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domingo, 17 de enero de 2016

Rebajas

   Como Adela no era nada tonta, decidió ser objetiva con lo que iba a buscar en la tienda y no ponerse a ver cada una de las prendas, como lo hacía siempre la gran mayoría de las mujeres. Le hubiese gustado, no podía negarlo, pero era la época de rebajas y todo estaba relleno de gente y con un calor que no provenía ni de la calefacción ni del clima. De hecho, a fuera el viento parecía venido directamente desde la Antártida. Entrar a cada tienda tenía entonces una parte buena y una parte mala. A ella le daba un poco lo mismo: tenía que aprovechar la época pues sus ahorros no eran demasiados pero los tumultos nunca habían sido su fuerte. Detestaba ir a conciertos o discotecas o mercadillos pues no se podía no respirar y ella se sentía ahogarse.

 Lo primero que necesitaba eran unos jeans nuevos, unos que incluso pudiese ponerse para el trabajo. Así que se abrió paso entre el mar de gente, seguramente codeando a más de una señora atravesada, y llegó a la zona de los jeans. Era gracioso como allí no había tanta gente pues la gran mayoría de los jeans rebajados y los otros estaban mezclados y la gente prefiera estar donde supiera que estaba lo más barato. Con paciencia, y gente pasándole por detrás a cada rato, se puso a mirar los pantalones que había. Pero la verdad era que ninguno le gustaba mucho y los pocos que veía con la cintilla de rebaja estaban horribles o no eran de su talla. Sin embargo encontró algo de ropa interior de colores, su favorita, y algunas medias pues las que tenía daban lástima.

 Se alegró al llegar a la caja y ver que su modesta compra era más barata de lo que había pensado. Pagó y salió al frío de la calle, donde dos corrientes de gente fluían, uno para cada lado. Era increíble ver la cantidad de personas que podía haber juntas en un sitio. Fue tal el impacto que Adela se quedó allí parada como tonta y solo reaccionó cuando una mujer bajita le pegó en una pierna con su bastón. Miró a la mujer de mala manera pero seguro ni se dio cuenta y desapareció rápidamente entre la gente y Adela, después de masajearse el lugar atacado, decidió que era mejor hacer lo mismo.

 Era como subirse a una de esas pasarelas que había en los aeropuertos, que se supone aceleraban la velocidad del viajero si necesitaba conectar de uno a otro avión. En este caso no había pasarela, era solo la tromba de gente que llevaba a Adela, casi sin sentir que caminaba. En un momento, le dio por revisarse los bolsillos y verificar que tenía todo lo que había traído con ella. Siempre en esos lugares había ladrones o pervertidos o quién sabe quién. Por fin vio el siguiente almacén que pensaba visitar y salió como pudo de entre el grupo de gente. Sintió la piernas normales de nuevo y entró en el recinto determinada a encontrar unos jeans y algunas blusas de las más baratas que hubiese.

 Y las había. Tanto así que dos mujeres se estaban peleando por una bonita blusa color salmón que al parecer una de ellas había descubierto pero la otra había agarrado primero. Seguramente era la última talla. La sección de rebajas era enorme y había mesa tras mesa tras mesa de artículos mezclados y desordenados con cintillas de color rojo. Había de todo allí y casi había que excavar para poder encontrar algo. Adela se puso a la tarea y sacó bastantes cosas que se quería probar. Incluso había debajo de las mesas unos zapatos deportivos con unos dibujos muy bonitos que le hubieran gustado comprar, si la rebaja hubiese sido mayor.

 Jeans encontró, pero ahora tocaba hacer la fila para los probadores y parecía algo de nunca acabar. Debía ser, pensó ella, que nadie venía a la tienda fuera de temporada pues el recinto para probarse la ropa era muy pequeño y eso que estaba en la sección de mujeres. A los hombres entonces les tocaría probarse los pantalones en un rincón. Era absurdo. Además había montones de ropa que la gente se había probado y había dejado y Adela apostaba que la gran mayoría iba a ver cosas y probárselas para al fin comprar una o ninguna.

 Pasó una hora entera cuando por fin pudo entrar a probarse la ropa que tenía en las manos, que menos mal era mucha o simplemente lo hubiera dejado todo y se hubiera ido. Ya con la cortina cerrada, aprovechó y sacó del bolsito que llevaba una pequeña botella de agua. Bebió la mitad del contenido y respiró lentamente, tratando de recuperar su compostura. La verdad era que no se sentía bien, el tumulto le venía mal y ponerse a hacer filas con la música electrónica a todo volumen, los gritos de la gente, los empleados casi echándose encima de los compradores. Tuvo que dejarse caer al piso e inhalar y exhalar con calma.

 Cuando se sintió mejor, empezó a probarse la ropa. Se demoró casi otra hora en ello porque pensó que si por fin había podido entrar a los probadores, pues era mejor aprovechar bien el espejo que había y elegir con inteligencia. Todas las blusas que se probó, unas cinco, decidió llevárselas. Estaban muy baratas y prefería llevárselas de una vez y no ponerse a pensar en otros sitios. Los jeans, de nuevo, no la convencieron. No estaban mal pero había algo que no le gustaba. También se probó un pantalón rojo muy bonito que le venía bien cuando saliera con sus amigas o algo así. O para cuando fuera, ya decidiría.

 La fila de la caja pasó rápido y pagó todo en un momento. El cajero trató de convencerla de comprar algunos de los artículos de la caja, tonterías hechas en alguna maquila asiática, pero ella se negó de tajo, tomó su bolsa y salió de allí como alma que lleva el diablo. Afuera, se sentía un poco mareada y tuvo que buscar un lugar donde sentarse.

  Pero no había donde sentarse así que se hizo contra una edificio por donde no pasaba nadie ni olía muy a feo, y se dejó caer ahí. De lo que quedaba de la botellita solo se tomó la mitad. La otra mitad se la echó por la cara, pues sentía un calor inmenso a pesar del viento de la noche. Aparentemente se veía peor de lo que ella pensaba pues un policía, quién sabe salido de donde, se le acercó y le preguntó si se sentía bien. Ella solo asintió, se puso de pie como pudo y se fue caminando, como para probar que de verdad sí estaba bien.

 Pero no lo sentía así. Caminó un poco aturdida y menos mal vio una de esas cafeterías de cadena y entró. Pidió un jugo frío y un café caliente fuerte. También compró un pedazo de cheesecake de limón para con lo demás. No era una compra que hubiese previsto y sabía que después tendría que ver como hacía con sus finanzas, pero no le importaba mucho. Así no pudiera comprar nada más, prefería dejar las bolsas a un lado y tomar el jugo casi de un solo sorbo. El sabor frío del durazno o pera o lo que fuese se sentía como un elixir de vida.

 Cuando terminó, ella se quedó mirando la botellita de vidrio donde había estado el jugo y recordó que desde hacía mucho lidiaba con se problema, con sentirse a veces abrumada con la cantidad de gente y las voces y el calor que producían. Solo pensarlo la mareaba más y por eso tomó un poco del café, que le quemó la lengua pues todavía estaba caliente. Probó el cheesecake pero no le puso mucho atención al sabor porque seguía recordando tonterías.

 Recordaba, por ejemplo, los varios momentos en los que sus amigas la habían invitado a bailar a sitios, a conocer chicos y demás, y ella en más de una ocasión se había desmayado de las maneras más embarazosas posibles. Bueno, es que no había manera de desmayarse y que fuera algo espectacular, siempre era raro y la primera reacción de la gente no era tener consideración y ayudar sino siempre juzgaban primero y luego sí alguno que sintiera algo de culpa se agachaba y la ayuda a ponerse de pie. Eso pasó hasta que la dejaron de invitar.

 Eso la había alejado mucho de una vida social normal y por eso se la pasaba trabajando o leyendo o haciendo cosas que no tuvieran que ver con más gente. Si acaso podía salir con sus amigas a beber algo pero si no eran demasiados y era una cafetería como en la que estaba ahora. Era algo triste pero decidió no sentir pesar por sí misma pues eso no se lo podía permitir. No quería ser una víctima para nadie y mucho menos para sí misma. Alguna manera encontraría de tener una vida más o menos normal, sin venirse abajo por la cantidad de gente.


 Entró solo una tienda más y lo hizo porque estaba más vacía que las otras. El jean que compró ahí ni le fascinó ni le disgustó. Estaba apenas para el trabajo. Zapatos no compró, lo haría otro día en otro lado. Caminó por una calle solitaria hasta la avenida en la que pasaba su bus. Allí se sentía más a gusto pero no había ni un alma para ver la triste sonrisa que se le dibujaba en la cara.

martes, 5 de enero de 2016

Un momento

   Era de noche pero la oscuridad estaba lejos de ser total. Al fin y al cabo era el centro de la ciudad y no dejaba nunca de estar bien iluminado, como si las sombras perdidas en la oscuridad necesitaran algún tipo de competencia. Se podía oír el susurrar del viento frío del invierno, así como el agua goteando por todos lados. La lluvia había caído más temprano y había dejado charcos y humedad por doquier.

 El goteo fue apagado entonces por el rumor de unos pasos lejanos, que se fueron acercando al centro de la ciudad con bastante prisa. El sonido de los tacones sobre las piedras de las calles resonaba bastante por todos lados y era probable que más de una persona, medio dormida o noctambula, hubiese escuchado el ruido que había roto con la paz de la noche.

 La culpable era una mujer que llevaba un pequeño bolso en la mano, con la correa rota. Una de sus medias veladas tenía un par de agujeros y su maquillaje y cabello eran un caos. La mujer corrió varias calles hasta que se detuvo en la plaza principal y se dio cuenta donde estaba. Ella había estado tan distraída corriendo, escapando, que no se había dado ni cuenta hacia donde lo había hecho. Se dejó caer en el andén que enmarcaba la plaza y miro la torre del reloj que coronaba el edificio principal del lugar.

 El edificio estaba bien iluminado con una luz blanca que lo hacia parecer como si fuera más de lo que era. No era la residencia de un dios o de los ángeles, no eran una oficina de caridad o de ayuda a los desposeídos. Era solo un edificio que hoy era un museo pequeño y que otrora había jugado el papel de centro de recepción de esclavos traídos del Nuevo Mundo.

 No llegaban muchos pero los que se traían servían como servidumbre en casas de alta alcurnia o simplemente eran trabajadores en plantaciones nuevas en esa época como de naranjas u otros frutos traídos con ellos en los barcos. Por ese edificio, hoy tan decente y tan celestial, habían pasado personas al borde de la muerte que habían sido consideradas menos que los cultivos que iban a ayudar a crecer y a cuidar.

 La mujer miró por largo rato al edificio y luego a los otros inmuebles que enmarcaban la plaza. Era como si fuese la primera vez que estaba allí. Y casi lo era pues desde que había llegado a ese país, no había tenido mucha oportunidad de pasearse por sus calles o conocer las principales atracciones. Como los esclavos del pasado, ella también había llegado a un edificio, una casa de hecho, en la que la habían recibido y revisado para que desempeñara el trabajo del que hoy había huido.

 El nombre que le habían dado era Kenia, pero ella no venía de allí ni sabía nada de ese país. Sin embargo le habían dicho que siempre dijera ese nombre y no el que tenía de verdad porque con los clientes todo debía ser una fantasía, una charada tras otra, sin parar. Porque la verdad era que a ellos les daba igual si se llamaba Kenia, Jessica o Valeria. Ellos querían su cuerpo y por eso era que pagaban.

 Kenia, o como fuere que se llamase, sabía bien a lo que había venido cuando viajó desde su verdadero país y se instaló en esa bien iluminada y bien planeada ciudad europea.  Lo sabía todo y se había preparado para ello mentalmente aunque eso no quitaba que la primera vez fuese la más incomoda de su vida. Al mismo tiempo, había sido su primera vez con quien fuere y ella trató de no darle importancia pero ese evento siempre lo tiene, se quiera o no.

 Eso sí, después todo fue más fácil o al menos pasable. Había estado dos años trabajando y había visto de todo. Incluso la habían arrestado una vez pero la habían dejado ir gracias al idiota que la había contratado.

 Pero ella no quería quedarse ahí toda la vida. Aunque sabía lo que había venido a hacer, no había planeado hacerlo para siempre. Su plan consistía en trabajar lo suficiente para ganar un buen dinero y luego salirse de ese mundo y encontrar un trabajo decente, estudiar y luego, si fuese posible, tener una buena familia. En el mundo no tenía a nadie y eso había ayudado a su temeraria decisión.

 Se quitó los tacones y las medias y puso los pies con cuidado sobre el suelo empedrado de la plaza. Obviamente el suelo estaba algo sucio pero no le importaba, solo quería sentir algo de frío en sus adoloridos pies y así poder relajarse y quitarse de la cabeza todo lo que tenía para pensar.

 Se dio cuenta que era placentero estar en esa plaza sola, con las luces iluminándolo todo. Era como si la ciudad misma le diera a ella un regalo por su esfuerzo, como si todas las luces estuviesen encendidas solo para ella. Por un momento imaginó que era otra, que bailaba en una gran salón con muchos invitados, como las damas de las películas. Quería un vestido rojo y estar maquillada y peinada para la ocasión. Tener un compañero de baile decente e ideal, diferente a los hombres que conocía.

 Pero entonces la realidad rompió su fantasía y recordó que hombres como ese probablemente ni existían o al menos no en su mundo y era su mundo el que le debía de importar porque no había otro al que pudiese huir ahora mismo. No había nada para ella que no fuera la prostitución y eso lo sabía bien. Tenía deudas y estaba amarrada a lo que hacía y a todo lo que eso conllevaba. Soltarse, ser libre, no iba a ser jamás tan fácil como la gente podía pensarlo.

 Sacó de su bolso algo de papel higiénico y se limpio un pie y luego el otro, después poniéndolos de vuelta a los tacones pero sin medias. Se levantó torpemente sobre el suelo empedrado y empezó a caminar hacia una de las calles que salían de la plaza. Era la opuesta a la que había usado para entrar pero no lo había pensado siquiera. Solo quería seguir caminando para siempre, como si eso pudiese hacerse.

 Lo bueno, pensó, era que no estaba atrapada físicamente como muchas de las chicas que encerraban en casas y las habían trabajar hasta que las pobres eran victimas de algún crimen horrible o simplemente lo hacían hasta que escapaban de alguna manera y nunca más se las veía. Ella estaba segura de que las mataban y simplemente no se encontraban los cadáveres porque a nadie le interesaba buscar prostitutas muertas. Y si se les encontraba, no era algo para mostrar en los noticieros de la noche. País rico o país pobre, las cosas a veces no son tan distintas.

 Salió a una avenida y se dio cuenta que el autobús nocturno debía de estar circulando. Caminó hasta la parada más cercana y verificó si el servicio que pasaba le servía. Como le venía bien, se sentó a esperar. Cuando miró la publicidad que había a un lado de la parada, se dio cuenta lo mal que iba, el maquillaje por todos lados y el bolso roto, sin medias y la blusa con manchas. Sacó otro poco de papel y se quitó el maquillaje lo mejor que pudo, al menos para no parecer una maniática. Lo de la blusa era más difícil.

 Menos mal no era una noche fría porque había dejado su abrigo en donde el cliente y no pensaba nunca más ir adonde ese hombre. No solo uno de esos racistas que a la vez no lo son, sino que olía mal y no porque sudara ni nada parecido sino porque su olor como ser humano era inmundo. Su presencia podía pasar como la de un hombre de negocios respetable pero ella sabía que cualquiera se sorprendería con lo retorcido de su mente.

 Ella solo salió de allí apenas la bestia cayó después de terminar. La pobre mujer se limpió la cara y un poco el cuerpo antes de salir, asqueada de si misma y del hombre y de lo que hacía para poder vivir.

 Cuando el bus llegó por fin, ella pagó su pasaje con las monedas que tenía y entonces se dio cuenta que no había recibido el pago por estar con ese animal. Quiso golpearse a si misma mientras se sentaba en la parte trasera del bus, pero ya era muy tarde para eso. Ahora lo importante era ver que pasaría mañana, como haría para pagar sus cosas, el alquiler y todo lo demás. Además quería evitar el trabajo, al menos por un par de días, y eso también estaría complicado, viendo que daba su teléfono a los clientes que frecuentaba más a menudo.


 En su viaje a casa, que duró casi una hora, se dio cuenta que ese momento sola en la plaza había sido casi un milagro pues había podido soñar despierta y respirar al menos una vez, cosa que jamás había hecho en los dos años que llevaba en la ciudad. Trató de relajarse en el bus también pero no pudo, pues al ver a través del vidrio mojado hacia la oscuridad de la noche, solo podía ver sus errores, uno tras otro, y la promesa de que su vida no iba cambiar de la noche a la mañana.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Otra vez

   Hay veces que las cosas se repiten, encuentran la manera de volver a pasar, como una de esas películas que dan los domingos en la tarde. Afortunadamente, ojalá, la vida no es siempre tan aburrida y predecible, incluso cuando las misma cosas pasan. En este caso, vuelvo a dejar el país, vuelvo a dejar mi hogar y vuelvo al mismo lugar en el que estuve hace un tiempo para estudiar y buscar algo que me haga vivir más de lo que he vivido ya. La idea es hacer que me vida sea un poco más parecida a la de los demás, ya saben, con dinero y esas cosas. No hay manera de mentirse a uno mismo pues el dinero siempre va a hacer importante y nadie en verdad vive de amor o de cariño o de ser una buenísima persona. Para ser o hacer lo que quiera, una persona debe tener al menos algunos billetes.

 Pues sonar de pronto muy superficial pero esa es la verdad de la vida. Todos tenemos que hacer nuestro propio camino e ir haciendo lo propio, como sea que lo hagamos. Necesitamos algo que solo sea nuestro y lograr cosas por nosotros mismos porque alguien que no hace lo que quiere, lo que se le da la gana mejor dicho, no va a ningún lado como ser humano. Así que me voy otra vez, más que todo buscando ese nuevo camino en mi vida que me ayude a enterarme de que debo hacer o de cómo tengo o debería vivir el resto de mis días. Aunque hay gente que ya sabe que quiere hacer para siempre desde que está en el colegio, yo no corrí con esa suerte o por lo menos no siempre fue tan obvio como lo es ahora. Y encima, el camino no es sencillo.

 Esto que hago ahora, que ustedes ojalá lean, no es algo de lo que se viva fácil a menos que haya habido una oportunidad única e irrepetible. La escritura, o para el caso cualquier arte, es un vehículo difícil para viajar por la vida. Pero, para bien o para mal, algunos tomamos ese camino pues la vida entre paredes que tienen los demás, o casi todos, no es para nosotros. Personalmente, no entiendo como alguien puede vivir desde los veinticinco años hasta los sesenta y cinco haciendo lo mismo, en el mismo horario, con la misma gente, en el mismo sitio. Yo sé que si fuese mi caso, me volvería loco al poco tiempo. No condeno a quien viva esa vida pero no es la que quiero para mi.

 Eso es algo medianamente bueno, lo de saber lo que no me gusta. Lo difícil está en averiguar lo que sí. Me parece genial la gente que está segura de sí, que todo lo sabe y navega por la vida con total seguridad pero yo simplemente no tengo ese tipo de vida. Tal vez porque nunca he trabajado o porque mi familia me ha dado un lugar muy especial donde vivir, no he tenido que preocuparme por nada hasta estas alturas de mi vida. La verdad son cosas que agradezco pero siempre llega un momento en el que hay que lanzarse al agua y no pensar que hay debajo de la tensión superficial.

 Extrañamente, hoy y ahora que faltan pocas horas para irme, no siento mucho. De pronto algo de preocupación por los detalles típicos como cuidar mi equipaje y que todo salga bien con el viaje como tal, pero no estoy ansioso por llegar ni nada de eso. Estoy preocupado por mi familia, estoy preocupado por ese futuro que está allá lejos y que nunca parece que puedo tocar, pero no me preocupa ni lo que voy a hacer ni ciertas responsabilidades que, aunque tengo presentes, de ninguna manera me mueven el piso como sí otra cosas que parecen dar vueltas alrededor. Es raro pero lo único que me mueve el estómago ahora la separación más que nada más. Es porque me preocupo por lo que no ha pasado, algo que no tiene mucho sentido pues si no ha pasado, no hay nada que pueda hacer.

 Lo que quiero, y eso sí que lo tengo presente hace mucho, es tener paz. Sea lo que sea que tenga que hacer en la vida, quiero estar tranquilo y no tener que vivir preocupado por cosas externas que muchas veces ni tienen que ver con la vida de uno. Quiero poder estar tranquilo y no tener que preocuparme por cosas tan simple como la comida o donde vivir. Me parece horrible que en este mundo, al que llamamos avanzado, todavía haya millones y millones que deben preocuparse por algo tan básico. En mi caso es más por la falta de esa oportunidad de la que hablábamos antes  pero lo más normal es que sea por la falta de dinero y también de posibilidades para tener una vida decente y no carente de lo que todos necesitamos.

 No creo que sea mucho pedir. Es el colmo que haya preocuparse por algo tan simple aunque, si uno lo piensa bien, la estabilidad emocional no es algo ni remotamente simple. Por ejemplo, en todo lo que he pensado últimamente respecto a este viaje, nunca he metido la ecuación que siempre llega sin anunciarse y es el hecho de que de pronto conozca a alguien. No lo pongo en mi mente pues hace un tiempo decidí no tener una relación seria con nadie pues tengo problemas personales que atender y mi personalidad no es una fácil. El hecho es que las cosas pueden llegar en el momento menos previsto y habría que ver si eso sería algo bueno o algo malo, algo que pese a mi favor o en mi contra.

 No me preocupo por lo que vaya a encontrar más allá de las que han sido mis fronteras por ya dos años. No me preocupo para nada. No es que me lo sepa todo, pero es que hay sitios del mundo donde las cosas son mucho más sencillas y las preocupaciones son sustancialmente menores. A veces es gracioso leer de gente que tiene colapsos porque la vida les parecer abrumadora en ciudades pequeñas. No quisiera pensar que les pasaría si vivieran en Bogotá. Seguramente ya estarían todos muertos. Y no, no exagero, pero creo que alguien que vive en esta ciudad y lo hace bien, puede vivir fácilmente en cualquier otra parte. Creo que por eso no me preocupo mucho por ese aspecto.

 Voy a aprender y obviamente me interesa saber como serán las cosas, pero también es verdad que tampoco me afano por el estudio como tal. No me preocupo por las notas o como serán los compañeros o si tengo que hacer una cosa o la otra. La verdad eso ya lo he vivido tantas veces que no me afecta en lo más mínimo. Tal vez el primer día sea distinto pero eso es simplemente porque somos seres de costumbres y nos volvemos un circo cuando las cosas cambian y todo parece cambiar de lugar. Espero que lo que aprenda y el hecho de estudiar me de esas oportunidades que necesito. Es patético pero todos necesitamos a esa persona que voltee a mirarnos, diga algo bueno y nos de ese escalón que nos falta para tomar una camino nuevo.

 Eso es lo que más he ansiado desde hace tanto. La oportunidad. Es algo verdaderamente tan simple pero el mundo lamentablemente no se maneja por eso sino por quienes se conocen entre sí y como puedan concentrar sus ganancias, sean estas en dinero o en lo que sea. Así es la vida y la gente y no es algo que yo pueda cambiar. Pero debe haber alguien en el mundo que me considere a mi una ganancia, una manera de ganar dinero si quieren. Honestamente no me interesa para que me quieran, con tal de que me quieran para algo. A estas alturas de la vida, como ya he dicho muchas veces, lo que necesito es la oportunidad de hacer las cosas y de probarme a mi mismo que lo que tengo en la mente tiene un uso.

 Necesito sacar de mi mente todas las cosas que me acosan, que están allí desde hace tiempo y que surgen todos los días. Necesito sentirme útil, y creo que todo se podría resumir en ese deseo de la necesidad, comprensible y predecible, de sentirse completo como ser humano al ser considerado por otros como una parte integral de la sociedad. Al no vivir solos en el mundo, necesitamos la aprobación de otros para vivir y seguir adelante con nuestros sueños. No es que necesitemos permiso o dependamos de otros sino que siempre es bueno saber que alguien en el mundo te apoya y desea lo mejor para ti y te considera una ganancia y no alguien con el que nunca se sabe muy bien que hacer.

 La vida es a veces bastante fácil y otras veces es supremamente difícil. Eso depende de quién se es y de cómo y cuando y porqué se han dado los pasos de la vida, que definen cada cosa que pasa aunque no nos demos cuenta y a veces queramos culpar o agradecérselo a lo o al que no es. Vivir es algo complejo y no es algo simple, no es algo que se haga así no más, sin pensarlo ni revisando cada cosa. Lo que pasa pasa y hay que amoldarse a ello y por eso es que es bueno cuando uno mismo decide crear el siguiente paso y no esperar a que por obra y gracia de alguien o algo las cosas pasen porque sí. Lamentablemente la vida no funciona así.


 Por eso me inventé este viaje, pues no era algo que tenía que ser para mi. Yo decidí que lo fuese y ahora lo afrontaré y veré que puedo hacer con lo que hay. Ojalá se presente esa oportunidad que tanto deseo y necesito porque sé que sería lo único que en verdad podría cambiar mi vida sustancialmente. Es lo que necesito y lo que quiero desde hace mucho. Pero ya veremos que sucede, que es lo que tiene que pasar y lo que no, lo que decidiré yo que pase y lo que no porque, si algo es cierto, es que la vida es nuestra y nosotros labramos el camino. No podemos esperar a ver que pasa o encomendarnos al vacío, debemos dar el paso, seguros o no, y ver si hay una piedra que pisar para cruzar ese río que debemos cruzar.´ ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ora que faltan pocas horas para irme, no s momento en el que hay que lanzarse al agua y no pensar que hay debajo de la

sábado, 15 de agosto de 2015

Cuatro palabras

   Paciencia. Es algo difícil de tener cuando las cosas parece que no van a ningún lado pero hay que aprender. Es difícil esperar y esperar pero cuando no hay nada más que hacer, pues ya se entrena uno en ese arte. Porque esperar no es para todos ni todo el mundo lo hace igual. Es un hecho que cada persona tiene su ritmo y creo que el mismo es bastante lento aunque he aprendido a conocerme mejor y a no esperar nada demasiado pronto o que todo lo que le pasa a los demás me pase a mi. Sí, muchas personas que conozco tienen trabajo y van por su enésima relación sentimental pero yo no puedo pretender tener ese mismo ritmo de vida. Cada uno marcha a un paso diferente y hay que entender eso antes que nada más porque o sino estaremos frustrados con mucha frecuencia.

 Respirar. Es la técnica más sencilla cuando se tiene una vida en la que no se sabe nada de lo que pasará, nada de lo que el futuro aportará o quitará. A veces no nos tomamos el tiempo adecuado para respirar, para preocuparnos porque nuestro cuerpo esté bien y para relajarnos antes de algún momento que sabremos será desafiante para nuestros nervios. Puede que sea hablar con alguien en especial o hacer algo que nunca habíamos hecho. Si somos seres humanos normales siempre estaremos algo preocupados por algo así y tendremos que aprender a ser pacientes e ir paso a paso y no apresurarnos para nada. No hay nadie que no se sienta presionado en situaciones así y si no lo está, los golpes de la vida sencillamente serán más duros.

 Crecer. Eso no es algo que dependa de nosotros, al menos no de forma física. Pero sí podemos esforzarnos en ser mejores, en tratar de avanzar en lo que queremos o en lo que no queremos, lo que sea más fácil de definir. Cuando digo crecer, no tiene nada que ver el concepto de madurez, aunque esto ayude bastante. Me refiero más a crecer como persona, a ampliar la mente y empezar a ver el mundo con ojos diferentes a esos con los que hemos visto todo lo que ha ido sucediendo frente a nuestros ojos. No podemos seguir toda la vida haciendo y diciendo lo mismo ya que no somos marionetas a loros. Al ser seres humanos, tenemos la posibilidad de cambiar de opinión y por lo tanto de aceptar realidades diferentes de un momento a otro.

 Aceptar. Sí, aceptar esas nuevas realidades, esas nuevas maneras de ver la vida y también aquellos momentos en los que no se sabe que hacer o en los que hay problemas o errores. Somos seres hechos de prueba y error, no somos infalibles ni todopoderosos. Es imposible que un ser humano nunca falle ni nunca sufra o sienta dolor porque si no le pasara nada de eso, simplemente no sería un ser humano sino algo peor que una máquina ya que hasta ellas se equivocan. Tenemos que aceptarnos a nosotros mismos como somos y no como queremos ser y a partir de ahí construir lo que queremos, sea lo que sea.

 Esas cuatro palabras me han ayudado en varias ocasiones. Porque paciencia nunca he tenido. Prefiero los impulsos y actuar en el momento que siento que las cosas se pueden dar mejor. La paciencia es un don difícil de manejar y, sobre todo, de conseguir. Como tener paciencia después de años de no ser aceptado por nada ni nadie, en muchos sentidos y no solo en el sentimental que, para mi al menos en este momento, es el menos importante? Como hacer para no perder el control cuando las cosas parecen estarse derrumbando alrededor y las únicas soluciones son aquellas que son extremas. Y se sabe muy bien que nada situado a un extremo es bueno, sea cual este sea. Sin embargo, la gente todavía se deja lavar el cerebro y acepta idioteces que saben no están bien.

 Ha sido más fácil aprender a respirar. Obviamente todos los seres humanos sabemos respirar pues lo hacemos automáticamente, sin pensarlo. Lo que se piensa es dejar de hacerlo y no es muy fácil. Pero la cosa es que hay varias maneras de respirar y varios momentos en los cuales es necesario simplemente tener más aire y poder oxigenar mejor la mente para tener las cosas más claras. Tuve que aprender a respirar cuando la muerte estuvo cerca y creo que no lo hice bien. Lo hice también cuando me enfrenté a una decisión que puede significarlo todo o tal vez nada. Pero tuve que saber como comportarme y como no perder la compostura. Tuve que controlar mi respiración.

 Lo que nunca es fácil es saber que es lo bueno y lo malo pues nadie te lo dice, al menos no de adulto o joven adulto o como lo quieran llamar. Crecer es un concepto casi abstracto pues todos crecemos, es el camino eterno hacia la muerte, pero no es ese crecimiento el que vale, sino el que nos enseña y nos hace ver la vida con otros ojos. Creo que he crecido en ese sentido pues me he atrevido a más en algunas cosas, como tomar decisiones que antes no había tomado con tanta seguridad. Desechando miedos que han estado enconados dentro, esa es otra manera de crecer así no sea la más fácil. Porque enfrentarse al miedo es algo que solo alguien desesperado hace ya que ese miedo somos nosotros mismos.

 Lo más difícil para mí tal vez sea eso de aceptar. En mi concepto del mundo yo no tengo porque aceptar nada que yo no quiera pero la realidad lo presiona a uno a ver que las cosas no son como las queremos ver sino como son y a veces como son no nos sirven de nada. Hoy en día hay mucho positivismo falso y la gente cree que puede ser y hacer lo que quiera pero eso no es cierto. Las prisiones mentales todavía están allí, así como los prejuicios y la falta de habilidades. Son cosas que existen y, aunque algunas se pueden eliminar, hay otras que simplemente no hay como superarlas. Hay que aceptarlas o resignarse, lo que suene mejor.

 En estos momentos me siento casi totalmente tranquilo pero hay algo que me molesta y así será por un tiempo y de ahora en adelante. Todavía no tengo mi destino de frente y prefiero no verlo a la cara hasta cuando tenga que hacerlo porque tengo que confesar que le tengo miedo. No sé como es y no quiero imaginármelo porque tengo una imaginación demasiado productiva y es ahí cuando las cosas empiezan a distorsionarse a verse de tantos colores que ya no sé cuales son los reales, si es que existen. Tengo miedo porque no sé que hay más allá así que mi manera de afrontarlo es simplemente no ver hacia allá, no tratar de discernir nada ni indagar al respecto más de lo necesario. Esto lo hago porque sé que no debo apresurarme a nada.

 Caminar hacia, mirando hacia atrás y fingiendo que el mundo no se sigue moviendo, es algo muy difícil pero es práctico y no creo que se trate de engañarse a uno mismo ni nada por el estilo. Es solo la manera que encontré para poder estar más tranquilo e ir por la vida sin preocuparme de manera innecesaria. Ya hubo un momento, hace un tiempo, en el que me sentí ahogado y estuve a punto de desear que ese sentimiento mi consumiera. Pero al final, de alguna manera, pude salir de ello y ahora no quiero volver a esa situación, jamás. Ese desespero, esa oscuridad y sentimiento de que todo es mi culpa, de que todo está mal,… Es lo más horrible que he sentido y no se lo deseo a nadie.

 He estado por ya casi dos años sin hacer nada productivo. Y lo digo así porque así es que se maneja el mundo. Cuando estás cerca de los treinta años, si no estás ganando dinero, para la mayoría de la gente estás desperdiciando tu vida. El que me diga lo contrario es un hipócrita de primera categoría y no pretendo mentirme a mi mismo para suavizar las caídas o el sentimiento de presión que va y viene, pero que menos mal es menos frecuente que en el pasado. Además, no es que no haya hecho absolutamente nada en este tiempo: aprendí a apreciar más lo que tengo y a entender que no puedo ser todo lo que quisiera pero que sí puedo lograr hazañas más cercanas a lo humanamente posible.

 Y esas hazañas serán para mi y no para demostrarle nada a nadie. Porque no vivo para nadie más sino para mi y así es que la gente debería vivir, sin pensar en pagarle la cuenta a alguien más en el mundo, como si la vida fuese prestada o un regalo de alguien más. En este caso, les recuerdo que no creo en ninguna religión, así que perdonarán que les diga que paren de vivir su vida pensando en estar agradecidos por todo. Mejor vivan la vida pensando que solo es esto y nada más. Debemos caer en cuenta que esto es lo que hay y nunca va a haber nada más.


 Pero eso no es malo. Solo hay que ver lo que se puede hacer, lo que se puede lograr y todas las cosas que hay por descubrir y por vivir. Todo esto lo decide cada persona según sus criterios. No hay buenas o malas respuestas, al menos yo no lo pienso así. Lo único que hay son vías cortas y larga o anchas y angostas. Y es difícil saber cual es cual pero ese no es nuestro trabajo. Nuestra una responsabilidad es la de vivir y nada ms. ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ es cual pero ese no es nuestro trabajo. Nuestra una responsabilidad es la de vivir y nada m que hay por descubrir y pás.