnudo, de todas maneras, se sentía excelente. No había espejos para verse uno mismo pero no era necesario: me sentía perfectamente bien y nada incomodo.

Caminé hacia la parte alta de la playa y entonces vi que su extensión era limitada y que, hacia el otro lado, había algo que brillaba en la oscuridad, pues a un lado de la playa, del lado opuesto al agua, todo era oscuro y apenas se intuía que había más de lo que se notaba.

 Sin pensarlo dos veces, empecé a caminar hacia el brillo de luz. La intensidad del sol artificial fue decayendo poco a poco y muy pronto mi cuerpo sintió el frío que emanaba de la región oscura de mis sueños. Pronto ya no hubo más luz, la playa ya no existía y solo estaba yo flotando en el espacio. Podría parecer es una situación un tanto desesperante pero creo que jamás me he sentido más en paz. Era como una pequeña sala de meditación, en la que podía pensar sobre cualquier cosa y  estar completamente cómodo con mi análisis personal.

 Allí no me quedé mucho tiempo. Se sentía bien pero no había nada que quisiese pensar mucho o sobre analizar. Ya esa etapa se había terminado y ahora estaba muy emocionado por lo que podría ser en un futuro, la siguiente etapa del extraño sueño.

 No tuve que esperar mucho. Aparecí tal cual como soy, todavía sin ropa, en mitad de una calle muy comercial con gente yendo y viniendo por todas partes. No lo miraban para nada y él entendió que su objetivo no era ponerles atención sino buscar algo mucho más completo, más real. Caminé por la acera de mi imaginación, encontrándome con puestos de comida y gente ejercitándose. Algunas personas parecían de verdad vivir allí. Era como si de verdad creyeran ser reales.

 Después de caminar un buen rato, llegué a un edificio muy alto y entré sin decir nada. No tenía pase ni dinero pero eso no impidió que me dejara seguir como si el edificio fuese mío. Ya adentro, volvía a estar completamente solo. Me dirigí a la zona de ascensores y esperé a que llegara uno. Me miré en los espejos mientras tanto y fue entonces que me di cuenta que en todo este segmento no había un solo espejo por todas partes. Ni dentro del ascensor ni en la zona de espera ni en ningún lado.

 Cuando la puerta del aparato se abrió, me metí sin pensarlo. El viaje al piso más alto fue bastante rápido, mucho más de lo que sería si en verdad estuviese en el ascensor, si fuese una persona real con dedos que estuviesen apretando los botones correctos.  Cuando se abrió la compuerta, sentí el aire del exterior y fue cuando vi que había llegado a la parte más alta de la Torre Eiffel. Son embargo, no se veía nada allá abajo.

 Como estaba solo, me senté en el metal y miré hacia la neblina que cubría la ciudad abajo. Me puse a pensar que este sueño no tenía sentido alguno, siendo el único denominador común el hecho de estar desnudo en todas las tomas. Estaba claro que tenía que ver con imagen o algo por el estilo pero no lograba ubicarme dentro del mundo de los sueños. Tanto intenté, que por un momento el tiempo pareció frenarse.

 Creo que fue lo aburrido que estaba lo que cambio el escenario de nuevo: ya no estaba en la parte más alta de una torre sino que estaba en una fiesta llena de hombres sin camiseta. Solo yo estaba completamente desnudo y a nadie parecía importarle. Con mis amigos presentes, bailamos un buen rato. Era una fiesta de día con montones de personas por todas partes, reconocía muchos rostros pero no distinguía sus voces la una de la otra. Daba un poco de miedo cuando se acercaban demasiado pero era todo un sueño y sabía que no podía lastimarme.

 Desperté de golpe, cubierto en sudor, con la única sabana que tenía como cobertor. El calor del verano se sentía por todos lados, sintiéndome pegajoso con todo lo que tocaba. Antes de despertar propiamente me puse de pie como pude y caminé hasta el baño. Miré mis pies caminando y pude reconocer que los pies que tenía en el sueño eran diferentes. No lo di mucha importancia a ese detalle. Oriné y luego pasé por la cocina . Me serví cereal con leche y nada más pues no me gusta cocinar nada por la mañana.

 Fue llegando a mi habitación que me di cuenta de que estaba desnudo de nuevo. Tras dejar el plato de cereal en la mesa de noche, me recosté en la cama y cerré los ojos por un momento. Todo se sentía extraño después de haber soñado tanto, me sentía como después de una operación o algo así. No sé que era lo que había pasado pero sabía que era algo que tenía que ver conmigo, obviamente.

 Me senté en la cama y empecé a comer mi cereal viendo que había en la tele y entonces, pasando los canales, me di cuenta de que muchas de las personas que había visto en esa calle imaginaria estaban ahora allí, mirándome desde las imágenes de la televisión. Al comienzo pensé que era una extraña coincidencia pero después entendí que la explicación era muy simple: no había dejado de soñar. Me pellizqué al instante y no sentí nada. Frustrado con mis sueños, tiré el plato de cereal al suelo y no se rompió ni se regí, solo quedó mágicamente de pie como si nada.

 Salí por la puerta de mi habitación y afuera había un balcón enorme. Había instalado un set fotográfico con luces y una cámara muy moderna, perfecta para buenas tomas. Debía haber un fotógrafo pero jamás le vi la cara. Tras un flash y otro, por fin me sentí de despertar de verdad. Estaba desnudo de verdad pero esa sí era mi cama y mis pies se veían normales. Estaba sudando mucho miraba de un lado al otro.


 De nuevo me pellizqué con fuerza y esta vez marqué mi piel, casi sacando sangre. Me puse de pie y pronto olvidé lo que había soñado. No pensé más en ello pues no creo que signifique nada. Solo había sido un viaje a mi interior.

sábado, 20 de agosto de 2016

Big versus small

   Amanda hated that big departments store, the one that had being opened just a few months ago by the highway. It was mainly because every time she drove past it, it was packed with people and everyone from every corner of town had at least been there looking around. Besides the crow factor, she really disliked all those big brands that didn’t really specialize in anything, instead selling every single thing under the sun. It seemed greedy to her, from a business point of view.

 Everyone else loved it, even her own family. The day they had the idea to go to buy some of the Christmas supplies to decorate the tree; she was adamant in buying them in the Christmas store she had always gone to in the neighborhood. It was owned by a very nice woman who brought all of the objects from her town, where many of her family members helped in the process of making the ornaments. But now the number of people going there was diminishing a lot due to the new big store opening so close by.

 She decided to due that shopping herself in the small store from the neighborhood and found everything she needed right there. It was appalling it see that there was not one other person buying anything in the store and it was the precise season to do it. The owner of the store was so grateful, so gave Amanda one extra box of silver handmade balls for the tree. She didn’t wanted to accept them but looking straight in the eye of the woman, she decided it was best not to argue.

 When she returned home, she discovered her family was not there. Amanda was very angry because it was clear they had gone against what she had said. Of course, she hadn’t forbidden them to go to the big store but she was very disappointed that her own family was not supportive of the people they had known their entire lives. When they arrived with bags full of stuff, she ignored them and had an early night.

 Her husband even attempted to have sex with her but she refused, turning all the lights off and giving her back to him. There was no way she was going to have sex with someone that didn’t respect her convictions and everything she stood for. So she just closed her eyes and tried very hard to go asleep fast. She took several hours to do so, whereas he fell asleep in a second.

 The following morning, she discovered the fridge and the cupboard had been filled with products from that big store. Every single thing from there was twice as big as a normal product: the cans of beans left no room in their space, the soda had to be displaced next to the fruit to fit into the fridge. And the ice cream occupied almost the whole freezer compartment. To Amanda, it was obscene.

 Every time in the following days and weeks leading to Christmas, it was really hard to pass by the small store and seeing how no one was entering. One day, she decided to do something about it. She stopped by and looked for the owner. She spoke to her briefly about wanting to help her make the store the preferred Christmas store once again. The old woman was not convinced as she thought the big store was too attractive for people to stop going there.

 She confessed Amanda to have been there and told her hat the boxes of decorated balls and other ornaments for trees had many more product inside and the cost was ridiculously cheap. It was practically impossible to sell something cheaper; it would be like giving it away for free. She seemed very sad about her discovery; maybe even to the point she wanted to cry. But Amanda told her they could make something about it.

 The first step of her plan was doing what Fanny, the owner of the small Christmas store, had done before her: Amanda had to go to the big store and see for herself what it was that people bought there and why they all went there instead of shopping for nicer things in the small family store. It was difficult for her to confess that she had to go there and that’s why she waited for everyone to be busy to do it. Her husband and kids were in their final weeks of work and school, respectively, so it was perfect timing.

 The day she went to the big store, she was able to find a parking space in no time, even with most of them being already occupied. For a moment she felt please but then remembered what her mission was there. Inside, she decided not to ask anyone where to go because she thought it would look kind of strange if she ask for Christmas decorations and days later the other store got new things.

 So she wandered around, looking at the frozen foods section, which consisted of five very long aisles, the pet area that was like a small city and the automobile department, which had a very strong smell of new car, an aroma she had always loved. It was something very difficult to ignore but she was able to do it once she finally got to the Christmas ornaments area, which was packed with people looking for stuff.

First, she took pictures with her cellphone of what they had on display. Then, he paid close attention to the items that people seemed to be buying more. She pretended to be curious about some teddy bears to hang on the tree every time a worker went by her. She knew they wouldn’t appreciate her corporate spying at all. After an hour or so, she decided to go back home and analyze the situation.

 The very next day, she visited Fanny to have a talk about the ideas she had for the store and its products. The first thing was to give it a new look, inside and out. So she did a whole presentation, kind of a proposal to Fanny, of what to do and how to it. Fanny was so moved by the passion Amanda had put into it that she decided to go along and let her try to make her store an important part of the Christmas tradition again.

 Amanda’s family began to wonder where she went every single morning and afternoon. Her and her car disappeared so often that her children began to miss her mother’s presence, even if it was only to complain about something or if they needed her to take them somewhere in the car. Those duties were passed on to the father, which was definitely not very pleased to be the new chauffeur of the house.

 Back in the store, Amanda and Fanny had bought supplies in order to start the remodeling. They weren’t going to do something very deep because there was no time to hire professional to do any profound work. Besides, Christmas was not very far away and they had to take advantage of every single day they had. The idea was to have the store ready by December the 1st, in order for Fanny to get at least three weeks of good sales. Amanda felt they could do it easily.

 The first thing was to ask Fanny’s family in her hometown to change the design on the balls. They had to make new designs, more modern but still hand made. They decided to go with new colors and themes for each of the boxes. The idea was to make every single box of ornaments a very unique one. Fanny’s family was very happy with the idea and they got to work immediately.

 The second part of the remodeling was decoration. They spent a whole afternoon looking for the right paper with the perfect colors to do the decorating inside and outside. They also bought a 3D projector, which illuminated a wall in the outside and gave nice images of Santa Claus and other Christmas characters. That was the most expensive thing but she assured Fanny that it was going to be a great investment.


 They worked together intensely for the remainder of November and when December the 1st came, they held a big inauguration party where they invited every single person in the neighborhood. The new ornaments arrived just in time and they flew off the shelves, having to order a second bigger batch the next day. The store was a success and it was Amanda who had made it possible. She felt really proud of her work. She had proven everyone, including herself, that she had a very good head above her shoulders.

viernes, 19 de agosto de 2016

Terminamos

   El día de hoy creo que tuvimos que parar unas diez veces en el camino entre la casa y el supermercado. Siempre he dicho que no me importa pero hoy confieso que casi pierdo la cabeza cuando todas esas personas, casi todos hombres, se le acercaron a Matías a pedirle su autógrafo. Como siempre que pasa, decidí seguir caminando y lo esperé un poco más allá, tratando de no llamar la atención sobre mí. Bajo la sombra de un árbol enorme, me di cuenta de cómo lo miraban y lo que pensaban mientras él firmaba sus camisetas, cuadernos o portátiles.

 Tenían pura lujuria en la mirada. No se puede describir de otra manera. Incluso algunos se tocaban el pantalón de manera inapropiada, obviamente conscientes de que él podría darse cuenta. Querían que se diera cuenta para crear así algún tipo de tensión sexual que ciertamente yo no iba a permitir. Sentí un impulso horrible de lanzarme encima de cada uno de esos fanáticos y arrancarles la cabeza con mis propias manos. Esa era la cantidad de rabia que tenía acumulada.

 Lo que terminé haciendo fue lo mejor: él sabía que íbamos al supermercado así que simplemente me di media vuelta y seguí caminando hacia allí. Para cuando llegó, yo ya estaba en el segundo pasillo, eligiendo los alimentos congelados. Se me acercó sin decir palabra. Luego comentó algo sobre las papas fritas que más le gustaban. Sentí otra vez mucha rabia pero me la tragué toda y seguí el día como siempre.

 Cuando volvimos a casa, el teléfono sonó justo cuando entramos. Matías dejó las bolsas que venía cargando en el suelo y corrió para contestar. Como casi siempre que sonaba el teléfono, era su agente. Casi siempre a la misma hora, todos los días, ella llamaba para recordarle todos los compromisos que tenía pendientes para la semana y todo lo que tenía que preparar para la semana siguiente, si es que lo había. Las llamadas solían demorarse, al menos, una hora.

 Organicé yo solo el mercado en la cocina. Una vez terminado, fui a la habitación y me recosté. Tenía un dolor de cabeza horrible desde hacía varias horas. Sin quererlo, me quedé dormido y desperté en la oscuridad unas dos horas más tarde. Lo llamé pero no estaba. Al parecer había salido y no me había dicho nada.

 Hice algo que casi nunca hacía. Tomé mi celular y llamé a una de mis amigas. Hablamos un buen rato, sobre todo de mi relación con Matías. Yo casi nunca pedía auxilio pero esa vez creí necesario que alguien me escuchara, poder decir las cosas en alto para no sentirme a punto de enloquecer. Mi amiga me propuso vernos en un café y acepté sin dudarlo pues no era tan tarde como pensaba.

 En el restaurante en el que quedamos había mucha gente. Quedaba más cerca de su casa que de la mía pero era lo apenas justo pues era ella quien me estaba ayudando. En un momento casi lloro cuando le expliqué que vivir con un actor era muy difícil. Y más aún uno como él. No era solo por su físico y apariencia en general, sino que su fama en el contexto de su trabajo era tremenda. Mi amiga me confesó que siempre había estado asombrado por mi decisión de tener algo con él. Le parecía que no era algo que yo pudiese soportar. No me ofendí pues era cierto.

 Le pedí que me disculpara un momento pues tenía que ir al baño. Aproveché para limpiarme la cara y refrescarme por completo. El dolor de cabeza era menos fuerte pero lo sentía debajo de la superficie. Respiré hondo varias veces y salí cuando estuve un poco más relajado pero aún no completamente tranquilo.

 Cuando volví a la mesa, mi amiga parecía preocupada por algo. Miraba a un lado y al otro como esperando a alguien más. Le pregunté si pasaba algo y me dijo que no era nada, que siguiéramos hablando de lo mío. Le dije que lo mejor era dejar el tema por esa noche pues no quería un dolor de cabeza más grande. Pero mientras yo le decía eso, ella seguía distraída, mirando a todos lados menos a mi. Le exigí que me dijera que pasaba y esa vez ya no dijo nada, solo miró por encima de mi hombro.

 Me di la vuelta al instante y vi a Martín a través del vidrio que era la fachada del restaurante. Él estaba afuera, hablando con otro hombre muy bien parecido. Al instante pensé que de pronto era uno de los otros actores que trabajaban con él pero la verdad no lo reconocía de las fotografías que él mismo me había mostrado. Solo pensar en ese día me causó un dolor de cabeza más grande.

 No oía de que hablaban pero parecían muy contentos. De pronto se tomaron de la mano y se alejaron de allí hablando, contentos. Yo me quedé de piedra mirando a través del vidrio. No pensaba en nada ni estaba uniendo cabos. Solo me quedé ahí, vacío. Mi amiga también parecía haber perdido el don del habla. Solo me miraba y apuraba su café, dando por terminada la velada de ayuda.

 A mi casa regresé en bus, Hubiera podido tomar un taxi pero llegaría muy rápido y tenía ganas de pensar. En el bus, vi como empezaba a llover afuera y entonces pensé en lo que había pasado y como debía enfrentarlo lo más rápido posible. No era como si no me hubiera pasado algo así antes. Debía hablarlo con él y terminar las cosas pronto, antes de que todo se pusiera mucho peor.

 Al entrar a casa, casi me muero al ver que él estaba allí. Ya había llegado de su cita o de lo que fuese lo que estaba haciendo. Estaba sentado frente al televisor, viendo alguna comedia. Me le quedé mirando y me di cuenta que, aunque era algo que ya había vivido, Matías era alguien con quién ya había convivido durante algunos meses de mi vida en un mismo lugar. Era lo más lejos que había llegado en una relación y ahora tenía que terminar todo de un día para otro. Se venían muchas decisiones difíciles y momentos para los que no estaba nada listo.

 Me aclaré la garganta y, con una voz temblorosa, le dije donde había estado y que lo había visto. Describí al otro hombre al detalle para que no hubiese probabilidades de confusión, para que no me dijera que imaginaba cosas. Le dije que lo había visto tomarse de la mano. El se me quedó mirando todo el rato y, cuando terminé, soltó una carcajada. La rabia que me dio no fue normal.

 Según él, ese hombre era solo un compañero del trabajo. Yo asentí y le dije que ese era otro problema. Le expliqué lo incomodo que encontraba que lo pararan siempre que saliéramos juntos para pedirle autógrafos. Él respondió que era algo que debía hacer y quo yo sabía bien que era parte de su trabajo. La rabia salió de pronto, sin que yo pudiese hacer nada para contenerla: le dije que no era un actor de teatro ni de cine sino un actor pornográfico, que no pretendiera como si fuera lo mejor del mundo.

 Matías me respondió que tal vez no era lo mejor del mundo pero que  sí ganaba dinero que podía invertir en nuestra vida juntos. Esa vez fui yo quien se rió porque él jamás había dado dinero para nada, excepto tal vez el mercado y eso no era ni siquiera todas las veces. El dinero para los servicios y el alquiler lo daba yo con mi trabajo. Él prácticamente vivía allí gratis. Volví a lo del tipo con el que lo había visto y le exigí que me dijera la verdad.

 El abrió el portátil que tenía al lado y me mostró unas fotos tipo paparazzi que le habían tomado con el otro hombre. Al parecer era una estrategia de publicidad para vender más de su ultima película. Yo nunca había tenido problema con ello. Jamás me había sentido curioso ni preocupado por su profesión. Pero en ese momento todo cambió porque me di cuenta de que lo que hacía tapaba partes de su personalidad que yo ni conocía.

 Le pregunté porque no me había hablado de eso y me contestó que, como era algo del trabajo, pensó que no era como para contarme. Entonces me di cuenta que nada funcionaba. Le pedí que se fuera de mi casa. Por un momento estuvo dispuesto a pelear por su derecho a permanecer allí.


 Creo que vio en mis ojos que yo también podía pelear. Con su mirada me dio la razón y simplemente buscó sus cosas y media hora después se había ido. Nunca me arrepentí de lo que dije o de lo que pasó. Era lo mejor. Lo que hacía no nunca fue la razón para separarnos sino su falta de confianza en mi e incluso en si mismo.

jueves, 18 de agosto de 2016

The monastery

   The poor creature did it al by itself. It had carried the body of a lost hiker after almost dying in an avalanche. The donkey was exhausted and collapsed after crossing the gate of the monastery. Monk Yato was crossing the yard in order to get to the kitchen and was the first one to see the poor animal and the person it had brought to them. By the touch of his fingers, Yato noticed the donkey had died. It was probably due to exhaustion. As far as the man was concerned, Yato and other monks carried him to one of the rooms.

 He was in some kind of coma for almost a week. Every so often, monks would check on him and realize that he was doing great except for the fact that he was fast asleep. But life in the mountains went on, no matter how interesting it was to have someone from the outside so close by. The younger monks were the most curious ones, whereas the older ones hadn’t cared yet and had decided not to visit the tourist at all

During that week, the monks held a small vigil for the soul of the donkey, which they had buried near the main temple of the monastery. They all appreciated a lot what animals could do for humanity and had a tremendous respect for any kind of life that was lost during accidents in the mountains. The men from beyond didn’t seem too convinced by this but the monks believed it with all their hearts.

 One week after, the hiker woke up in the middle of the night. His name was Greg Emerson and he had been climbing almost every single mountain nearby. It was very dangerous as some of the mountains had special regulations but it had been clear he didn’t care about it, at all. When he woke up in the small room they had put him in, he instantly thought he had been captured by some foreign force from beyond the mountain range. He had no idea of monks or their beliefs.

 The halls were being watched and his bedroom’s window overlooked a large chasm with no apparent bottom. The morning after, when one of the monks decided to check on him, Greg committed the mistake of being excessively aggressive. He thought he was too strong, so he released the man in order to stand up and run away. But the monk had not being that injured and jumped at him, tacking Greg to the ground with ease.

 He was locked up in the cell once again and no one came to tell him anything for a whole day. It was very late when he noticed the movement of a light behind his cell’s door and then some steps. He trusted he was going to be released real soon. When the door opened, it was the Grand Monk, a very small mall that seemed to move his legs really fast in order to move at a normal pace.

 When he entered the cell, he told Greg that he knew who he was, his full name, his job in the city and why he had come to the mountains. He even knew that that his reason for wanting to get to know the mountains and nature was false and that’s why he had been confined to that cell until he got better. Now that he was, they had to check if it was in their best interest to release him or if it was better to keep him for a longer time. He complained, saying it wasn’t legal and ethic to retain someone against their will but the Grand Monk clarified he could leave his room but not the monastery.

 The following day, he noticed the Grand Monk’s orders had been honest: no more monks came to check into him and the door of his cell was now wide open. He could walk all around the various levels of the monastery, including the dining room where all of the monks gather at night to have a very sensible and small dinner. Greg missed the real foods from the city, sometimes being hungry for a hotdog and other times for some pasta with meatballs. In the monastery there was only a lame kind of bread with nothing on it and some goat cheese.

 One day, a monk showed him the burying site of the donkey that had brought him to the monastery. Greg remembered that creature and thanked him on his grave for having saved him. As far as he could remember, he had been riding the donkey for a while through the mountains just when they had been caught by one of those awful storms that sometimes happens deep in the mountains. During that awful weather, he had been knocked out and the animal had done everything by itself. 

 Weeks after being “released” from his room, the Grand Monk ordered him to participate in the various activities that the monks did all around the monastery, as he was one more of them for at least a while. So they decided to try him in various areas. The first one was the garden, a small hydroponic plantation overlooking the chasm. He wasn’t very good with plants so he did not do a great job. Besides, his hand were not at all delicate and he was always distracted, looking over at the view or being apparently immersed in his thoughts about how he would return to civilization.

 The next place they tied him on was the goat pen. It was really simple: he only had to fee them twice a day and let the roam around the main yard for a while. The ideal walk for the goats would be to go beyond the gate but they couldn’t let him go with them there so the monk had to tolerate the goats being all over the place now and Greg being useless when feeding them. He only gave food to a couple of them and then he just got distracted when looking at the snowy mountains and imagining what his loved ones were thinking right then.

 His last opportunity was in the kitchen, where a big Monk called Hitso, taught him about how to make the simple bread they ate and how to do some other dished with the vegetables they grew in their small garden.  They didn’t have any modern appliances, only an oven that used wood but there was no wood nearby that they could use. Beside, Hitso explained to Greg that the monks preferred not to eat things that were cooked, instead eating everything raw.

 In the kitchen, Greg really felt he was a little bit happier. Maybe it was the fact that he was serving the monks and that gave him some kind of purpose or it may have been the fact that he had stopped thinking about how to escape and about his loved ones in the city. He just realized that the monastery was his reality at the moment and that it was best to use it in his advantage instead of always being distracted by other things.

 Greg began to enjoy the company of all the monks and even tried to meditate like they did but he wasn’t that calm yet. In his spare time, he would look at the chasm and wonder what marvels laid down there, beyond the light of the sun. Monk Yato explained to him that the monastery had been built right there because their religion believed an ancient evil slept beneath the darkness of the chasm and that it was necessary to have prepared religious people nearby in order to defend the world once whatever lived down there emerged.

 It was a very nice story and, of course, Greg didn’t believe any part of it but he respected the fact that the monks were dedicated to their beliefs. He began thinking that maybe that was something he was lacking. He didn’t believe in anything except fame and fortune and going on to the next thing. Greg was very impatient and had always been like that. He wasn’t the kind of person to wait patiently to see what happened. No, he was the one “creating” his future. Now he was doing the opposite angle.

 Months after arriving in the temple, the Grand Monk called Greg to his room and told him he was ready to go back to the outside world. The young man nodded but then he knelt and asked the old monk to let him stay with them and become a monk like them. He wanted to learn their ways and be calm and a better person.


 But the Grand Monk said that couldn’t be. He had to go back to the outside because he had unresolved business there. Greg had to attend to that and, if he still wanted, he could comeback afterwards and join them. Greg left that same afternoon. He would never come back to the monastery but would always remember what he had learned and try to pass it on.