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lunes, 31 de agosto de 2015

Quiero perderme...

   Cuando me desperté, me di cuenta que no tenía ni idea de donde estaba y mucho menos porqué estaba allí. El cuarto era pequeño y las cortinas algo amarillentas por el paso del tiempo y el mugre. Sentí un movimiento atrás mío y algo de brisa. Fue justo después que me puse de pie lentamente y me di cuenta que no tenía los zapatos ni las medias puestas. Estaban en un rincón de la habitación. Tenía mi chaqueta puesta y en ella estaban mis objetos personales. Con poco equilibrio, caminé hasta los zapatos y las medias y me los puse rápidamente. Sin mirar mucho más, salí de la habitación con cuidado. Traté de no hacer ruido alguno, pues por la luz que entraba por la ventana era evidente que era muy temprano.

 Me fui acercando hasta la puerta principal y entonces me quedé paralizado allí pues escuché a alguien tosiendo en algún lado y algunos pasos. Como pude, abrí la puerta principal y la cerré rápidamente tras de mi. Corrí por el pasillo hasta unas escaleras y las bajé con rapidez, aunque esto me causara un dolor de cabeza del tamaño de una casa. Por fin llegué al primer piso, donde apenas saludé al portero, quien me abrió la puerta y yo salí de nuevo corriendo hacia la avenida más cercana. Al comienzo no tenía mucha idea de en que parte de la ciudad estaba pero menos mal solo tuve que caminar dos calles para salir a una avenida que reconocía. Me revisé los bolsillos y saqué mi tarjeta del bus. Poco tiempo después estaba de camino a casa, sin tratar de recordar nada, solo con apuro de estar allí.

Apenas entré, dejé mis llaves, la billetera, la tarjeta del bus y mi celular sobre mi mesa de la sala. Mi apartamento era de apenas algunos metros así que no había mucho espacio para nada. Para lo que sí había ganas y espacio era para la cama. Me desnudé por completo y me metí bajo las sabanas y cobijas sin pensar nada. Era una mañana fría, por lo que di un par de vueltas entre las sabanas y en unos segundos me quedé profundamente dormido. A pesar de mi falta de equilibrio, evidentemente por consumo de alcohol, no tuve malos sueños ni tampoco uno bueno. Fue una mañana en blanco y me desperté hacia la una de la tarde, todavía un poco perdido en cuanto al tiempo y la ubicación.

 Por un momento, pensaba que me había despertado de nuevo en el apartamento de las cortinas sucias o que nada de eso había pasado y todo lo había soñado. Pero el dolor de cabeza al levantarme y mi ropa con olor a cigarrillo me decían que nada de eso había sido un sueño, más bien una noche bastante agitada de la cual no recordaba nada. Fui a la cocina y me serví algo de jugo y cereal y mientras lo hacía traté de recordar algo de la noche anterior. Pero nada se me venía a la cabeza. Lo último que recordaba era que había salido con amigos del trabajo a tomar una cerveza. Lo siguiente era despertar en el cuarto, casi seguro de que alguien se había levantado antes que yo.

 Mientras comía, sonó mi celular y lo contesté torpemente, casi dejándolo caer al suelo. Era uno de mis amigos que me preguntaba como había pasado la noche. En todo jocoso le confesé que no recordaba nada de nada y que sería de gran ayuda si el lo ayudara a recordar. Mi amigo se rió un buen rato de mi, diciendo que la noche anterior había tomado mucho. Habíamos estado en un bar al comienzo pero después nos fuimos para una discoteca. Ellos estuvieron algo así como una hora y yo me quedé allí solo cuando ellos no quisieron estar más. Le pregunté si me había quedado solo y dijo que no sabía pero que yo les había dicho que iba a estar bien y que me iban a cuidar.

 Después de reírnos de la situación una vez más, colgué y me puse a pensar en mis propias palabras. Porqué había dicho “que me iban a cuidar”? Quien lo iba a hacer? A quien había conocido? No tenía ni idea y tratar de recordarlo solo me causaba un dolor de cabeza horrible así que apenas terminé mi desayuno me fui al baño, desnudo como estaba y abrí el agua caliente de la ducha. La fui temperando y estuve allí más de lo normal, tratando de quitarme la resaca de encima y de recordar lo que sabía pero que no venía a mi al instante. Odiaba cuando eso pasaba y no era que pasara mucho pues rara vez yo tomaba en tales cantidades. Algo había pasado que me había hecho tomar más de la cuenta y encima arriesgar mi vida.

 Me hubiese podido pasar algo más grave. Eso concluí mientras me secaba y me ponía cualquier cosa. Menos mal era domingo, pues hubiese sido un desastre tener que ir a la oficina así, sin idea de quién o que era por completo. Porque me sentía tan confundido que no sabía de que había sido capaz la noche anterior. Al fin y al cabo había despertado en un lugar extraño… Decidí llamar a mi amigo para preguntarle el nombre de la discoteca y me fui para allá sin dudarlo. Menos mal cuando llegué estaban limpiando y haciendo cuentas, así que pude hablar con el mismo dueño. Le inventé que me habían robado algo invaluable y que debía ver las cintas de seguridad para ver con quién o quienes había estado la noche anterior.

 El tipo fue más amable de lo que hubiese previsto. Me dijo que con el consumo que había hecho la noche anterior, tenía derecho hasta de ver los libros de cuentas. Esa afirmación me asustó y traté de poner una nota en mi mente para tener cuidado al ver el saldo de mi tarjeta débito. En los videos de vigilancia estaba con mis amigos y después con un chico pelirrojo. Se me hizo raro porque no me gustaban tanto los pelirrojos pero, a juzgar por las imágenes, el alcohol me daba facultades especiales para todo, tanto para besar a más de seis personas en toda la discoteca, así como para pagar botellas de whisky y bailar como un loco hasta que cerraron el bar a las tres de la mañana. Al parecer, salí de allí con el pelirrojo.

 Le di las gracias al dueño de la discoteca y salí de allí, más confundido que antes. Puede parecer una mentira pero yo jamás había hecho nada parecido. Jamás había conocido a nadie de manera espontanea en un lugar así y mucho menos bebiendo tanto, bailando tanto y, en general, gastando tanto. Pregunté en los locales aledaños para saber si se acordaban de mi pero nadie lo hacía excepto un indigente que se me acercó a pedirme monedas. Me dijo que me conocía pero que me contaría si le daba un billete grande. Tuve que hacerlo y entonces me contó que estaba con el pelirrojo cuando salí y que nos vio fumando marihuana y subirnos a un taxi. Estaba seguro que el lugar de dijimos al taxista era algo con “brisas” o “brisa”.

 En efecto, Recodo de las Brisas era el nombre del barrio en el que desperté, lo había averiguado en el celular. Y como así que había estado fumando marihuana? Yo jamás había consumido drogas. Entonces se me ocurrió que el pelirrojo me había echado algo en el trago y que por eso me había comportado de esa manera. Apenas caí en cuenta, volví a mi casa y revisé mi estado de cuenta de mi tarjeta. En efecto había comprado más botellas de trago de lo que era moralmente correcto pero no había nada más ni nada menos. No había pagado otras cosas, ni había retirado en un cajero. Entonces no me habían robado, como yo había pensado.

 Me di cuenta que lo mejor que podía hacer era dejarlo todo de ese tamaño y dejar de pensar en la noche anterior. Era cierto que había hecho muchas cosas pero sabía que yo no era así y estaba seguro que me habían hecho algo para que así fuese. Me dio miedo solo pensarlo, pero podría haber sido peor. Tenía todo conmigo y nada faltaba así que no me habían robado. Y tuve que recordar ir a médico porque estaba casi seguro que si había consumido drogas y alcohol con ese hombre, seguramente había tenido sexo con él y era mejor ver que todo estuviese bien con mi cuerpo. Me dio un sentimiento de culpa horrible, porque todo lo que había pasado era por mi culpa, por haber estado concentrado en otras cosas y no en mi propio bienestar.

 El resto del domingo lo pasé en casa, viendo películas y televisión. Pedí una pizza y de nuevo hablé con mi amigo y le conté todo lo que había averiguado. El se rió un poco menos y me dijo que debía alegrarme de estar bien. Tenía razón en todo caso. Cuando me fui a la cama, tengo que confesar que no pude dormirme rápidamente. Trataba de recordar que había pasado después de la marihuana, quería recordar su cara o su cuerpo o lo que fuese pero no había nada en mi mente. Al otro día en el trabajo, pensé algo menso en ello, procurando no perder la concentración y estar siempre en donde tenía que estar. El día fue normal hasta que cuando volví del almuerzo me dijeron que había alguien esperándome en mi oficina. Cuando llegué a mi puesto, vi la cabellera pelirroja.

Apenas dio la vuelta al sentir mis pasos, me di cuenta de que no lo reconocía pero pude apreciar su belleza al instante. Al menos no me había metido con alguien feo, pensé. Luego me recriminé por lo superficial de mi pensamiento. Me dijo que había recordado que yo le había contado donde trabajaba y que había venido a entregarme algo. Extendió su mano y me dio un sobre. Adentro había billetes. Me dijo que quería pagar su parte del trago que había gastado y que se disculpaba por haberme dejado gastar tanto. Pero decía que yo estaba tan contento, tan feliz, que no quiso decir nada en el momento. Me dijo también que esa noche yo le dije que quería perderme y entonces me di cuenta, sin recordar nada, que él no me había echado nada en el trago ni nada parecido. Todo lo había hecho yo solo.


 Se disculpó y se despidió pero yo lo detuve tomándolo del brazo. No podía dejarlo ir.

lunes, 3 de agosto de 2015

Solo venía...

   Me despertó una luz cegadora que, cuando abrí los ojos, ya no estaba allí. Era de noche y afuera estaba todo en calma, bajo el velo de la noche. No se oía nada, ni los automóviles en la avenida cercana ni nada por el estilo. Era un buen hospital por lo visto. Yo tuve que dirigirme al baño y allí mirarme en el espejo. Mis ojos no estaban enfocando muy bien, entonces abrí la llave y me lavé la cara con vigor. Pude ver un poco mejor y entonces me devolví a la cama. Me sorprendió verla tendida. Porqué la arreglarían si era de noche? Además no me había demorado tanto en el baño como para que no se dieran cuenta que todavía estaba en la habitación. Pero bueno, no quería estar más acostado.

 Revisé un closet que había en la habitación y vi que allí no estaba mi ropa, lo que era extraño porque juraba que había visto a una enfermera dejarla allí. En cambio, había un bastón, seguramente para los pacientes mayores. Lo cogí y decidí darme una vuelta por el lugar. Es cierto que me habían operado pero no podía quedarme quieto y menos con la angustia de haber tenido una pesadilla tan rara. Esa luz me había un poco mareado y solo caminar podría tranquilizarme al menos un poco. Así que me dirigí a la puerta, extrañado de no poder ponerme mi saco porque hacía mucho frío, y giré el pomo de la puerta con suavidad. Pensé que alguien vendría a decirme que no podía e incluso me forzarían de nuevo a la cama pero nadie vino. De hecho, no había nadie en el pasillo.

 Las demás habitaciones debían estar llenas o al menos algunas. Y sin embargo no vi ninguna enfermera paseándose por el lugar. Instintivamente miré a mi muñeca pero no tenía el reloj puesto así que no había manera de saber si era demasiado tarde y de pronto ellas estaban en una especie de sala de enfermeras o algo por el estilo. Caminé, tan rápido como me permitía el bastón, hasta el final del corredor. A lo lejos vi una enfermera pero se fue antes de que pudiese decirle nada. Me dio rabia no poder gritar pero no estaba tan fuerte como pensaba y al tratar de hacerlo me dolió la cabeza con una fuerza horrible. Nunca había sentido algo así por lo que decidí ser cuidadoso. No quería provocarme algo ms serio.﷽﷽me algo mquerza horrible. Nunca habñia omo pensaba y al tratar de hacerlo me doli decirle nada. algo por el estilo. Caás serio.

 Decidí caminar hacia donde estaba la enfermera. De pronto, por un pasillo que cruzaba por el mío pasó mucha gente alrededor de una camilla. No eran solo los doctores y las enfermas quienes iban con el enfermo sino también gente que parecía venir con él, vestidos de gala. Seguramente era alguien de dinero, algún pez gordo que había comido algo en mal estado o que tenía un corazón muy viejo. Fuese lo que fuese, ninguno de los que pasó por el pasillo pareció fijarse en mi. Nadie me miró ni pareció reconocer mi presencia y, aunque ya estaba un poco harto de no encontrar a nadie, estos al menos tenían una buena excusa.

 Seguí mi camino y por fin llegué hasta una recepción. Para mi suerte, había allí una mujer supremamente aburrida que pasaba las páginas de una revista con la mayor parsimonia. Seguramente había leído la revista unas quinientas veces porque no mostraba el mayor interés ni por los artículos ni por las fotografías. Yo me le acerqué y le dije “Buenas noches”. Nada. Fue como si nadie hubiese dicho nada porque la mujer no levantó ni una sola ceja. Volví a hablar, con una voz algo más fuerte, pero tampoco, era como si la mujer fuese sorda o algo por el estilo. Y que tal si lo fuese? No, una persona sorda no podría contestar el teléfono u oír si algo serio estuviese ocurriendo en el hospital. Le hablé en más ocasiones pero ella solo cambió el brazo donde apoyaba su mentón y nada más.

 Estuve a punto de gritar y formar un escándalo que trajera a todas las personas en el hospital a esa recepción, pero no hice nada porque de una puerta salieron dos doctores y a ellos los conocía. Les iba a saludar pero pronto entraron por otra puerta, no sin antes decir que algo que lo dejó intrigado. “El caso del joven Ruiz es muy interesante”. Ese era yo, yo soy el joven Ruiz. Qué hacía que mi casa fuese interesante? De que estaban hablando si para lo único que había venido yo al hospital era para que me quitaran las famosas amígdalas. Y en ese momento me di cuenta que no me dolía la garganta. No me habían hecho nada.

 Tuve que sentarme por un momento porque  no entendía que pasaba. Se suponía que esa noche debían de extirpar mis amígdalas que, según uno del os doctores que había pasado, estaban muy hinchadas y debían sacarse pronto. Me habían prometido un dolor bastante molesto en la garganta pero también mucho helado y una vuelta a mi casa bastante pronto. Pero nada de eso había ocurrido. Me toqué al instante y me di cuenta que mis amígdalas ya no estaban inflamadas. Estaban normales. Sería por eso que mi caso era interesante? De pronto mi cuerpo había arreglado todo antes que ellos y por eso estaban tan fascinadas, porque los doctores parecían interesados y asombrados cuando pasaron hablando de mi

 Me puse de pie de golpe y entré por la puerta que ellos habían cruzado. Decía que solo permitían personal autorizado pero como la recepcionista, de nuevo, no dijo nada, pues yo seguí adelante. Otra vez era un corredor pero, al ir pasando por cada una de las puertas, pude ver que eran más que todo oficinas y consultorios. Algunos tenían gente dentro y en otros nadie. Ninguna de las personas que vi eran mis doctores y era con ellos que yo quería hablar para que resolvieran mis dudas. Seguí adelante y entonces me di cuenta que, en efecto, esta zona del hospital no era para que los pacientes estuviesen rondando o preguntando cosas que tal vez tenían la explicación más normal del mundo. Traté de devolverme pero abrí la puerta equivocada y entonces quedé sin aire.

 Tuve ganas de pegar un chillido o algo pero no pude. Solo abrí la boca y traté de sostenerme sobe mi bastón lo mejor posible. Era un cuarto bastante amplio, mucho más que cualquiera de los otros en ese mismo corredor. En la pared del fondo había varias puertas metálicas redondas y yo sabía muy bien en que lugar estaba. Era tétrico haber entrado, incluso por accidente, en la morgue del hospital. Y lo más miedoso de todo el asunto no era ver las puertas detrás de las cuales estaban los cadáveres de varios seres humanos. Lo que sí daba miedo era que delante de esa pared había seis camillas y dos de ellas estaban ocupadas. Estaba a menos de un par de metros de dos personas que habían muerte hacía nada y eso era suficiente para crisparme los nervios.

 Pero algo pasaba, algo se sentía en el aire y lo podía sentir en mi cuerpo. La reacción normal de cualquier otro hubiese sido salir corriendo pero yo no podía moverme de mi sitio. Y tampoco quería hacerlo porque, por alguna razón que todavía no entiendo, quería verlos. Esos cuerpos, esas personas, sentía que me atraían hacia ellos y que debía acercarme a verlos. Era una sensación extraña, como si alguien me manipulara desde lejos, como si no importara lo que yo pienso sino lo que alguien más pensara del asunto. Cuando me di cuenta, estaba ya al lado de una de las camillas. Sin mayor miramiento, quité la  sábana y observé.

 Era una mujer. Estaba vestida de gala y estaba muy bien arreglada, a pesar de estar muerta. Lo curioso es que estaba seguro de haberla visto antes. No era vieja ni joven, tenía una sonrisa amable pero un aspecto no tan benévolo como su sonrisa. Por fin recordé quién era: la esposa de alcalde. Habían salido en los periódicos hacía poco por un escándalo de corrupción y en todas las fotos la mujer tenía una expresión seria, un tanto sombría. Casi la misma que ahora tenía su cadáver aunque la diferencia era que su cuerpo sin vida estaba sonriendo. Eso me dio muchos nervios porque estaba seguro que no era muy normal que alguien quedase con esa sonrisa. Tomé la sábana y volví a cubrir a la mujer.

 Caminando algo robóticamente, me dirigí a la siguiente camilla pero cuando iba a retirar la sabana escuché voces afuera y me escondí detrás de unos taques de oxigeno. Entraron mis dos doctores. Hablaban animadamente, la doctora pidiéndole a su compañero que revisara el cuerpo y viera por él mismo lo que ella le había comentado.  Desde donde yo estaba no se veía muy bien, pero retiraron la sabana del cuerpo y la mujer le explicó al doctor como el paciente tenía una variedad de cáncer bastante particular. Por lo visto no era la cantidad o la expansión de la enfermedad, sino la efectividad que asombraba a la doctora. Taparon el cuerpo y se dirigieron a la puerta donde lo último que escuchó fue “y solo vino por una amigdalitis”.


 Me puse de pie sin ayuda de nada y rápidamente salté sobre el cuerpo y lo destapé. Lo que pasó después no lo entiendo y creo que nunca lo voy a entender. En todo caso ya no estoy en el hospital, sino en otro edificio que nunca antes había visto. Es siempre de día y tampoco hay nadie. Todo el tiempo camino y camino y no llego a ningún lado. Me pregunto, que fue lo que hice para estar aquí? Porqué no hay nadie que me responda? Porque estoy tan solo?