lunes, 7 de noviembre de 2016

Mujercitas

   Antes de poder abrir los ojos, Martina escuchó por un momento los sonidos que la rodeaban. Había voces suaves y dulces que flotaban en el aire. Eran personas calladas, que solo decían algo cuando era completamente necesario. Sus voces apagadas llegaban a ella como a través de una tela o de una gran distancia. Sentía también calor en su rostro y se imaginaba que al abrir los ojos, abría una llama cerca de ella o una hoguera. Sus pies, sin embargo, estaban fríos, así como el resto del cuerpo que parecía estar lejos del fuego.

 En efecto, había fuego donde estaba Martina pero no era ninguna hoguera ni nada por el estilo: era una hornilla portatil en la que calentaban agua. Cuando abrió los ojos, solo vio el fuego bajo la tetera pero a ningún ser humano. Por alguna razón, no se sentía preocupada ni nada por el estilo. Sabía que estaba segura o al menos así lo sentía. No quería moverse, en parte porque sentía que sería un gran esfuerzo tratar de que su cuerpo estuviese boca abajo o en cualquier otra posición. Se sentía cansada, exhausta a decir verdad.

De repente, una sombra entró a la tienda de campaña. Martina lo notó porque vio una abertura detrás de la hornilla, por unos segundos. Pero quien fuera, se había movido lejos de su rango de vista. Sin embargo, todavía sentía que estuviese allí. De hecho, al rato sintió que se calentaban sus pies y que alguien los tocaba. Se sentía muy bien pero al mismo tiempo era extraño no poder ver quién era que la tocaba con tanta confianza. Si tan solo pudiese tener la agilidad normal de una mujer de su edad. Pero Martina apenas podía moverse.

 De repente, un dolor de cabeza empezó a taladrarle el cerebro. Era un dolor punzante justo en la sien derecha, como si algo quisiera meterse en su cuerpo por ese lado. El dolor era horrible y una lágrima salió del ojo que tenía de ese lado. Era como si le estuviesen metiendo clavos a la cabeza o algo peor. Martina lloró más y entonces escuchó de nuevo una voz pero no era lejana ni calmada si no al revés, se entendía que había urgencia en el tono en el que hablaba. Pero Martina no podía distinguir nada por el tremendo dolor de cabeza.

 Alguien más entro. Tal vez eran más de uno pero la chica no tenía cerebro para ponerse a contar personas. Sintió luego que la tocaban, de nuevo. Pero esta vez era la cara. Sintió algo de frío y luego un fuerte olor que penetró su nariz y la hizo caer en un sueño profundo. Fue un sueño muy raro. No podía decir que fuese una pesadilla pero tampoco era un sueño común y corriente. Eran pasillos y más pasillos en un edificio blanco que parecía estar cerca del mar. Era hermoso pero a la vez muy confuso y daba una sensación rara, como que había algo más.

 Cuando despertó, el dolor en la sien seguía allí pero era mucho menor que antes. Esta vez abrió los ojos de una vez y vio, por vez primera, a las personas que la habían estado ayudando. Eran mujeres, no se veía ninguno que pareciera hombre. Eran hermosas a su manera, casi todas mujeres mayores pero había un par que eran seguramente más jóvenes. Eran unas seis y cabían todas en la tienda pues eran bastante pequeñas. No debían llegar a la cintura a Martina. Si tan solo pudiese recordar en donde estaba y que había estado haciendo.

 Las mujeres se dieron cuenta de que estaba despierta y se alejaron un poco de ella. Hablaban un idioma desconocido pero bastante fácil de repetir, si eso quisiera uno. Sus vestimentas eran de varios colores, y todas llevaban pulseras y collares hechos con variedad de productos como conchas de mar y piedras preciosas. De pronto era el dolor remanente, pero Martina pensó que eran todas ellas muy hermosas y además amables pues habían cuidado de ella. Quiso agradecerles pero entonces las fuerzas se le fueron y durmió de nuevo.

 Esta vez, el sueño era más pacífico pero se sentía como una prisión. Era una casita hecha de madera y cubierta de ramas de palmera. Estaba cerca al mar, al que Martina podía caminar con facilidad. El agua no se sentía casi, tal vez porque su cabeza estaba teniendo problemas incluso creando sueños y demás. En todo caso se paseó por ahí, como cuando alguien espera alguna noticia importante. El sitio era hermoso, perfecto se podría decir, pero eso no servía de nada cuando alguien tenía semejante preocupación encima y ese dolor persistente.

 Cuando despertó de nuevo, la apertura de la tienda estaba abierta y algunos rayos de sol entraban por ella. No era fácil determinarlo, pero casi podía estar segura que había llovido y que el clima seguiría así. Una gruesa nube oscura cruzó el cielo mientras ella miraba. De pronto, sintió una manito en las suyas y, por primera vez, pudo mirar hacia abajo, sin moverse demasiado. Era una de las pequeñas mujeres. Le sonrió y Martina trató de hacer lo mismo. Sentía que toda expresión física le costaba demasiada energía.

 La mujercita se acercó a su rostro. Martina pensó que le iba a hablar en su particular idioma pero lo que hizo la mujercita fue hablar en señas. Al parecer, le estaban curando el cuerpo. Eso entendió Martina. Según parecía, había caído de gran altura. Había una seña que no entendió pero al parecer algo tenía que ver con la lluvia y con el miedo de la gente que la estaba cuidando. Con esfuerzo, Martina movió la mano y tocó la de la mujercita. Al comienzo se asustó pero pronto se dio cuenta que era un buen gesto.

 Durante los próximos días, Martina durmió poco. Vio por la abertura como caía una lluvia torrencial y al día siguiente como el sol brillaba como si fuera nuevo. Varias mujercitas venían cada día a cuidar de ella. Algunas le hacían algo en los pies y las piernas. Otras le masajeaban una mezcla verdosa en la cara y muchas solo entraban a mirarla un momento. Ella les sonreía y ellas hacían lo mismo. Pudo determinar que habría, por lo menos, cuarenta de ella en ese lugar. Pero seguía sin ver hombres y eso era bastante peculiar.

 Cuando por fin puso usar sus manos, trató de hacer señas para preguntar por los hombres y para saber que le había pasado a ella. Porque la realidad era que, aunque sabía que no pertenecía allí, era obvio que algo había pasado para que resultara de paciente de las pequeñas mujeres. Algo le debió pasar a Martina y por eso no recordaba nada y tenía el cuerpo tan perjudicado. Pero lo que sea que hiciesen las mujercitas estaba surtiendo efecto pues poco a poco podía mover las manos y la cabeza con más agilidad y pronto también los pies.

 Un buen día incluso pudieron sentarla y la hicieron comer una fruta de color verde que tenía un sabor muy fuerte pero reconfortante. Mientras comía, las mujercitas hacían lo mismo. Cocinaban en el fuego donde habían calentado agua antes. Martina notó que casi no hablaban durante esos momentos pero sí cuando estaban ayudándole a ella con los masajes y demás cosas. Su cultura debía de ser muy interesante. Con eso, Martina pareció recordar algo: ella estaba allí para saber más de la cultura.

 Pero no sabía de la cultura de quien. Dudaba que alguien supiese de la existencia de las mujercitas y estaba segura que ella nunca revelaría su paradero. Y la verdad es que jamás tuvo que hacerlo. Un buen día, se sintió tan bien que se pudo parar un rato para luego volver a sentarse. Las mujeres la miraron con seriedad y hablaron entre ellas pero a Martina no le dijeron nada después. Fue al día siguiente cuando ella notó que todas las mujercitas que la habían cuidado, se habían ido. Martina pudo salir de la tienda y verificar que todo estaba abandonado.


 No había más tiendas de campaña ni rastro de más personas o personitas por allí. Solo estaba ella. Se quedó de pie allí, tratando de procesarlo todo y de saber que hacer. Pero no tuvo que pensar mucho. Desde un risco escuchó un silbido y al mirar de donde provenía, varios recuerdos se agolparon en su mente. El hombre que silbaba era su compañero Ken. Lo saludó y pronto el resto de la expedición se reunió con Martina, quien había desaparecido durante una tormenta hacía pocos días. Cuando le preguntaron como había sobrevivido, les pidió que le creyeran pues tenía mucho que contarles.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Active dreaming

   When I realized, I was at the beach. But it wasn’t like all other times. This time I was the only person there. My bare feet sunk into the sand as the ocean brought water and foam to the shore. The rhythm of the water was pretty soothing and I couldn’t help but notice the most particular colors in the horizon. The sun was going down and it was a show that deserved to be seen. I felt as if I was the only person allowed to see the beauty of the world and I was thrilled to have been chosen. I sat down on the sand and watched the lights.

 It was beautiful. So much more than anything that I would have seen in other circumstances. I liked to feel the sand on my legs and feet, on my hands as I watched an iridescence in the horizon. It was just like a rainbow forming but not in the sky but there, far in the horizon, over the ocean. It was so weird to be able to see it and to be there in my yellow trunks, the ones I loved to wear every time I actually went to the beach. They were my favorite and, of course, I was wearing them as I saw the most spectacular natural show.

 I knew nothing that I saw was actually real. Not the beautiful colors and tones, not the sand in my hands or even my yellow trunks. My brain had made copies of many experiences and was using them as I slept, replicating memories with some amazing twists. I didn’t mind to be in such a wonderful dream, I wanted to stay there more in order to be able to enjoy once more everything that I had loved before and even actually enjoy it this time. It often happens in real life that you don’t notice the world because of stupid little things.

 That dream was bases on one of the many times I had been to the beach but it also used one memory that I almost never remembered, which was walking by the shore during the winter. It was the only time I saw the beach empty so I guess my brain combined a little bit of each experience to create what I was watching. The show in the horizon, which ended soon enough, was something out of my head. I have no idea how it created all of that beauty but I was glad to have seen it and to have been able to enjoy such a beautiful spectacle.

 I stood up and walked a little bit. The sand was nicer than normal. I realized that my memory of the actual sand of that beach had not been used to create that space. Some memory of another beach had been used for the sand, as it was not as rough or coarse as the actual one that I had felt all over my body when I had visited that urban beach. The sand on which I was walking on came from a memory of some volcanic beach that I had visited many years ago with some friends and with… With someone else I had completely forgotten about until then.

 Of course, he was suddenly there. His face was partly in shadows, as I sadly didn’t remember what he looked like. I did recall he was tall and rather skinny. He wore those exact trunks to the beach, those blue ones that seemed to be too large for him. I remember he was drunk most of the time we were there. I guess that’s why nothing happened: after I rejected him because he was been too annoying, I saw him sneaking into a bedroom with a girl we had met earlier on the beach. That didn’t hurt me but it made me feel I was right about him all along.

 He disappeared from the beach and I decided to keep walking. As I did, building and trees began to appear on the side, just crossing a road. Again, that mix of things was the results of many memories trying to create something I didn’t quite remember. One of the buildings was the one I stayed in during a trip to Barcelona and the other was my hotel in Rio and the park was the one I played in my childhood. Seeing all that together gave me a slight headache so I decided to keep walking, closing my eyes for a short time.

 When I opened them, I was somewhere else. I was still barefoot and actually completely naked. No yellow trunks or any other piece of clothing. And it was happening in the worst place possible: it was my high school’s theater. I ran to the side, behind the curtain, and apparently no one saw me. I looked into the crowd and didn’t recognize anyone. Then again, none of their faces were actually clear and perfect. They were all in shadows. It was obvious that memory was kind of repressed or I just didn’t remember any of them at all.

 Suddenly, a bunch of people appeared on stage and they started doing a dance. Then it clicked: I was in my senior year performance for my physical education class. As I was a really lazy person for sports, and also sucked at them hard, I had entered the girl group where they danced and did rather easy things. It was a very sexist thing to have but I was obviously not against it. It gave me a way to escape the sports and the laughter of all the other guys in high school. So I didn’t mind I had to dance to any type of music.

 Then, we all appeared on the beach and I saw myself perform there, on the sand by the ocean. It was beautiful and it really improved the actual memory, which I never really recalled because I never thought about high school. It had been such a trying moment for me that I just attempted to erase every single memory that had to do anything with that time. Of course, the brain never forgets every single thing and that dance routines, as bad as it was, was one of the memories preserved.

 When the act was finished, they all disappeared and I stayed in the beach alone, walking as the wind moved my hair. I was aware that it was only me who controlled everything that was happening in the dream. I was the one deciding to go to my high school or to stay at the beach or to mix up both things to improve one of the memories. I could have woken up a long time ago but I wasn’t doing that and I had no idea why. What was it? What was I doing there that seemed so important? The past didn’t have any clues or magic for me.

 I decided to go for a swim and ran to the water. I jumped into it and water splashed all over the place. I moved my arms fast, trying to propel myself further into the ocean, farther from the beach than in any other time. I knew I couldn’t get hurt so I forced my body and my mind. When I emerged from the water, I didn’t saw the beach anymore. Instead, I was in a swimming pool I had when I was little. I had fallen into it once, fully clothed but that was not the memory I was in there for. Actually, I didn’t even know if it was a memory.

 No one else beside me was there. I climbed the stairs out of the water and then walked towards the door and opened it. Yes, I entered the house through the kitchen and then the living room. It was amazing that I could remember everything about that house. I loved the bedrooms there and also the small room upstairs as it was just like the secret hideout I had always wanted to have. I was again in my yellow trunk but no water was dripping from them and I was glad that was the case because that place was too precious to mess it up.

 I decided to exit through the front door. On the other side, there was only darkness. I couldn’t see or hear anything but after a while, I did feel something. It was someone else there, with me. We hugged and gently touched each other’s bodies. We then kissed very softly and then more and more until we lay on the invisible ground and made love right there. Everything felt so real; I could almost smell his skin and feel his breathing on my neck. It was perfect but it ended soon enough. A very dim light went on and I could just see a glimpse of his back.


 It was cruel from me to do that to myself. But maybe it had not been me in control all the time. Who knows, maybe something else gets into our dreams with us and plays around with our thoughts and memories. Or maybe it was me and I was just attempting to make a point. Anyway, when I woke up I was really warm and had to drink two glasses of orange juice to compensate for all that walking. And as I did that, I realized I remembered every single thing about the dream. That made me smile.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Renacer

   Para él, no era difícil sacar la bala de donde estaba alojado en su abdomen. El dolor era tremendo pero a la vez que sentía dolor, también había una extraña sensación que parecía envolver su mano mientras sus dedos exploraban la cavidad hecha por la bala. Cuando por fin dio con los restos de metal que quería sacarse, tuvo mucho cuidado al ir sacando los dedos para que la bala no se resbalara y volviera a quedar alojada dentro de su cuerpo. Lo que sacó era un pedazo pequeño de metal, arrugado al meterse en su cuerpo. Lo tiró al suelo.

 La lluvia caía de manera torrencial y ayudaba, en gran medida, a que sus heridas no se sintieran como tales. Los que sabían de su resistencia al dolor, creían que él no sentía nada de nada y eso era una mentira. Cada vez que le pasaba algo, lo sentía en el alma pero el asunto era que podía resistir la cantidad de dolor que fuera. No había un límite a lo que pudiese aguantar. Una vez, explorando el límite de sus poderes, había cogido un cuchillo y se lo había clavado en la mano. Por supuesto que le había dolido, pero no tanto como para aguantar varias clavadas más.

 Respirando pesadamente, caminó bajo la lluvia siguiendo una carretera solitaria. Era un lugar alejado de todo, envuelto por bosques de árboles que crecían muy cerca los unos de los otros, con follaje espeso y una altura que era capaz de cubrir una zona extensa como si fuera un techo natural. Allí fue donde se escondió, dando cada paso con dolor pero si dudar un segundo de que lo que tenía que hacer era alejarse lo más rápido posible de toda la gente, de la civilización como tal. Sentía que ya no pertenecía con ellos. De hecho, sentía que jamás se había integrado como tal.

 Encontró de repente una zona rocosa, en la que el bosque parecía subir de nivel. En ese lugar había una pequeña cueva y fue donde se dejó caer para descansar. La idea era solo quedarse un par de horas pero estaba tan exhausto que solo se despertó hasta el otro día. Lo hizo de un sobresalto. Por esos días, casi siempre tenía pesadillas horribles relacionadas con las extrañas habilidades que, de un día para el otro, habían surgido en su cuerpo. Solo llevaba pocos meses sabiendo lo que podía hacer y era todo demasiado extraño.

 La lluvia había parado durante la noche pero el bosque seguía húmedo y frío. La ropa del hombre estaba muy mojada pero no tenía otra para ponerse. Además, no era algo que le importara mucho ahora. Salió de la cueva y caminó por el linde de la ladera de la montaña, siempre cuidado no caminar por un claro ni nada parecido. No sabía si alguien estaría buscándolo ni que métodos estarían usando para encontrarlo. Tenía que ser cuidadoso. Estaba claro que nunca volvería a sentirse de verdad seguro. Tenía que aprender a sobrevivir así, en movimiento.

 Su estómago de pronto rugió. Tenía mucha hambre pues no comía nada hacía más de un día. Se revisó los bolsillos del pantalón y encontró un papel y nada más. En el bolsillo de la chaqueta tenía un billete de baja denominación y un par de monedas. Era lo único que tenía y de todas maneras no podía usarlo como si nada, menos como estaba en ese momento pues cualquiera empezaría a preguntar de dónde había salido. Así que guardó bien el dinero y siguió caminando, esperando que se le presentara alguna manera de calmar el estómago.

 Los árboles empezaron a separarse un poco, lo que lo puso nervioso, pero solo era porque en la cercanía había un lago. Era bastante grande y parecía que no había nadie cerca. El agua era limpia pero desde la orilla tenía un color azul oscuro profundo, casi negro.  El hombre se quedó mirando, desde la línea de árboles, como el viento acariciaba la superficie del agua. Era un viento frío, que traía la temperatura de la parte más alta de la montaña. El hombre miró hacia el cielo: no habían nubes ni parecía haber nada fuera de lo común.

 Despacio, se fue quitando la chaqueta. La dobló con cuidado y la puso en el suelo. Allí tenía su dinero y no quería que cualquier criatura del bosque pudiese sacar las monedas brillantes o el único billete que tenía. Luego se quitó la camiseta, que tenía una gran mancha de sangre oscura, y la puso doblada encima de la chaqueta. Cuando se fue a agachar para quitarse las botas cubiertas de barro, se dio cuenta que ya no tenía el hueco de la bala en su abdomen. Dolía un poco todavía pero la piel estaba lisa, sin rastro de que nada le hubiese pasado.

 Se pasó los dedos varias veces, sin creer lo que veía. No entendía que le pasaba y por qué le pasaba precisamente a él, un tipo común y corriente que nunca había querido ser especial de ninguna manera. Lo único que había querido en la vida había sido un trabajo estable y vivir en paz con los demás. eso era lo que quería. Pero la vida no le había dado nada de eso y menos aún en los últimos días. Era como si tuviera que superar alguna prueba o algo por el estilo pero él no comprendía por qué. Nunca le había hecho nada malo a nadie y ahora estaba huyendo.

 Se sentó en el húmedo suelo del bosque para quitarse las pesadas botas, cubiertas de barro que ya estaba endurecido. Sus pies olían bastante mal pues el agua de lluvia lo había mojado todo y no había secado sus pies en mucho tiempo. Las medias también estaban embarradas. Las dejó dentro de las botas y a estas las puso al lado de la demás ropa. Se quitó los pantalones, unos jeans ya viejos. Al hacerlo, sintió como si se quitara una armadura de encima del cuerpo. Se sentía vulnerable.

Después de doblar los jeans, los puso sobre la camiseta. Se quedó quieto un buen rato, pensando que de pronto no tenía mucho sentido lo que estaba haciendo. ¿Que tal si alguien llegara y lo viera así? Tal vez le quitarían la ropa y lo obligarían a morir sin nada puesto. Sería algo muy humillante. Pero ese era su subconsciente que estaba obsesionado con la idea de morir desde hacía unos días. Sentía que su muerte llegaría pronto y a cada rato se imaginaba alguna nueva manera en que eso ocurriría, casi siempre de manera trágica.

 Sacudió la cabeza, como espantando una mosca, y terminó de quitárselo todo al retirar con cuidado sus calzoncillos. Los dejó en una de las botas. Entonces se envolvió con sus brazos y empezó a caminar hacia la orilla del lago. Respiraba pesadamente como si estuviera a punto de meterse a un baño de ácido o algo por el estilo. Era el miedo de que algo que no veía venir pasara en cualquier momento. Se podría decir que ahora el pobre hombre tenía miedo hasta de su propia sombra, de cualquier ruidito, de todo lo que pudiera llevarlo a la muerte.

 Sus pies tocaron el agua. Estaba muy fría pero sintió algo más: se sentía vivo al sentir el líquido. Despacio, se fue metiendo al agua hasta que estuvo cubierto hasta la cintura. En parte se sentía congelándose pero a la vez su cuerpo parecía calentarse desde de adentro. Era una sensación muy extraña pero placentera. Sentía casi como si se estuviese recargando. Avanzó un poco más y el agua le llegó hasta el pecho. Cuando se dio vuelta para mirar a la orilla, se dio cuenta que se había alejado bastante y que no pasaba nada de peligroso.

 Tal vez ya no lo buscaban. Tal vez ya se hubiesen dado por vencidos. Al fin y al cabo habían visto como un hombre corría después de dispararle. Eso debía haberlos asustado o algo. Era como si el optimismo fuese llenando su cuerpo, gota a gota. Entonces miró a su alrededor y, sin dudar, se hundió en el agua por completo. Aunque dejó de sentir el suelo rocoso del lago por un momento, no se preocupó porque todo de repente parecía sentirse perfecto. Sentía que ahora sí lo entendía todo y que comprendía que le pasaba y porqué.


 Así estuvo una hora, emergiendo del agua y sumergiéndose de nuevo. Cuando por fin regresó a la orilla, parecía un hombre nuevo. Se veía que algo había cambiado en su interior pero era difícil saber que era. En su interior, sentía como si estuviese lleno de energía. Antes de cambiarse, hizo el intento. Tomó una piedra y la apretó con una mano lo más fuerte que pudo. Cuando abrió el puño, solo había un polvillo gris que flotó lejos con la suave brisa que soplaba. Era hora de salir del bosque.

jueves, 3 de noviembre de 2016

He was a friend

   The problem with having people over was that Tom’s place was always a mess. He tried to keep it clean; to make it look like someone responsible lived there, but it was impossible for him to keep that façade up. He had to confront the fact that he was not the most organized person in the world and that he shouldn’t have said “Yes” when asked if he could have his friends over for their weekly gathering. They had that tradition since they started having their own places. It was an excuse for seeing each other more often because if it weren’t for that dinner, they wouldn’t know anything.

 Marina had almost always hosted the dinner. She had the most beautiful apartment of the group and her husband was very relaxed about them meeting up so often. Sometimes they only met every two weeks because she had something else to do or her husband needed his space so they just didn’t get together. If it wasn’t her house, they sometimes used Greg’s place but the problem with his house was the fact that it was too far away from anyone else’s and that he had a baby so they had to keep it silent and very short.

 So Tom had a lot to do before his friends came over. By his request, the dinner was changed fro mthe usual Friday to Saturday. He knew that if he needed time to plan the whole thing and it was going to be an important meeting because the New Year holidays had just ended and it hadn’t seen each other in weeks. They would normally call for a pizza or something like that but he really wanted to impress them as he had always been the loser of the group, the one that never did anything too impressive, the one that was still single and working a menial job.

 Yes, Tom wanted them to see another side of him, a side that he would hopefully actually have. As he started planning, he realized he was really as dull and simple as anyone would think. His job was really not interesting so they never spoke about that but he always got so tired from it that he had almost no time to actually read or hear about other things in the world. He didn’t have any real knowledge about the interesting things of life. He only knew about the boring corner he occupied in the world and that was it. So he really had to make an effort.

 The first thing was actually planning the dinner. Even in the New Year’s Eve dinner with his family, he had his old timey notepad and a pencil with which he would write ideas for things to eat. His brother insisted he should just order a pizza and garlic bread but they always did that and he wanted to impress them with something they couldn’t see coming. The garlic bread was a nice idea, so he wrote it down and his mother told him a good salad is always welcome so he wrote that down too. The idea was to have many simple things around.

 The days before the meeting, he decided to buy most of the things he needed for his dinner in order to do them first and see if he could do it all by himself or if it really was a better idea to just ask for a pizza. He used the oven and borrowed a bunch of kitchen equipment from his mother, as he didn’t have anything to do proper things at his place. He didn’t even have a blender, just a couple of pans, a cooking pot and the microwave. Tom had to borrow his father’s car too to be able to take all of that back to his place. They thought he was going crazy.

 The first thing he decided to do was the salad, which he thought was the simplest of the dishes he had wrote down. He decided to do one mixing vegetables and fruits. It was supposed to be something refreshing and filled with flavors. He did everything the recipe called for but at the end, he doubted the result was the same as in the recipe. Apparently, the fruits and veggies he had chosen weren’t in their best moment. Some of them were too “green” and others were too ripe. It wasn’t to be surprised, as he had never picked up so many things from the supermarket.

 He put the salad on the side and decided it would be nice if he kept it on the refrigerator. Then, Tom decided to make the garlic bread. It was a rather simple thing to do. His trial test was going to be with cheap bread he had found in the supermarket. Again, he had made the wrong choice, as the bread was much too hard, like a rock. It was almost impossible to cut it. But once he did, he smeared some garlic paste on it and put it in the oven. The thing was he forgot about it when doing another recipe, so the bread got burned and his second attempt another disaster.

 What he was doing in the meantime was mixing the ingredients to make nice thick waffles. He had found a website that advised against the mix they sold in a box and encouraged people to do the mix themselves. The whole kitchen got covered in flour and a couple of eggshells ended up in the mix. He let it harden a bit when he got the garlic bread out of the oven so when he mixed it again, it had a very rough texture, not very similar to the one in the pictures of the website. When he tried it in the pan, it just got stuck there and burned like the bread.

 And all of that happened in a single day, the Monday previous to his gathering with friends. He wasn’t ready at all and he was even more of a disaster than he had thought. Tom had never cooked anything for himself and had no idea about entertaining people. He was a shy person, the kind that would always be asked last about a subject, if asked at all. He knew they had put that burden on him because no one else could do it and that thought made him realized he didn’t want to be that person.

 So early Tuesday, he grabbed the phone and called every single was one of his so-called friends and told them that he had decided against organizing their little event. He didn’t explain why or anything like that. He thought it was best not to say anything that they could use against him, although he knew they were going to talk anyway. After making all the appropriate calls, he decided to go to bed and rest because he hadn’t been able to sleep properly just because of that stupid meeting being in his brain for weeks and weeks.

 A surprise came in Wednesday, after having been able to sleep for ten straight hours. A girl from college called Alicia had come to his door to visit, out of the blue. When he buzzed her in, he didn’t really realize what he had done. But then he did and he started picking up the trash from the floor but then stopped and realized that didn’t make any sense. If Alicia was there, it was because the others had told her about the cancelled reunion. She wanted to know more and he shouldn’t just fake that everything was perfect when it wasn’t.

At the end of the day, that mess in his house was what made him Tom. He was that mess and it was the most original version of his own self. Nothing more could be as perfect to describe him as that pile of things all around, ranging from papers and notebooks to all the ingredients that he hadn’t used and wasn’t going to use for anything, never again. He even had some clothes on the floor, mainly the ones he would pick up and put in bag to take to washing machines in the basement of the building. It was one of those places.

 When Alicia arrived, he greeted her on the door and didn’t ask her to come in. He just wanted to know what she was doing there. She said that a bunch of people, including her, were worried about him because he had cancelled out of the blue. She reminded him that he was always so worried about arriving on time to their other meetings and often gave money for more pizza, so it was weird that he would just cancel the gathering that he was in charge of. So Alicia was just there to receive an explanation and she really got one.


 Tom said he was tired of being the last person they always thought of, except when they needed money or some idiot to do shit for them. He told Alicia to told every other person in their so-called “friend group” that he wasn’t going to be the same idiot that he had been since college. Maybe he wasn’t brilliant or successful or anything, but he still deserved some respect. He closed the door on her face and decided it was a nice time to order a pizza, all for himself.