Del edificio salí solo pero contento. Tenía
una sonrisa de tonto en la cara que me duró varias horas. Y todo porque había
hecho que hace todo el mundo. O bueno, no exactamente pero casi. El caso es que
me sentía orgulloso de mi mismo por alguna razón y, al tomar el a mi casa,
seguía sonriendo.
Pero días después ya no sonreía, ya no era lo
mismo. El momento había pasado pues todas estas citas clandestinas eran eso,
secretos que no le decía a nadie o a casi nadie y por lo tanto los debía yo
guardar con el máximo recelo. Fue entonces que me di cuenta lo mucho que me
molestaba estarme ocultando, como si hubiese hecho algo malo. Al fin y al cabo
que no era nada grave. Lo que pasaba era que no era algo aceptado, algo bien
visto y frente a eso sí que no se puede hacer nada. Y no era la primera vez que
pasaba por eso, ya muchas veces y desde más joven me habían pasado cosas
similares.
Recuerdo que una de las primeras veces que
quedé con alguien, creo que fue la primera de todas, me vestí de una forma tan
rara que solo años después entendí que entonces no sabía nada de nada. No
recuerdo bien que excusa di en casa para salir ni como fue que tomé la
decisión. Tampoco recuerdo con claridad como conocí a la persona, solo sé que
fue por medios electrónicos. En todo caso, llegué a un parque y allí nos vimos.
O sería en otro lugar y después fuimos al parque? No lo sé, ese recuerdo se ha
ido erosionando con el tiempo.
El caso es que recuerdo el parque, la gente
pasar y lo nervioso que yo estaba. Tenía puesto un saco de colores que hoy me
parecería horrible, que no sé si jamás volví a usar. El chico con el que me
encontré, creo que algo mayor, tampoco me gustaría hoy. Pero creo que entonces
no se trataba de eso sino de vivir la experiencia, de lanzarme de una vez al
vacío de una vida que yo sabía que siempre iba a ser de esa manera. Siempre iba
a tener que ocultarme así que porqué no empezar pronto?
Hoy, a pesar de que lo sigo haciendo, me
parece triste. En ese momento los nervios podían más que pensar en cualquier
cosas. Creo que en lo poco que nos vimos ese día, solo hablamos. Él tenía
acento y yo solo pensaba en como volver a mi casa. No recuerdo si me invitó a
la suya o solo sugirió ir algún día. No lo sé y creo que el recuerdo se ha
perdido por alguna razón. Volví a casa con la experiencia hecha y creo que por
un par de años no saldría de mi casa de nuevo. En esa época estaba en el
colegio. No recuerdo que edad tenía pero sé que fue mucho antes de los
diecisiete, primera vez que tuve relaciones con alguien. Era muy joven en todo
caso, muy ignorante para haber hecho lo que hice.
El caso es que así fue y solo hasta mucho
después empecé a salir con personas pero siempre en la amabilidad de la
oscuridad. A todos los conocía por Facebook o por algún chat de estos que
abundaban en la época. Hoy en día me parece hasta gracioso no haberme topado
con ningún hombre mayor o ningún mentiroso peligroso. Nunca pasó y no ha pasado
recientemente tampoco. Porque sigo usando, muy de vez en cuando, las mismas
herramientas o algunas nuevas que son básicamente lo mismo.
Ese día de la sonrisa, cuando volví a casa,
pensé en eso también. Incluso si ese asunto evolucionaba a algo más, las cosas
en verdad no cambiarían pues siempre
tendríamos que vernos de esa manera, entre las sombras o en lugares
donde nadie nos mirara. Por eso fui ese día a la casa de él y fui otras veces
más. Por eso con los chicos con los que salí al comienzo lo hice a lugares que
parecían islas en un mundo en el que estábamos casi sobrando, de alguna manera.
Nunca lo pensé mucho entonces pero ahora entiendo que las cosas no han cambiado
mucho y muchos seguimos detrás de bastidores, viendo a ver si podremos salir
totalmente alguna vez.
Lo digo porque yo, como muchas otras personas,
no ocultamos tanto como otros. Nunca he tenido muchas amistades pero hoy en día
no dudaría en contarle a ellas lo que me ha pasado, lo que he vivido, a quién
he conocido y como lo he conocido. No me da vergüenza ni nada por el estilo
porque no es nada de lo que tenga que avergonzarme. Claro que no puedo dar
demasiados detalles porque a veces puedo ser muy gráfico, pero creo que incluso
si lo fuese mis amistades sobrevivirían a ello.
Eso me recuerda, que nunca tuve muchos amigos,
mucho menos cuando empecé en todo esto de salir. Muchas personas no entenderán
lo que digo porque habrán conocido a sus parejas y demás a través de amistades.
Esa oportunidad jamás la tuve y no creo que la vaya a tener nunca. No solo
porque sigo teniendo un circulo de amistades tremendamente cerrado sino también
porque prefiero yo elegir a quien conozco y a quien no. Las personas que
potencialmente tendrían un interés en mi que también conocen mis amistades, no
son precisamente cantidades y cantidades. Más bien pocos por lo que eso aminora
mucho las posibilidades.
Porque lo que importa es que le gustes a
alguien. No solo es buscar alguien que te guste a ti, en el sentido que sea.
Porque eso es fácil, cualquiera puede ser interesante en potencia. Pero lo que
no es fácil es encontrar esa persona que vea algo en ti que los demás no ven,
sea lo que eso sea. Eso es algo muy extraño y muy especial. Pero es la mejor
opción si se quiere conocer a alguien para algo más estable, cosa que no he
tenido nunca pero siempre he creído que así debe ser. E incluso si es por una
noche, es mejor si hay un gusto real y no solo es porque eres un ser vivo.
Eso, de hecho, me ha sacado bastante de este
como juego que es el asunto de salir. Quitando el hecho de no poder tomarse de
las manos o darse un beso donde a uno se le de la gana, porque incluso en los países
“avanzados” eso se da muy poco al comienzo,
es también un asunto de que seas tú el que causa interés y no nadie más.
Desde esa primera cita
o incluso antes yo ya tenía problemas de imagen corporal, de autoestima, de
verme diferente a los demás y no solo por ser homosexual. Era algo que iba
mucho más allá y al mismo tiempo que era muy interno y difícil de exteriorizar.
Además, cuando tienes ese problema, rara vez quieres que la gente se de cuenta.
En el colegio, sobre todo, nadie quiere verse débil ya que los niños siempre
han sido carroñeros. Les han enseñado, o tal vez simplemente les gusta,
destrozar a otra gente para ellos ascender en la escala social. Eso lo noté
claramente en mi adolescencia y creo que cualquiera puede hablar de cosas
parecidas, si abre los ojos.
Por eso hoy en día busco alguien que me quiera
a mi y no a otro. Es decir, que le guste yo o no solo el hecho de que yo solo
sea, tal vez, la única opción o el único cerca o diversas facilidades que los
hombres, por ser hombres, buscan. En esto las mujeres lo tienen más claro pero
como no soy mujer no entiendo como es que lo hacen funcionar. El caso es que
eso hacen y les funciona a las mil maravillas. La mayoría son queridas, son
buscadas por los hombres con los que están.
Tengo que confesar que me he sentido usado en
ocasiones. Tal como el condón que la gente usa para protegerse, me he sentido
tirado a la basura después de que todo ha terminado. Es humillante y la gente
parece no darse cuenta de lo pésimo que eso es. Por eso de un tiempo para acá
prefiero ser yo el que tome la decisión y no estaría hoy con nadie que no
demuestre interés alguno, sea para lo que sea.
Yo citas no tengo hace mucho tiempo. En parte
por lo que decía antes, porque no tengo una vida social que lo facilite, pero
también porque sé hoy en día que valgo más de lo que alguna vez pensé que valía
y sé que merezco que alguien de verdad quiera estar conmigo y no solo quiera
estar con alguien. Volvemos al punto de esa vergüenza, de ese sentimiento de
estar oculto y de correr para un lado y otro como una rata. Yo ya no quiero
eso.
Es cierto que incluso hoy en día muy pocas
parejas, a menos que lleven un buen tiempo, demuestran su cariño en público.
Muy diferente esto con parejas de mujeres con hombres. Todavía estamos
escondidos viviendo vidas ocultas que tratamos de usar hoy como ventaja. Ya no
son pesos muertos, vidas de pena y congoja sino elementos que podemos usar para
mejorarnos de mil maneras y vivir una vida algo más a nuestro gusto.
No salgo con nadie pero tampoco me veo
clandestinamente con nadie. Sigo teniendo los mismos problemas de autoestima
pero tengo que decir que me quiero más ahora que en esos viejos tiempos de la
escuela. Me siento listo para mucho pero no me apuro para conseguirlo. El punto
es que sé cuanto valgo e incluso en las sombras, lo recuerdo y lo hago saber.
Uso esa vida oculta como un laboratorio que me prepara para el mundo y prepara
al mundo para mí. Al fin y al cabo, no es tan malo sonreír y que nadie sepa
porqué.