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viernes, 23 de octubre de 2015

Objetos cargados

   No podía respirar nada. En un momento la garganta se me cerró por completo y mis ojos debieron reflejarlo. Pero, afortunadamente o no, no había nadie que pudiese verlos. Como pude, traté de bajar el ritmo de mi respiración, sin parar de caminar y de llorar al mismo tiempo. Lo que me había pasado era una tontería pero me había tomado tan por sorpresa que simplemente no tenía como enfrentarlo. Pensé que tendría la fuerza para que las cosas dejaran de afectarme tanto pero creo que cuando tomé energía de un sitio, obviamente lo estaba dejando sin defensa a favor de otro lugar que necesitaba más resistencia. Me puse a jugar con lo que tenía y casi acabo destruido por mi mismo. Esa respiración casi ausente, ahogarme a los ojos de todo el mundo y que no me vieran, la causé yo.

 Bueno, para ser más exactos, fue un tipo de apariencia rusa el que inició todo ese evento tan desagradable. Nunca quiero volver a pasar por ese sitio pero sé que tarde o temprano lo haré pues esta ciudad no es grande y todo se resume a una pocas calles. El caso es que un robo es normalmente algo que no es tan traumático o al menos no en el civilizado mundo europeo. Me han robado, y más intentado robar más veces, en mi país. Allí un robo normalmente es más violento y peligroso pero nunca ha sido así para mí. Afortunadamente siempre han sido momentos “manejables” y creo que ayuda que sea un enfrentamiento, que sepas que ocurre. Cuando no sabes que pasa el miedo escala más rápido y por eso creo que la tensión arterial casi me explota la cabeza esta vez.

 Por lo menos yo prefiero saber y así es en todos los campos posibles. Quién no va a querer saber que pasa o como pasa? Porque elegir vivir en la ignorancia sabiendo que el peligro así es mayor? No sé que tiene la gente en la cabeza pero yo odio sentirme menos, burlado y como si nada de lo que soy importara para nada. En parte eso fue lo que me dio más rabia del asunto: no tanto el hecho de ser robado como el hecho de serlo sin darme cuenta, en la calle y con gente no muy lejos. Me sentí burlado y una burla en mi mismo y nadie debería tener el poder de hacer eso por su propia cuenta a otra persona. Es cruel y rastrero y es un truco que solo busca un beneficio temporal.

 Al fin y al cabo, quién roba un celular (o “móvil”) a estas alturas de la vida. Donde hay tanto mercado para aparatos robados? Quién querría untarse las manos de algo que proviene de semejante lugar, del robo o incluso de algo peor? No me sorprende que el ser humano no tenga una pizca de sentido común pero esto es mucho más que eso. Es solo pensar en los demás, así lo robado no sea más que un aparato. Lo que pasa es que para los seres humanos los objetos son más que eso, son símbolos de algo y carga una energía especial para cada persona. Remover objetos de la vida de una persona debe ser decisión solamente de dicho ser humano y de nadie más.

 Para mí, el objeto tenía un valor familiar. Era un símbolo de una de las mejores Navidades que he pasado con mi familia, un regalo sentido de mi padre con el que nunca he tenido una relación fuerte y ahora que todos en mi hogar somos adultos, las cosas han cambiado para bien. Ese celular era, hoy en día, mi conexión a ellos y mi manera más directa y rápida de no sentirme solo en momentos en los que siento que me hundo y no hay ninguna mano a la cual asirme. Mucha gente no sabe lo doloroso que puede ser separarse de quienes quieres y tampoco saben lo complejo que es vivir adaptándose a nuevos espacios y nuevas personas, a costumbres y maneras de decir y hacer. Es algo que requiere tiempo y a veces el tiempo está en contra y todo es más complicado de lo que debería.

 Ese es el poder de los símbolos, el peso que tienen los objetos. Muchas personas tildan a otros de superficiales, de darle demasiada importancia a los objetos pero esto es solo verdad cuando esos objetos no están cargados con significados, con una energía especial que es solo nuestra y que nadie en el mundo puede soñar replicar. Como seres humanos, obviamente creamos conexiones con otros seres humanos pero, ahora más que nunca, necesitamos ayuda extra para crear esas conexiones y las ayudas son estos objetos cargados de energía que sirven para mantener un vinculo que podría ser débil o, al contrario, que es tan fuerte que necesita ser reforzado.

 Perder un articulo de ropa o objetos rutinarios como un bolígrafo o un lápiz, es poco posible que afecten a nadie pues rara vez son cosas que se carguen con ese significado especial. No son símbolos a menos que sean usados como tal o sean claves en uno u otro momento. Está claro que yo hablo desde mi experiencia personal y se que es posible que alguien tenga una camiseta de la cual no se separe o un lápiz “de la suerte”. Lo entendería porque al fin y al cabo un símbolo no deja de serlo por su tamaño o por su importancia en el mundo de los seres humanos. Eso es relativo y, al final del camino, muy poco importante pues lo que es de veras clave es que el objeto ayude a conectar a algún lado.

 Está claro que si la conexión es solo al objeto, ya no hay energía nuestra allí sino más bien un egocentrismo extraño que se basa en lo que tenemos y no en lo que somos. Supongo que deben existir casos pero seguramente está todo más relacionado a otros fenómenos humanos, mucho menos importantes y más relacionados con la corrupción a través del dinero. Ciertamente el dinero no tiene nada de energía y si lo tiene no es una especialmente positiva. Alguien que solo tiene cosas por tenerlas simplemente no tiene la capacidad para pasar esa parte de ellos mismos en algo que puede conectarlos a otra persona. No hay flujo de energía así que, en esencia, no hay nada de nada.

 Caminé bastante porque la gente no sabía muy bien donde quedaba la policía y ellos me mandaron a volar porque simplemente no tenía un número de registro del teléfono. No hubo ayuda, no hubo compasión, no hubo nada. Y yo que siempre pensé que los hombres y mujeres de la justicia y sus brazos debían de tener un poco de sentimientos en esa coraza que los cubre. Pero no, al menos esta vez no había nada. Por supuesto que no era como para que me trataran como a una victima de violación pero, la verdad, yo sí me sentía así o al menos muy parecido. Porque para mi había sido una violación de mi ser, de lo que soy y de lo que nunca voy a dejar de ser. Un momento de distracción y me quitaron las defensas que tomaran un tiempo en ser reconstruidas.

 Y así tuve que volver a casa, con el cuerpo en dolor y la cabeza a punto de estallar. No sé como llegué a mi casa. Seguramente, después de tanto caminar, resultó que las cosas quedaban más cerca de lo que parecía. El caso es que cuando llegué lo único que quise fue hablar con mi familia y eso hice. No puedo decir que me calmó pero sí ayudó bastante, pues en este momento son las únicas personas en el mundo, junto a un par más, que me conocen bien y saben como hablarme y demás cuando estoy bastante mal. Sé que muchos pensarán que no es para tanto pero ojalá nunca sientan ese dolor de cabeza, esa sensación de tener unos tornillos gruesos metiéndose poco a poco en el cráneo.

 Así se sentía y se sintió durante toda la noche. Me desperté un par de veces por culpa del dolor y por culpa del estúpido mundo que me rodea que no me deja tranquilo. Cuando no pude seguir intentando dormir, me senté en mi casa y me di cuenta que el dolor había bajado pero solo pensar en el lo hizo crecer de nuevo como si tuviese vida propia. La ironía es que no quería comer nada, no quería saber nada de nada y no tenía energía. Pero tenía que volver a la policía y seguir haciendo lo que tenía que hacer pues las cosas no pueden quedar como si estuviese bien hacerlas. Hice lo que debía hacer y hacia las cinco de la tarde por fin comí algo y debo decir que eso me devolvió el aliento.

 El día pasó y en la noche pude dormir mejor, al menos hasta hace un rato que empezaron a martillar y a romper y no sé a que más hacer. Como dije, el mundo a mi alrededor tiene un serio problema para dejarme en paz. Pero eso no importa, lo que importa es estar tranquilo y tratar de no perder la rienda de las cosas. Esos objetos con poder, con energía, no pueden jugar un papel tan importante, lo mismo que la gente en la calle. No se puede darle el poder a alguien más para que lo use sobre uno. Hay que usar todo lo que se tenga para construirse mejor, para ser la mejor persona que se pueda ser y no hablo de sentimientos sino de capacidades.


 Los sentimientos vienen luego y esos muchas veces son un torrente que no se puede controlar. Los sentimientos no vienen controlados ni de una fuente clara por lo que cuando surgen hay que dejarlos salir de la mejor manera posible. El dolor de cabeza sigue rondando o tal vez sea su fantasma. Tengo que asegurarme de estar listo para la próxima ronda, porque así es.

domingo, 18 de octubre de 2015

Ciclos moribundos

   Había pasado por lo mismo en tantas ocasiones que ya todo le daba un poco lo mismo. Eso de que fuese el primer día, de sentirse como el nuevo, de tener que congeniar y formar lazos emocionales que solo tendrían una duración bastante corta, todo eso ya lo había mandado a recoger en su mente pero hasta ahora se daba cuenta de ello. Era uno de esos mensajes que le llega tarde al cerebro porque parecen haber sido hechos sin importancia, pero esto sí que era importante. Al fin y al cabo, se trataba de él dándose cuenta de lo harto que estaba de pasar por lo mismo tantas veces a través de su vida, de estar siempre movilizándose como si fuera un soldado en batalla, algo que a la larga no difería mucho de su posición actual, a excepción que esta vez la batalla era interna.

 Eso de vivir lo mismo tantas veces parecía sacado de una tonta película de ciencia ficción, pero era la verdad. Aunque es cierto que las amistades son importantes en la vida de un ser humano, él sentía que ya tenía las amistades que quería y necesitaba. Ese cuento de estar haciendo amigos por todas partes como si todavía estuviera en la arenera de cuando era niño, simplemente no le llamaba la atención en lo más mínimo. Además, nunca le había sido muy fácil conocer gente a menos que tomara uno en cuenta esos adorables años de juventud en los que todo el mundo se relaciona con tanta facilidad y desprendimiento. La gente normal saca de ahí sus mejores amistades pero no él. Ese pedazo de su vida lo vivió en movimiento así que no sirvió de nada.

 Ahora de grande, de adulto, conocía mejor a la gente y sabía como la mayoría pensaba, como maquinaban antes de conocer gente y lo predispuestos que estaban a todo. Al fin y al cabo, los adultos están mucho más contaminados de todo en el mundo que los niños, así que no existe una amistad adulta en potencia que no esté contaminada de pretensiones y estereotipos, de suposiciones que la mente va a haciendo a partir de lo que a la imaginación le da por inventar. Todo eso no es fácil de superar y mucha gente lo logra pero él nunca lo hizo. Hacer amigos reales a esas alturas de su vida le sonaba ridículo por muchas más razones de las debidas.

 Una de las más importantes era que, por alguna razón, nunca le había caído bien a la gente. Bueno, al menos no de entrada. Entendía que era porque era algo hosco y aprehensivo, por lo mismo de saber que la gente lo era con él. Debía ser entonces que las personas veían entonces eso en su rostro o algo por el estilo porque muy poca gente hablaba con él espontáneamente. Es obvio que a la gente siempre le guste hablar con gente que es como aspiran a ser. Por eso la gente más “popular” es siempre extrovertida, divertida y con más energía de la que pueden gastar. Él estaba al otro lado de ese espectro y al parecer lo tenía escrito por toda la cara porque era un problema para que la gente soltara algo.

 Ya después venían los problemas regionales, es decir las tontas características de las personas según su lugar de procedencia. Alguna gente es más abierta, otra más cerrada y así. Son bobadas o al menos así lo veía él, pues creía que la gente fácilmente podía superar semejantes clichés en los que estaban encerrados. Pero, la verdad es, que a la gente le encanta ser un estereotipo ambulante. Al parecer es más fácil definirse así porque es más claro. Por eso mismo la mayoría de personas no gustan nada de aquellos que son más difíciles de explicar y de entender. Con esto, él no quería pretender ser un ser misterioso, envuelto en las sombras. Pero ciertamente no era ese desgastado ser lleno de vida que la gente aspiraba a ser, por razones desconocidas.

 Todos estos problemas para conectar con la gente habían migrado también a su vida personal. O bueno, no era tanto una migración pues todo venía a ser lo mismo que era conectar con gente que no conocía, aunque hay que decir que en el amor y todo lo relacionado con ello, nunca había sido una persona muy exitosa que digamos. Fue rápidamente que se dio cuenta que no era de aquellas personas a las que la gente se le queda mirando a menos que sea por las razones que nadie quiere que lo miren. No era uno de esos tipos con un rostro inmaculado, que parece salido de la revista de moda más ridícula del mundo. No, ese no era él pero ni por las curvas.

 Era bajito y simple, siempre en el medio de todo pero nunca nada por completo. De pronto era eso lo que la gente obviaba pues, como decíamos antes, las personas prefieren lo que está definido y claro como el agua. Eso de que la Humanidad está fascinada con los misterios de la vida, es solo un mito de auto complacencia para hacernos pensar que todos somos brillantes y que además somos la mata de la cultura. Sabemos que eso no es así porque la mayoría de la Humanidad es tonta como ella sola, solo que a cada rato salen personajes que la salvan de si misma. Eso sí, no nos referimos a él que es otro tipo simplón y ciertamente él no se considera el pináculo de lo que es ser un ser humano.

 El caso, para ponerlo en palabras simples, es que nunca había atraído una mirada y, si lo hacía, era de lujuria o de confusión. Provocar cualquiera, al menos en su concepto, era desagradable. La primera porque simplemente no era halagadora y pasaba a ser lasciva y casi invasoramente física con facilidad. Y la segunda porque cuando la recibía su autoestima, un ser débil ya de tantas batallas, daba un salto hacia atrás y se encogía hasta quedar del tamaño de una uva. Las miradas para él decían todo de las personas y por eso había decidido ya no esforzarse más y dejar que cada persona opinase lo que quisiera y como quisiera. Sentía que después de tanto tiempo, la vida le debía algo.

 Sí, ya lo sabemos. Es bastante pretencioso decir que la vida le debe algo a uno pero a veces ciertamente se siente así. Hay gente que es premiada con demasiado en la vida y lo que pasa entonces es que se aburren con facilidad o se creen el centro del universo, dos situaciones bastante molestas para cualquiera que esté cerca. La gente a la que todo le sale bien, con la que todo es perfecto, ideal y justo, normalmente tienen el descaro de pedir más cuando ni se lo han ganado ni deberían poder tener más. Sin embargo, reciben belleza, amor, inteligencia y otro sin fin de premios. Y para el resto que queda? No mucho, lo que sobra que es poco y no vale tanto la pena pero está ahí para que el que quiera tomarlo lo haga. Y no, a él no le gustan las sobras de otros.

 Le debiera algo la vida o no, igual no estaba cerrado a que las cosas pasaran como pasaran. Es decir que no iba a buscar activamente el amor o amistades o nada de nada pero sí iba a estar abierto a que cualquiera de esas cosas llegara a su vida. Es decir que no iba a creer una barrera ni nada por el estilo, iba a dejar que quién quisiera conocerlo lo hiciera pero eso ya dependería del interés de la gente y, la verdad, él no creía que fuese a suceder nada con ello. La gente no iba a descubrir de la nada que él estaba ahí parado todos los días. Por algo cuando caminaba por la calle, sentía que nadie lo veía y que podía pasar desapercibido en cualquier lugar del mundo.

 De hecho había intentado hacer eso mismo en muchos lugares y lo había logrado con éxito. Simplemente resultaba invisible para muchos y la verdad que era algo agradable en ocasiones, aunque la mayoría se sentía muy solo. En esos momentos recordaba a su familia y a sus verdaderas amistades porque los tenía lejos y entonces sentía en el corazón lo difícil que es separarse de lo que uno necesita para hacer lo que se debe hacer o al menos lo que uno cree que debe hacer. Fuese como fuere, a veces lloraba en silencio un rato y después se le pasaba todo, como si tuviese que colapsar por momento para volver a construirse, ojalá más fuerte que antes y con mucha más fuerza y resistencia.

 No era de sorprenderse que estuviese aburrido con retomar el eterno ciclo de conocer gente y tener que unirse en grupos. Lo hacía pero no más que eso. A la gente no le interesaba él y él había perdido interés en la gente a menos que fuese para usarlo como piezas de su inventiva. Su autoestima ya había recibido demasiados golpes como para seguir arrastrándola por la calle una y otra vez como si fuera algo divertido. Ya no, estaba cansado de ponerse él en el medio de todo para que lo vieran por una vez. Ahora demandaba que los otros, que el resto de personas hicieran lo que él había hecho tantas veces. Quería verlos allí, indefensos como él.


 No estaba dispuesto a hacer más cosas que no iban con él, a fingir ser otra persona que era muy distinta y tampoco le gusta el juego de la hipocresía, que de hecho sabía jugar muy bien. No quería más máscaras y juegos tontos. Solo quería ser él, así eso no fuese suficiente.

sábado, 10 de octubre de 2015

La bruja

   La pobre bruja corría como alma que lleva el diablo a través del bosque. A veces parecía que iba a tropezarse pero con un movimiento de su mano todo lo que se interponía en su camino se movía hacia un lado. Un árbol de quince metros lo hice sin chistar, lo mismo que varias raíces, todo un riachuelo y muchas piedras de diversos tamaño. Empezó a llover y la bruja quedó empapada justo antes de llegar a su pequeña casa, incrustada en un montículo en la mitad del bosque. Con otro movimiento de su mano, la ropa que tenía puesta se secó. Obviamente el mito de que las brujas se derretían con agua era una tontería pero eso no quería decir que la disfrutaran mucho que digamos. En un momento, la bruja puso a hervir un par de calderos pequeños y, finalmente, fue a dar a un gran sillón.

 Estando allí se quitó el sombrero, revelando una cabellera de color violeta intenso. Era bastante guapa también y nadie en el mundo hubiese pensado que era una bruja, a menos que ella misma le contara a medio mundo. De hecho, eso lo había hecho varias veces con mortales de los alrededores pero siempre tenía cuidado de borrarles la memoria con uno de sus encantamientos. Era cuidadosa y tenía un legado, una historia familiar que honrar y preservar, así que no podía vivir muy a la ligera. Después de un rato esperando, se acerco a uno de los calderos, tomó el cucharón que había dentro y se sirvió en un plato un poco de la deliciosa sopa que había allí. No había magia ni nada, solo verduras. El otro caldero, sin embargo, estaba rodeado de un humo curiosamente fucsia.

 La joven se sentó a la mesa, una gran mesa de madera basta, y tomó su sopa. Si algo había que no le gustaba mucho de vivir allí, es que muchas veces estaba sola. Y cuando llovía de esa manera, pues afuera la tormenta había arreciado, no había manera de que uno de sus amigos del bosque la visitara. No, por supuesto que no eran animales como conejitos y mapaches. Quienes la visitaban eran elfos y duendes y hadas y muchas otras más criaturas mágicas que sabían de su negocio de pociones y venían con frecuencia a pedirle ayuda. La que se estaba cocinando era una de valor y se supone que la usaría un espíritu para asustar mejor.

 Que claro que la bruja no hacía pociones para cualquiera ni cuando ellos se lo exigieran. La bruja trabajaba solo si veía en ello una ganancia personal, fuera de lo monetario. Al fin y al cabo que era una bruja joven y necesitaba adquirir toda la experiencia que le fuese posible. Había sido la idea de su familia que se exiliara por un año en un bosque para que trabajara concentrada y entrenara todo lo que debía, para aprender a ser una bruja con todos los trucos bajo la manga. Por eso todas las criaturas del bosque, o casi todas, iban allí a pedir que les solucionase una parte de sus vidas. Pero ella ya se estaba cansando de la situación y eso que solo habían pasado tres meses desde su llegada.

 La joven estaba frustrada porque quería ver el mundo y, como le había dicho a su madre tantas veces, intuía que en las ciudades la gente necesitaría más de una bruja. Pero su madre no lo consintió y por eso resultó en un bosque. Ahora ya no peleaba, principalmente porque no había con quien, y solo llevaba el día a día. Estaba terminando la sopa, que estaba deliciosa, cuando miró a la ventana y sintió una sombra cruzando sobre ella. Lo mismo sucedió con otra ventana y entonces la joven apagó las luces de su hogar. Esperó en silencio, con únicos ruidos el hervir del caldero y la lluvia incesante afuera. Parecía que no iba a pasar nada hasta que una cara apareció de golpe en una de las ventanas.

 Ella sabía que no podían verla directamente, pues había un encantamiento que hacía parecer todo muy diferente desde afuera. Pero ese ser parecía seguro de ver algo o tal vez lo sentía. Por lo que pudo detallar la bruja, esa criatura era un hombre humano y no era uno de los mejores ejemplares de sus especie. Tenía una marca bastante mal cuidada que le tapaba casi toda la cara y el pelo sucio y enmarañado, lo que era increíble con la cantidad de lluvia que caía afuera. Sus ojos eran claros e intimidantes, no como los amables ojos avellana de la bruja. El humano se quedó mirando por la ventana un buen rato hasta que perdió el interés y se fue, para tranquilidad de la joven.

 Pero al rato pasó algo peor: golpeaban a la puerta con una fuerza inmensa. Era como si la quisieran romper. Debía ser un cliente desesperado pero ella les había dicho, con claridad, que no atendería a nadie cuando el clima fuese adverso. Les explicó, tratando no detallar mucho, que el clima exterior podía afectar negativamente el desarrollo de sus pociones. Pero al parecer el ser que estuviese detrás de la puerta, no iba a dejar de golpear como un maniático así que la bruja le abrió, dejándolo pasar a él y a otra criatura algo menor. Cuando se dio la vuelta para saludarlos, la bruja gritó de la manera más desgarradora en la que jamás nadie ha gritado. Algunos animales afuera quedaron hechos de piedra, tal cual.

 Los que entraron a la casa de la bruja eran seres humanos. El grande era el que había estado mirando por la ventana y el otro, algo más pequeño, parecía ser una mujer. Después del grito, la bruja se acorraló en una esquina y les pidió, por favor, que se fueran y no volvieran jamás. Prometía irse del bosque, darles pociones de poder y de amor y todo lo que quisieran pero solo quería que la dejaran vivir. Las criaturas la miraban como si estuviera loca pero ella se echó al piso e imploró por su vida como si le hubiese puesto un cuchillo en la garganta. Las criaturas la ignoraron al comienzo, tomando un caldero y calentando agua allí.

 Fue entonces que la bruja se dio cuenta que algo pasaba con la mujer. Su forma era particular así como su pesado caminar, que terminó en el sillón donde la bruja misma había estado sentada hasta hacía algunos minutos. La mujer parecía estar embarazada y por el color de su piel no parecía estarlo llevando muy bien. Tenía el color de las espinacas en su cara. La bruja entonces se calmó y solo se quedó mirando las escena desde su rincón: el hombre le brindaba a la mujer té pero ella no lo tomaba. Él parecía tratar de convencerla hasta que lo logró. Acto seguido, trató de ponerla más cómoda, usando algunas de las cosas que había alrededor como manteles y cojines varios. La bruja lentamente se puso de pie y se dio cuenta que el hombre no sabía muy bien que hacer.

 Entonces caminó con agilidad hacia el fuego, puso un caldero más y allí mezcló varios de los ingredientes que tenía en su despensa. Los humanos se quedaron mirándola, con algo de miedo pero también con una inmensa curiosidad pues la bruja iba y venía, moviendo la mano de manera extraña y haciendo aparecer y desaparecer diversos artículos como libros, ingredientes, platos, jeringas, … Mientras hacía esto la mujer empezó a quejarse del dolor y entonces la bruja apuró el paso mientras los gritos de la pobre mujer se podían oír por todas partes. La joven se dio la vuelta, esperando que la poción hirviese el tiempo necesario. El hombre tenía a su mujer tomada de la mano, como apoyo.

 La bruja se acercó un poco y les sonrió, cosa que ellos no devolvieron. Al fin y al cabo eran culturas diferentes y cada cultura percibe las cosas como quieres percibirlas. Era increíble para ella, la bruja, ver como esas dos personas se profesaban tanto amor  con los más sutiles movimientos del cuerpo. Un apretón ligero de manos o un beso en la frente, cosas muy básicas. La poción estuvo lista y tenía la consistencia deseada: entre una crema de manos y un chicle especialmente pegajoso. Lo pasó todo a un cuenco y con una espátula untó casi todo sobre la panza de la humana, que parecía asustada pero sin embargo no empujaba ni hacia nada para que la bruja se detuviese.

 El resto, la humana lo tuvo que beber. Le sabía a un platillo muy dulce, como un postre. La poción relajaba su cuerpo y a la vez le daba fuerzas, por lo que tras algunas horas, el bebé que tenía dentro nació sano y salvo. La bruja, honrada de haber visto el nacimiento de una vida, le dio al niño la capacidad de siempre ver lo mejor en los demás. Ese sería su pequeño regalo, que debía usar él lo mejor posible. Los humanos se quedaron en la casa del a joven esa noche. Compartieron sopa, un espacio para dormir y, en la mañana, ella descubrió que no había nadie allí. Se habían ido sin decir nada más. Afuera la lluvia todavía caía, pero con suavidad.


 La bruja le escribió a su madre contándole todo lo sucedido. Le dio todos los detalles del asunto y le contó de la poción que había hecho de lo especial que había sido semejante momento para ella. La madre le respondió con rapidez, estando muy feliz por ella pues era un evento que rara vez presenciaba una bruja. Pero su madre estaba preocupada por el niño, pues a veces los buenos deseos podían convertirse en maldiciones. Además, le resultaba curioso que hubiese humanos en un bosque como ese, donde ellos jamás entraban. Los que su hija había conocido debían ser humano muy insistentes o resistentes. Eso ella no lo sabía bien pero se prometió a si misma buscarlos y vigilar el progreso de su deseo para el niño. No iba a dejar que sus deseos se corrompieran.

martes, 6 de octubre de 2015

Depresión

   Es difícil mantener la compostura cuando sientes que por dentro todo está derrumbándose, cada columna de tu espacio interno parece estar hecha del material más débil en el universo y simplemente crees que ese será, sin duda alguna, tu final en este mundo. Pero la mayoría de las veces, la abrumadora mayoría de las veces, eso no ocurre. No se acaba el mundo, no te acabas tú ni se acaba nada. Si acaso, empiezan muchas cosas y el mundo cambia de muchas maneras. Lo peor del caso, es que los sentimientos que se desarrollan en ese momento solo tiene una duración de algunos minutos, de pronto algunas horas. Al menos eso sucede cuando la cosa no es tan grave y apenas es algo incipiente. Si todo eso pasa a ser algo permanente, algo con lo que hay que vivir, tengo que ser sincero y decir que no entiendo como alguien lo lograría.

 La depresión, y todos los sentimientos que se le unen para que sea lo que es, no es una bestia fácil de controlar. Aparece de un momento a otro y ataca de la forma más baja, de la forma en que tu mismo sabes que va a doler más. Al fin y al cabo, somos nosotros mismos quienes nos atacamos pues no es una enfermedad que venga del exterior de nuestros cuerpos como la gripa o el sarampión. La depresión nace, se incrusta en nuestro interior, y allí vive para siempre hasta que es combatida con eficacia o hasta que consume por completo al ser en el que esté alojada. Las dos son cosas difíciles ya que siempre se vive un poco en el limbo con esta condición, pocas veces es suave o extrema.

 Tomemos un ejemplo. Por ejemplo, ahí está Federico. Es un chico de unos quince años, va a la escuela como la gran mayoría de chicos de su edad y no tiene ninguna particularidad física o intelectual. Su única verdadera particularidad es un gusto por los videojuegos. Cuando era pequeño, como hasta los doce años, los juegos de video eran vistos por él y sus compañeros como lo mejor de lo mejor y se podían pasar horas y horas hablando de ellos y compartiendo información al respecto. Era la época perfecta para él pues los videojuegos le brindaban mundos espectaculares en los que él se sumergía por completo y en los que encontraba cosas que en la vida real jamás hubiera encontrado.

 Sin embargo, los niños crecen. Y habiendo pasado pocos años, las prioridades de sus compañeros cambiaron sustancialmente. El tema principal ahora es el sexo, por muy difícil que sea aceptar esto por parte de sus padres. Ninguno de los chicos ha hecho nada con nadie pero todos han visto pornografía y saben las reglas generales del tema. Pero Federico sigue con los videojuegos ya que, ahora más que nunca, le brindan un espacio de aprendizaje en el que no se siente como un bicho raro. Esto lo convierte en objeto de burla y comienzan entonces los nombres y las acusaciones. Eventualmente, Federico cambia de colegio.

 El cuento parece suave, no tan grave como uno podría pensar que pudiera haber sido. Pero todos sabemos a lo que pueden llegar los jóvenes, o cualquiera de hecho, cuando algo no es como el resto. Porque la verdad es que los seres humanos nos la pasamos hablando de derechos humanos y de respetar los gustos de los demás, pero en la práctica nos da terror cualquier cosa que se salga del contexto normal de nuestras vidas. Es por esto que viajar y vivir en otro país, con una cultura distinta, es muchas veces difícil, al menos al principio. Esas diferencias, que nunca son verdaderamente importantes, nos marcan e incluso cuando las ignoramos siguen estando allí. Y son tan válidas para el que las ve como para el que las sufre.

 La multiculturalidad y la diversidad son ideas muy bonitas pero poco realistas. En niños pequeños funciona, pues estos no están contaminados con nada todavía pero pasemos a la historia de Florencia, una niña de siete años, venida de un país en que la inmigración es muy poca, que de pronto se ve en la mitad del patio de un colegio en uno de los países europeos, la verdad no importa cual. La niña ve otras niñas con velo, niñas negras, niñas chinas, niñas altas, niñas gordas y en fin. Y, en principio, eso no es problema. Pero entonces llega a su casa y escucha los comentarios de sus padres, también nuevos en ese país pero con muchos más prejuicios que ella. Y así entran a su vocabulario y a su mente nuevas palabras que describen a sus compañeras de clase.

 Florencia, ignorante de cómo funciona el mundo, simplemente decide no juntarse con las niñas que son muy diferentes y solo con las que se parecen a ella. Cuando le piden que haga actividades con las demás lo hace pero sin hablarles mucho y prefiriendo ser un poco descortés para que entiendan que ella no quiere ser su amiga. Esta historia puede parecer algo extrema pero la verdad es que sucede todos los días y es sustancialmente peor si se le suben las edades a los involucrados. Todos estamos siendo contaminados, a diario, con información sobre unos y otros. Es cosa nuestra decidir si todo lo que oímos es cierto pero para ello se necesita madurez y conocimiento y no todo el mundo está dispuesto a ambos.

 Esas niñas discriminadas, al comienzo notarán esas pequeñas diferencias y actitudes y con el tiempo también crearán un muro contra los demás, para que esos insultos y acciones no les afecten. Pero nadie se puede esconder para siempre y ahí es cuando la depresión, la misma que le dio al pobre Federico por sentirse solo en su mundo, entra y puede causar mucho más daño que un simple insulto o incluso que una pelea verbal mucho más agresiva. Una vez más, hay que recordar que es algo que está dentro de nosotros y eso es mucho más difícil de combatir que nada.

 Preguntárselo a Carmen, una chica que cayó en la depresión por algo que parece tan simple como perder su trabajo. Toda la vida había soñado con trabajar en una revista y cerca del mundo de la moda y cuando por fin estaba lográndolo, la echan. La explicación fue que su rendimiento no era como el de antes y que además estaban prescindiendo de personal, cosa falsa pues después buscaron a una pasante para hacer lo que ella hacía, es decir que en verdad querían ahorrarse su paga. Esto, en principio, no debería causar ningún tipo de reacción negativa a parte de la rabia y la frustración por perder un trabajo y tener que encontrar otro, que jamás ha sido fácil en ninguna parte y nunca lo será. Los trabajos no abundan en ningún lado y eso fue lo primero que bajó de ánimo a Carmen.

 Pero luego fue su mente la que empezó a concluir cosas que no había porque concluir. Saltó a conclusiones como que en verdad la habían despedido por la calidad de su trabajo y entonces concluyó que no era buena en lo que hacía. Así no más, salto a la concusión de que si la habían echado porque no rendía la verdad era que lo habían hecho porque simplemente no era buena. Entonces comenzó un largo camino, en el que buscó empleo y simplemente no lo conseguía. Trató de encontrar ayuda en sus antiguos profesores y ellos la ignoraron o simplemente nunca supieron que los necesitaba. El caso es que empezó a recorrer una escalera en espiral pero hacia abajo y cada vez que gastaba una posible solución, se hundía más.

 De pronto empezó a llorar en los momentos más extraños y el dolor que sentía cuando se sentía sola y miserable era cada vez peor. Cabe decir que para lograr sus sueño, Carmen había viajado, alejándose de su familia y amigos y ahora todo parecía haber ido por la borda, cada vez más lejos de ella. Tristemente, las cosas nunca mejoraron para Carmen. Un día, en uno de sus peores momentos, sufrió un accidente. Aunque no fue grave, fue la prueba que necesitaba el mundo para internarla en un hogar de reposo. Sus padres y amigos ya estaban con ella pero ya era muy tarde para eso. Carmen estaba pérdida y no abría nada que la devolviera como había sido alguna vez.


 La depresión no es una enfermedad como tal. Es una condición que no es de locos ni de raros, sino de gente que no tiene las fuerzas para seguir, para creer o para permanecer. Hay muchos que no la entienden pues para ellos la vida es sencilla en ese aspecto y solo siguen adelante y no hay ningún problema. Pero para algunos la estructura de todo lo que los rodea es bastante débil y puede ser derrumbada con el golpe más suave. Así que, en vez de juzgar y jugar a que aceptamos a todos, lo mejor sería que nos interesáramos por los demás y dejáramos de fingir para que gustarle a los demás. Los demás no importan cuando estés encerrado en ti mismo y no haya escape de tus propios castigos.moem los necesitaba. El caso es ral pero hacia abajo y cada vez que gastaba una posible solucion que los necesitaba. El caso es