Mostrando las entradas con la etiqueta sonrisa. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta sonrisa. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de noviembre de 2015

Probabilidad de cuento

   Fue entonces que el hombre, vestido de chaqueta color verde oliva, se levantó de su trono hecho de ladrillo y me preguntó que probabilidad había para un cuento. Lamentablemente no tuve tiempo de responder porque justo en ese momento mis ojos se abrieron y lo único que tenía enfrente era mi mesa de noche con las mil y una cosas que le ponía encima. Por un momento quise volver a soñar pero, como todos sabemos, no es tan fácil volver a entrar en un sueño particular. Así que me incorporé, anoté esa última frase en mi celular y me puse a escribir sobre otra cosa.

 Ahora que lo pienso, sé que el sueño era mucho más largo, había sido incluso extenuante porque cuando abrí los ojos mi cuerpo y mi mente estaban cansados. Había sido uno de esos sueños en los que corres y saltas y hablas y pasan demasiadas cosas que nunca dudas pero que sabes que en la realidad jamás harías o porque son imposibles o porque la cobardía suele ganar la partida cuando todo es verdad.

 Camino de un lado a otro de mi pequeña habitación, tratando de entender esa última frase. Mis pies descalzos barren el piso, que limpio de polvo a diario y a diario se ensucia, un ciclo eterno. Por mucho que doy vueltas, que me siento en la cama y trato de pensar en otra cosa, que me distraigo con videojuegos o con películas, me persigue esa misteriosa frase: “Que probabilidad hay para un cuento?”.

 Nunca entenderé que era exactamente lo que ese hombre, que no recuerdo quién era, quiso decir con eso. Bueno, debo decir que seguramente el tipo tenía la cara de alguien que yo he visto antes, pues así funciona el cerebro. Pero podría no tener nada que ver con nada. Podía haber tenido la cara de un profesor de la infancia, de un hombre que miré alguna vez en un bus o incluso ser la mía con modificaciones hechas por mi cerebro. Es un una herramienta de mucho poder pero a veces me frustra que no funcione muy bien como cámara de vídeo.

 Quisiera poder sacar el archivo y ver toda la película, todo lo que pasó en el sueño para ver si se podría explicar esa pregunta tan rara y tan adecuadamente preguntada al final del sueño, como si ese hombre… O, mejor dicho, como si yo supiese que me iba a despertar en unos minutos y debía saber eso antes de que fuera demasiado tarde. Todo eso hace pensar que, al menos esta vez, estuve plenamente consciente de que estaba dormido. De hecho, creo que en la mayoría de los sueños que tengo estoy completamente consciente de ello. Incluso en el pasado he sido capaz de salir de un sueño, de una pesadilla, por voluntad propia.

 No es algo fácil de hacer pues te sientes como en una prisión, como amarrado por una camisa de fuerza. Te das cuenta entonces que los sueños, que pueden llegar a ser muy bellos, también se comportan como trampas letales que tu mismo te pones en tu cerebro. La vez que más recuerdo, era una pesadilla horrible y quería salir. Quise gritar pero no podía y entonces fui consciente de verdad de mi cuerpo y del sueño y me forcé a controlar mis brazos y piernas para liberarme del cautiverio. Casi no puedo romper el velo entre ambos mundos pero por fin mi mano logró atravesar y desperté, sudando y cansado, pero aliviado de haber logrado lo que había querido hacer.

 Otras veces no hay tanta suerte. No estoy tan consciente de las cosas, y debo dejarme llevar hasta donde el sueño quiera llevarme. Sea el lugar que sea, sea lo que sienta en eso momentos, muchas veces solo hago de espectador. Es gracioso, pero en varios sueños que he tenido (de los que me acuerdo) he sido más espectador que protagonista y eso que es mi mente! Suena ridículo pero mi cerebro al parecer muchas veces prefiere que me quede quieto y aprenda de otros, de personajes que yo estoy poniendo en escena para hacer quién sabe que cosas. Suena muy raro pero ese es el mundo de los sueños.

 En la ducha también pienso en el hombre del trono de ladrillo. Es una figura misteriosa. Apenas recuerdo la habitación pero estoy seguro que estaba hecha también de ladrillos y sé que él estaba vestido con esa chaqueta oliva y creo que llevaba jeans. Mejor dicho, era un tipo de lo más normal pero estaba sentado ahí como si fuese el rey de algo, como si tuviera algún poder especial sobre alguien o algo. Y sin embargo, lucía como cualquiera y me hablaba a mi con una curiosidad que estoy seguro era verdadera.

Tal vez, y el agua podía estar ayudando, quería que escribiera el sueño al completo en un cuento, que lo convirtiera en una ficción escrita para que otros pudieran identificarse o incluso reconocer lugares y personajes. No era tan increíble pensar que otras personas soñaran lo mismo y tal vez reconocieran ese mundo que yo no recordaba pero que estaba seguro de haber visitado.

 Eso sí, él no me había preguntado por una “posibilidad”. No me había preguntado si era probable, es decir, si era casi seguro que lo fuese a resumir en palabras. Me preguntó sobre la “probabilidad” como si fuera algo exacto y matemático. Y también, y esto lo pensé solo con medias puestas, creo que se refería a que tan probable era que yo decidiera contar lo que tenía dentro de mi mente. Que tan probable era que quisiera compartir algo tan intimo con mucha gente.

 En ese momento sonreí pues me estaba halagando a mi mismo. Lo que escribo no lo leen cientos de personas sino muchos menos, así que no tendría porque tener miedo de haberle respondido al hombre en el trono de ladrillo que las probabilidades eran bastante altas. Creo que estaba cuestionando mi voluntad de hacerlo, de desnudar un parte de mi que no puede estar tan expuesta como el cuerpo. Para que alguien vea lo que yo veo y entienda lo que yo entiendo, tengo que darle un pase gratis al interior de mi cerebro y eso solo se puede hacer escribiendo acerca de lo que sea que me haya pasado o que yo haya reflexionado respecto de algo.

 Sacudí la cabeza y terminé de vestirme. De nuevo traté de distraerme con algunos videos graciosos y funcionó por un buen rato, por lo menos hasta que la preocupación volvió a invadirme y me pregunté a mi mismo si la probabilidad a la que se refería el hombre del trono de ladrillo era otra. Que tal si no se refería a ese sueño sino a ciertos pensamientos, a ciertas reflexiones que yo tenía a veces? Que tal si ese hombre no era un hombre (no lo era en todo caso) sino que era la representación de mi subconsciente queriéndome empujar a hacer algo  que conscientemente jamás haría?

 No, todo esto ya estaba sonando demasiado loco y simplemente no podía ser tan así. Hacía tempo que yo me había dado cuenta que no era un persona interesante y lo digo sin pena ni gloria. Me ofenden las personas que no pueden asumir lo negativo como asumen lo positivo. No soy interesante y no tengo porqué serlo. De pronto el mensaje era más sobre eso, sobre escribir sobre mi experiencia de ser yo y mostrar qué se siente, sea o no de interés alguno.

 Pero no, eso no podía ser puesto que ya lo había hecho. Es más, lo hago con tanta frecuencia que es probable que la gente ya esté hasta el copete del maldito tema. Como dije antes, no soy tan interesante como para escribir cuarenta libros y hacer mil entrevistas y perfiles y esas cosas que llaman crónicas, que cualquier hombre del sur las reclama como propias. No, no era sobre mi, era sobre mi sueño que quería ese hombre que escribiera y por eso ahora lo hago.

 Bueno, no escribo del sueño como tal porque ese ya está perdido en los pliegues internos de mi mente. Es esa burbuja que explota cuando te despiertas y que solo en ocasiones muy particulares sigue flotando momentos después de despertar, como para darte la oportunidad de cogerla o de sentir una parte de su simple complejidad.

 Decidí entonces escribir alrededor del sueño y esto es lo que leen (los que leen lo que escribo) en este momento. Eso sí, la búsqueda por el significado de la frase sigue puesto que todavía no estoy seguro de que quiso decir y, tal vez, jamás pueda estarlo a menos que me lo encuentre en otro sueño y recuerde preguntarle.


 Mientras tanto, creo que iré a comer algo pues tanto pensar da hambre y la comida ayuda esclarecer la mente. Es entonces que recuerdo una cosa más del sueño, un detalle ínfimo pero que parece tener la importancia de este y otros mundos: justo cuando terminó de preguntar, el hombre de la chaqueta verde oliva, que ahora lo veía yo con una barba de tres días, me sonrió. Y no era yo y no recordé conocerlo. Quién y porqué?

domingo, 1 de noviembre de 2015

Otra noche

   Cuando terminamos, no dijimos ni una palabra más. Solo nos separamos un poco para poder recuperar el aliento y nos quedamos allí, en medio de ese particular lugar. Mi mirada iba de una cosa a otra porque no sabía que hacer o que decir. Pero cuando me di cuenta, tenía un cobertor encima y él me abrazaba con cuidado. Ya no tenía que pensar en nada así que me dejé ir y no pensé más. Creo que no dormí mucho porque era tarde cuando terminamos y cuando me desperté seguía oscuro aunque ya se podía vislumbrar ese pálido tono azul de las madrugadas. Él se había movido, dándome la espalda. Dormía profundamente, resoplando tranquilamente sobre el colchón. Aproveché esto para ponerme de pie e ir al baño, donde tomé algo de agua sin prender la luz. Me mojé la cara y volví al lugar de antes.

 Me di cuenta de la vista. Es decir, esta vez sí la detallé. Antes había sido una bonita adición a todo el evento pero no la había mirado con cuidado. Las luces de la ciudad brillaban con fuerza y se notaban incontables vehículos y apartamentos en donde seguramente habría fiesta o alguien muy desvelado. Al fin y al cabo era viernes y mucha gente había salido a bailar o a tomar algo. Yo me decidí por un plan diferente y la verdad no me había arrepentido. De hecho, no había nada de que arrepentirse pues no era tampoco algo del otro mundo que alguien decidiera verse con otra persona con el objetivo exclusivo de tener relaciones sexuales. No es algo muy extraño que digamos.

 En especial cuando ya nos conocíamos de hace mucho tiempo y hacía años que no nos veíamos. Bueno, tal vez no años pero sí al menos un año en el que yo no había estado cerca y por lo tanto no había habido posibilidades de nada. Pero ya había vuelto, hacía tan solo unos días, y ya estaba allí. Lo mejor del caso, y le sonreí desnudo a la ciudad mientras lo recordaba, fue sentir su entusiasmo cuando lo contacté y le dije que nos viéramos. Su sonrisa al abrirme la puerta de este particular estudio en un edificio sin terminar, era simplemente lo que yo necesitaba desde hacía un buen tiempo. Nunca sobran esos halagos, esos pequeños momentos que te hacen sentir único.

 Volví al colchón y me acosté junto a él. A pesar de mi peso, no se movió un solo centímetro, todavía resoplando con suavidad. La noche no era tan fría como de costumbre y estuve un rato más pensando y divagando sobre todo y nada. En un momento pensé en irme pero caí en cuenta que no tenía que estar en ningún lado y además él, con solo su mirada, me había pedido que me quedara. Como podía irme así no más y rebajar el momento que habíamos compartido? Así que finalmente me recosté y, tratando de ignorar la luz que entraba en la sala, cerré los ojos y me quedé dormido. Tuve un sueño de esos largos y extraños, pero ya no lo recuerdo bien.

 Fue él quién me despertó. Había pedido un domicilio y estaba en calzoncillos junto a mi comiendo de una cajita. Me dijo que había uno para mí, así como jugo de naranja para remojar la garganta. Fue como si me leyera la mente, pues sentía la garganta como si hacía muchos días no tomara una sola gota de agua. Debía ser porque, entre los dos, habíamos tomado una botella de vodka mezclada con jugo de limón. Me dolía un poco la cabeza pero había tenido resacas peores. Tomé mi cajita, los cubiertos plásticos que había sobre ella y empecé a comer. Era un desayuno típico de mi país, básicamente comida recalentada del día anterior. Sabía perfecto y era justo lo que necesitaba para quitarme el sabor del vodka de la boca y apagar los sonidos de mi estomago.

  Me sorprendió cuando él terminó y me dio un beso en la mejilla. No estaba preparado para ello y casi me atoro con la comida. Creo que no se dio cuenta porque caminó tranquilamente a tirar la caja y lo demás en una bolsa negra y luego se metió en el baño. Yo seguí comiendo y terminé justo cuando él salía del baño. De pronto me abrazó y nos besamos un buen rato. Debo decir que nunca pensé que al otro día de una noche así se pudiera sentir una persona tan especial, tan único en un sentido bastante extraño. Pero así era. Y lo mejor era que nuestros besos ya no tenían el sabor del licor. Sabían a comida y jugo de naranja, algo muchas veces mejor. Cuando dejamos de besarnos, nos miramos a los ojos unos segundos y nos separamos.

 Cada uno fue tomando sus prendas de vestir del piso y al cabo de unos quince minutos estábamos vestidos. Me dijo entonces que era una lástima que la ducha del sitio no funcionara bien todavía pero es que la presión del agua todavía no alcanzaba para tanto. Si volvía en un mes, dijo, seguramente se vería todo muy distinto. No supe si era una invitación o solamente un decir pero la frase se quedó conmigo un buen tiempo. En la puerta, ya vestidos y él con la bolsa de basura en una mano, nos besamos de nuevo. Allí fue más apasionado y por un momento pensé que íbamos a volver al colchón e íbamos a dejar esa tontería de irnos para otro momento. Pero no fue así: sí nos fuimos.

 En el recibidor del edificio, me dijo que iba a tomar un taxi a la casa de sus padres que lo esperaban para acompañarlos al mercado. Yo le dije que no tenía dinero para taxi y él se ofreció a dármelo pero le respondí que quise decir que prefería tomar un bus que pasaba cerca y me dejaba en casa. Para mi sorpresa, nos despedimos de beso en la boca y no nos importó quién estuviera allí. Nunca había hecho algo así porque me hubiera dado vergüenza. No soy de los que le gustan las demostraciones públicas de afecto. Pero en ese momento la verdad necesitaba ese último beso y me alegro recibirlo.

 En el recorrido a mi casa, recordé cada momento de la noche y me di cuenta que todo era muy extraño. Nos veíamos cada mucho tiempo, siempre para hacer lo mismo pero no solo era sexo sino que era un momento siempre único y especial. Nunca le había preguntado a él porqué, pero siempre era muy cariñoso conmigo, no importa cuanto tiempo hubiese pasado ni las condiciones del momento. Se podía decir que había incluso momentos románticos y solo el pensarlo me hizo reír, lo que me hizo sentir tonto en el bus, que iba casi solo. La verdad era que nos entendíamos bien íntimamente y tal vez por eso siempre que nos veíamos lo sentíamos de manera tan especial y no era algo tan común como en otros casos. Era algo un poco más allá.

 No niego que he tenido la experiencia de conocer a otras personas en situaciones similares y sé que la idea general de ese tipo de encuentros no es el romance ni sentir la cercanía de otra persona ni nada por el estilo. Normalmente es puro sexo, que cuando termina es definitivo y cada uno se va para su casa cuando ocurre. Es algo bastante básico y sencillo en ese sentido y un poco más automático que lo que yo experimenté con él. O tal vez estoy exagerando y estoy creando una película en mi cabeza que no existe. Francamente lo dudo porque siento que cuando me besa no siempre lo hace con otras intenciones. Es como si necesitase de verdad ese beso y, así lo esté actuando, lo hace muy bien.

 Es algo interesante saber si él piensa lo mismo. Yo de hecho sé que lo hace, al menos en el aspecto general. Y lo sé porqué un día él me confesó que seguido pensaba en mi y en uno de esos momentos que habíamos compartido. Tengo que decir que para mi fue una ayuda increíble a mi autoestima, que normalmente no es muy alta pero en ese momento hasta me puse rojo. Además es su manera de decir las cosas, de expresarse y de dar a entender que lo que dice es cierto y que lo siente de verdad. Por eso cuando estamos juntos ya no pienso en nada más sino en el momento y la verdad he descubierto que así es mucho mejor, pues no me saboteo a mi mismo sino que me ayudo.

 Cuando por fin llego a casa, trato de no hacer mucho ruido. Lo bueno es que no hay nadie despierto así que puedo fingir que llegué en la madrugada. Con cuidado me quito toda la ropa y me meto a mi cama, que está fría. Instantáneamente recuerdo su olor y su tacto y me doy cuenta que me gustaría tenerlo allí conmigo. Y sin embargo, me doy cuenta de otra cosa y es que en nuestra relación no existe el amor típico. Yo no estoy enamorado de él ni él de mi y es terriblemente liberador que así sea. No estamos amarrados por ello y creo que por eso nuestros momentos son mejores que los de otros. De eso estoy seguro.


 Dicen algunos que es mejor no jugar con fuego porque en algún momento te quemas, pero en este caso no creo que haya la posibilidad de eso. Y así la hubiese, no me importaría quemarme. Somos dos adultos y creo que podríamos manejar cualquier situación que se presente. Además, no nos vemos tanto como para algo así. De hecho, alguno de los dos podría conocer a alguien más y todo quedaría ahí, como congelado en el tiempo. Y eso no sería ni malo ni bueno, solo sería una de esas cosas que pasan.

sábado, 20 de junio de 2015

Pasó en Santorini...

   El sol fue quien me despertó, entrando por la ventana junto al viento suave de las mañanas y los magníficos olores que venían de alguna casa vecina. Desde la cama no se veía nada pero sabía que debajo de mi… Digo, de nuestro balcón, había muchas casas y hoteles y demás. Estábamos en la parte más alta de Santorini, en un hotel construido a modo de cueva, lo más hermoso que yo jamás hubiese visto. Es un lugar especial, hay cierta sensación de que todo es posible o al menos de que cosas pueden pasar aquí que no pasarían en ningún otro lado. Llevo solo un día aquí y creo que ya estoy enamorado del lugar, de la gente, de la comida, y tal vez de la persona que está a mi lado.

 Él también está completamente desnudo pero todavía duerme. Me volteo un poco para mirarlo mejor y me doy cuenta que cada vez que lo veo me parece más hermoso, me gusta más y más. Haber venido con él hasta Grecia no fue algo que hubiese planeado sino algo que sucedió en el aeropuerto y que ahora agradezco. Su vuelo, originalmente a París, estaba sobrevendido y le estaban dando la opción a los pasajeros que cambiasen sus billetes al destino de su gusto, sin costo alguno. Ya saben como son esas aerolíneas de bajo costo, hacen todo por el dinero. Alejandro ya había comenzado a pelear cuando lo vi y hacía años que no nos veíamos. Hablamos un rato y sin pensar le dije que iba a Grecia y que si me quería acompañar. Y ahora estábamos juntos en una de las islas más hermosas del planeta, habiendo gastado más dinero porque queríamos estar lejos de todo.

 Nos conocimos por medio de un amigo y fuimos amantes durante los últimos meses de mi noviazgo con otra persona. Las cosas con él no habían funcionado como yo lo pensaba y tengo que decir que encontré Alejandro y era la persona perfecta para desahogar todo lo que tenía adentro y toda la energía sexual que no podía liberar con mi pareja en ese momento. Creo que hablo por los dos cuando digo que la pasamos muy bien, guardando ese gran secreto y escondiéndonos de todo el mundo. Decíamos tantas mentiras que parecía imposible seguirles el paso pero a pesar de todo duramos así unos dos meses hasta que todo se destapó

 Su novio se dio cuenta. No sé si alguien le dijo o lo supo de alguna otra manera pero el caso era que lo sabía y sabía que era yo la persona con la que su novio se acostaba. Me llamó alguna vez a amenazarme pero yo no le respondí nada. No tenía caso. Yo había roto lo mío con mi novio unas semanas antes. Fue muy diferente porque las cosas en nuestro caso ya venían muertas y el me confesó que estaba viendo a alguien más. Yo no lo hice sentir mal ni lloré ni hubo escenas dramáticas. Llegamos al acuerdo de continuar cada uno con su vida, por su lado y ya. No podíamos quedar de amigos porque no teníamos lo suficiente en común pero al menos no hubo pelea ni nada por el estilo.

 Alejandro sí peleó con su novio por un largo tiempo, durante el cual nos dejamos de ver. El dejó de llamar, de contestarme, de escribir. Desapareció y no lo volví a ver hasta ese día en el aeropuerto. Estaba tan guapo como siempre y parecía más maduro, como si la vida por fin lo hubiese alcanzado y le hubiese enseñado un par de cosas. Su cuerpo era tal y como yo lo recordaba y cuando tuvimos relaciones fue como volver a aquellas épocas aunque con algo más, más experiencia o madurez o quien sabe. El caso es que estábamos en una isla juntos, despertándonos por el viento que sube del mar y los primeros rayos de sol. Le acaricié la espalda y despertó lentamente. Le di un beso y lo abracé.

 Ese día, luego de bañarnos juntos y cambiarnos, desayunamos como si fuéramos una pareja en el restaurante del hotel. Éramos felices o al menos así se sentía en el momento. No hablamos del pasado, solo de lo que el otro no sabía por el pasar del tiempo. Supe que su padre había muerte hacía poco y que había cambiado de profesión. Ahora estaba estudiando para ser diseñador, luego de que trabajase en un bufete de abogados. Me contó algo que yo ya sabía y era que nunca le había gustado nada de la ley y esas cosas. Para él la ley era solo para los que sabían manipularla y eso era lo que había aprendido. No era lo suyo y cambió por algo que siempre había hecho. Él mismo había hecho el diseño del tatuaje que tenía en la espalda y eso probaba su talento de sobra.

 Salimos después a caminar por el pueblito y  tomamos muchas fotos y comimos muchas cosas deliciosas. Tal vez esté confundido pero en algunos momentos creo que nos tomamos de la mano, sin pensarlo. Hacerlo, recordaba todo lo sucedido hace tres años y las cosas que nos decíamos y que pensábamos. Más que todo era sexo, no lo puedo negar, pero después solíamos hablar bastante, antes de quedar dormidos. Hablábamos de cine, de arte, de la vida, de la gente… De todo lo que existiese.  Era el total opuesto de mi novio en ese momento, una persona casi desprovista de un propósito real de vida. Lo compadezco pero no podía quedarme con él solo por eso.

 Ahora que lo recuerdo, Alejandro ha sido el único que ha conocido a mis padres y eso fue por error. Un día lo recogí en su oficina para ir a mi casa pero tuve que pasar primero por casa de mis padres y lo conocieron. Mi madre luego me diría que era muy guapo y que era una lástima que ya tuviese yo a alguien porque ese chico parecía mucho más interesante. Supongo que lo pensó porque les habló a los dos, a mi padre y a mi madre, mientras yo buscaba unos libros que necesitaba y que estaban en la biblioteca familiar. Cuando lo vine a buscar para irnos. Lo vi con esa sonrisa que me hace olvidar todo y pensé que era una lástima que las cosas de la vida no funcionen como uno quisiera.

 Pero estábamos en Grecia, en nuestra isla. Porque cuando volvimos a nuestra habitación de hotel e hicimos el amor, sentí que nada más en el mundo existía más que nosotros. El sonido de su voz, el calor de su cuerpo, la textura de su piel y su olor a vainilla por el jabón del hotel, se me quedarían por siempre grabados en la mente. Me aseguré de besarlo todo lo que pudiera y de abrazarlo para dormir. Porque yo sé que esto puede que no dure demasiado y quiero aprovechar porque la vida pocas veces da una segunda oportunidad y esta es una de esas extrañas veces. Esa noche él se quedó dormido pronto pero yo no podía. Pensé que debía decirle algo, algo para que se quedara conmigo después del viaje.

 El resto de días fueron iguales, yendo y viniendo por las calles empedradas, besándonos en todas partes, yendo al mar a bañarnos y a disfrutar del sol. Siempre me había sentido incomodo estando en traje de baño, seguramente remanente de algún trauma juvenil pero ahora no me importaba en los absoluto porque, de nuevo, solo pensaba en nosotros dos y en nadie más. Él se veía perfecto y quise tomarle varias fotos cuando sonreía como a mi me gustaba. Ya en las noches, cuando estábamos más juntos que nunca, lo trataba como a la persona más especial y única del mundo, porque eso era para mí. Y lo gracioso es que no considero que estuviese enamorado. Solo quería tenerlo a mi lado y sabía lo mucho que eso me ayudaba.

 Pero tal vez sí me enamoré porque cuando las vacaciones terminaron, Alejandro desapareció de nuevo, como por arte de magia. Solo quedaron algunas fotos, y las sensaciones de haber hecho lo que yo tenía que hacer. Si no había resultado en nada pues no era problema pero al menos sabía que había hecho todo lo que había querido y todo lo que estaba a mi alcance para demostrarle lo mucho que apreciaba su sola presencia en ese hotel. Por muchas noches después, soñé con él y quise tenerlo allí a mi lado, fuese para tener sexo, besarlo o solo oler su piel. Por muchos días pensé y pensé, dándome un caso increíble de insomnio que solo desapareció tras un par de semanas.

 Cuando ya lo había superado todo, me llegó una noticia que al comienzo no creí. Pensé que la persona que me lo estaba contando estaba siendo cruel, así que me levanté y me fui sin decirle ni una sola palabra. Esa amiga, una muy buena amiga, tuvo que ir a mi casa y casi comprobar lo que decía: Alejandro ya no estaba. Según ella, había sido diagnosticado con cáncer hacía un tiempo y había decidido no tener un seguimiento ni un tratamiento adecuado. Al parecer, se había rendido porque mucho más había sucedido en los últimos tres años, no solo su cambio de carrera. Había vivido pruebas difíciles y había perdido la voluntad de vivir. Según mi amiga, iba a París para ir a un lugar donde no lo conociera nadie. Pero en cambio decidió ir conmigo a un último viaje.


 Cuando ella se fue, lloré en silencio durante varios minutos. Como era posible que no me hubiese dado cuenta de que algo estaba mal, de que no se sentía bien o que estaba raro? Pero recordé entonces que una de esas veces en la cama, me dijo que le gustaba estar conmigo allí, sin nadie más. Y entonces entendí que yo fui algo así como un regalo de despedida y eso me alegró. Él estaba muriendo y había preferido pasar sus últimos días conmigo y no solo o con su familia. No sé si fue amor pero lo sigo pensando con una sonrisa, recordando los besos y todo lo demás.

jueves, 9 de abril de 2015

Su sonrisa

  No fue lo último que vi de él, pero es lo que más recuerdo. Su sonrisa era de esas que con solo verla, te hacía sentir vivo e incluso con más energía, como si te recargara cada una de las células del cuerpo. Nada me preocupaba más que cuando él no reía porque lo hacía tantas veces en el día, que la ausencia de este hermoso rasgo era la prueba de la existencia de algún problema grave. Según él, era mi sonrisa la que lo revitalizaba a él. Eso siempre me pareció gracioso porque la suya no solo me ayudaba a mi sino a todos a quienes conocía. Era una de esas personas con las que es imposible no simpatizar. Todos quienes lo conocían lo querían y quienes lo odiaban, que eran pocos, lo hacían precisamente por su simpatía.

 Mi tiempo con él fue lo más precioso de mi vida. Sí, sé que tengo mucho por vivir como siempre me lo repiten un poco por todos lados, pero la verdad es que yo no lo siento así. Y así viviera cien años más sé que jamás podría merecer alguien como él. Todavía, después de tanto tiempo, sigo sin entender como fue que terminamos juntos. Trabajábamos juntos y las cosas simplemente se dieron, simplemente pasaron sin que ninguno hiciese nada para que sucedieran. Es chistoso pero yo jamás he creído en luchar por nada. Si te mereces algo, deberías recibirlo y ya. Y así fue con él. Pero no lo merecía. Con el tiempo me di cuenta que la persona que estaba junto a mi era mucho mejor de lo que yo jamás hubiese podido ser. Por eso agradecí todos los días por su presencia.

 Vivimos alejados, escondidos, actuando. Eso fue lo que más me causó dolor. De noche hablábamos, tomados de la mano, del futuro que nos gustaría para ambos. Dábamos detalles de todo lo que queríamos tener y vivir. Algunas noches hablábamos de la comida y de la cocina que tendríamos y otros del enorme jardín y el perro pastor alemán. De nuestro cuarto iluminado por el sol y de nuestra ducha para dos, en la que haríamos el amor cada mañana. Lo teníamos todo pensado. Nunca hablamos de hijos. Obviamente, la biología no nos ayudaba y simplemente era algo que no sentíamos. El mundo que habíamos visto colapsar y rearmarse, era uno demasiado violento y no queríamos criar a nadie para que viviera allí.

 Sabíamos que nuestra muerte debía de ser al mismo tiempo porque de otra manera el dolor para uno de nosotros sería demasiado profundo. La muerte era algo que teníamos muy presente cada día y por eso no esmerábamos en soñar cada noche. Porque la realidad, lo que pasaba afuera en el mundo, era demasiado horrible y nuestra supervivencia era cada vez más un milagro. La ayuda de gente con buen corazón nos había curado de heridas físicas y mentales pero no podíamos vivir así para siempre. Esa etapa fue difícil porque, hasta ese momento, nunca habíamos tenido tantas discusiones. Unos días era él el que quería ir a luchar y yo el que me quería quedar. Y otras veces el quería irse a otro lado y yo ir a combatir. Y así por los últimos meses hasta que nos dimos cuenta de que no viviríamos en paz hasta que termináramos el trabajo que habíamos empezado hace tanto tiempo.

 Fue así que viajamos, lejos de nuestro pequeño hogar, y llegamos al mundo desolado. Ayudamos como pudimos, siempre uno al lado del otro. Fue difícil porque había días que no nos veíamos y no estábamos acostumbrados a eso. Muchos pensaban que era puro amor y otros que era una obsesión malsana pero no era ninguno de los dos. Era mucho más. La conexión que teníamos era a un nivel profundo, mucho más allá que el prostituido amor o una superficial obsesión. Nunca he podido explicar bien que era y como funcionaba. Pero eso era lo especial, lo único de nuestra relación. Era algo nuestro, que nadie más jamás conocería ni entendería.

 Cuando la guerra estaba por terminar, decimos participar en la liberación de nuestro país, de nuestra ciudad, el lugar donde nos habíamos conocido y donde soñábamos vivir en paz para el resto de nuestros días. En verdad nunca pensé que algo fuera a ocurrir. Cuando él murió, cuando lo vi morir mi mundo terminó. Sentí que simplemente no podía seguir adelante. Por días me fue difícil respirar, pensar, comer. Todo me daba trabajo y la verdad es que yo lo único que quería era morirme. A pesar de varios intentos, nunca logré terminar con mi vida. ¿A ellos que les importaba si me moría o no? ¿Porque tenían que impedir que uniera a él, fuera donde fuese? Era mi vida y yo tenía el derecho a terminarla si quería pero eso simplemente no ocurrió.

 Me internaron en una clínica y estuve allí por mucho tiempo. Me dijeron que fueron dos años pero yo la verdad no sé nada. Nada afuera parecía haber cambiado. Mi familia había huido antes de la guerra así que no había nadie adonde ir. Estaba solo y desorientado. Fue un milagro que me dieran una jubilación temprana por mis servicios al país. Ese dinero pagó un pequeño apartamento y me permitió el pasatiempo de escribir y de caminar todos los días, tratando de ordenar el caos que sigue siendo mi cabeza.

 Por supuesto, él está allí. En mi mente, él jamás morirá. Lo veo todas las noches y siento su mano junto a la mía. Mentiría si dijera que todavía siento ganas enormes de morir, de dejar de existir. Pero ya no tengo el impulso, la fuerza para hacerlo por mi cuenta. Así que vivo mi vida un día a la vez, simplemente esperando a que pase algo. Muchos dicen que no es algo saludable pero a mi eso no me importa. Mi doctor y mi psicóloga insisten en que haga más ejercicio, en que conozca gente nueva y que incluso vea si puedo querer a alguien de nuevo. Pero ellos no entienden y yo no quiero explicarles.

 Lo que sí es cierto es que, en los mejores días, siento felicidad de poder comer cosas ricas, de ver el mundo bajo la luz del sol y en los colores de todo lo que hay alrededor. Cosas simples como esas me hacen llorar, reír y pensar en todo un poco. Se siente bien sentir ese calor interno de nuevo, eso que solo sentía cuando él estaba conmigo. Obviamente, ya no es lo mismo y sigo extrañándolo y vivo entre todos estos sentimientos y sensaciones. Pero he aprendido a controlarlos, a que no me controlen a mi porque no podría soportar una estadía más en la clínica en la que tuve que sufrir lo peor de esta etapa de mi vida.

 Mi más grande prueba vino hace unos meses. Con él siempre hablamos de nuestras familias, y como nos involucramos en todo para que ellos tuviesen un futuro mejor. De pronto fue la clínica o el tiempo que había pasado pero había olvidado que él tenía una hermana. Llegó un día a mi casa, después de una búsqueda que la había llevado un poco por todo el mundo. Al verme, no supo que decir, solo llorar. Yo nunca la había conocido pero sentí que había algo que nos conectaba, que nos hacía reconocer algo invisible en los dos. Sin razón aparente, nos abrazamos y lloramos tontamente. Cuando por fin siguió a mi apartamento, me contó de su viaje. Había recorrido el mismo camino que nosotros hacía algunos años pero mucho más rápido. Le hacía gracia que el camino la llevara tan cerca de su propia casa.

 Era ya casada y lloró de nuevo al confesarme que tenía dos hijos y un marido fabuloso, que la había ayudado a superar el tiempo de guerra. Me dijo que hubiese querido que su hermano los conociera a todos pero eso no fue posible. También me contó que su padre y su madre habían muerto en un bombardeo y que nunca pudo decirle a su hermano. Esa noticia me dolió porque yo sabía de primera mano el profundo amor que él le tenía a sus padres, a su familia.

 Entonces vino la pregunta que más me dolía, aquello con lo que yo todavía tenía pesadillas.

-       Como murió?

 Las lagrimas empezaron a salir y mis manos temblaron pero todo en silencio. Mi cuerpo parecía estar a punto de colapsar, tanto así que ella me trajo un vaso con agua y lo tomé, regando un poco sobre el sofá. Respiré, tratando de calmarme y empecé a contarle ese pedazo de mi historia, que nunca le había contado con tanto detalle a nadie más.

 Su hermano, con quien me había casado legalmente en secreto cuando huimos, había muerto defendiéndome. En la batalla, nos habían capturado pero no eran miembros del enemigo. Eran radicales de nuestro bando. Gente que nos había ayudado a liberar a la gente. Ellos me tomaron a mi y me torturaron de la peor forma posible. Y entonces él vino por mi. Mató por mi. Y yo no pude hacer nada cuando lo sometieron y lo hicieron ver lo que me hacían a mi. Sus ojos brillantes y su sonrisa se habían ido para siempre. En mis pesadillas todavía lo oigo gritar. Esas bestias decían que no merecíamos vivir en el nuevo mundo que iba a nacer. Que éramos inferiores. Estoy seguro que en ese momento habían decidido matarme a mi pero entonces un grupo vino a rescatarnos y eso lo empeoró todo. Sin pensarlo, le dispararon en la cabeza, justo en el momento en el que él me había sonreído al oír que se acercaba la ayuda. Me golpearon y me dejaron ahí, muriéndome.


 Su hermana no podía llorar. Parecía haber quedado seca. Se acercó a mi y me abrazó de nuevo y me dijo que tenía una familia siempre que la necesitase. Yo la apreté un poco y se lo agradecí. Seguramente podría necesitar de alguien para seguir adelante.