jueves, 7 de enero de 2016

Desnudos en el canal

   El agua estaba muy fría. Al fin y al cabo el invierno se acercaba, o al menos eso era lo que decían los periódicos y las noticias en televisión. Pero el invierno nunca había llegado tan tarde ni sería nunca tan breve. Sin embargo, para él, el agua estaba muy fría y sentía como si pequeños cuchillos se le clavaran por todos lados. No era una sensación agradable pero al menos no estaba solo: K estaba con él. Ambos estaban completamente desnudo y flotaban al lado del muelle moviendo los brazos y las piernas, lo que los hacía parecer pulpos no muy diestros en el arte del nado.

 Fue solo un choque de una mano con otra lo que desencadenó, por fin, una conversación. No habían dicho una palabra cuando salieron de la casa con toallas y solo sus trajes de baño. Tampoco dijeron nada cuando, como si se hubieran puesto de acuerdo (y nadie recordaba haberlo hecho), se quitaron los trajes de baño y se lanzaron al agua sin más. Pero cuando las manos chocaron sin querer, las palabras empezaron a salir de sus bocas.

 No se conocían bien y empezaron a preguntarse cosas de la vida, detalles que en verdad no tienen importancia y banalidades que son interesantes solo para el que las pregunta y a veces ni eso. A ratos detenían la conversación y nadaban de verdad un rato, aprovechando la amplia extensión de agua que tenían en frente, así como el día que era uno de los pocos que ambos tenían libres. Era un domingo y por razones que no vale la pena aclarar, los dos estaban allí y se quedaron hasta entrada la noche.

 Salieron desnudos del agua subiendo por una escalerilla el muelle. Allí, en silencio de nuevo, dejaron que el agua resbalara por sus cuerpo y la brisa fría de la noche los secara por algunos minutos. No había luz en esa zona así que solo se escuchaban la respiración. Sin embargo, era obvio que una tensión iba creciendo entre ambos. Había algo que crecía, que parecía respirar allí con ellos y que ellos dos conocían y no negaban en lo más mínimo. Todo esto sin palabras.

 Al rato se pusieron los trajes de baño, se secaron un poco con las toallas y se dirigieron al edificio que había cerca que resultaba ser un hotel. Pidieron las llaves de sus respectivas habitaciones y no se despidieron ni reconocieron a viva voz nada de lo que había pasado ese día. Tan solo se separaron y nada más.

 Sobra decir que ambos pensaron, esa misma noche, sobre lo ocurrido y soñaron (tanto despiertos como dormidos) con el otro. K soñó con él y él con K y fueron sueños simples pero agradables, de esos que no cansan sino que en verdad ayudan a descansar el cuerpo, a relajar la mente y a tener una noche agradable.
Al otro día, K se fue primero, muy temprano en la mañana. El lunes era festivo pero él tenía que estar con su esposa y sus hijos. Se sentía culpable, mientras desayunaba, y pensaba en ellos peor al mismo tiempo pensaba en él y deseaba que apareciera en el comedor en cualquier momento. Pero eso no pasó y K supo que era lo mejor. Apenas terminó de comer se dirigió a la recepción y pidió un taxi que lo llevase al aeropuerto. Cuando estaba abordando el taxi, él se despertó.

 El vuelo fue una tortura para K. Eran solo dos horas pero todo el tiempo estuvo pensando en esas horas en el canal, esas horas sin ropa y de frente a alguien que creía conocer pero del que de verdad no sabía absolutamente nada. Se habían conocido hacía tanto tiempo, en circunstancias tan tontas como el colegio, que era tonto pensar que en verdad supiera algo de la persona que tenía en frente. Más aún considerando que dicha persona no se veía nada igual a como era en el pasado. Él había conocido a un tipo encorvado, tímido, regordete y decididamente conservador en todos los aspectos posibles.

 El hombre que había tenido en frente en el canal no era ese. Y por eso en el avión se preguntaba, una y otra vez, si tal vez esa persona no había sido alguien más. De pronto había sido un desconocido siguiendo el juego y queriendo ver hasta que punto podían llegar las cosas. Pero no llegaron mucho más allá de estar desnudos juntos en un lago así que K se alegraba… O eso creía.

 Lo que sí le ponía una sonrisa autentica en la cara a K era ver los pequeños rostros de sus hijos. Era un niño de seis y una niña de ocho años. Los amaba como a nadie más en el mundo, más que a la madre que él quería pero que ahora dudaba amar. Pero ella no podía saberlo así que la saludó de manera tan efusiva como a los niños, haciendo una actuación que nadie podía considerar falsa o exagerada.

 Le contó a los niños de los canales y de lo aburrido que había sido trabajar allí en esos días pero que algún día los llevaría pues era un sitio hermoso para nada y pasar un día entero en el agua. Esto lo dijo pensando en él, pensando en su cuerpo y en la poca luz que los iluminaba al final del día. Después de decirlo se sintió algo culpable, por lo que rellenó su boca de comida y dejó que su esposa le contara todo sobre los chismes que tenía acumulados del fin de semana.

 Pero K no escuchó mucho de lo que ella decía. Su culpa había empezado a carcomerle el alma y le hacía ver que, aunque la quería, ya no la amaba como lo había hecho hacía tantos años. Ahora ella se convertía en otra desconocida y él, K, también.

 Cuando él se levantó ese lunes festivo, escuchó un automóvil arrancar bajo su ventana. Eso era porque su cuarto estaba ubicado sobre la recepción. Pero nunca hubiese podido saber que ese automóvil era un taxi y que dentro iba K. Pero lo más importante es que así lo hubiese sabido, no le hubiese importado.

 Desnudo como había estado en el lago, así mismo se había acostado la noche anterior. Había despertado con las sabanas por la cintura por culpa de la calefacción, que apagó después de salir de un salto de la cama. Se miró en un espejo que había colgado detrás de la puerta de la habitación y fue entonces que recordó el día anterior.

 Él no confiaba que K supiese quién era en realidad pero eso daba un poco igual. Al fin y al cabo habían cruzado miradas varias veces el sábado y ambos parecían convencidos de saber quienes eran y lo que esperaban del otro. K, para él, había sido el ideal cuando estaba en el colegio. Resultaba que él no era el chico encorvado sino otro, que se hacía notar mucho menos y que siempre había odiado a K por su facilidad con todo, desde las matemáticas hasta las mujeres.

 Odiar no es una palabra muy grande en este caso pues ese era el verdadero sentimiento, eso era lo que corría por la sangre de él cada vez que veía a K destacarse en algo, lo que fuera. Pero al mismo tiempo quería ser él o al menos estar cerca de él. Esta obsesión extraña no duró mucho porque, como todos los jóvenes, él cambiaba de objeto de deseo con mucha frecuencia, cosa que aprendió a controlar mucho después.

 Sin embargo cuando vio a K en el hotel, se dio cuenta que había algo entre ambos, algo extraño. Fue así que le escribió una nota para que lo acompañara a nadar y allí lo sorprendió quitándose el bañador pero K hizo lo propio casi al mismo tiempo, cosa que a él le encantó.

 La conversación en el agua fue perfecta. Tonta y simple, puede ser, pero ideal. Era obvio que había querido hacer algo más en ese momento, con ambos tan indefensos en más de un sentido. Pero algo le dijo que era mejor reservarse todo eso para otra ocasión, si es que alguna vez había alguna.

 Fue cuando se estaban secando en el muelle que, el brillo de la luna rebotó en el anillo que había en una de las manos de K. Y entonces él decidió no proseguir con lo ocurrido y simplemente olvidarlo. Por eso si lo hubiese visto la mañana siguiente, igual lo hubiese dejado ir sin decirle nada. Él igual soñó con él y se permitió volverlo objeto de su deseo por un tiempo, hasta que el recuerdo se gastó.


 Nunca se volvieron a ver pero siempre se recordaron. K nunca dejó a su esposa ni a sus hijos y él nunca salió a correr por nadie en su vida. Ambos eran muy parecidos en sus convicciones y lo sabían por sus respuestas a las preguntas que se habían hecho. Una de las preguntas que K le hizo a él fue si repetiría esa misma experiencia otra vez. Dijo que sí. Él le devolvió la pregunta y K le respondió con un si mucho más rápido y contundente.

miércoles, 6 de enero de 2016

Humanity

    I feel I can’t even breathe, I can’t even talk like a normal person and everything I do tends to be joined by some kind of pain. Why is that? Why is it that whenever I want to do things right, they never really come down as easy as they should be or at least as enjoyable as they should be?

 They say, the people I guess, that the world is paved with good intentions. I don’t think that is true but if it were true, I think things would be much better than what they are. If good intentions were the norm, everyone would just be better off or at least would have more of a chance to make whatever they want to make come true.

 No, I’m not missing the point that such saying is precisely meant to be the opposite of what it is. Good intentions are obviously a façade, a way of getting into something and then you realize that being nice and good is simply not enough. You have to be bold and unapologetic. The thing is that when some people behave as such, they are admired and respected. People often love sincerity and that brass characteristic in some men and women. They would even go and call them “heroes”.

 But when others say the same things, even going a little further, then they are not heroes and they are considered just undesirable and annoying people. They are deemed not graceful enough by the rest of the so-called community and are treated worse than if they had a very contagious disease.

 That has happened to me many times. People told me I’m too shy, I never speak, I don’t talk and so on. And when I finally did and said what I had on my mind, many were shocked and seemed to confirm that the reason I didn’t speak up was actually a good one. Because most people mistrust the ones that don’t speak, that shy away from the lights of life.

 People love when a person just talks and talks and always has a story to tell. They don’t care if the story is real or not, they just love to hear and be in the presence of such gods of humanity who embody everything most people would like to be: confident, courageous, adventurous, experienced, interesting and many other character traits that are more realistic in a cartoon than in a real person.

 From the first years of school to the last years on Earth, people always seek those people out. If they can’t be like them, they want to be their friends, to always be close in order to catch those gems they often lay on the world, whether they are experiences that seem incredibly interesting or maybe a joke told in great way or romantic experience or whatever it is that makes them a magnet of attention.

  We are trained by society to be like that, to try to enter that select group. They teach us songs and they make us sing them in the presence of family members and even family friends and others. They make us repeat every word time and again and seek out new things for us to say, to make us interesting while we are children because there’s is an unspoken agreement that no one should be nasty to a child, at least not their face.

 Some kids succeed in the attempt initiated often by their parents (although the kid himself can do it) and then they are inside that group. The bad thing is that they don’t get to stay there forever. They have to keep doing things; they have to be little circus freaks, entertaining the world while they live their lives. Some people realized they are very good at this and others just fail and are forgotten.

 Of course, another way to get in later in life is when having good looks. In young life this doesn’t really count as judging kids by their looks is frowned upon by society, even if every single person has an actual opinions. But that ban is lifted in adolescence because that’s the moment you sort of transform into the person you are going to be for the rest of your life. So after puberty, everyone is magically entitled to judge you and every single person in the planet and, unfortunately, that’s one way to get noticed.

 If you are deemed good looking or beautiful or cute or whatever the word is, you will get into a select group that have certain privileges for a long period of life. Now that period of life is even longer than in other eras of humanity because now we judge more because we think we know more when the truth is that society is the same stupid animal that has thrown humanity of course thousands of times before and will keep doing it in the future.

 So you have to be interesting and beautiful and bold and nice and good and so many things that are not even clearly defined and that are just a mask that people put over their faces, their real faces and their real feelings about every single thing that happens in the world. Is not something revolutionary to say that many of those pretty faces, of those good people, are actually the front of the most despicable beings in the world. It has happened a lot that the mask just falls off and people realized that they cannot keep lying to themselves.

 To be clear, people know when those they admire are not real, are not honest and lie. But they simply look the other way, which is one of the main characteristics of the human being, which is not made of all good and lovable stuff. We are made of really slimy things and those characteristics have shifted the way humanity is many times.

 We are hypocrites. That’s the reality of everything, the truth of our existence and the reason I write and the reason you may read this to the end and the reason to many other things in this life. We love to do things in different ways, not always because we are dared but because we just want to disobey and create chaos. Other times we just nod and smile and nod and smile for life and there are many people in the world that are real professionals in the matter, people that have lied so well to others and for so long, that they have even begun to believe the lies they say.

 I’m not saying that the world is all made up of false and corrupt creatures but the goodness and perfection of it all is simply too annoying to be real, too superficial to be really something that anyone would authentically care about. I do think there is goodness and real feelings in people that can make them much more interesting than the superficial reasons most people use to get close to someone, to make their heroes. But those feelings are so ephemeral that most of the world doesn’t even care.

 The dangerous thing nowadays is all of this fake attention to issues that used to be taboo or forbidden or just dismissed in a second. Although many people really believe in discussing those subjects and be open and real, many more are using them to make them look better, to make them look like saviors and heroes again.

 There are people that simply do not care who they have to pass over as long as they get what they want. And the worst thing is that many others admire that in a person so it creates a very sick thing when someone is just deemed the best because they pretend to be something that they are not and are clearly doing wrong things to get there but they are all forgiven or forgotten.

 Yet, many others decide that they just don’t want to buy into all of that. They don’t want to be in those groups, in those sects that idealize every single aspect of a human’s life. Everything today is a standard, there is a very narrow path to follow is people decide to get off that standard. And even if they choose that path, the options at the end of it are scarce if they exist.

And it’s not about being different because that shouldn’t be a thing in life. At the end of the day, thanks to DNA, we are all different and that is obvious. We are not machines so we are not copies. Being different is imbedded in us so we shouldn’t praise or go after that because it’s who we are.


 I just hope my body let’s me speak and think again, soon.

martes, 5 de enero de 2016

Un momento

   Era de noche pero la oscuridad estaba lejos de ser total. Al fin y al cabo era el centro de la ciudad y no dejaba nunca de estar bien iluminado, como si las sombras perdidas en la oscuridad necesitaran algún tipo de competencia. Se podía oír el susurrar del viento frío del invierno, así como el agua goteando por todos lados. La lluvia había caído más temprano y había dejado charcos y humedad por doquier.

 El goteo fue apagado entonces por el rumor de unos pasos lejanos, que se fueron acercando al centro de la ciudad con bastante prisa. El sonido de los tacones sobre las piedras de las calles resonaba bastante por todos lados y era probable que más de una persona, medio dormida o noctambula, hubiese escuchado el ruido que había roto con la paz de la noche.

 La culpable era una mujer que llevaba un pequeño bolso en la mano, con la correa rota. Una de sus medias veladas tenía un par de agujeros y su maquillaje y cabello eran un caos. La mujer corrió varias calles hasta que se detuvo en la plaza principal y se dio cuenta donde estaba. Ella había estado tan distraída corriendo, escapando, que no se había dado ni cuenta hacia donde lo había hecho. Se dejó caer en el andén que enmarcaba la plaza y miro la torre del reloj que coronaba el edificio principal del lugar.

 El edificio estaba bien iluminado con una luz blanca que lo hacia parecer como si fuera más de lo que era. No era la residencia de un dios o de los ángeles, no eran una oficina de caridad o de ayuda a los desposeídos. Era solo un edificio que hoy era un museo pequeño y que otrora había jugado el papel de centro de recepción de esclavos traídos del Nuevo Mundo.

 No llegaban muchos pero los que se traían servían como servidumbre en casas de alta alcurnia o simplemente eran trabajadores en plantaciones nuevas en esa época como de naranjas u otros frutos traídos con ellos en los barcos. Por ese edificio, hoy tan decente y tan celestial, habían pasado personas al borde de la muerte que habían sido consideradas menos que los cultivos que iban a ayudar a crecer y a cuidar.

 La mujer miró por largo rato al edificio y luego a los otros inmuebles que enmarcaban la plaza. Era como si fuese la primera vez que estaba allí. Y casi lo era pues desde que había llegado a ese país, no había tenido mucha oportunidad de pasearse por sus calles o conocer las principales atracciones. Como los esclavos del pasado, ella también había llegado a un edificio, una casa de hecho, en la que la habían recibido y revisado para que desempeñara el trabajo del que hoy había huido.

 El nombre que le habían dado era Kenia, pero ella no venía de allí ni sabía nada de ese país. Sin embargo le habían dicho que siempre dijera ese nombre y no el que tenía de verdad porque con los clientes todo debía ser una fantasía, una charada tras otra, sin parar. Porque la verdad era que a ellos les daba igual si se llamaba Kenia, Jessica o Valeria. Ellos querían su cuerpo y por eso era que pagaban.

 Kenia, o como fuere que se llamase, sabía bien a lo que había venido cuando viajó desde su verdadero país y se instaló en esa bien iluminada y bien planeada ciudad europea.  Lo sabía todo y se había preparado para ello mentalmente aunque eso no quitaba que la primera vez fuese la más incomoda de su vida. Al mismo tiempo, había sido su primera vez con quien fuere y ella trató de no darle importancia pero ese evento siempre lo tiene, se quiera o no.

 Eso sí, después todo fue más fácil o al menos pasable. Había estado dos años trabajando y había visto de todo. Incluso la habían arrestado una vez pero la habían dejado ir gracias al idiota que la había contratado.

 Pero ella no quería quedarse ahí toda la vida. Aunque sabía lo que había venido a hacer, no había planeado hacerlo para siempre. Su plan consistía en trabajar lo suficiente para ganar un buen dinero y luego salirse de ese mundo y encontrar un trabajo decente, estudiar y luego, si fuese posible, tener una buena familia. En el mundo no tenía a nadie y eso había ayudado a su temeraria decisión.

 Se quitó los tacones y las medias y puso los pies con cuidado sobre el suelo empedrado de la plaza. Obviamente el suelo estaba algo sucio pero no le importaba, solo quería sentir algo de frío en sus adoloridos pies y así poder relajarse y quitarse de la cabeza todo lo que tenía para pensar.

 Se dio cuenta que era placentero estar en esa plaza sola, con las luces iluminándolo todo. Era como si la ciudad misma le diera a ella un regalo por su esfuerzo, como si todas las luces estuviesen encendidas solo para ella. Por un momento imaginó que era otra, que bailaba en una gran salón con muchos invitados, como las damas de las películas. Quería un vestido rojo y estar maquillada y peinada para la ocasión. Tener un compañero de baile decente e ideal, diferente a los hombres que conocía.

 Pero entonces la realidad rompió su fantasía y recordó que hombres como ese probablemente ni existían o al menos no en su mundo y era su mundo el que le debía de importar porque no había otro al que pudiese huir ahora mismo. No había nada para ella que no fuera la prostitución y eso lo sabía bien. Tenía deudas y estaba amarrada a lo que hacía y a todo lo que eso conllevaba. Soltarse, ser libre, no iba a ser jamás tan fácil como la gente podía pensarlo.

 Sacó de su bolso algo de papel higiénico y se limpio un pie y luego el otro, después poniéndolos de vuelta a los tacones pero sin medias. Se levantó torpemente sobre el suelo empedrado y empezó a caminar hacia una de las calles que salían de la plaza. Era la opuesta a la que había usado para entrar pero no lo había pensado siquiera. Solo quería seguir caminando para siempre, como si eso pudiese hacerse.

 Lo bueno, pensó, era que no estaba atrapada físicamente como muchas de las chicas que encerraban en casas y las habían trabajar hasta que las pobres eran victimas de algún crimen horrible o simplemente lo hacían hasta que escapaban de alguna manera y nunca más se las veía. Ella estaba segura de que las mataban y simplemente no se encontraban los cadáveres porque a nadie le interesaba buscar prostitutas muertas. Y si se les encontraba, no era algo para mostrar en los noticieros de la noche. País rico o país pobre, las cosas a veces no son tan distintas.

 Salió a una avenida y se dio cuenta que el autobús nocturno debía de estar circulando. Caminó hasta la parada más cercana y verificó si el servicio que pasaba le servía. Como le venía bien, se sentó a esperar. Cuando miró la publicidad que había a un lado de la parada, se dio cuenta lo mal que iba, el maquillaje por todos lados y el bolso roto, sin medias y la blusa con manchas. Sacó otro poco de papel y se quitó el maquillaje lo mejor que pudo, al menos para no parecer una maniática. Lo de la blusa era más difícil.

 Menos mal no era una noche fría porque había dejado su abrigo en donde el cliente y no pensaba nunca más ir adonde ese hombre. No solo uno de esos racistas que a la vez no lo son, sino que olía mal y no porque sudara ni nada parecido sino porque su olor como ser humano era inmundo. Su presencia podía pasar como la de un hombre de negocios respetable pero ella sabía que cualquiera se sorprendería con lo retorcido de su mente.

 Ella solo salió de allí apenas la bestia cayó después de terminar. La pobre mujer se limpió la cara y un poco el cuerpo antes de salir, asqueada de si misma y del hombre y de lo que hacía para poder vivir.

 Cuando el bus llegó por fin, ella pagó su pasaje con las monedas que tenía y entonces se dio cuenta que no había recibido el pago por estar con ese animal. Quiso golpearse a si misma mientras se sentaba en la parte trasera del bus, pero ya era muy tarde para eso. Ahora lo importante era ver que pasaría mañana, como haría para pagar sus cosas, el alquiler y todo lo demás. Además quería evitar el trabajo, al menos por un par de días, y eso también estaría complicado, viendo que daba su teléfono a los clientes que frecuentaba más a menudo.


 En su viaje a casa, que duró casi una hora, se dio cuenta que ese momento sola en la plaza había sido casi un milagro pues había podido soñar despierta y respirar al menos una vez, cosa que jamás había hecho en los dos años que llevaba en la ciudad. Trató de relajarse en el bus también pero no pudo, pues al ver a través del vidrio mojado hacia la oscuridad de la noche, solo podía ver sus errores, uno tras otro, y la promesa de que su vida no iba cambiar de la noche a la mañana.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

AVISO / NOTICE

ES: Hola. Les escribo este pequeño mensaje para avisarles que, por algunos días, no habrá nuevas entradas en el blog. Esto porque me encuentro de vacaciones y se me dificulta por tiempo (y cansancio) escribir todos los días como lo vengo haciendo desde hace casi un año y medio.

Espero comprendan. Es posible que escriba alguno de estos días pero espero retomar en forma el próxima 5 de enero.  En todo caso, estaré compartiendo algunos textos pasados así que por favor síganme en Google + para estar pendientes.

Saludos y Feliz Navidad !

EN: Hello. I write this small text to you all to tell you that, for a few days, there will be no new entries on the blog. This is because I'm on holiday and it's difficult to find the time to do it (I'm always tired too) every day, as I have been doing it for almost a year and a half.

I hope you understand. I may write one of these days but I expect to be fully writing again on January 5th. Anyway, I will be sharing some past texts so be sure to follow me on Google + for that.

Greetings and Merry Christmas !

sábado, 19 de diciembre de 2015

Pilot in the stars

   The rumors were true. The whole colony had been dreading it would happen again, some day, and it had finally happened. Scouts and explorers coming in and out of the Field confirmed the destruction of an entire planet. According to them, the explosion was still visible in the nearby sectors and it was impossible to pass through the area. Many freighters had to take longer routes to rich worlds nearby, as the rocks that were floating around were sampling to big for such slow ships to handle.

 For the colony, this was especially difficult news. After all, it had been established many years ago precisely because a mad man had destroyed their former planet and they had to resettle in an asteroid field. Somehow they were the only ones, or at least had that idea in mind, that understood how real war felt like and how scary fanatics could be. That’s why they knew it would happen again and it did.

 Some of the colonists cried when they heard the news of the destruction, even more when they learned it had been a planet with a very large population and that had no why of responding to an attack of that magnitude. They had just died, with no way of even knowing they were going to die. The small room that served as temple to all religions in the colony was filled with flowers, one for each inhabitant. The guy that owned the flower shop was both happy and sad.

 Younger colonists, like Gregor, were not as hurt by the destruction of the planet as their parents. They understood it was something awful but hadn’t been old enough to feel their planet been destroyed in order to have something to compare the feeling to. Besides, Gregor’s parents had been mining in a far away planet when theirs was destroyed. According to them, it was something they felt deep in their hearts and it their minds, but Gregor was too young back then and did not remember feeling anything.

 Young colonists also worked and had responsibilities like helping around in the cargo area or in the commercial zone. The idea of the colony was that everyone could give something of themselves to make it all better for all inhabitants of the colony. It was a nice sentiment but difficult to handle as many passers by came in their lives for a few days and even a few hours. Ships came and went from the colony, used as a stopping point to refuel or have a decent meal before preceding their journey.

 Pilots were normally very talkative people and the colony was rather closed to the outside world so every piece of news came from them. It was often boring to hear them talking about the same old subjects but sometimes they did have very interesting insights about the other inhabited planets in the galaxy and the power players beyond the Field.

 Gregor was always interested in hearing the pilots talk. There was something in the way they told their stories, something so intimate and also universal, that made him want to leave the Field and get to know the world for himself. Once, sitting around fixing a machine in his family’s quarters, he decided to test the waters and get a conversation going with his parents about pilots and what they thought of them.

 His mother was a bit scared of them, not only because some of them were aliens, and she wasn’t still very used to that, but because they took so many risks when going from one place to the other. In her mind, the galaxy was a very dangerous place, filled with villainous creatures. His dad was, on the other hand, very interested in them but knew that their job was very difficult and sometimes even deadly. Pilots took many risks and not everyone was built to be one of them.

 Silence followed the conversation and Gregor broke it, by announcing he would love to be a pilot someday. His parents reacted in horror, dropping what they were doing, and looking at him as if he was sick. It was the first time they told him to go to his room and stay there doing nothing. They always wanted him to be helping, to be doing stuff, but now they just wanted him to be isolated and locked behind a door so he could think about what he had said and they could think how to counter that.

 The thing is, of course, it wasn’t and idea he had elaborated on that day. Gregor had been thinking of becoming a pilot for a long time. He even discussed it with a couple of pilots that told him that new blood was always needed but that it was essential that he had the courage to do what they sometimes didn’t have a choice of doing. Some of them had killed people, defending their cargo, their crew or their passengers. They were skilled not only in flying ships but also in different kinds of combat.

 It was a difficult thing for Gregor as any type of weapon was forbidden in the planet and any fights meant jail. The colony had gone out of its way to ensure that its inhabitants could live a life better than the one in other places. They thought that by banning violence, they would avoid it altogether, forever. But that wasn’t the case. After all it was a spaceport and fights always broke out and authorities couldn’t just arrest pilots transporting important cargo.

 That night he spent in his room; Gregor used it to think about what he was going to do with his life.  He really wanted to go away, to leave the colony and get to know other places and he was sure he could be a great pilot, even if he had never even tried to pilot anything.

 Decided and realizing his parents would never let him to do what he wanted, Gregor decided to just leave one night and try his luck in the outside world. He knew he could die or something worse but he didn’t mind. He was sick of staying behind, of just waiting for things to happen in his life. He wanted to be amazed by the galaxy and to see all that every planet had to offer with his own two eyes.

 One night, he went out of his room and left home with only a small bag with clothes and other essentials. His parents had not talked to him after their failed conversation and he was still hurt by it so he didn’t left them any kind of letter telling them what he was about to do. He just left and ran through corridor and hangars in order to get to the cargo area, were ships were refueled and taken care of.

 Gregor hid behind some crates containing food and waited until the workers left. It was well known that no ships could leave for some hours in the night, so he just waited there for all the workers to leave. The flight prohibition was only good for a couple of hours but it was more than enough for him to sneak into one of the ships and hide inside it. Once they realized he was there, it would be too late and no pilot would go back just for a kid escaping his parents.

 He entered the nearest ship, a typical cargo freighter, and hid between the tanks it was transporting. As he was not very tall and skinny, he could easily hide sitting down among all those tanks. After some minutes, he realized those were fuel tanks and decided it was maybe not a very good idea to travel near any of that. After all, it could blow it in any given second and his journey would be over.

 The ship next to that one was transporting cages and something made an awful noise inside of them. The third and last ship carried the typical crates and he went for it but wanted to go back as soon as he felt the awful smell in his nostrils. It was really awful, probably some kind of food considered a delicacy in another world but certainly not in the Field. He was about to leave when the ship closed its back door and he was trapped.


 He hadn’t realized the prohibition was over and all three ships departed at the same time. He had to hide there, among the stench, and try not to be detected. But after a while he just couldn’t hold it and started coughing like a lunatic. It was too loud for the pilot to ignore it. The door to the cockpit opened and Gregor was surprised to see a very tall women look at him and say: “You’re gonna die if you stay here. Come”. And he did and that’s how his big adventure started.