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jueves, 7 de enero de 2016

Desnudos en el canal

   El agua estaba muy fría. Al fin y al cabo el invierno se acercaba, o al menos eso era lo que decían los periódicos y las noticias en televisión. Pero el invierno nunca había llegado tan tarde ni sería nunca tan breve. Sin embargo, para él, el agua estaba muy fría y sentía como si pequeños cuchillos se le clavaran por todos lados. No era una sensación agradable pero al menos no estaba solo: K estaba con él. Ambos estaban completamente desnudo y flotaban al lado del muelle moviendo los brazos y las piernas, lo que los hacía parecer pulpos no muy diestros en el arte del nado.

 Fue solo un choque de una mano con otra lo que desencadenó, por fin, una conversación. No habían dicho una palabra cuando salieron de la casa con toallas y solo sus trajes de baño. Tampoco dijeron nada cuando, como si se hubieran puesto de acuerdo (y nadie recordaba haberlo hecho), se quitaron los trajes de baño y se lanzaron al agua sin más. Pero cuando las manos chocaron sin querer, las palabras empezaron a salir de sus bocas.

 No se conocían bien y empezaron a preguntarse cosas de la vida, detalles que en verdad no tienen importancia y banalidades que son interesantes solo para el que las pregunta y a veces ni eso. A ratos detenían la conversación y nadaban de verdad un rato, aprovechando la amplia extensión de agua que tenían en frente, así como el día que era uno de los pocos que ambos tenían libres. Era un domingo y por razones que no vale la pena aclarar, los dos estaban allí y se quedaron hasta entrada la noche.

 Salieron desnudos del agua subiendo por una escalerilla el muelle. Allí, en silencio de nuevo, dejaron que el agua resbalara por sus cuerpo y la brisa fría de la noche los secara por algunos minutos. No había luz en esa zona así que solo se escuchaban la respiración. Sin embargo, era obvio que una tensión iba creciendo entre ambos. Había algo que crecía, que parecía respirar allí con ellos y que ellos dos conocían y no negaban en lo más mínimo. Todo esto sin palabras.

 Al rato se pusieron los trajes de baño, se secaron un poco con las toallas y se dirigieron al edificio que había cerca que resultaba ser un hotel. Pidieron las llaves de sus respectivas habitaciones y no se despidieron ni reconocieron a viva voz nada de lo que había pasado ese día. Tan solo se separaron y nada más.

 Sobra decir que ambos pensaron, esa misma noche, sobre lo ocurrido y soñaron (tanto despiertos como dormidos) con el otro. K soñó con él y él con K y fueron sueños simples pero agradables, de esos que no cansan sino que en verdad ayudan a descansar el cuerpo, a relajar la mente y a tener una noche agradable.
Al otro día, K se fue primero, muy temprano en la mañana. El lunes era festivo pero él tenía que estar con su esposa y sus hijos. Se sentía culpable, mientras desayunaba, y pensaba en ellos peor al mismo tiempo pensaba en él y deseaba que apareciera en el comedor en cualquier momento. Pero eso no pasó y K supo que era lo mejor. Apenas terminó de comer se dirigió a la recepción y pidió un taxi que lo llevase al aeropuerto. Cuando estaba abordando el taxi, él se despertó.

 El vuelo fue una tortura para K. Eran solo dos horas pero todo el tiempo estuvo pensando en esas horas en el canal, esas horas sin ropa y de frente a alguien que creía conocer pero del que de verdad no sabía absolutamente nada. Se habían conocido hacía tanto tiempo, en circunstancias tan tontas como el colegio, que era tonto pensar que en verdad supiera algo de la persona que tenía en frente. Más aún considerando que dicha persona no se veía nada igual a como era en el pasado. Él había conocido a un tipo encorvado, tímido, regordete y decididamente conservador en todos los aspectos posibles.

 El hombre que había tenido en frente en el canal no era ese. Y por eso en el avión se preguntaba, una y otra vez, si tal vez esa persona no había sido alguien más. De pronto había sido un desconocido siguiendo el juego y queriendo ver hasta que punto podían llegar las cosas. Pero no llegaron mucho más allá de estar desnudos juntos en un lago así que K se alegraba… O eso creía.

 Lo que sí le ponía una sonrisa autentica en la cara a K era ver los pequeños rostros de sus hijos. Era un niño de seis y una niña de ocho años. Los amaba como a nadie más en el mundo, más que a la madre que él quería pero que ahora dudaba amar. Pero ella no podía saberlo así que la saludó de manera tan efusiva como a los niños, haciendo una actuación que nadie podía considerar falsa o exagerada.

 Le contó a los niños de los canales y de lo aburrido que había sido trabajar allí en esos días pero que algún día los llevaría pues era un sitio hermoso para nada y pasar un día entero en el agua. Esto lo dijo pensando en él, pensando en su cuerpo y en la poca luz que los iluminaba al final del día. Después de decirlo se sintió algo culpable, por lo que rellenó su boca de comida y dejó que su esposa le contara todo sobre los chismes que tenía acumulados del fin de semana.

 Pero K no escuchó mucho de lo que ella decía. Su culpa había empezado a carcomerle el alma y le hacía ver que, aunque la quería, ya no la amaba como lo había hecho hacía tantos años. Ahora ella se convertía en otra desconocida y él, K, también.

 Cuando él se levantó ese lunes festivo, escuchó un automóvil arrancar bajo su ventana. Eso era porque su cuarto estaba ubicado sobre la recepción. Pero nunca hubiese podido saber que ese automóvil era un taxi y que dentro iba K. Pero lo más importante es que así lo hubiese sabido, no le hubiese importado.

 Desnudo como había estado en el lago, así mismo se había acostado la noche anterior. Había despertado con las sabanas por la cintura por culpa de la calefacción, que apagó después de salir de un salto de la cama. Se miró en un espejo que había colgado detrás de la puerta de la habitación y fue entonces que recordó el día anterior.

 Él no confiaba que K supiese quién era en realidad pero eso daba un poco igual. Al fin y al cabo habían cruzado miradas varias veces el sábado y ambos parecían convencidos de saber quienes eran y lo que esperaban del otro. K, para él, había sido el ideal cuando estaba en el colegio. Resultaba que él no era el chico encorvado sino otro, que se hacía notar mucho menos y que siempre había odiado a K por su facilidad con todo, desde las matemáticas hasta las mujeres.

 Odiar no es una palabra muy grande en este caso pues ese era el verdadero sentimiento, eso era lo que corría por la sangre de él cada vez que veía a K destacarse en algo, lo que fuera. Pero al mismo tiempo quería ser él o al menos estar cerca de él. Esta obsesión extraña no duró mucho porque, como todos los jóvenes, él cambiaba de objeto de deseo con mucha frecuencia, cosa que aprendió a controlar mucho después.

 Sin embargo cuando vio a K en el hotel, se dio cuenta que había algo entre ambos, algo extraño. Fue así que le escribió una nota para que lo acompañara a nadar y allí lo sorprendió quitándose el bañador pero K hizo lo propio casi al mismo tiempo, cosa que a él le encantó.

 La conversación en el agua fue perfecta. Tonta y simple, puede ser, pero ideal. Era obvio que había querido hacer algo más en ese momento, con ambos tan indefensos en más de un sentido. Pero algo le dijo que era mejor reservarse todo eso para otra ocasión, si es que alguna vez había alguna.

 Fue cuando se estaban secando en el muelle que, el brillo de la luna rebotó en el anillo que había en una de las manos de K. Y entonces él decidió no proseguir con lo ocurrido y simplemente olvidarlo. Por eso si lo hubiese visto la mañana siguiente, igual lo hubiese dejado ir sin decirle nada. Él igual soñó con él y se permitió volverlo objeto de su deseo por un tiempo, hasta que el recuerdo se gastó.


 Nunca se volvieron a ver pero siempre se recordaron. K nunca dejó a su esposa ni a sus hijos y él nunca salió a correr por nadie en su vida. Ambos eran muy parecidos en sus convicciones y lo sabían por sus respuestas a las preguntas que se habían hecho. Una de las preguntas que K le hizo a él fue si repetiría esa misma experiencia otra vez. Dijo que sí. Él le devolvió la pregunta y K le respondió con un si mucho más rápido y contundente.

viernes, 15 de mayo de 2015

Quiero morir

   Me desperté y el mundo se me vino abajo. Porque estaba aquí, de nuevo? Que hacía en esa cama, con un montón de cosas conectadas a mi cuerpo? No otra vez… Porque no pueden entender que no quiero seguir volviendo aquí, que no quiero más ayudas que no me ayudan en verdad? No puedo gritar ni tengo fuerzas para gritar pero su pudiera hacer algo seguramente sería levantar este edificio a gritos. Los odio a todos, a cada uno de los que trabaja aquí, a todos los que permitieron que esto me pasara otra vez. Los odio, los detesto y no los quiero volver a ver nunca jamás.

 Esta frustración es insoportable. Me siento más débil que nunca, tan mal como jamás me he sentido y es precisamente esta agonía la que me quería evitar. Y ya no solo es mi alma la que no puede sino también mi cuerpo. Siento como si cada miembro estuviera hecho de plomo, teniendo apenas la fuerza para levantar un cojín de plumas. Se siente horrible, por dentro y por fuera pero lo que es peor es que yo lo había dicho, yo lo hablé, hice todo lo que debía hacer y sin embargo ellos no lo entienden. Adonde tengo que ir, a que maldito punto de este desgraciado planeta tengo que largarme para que me dejen morir en paz?

 A mi que me importa lo que digan sus estúpidas religiones, que solo creen en hombre y mujeres de fantasía, que son apenas los ideales que las personas siempre han querido ser: un hombre santo y una mujer virginal. Que montón de basura, de mierda pura es en la que creen y la que me quieren forzar por la garganta nada más porque la culpa que tienen es muy grande. Debe ser que saben que todo esto, todo lo que me pasa por la cabeza y siento en mi corazón, es culpa de ellos. De hecho, es culpa de todos pero más que todo mía y eso lo sé.

 Pero deberían respetar mi deseo de morir cuando a mi se me de la gana y no solo cuando una enfermedad terminal me tenga postrado o cuando me atropelle un carro. Eso sería esperar demasiado y yo no quiero seguir esperando. Ellos no entienden que no puedo más, no tengo más energías para seguir, para continuar con esta farsa que llaman una vida. Como pueden ser tan hipócritas, tan bajos y tan desgraciados de decirme que esto que tengo en mi es vida pero nadie es capaz de hacerla mejor ni me dejan a mi hacerlo por mi cuenta?

 Si no puedo morirme yo, al menos que se mueran todos ellos y me dejen en paz. Déjenme solo, tranquilo y lejos donde mi cuerpo pueda consumir solo en su amargura y desgracia. Eso es lo único que quiero ahora de ellos. No es ni siquiera un deseo o una orden. Es solo un pedido y deberían concedérmelo si no me quieren tener aquí cada cierto tiempo. Se quejan de las pocas camas que hay en hospitales pero siguen mandándome a mi a una, a alguien que ya no quiere más de toda esta basura. Que se la den a un leproso si quieren, a mi que no me jodan más la vida.

 Déjenme morir. Y esto lo suplico. Déjenme  decidir que hacer con lo poco que tengo. Si quiero tirarme por una ventana o si quiero tomar el veneno para ratas más tóxico, que me dejen en paz. Yo nunca me he metido en la vida de nadie. No le he dicho a nadie como vivir su vida y francamente tampoco me interesa la gente lo suficiente para eso. Si yo soy capaz de no joderle la vida a nadie, no deberían hacer lo mismo conmigo? No es lo justo acaso?

 Cuando no es con su dios de caricatura, buscas excusarse con que soy muy joven o con que la vida es solo una y no hay que desperdiciarla. Pero si es mía! Es mi vida y yo debería hacer con ella lo que me plazca. Si quiero volarme la cabeza en mil pedazos debería yo tener el derecho de hacerlo sin tener que consultar a medio país para ver que opinan. Al fin y al cabo soy yo el que vive aquí adentro de este cuerpo. Soy yo el que siente como un muro se cerrara sobre él y como el aire se retirar lentamente. Soy yo el que tiene que vivir como yo y no ellos, así que porque se meten?

 Sí, me dolería dejar a mi familia. Eso es lo único que me hace pensar. Sé que alguien, algunos de ellos, deben estar allí afuera esperando que yo reaccione o haga algo. Sé que se preocupan por mi y que me quieren pero no puedo tomar las decisiones necesarias si solo pienso en lo que van a sentir los demás. La mayoría de veces pienso que les dolería pero con el tiempo no sería tan grave y al menos me recordarían. Eso no estaría mal, si el dolor pasa con el tiempo. Ellos son los únicos que me hacen pensar en lo que planeo hacer pero, como ven, siempre termino haciéndolo.

 Eso es porque estoy seguro de mi acciones. O bueno, tal vez sea más porque es más grande el dolor, es más grande la sensación de no haber nunca sido nada, es más grande la presión de todo lo que hay alrededor. Idiotas dirían que nadie me presiona pero eso es mentira. A todo el mundo lo aprecian más, lo premian incluso, cuando dice lo que ha logrado con su esfuerzo y el trabajo que tiene y cuanto le pagan. La sociedad premia a los que viven la vida que todos deberían vivir, al menos según la idea humana de la vida.

 Porque todo ser humano, no importa en que crea, donde o cuando haya nacido ni quien sea, todos piensan exactamente lo mismo. Los logros miden el valor de un ser humano y por eso mi valor es menor al de una hogaza de pan dura y rancia. No tengo logros, no he hecho nada que haga a nadie orgulloso. Estudiar no es un logro, es apenas una de las cosas que todos hacemos. Los logros se supone que deben ser cosas que uno haya hecho por su cuenta, con el tesón que debería ser propio de todos los seres humanos pero que a mi me saltó y no me dejó nada.  Lo único que he hecho en mi vida es estudiar, es hacer lo que era mi responsabilidad y no más. Esos no son logros dignos de la atención de nadie y lo he sentido y vivido así desde siempre.

 Nada más es mirar la expresión en el rostro de alguien cuando le digo que no hago nada en la vida, que no gano dinero, que vivo en la casa de mis padres y que me siguen manteniendo igual desde que nací. Es una mezcla de lástima o decepción, con horror y algo de ganas de morirse de la risa. Lo veo siempre y no creo que pueda culparlos. Al fin y al cabo el mundo es de cierta manera y nadie lo va a cambiar nunca, por muy luchadores o rebeldes que sean. Las cosas jamás van a cambiar y eso deberían metérselo algunos en la cabeza.

 Hay gente que, fingiendo preocupación, se me acerca y me dice que haga algo. Malditos hijos de puta. Acaso tengo que venderme como una prostituta para ganar algo de valor en este mundo? De hecho ese sería un camino más rápido a ser apreciado. Porque las putas al menos ganan dinero. Que es lo que quieren que haga? Que trabaje? Díganselo a aquellos que no me dan trabajo, prefiriendo a su amigos o conocidos? No soy hombre de grandes ideas así que crear algo nuevo dudo mucho que esté en mi. No tengo nada, absolutamente nada que ofrecer a nadie. Lo que sé hacer yo lo hacen muchas personas así que, una vez más, estoy jodido.

 El dinero es el que maneja el mundo. Eso hay que tenerlo siempre claro, para que a uno no lo sorprenden las porquería y estupideces que pasan a cada rato. Muchos son tan inocentes, tan ingenuos que creen que el amor, esa cosa estúpida que nadie sabe ni definir, el que reina en los corazones y el que tiene más poder que el mismo dinero. Que mano de mierda! El amor no es nada más sino decencia disfrazada de algo más perverso: interés. No hay nada que sea más dañino y vil que el interés falso, que un interés fingido. Gente muere por culpa de ello. Pero no, todos siguen en su mundo fantasioso donde todos debemos amarnos.

 Que se jodan. Yo no quiero amar a nadie si eso significa dejarlos a la deriva cuando no se sientan parte de la gran masa amorfa que es la sociedad. Y después me preguntan, esos disque sicólogos que son seres aún más trastornados que el resto de nosotros, como me hace sentir todo esto. La idiotez, sin duda, no tiene limites. Solo a alguien con menos de medio cerebro se le ocurriría preguntar semejante pregunta tan idiota. Como te sientes…


 Quieren saber como me siento, querida sociedad de mierda? Siento que no soy nada con todos ustedes y siento que prefiero morirme poniéndome una pistola en la boca cortándome las venas que seguir en un mundo donde gente mediocre y profundamente estúpida es lo ideal. Prefiero hacer sufrir a mi familia por un instante antes que reconocer cualquiera de sus mentiras. Soy un fracaso completo y por fin lo reconozco, después de años de pretender que solo estaba perdido. Fracasé en esta puta vida y solo quiero que me dejen terminarla en paz, a mi manera. Así que se pueden meter un palo por el culo porque esto lo hago, sea como sea. Y va a haber un momento en el que no vuelva a esta cama de hospital y ese día, por una vez, habré ganado.

martes, 5 de mayo de 2015

Elección

   Parecía que nunca iba a parar de llover. El clima había estado así desde hacía dos días con sus noches y no parecía que se fuese a detener por nada. De vez en cuando arreciaba y otras veces era más suave. Lo mismo con los truenos, que en algunos momentos se escuchaban en la lejanía y otros parecía que querían destruir el barrio. Como fuese, no iba a detenerse. No había razón para eso. Se hablaba de inundaciones y de muertos y heridos y damnificados. Pero no se decía nada de aquellos a los que la lluvia los afectaba directamente en el cerebro.

 La vista desde el último piso del edificio más alto de la ciudad era increíble. En el último piso, el mirador consistía en un circulo enorme, completamente hecho de vidrio, por el que la gente daba la vuelta y miraba hacia donde estuviera su hogar. Era una tradición tonta pero al fin y al cabo una tradición. Señalaban sus casas y reían y luego tomaban fotos y se largaban, seguramente a esas casas que mencionaban y que los hacían sonreír.

 Pero ese no era el caso ese día. Ese día solo había una persona en el mirador del edificio y era alguien que había pagado por estar allí, a pesar de que el mirador había sido cerrado para seguridad de los turistas. Él quería estar allí para ver, de frente, como la naturaleza se tragaba a su ciudad. La miraba con resentimiento pero también con algo de tristeza. Al fin y al cabo allí abajo había crecido y había hecho lo que muy pocos. Allí abajo se había hecho un nombre entre los ciudadanos más prestigiosos del país y así había escalado, poco a poco.

 Es cierto que había escalado a veces ayudándose de los demás, usándolos. Pero esa era su naturaleza, ayudar y no ser más que eso. Está más que comprobado que hay personas que nacen para servir y otras para ser servidas. Eso sí, él no era un amante de la esclavitud ni nada parecido. Solo le gustaba el orden de las cosas y como eran como eran y nadie decía nada. Ni los defensores más acérrimos de los seres humanos reclamaban nada en contra de esa realidad. Ellos también sabían que había unos arriba y otros abajo, negarlo era simplemente ridículo.

 A su trabajadores los respetaba y les pagaba lo justo y ellos eran felices. Pero él estaba arriba y ellos abajo y esa es solo la realidad de las cosas. No se trataba de justicia sino de la vida, la misma vida que estaba allí fuera destruyendo lo que se había hecho a través de los años. El hombre había hecho tantas cosas pero de que servían tantas edificios y riquezas cuando al final podíamos terminar debajo de un montón de piedras en apenas unos cuantos segundos. La vida no era justa y quien demandase justicia de cada pequeño segundo de la vida era un iluso, un pobre tonto que nunca había visto la muerte a los ojos.

 Él no sabía muy bien como funcionaba todo esto. Como era que la lluvia había aparecido así no más pero había igual tanto que él no sabía. Esa gente era peligrosa y al mismo tiempo tenían gran curiosidad por el mundo. De pronto esa combinación no era la mejor pero era la que existía, la que se arrastraba entre las sombras de este mundo tan lleno de ellas. Habían estado ocultos, esperando su momento para actuar y por fin había llegado lo que esperaban. Por fin habían descubierto lo que les faltaba para actuar y ahora era solo cuestión de tiempo.

 El hombre del mirador jamás olvidaría esa reunión, obviamente secreta, en la que a él y a muchos otros se les dio una carpeta con la información necesaria de lo que iba a suceder. Muchos se sorprendieron. No podían creer que algo así hubiese estad debajo de sus pies todo el tiempo y no se hubiesen dado cuenta. Esto era increíble, considerando que la mayoría de asistentes eran banqueros, empresarios, comerciantes, políticos e incluso algunas figuras de la cultura. Él siempre había tenido la sospecha de que había algo más pero no fue sino hasta que vio el contenido de la carpeta que se dio cuenta de la magnitud de las cosas.

 En efecto, alguien había estado tirando de varios hilos a lo largo de cientos de años. No se sabía muy bien cuando empezaba, pero siempre habían estado allí, en un tamaño compacto pero bien repartido. La gente siempre había creído que era una sola persona, una sola mente maestra detrás de todo lo que ocurría en el mundo. Pero no era así. Era un grupo, una mente colectiva que actuaba como un enjambre de abejas: rápidamente y con un objetivo común. Y como las abejas, nunca había uno muy lejos del otro

 La idea de la carpeta era revelar la realidad de las cosas de una vez y declarar una nueva realidad para el mundo. Según esta gente, que todos conocían pero a la vez nadie entendía, el mundo iba a cambiar próximamente y necesitaban saber si podían contar con ellos para dar ese gran paso. La mayoría se preguntó, con justa razón, cual era ese siguiente paso y hacia donde lo iban a dar. Simplemente se les respondió que sería el cambio más grande para la raza humana y que si estaban con ellos tendrían el privilegio de vivir en la época más próspera para la humanidad desde su nacimiento hace millones de años.

 Les dejaron dos meses para pensar, dos meses para que decidieran si querían quedarse en el viejo mundo o si preferían dar el paso con ellos hacia el futuro. El hombre del mirador no supo que hacer al principio. Lloraba cada vez que veía a su familia y se daba cuenta, con cada día que pasaba, que toda la vida era una mentira. La vida, que siempre había parecido nuestra, ya no lo era. Nunca había sido nuestra ni de nadie. Era solo una ilusión, una idea tonta que la humanidad se había hecho, creando así la noción de libertad que no era más que la necesidad de creer en algo más fuerte y así darle un mayor sentido a sus vidas.

 Su crisis nerviosa no paró en su familia. Quería contarles todos, a todas las personas del mundo lo que iba a pasar. De repente, después de aprovecharse de tantos para llegar adonde estaba, quería salvarlos de lo desconocido, de lo que estaba por venir. Pero entonces empezaron a aparecer, un poco por todas partes, cuerpo de personas importantes. Todos morían de causas naturales: ataques al corazón, cáncer, infecciones,… Al menos veinte de los personajes que habían asistido con él a la reunión estaban ahora muertos.

Lo que ocurría era obvio y solo quedaba un mes más para pensar en una decisión. Como decidir? Como elegir entre saltar al vacío o quedarse en un tren que está a punto de estrellarse con un muro sólido? Todos los días pensaba y pensaba y no podía alejar de su mente las imágenes de su infancia, de sus esfuerzos por crecer y por ser alguien que la gente pudiese admirar, a la que los demás temieran y respetaran. Todo eso y ahora estaba allí, a la merced de otros, de hombres y mujeres sin rostro que planeaban la destrucción de la humanidad como la conocemos.

 Y ese vacío… Que había allí? Era verdad todo lo que decían? Como podía ser verdad que controlaran cada evento en la historia de la humanidad? Todo parecía salido de una película de ciencia ficción barata pero cuando se releía la información de la carpeta y se comparaba con lo que existía, con lo que se relataba en los libros de Historia, era difícil no ver algún tipo de conexión, algún tipo de anomalía que resultaba ahora obvia pero que para nadie nunca había parecido relevante.

 Allí, de pie mirando la lluvia, lejos de su familia y de todo lo que siempre había poseído, el hombre se acercó al borde del mirador y simplemente observó la ciudad debajo del agua. El viento soplaba con fuerza, como si estuviese enojado y parecían llover balas de agua por la fuerza con la que caían al pavimento y contra toda superficie. Era extraño, pero se notaba que no era una tormenta normal. No solo por su duración sino por su persistencia. Se podía incluso decir que la tormenta parecía tener personalidad, un carácter marcado.

 Entonces el hombre del mirador se dio la vuelta y oprimió el botón del ascensor, que se abrió al instante. En pocos segundos estuvo en la planta baja, donde una camioneta negra lo esperaba. La abordó y el vehículo arrancó, luchando contra el agua para llegar a su destino. Finalmente, entraron al garaje de la casa del hombre. Este se bajo con calma y se dirigió a su habitación. Allí, sentada sobre la cama estaba su esposa. Parecía haber sido más fuerte en el pasado pero ahora era solo una sombre de lo que había sido. Él se sentó a su lado y la abrazó, apretándola contra sí mismo.

 Al cuarto entraron un joven y una niña pequeña, que se abrazaron con sus padres. No lloraban ni decían nada. Solo tenían los ojos algo húmedos y parecían necesitar tocarse entre sí para reconocer su existencia.


 Fue entonces que la ventana estalló en mil pedazos y una luz lo invadió todo. Se miraron unos a otros una última vez y entonces la luz se tragó todo y la humanidad no fue más sino un recuerdo olvidado de un pasado inexistente.

viernes, 1 de mayo de 2015

De los héroes y lo mediocre

   Tenemos el afán de siempre tener alguien a quien acudir, nos sentimos solos todo el tiempo e indefensos. Nuestra evolución ha sido fácil pero ha tenido sus tropiezos y nos ha dejado con rastros de nuestro pasado más salvaje, de cuando debíamos protegernos de todo porque todo era un peligro. Desde ese momento nacieron dos cosas: primero, el miedo a lo desconocido, a los animales que hacen ruidos demasiado fuertes y los que podrían comernos si no sabemos como defendernos. Y segundo, nacieron los héroes. Personas que nos salvaban de una situación difícil sin pedir nada a cambio, personas extraordinarias y poco comunes.

 Ha sido este personaje tan fuerte y único que se le han hecho alabanzas a lo largo de la historia, poniéndolo como personaje central de novelas y demás relatos que pudiesen ser pasados de boca en boca, de persona a persona para así impulsarlos a ser algo más de lo que eran, simples humanos sin la capacidad de ser extraordinarios pero con los medios para hacer lo poco común. Se puede debatir si primero existieron en los libros o si fueron personas reales. Eso simplemente no se sabe pero el concepto de héroe es uno bastante flexible.

 Puede ser un héroe aquel que descubre una nueva fuente de alimento para la comunidad o el que descubre una nueva ruta de migración o una nueva forma de matar al animal que da más carne. Esos fueron héroes aunque hoy seguramente no lo serían. El caso es que posiblemente gente así fue la primera en ser considerada la máxima expresión de la experiencia humana, lo mejor que podían ofrecer las personas en ese momento.

 En las novelas se exageró su posición, su aspecto e incluso sus hazañas. Ya no descubrían una nueva semilla o una ruta menos accidentada para sus familias, no, ahora combatían ejércitos enteros, salvaban comunidades enteras del desastre inminente e incluso luchaban con criaturas igual de fantásticas que ellos, como dragones y monstruos de tres cabezas. Todos los personajes en esos cuentos están en un mismo nivel de fantasía, todos son el ideal de lo que el ser humano debería ser para cada persona que escribió o contó el cuento, dependiendo del momento histórico y su contexto.

 Los héroes han ido mutando pero esencialmente siempre son los mejores, el punto culminante de nuestra sociedad y a lo que todos aspiran a ser. Esto quiere decir, que la realidad de las cosas no podría estar más alejada de esos cuentos y relatos. El ser humano no es un héroe por naturaleza. Apenas hemos evolucionado lo suficiente para ponernos de pie y reflexionar sobre lo que nos rodea. No somos más que lo podemos ver y tal vez un poco más, algo interesante que yace bajo la corteza cerebral. Pero nada más. Los seres humanos somos, para cualquier intención o propósito, comunes y corrientes como todos los demás seres vivos.

 Sin embargo, la necesidad de tener quien nos defienda, quien saque la cara por nosotros, ha hecho que los héroes de los libros y películas no sean suficientes para contentar nuestra hambre por sentirnos que somos más de lo que somos. Tenemos un afán, una urgencia exagerada, por calificar al ser humano como el mejor de todos sin objeción alguna. Queremos que nos digan, una y otra vez, que somos los mejores y que nos merecemos lo mejor que este mundo pueda ofrecer.

 Eso, en principio, no tiene nada de malo. Es normal tener un cierto nivel de ambición porque, si no se tuviera, no habría forma de conseguir nada de la vida. Mucha gente piensa que querer más es malo pero lo malo es usar ciertas técnicas para conseguir lo que queremos. Y ahí vienen las mentiras, que varían en su dimensión para hacernos ver mejores y mucho más brillantes que los demás. Porque si de algo se trata es de crear ilusiones, cosas que no pueden existir ni que tienen sentido alguno pero que la gente cree de todas maneras, como si no hubiera más opción.

 Es lo que ocurre cuando la gente decidió sacar a los héroes de las páginas de los libros y de todos los rincones de la cultura. Los que hubo en el pasado, con sus hazañas pequeñas, hoy son vistos como aportes insignificantes y ya no son héroes, si acaso para su comunidad o núcleo  familiar. Hoy en día se necesita mucho más, se necesita ser un héroe como los de los cuentos que pueden hacer varias cosas al mismo tiempo, luchan con unos mientras defienden a los demás y hacer actos de increíble valor.

Pero recordemos que es todo una ilusión. Porque el héroe contemporáneo no es en verdad capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo, eso es físicamente imposible. Lo saben bien las madres cuando dicen que al intentar hacer dos cosas a la vez, una quedará seguramente mal hecha. Y así es porque somos seres humanos, por mucho que intentemos y nos empeñemos en hacer las cosas como queremos, la realidad siempre será diferente porque tenemos limitaciones que muchas veces preferimos ignorar, como si no existieran o importaran.

 La ilusión también está en lo de hacer actos de gran valía. Hoy en día cualquier idiota, tal cual, es un héroe por hacer su trabajo. Lo que se hizo fue modificar el concepto del héroe, rebajándolo a una expresión más accesible a los seres humanos, para que así sea más fácil ser un héroe. Esto solamente resalta lo mediocre que puede ser la raza humana, rebajando las cosas para tenerlas a su alcanza en vez de tratar de conseguir eso que parece inalcanzable.

 Porque ser un héroe como los de los cuentos no es imposible. Parece imposible porque son momentos únicos con personas comunes y corrientes que se convierten en algo más en un segundo de sus vidas. Un héroe de verdad es alguien que tiene que hacer algo, tomar una decisión en un debido momento crucial y deja de serlo una vez a pasado todo. Ha habido personas así a lo largo de la Historia, personas que han tomado decisiones que nunca pensaron que fueran trascendentales pero terminaron cambiando la cara de la humanidad.

 Esos son héroes. No son los que hoy en día dan comida a los pobres o hacen su trabajo medianamente bien. Los militares, cualquier persona que tenga un arma encima, no es un héroe porque va en contradicción con el termino. Que tiene de extraordinario e increíble una persona que se gana la vida matando a los demás? Porque se puede argumentar que los militares protegen y ese es de hecho su rol principal pero no su actividad primaria. Nadie es un héroe cuando en vez de usar su voz o su cerebro, usa un arma para matar y callar para siempre a sus contradictores.

 Nadie es héroe a punta de armas y tampoco lo es simplemente por existir. No son héroes los que construyen casas para los damnificados de una inundación y tampoco lo son los que se esfuerzan en hacer reír a las personas en los momentos más difíciles. Muchas de esas pueden ser personas de gran valor pero no son héroes porque no ha habido es coyuntura, ese momento que lo cambia todo y los separa, por unos segundos, del resto de la humanidad.

 Todo esto en pro de conservar las palabras y sus definiciones como son y no dejar que todo lo vaya modificando la mediocridad humana, que quiere hacer que todos sean felices sin razón alguna. No hay nada como alcanzar una meta, como hacer un descubrimiento así ya todo el mundo lo conozca. Estas cosas nuevas nos hacen crecer y son las que deberían traer felicidad a nuestro corazón, no mentiras e ilusiones que no son nada, que se deshacen en el viento y que en verdad no nos aportan nada.

 No hay nada peor que ese comportamiento de decirle a todo el mundo algo que no es cierto para alentarlo a algo. No. Si se quiere alentar a alguien hay que decirle la verdad, completa y sin inventos. Se le dice que está bien y que mal y en que se le puede ayudar. Y así las personas crecen desde adentro hacia fuera y colaboran en el crecimiento personal de otros.

 Lo fantástico tiene mucho de atractivo, de fascinante e increíble pero termina siendo una mentira, porque simplemente no existe. Los seres humanos quieres ser todos diferentes, todos únicos e irrepetibles pero eso no es posible. Habrá quienes tengan una vida estándar, sin vaivenes o experiencias increíbles y eso no es malo de ninguna manera. Es solo una de las maneras de vivir la vida. La cosa es que tenemos tanto miedo de ser simples, de ser solo seres humano hechos de piel y carne que algún día dejarán de existir. De pronto es que nos hemos dado cuenta la poco que estaremos por aquí y tenemos miedo a no permanecer, a no dejar marca.


 No tenemos porque todos ser héroes. No tenemos que esforzarnos para ser únicos. Solo debemos dejarnos llevar por la vida y ella sabrá la mejor manera de hacer disfrutar la experiencia humana que, ya de por si, es fantástica.