viernes, 24 de noviembre de 2017

Malditos idiotas

   Cuando me desperté, estaba en una cama conectado a una de esas máquinas que hacen ruidos repetitivos. Un par de tubos iban y venían y algunos otros estaban conectados a mis manos. Me dio ganas de rascarme apenas los sentí, pero no pude hacerlo porque el solo pensamiento de moverme hizo que todo el cuerpo me doliera, como si una descarga eléctrica de alta potencia pasara por todo mi cuerpo. El dolor fue amainando y fue justo cuando ya no me dolía nada cuando la enfermera entró a la habitación.

 Pensé, tontamente, que había venido porque de alguna manera la estúpida maquina había detectado mi dolor. Pero no, solo había venido a revisar que estuviese vivo, respirando y absorbiendo el suero al que estaba conectado. Quise fingir que estaba dormido. No supe porqué, pero creo que no estaba listo para que la gente supiera que había despertado, vuelto a este mundo de mierda que me había puesto en esa cama de hospital. Pero no pude hacerlo y ella salió apresurada de la habitación.

 En poco tiempo otra enfermera y un doctor vinieron a visitarme. Tuvieron para conmigo las palabras de siempre que dicen cuando alguien está en un hospital y las mismas preguntas estúpidas del estilo: “¿Se siente usted bien?”. Imbéciles, pensé. Pero no lo dije. De hecho, no podía hablar porque la garganta me dolía demasiado. El doctor ordenó que me trajeran algo de tomar y fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un hambre feroz y hubiese preferido un batido de carne al jugo de zanahoria que trajeron.

 Me lo tomé en silencio y solo, puesto que ya era tarde y nadie se quedó conmigo para ver si me tomaba el espeso liquido o no. No estaba feo pero el sabor o la consistencia del dichoso jugo no me importaba en lo más mínimo. Me lo tomé mirando por la ventana, como si pudiera ver algo. La verdad era que el otro lado parecía la boca de un lobo, completamente oscuro y sin ruidos que denunciaran exactamente donde estaba. Porque de idiota no me había fijado en la bata del doctor.

 Me quedé despierto varias horas, pensando en mi accidente. Me acordaba bien como se sentía su cuerpo cuando lo empujé al separador de la avenida y también recuerdo sentir como si se me viniera una montaña encima pero solo había sido un automóvil que había llegado al semáforo a alta velocidad. Por lo visto el color rojo no significaba nada para ese borracho o drogado o lo que fuese ese maldito desgraciado. No supe que pasó después pero la rabia no me dejó dormir en paz hasta que llegó la luz de la mañana. Tuvo un efecto de calmante y me dormí sin chistar.

 Los días en un hospital pasas lentamente. Debe ser lo mismo que en una cárcel, pues en ambos lugares se está en una pequeña habitación sin posibilidades reales de salir a dar una vuelta. En mi caso, no me dejaban salir porque no podía usar las piernas. No había quedado invalido pero había estado muy cerca. Todos los días venía un enfermero francamente atractivo y él era el encargado de hacer la terapia pertinente para que pudiese mover las piernas lo más pronto posible.

 Mi voz mejoró y pasados algunos días ya pude flirtear un poco con el terapeuta. El solo se ría o sonría y cambiaba de tema. Estaba seguro de que lo hacía sonrojar y eso era una indicación muy clara pero la verdad era que yo solo lo hacía por hacer algo, por sentir que todavía era la misma persona de antes. Además, no quería verme débil ante nadie y no había mejor manera de aparentar que haciéndome el chistoso todo el tiempo, con apuntes y preguntas tontas.

 Pero cuando se iba la gente, volvía a mi estado de casi depresión. Y digo casi porque dudo que haya sido igual a lo que viven muchos, que se sienten hundidos en un hueco del que no pueden salir. Mueven los brazos como locos y simplemente no logran salvarse a si mismos. No es mi caso o eso creo. Yo siento tristeza de lo que me pasó pero más que todo rabia hacia las dos personas que estuvieron en ese momento conmigo, los otros dos protagonistas de la historia.

 El conductor, alguien me dijo, se echó a la fuga antes de atropellarme. Eso era algo que yo no sabía e hizo que mi odio aumentara sustancialmente. Pero lo que me dio rabia, de esa que da ganas de demoler una pared a mordiscos, fue que la persona que yo había empujado no hubiese venido jamás a visitarme. Ni siquiera había preguntado por mi y cuando confronté a mi familia y a los pocos amigos que habían venido a verme, nadie decía nada, como si se tratase de un secreto de estado.

 Le pedí a mi hermana que me trajera mi portátil y obligué al guapo de la terapia a que me diera la clave del internet inalámbrico del hospital. Apenas pude, busque a la persona que salvé en internet y pude ver como se hacía el héroe en cuanta red social podía. Lo peor, era que todo el mundo se creía su ángulo de la historia, así hubiese sido yo el que lo había salvado. No tenía nada de sentido pero para atraer idiotas no hay que tener mucho sentido común, solo palabras atractivas. Palabras en las que nunca se me mencionaba, ni por error o confusión.

 Estuve cuatro meses en el hospital hasta que por fin pude mover las piernas. Tenía que seguir yendo a terapia pero eso no importaba, podía caminar y los pronósticos eran muy positivos. Abracé al guapo de mi terapeuta y le planté un beso en la boca que sorprendió a todos pero más que todo a él. Era mi última gran sorpresa, antes de irme a casa de vuelta a mi habitación y mis cosas. Debo decir que dejar el hospital fue duro, pues regresaba a la cruel vida diaria con el resto de mortales.

 Mi familia solo tenía para mí cariño y los más grandes cuidados. Les pedí que no se fastidiaran tanto estando pendientes de mi estado, puesto que debía avanzar yo solo para mejorar de verdad. Sin embargo, los dejé hacerme ricos postres y llevarme a restaurantes que me gustaban. Era mi momento para mimarme un poco, creo que me lo merecía. Tal vez no me merezca nada en esta vida pero me sentía cansado desde antes del accidente y aprovecharse de una tragedia personal no es tan malo.

 Al fin y al cabo, fue a mi que me levanto ese desgraciado del pavimento. Fui yo quien tuve las piernas casi rotas y fracturas por todo el cuerpo. Fue a mi al que me sangró la cara y otros lugares del cuerpo que prefiero no nombrar. Fui yo quién salvó a un imbécil de ser aplastado por un vehículo a alta velocidad. Así que algunos tendrán que disculpar mis ganas de vivir un momento de vida en tranquilidad, disfrutando de aquellas cosas que solo la buena vida y todo lo que ella implica, pueden aportar.

 Eventualmente dieron con el tipo que me había atropellado. Esta es una ciudad atrasada y llena de idiotas pero por alguna razón providencial, había una cámara de seguridad en un edificio frente al lugar donde me habían atropellado. Se veía todo con una claridad sorprendente y esa fue la pieza clave para dar con el paradero de quién resultó ser una mujer. Se había ido a esconder a otra ciudad pero pronto fue arrestada y se me pidió testificar en contra, algo que hice con todo el gusto.

 Fue a la cárcel, condenada por no sé cuantos años. La gente dice que debería perdonarla pero eso me parece una reverenda estupidez. Esa mujer hizo lo que hizo y lo primero que pensó no fue en ayudar sino en protegerse a si misma. Puede pudrirse en la cárcel.


 En cuanto a la persona que salvé, un día se me acercó en un cine y me pidió disculpas. Yo le dije que no tenía tiempo puesto que estaba en la mitad de algo importante. Tomé de la mano a mi terapeuta y la expliqué quién era la persona que me había saludado. “Nadie importante”, le dije.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Thanksgiving

   She gave herself one last look in the mirror before grabbing her purse and her jacket. Jackie caressed her cat Milo before heading out into the night, where she would have to get into a cab and then wait inside before arriving and the Thanksgiving dinner she had been invited to only some days earlier. Paul had been kind enough to invite her and she knew they didn’t knew each other that well yet, so his gesture was all the more difficult to understand but welcomed. After all, she was very far from her own family.

Jackie’s new job as an assistant editor had forced her to move out of her small city to a bigger one, where she would have many more opportunities to grow. At first, she had been very reluctant to leave her home but it was her own parents that almost forced her to take that big new step in her life. They had never had the opportunity to do something like that and they wanted her to have everything they hadn’t been able to have in their respective youths. They were going to miss her deeply but it was necessary for her to leave.

 Starting somewhere else she had never being to was difficult the first few months but the amount of work had numbed her response to anything happening around her. Thanksgiving was the first time she was leaving her small rented apartment in order to actually have fun. She would leave everyday really early for work and then head back at night to sleep there. She would cook something as soon as she arrived and pack it for the next day. That was her routine and she was grateful for it because it didn’t require thinking.

 That party, however, did require a lot of it. She had to buy a proper dress, something she didn’t have in her wardrobe, and accessorize it with nice things and, of course, a great hairdo. She bought some fashion magazines to give her a good idea of what girls from the city liked to wear but she felt none of those styles actually fitted her. She was more the kind of staying at home and enjoy a new TV show, rather than going out to a club dancing or something like that. She had to go to several stores before finding a dress she liked.

 The woman that helped her was the one who advised her on which earrings and shoes she should wear with it. Thankfully, some of her own stuff was perfect for it, saving her a big amount of money she wouldn’t have being able to spend, unless she went in debt or something and that was something her parents had warned her against. She also borrowed a neighbor’s jacket, a girl named Olivia who had become her best friend in the city. That was something to say because they didn’t really know each other that well but Olivia had seen Jackie with her dress bag and sad expression and just knew she needed help.

 When she arrived at the venue, a very impressive restaurant on the twentieth floor of a very old and majestic building, Jackie felt she was entering some sort of book. The people tending to the guests were dressed like those butlers that you see on period dramas or something like that. She even smiled when one of them offered her a glass of champagne, which she accepted trying to fit in. She suddenly felt a little bit out of her element and tried to look for her friend all around. But the place was fairly big.

 The venue was like a palace inserted into a building. There were long and luxurious stairs that separated two floors, both of which had different rooms were people could stand up or sit down, have a drink or dance around if they wanted. No loud music thought. There was a live band playing some modern songs but in such a way it seemed the whole place had been transported magically back to the 1950’s. It was a very nice atmosphere but also a bit uncomfortable for Jackie, who wasn’t used to something like that.

 Her friend Leslie appeared from behind. He was a tall, very white and lanky man, who worked in the technical area of the magazine. He was the one who made it possible for the editor to make a digital edition to be on display for all of those women, and some men, who paid for the magazine online. He was one of the first people that invited Jackie to have lunch with him when she arrived, stating that he had always been the lonely kid in school and would have never wanted to have someone feel like that if he could do something about it.

 They laughed for a while before talking about the food and drinks and how fantastic the place was. Leslie explained that the place was owned by a very old club, which had been created by his grandmother many years ago. He didn’t say a word, but it was obvious his family was very wealthy. He tried to make it all seem like if it was something everyone could experience but Jackie soon realized that wasn’t the case at all. Elitist was maybe a very strong word but it would be appropriate for the situation.

 Leslie took her by the arm and carried hair up the stairs, to a room all decorated in gold and some red elements. There, she was presented to his family. Leslie’s mother Corinne was a very nice lady that was obviously not used to such luxury either. The young woman soon deduced it was her husband who had been born into wealth and not her. It was not only the way she spoke and moved but also the things that she didn’t do. Jackie liked her from the first moment and so did Corinne, who had never really liked any of her son’s friends because of their way of behaving in public.

 Helen, Leslie’s grandmother, was someone very different. She sat on a big chair and didn’t move too much. It wasn’t like she couldn’t walk or something like that. It was obvious that she wanted everyone to be around her and to be, to an extent, the center of everyone’s attention during her time in the event, which was actually short for being such a matriarch. The moment dinner was served in a very large table, she disappeared. Jackie asked about her whereabouts but no one answered. It was her thing.

 It wasn’t until much later in the evening when Jackie met Leslie’s father. He had just arrived from a very long flight, claiming he had taken a limousine straight from the airport to be able to share some time with his family. His wife was happy to see him but Leslie had a very different response. Jackie could tell he just stopped himself from joking around as he usually did and he became this stiff man that couldn’t almost speak a word. It was a very unsettling thing to see.

 And George, his father, was not at all an intimidating man. He was actually very charming; enchanting everyone present with some stories about his trip to Asia and the people he met there. He also told some jokes but many of them did not find an audience with Jackie. Maybe she was too oblivious or the content just went over her head. But the most likely reason was she was trying to make Leslie speak, with little to no success. He really seemed to have become a human icicle.

 Then, out of nowhere, a member of the staff came in rushing into the dining room, straight for Leslie’s father. He spoke in a very low register and fast enough no one could really understand what he was saying, not even Jackie who was fairly close. Whatever he was talking about, it was very serious because George’s expression went from utter joy to a very grim expression that drained all color from his face. The staff member left and George’s father stood up, trying to make people calm down.

 He announced, in a very deep voice, that his mother had just passed away in her apartment “upstairs”. He apologized for ending the evening, but the circumstances were very unique. Everyone stood up and headed to the lobby, to pick up their belongings.


 Leslie was still like a stone but he seemed to move his eyes, which was an improvement. Jackie wanted to stay with him but Corrine personally put Jackie’s neighbor’s jacket on her back and joined her outside where a cab was already waiting. She didn’t even have a moment to talk or think.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Cosas del momento

   El espejo era enorme. Cubría toda una pared del cuarto de baño, que era del tamaño de mi apartamento o tal vez más grande. No solo había un gran espacio libre de todo sino que había varios lavamanos y una bañera circular enorme, con una vista envidiable. Era de día, por lo que pude ver tan lejos como era posible. La luz del sol entraba suavemente por la ventana y acariciaba mi piel recién bañada. No me había demorado mucho pero los aceites y jabones eran perfectos para mi piel.

 El agua resbalaba el suelo, mojándolo todo. Pero no me importaba porque no era mi hogar. De hecho, estaba seguro de que no podría volver en mucho tiempo, si es que volvía alguna vez. Ese pensamiento se atravesó en mi mente y me hizo alejarme de la ventana y tomar una de las toallas mullidas que había cerca de la entrada. Revisé mi cara y mi cuerpo en el espejo enorme. Me miré por largo rato, como muchas veces hacía en casa aunque no con tanto esplendor a mi alrededor.

 Dejé caer la toalla y detallé cada centímetro de mi cuerpo. Mi pies, mis piernas, en especial mis muslos. Mi pene, mi cintura, el abdomen, los costados e incluso me di la vuelta para verme la espalda aunque eso era algo difícil. Terminé por el pecho y luego mis ojos oscuros mirándome en el espejo. Les faltaba algo pues veían algo apagados. Tal vez era porque toda la vida me había mirado en el espejo viendo mis defectos, viendo lo que creía que todo el mundo detallaba en mí.

 Sin embargo, muchos decían que jamás se habían dado cuenta de las estrías, de la grasa extra o de las cosas de más o de menos. Siempre pensé que lo decían por cortesía, tratando de seguir en lo que estábamos en vez de enfocarnos en la pésima percepción que tenía de mi mismo. Pero tal vez eran honestos conmigo, tal vez no habían visto nada de eso que me hacía sentir a veces tan pequeño e insignificante, tan tonto y a la vez más inteligente que los demás. Me alejé del espejo tras un largo rato.

 Me sequé el cuerpo lo mejor que pude y aproveché la toalla para secar un poco del piso que había mojado. No quería que él viniera después y encontrara todo hecho un desastre, aunque eso no podía ser muy probable ya que sabía que tenía empleados que limpiaban y ordenaban todo a su gusto. La casa era enorme y era apenas obvio que muchas personas ayudaban a que todo estuviese perfecto, casi como un museo. Por muy interesante e inteligente que fuese el dueño, sabía que con su trabajo no pasaría mucho tiempo allí. Por eso debía salir pronto.

 Sin ropa, pasé del baño a la habitación principal. Mi ropa ya no estaba en el suelo, como la había dejado al entrar a bañarme, sino que estaba toda en una silla, cuidadosamente doblada. Incluso las medias estaban, cada una, dentro del zapato correspondiente. Mi billetera también estaba en el montoncito Revisé mi chaqueta y me di cuenta de que mis otras pertenencias estaban allí. No quería desconfiar en semejante lugar pero igual abrí la billetera para ver que todo estuviera bien.

 Después de revisar, me vestí lo más rápido que pude. Era evidente que no estaba solo en la casa. Toda la habitación estaba impecable: la cama debidamente tendida y las persianas corridas para dejar entrar la luz. Incluso parecía como si hubiesen aspirado, aunque eso podía hacer parte de mi imaginación puesto que el ruido fácilmente hubiese llegado al baño. Lo último que me puse fueron los zapatos, con cierto apuro porque quería salir de ese lugar cuanto antes.

 La chaqueta la llevaba en la mano pues todavía tenía el calor del baño en el cuerpo. Al salir de la habitación, recordé que la anoche anterior había llegado a la casa con algunos tragos de más en el cuerpo, por lo que esperaba reconocer el camino de salida. Accidentalmente entrar en un baño, la cocina o la habitación de alguna otra persona no era una opción. De repente una horrible sensación de vergüenza y desespero me invadió el cuerpo y quise salir corriendo de allí.

 Bajé una hermosas escaleras que se retorcían hasta lo que parecía la entrada principal. Todo era bastante minimalista, cosa que recordaba pues había un chiste a propósito de ese detalle la anoche anterior. Sabía que a él le había gustado porque recordaba muy bien su risa y el aspecto de su rostro al sonreír. Era un hombre muy guapo y eso me hacía sentir bien y mal al mismo tiempo. Al fin y al cabo había sido algo pasajero, algo que seguramente no hubiese ocurrido en otras instancias.

 Bajé de la manera más silenciosa que pude pero cuando estaba a solo un metro de la puerta, una voz hizo que mi cuerpo quedara congelado. Era una mujer. Voltee a mirarla, sin opción de hacer nada más. Ella estaba en lo que parecía ser una de las salas, tal vez donde habíamos estado bebiendo la noche anterior pero yo no lo recordaba claramente. Más que todo porque estaba concentrado en él y por eso me había sentido mal antes, porque sabía que me gustaba mucho más de la cuenta y eso era algo que no podía permitirme. Sin embargo, tuve que caminar hacia ella y saludar.

 Su respuesta fue una pregunta. “¿Se conocían de antes?” Sus palabras me dejaron frío, con los ojos muy abiertos puestos en ella. La mujer se dio la vuelta y se sentó en uno de los sofás. Había estado bebiendo algo de color amarillo con hielos. Tomó un sorbo y me miró de nuevo, con una expresión que parecía de regaño, como si quisiera reprenderme. Pero era claro que se estaba reprimiendo. Su cuerpo parecía contraerse en si mismo, tratando de no decir nada que no pensara bien antes.

 Cuando por fin habló dijo que era su hermana. Eso me hizo sentir un poco más aliviado porque cabía la posibilidad de que fuese casado. No voy a explicar como sé que eso puede ser una posibilidad pero solo sé que lo es. Me dijo que estaba preocupada por él puesto que recientemente había perdido a alguien que había querido mucho. Se puso de pie de nuevo y, sin pensárselo demasiado, me dijo que yo no era el primero que salía así de esa casa. Habían habido otros, no hace mucho.

 Sus palabras tuvieron el efecto deseado. Me hizo sentir peor de lo que ya me había sentido al cambiarme o cuando estaba viendo el hermoso paisaje por la ventana del cuarto de baño. Yo no era un acompañante ni un trabajador sexual. Había sido una casualidad tonta que nos encontráramos en ese bar porque yo casi nunca salía de mi casa, de mi rutina. Pero estaba tan mal que quería alejarme de todo a través del licor y del ruido de la gente. Así y todo, él había estado allí, invitándome a un trago.

 Lo único que fui capaz de hacer fue pedir permiso y dar la vuelta para irme. Casi corrí a la puerta, la abrí de un jalón y caminé lo más rápido que pude hacia la reja perimetral de la casa. Hasta ese momento me di cuenta de lo lejos que estaba de mi casa. No sabía ni como llegaría pero no me importó. Solo quería salir de allí lo más pronto posible. Un jardinero se me quedó mirando, justo cuando crucé una reja que ya estaba abierta. No pensé en eso y seguí caminando, por varios minutos.

 Horas más tarde, entré en mi casa y me quité la ropa y todo lo demás de encima. Me sentía asqueroso, culpable de algo que no había hecho. Me metí a la ducha de nuevo, con agua fría, y con eso me dio rabia dejar que esa mujer dijera lo que había dicho.


 Juré, con los huesos casi congelados, que no volvería a hacer una cosa de esas. Me controlaría y trataría de manejar esos momentos de ánimos bajos de alguna otra manera o bebiendo en casa. Mientras lo juraba bajo el agua, mi celular se encendió al recibir un mensaje de él.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Cry of death

   When rain came down the forest, it scrapped off the first layer of every tree. This gave the trees a really scary look, as if they were bleeding from their whole body. It was the reality of the world now, where acid rain had gotten worse. Plants and animals were having a very difficult time surviving the new state of things. In other parts it wasn’t much better. There was sand where there used to be farmland and many islands had disappeared far from the continents. It was a new world.

 Gaby was one of the many women that had decided to form a team to go into the forest every day in the morning in order to pick up as many fruits and mushrooms as they could. They were rare and fragile, so they needed the soft and delicate hands to pick them up from the ground or grab them from the tallest branches. The men, as always, had been doubtful of the enterprise at first but they eventually came around when noticing that everyone had to work in order to survive.

 Even children helped by fishing from the streams or picking up berries that were far more resilient that other fruits and would usually grow close to their camps. They had changed, as humanity had done before, into a nomad kind of people. They would built small towns from old plastics and some wood and stay in the same place for at least six months, at most a year. After that, they scouted for new places to live and then they would just move out, all at once, to start again.

 Gaby had been one of the first women in the morning team and she had already learned the many ways of the new forest. They carried books to check if what they were picking up could be eaten or not and they soon learned that many of the fruits that humanity had enjoyed for a long time, were now extinct. Mostly tropical fruits, but also plants that needed a calmer weather to survive. Maybe they still lived in other places of the planet but that seemed almost impossible.

 Animals, on the other hand, were rare now. Some smaller ones could be seen sometimes when walking around the forest such as rats and squirrels. They were resilient little creatures. But the tall trees had been deprived of other mammals such as monkeys and finding a bird was almost impossible. Their beautiful chants had been silenced. Nature clearly had no place for such delicate creatures anymore. It was a reminder that humanity’s days could be over sooner than expected. But people would still try to live another day, one step at a time.

 Gaby had actually discovered a small woodpecker she had found in the tallest branch of a tree, after picking up some chestnuts she had discovered by accident. She knew for a fact that many of the children and elders would love to eat such a strange thing but it was then when she saw the little bird, with a broken wing. She looked at it for a long time until one of her teammates called from her from the ground. Gaby opened her small bag and put the bird inside, hoping it wouldn’t make a noise.

 This has to be explained further. As bird reminded humans that their immediate future could be extinction, running into a bird wherever they went would be seen as a bad omen. People still had those strange beliefs that came out of nowhere. They were normally things based only on fear and feeling related to such contempt for things alien to ourselves. Birds became a sign of death and an undesirable future, so people left them to die when they found one, never minding the greater meaning of life.

 When she hit the ground, Gaby still had the chestnuts in her hand. She put them fast inside the bag and kept to her work for the rest of the morning. Some black clouds of rain loomed over them and it was decided they should be back home as soon as possible as they had neglected to bring special covers that resisted the acid in the rain. They made it in time and realized the men had also arrived, which was extremely uncommon as they normally spend their days in caves or deep in the forest, where the rain had trouble reaching them.

 They were all reunited in the biggest house in the camp, which was normally used for important matters. As rain started to fall, the men told the women that they had found something very strange in the forest. The women listened in silence, as the men told them they had discovered an abandoned power plant. They had investigated inside the place and, apparently, it was in perfect condition. It generated energy using the waters of a small lake, enclosed by a huge concrete wall.

 That was the problem. The rain, that was making a horrible roaring sound, was the one causing the huge wall to have small holes all over. This made the whole basin below a very dangerous place to stay and it was there they had been living for at least four months. The concrete wall could break at any moment so it was imperative to escape the basin to another place. For the last two years they had been following the same river, slowly, but it was clear they needed to travel further this time in order to find a proper place to live permanently, as nomadism was not sustainable.

 The women had taking advantage of this story in order to leave the food they had found in small pile in the center of the house. It was clearly not enough for everyone but they had all grown accustomed to the lack of food. It was then when Gaby remembered the woodpecker in her bag and checked on it for a bit, when everyone was looking at the men telling the story. She kept a chestnut for it and tried to close the bag as well as she could in order for the small bird to be kept a secret.

 Everyone agreed that it was necessary to leave for another place as a tragedy could happen anytime. They decided to pick up everything they could grab with them and start walking as soon as they rain had stop. Not everyone had fabric to protect themselves from the rain, but those who did decided to go back to their houses and prepare for the evacuation. Gaby was one of those, and she ran as fast as she could in order to properly check on her bird. She lived with other girls her age, but they didn’t mind her closing her door when she entered.

 She finally put out the little bird and noticed it was still trying to flap its broken wing. However, it seemed a little happier than before, maybe because it had eaten half the chestnut she had left for it inside the bag. She looked at it very close and the bird seemed to do the same. They kept their silence, only breathing slowly and moving their eyes from one place to the other. She was amazed to see how bright its feathers were and how small it was. But she knew it had to be different before.

 She took a book from her bookshelf and opened it in a page about birds. Although there was no picture of a woodpecker, it showed a similar bird and stated it was at least twice as big as they one that was curling up on her bed. It looked really cute right there, looking at her at closing its eyes, visibly tired but also happy to have had something to eat. It seemed so fragile, a little bit as the children of the small town who had no spark in their eyes anymore, just a glaring sad look.

 Then, Gaby heard footsteps nearby. She looked at the window and realized there was no more rain on the other side. Just in time, she grabbed the small bird and put it inside her bag, along with a few other things from her shelf, which made her seemed worried when other girls entered the room.


 An hour later, a large group of people was crossing the woods. They thought they had been able to escape their doom but then a strange sound was heard all over the woods, which made the woodpecker cry for the first time. It was a clear cry of death.