miércoles, 29 de noviembre de 2017

Errores

   No sé cuanto tiempo estuve tirado en el suelo, con agua de lluvia lentamente acumulándose a mi alrededor. Había sido lo suficientemente tonto y me había ido mal, de nuevo. Tenía miedo y había actuado bajo el control de los nervios y no de la reflexión profunda que alguien debería asumir cuando algo así ocurre. Cada centímetro de mi cuerpo había sido golpeado por los puños y pies de unos tres hombres, aunque la verdad es que nunca supe cuantos eran. Solo vi la cara de uno de ellos, muy cerca de la mía.

 Había llegado al lugar temblando pero también con la esperanza de que mis preocupaciones hubiesen llegado a un ansiado final. Hacía algunos meses había cometido la idiotez de usar el internet para desahogarme mientras no había nada en la casa. Todos estaban afuera y, no contento con la pornografía común y corriente, recordé algunos sitios con contenido algo más interesante, si es que así se le puede llamar a los fetiches extraños que pueden tener las personas. Debí parar en ese momento.

 Pero no lo hice. Cegado por el placer y el morbo no supe nada de lo que hacía hasta que me di cuenta de que lo había ido a buscar no era lo que había obtenido. En vez de eso había imágenes horribles que jamás dejarán mi mente. No puedo decir que eran de una sola clase de imagen, había muchas. Todas las fotos eran algo borrosas, tal vez viejas ya, pero igualmente terribles. Lo único que supe hacer fue cerrar todo, eliminar las imágenes y buscar algún programa que borrara todo sin dejar rastro.

 Después de hacerlo, recordé una de las imágenes, tal vez la que me daba más miedo. En ella había un policía con algo parecido a una sonrisa en la cara y una hoja de papel en las manos. En ella estaba escrito, en lo que parecía letra a mano, que mi información había sido rastreada bajando contenido ilegal. Y vaya que lo era. No por lo que tal vez se imaginen sino por otras cosas que ni siquiera quiero discutir. Me empezó a doler la cabeza un rato después y esa molestia no ha desaparecido desde ese día.

 Me enfermé de repente. Era como si la gripa hubiese entrado en mi cuerpo de golpe pero en verdad no tenía nada que ver con una enfermedad real sino con haber visto toda esa porquería y la foto del policía, que volvía a mi mente cada cierto tiempo. ¿Sería cierto? Sabía que la policía podía vigilar la actividad en línea pero parecía imposible que lo hicieran todo el rato. Además, había sido todo un error. Yo no había querido buscar nada de eso que vi pero sin embargo ahí estuvo, en mi pantalla, por un momento pero estuvo. No sabía que hacer, estaba perdido.

 Por las siguientes dos semanas, no tuve descanso alguno. No solo me era imposible dormir en las noches, sino que no podía pensar en nada más sino en todo el asunto. En todo lo demás que hacía se notaba una baja de rendimiento, que varias personas me hicieron notar. Yo me disculpaba echándole la culpa a la dichosa gripa que tenía pero sabía muy bien que lo que tenía no era una enfermedad real sino que era el miedo, la preocupación de verme envuelto en algo que no tenía nada que ver conmigo.

 Pasó casi un mes y mi cuerpo empezó a relajarse. Los nudos en mi espalda desaparecieron lentamente, con ayuda de masajes y la práctica casi diaria de yoga y otros métodos de relajación. Sobra decir que no volví a utilizar el internet sino para cosas tontas que hace la gente todos los días como revisar fotografías de personas con las que ni hablan o escribir alguna cosa. No volví a bajar nada que no fuera mío, incluso las películas y la música que siempre buscaba gratis.

 Muchas personas notaron ese nuevo cambio también y empecé a preocuparme un poco por eso. Si la gente que no tenía nada que ver conmigo, muchos de los cuales ni me conocían bien, entonces en casa seguramente todos se habrían dado cuenta que algo me pasaba. Pero nunca dijeron nada ni dieron indicios claros de que así era. Eso sí, los miraba a diario y me daban muchas ganas de llorar. No quería que ellos sufrieran por mi culpa, que se sintieran avergonzados de mí.

 Cuando la calma pareció empezar a tomarse todo lo que me rodeaba, recibí una llamada en mi casa. Cuando contesté, la persona del otro lado de la línea habló con una voz normal. Preguntó por mí. Cuando dije que era yo el que hablaba, su actitud cambió. Era un hombre y quería que supiera que sabía lo que yo supuestamente había hecho. Me fui a un lugar seguro y le pregunté como sabía lo que había pasado y que todo era un error. El hombre no me escuchaba, solo me amenazaba, sin pedir nada.

 Las llamadas se repitieron una y otra vez a lo largo de dos semanas hasta que tuve que ponerme duro, a pesar del nuevo miedo que me habían infundido. Pregunté que era lo que quería porque no podía creer que alguien estuviese llamando a sobornar solo porque sí. Alguna razón de peso tenía que haber para su actitud, algo tenía que querer. Las primeras veces me insultó y dijo que gente como yo debería estar muerta, ojalá asesinados de las maneras más horribles que alguien se pudiera imaginar. Sin embargo, su discurso cambió al cabo de algunas llamadas.

 De pronto ya no quería verme muerto, o al menos no lo decía. Ahora quería dinero, una cantidad que era mucho más de lo que yo pudiese dar en una situación similar pero no lo tanto que me negara. Le dije que podía reunir el dinero y me citó en un parque de la ciudad muy temprano una mañana. Hice todo lo que pude para reunir el dinero, todavía con nervios pero tontamente confiando en que el dinero arreglaría todo el asunto. Intercambiaría una cosa por la otra y todo terminaría.

 Fue en ese parque donde me vi con el hombre y le di el sobre. Pero no estaba solo y me rodearon con facilidad. Mi respiración se aceleró y mi ojos iban de una figura oscura a otra, pues era difícil de verlos bien en la oscuridad de la noche. Solo vi la cara del hombre que me había citado y supe que era él porque reconocí su voz. Me dijo que era policía pero que ellos no querían hacer nada contra mí y por eso él había decidido tomar las riendas de todo el asunto. Fue entonces cuando el circulo se cerró aún más.

 No venían por el dinero, eso estaba claro. Cuando los tuve muy cerca, empujé a uno y golpee al otro pero no había nada que hacer. Yo era y soy un hombre promedio, igual de débil y de estúpido que la mayoría. En un momento dejé caer el dinero y no supe que pasó con él. Estaba en una bolsa que no estaba cuando me desperté, con un dolor físico mucho mayor al que había sentido en cualquier momento anterior. Me patearon hasta que se hartaron, en todo el cuerpo.

 Puños en el estomago y en la cara, en los costados y en la espalda. Hubo uno que me pegó un rodillazo en los testículos y fue por eso que caí al suelo y me molieron a golpes allí. Me desangré un poco pero me encontraron más tarde, gracias al perro de una señora que lo había sacado a orinar. Cuando llegué al hospital, la policía estaba allí. Ninguno de ellos era el hombre que me había citado. Pensé que estaban allí por una cosa pero estaban por la otra. De todas maneras, lo confesé todo.

 En este momento no sé cual sea mi futuro. Tomé una decisión, una mala decisión, y es casi seguro que pague por ella. No sé si sea justo que pague como los que de verdad quieren hacer daño, como los que de verdad gustan de semejantes cosas.


 Pero ya no tengo nada. No hay nadie a mi lado y el futuro no pinta de ningún color favorable. Lo único que puede pasar es lo predecible o un milagro y francamente no creo en estos últimos. Para alguien como yo, no sé si exista semejante cosa.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Deadland

   The mask Arnold was wearing was very tight around his head. It was a very uncomfortable thing to wear but it was the safest way to cross such a horrible place. The Deadland, as some had named it, was a huge marsh land that had always been there but, all of a sudden, had begun to grow and occupy more and more territory. Of course, this happened after the war, a time in which a faction had used the marshland as a hiding place for themselves and all their weapons, including experimental ones.

 It was rumored that an explosion had occurred a few months before hostilities had ended. The problem was, no one could really tell if such an explosion had happened. Some of the elders from nearby towns, people who used to get in their boats and fish on the canals crossing the marshland, were the ones that told the rest of the world about the explosion. As many satellites had been rendered useless in the fight, there was no way to confirm what they had seen or any detail related to it.

 According to the general story, a roaring sound preceded the actual explosion. Some said it was like a gigantic lion roaring in pain or a panther, about to attack its prey. They all agreed that the earth shook violently afterwards and that the water in the canals rose in the most dangerous manner. Some even said they had fallen of their boats. A mushroom cloud then rose from the marshland and it had a very specific feature to it: it was very elongated and the color of a ripe plum.

 The elders said the cloud rose to the sky for several days, until it apparently dropped back again to the ground. It was very strange that, if that was the case, no one had the idea of taking a picture. A woman on the other side of the marshland tried to show Arnold and his team a picture she had allegedly taken but it was as blurry as those UFO pictures people used to believe were real. The woman was obviously in need of much needed attention, so they left telling her she was right about everything.

 Penetrating into the marshland had not been the first idea of the government but, after testing the air and water, it seemed the place was really changing fast in a chemical way, at the very least. The toxicity had grown so fast, that some people had died when passing by the marshland and not even entering. That was what made the government decide to send the team inside and not only collect proof of how that ecosystem was growing and, at the same time, seemed to be poisoning itself by the minute. It was very important to know what was going on.

 Arnold’s team was made up of only five people. The military had sent their representative, as well as one from the department of National Security and another from the Ministry of the Environment. The other two people were him and his assistant Linda, who had asked repeatedly if she could join the team. She had always had a certain obsession with fungus and mold and every toxic thing in the world and she wanted to be a part of the team that went inside that awful place.

 They did so one morning, after eating a very light breakfast. They all put on their masks and carried a backpack, which was half a tank of oxygen and half scientific equipment. Even the military guy had to carry computers and other things to test plants and, if they found any, animals. He carried a large assault rifle and a gun on his thigh, which was clearly excessive. If he misfired or anything bad happened, guns would not be a match for toxins. But he didn’t seem to mind that detail.

 The place was flooded with water and it was right there when they found the first traces of heavy toxicity: the bodies of several small mammals floated all around them. There were rats and raccoons and also squirrels. Many tiny corpses of little colorful birds floated there too and it was clear the possibility of anything surviving such a catastrophe was not very high. They moved on, trying to find dryer land but they couldn’t. So they took out the inflatable boat and paddles and moved on.

 They had decided against bringing a boat with an engine because of the noise it made and because its movement could cause some unwanted reaction in the water. The best idea was not to disturb the environment, even if it was doomed for a prompt death. The woman from the Department of National Security was one of the two people paddling, slowly through the maze of trees and many other plants. It was her who gasped and made everyone look to the side. The boat stopped.

 There was a tree there, which was not very unusual. But what made them open their mouths in disbelief was that it was twice or maybe three times the size a normal tree was. This wasn’t a red oak forest or anything like it. Most trees in these parts would only grow to three or four meters, at most. But that one was huge and, not only that, it featured some of the brightest colors any of them had ever seen. It was almost as if the tree was glowing right there, during the day, with the sun very high in the sky. But it wasn’t. It was a strange mutation, result of some kind of event.

 Arnold began to realize that all reports about an explosion had to be true. Only a cataclysmic event of that magnitude could explain the strange changes that were now obvious all around them. Because there were not only dead animals and colorful trees, also huge bushes that had once been as tall as a medium sized dog and water that seemed to be colored blue. The scariest part of it all was when, out of nowhere, a bird flew from a tree and flew above their head, making them spent more oxygen that they should have.

 The creature was not only bigger than a normal bird from a swamp; it had also developed new features in its body. As a scientist, both Arnold and Linda knew that any other scientist would be thrilled to visit such a place, once they knew about the change that has been done. Mankind had been the one to blame here, that much was true. No creature evolves from one day to the next. So Arnold proposed a slight change of course, in order to look for the source of the explosion and any remains that could exist.

 After several hours of paddling, in which each person did a shift, they didn’t seem to find anything knew. According to their devices, they were about to hit the northern border of the growing marshland, which wasn’t where they wanted to go at all. They needed to go deeper, to the center of the whole ecosystem in order to see for themselves if there was some kind of remnant of the bomb or whatever it was that caused the explosion. It was essential to find the key to explain the existence of such a place.

 The boat moved around several canals and, finally, they seemed to be where they wanted. However, the sun was beginning to descend and that meant they had little time to go around and look for any evidence. Besides, their oxygen tanks weren’t eternal and there was no way to survive that place without them. Arnold descended from the boat and asked for the military guy to accompany him. His weapons could be of use after all. It was not a place to be taking things lightly.

They had barely started their walk when a roaring sound came from beneath the canal, not the trees. Something resembling a tree branch, but much thicker and mobile, appeared from beneath the boat, knocking it out of the way and sending its passengers flying.


 Linda fell close to the men and the other woman swam fast to the edge of trees where she could be rescued. However, the fifth member of the team was impaled by the branch, after he had landed on a nearby mangrove. They couldn’t scream, just run, hoping that thing wasn’t able to follow them.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Malditos idiotas

   Cuando me desperté, estaba en una cama conectado a una de esas máquinas que hacen ruidos repetitivos. Un par de tubos iban y venían y algunos otros estaban conectados a mis manos. Me dio ganas de rascarme apenas los sentí, pero no pude hacerlo porque el solo pensamiento de moverme hizo que todo el cuerpo me doliera, como si una descarga eléctrica de alta potencia pasara por todo mi cuerpo. El dolor fue amainando y fue justo cuando ya no me dolía nada cuando la enfermera entró a la habitación.

 Pensé, tontamente, que había venido porque de alguna manera la estúpida maquina había detectado mi dolor. Pero no, solo había venido a revisar que estuviese vivo, respirando y absorbiendo el suero al que estaba conectado. Quise fingir que estaba dormido. No supe porqué, pero creo que no estaba listo para que la gente supiera que había despertado, vuelto a este mundo de mierda que me había puesto en esa cama de hospital. Pero no pude hacerlo y ella salió apresurada de la habitación.

 En poco tiempo otra enfermera y un doctor vinieron a visitarme. Tuvieron para conmigo las palabras de siempre que dicen cuando alguien está en un hospital y las mismas preguntas estúpidas del estilo: “¿Se siente usted bien?”. Imbéciles, pensé. Pero no lo dije. De hecho, no podía hablar porque la garganta me dolía demasiado. El doctor ordenó que me trajeran algo de tomar y fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un hambre feroz y hubiese preferido un batido de carne al jugo de zanahoria que trajeron.

 Me lo tomé en silencio y solo, puesto que ya era tarde y nadie se quedó conmigo para ver si me tomaba el espeso liquido o no. No estaba feo pero el sabor o la consistencia del dichoso jugo no me importaba en lo más mínimo. Me lo tomé mirando por la ventana, como si pudiera ver algo. La verdad era que el otro lado parecía la boca de un lobo, completamente oscuro y sin ruidos que denunciaran exactamente donde estaba. Porque de idiota no me había fijado en la bata del doctor.

 Me quedé despierto varias horas, pensando en mi accidente. Me acordaba bien como se sentía su cuerpo cuando lo empujé al separador de la avenida y también recuerdo sentir como si se me viniera una montaña encima pero solo había sido un automóvil que había llegado al semáforo a alta velocidad. Por lo visto el color rojo no significaba nada para ese borracho o drogado o lo que fuese ese maldito desgraciado. No supe que pasó después pero la rabia no me dejó dormir en paz hasta que llegó la luz de la mañana. Tuvo un efecto de calmante y me dormí sin chistar.

 Los días en un hospital pasas lentamente. Debe ser lo mismo que en una cárcel, pues en ambos lugares se está en una pequeña habitación sin posibilidades reales de salir a dar una vuelta. En mi caso, no me dejaban salir porque no podía usar las piernas. No había quedado invalido pero había estado muy cerca. Todos los días venía un enfermero francamente atractivo y él era el encargado de hacer la terapia pertinente para que pudiese mover las piernas lo más pronto posible.

 Mi voz mejoró y pasados algunos días ya pude flirtear un poco con el terapeuta. El solo se ría o sonría y cambiaba de tema. Estaba seguro de que lo hacía sonrojar y eso era una indicación muy clara pero la verdad era que yo solo lo hacía por hacer algo, por sentir que todavía era la misma persona de antes. Además, no quería verme débil ante nadie y no había mejor manera de aparentar que haciéndome el chistoso todo el tiempo, con apuntes y preguntas tontas.

 Pero cuando se iba la gente, volvía a mi estado de casi depresión. Y digo casi porque dudo que haya sido igual a lo que viven muchos, que se sienten hundidos en un hueco del que no pueden salir. Mueven los brazos como locos y simplemente no logran salvarse a si mismos. No es mi caso o eso creo. Yo siento tristeza de lo que me pasó pero más que todo rabia hacia las dos personas que estuvieron en ese momento conmigo, los otros dos protagonistas de la historia.

 El conductor, alguien me dijo, se echó a la fuga antes de atropellarme. Eso era algo que yo no sabía e hizo que mi odio aumentara sustancialmente. Pero lo que me dio rabia, de esa que da ganas de demoler una pared a mordiscos, fue que la persona que yo había empujado no hubiese venido jamás a visitarme. Ni siquiera había preguntado por mi y cuando confronté a mi familia y a los pocos amigos que habían venido a verme, nadie decía nada, como si se tratase de un secreto de estado.

 Le pedí a mi hermana que me trajera mi portátil y obligué al guapo de la terapia a que me diera la clave del internet inalámbrico del hospital. Apenas pude, busque a la persona que salvé en internet y pude ver como se hacía el héroe en cuanta red social podía. Lo peor, era que todo el mundo se creía su ángulo de la historia, así hubiese sido yo el que lo había salvado. No tenía nada de sentido pero para atraer idiotas no hay que tener mucho sentido común, solo palabras atractivas. Palabras en las que nunca se me mencionaba, ni por error o confusión.

 Estuve cuatro meses en el hospital hasta que por fin pude mover las piernas. Tenía que seguir yendo a terapia pero eso no importaba, podía caminar y los pronósticos eran muy positivos. Abracé al guapo de mi terapeuta y le planté un beso en la boca que sorprendió a todos pero más que todo a él. Era mi última gran sorpresa, antes de irme a casa de vuelta a mi habitación y mis cosas. Debo decir que dejar el hospital fue duro, pues regresaba a la cruel vida diaria con el resto de mortales.

 Mi familia solo tenía para mí cariño y los más grandes cuidados. Les pedí que no se fastidiaran tanto estando pendientes de mi estado, puesto que debía avanzar yo solo para mejorar de verdad. Sin embargo, los dejé hacerme ricos postres y llevarme a restaurantes que me gustaban. Era mi momento para mimarme un poco, creo que me lo merecía. Tal vez no me merezca nada en esta vida pero me sentía cansado desde antes del accidente y aprovecharse de una tragedia personal no es tan malo.

 Al fin y al cabo, fue a mi que me levanto ese desgraciado del pavimento. Fui yo quien tuve las piernas casi rotas y fracturas por todo el cuerpo. Fue a mi al que me sangró la cara y otros lugares del cuerpo que prefiero no nombrar. Fui yo quién salvó a un imbécil de ser aplastado por un vehículo a alta velocidad. Así que algunos tendrán que disculpar mis ganas de vivir un momento de vida en tranquilidad, disfrutando de aquellas cosas que solo la buena vida y todo lo que ella implica, pueden aportar.

 Eventualmente dieron con el tipo que me había atropellado. Esta es una ciudad atrasada y llena de idiotas pero por alguna razón providencial, había una cámara de seguridad en un edificio frente al lugar donde me habían atropellado. Se veía todo con una claridad sorprendente y esa fue la pieza clave para dar con el paradero de quién resultó ser una mujer. Se había ido a esconder a otra ciudad pero pronto fue arrestada y se me pidió testificar en contra, algo que hice con todo el gusto.

 Fue a la cárcel, condenada por no sé cuantos años. La gente dice que debería perdonarla pero eso me parece una reverenda estupidez. Esa mujer hizo lo que hizo y lo primero que pensó no fue en ayudar sino en protegerse a si misma. Puede pudrirse en la cárcel.


 En cuanto a la persona que salvé, un día se me acercó en un cine y me pidió disculpas. Yo le dije que no tenía tiempo puesto que estaba en la mitad de algo importante. Tomé de la mano a mi terapeuta y la expliqué quién era la persona que me había saludado. “Nadie importante”, le dije.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Thanksgiving

   She gave herself one last look in the mirror before grabbing her purse and her jacket. Jackie caressed her cat Milo before heading out into the night, where she would have to get into a cab and then wait inside before arriving and the Thanksgiving dinner she had been invited to only some days earlier. Paul had been kind enough to invite her and she knew they didn’t knew each other that well yet, so his gesture was all the more difficult to understand but welcomed. After all, she was very far from her own family.

Jackie’s new job as an assistant editor had forced her to move out of her small city to a bigger one, where she would have many more opportunities to grow. At first, she had been very reluctant to leave her home but it was her own parents that almost forced her to take that big new step in her life. They had never had the opportunity to do something like that and they wanted her to have everything they hadn’t been able to have in their respective youths. They were going to miss her deeply but it was necessary for her to leave.

 Starting somewhere else she had never being to was difficult the first few months but the amount of work had numbed her response to anything happening around her. Thanksgiving was the first time she was leaving her small rented apartment in order to actually have fun. She would leave everyday really early for work and then head back at night to sleep there. She would cook something as soon as she arrived and pack it for the next day. That was her routine and she was grateful for it because it didn’t require thinking.

 That party, however, did require a lot of it. She had to buy a proper dress, something she didn’t have in her wardrobe, and accessorize it with nice things and, of course, a great hairdo. She bought some fashion magazines to give her a good idea of what girls from the city liked to wear but she felt none of those styles actually fitted her. She was more the kind of staying at home and enjoy a new TV show, rather than going out to a club dancing or something like that. She had to go to several stores before finding a dress she liked.

 The woman that helped her was the one who advised her on which earrings and shoes she should wear with it. Thankfully, some of her own stuff was perfect for it, saving her a big amount of money she wouldn’t have being able to spend, unless she went in debt or something and that was something her parents had warned her against. She also borrowed a neighbor’s jacket, a girl named Olivia who had become her best friend in the city. That was something to say because they didn’t really know each other that well but Olivia had seen Jackie with her dress bag and sad expression and just knew she needed help.

 When she arrived at the venue, a very impressive restaurant on the twentieth floor of a very old and majestic building, Jackie felt she was entering some sort of book. The people tending to the guests were dressed like those butlers that you see on period dramas or something like that. She even smiled when one of them offered her a glass of champagne, which she accepted trying to fit in. She suddenly felt a little bit out of her element and tried to look for her friend all around. But the place was fairly big.

 The venue was like a palace inserted into a building. There were long and luxurious stairs that separated two floors, both of which had different rooms were people could stand up or sit down, have a drink or dance around if they wanted. No loud music thought. There was a live band playing some modern songs but in such a way it seemed the whole place had been transported magically back to the 1950’s. It was a very nice atmosphere but also a bit uncomfortable for Jackie, who wasn’t used to something like that.

 Her friend Leslie appeared from behind. He was a tall, very white and lanky man, who worked in the technical area of the magazine. He was the one who made it possible for the editor to make a digital edition to be on display for all of those women, and some men, who paid for the magazine online. He was one of the first people that invited Jackie to have lunch with him when she arrived, stating that he had always been the lonely kid in school and would have never wanted to have someone feel like that if he could do something about it.

 They laughed for a while before talking about the food and drinks and how fantastic the place was. Leslie explained that the place was owned by a very old club, which had been created by his grandmother many years ago. He didn’t say a word, but it was obvious his family was very wealthy. He tried to make it all seem like if it was something everyone could experience but Jackie soon realized that wasn’t the case at all. Elitist was maybe a very strong word but it would be appropriate for the situation.

 Leslie took her by the arm and carried hair up the stairs, to a room all decorated in gold and some red elements. There, she was presented to his family. Leslie’s mother Corinne was a very nice lady that was obviously not used to such luxury either. The young woman soon deduced it was her husband who had been born into wealth and not her. It was not only the way she spoke and moved but also the things that she didn’t do. Jackie liked her from the first moment and so did Corinne, who had never really liked any of her son’s friends because of their way of behaving in public.

 Helen, Leslie’s grandmother, was someone very different. She sat on a big chair and didn’t move too much. It wasn’t like she couldn’t walk or something like that. It was obvious that she wanted everyone to be around her and to be, to an extent, the center of everyone’s attention during her time in the event, which was actually short for being such a matriarch. The moment dinner was served in a very large table, she disappeared. Jackie asked about her whereabouts but no one answered. It was her thing.

 It wasn’t until much later in the evening when Jackie met Leslie’s father. He had just arrived from a very long flight, claiming he had taken a limousine straight from the airport to be able to share some time with his family. His wife was happy to see him but Leslie had a very different response. Jackie could tell he just stopped himself from joking around as he usually did and he became this stiff man that couldn’t almost speak a word. It was a very unsettling thing to see.

 And George, his father, was not at all an intimidating man. He was actually very charming; enchanting everyone present with some stories about his trip to Asia and the people he met there. He also told some jokes but many of them did not find an audience with Jackie. Maybe she was too oblivious or the content just went over her head. But the most likely reason was she was trying to make Leslie speak, with little to no success. He really seemed to have become a human icicle.

 Then, out of nowhere, a member of the staff came in rushing into the dining room, straight for Leslie’s father. He spoke in a very low register and fast enough no one could really understand what he was saying, not even Jackie who was fairly close. Whatever he was talking about, it was very serious because George’s expression went from utter joy to a very grim expression that drained all color from his face. The staff member left and George’s father stood up, trying to make people calm down.

 He announced, in a very deep voice, that his mother had just passed away in her apartment “upstairs”. He apologized for ending the evening, but the circumstances were very unique. Everyone stood up and headed to the lobby, to pick up their belongings.


 Leslie was still like a stone but he seemed to move his eyes, which was an improvement. Jackie wanted to stay with him but Corrine personally put Jackie’s neighbor’s jacket on her back and joined her outside where a cab was already waiting. She didn’t even have a moment to talk or think.