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martes, 5 de mayo de 2015

Elección

   Parecía que nunca iba a parar de llover. El clima había estado así desde hacía dos días con sus noches y no parecía que se fuese a detener por nada. De vez en cuando arreciaba y otras veces era más suave. Lo mismo con los truenos, que en algunos momentos se escuchaban en la lejanía y otros parecía que querían destruir el barrio. Como fuese, no iba a detenerse. No había razón para eso. Se hablaba de inundaciones y de muertos y heridos y damnificados. Pero no se decía nada de aquellos a los que la lluvia los afectaba directamente en el cerebro.

 La vista desde el último piso del edificio más alto de la ciudad era increíble. En el último piso, el mirador consistía en un circulo enorme, completamente hecho de vidrio, por el que la gente daba la vuelta y miraba hacia donde estuviera su hogar. Era una tradición tonta pero al fin y al cabo una tradición. Señalaban sus casas y reían y luego tomaban fotos y se largaban, seguramente a esas casas que mencionaban y que los hacían sonreír.

 Pero ese no era el caso ese día. Ese día solo había una persona en el mirador del edificio y era alguien que había pagado por estar allí, a pesar de que el mirador había sido cerrado para seguridad de los turistas. Él quería estar allí para ver, de frente, como la naturaleza se tragaba a su ciudad. La miraba con resentimiento pero también con algo de tristeza. Al fin y al cabo allí abajo había crecido y había hecho lo que muy pocos. Allí abajo se había hecho un nombre entre los ciudadanos más prestigiosos del país y así había escalado, poco a poco.

 Es cierto que había escalado a veces ayudándose de los demás, usándolos. Pero esa era su naturaleza, ayudar y no ser más que eso. Está más que comprobado que hay personas que nacen para servir y otras para ser servidas. Eso sí, él no era un amante de la esclavitud ni nada parecido. Solo le gustaba el orden de las cosas y como eran como eran y nadie decía nada. Ni los defensores más acérrimos de los seres humanos reclamaban nada en contra de esa realidad. Ellos también sabían que había unos arriba y otros abajo, negarlo era simplemente ridículo.

 A su trabajadores los respetaba y les pagaba lo justo y ellos eran felices. Pero él estaba arriba y ellos abajo y esa es solo la realidad de las cosas. No se trataba de justicia sino de la vida, la misma vida que estaba allí fuera destruyendo lo que se había hecho a través de los años. El hombre había hecho tantas cosas pero de que servían tantas edificios y riquezas cuando al final podíamos terminar debajo de un montón de piedras en apenas unos cuantos segundos. La vida no era justa y quien demandase justicia de cada pequeño segundo de la vida era un iluso, un pobre tonto que nunca había visto la muerte a los ojos.

 Él no sabía muy bien como funcionaba todo esto. Como era que la lluvia había aparecido así no más pero había igual tanto que él no sabía. Esa gente era peligrosa y al mismo tiempo tenían gran curiosidad por el mundo. De pronto esa combinación no era la mejor pero era la que existía, la que se arrastraba entre las sombras de este mundo tan lleno de ellas. Habían estado ocultos, esperando su momento para actuar y por fin había llegado lo que esperaban. Por fin habían descubierto lo que les faltaba para actuar y ahora era solo cuestión de tiempo.

 El hombre del mirador jamás olvidaría esa reunión, obviamente secreta, en la que a él y a muchos otros se les dio una carpeta con la información necesaria de lo que iba a suceder. Muchos se sorprendieron. No podían creer que algo así hubiese estad debajo de sus pies todo el tiempo y no se hubiesen dado cuenta. Esto era increíble, considerando que la mayoría de asistentes eran banqueros, empresarios, comerciantes, políticos e incluso algunas figuras de la cultura. Él siempre había tenido la sospecha de que había algo más pero no fue sino hasta que vio el contenido de la carpeta que se dio cuenta de la magnitud de las cosas.

 En efecto, alguien había estado tirando de varios hilos a lo largo de cientos de años. No se sabía muy bien cuando empezaba, pero siempre habían estado allí, en un tamaño compacto pero bien repartido. La gente siempre había creído que era una sola persona, una sola mente maestra detrás de todo lo que ocurría en el mundo. Pero no era así. Era un grupo, una mente colectiva que actuaba como un enjambre de abejas: rápidamente y con un objetivo común. Y como las abejas, nunca había uno muy lejos del otro

 La idea de la carpeta era revelar la realidad de las cosas de una vez y declarar una nueva realidad para el mundo. Según esta gente, que todos conocían pero a la vez nadie entendía, el mundo iba a cambiar próximamente y necesitaban saber si podían contar con ellos para dar ese gran paso. La mayoría se preguntó, con justa razón, cual era ese siguiente paso y hacia donde lo iban a dar. Simplemente se les respondió que sería el cambio más grande para la raza humana y que si estaban con ellos tendrían el privilegio de vivir en la época más próspera para la humanidad desde su nacimiento hace millones de años.

 Les dejaron dos meses para pensar, dos meses para que decidieran si querían quedarse en el viejo mundo o si preferían dar el paso con ellos hacia el futuro. El hombre del mirador no supo que hacer al principio. Lloraba cada vez que veía a su familia y se daba cuenta, con cada día que pasaba, que toda la vida era una mentira. La vida, que siempre había parecido nuestra, ya no lo era. Nunca había sido nuestra ni de nadie. Era solo una ilusión, una idea tonta que la humanidad se había hecho, creando así la noción de libertad que no era más que la necesidad de creer en algo más fuerte y así darle un mayor sentido a sus vidas.

 Su crisis nerviosa no paró en su familia. Quería contarles todos, a todas las personas del mundo lo que iba a pasar. De repente, después de aprovecharse de tantos para llegar adonde estaba, quería salvarlos de lo desconocido, de lo que estaba por venir. Pero entonces empezaron a aparecer, un poco por todas partes, cuerpo de personas importantes. Todos morían de causas naturales: ataques al corazón, cáncer, infecciones,… Al menos veinte de los personajes que habían asistido con él a la reunión estaban ahora muertos.

Lo que ocurría era obvio y solo quedaba un mes más para pensar en una decisión. Como decidir? Como elegir entre saltar al vacío o quedarse en un tren que está a punto de estrellarse con un muro sólido? Todos los días pensaba y pensaba y no podía alejar de su mente las imágenes de su infancia, de sus esfuerzos por crecer y por ser alguien que la gente pudiese admirar, a la que los demás temieran y respetaran. Todo eso y ahora estaba allí, a la merced de otros, de hombres y mujeres sin rostro que planeaban la destrucción de la humanidad como la conocemos.

 Y ese vacío… Que había allí? Era verdad todo lo que decían? Como podía ser verdad que controlaran cada evento en la historia de la humanidad? Todo parecía salido de una película de ciencia ficción barata pero cuando se releía la información de la carpeta y se comparaba con lo que existía, con lo que se relataba en los libros de Historia, era difícil no ver algún tipo de conexión, algún tipo de anomalía que resultaba ahora obvia pero que para nadie nunca había parecido relevante.

 Allí, de pie mirando la lluvia, lejos de su familia y de todo lo que siempre había poseído, el hombre se acercó al borde del mirador y simplemente observó la ciudad debajo del agua. El viento soplaba con fuerza, como si estuviese enojado y parecían llover balas de agua por la fuerza con la que caían al pavimento y contra toda superficie. Era extraño, pero se notaba que no era una tormenta normal. No solo por su duración sino por su persistencia. Se podía incluso decir que la tormenta parecía tener personalidad, un carácter marcado.

 Entonces el hombre del mirador se dio la vuelta y oprimió el botón del ascensor, que se abrió al instante. En pocos segundos estuvo en la planta baja, donde una camioneta negra lo esperaba. La abordó y el vehículo arrancó, luchando contra el agua para llegar a su destino. Finalmente, entraron al garaje de la casa del hombre. Este se bajo con calma y se dirigió a su habitación. Allí, sentada sobre la cama estaba su esposa. Parecía haber sido más fuerte en el pasado pero ahora era solo una sombre de lo que había sido. Él se sentó a su lado y la abrazó, apretándola contra sí mismo.

 Al cuarto entraron un joven y una niña pequeña, que se abrazaron con sus padres. No lloraban ni decían nada. Solo tenían los ojos algo húmedos y parecían necesitar tocarse entre sí para reconocer su existencia.


 Fue entonces que la ventana estalló en mil pedazos y una luz lo invadió todo. Se miraron unos a otros una última vez y entonces la luz se tragó todo y la humanidad no fue más sino un recuerdo olvidado de un pasado inexistente.

domingo, 3 de mayo de 2015

Lo que pasó y lo que no

   Su foto era lo único que seguía existiendo, pero él ya no estaba aquí y yo no podía traerlo de vuelta. Era un caso perdido, un momento de mi vida que nunca volvería a tener y no podía permanecer allí. Tenía que avanzar. Pero como se avanza cuando has olvidado las razones por las que lo hacías? Ya no tiene sentido seguir adelante o ir de para atrás. Para que? Si siempre va a pasar lo mismo: las cosas van a salir mal o medianamente bien, por un tiempo, hasta que dejan de ser y luego todo es una mierda, una masa amorfa sin sentido que nadie quiere experimentar ni sentir.

 No lo amaba, no todavía, pero lo hubiera podido hacer. Era de esas personas con las que se sentía que se podía hacer algo además de tener sexo y besarse sin sentido. Se podía conversar y ser amigos, algo que jamás había sentido que yo pudiera ser con otro hombre. Siempre me había sentido menos que cualquier otro hombre y de pronto era por eso que evitaba, a toda costa, involucrarme mucho con alguno. Pero justo con el que sí hubiera querido involucrarme, ese se fue y no dejó rastro.

 Para qué conservaba su foto? No tenía sentido hacerlo y sin embargo la miraba cada cierto tiempo. De ningún modo me había enamorado de él pero me hacía sentir bien el hecho de tener un prospecto, una posibilidad de vivir algo por fin distinto, diferente y que tuviera la capacidad de cambiarme la vida. Por eso él había sido tan importante. No era porque no pudiera vivir sin él o algo por ese estilo. No, podía manejarlo todo muy bien si compañía. Pero siempre pensaba en lo que podía haber sido y eso era tortura suficiente.

 Me siento joven, más joven, pensando así. Como empezó todo esto? Ah… No lo recordaba. Con ese joven hace tanto tiempo, cuando ni siquiera entendía nada pero yo creía entender algo. Era alto y delgado, eso lo recuerdo. Lo malo era que no me conocía, solo de vista. Fue en los últimos días allí que me di cuenta que sus invitaciones a jugar deportes podían haber sido máscaras para algo más. Sencillamente era yo muy tímido para atreverme a decir “sí”, así fuera quién era.

 Era gordito para mi edad, en ese entonces pero no lo pensaba así. De hecho ni lo pensaba, creo que no era algo que tuviese en mente en el momento. Yo solo quería estar en paz y que me dejaran jugar mis juegos y hacer lo mío, aparte, sin interrupciones. Por eso las invitaciones del chico alto me molestaban tanto. No solo era timidez sino que lo sentía como una interrupción a mi vida desprovista de amigos verdaderos. Creo que los amigos de verdad solo se hacen cuando uno ya tiene peso en el pantalón, como dicen las mamás, cuando ya se sabe quién es uno o al menos se tiene una mejor idea.

 Perdí esa oportunidad. De pronto era muy pequeño o de pronto no pero lo cierto es que nunca sabré que hubiese pasado. Años después empezaría a salir, a ver a otras personas, a tratar de empezar ese eterno ritual de conocer personas y tratar de reconocer algo en ellas que me hiciese acercarme más y de pronto vivir nuevas experiencias.

 Mi primera cita fue en un parque. Fue extraño: me sentía incomodo y todo el tiempo quise salir corriendo. Era pequeño todavía y solo mucho tiempo después entiendo que me vi con alguien que era inadecuadamente mayor que yo. No, no era un señor hecho y derecho pero de todas maneras no era lo correcto. Menos mal no pasó nada y fue otra de esas personas con las que dejé de hablar. Después de eso, un par de años creo, fue que todo empezó, perdí mi virginidad (si es que se puede hablar de eso en el genero masculino) y empecé a conocer personas que valían el tiempo que pasaba con ellos y otros que no.

 Nunca sentí nada real con ninguno, solo las situaciones dramáticas y el poder de cambiar las cosas a mi favor. Sí, siempre he tenido un sentido bastante calculador de las cosas, porque sé que puedo torcer el sentido de todo a mi favor cuando quiero. Pero no siempre quiero y me aburrí pronto de las situaciones tontas y sin sentido en las que me vi envuelto en ese tiempo. No solo el sexo casual, que podía ser tan divertido como extremadamente aburridor. También el potencial romance, inexistente y estéril.

 No creo que sepa que es el amor. No sé si siquiera crea en el amor. La cosa es que tuve un par de oportunidades en las que pude haberlo experimentado pero no estoy seguro de que eso fuese lo que debía sentir y, si eso era el amor, me decepcionó bastante con el tiempo. Hubo personas que quise, mucho. No sé porque y de pronto las razones no fueron las mejores pero sé que mi cariño era verdadero. Era amor? No, no lo creo. Y, de nuevo, si lo era, que desperdicio.

 Fueron unos tres años, o tal vez dos, bastante activos para mi. Entonces ya era mayor de edad y tenía más idea de lo que quería de la vida o, al menos eso pensaba yo. El futuro me tenía sorpresas en ese frente pero el caso es que tuve una vida social extrañamente activa por un tiempo. Ya tenía los amigos verdaderos de los que les contaba antes y buscaba tener esa experiencia de la que todo el mundo se jacta, esos amores que cambian vida y duran y son tantas cosas y nada al mismo tiempo.

 Pero nada. Nunca apareció ese amor juvenil que es extraordinario y perfecto, a su manera. Esa juventud, siento, que ya pasó. No es que sea viejo pero la juventud es una etapa tan bien marcada que cualquiera sabe cuando empieza y cuando termina y a mi ya me dejó ese tren. Esto último que pasó fue ya habiendo terminado la juventud y tal vez por eso lo asumí de manera distinta. Si me hubiera pasado lo mismo hace unos años estoy seguro de que hubiera perdido la razón y hubiera llorado como loco por horas o días.

 En cambio, esta vez solo me dio rabia. Y me dio rabia porque fui la mejor persona posible y eso no fue suficiente. No estaba triste ni me culpé a mi mismo, no por el fracaso al menos. Solo tenía rabia porque las personas jamás pueden ser completamente decentes, siempre tiene que haber una manera de que te decepcionen y siempre lo hacen, tarde o temprano. De pronto él no era tan maduro o yo no lo era. No lo sé, las vidas siempre son tan diferentes que las medidas de la madurez pueden ser inútiles. Cada uno es un mundo, dicen por ahí.

 Después de todo eso sí tuve problemas pero no con otros sino conmigo mismo. Inconscientemente, este impasse me había llevado a pensar, allí dentro de mi cerebro, que en efecto no era capaz de nada. Ni de encontrar trabajo, ni de tener una vida “para mostrar” (y eso es lo que buscamos si somos honestos), ni podía mantener a alguien cerca de mí. Fue una depresión auto-diagnosticada porque dudo que un doctor pueda decirme mejor que yo mismo lo que sentí.

 Fue horrible y no quiero volver a ese momento y por eso mismo no puedo aferrarme a momentos. Borró esta foto de mi vida para no volver a situaciones que no me ayudan en nada, para no estar de nuevo en esos espacios que solo me amarran al suelo pero que no me dejan ir hacia delante. Y  reconozco que soy yo quién más impido mi propio avance, mi propio vuelo.

 Pero que puedo yo hacer? Que puedo hacer cuando todo parece depender de los demás? Que puedo inventarme para que el mundo me vea a mi y no a los demás? Porque eso es lo que pareciera que pasa. Y ya lo sé, y lo aprendí hace tiempo, que no tengo las fuerzas suficientes para luchar, para esforzarme más allá de lo normal. No puedo y la verdad es que tampoco quiero porque no creo que deba hacerlo. Porque tengo que ser yo el que vaya más allá cuando otros no hacen nada y sin embargo viven la vida que quisiera para mi?

 Lo sé. Sé que hay privilegiados y otros que no pero la verdad es que eso poco o nada me importa. Solo quiero cambiar, estar en otra parte, incluso en otra piel muchas veces. A veces odio mi propio aspecto y quisiera terminar las cosas pero… No, eso fue antes y no quiero volver allí. No voy a volver! Cada uno tenemos nuestra manera de caminar al abismo final y creo que todavía me queda mucho para descubrir el mío. Desafortunadamente no me ha tocado como a los demás, que parecen navegar por la vida como si tuviera el mapa para hacerlo con los ojos cerrados desde que tenían apenas cinco años de edad.


 Como sea. Ese no soy yo. Yo no soy ese ser perfecto, al menos en apariencia. Soy un ser de defectos, grandes y pronunciados pero nadie nunca dijo que yo, o la gente como yo, no tuviéramos derecho a atrevernos a más y, lo más importante, a soñar. Porque a veces es lo único que tenemos, así nos quite algo de fuerzas a través del tiempo. Prefiero eso… Lo prefiero a cualquier otra cosa.

sábado, 14 de marzo de 2015

El tiempo

   Todos los hemos pensado alguna vez en la vida: que pasaría si pudiésemos volver al pasado y cambiar algo que hicimos bien por lo que ahora pensamos que deberíamos haber hecho? Y si pudiéramos tener una segunda oportunidad siempre, para enmendar nuestros errores o para hacer las cosas de un modo más favorable para nosotros? El tiempo es algo que nos atrapa y ni nos damos cuenta y nos frustra cuando vemos que es una de esas cosas que no podemos controlas y sobre las que nuestra humanidad es completamente inútil.

 Sé que yo lo he pensado alguna vez. Desde tonterías como tener más tiempo para responder mejor a un insulto o un piropo hasta detenerlo, para poder guardar el momento de una manera más especial, más segura. Después de todo estamos obsesionados con el concepto de “perfección”, un concepto que de hecho es inexistente ya que, por definición, todos los seres humanos somos deficientes en una u otra manera. Incluso aquellos que nacen con cuerpos cien por ciento funcionales o un aspecto físico que responden a los cánones de belleza imperantes, tienen imperfecciones que van más profundo que la superficialidad de la belleza.

 Lo queremos todo bello, bonito, hermoso. Pero eso porque sabemos que el mundo en realidad simplemente no es así. El mundo también es asqueroso, desagradable y enfermizo. La vida es ambas cosas y negar va en directo detrimento de la otra. Cuando deseamos para el tiempo o cambiar lo que hicimos, con frecuencia tiene meta hacer de nuestras vidas algo más ejemplar, algo más nítido y pulido. En otras palabras, algo perfecto. Lo irónico es que si hay algo imperfecto en el mundo, es la vida humana.

 Estamos hechos para equivocarnos. Si no lo hiciésemos, no seríamos humanos sino algo más que no hemos descubierto porque no existe. Y sin embargo, seguimos buscándole ese quiebre al tiempo, una manera de ganarle por lo menos una vez. Esa es la razón por la cual las personas han buscado, durante mucho tiempo borrar las marcas del tiempo de sus cuerpos. Las arrugas, manchas y demás “anomalías” son sistemáticamente borradas, como si se tratase de un libro que hay que ir corrigiendo con el paso de los años.

 Otros viven constantemente con la cabeza metida en el pasado. Están obsesionados con lo que hicieron o dejaron de hacer. A veces incluso están tan decepcionados del presente que preferirían, con seguridad, vivir en un momento pasado en el que el caos fuese menor. Es fácil entender el porqué de la fascinación con el pasado, con lo que ya ocurrió. Se trata, después de todo de un momento en el cual, a pesar de que ciertas cosas ya pasaron, hay otras que no y que podríamos evitar o simplemente solucionar de esa manera. La obsesión del hombre con volver al pasado en obras de ciencia ficción es simplemente porque no aceptamos nuestros errores. Estamos tan adiestrados para ser perfectos, para aspirar a serlo, que cualquier cosa que nos recuerde lo defectuosos que somos nos hiere fuertemente.

 Como hay los unos, los hay de los otros, los que están con la cabeza en el futuro. Esto es sin duda un poco más difícil de comprender ya que no se entiende como alguien puede estar obsesionado, con la mirada fija en acontecimientos que no han tenido lugar. Se trata de aquellas personas que todo lo planean, que tienen una lista y una estructura predeterminada para todo. Son personas que olvidan que la vida biológica de un ser humano no se rige por reglas o por la exactitud. Solo somos y nada más. No somos de una manera determinada ni definida y los que miran el futuro seguido lo olvidan.

 Otra razón es que son personas con mucha fe y esperanza. La mayoría de personas religiosas tienen siempre una parte de su cabeza en el futuro, ya que aspiran siempre a que sus creencias se cumplan. Esperan ver a su dios después de morir o esperan ser salvados de cualquier accidente porque creen que hay alguien que los cuida. Incluso si la vida les demuestra seguido que estamos solo como humanidad, ellos siguen creyendo que en el futuro estarán reunidos con su dios en los cielos o que serán recompensados por sus actos de bondad. Los no religiosos que ven al futuro son simplemente aquellos incansables optimistas, que jamás ven nada de malo en el mundo a pesar de que sin lo malo, lo bueno no existiría.

 El tiempo es calificado sistemáticamente como un enemigo ya que no tenemos herramienta alguna para enfrentarlo. No existe ningún arma o táctica para hacer que se detenga, para hacer que cambie su manera de ser. Porque lo que pasa es que el tiempo solo pasa y sigue, y nada más. Algunos podrían decir que el tiempo es un fragmento de lo que compone nuestro espacio vital, pero otros dirían que el tiempo es solo una línea infinita a la que, como seres mortales, estamos unidos para siempre.

 Para la gran mayoría, el tiempo es un castigo. Que es lo que más impacta en las cortes cuando condenan a alguien? No el lugar de la reclusión o las razones tal cual sino la cantidad de tiempo que es personas estará allí, encerrada. Cual es una de las primeras cosas que preguntamos a alguien nuevo? Su edad. Incluso muchas personas se ofenden si se les hace la pregunta de un momento a otro. Porque ven la edad como algo que los hace cada vez menos perfectos, menos eficientes.

 Es gracioso, si se ponen a pensarlo, ya que el enemigo número uno de la humanidad es el tiempo y, sin embargo, toda nuestra vida la enmarcamos en ese tiempo. Hace mucho nos dimos por vencidos y simplemente dejamos de desafiarlo cada vez que podemos. No encontramos otra forma de manejar nuestras vidas y desde el primer momento de la inteligencia humana sometimos todo lo que sabemos y somos a esa infinita línea del tiempo que nos amarra y simplemente no nos deja ir, ni siquiera cuando ya dejamos de ser parte de este mundo.

 Pero el tiempo no siempre es cruel. Para una mente abierta, liberada de las enajenaciones de la sociedad imperante en el mundo, el tiempo puede ser un aliado implacable. Porque el tiempo pasa pero somos nosotros, después de todo, quienes decidimos que hacemos con él. El tiempo se mueve y no se detiene pero nosotros podemos usarlo para aprender. Porque esa es la razón para la vida humana. Aprender y nada más. No estamos aquí para reproducirnos ni para querernos. Estamos para comprender el mundo y darle algo a cambio. Nuestro intelecto tiene la gran capacidad de usar el tiempo de la mejor manera posible: se trata de crear.

 Es mentira que solo los dioses puedan crear. Cuando se dice eso casi siempre hablan de obras como crear todo un mundo o crear vida de la nada. Pero nosotros podemos hacer las dos cosas. En este momento de nuestra evolución y aunque con los típicos errores de seres imperfectos como nosotros, somos capaces de crear objetos nunca antes vistos, de modificar nuestro mundo para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia y de generar vida donde antes no había nada. Personas que no estaban diseñadas para tener hijos, ahora los tienen y es posible que cada vez esto sea más fácil.

 Hay que tomar en cuenta que ya no somos los mismos de antes. Aunque seguimos sometidos bajo el martillo de la guerra, hemos sido capaces, de vez en cuando y en pequeños grupos, de avanzar juntos como una sola especie que somos. Porque al tiempo no le interesan nuestras diferencias. Al tiempo no le importa si eres hombre o mujer, negro o blanco, tu estatura, tu peso, tu preferencia sexual o el color de tus ojos. Eso simplemente no es de interés porque no cambia nada de cómo el tiempo no envuelve y nos afecta.

 Si pudiéramos entender ese simple hecho, podríamos por fin dejar de pelear contra el paso del tiempo y dedicar esos esfuerzos a hacer lo mejor posible con los segundos, minutos, horas y días que tenemos de vida. Porque, a pesar de todo, seguimos siendo tan mortales como lo fuimos en los primeros días de nuestra existencia. Seguimos muriendo, uno a uno, y eso no va a cambiar jamás, sin importar los muchos avances que tenga la ciencia. La muerte, ligada al tiempo es una realidad que tenemos que aceptar.


 Y así como el tiempo, la muerte no debería ser un enemigo nuestro ni tampoco deberíamos tenerle miedo. Porque tenerle miedo a algo que nos hace quienes somos? Porque tener miedo al momento clave de nuestras vidas, aquel en el que entregamos el manto de nuestra existencia. Podemos hacer de ese momento el punto culminante de una vida de la cual estar orgullosos, con errores, deficiencias y sentimientos puros y reales. Porque ni el tiempo ni la muerte son nuestros enemigos sino nuestros aliados más incondicionales.

domingo, 22 de febrero de 2015

Energía

   Los pies de Samuel estaban al borde del sangrado. Estaba rojos, golpeados, adoloridos y sin embargo él parecía tener energía que no paraba de fluir desde el centro de su cuerpo hacia su extremidades. Pero también se notaba que algo fuera de él lo impulsaba a moverse como lo hacía, a lo largo de todo el cuarto de baile, de pared a pared, incluso a hacer ejercicios extraños en el sueño.

 Su compañera ya estaba cansada y solo podía verlo bailar como si no pudiera hacer más. Ella tomaba agua copiosamente y no quería pensar en la presentación que tenían en pocos días. Ella claramente no estaba tan obsesionada con todo esto como él. Para Samuel iba más allá que una pasión: era más bien un deber con el mundo mostrar sus habilidades.

 Había sido desde pequeño que había sentido por primera vez ese impulso y no lo había dejado nunca. Adoraba ver el canal de televisión de las artes, donde no solo había biografías de artistas reconocidos, sino que a veces emitían una que otra obra de ballet o danza moderna y él veía en ello algo que no había en nada más en su vida: veía energía fluir por todos lados, veía al ser humano ser perfecto cuando no lo era ni remotamente. Veía como los sueños se pueden cumplir, con esfuerzo.

 Así que desde pequeño tuvo claro lo que debía hacer. Les pidió a sus padres que lo metieran en la mejor escuela de danza y no fue una sorpresa cuando empezó a ganar premios y a ser elegido para protagonizar varias de las obras que hacían al final de cada semestre. A Samuel nunca le importó si la gente hablaba o no. Como nada dependía de ellos, dejaba que se burlaran de él porque sabía que él conocía cosas que ellos ni siquiera soñarían.

 Terminó la escuela un año antes de lo normal y se metió de lleno en la mejor escuela de danza que pudo encontrar, en otro país. Dejó a sus padres pero sabía que no era un precio muy alto a pagar por cumplir sus sueños. A ellos los amaba y lloró mucho cuando se despidió. Habían sido su motor y habían hecho posible que todo lo que quería hacer se cumpliera y eso nunca lo olvidaría.

 Ya en la nueva ciudad, tuvo que esforzarse el triple y, en parte, por eso estaba ensayando tanto, reservando una de las mejores salas casi todos los días para estar listo para la elección del protagonista de la próxima obra. No iba a ser una elección fácil ya que todos los que estudiaban allí lo hacían porque eran buenos no porque pudiesen pagar la escuela.

 Si algo había desestabilizado a Samuel alguna vez, era el tener verdadera competencia. Jamñasreservando una de las mejoresa vez, era tener verdader.n parte, por eso estaba ensayando tanto, reservando una de las mejoresás había tenido verdadera competencia de chicos tan buenos y dedicados como él pero ahora se encontraba con al menos cinco que sabían muy bien lo que hacían y que, como él, estaban blindados contra criticas y odios tontos. Al bailar, cada uno de ellos parecía entrar en una dimensión distinta a la de los seres humanos normales, donde solo la energía que los impulsaba era importante.

 Pero, a diferencia de Samuel, esos otros chicos se distraían con cosas distintas al baile. Algunos tenían novias, otros novios. Algunos fumaban o incluso bebían. Pero no Samuel, él no quería ningún tipo de distracciones. O bueno, ninguna que no tuviera que tener nada que ver con la danza. Para distraerse del papel que buscaba obtener, Samuel a veces elegía una canción contemporánea y la bailaba como mejor le pareciera.

 Su distracción era entonces, básicamente, la de hacer coreografías nuevas, que salían de su pura fascinación con la música y el movimiento del cuerpo. Nunca las escribía ni se grababa pero podía recordar cualquiera de las que hubiera inventado si alguien le pidiese bailarla en cualquier momento. Creía que, al poder bailar algo más libre también, podría tomar la danza como un todo y el bailar cualquier pieza sería fácil.

 Cuando llegó el momento de las pruebas, como era de esperarse, todos se esforzaron y dieron lo mejor de sí. Pero Samuel se dio cuenta de que su dedicación y las distracciones de los demás le habían dado la ventaja: sus compañeros no parecían tan entregados como cuando habían llegado. Asumió que muchos de ellos venían de ciudades pequeñas y habían preferido entregarse al monstruo urbano que dedicarse a lo que habían venido a hacer.

 Por el contrario, Samuel hizo una presentación simplemente perfecta. Los jueces incluso lo aplaudieron al final, sabiendo que podían estar mirando al próximo gran bailarín de danza clásica. No fue una sorpresa, cuando publicaron el elenco de la obra, que él fuese elegido como protagonista. Todos lo saludaban y felicitaban y a él simplemente no le importaba. Todos era unos hipócritas, incluso las mujeres. Todos competían uno contra el otro y no existía la felicidad por el prójimo.

 De todas maneras, cuando llegó a casa ese día, llamó a sus padres por video llamada y lloró como nunca al contarles lo que había sucedido. Ellos también estaban muy felices por él y le prometieron ir a visitarlo para el estreno de la obra, que sería en apenas dos meses. El chico les agradeció y les dijo que los extrañaba mucho. Cuando se acostó esa noche, se dio cuenta de que los extrañaba más de lo que se permitía pensar y eso era porque eran sus únicos amigos.

 Los siguientes meses fueron de gran presión y esfuerzo. Hasta Samuel se sintió decaer en algunos momentos pero nadie dudó nunca de su capacidad y, en cada ensayo, era como si lo diera todo de si, sin importarle el dolor físico o mental, las miradas odiosas de algunos o los malos deseos de quienes no habían logrado hacerse con el papel. Cansado y adolorido, era todavía mejor que cualquiera de ellos y eso, lo hacía sentirse contento.

 La semana del estreno, sus padres llegaron de visita y esto logró darle una buena inyección de energía, que tanto necesitaba. Solo tuvo algunos momentos para estar con ellos porque los ensayos eran cada vez más exigentes y se debían hacer ahora con el vestuario propio de la obra lo que era más difícil que lo que habían estado haciendo hasta ahora.

 La noche del estreno, justo antes de empezar a estirar y cambiarse, les dio un beso a cada uno de sus padres y les dijo que les dedicaba cada minuto de la obra a ellos, que tenían dos de los mejores asientos del lugar. Mientras se cambiaba y se aplicaba algo de maquillaje, Samuel se dio cuenta que este era su gran momento, esto era lo que él había estado esperando por tanto tiempo y sabía que la única manera de ser exitoso era haciendo lo que siempre había hecho: canalizar la energía que tan bien conocía y explotarla al máximo.

 Sobra decir que todo salió a pedir de boca. Samuel fue la estrella del espectáculo sin duda, poniendo al público al borde su asiento cada cierto tiempo. Era atrevido y brillante, fuerte y sensible al mismo tiempo. Era como ver el viento mismo pasearse a través del escenario, a veces vil y destructivo y otras calmado y casi a punto de morir.

 No hubo nadie en el recinto que no sintiera lo mismo: el poder de la danza. Hubo tres ovaciones de pie para Samuel, quién recibió dos grandes ramos de flores. El ruido por los aplausos, los chiflidos y los gritos era ensordecedor y Samuel se dio cuenta de que eso era precisamente lo que tanto había buscado. Ese ruido que parecía tener cuerpo, formado por la energía de quienes habían visto su esfuerzo.

 Los siguientes días los pasó con sus padres, que simplemente no podían estar más orgullosos. El último día de su visita fueron a un lago y tuvieron la idea de hacer un pequeño picnic. Hablaron de todo un poco, de cómo estaba todo de vuelta en casa, de lo que venía en la carrera de Samuel. Pero al final del día no había que hablar de más nada.


 Cuando finalizaba la tarde, todos estaban sentados al borde de un muelle, con los pies en el agua. Samuel miró a sus padres, que estaban abrazados, y se dio cuenta de que ese amor entre ellos era lo que le había dado su gran energía y que, en algún momento, debía de buscarla en otro lado, seguramente en otra persona. No era algo que hubiese contemplado nunca pero ese parecía ser su futuro. Pero el futuro estaba allá, lejos de su alcance. Ya tendría tiempo de ocuparse de él.