miércoles, 15 de noviembre de 2017

Sentir no es tan fácil

   Desde arriba podía ver como el granizo se había acumulado sobre los tejados y en los parques. Todo parecía haber cambiado en contados minutos, porque la tormenta no había sido duradera pero sí bastante intensa. La baranda que cerraba la terraza estaba mojada y fría como el hielo pero no me importo poner mis manos allí y apretar con fuerza. Por alguna razón sentía mucha rabia, sentía que había algo que la naturaleza me quería decir, pero al no hablar en español, la cosa era difícil de descifrar.

 Estuve mirando la tormenta alejarse por varios minutos. Obviamente me mojé bastante porque, aunque el granizo ya había parado e incluso empezaba a derretirse, la lluvia permanecía, cerrando el paso de las nubes más fuertes, de las que estaban causando caos por toda la ciudad pero yo no lo sabía ni me importaba. ¿Porqué me iba a importar lo que le pasaba a cientos o miles de otras personas, si a esas personas no les importaba en lo más mínimo lo que le pudiese pasar a alguien como yo?

 Entré al apartamento y subí directamente al baño que había en el piso superior. Allí tomé la toalla que usaba todas las mañanas para secarme el cuerpo y la usé para secarme el pelo y el resto del cuerpo, pues había decidido pararme en la terraza sin nada de ropa. Había oído el rugir del granizo, la lluvia y el viento cuando me cambiaba y tomé la decisión consciente de salir así, desnudo, a ver que era lo que pasaba y el caos que había en el exterior. Me sentí libre, por un breve momento.

 Momentos después, ya seco y en silencio, con solo algunas gotas de lluvia cayendo contra el vidrio de la ventana, traté de volver a sentir esa libertad en mis huesos. Quise recrear ese increíble momento en el que mis pies tocaron el ladrillo congelado y todos los vellos de mi cuerpo se erizaron al sentir la violencia del agua que venía del cielo. No pude hacerlo tan bien como la naturaleza, aunque mi mente siempre se había caracterizado por su creatividad, pero sí sentí algo.

 Era algo profundo, muy adentro de mi mismo y no tenía nada que ver con lo que pasaba afuera, con la meteorología o con las personas que después se quejaban de haber sido golpeados por granizos del tamaño de pelotas o por los vidrios rotos en su casa. Eso que tenía por dentro también estaba roto pero había liberado algo nuevo, algo que sentí diferente y que sabía que jamás había sentido. Sin camiseta pues aún, sentí un calor recorrerme el cuerpo. Mi cuerpo completo se erizó en un segundo, como si un placer casi erótico se apoderara de mí.

 No duró nada, como mi breve mirada a la libertad. Era cruel, pensé, poder sentir algo así, tan potente y excitante, por solo un breve momento de la vida. Estaba seguro que había muchas personas en el mundo que jamás habían sentido nada por el estilo. No era que quisiera sentirme mejor que ellos sino que las cosas así eran. Por alguna razón yo había sido elegido para ser uno de los pocos que sentirían algo semejante en su vida y tengo que confesar que me hizo sentir especial.

 Tuve que echarme en la cama, así como estaba, con los ojos cerrados. Trataba de respirar correctamente, de controlar mi corazón y mis sentimientos. Estaba conmocionado pero no me podía dejar llevar por algo tan efímero. De pronto me estaba imaginando cosas y solo había sido algo más normal, como el viento frío que se colaba por alguna parte y se insertaba en el cuerpo como una daga congelada. No todo es tan increíble como quisiéramos que fuera. Por eso ya nadie se asombra con nada.

 Hemos descubierto que el universo que nos rodea no es tan fantástico como siempre habíamos pensado. Y no es que se así sino que también nos dimos cuenta de que solo somos seres humanos que jamás comprenderemos lo que está adentro y afuera de nuestros débiles cuerpos. Los misterios del universo son demasiado grandes y los que tenemos adentro son íntimos y podrían decir mucho más de nosotros mismos de lo que nos gustaría. Entonces preferimos no hablar de ello y ya está.

 Cuando por fin me levanté, pensé por un momento en salir de nuevo a la terraza pero me di cuenta al instante que el momento ya no estaba. No era algo que se pudiese hacer cuando quisiera, como una droga sintética. No sé que fue lo que sentí pero puedo asegurar que era mucho mejor que cualquier cosa que alguien pueda inventarse para neutralizar su mente y sus sentimientos. Era lo contrario, un potencializador de todo lo que somos capaces de sentir, de lo que nos hace humanos.

 Más tarde la casa se llenó de mi familia, como estaba siempre. El momento había sido casi perfecto y por eso todo ese día no pensé en nada más sino en esa corriente que me había pasado por todo el cuerpo, estimulándolo todo. Mis padres me preguntaron en que pensaba y porqué estaba tan raro y la verdad es que no pude darles una respuesta clara y convincente. Solo pude argumentar alguna tontería, improvisando algo en el momento para poder seguir pensando en ello en privado, en mi pequeña mente que se había visto inundada de pensamientos varios.

 Esa noche, ansioso por experimentarlo de nuevo, me quité toda la ropa y me acostó desnudo en mi cama. Cometí el error de tocarme, creyendo que eso alentaría el suceso de más temprano pero así no funcionan las cosas. Terminé estimulándome de una forma mucho más terrenal y humana, sintiendo puro placer y nada más. No tenía la gama de sentimientos y amplitud de consecuencias que había tenido el extraño evento que había vivido. Un orgasmo es otra cosa.

 Al otro día, lo pensé más y me di cuenta de que podría haber sido algo imaginado. Puede que nada de eso, ni lo que sentí ni lo que pensé, haya sido real. Era algo normal pensarlo puesto que lo que había ocurrido había tenido las mismas consecuencias que un sueño común y corriente: todo se iba desvaneciendo con el tiempo, como si no hubiese ocurrido. Ya no me acordaba como se había sentido exactamente, si había comenzado en algún punto y terminado en otro.

 Solo sabía que había ocurrido y por eso se volvió un asunto de fe. Un hombre que nunca había ido a una iglesia y que aborrecía a la religión por la esclavitud a la que sometía a la mente humana, pensaba ahora que la fe era la única manera de poder explicar lo que había ocurrido. Ese estimulo tan complejo y maravilloso había sido algo de otro mundo y si no podía creer en él, entonces simplemente no había nada en lo que pudiera creer. Por eso se convirtió casi en una religión para mí.

 Todos los días subsiguientes traté de desmenuzar cada pequeño momento de ese día, desde que oí la primera gota de lluvia en el vidrio de mi ventana hasta que pude respirar después de sentir ese choque eléctrico extraño que me había cruzado el cuerpo como nada que hubiese sentido jamás. Cada día agregaba detalles a mis notas y esa fue la única manera de mantener el recuerdo vivo, siempre con la esperanza de que todo se repitiera algún día, ojalá más pronto que tarde.

 Ya han pasado meses de eso y trato de forzar que pase. Salgo al balcón y me quedo allí por largas horas, a veces solo vestido de un pantalón corto para ver si la falta de ropa fue la culpable de todo. Trato mantener los ojos cerrados, para ver si eso ayuda.


 Me he causado más placeres carnales tratando de descifrar todo el asunto pero sé que no se trata de eso. Sé que no era un orgasmo y tampoco era amor, porque aunque no lo conozco, sé que si lo sintiera no tendría nada parecido con lo que me pasó ese día. Eso sí, también puede que todo esté en mi mente.

lunes, 13 de noviembre de 2017

In fashion

   Every single night, Maddie Compton would fix every single piece of clothing she had been able to find in the second hand stores she visited that week. Sometimes they weren’t even fashion stores but places where she could buy the fabric she liked the most and modify it enough to create something no one had ever wore before. She had the advantage of having a great eye for design and a great taste in clothing. After all, she read all the magazines she could get her hands on, for free of course.

 Maddie was not a wealthy woman but she pretended to be, going to the most prestigious parties with the elite of the city. Many loved her designs and praised her for it. She even got some friends during those parties but the truth was that she had accepted the fact she couldn’t’ really get too close to anyone. Realizing that she was not who she said she was wouldn’t have been too hard for someone close to her, so she tried hard not to overstay her welcome in such events.

 She had made some mistakes in the past, as going out after with a guy she had met at the party. It would normally be a one-night stand, as she would escape the room as silently as she could and then leave to her life far away from the skyscrapers and lovely apartments those people had. Sometimes it was really hard for her, because she really wanted to be like them. She wanted that life which was certainly much easier than her own. She wanted to feel people cared about who she was.

 Of course, Maddie knew many of the people she met in those parties were not fully honest with her but it wasn’t possible that among so many people there wasn’t at least one person that actually liked what she did. One of her ideas at first had been to find someone willing to give her money to design dresses for some brand, at least as a test. They were certainly the type to do that but it came to be much more difficult than what she had anticipated. Rich people were too in love with themselves.

 To be fair, she was too. Maddie was the kind of woman that always looks at her own reflection on the mirror in the morning and then several more times during the day. She couldn’t avoid taking pictures of herself and it wasn’t even to share with friends or family, it was just to take a look at herself and try to reinforce some weird acceptance of her own being in her brain. She knew she needed people’s approval to feel she had made it and that’s why she had gone after the opinions of people who mattered, the ones that had money and could take decisions.

 The young woman had made several dresses and then she would sell them in the same stores she bought the ones that she modified and turned into sensations. Many store owners were very grateful for what she did because many of her designs sold very well with younger women that wanted something different to wear at an affordable price. It was the only way for her to make some money, besides working some days in a call center, helping with pizza deliveries from around the world.

 Maddies wanted to live of her designs. That or get one of those rich men to make her a rich woman through marriage but that was a lot trickier because she would began their life together by lying at that was never the best way to initiate a new relationship. Luckily, none of the guys she had dated had ever asked too much about her. Most men her age were too focused on themselves and their own achievements to even ask about what she really wanted out of life.

 It wasn’t the life she would have wanted for herself but it was the one she had and the one that made sense. She needed to insist on her only talent and if making clothes were the way to go, she would try it as long as she could. She made a very small amount of money out of it but it was the only activity that clamed her down and made her feel the world is not as awful as one would think it is, at least sometimes. The sound of her machine was the perfect way to distract her brain.

 It was the exact opposite of the parties she attended where most people were vicious and just loved to tear others apart, especially the women. Maybe it was because they had always been under appreciated, even when they were such wealthy people, but the ladies could be savage with newcomers and when the tastes of others didn’t match what was generally accepted. Maddie had to check all that out before going out to one of those events, in order to be praised but never mocked.

 She was very successful that way. She even decided to learn a bit more about make up and how to achieve a complete look that would fool anyone. She would imitate looks from magazines or inspire herself from those, with her cheap fabrics and dresses and accessories she practically remade herself. She always laughed alone in her apartment, thinking that if a policeman found her there he would think she was managing the least successful pirating ring ever. She did it all perfectly but always in a very small scale, in order not to attract the wrong attention.

 After a very long time trying to make it, Maddie finally attracted the right person for what she wanted to do. Her name was Emilia Gobstone and she was one of the wealthiest women in the city. She had an amazing apartment where many parties were held, having appeared in numerous occasions in many magazines. She fell in love with Maddie and one of her dresses and asked the young woman to make her and her daughters the same dress for a special party in a country club.

 Maddie did as asked and Mrs. Gobstone could not have been happier. The fabric Maddie had used was one of the best she had ever worked with, spending a very large sum to get it. But she knew she needed the best to be successful with that particular request. She was right. The wealthy woman was so happy, that she paid double what they had agreed on in the first place and asked Maddie to make her clothes for every event in the fall season that was getting nearer by the minute.

 With such a success, she decided to retire from going to parties and such and focus more on her dresses and their quality. From the point of view of her craft, she had made the best choice. However, many people wondered where she had left to and it was then when they found out who she really was. Everyone made fun of her in social media, posting pictures they had with her and telling the most awful stories about her. Some were based on things she had said, but they all twisted her words and some were only lies.

 She finished her work on Mrs. Gobstone’s dresses and wrote her a letter apologizing for everything. She sent her creations and the letter one afternoon and then decided to leave the city for a while, needing some fresh air, something she wouldn’t be able to get in such a city, which felt a little bit too crowded sometimes. She grabbed a suitcase, put some of her clothes and just left, trying not to think too much about everything that had happened in the last few years. 

 To her surprise, Mrs. Gobstone’s personal butler found her in her parent’s home, many kilometers away from the city. He told her his mistress needed her urgently and that it couldn’t wait. Maddie accepted the ride and, a few hours later, she was in the woman’s apartment.


 There, the socialite gave her a check to pay for her dresses and told her she wouldn’t be able to hire her again. However, she could do something else for her, as a personal way to thank her for her work. The following week, an specialized magazine called Maddie, in order to arrange an interview.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Asesino

   Era el último de la semana, el cuarto si había que contarlos todos. Era un buen momento para el tipo de trabajo que H hacía, uno que no muchas personas aprobaban. De hecho, muchos ni sabían que algo así existía. Claro que había que ser una cierta clase de persona para saber al menos un poco del mundo en el que H se desarrollaba. Las personas con las que se relacionaba seguido podían ser clasificadas como lo peor de lo peor, el mugre aceitoso de la humanidad.

 Lo que él hacía era matar gente y hacer que todo pareciera un accidente desafortunado. Sus técnicas más frecuentes eran las de ahogar a las victimas o envenenarlas sin que lo supieran. Esta última era algo mucho más elaborado que se tomaba demasiado tiempo pero siempre tenía los mejores resultados pues no había forma que nadie se enterara de cómo había muerto en verdad su ser amado o su jefe o cualquiera que fuese su relación con el muerto. El caso es que quedaba bien hecho.

 Sin embargo, no había sido fácil empezar en el negocio. Todo había sido consecuencia de una serie de errores que había cometido. El primero, tal vez el más importante, había sido no trabajar tan pronto como pudo cuando fue joven. Mientras otros lo hacían en panaderías o tiendas de video, él se la pasaba mirando las estrellas o simplemente cultivando su cerebro, algo que con el tiempo resultó ser algo que no llevaría a ningún lado. Por eso surgió lo de las drogas.

 Como no podía conseguir trabajo cuando ya todos sus conocidos eran jefes o al menos ganaban una buena suma en algún lado, H se desesperó y buscó por todas partes una opción para al menos tener un ingreso mensual fijo. Lo que encontró fue una red de narcotráfico que buscaba personas que vendieran la mercancía y él resultó ser la persona perfecta para el trabajo: parecía universitario y no resaltaba en multitudes. Se podría acercar a los estudiantes para ampliar el negocio.

 Así empezó su carrera entre las sombras, pues tuvo que hacer negocios que no le gustaron pues sabía en qué estaba metiendo a jóvenes hombres y mujeres que se encontraban en un mal momento de sus vidas. Él se estaba aprovechando de ellos, de su vulnerabilidad. Por un buen rato se sintió bastante mal por ser aquella persona, un depredador, que se lucraba con su afán de sentirse mejor. Con el tiempo, esa preocupación desapareció. Se fue dando cuenta que todos ellos no eran niños sino adultos y era su decisión consciente hacer lo que hacían. H jamás forzaba sus ventas.

 H era un pésimo profesional en el campo que había elegido estudiar en la universidad. Era un mediocre en aquello que se suponía amaba y conocía bien. Se había pasado meses y meses, casi una década entera, tratando de construir una estructura de conocimiento suficiente para poder ser lo que más quería en la vida. El triste resultado se había derrumbado a su alrededor y los escombros lo habían atrapado durante un buen tiempo hasta que se metió en el negocio e las drogas.

 En eso era el mejor. No solo vendía más y a más gente sino que había ampliado la extensión de su zona de distribución e incluso se había adentrado en negocios alternos para poder impulsar la venta de la droga. En un mismo paquete muy bien cerrado, podían haber también medicamentos de prescripción médica, así como alcohol y cigarrillos. Se le daba al cliente lo que quisiera, como quisiera y dónde quisiera. No había limite alguno y esa era la clave de toda la operación.

 En poco tiempo fue el mejor vendedor de la red de la ciudad y pronto se le pagó para que viajara a otros lugares para mejorar las ventas. En muchos lugares los vendedores sufrían bastante para vender lo poco que tenían pero con sus estrategias eso cambió bastante pronto. En poco tiempo, la venta de narcóticos creció casi al doble de lo que era en el pasado. Y fue en ese momento cuando H se dio cuenta de que su momento en ese negocio había expirado.

 Le explicó a sus jefes, hombres que casi nunca se dejaban ver, que necesitaba hacer algo diferente, algo que lo desafiara más. Ellos trataron de amenazarlo pero él les recordó que gracias a sus esfuerzos, ellos eran más ricos de lo que jamás podrían imaginar. Aclaró que jamás le diría nada a la policía porque obviamente eso iría en contra de sí mismo pero sabía de la competencia y que a ellos les encantaría entender como fue que ellos habían crecido tanto en tan poco tiempo.

 Los hombres terminaron por aceptar su renuncia pero fue entonces cuando le propusieron algo diferente, que tal vez le podría interesar. Durante su tiempo vendiendo drogas, él había hecho lo opuesto a sus clientes: había cuidado su cuerpo, entrenando varias horas a la semana para poder ser ágil e intimidante. Por eso le propusieron ser uno de los nuevos guardaespaldas de un narcotraficante que necesitaba con urgencia personas que le colaboraran, después de un ataque particularmente fuerte de las fuerzas del Estado. Aceptó la propuesta sin pensarlo dos veces.

 No pasó mucho tiempo para que empezara a destacarse entre los demás guardaespaldas. Podía ser muy calmado en un momento y casi salvaje al siguiente. Era una máquina de fuerza y velocidad cuando quería. Por eso su nuevo jefe lo enviaba a hacer ciertas tareas que él solo le daba a sus más fieles empleados. Matar fue una de esas tareas y al comienzo no fue nada fácil. Pero con el tiempo todo se hace más sencillo y terminó siendo una máquina de la muerte muy refinada.

 Los estudios del pasado le sirvieron para refinar sus técnicas. Fue así que encontró varios venenos que la mayoría de personas no conocían y que podían ser utilizados efectivamente para eliminar a quienes necesitase eliminar. Pronto perdió la cuenta de sus victimas y matar personas se volvió algo tan común y corriente para él como correr las cortinas por la mañana y servirse jugo de naranja. Era algo oscuro y asqueroso pero ese era él, ese había resultado ser su verdadero yo.

 A veces se despertaba a la mitad de la noche o simplemente no podía dormir. Y no era que viera las caras de los muertos en la oscuridad sino que se sentía como en una caja que lentamente se iba cerrando a su alrededor. Sin pensarlo mucho, le pidió a su jefe que lo dejara ir, pues quería emprender su propio negocio por su parte. Le aseguró que no serían competencia ni nada por el estilo. La idea era ofrecer el mismo servicio que le ofrecía a él pero a otras personas.

 Meses después, recibía contratos de varios tipos de personas. Los narcotraficantes eran cosa del pasado. No había nada mejor que trabajar para amas de casa desesperadas o para hombres de negocios que se veían entre la espada y la pared. Había cierto interés casi morboso en ver como personas que parecían ser normales, que parecían no herir una mosca, podían convertirse en monstruos peores que él mismo en un abrir y cerrar de ojos. Era algo digno de ver.

 Con el tiempo, empezó a subir sus precios y a hacer cada vez menos trabajos. Esa era la idea desde el comienzo. Después de todo no iba a tener la energía de un joven toda la vida, su entrenamiento físico solo podría mantenerse por un cierto tiempo.


 Así fue como empezó a entrenar a otros en su arte de la muerte. Cuando llegó su propio momento de morir, había otros que seguirían su oficio para siempre pues con los seres humanos la muerte es segura y, es aún más seguro, que las pasiones de un momento los hagan hacer lo que nunca antes harían.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

You reap what you sow

  Its name was Cotton and he had been a member of the Northam family for at least ten years. He had been given to a young teenager named Martha, the oldest of the Northam marriage. They were a very wealthy family from the coastline region, controlling most of the fishing industry in the part of the country. They named the cat Cotton because of the color of its fur but also because the family also owned several cotton plantations on near the ocean, which they exported with ease.

 Martha had never really wanted a cat. She was not the kind of kid to like animals or anything that was alive. To be fair, she had problems at school that had resulted in her removal from the education system. She was then educated at home by private teachers who would come for at least five hours a day and try to educate her a bit. But the girl wasn’t interested, only being moved by the love of her father and his tendency to give her what she wanted whenever she wanted.

 Her mother Nancy had never agreed to that behavior but Mr. Northam, as head of the family, made all the big choices around there and she couldn’t really protest any of the decisions he made. If he wanted something done at home or not, if he wanted the children to go to school or not and even what kind of food would be served at home, it was him who decided it all, even if it didn’t really affected him. Because, you see, Mr. Northam was never around in the house, too busy with his business.

 Many, for a long while, had guessed he could be one of those men that has several mistresses all around and even other families but that was proven to be false when Nancy, on a very rare glimpse of attitude, had decided to follow her husband one day in order to se what he did with his time. It had been the most boring experience for him and had just sealed in her mind that nothing would ever change in that house because there was nothing unpredictable about the things happening all around.

 Cotton was officially Martha’s, but the cat spend much more time in the kitchen, sitting on an old wooden stool, while the cook did her chores of the day. She was a big woman, much bigger than any in the family, and she would often give the cat bits and pieces of everything she made. Everyone always seemed to be astonished at how fat he became over the years. No one knew about where he went every day and only the old cook knew and never told a soul. After all, Cotton was a bit like a companion, even a partner in crime if you will. She never felt alone when he was there.

 For Alysia, the cook, Cotton was more human than the people she made the food for. She liked the cat because he seemed to listen to what she said, even if it was ridiculous to converse with a cat. However, that all changed when Martha discovered the cat coming out of the kitchen one day, when she was about to leave the house after finally ending her high school years. Her father had agreed to pay a very expensive university far away in order for her to become a clothes designer.

 Even so, she complained to her father about the cat not being with her, as he should even if she didn’t want him around, and being with the cook instead. The children had never seen the cook’s face but they had been raised to believe that was far a reason, something to do with them being better than others although with a different wording, in order not to seem heartless and insensitive. But the truth could never be masked by pretty and false phrases that meant nothing.

 Mr. Northam’s response was pretty straightforward: Alysia was fired and replaced with another older woman, as big as she was. The cat stopped going to the kitchen because the new cook would always try to scare it off with a broom or something. So Cotton, once again, became an object for everyone in the house, as useless and uninteresting as a lamp or the rugs that were all over the place. No one cared about him afterward, being the gardener the one in charge of filling the cat’s bowel with food and water.

 Alysia leaved in a small shed was forced to leave it once she had been fired, as all of the housing in the area was exclusive for people that worked for the Northam family. She was evicted along with her few belongings and at age seventy-six she was forced to leave the region and go to a big city in order to try to find a new job, because she didn’t have enough money saved to pay for anything. Suffice to say that working for years had not made her a candidate for a pension or even health insurance.

 Cotton escaped one night and went looking for Alysia but he never found her. Not only because he arrived at the shed she used to leave with and no one was there, but because he was an already very old cat and couldn’t properly use his natural talents to find anyone. He was confused and tired, so he decided to go back to the only place where he could rest for the rest of his days. At least the small boys were now bigger and didn’t bother him and the rest of the family was too submerged in their own businesses in order to care for what a cat would do or not do.

 In the city, Alysia eventually found a job knitting for a store that made baby clothes. They required her skills to be almost out of this world and she was just too tired to do it as fast as they wanted her to be. So they also fired her from that place. She would never find a job ever again and, in a very sad turn, she died in line while trying to get into the office that was supposed to help her sue the Northams for everything that they owed her for all the years of service. It wasn’t peaceful.

 No one attended her funeral and she was cremated because there was no determined place to put her body. Some nice person dissipated her ashes in a park in the city, but that was it for her. She had raised a family, had endured after losing her husband and had made everything possible for her children to have better lives than hers. She failed and succeeded but all of that never mattered in her golden years, that time you are supposed to be at peace and with no worries.

 As for the Northam family, they didn’t have the best of lucks either. Because of very poor business decisions, a competing company was able to outgrow them and eventually they were forced to sell to them. Everything went, even the palatial house that had been their refuge for so many years. Every employee defected fast and many other were only fired with no compensation. Some of the old sheds were demolished and everything that had been a reality for so long had been turned into dust.

 As for Martha, she never returned from abroad. However, it was known by everyone that she had never paid a single semester in that fancy university, instead blowing the money in alcohol and drugs. A couple of years after her family’s bankruptcy, she was found dead because of an overdose. It was the final nail in the coffin for her family, a very big coffin with a very large amount of nails. Her parents divorced and her brothers never spoke to any of them again, separating forever.

 Cotton was a witness in all of this. However, the cat was very old and tired when it all happened. However, the gardener decided to keep him when things were being sold. After all that time, he had also developed a fondness for the furry creature.


 The cat died only a year after that, not being able to fully enjoyed proper love in a much better, although smaller, house. Some called the whole thing a curse but there are no such things. It’s more the phrase that grandmothers say: “You reap what you sow”.