lunes, 6 de noviembre de 2017

No engañas a nadie

   El pequeño pueblo se veía a la perfección desde la parte más alta de la montaña. Desde allí, parecía ser el lugar perfecto para conseguir algo de comida y tal vez un transporte seguro hacia una ubicación algo más grande, alguna de esas urbes enormes de las que el mundo estaba hecho. Quedarse en semejante lugar tan pequeño no podía ser una opción pues eso pondría en peligro a los habitantes. Era algo que simplemente Él no quería hacer, sabiendo lo poco que sabía.

 Mientras bajaba por la ladera de la montaña, hacia el pueblito, se alegró un poco porque podría tal vez quitarse esas ropas untadas de sangre para ponerse algo que le quedara mejor. Las botas eran para pies más grandes y ya tenía varias llagas que habían sido insensibilizadas por el frío del suelo. Toda la región era un congelador gigante y eso era bueno y malo, muy incomodo pero también un refugio siempre y cuando Él se quedase quieto lo suficiente para que no lo vieran.

 Y es que desde su escape de la base destruida, varios helicópteros habían pasado por encima de su cabeza, sondeando cada metro del bosque, en búsqueda de sobrevivientes. Lo más probable es que buscaran el dueño de la voz que Él había oído antes de emprender su caminata, al menos eso se decía a si mismo. Pero la verdad era que todo podía ser solo una ilusión bien elaborada por  su mente para sobrevivir semejante experiencia. Tal vez todo estaba en su trastornada cabeza.

 Era probable que los helicópteros lo buscaran a Él, el único sobreviviente de la destrucción de ese horrible lugar. No sabía si llamarlo prisión u hospital o laboratorio. Era un poco de todas esas cosas. El caso era que ya estaba en el pasado y no quería volver a él. Sin embargo, estaba claro que no podría comenzar una vida común y corriente así como así. Sabía que la gente que lo buscaba, si sabían más de él que él mismo, no descansarían hasta tenerlo encerrado en una nueva celda.

 Llegó a la base de la montaña tratando de alejar los malos pensamientos de su mente y obligándose a sonreír un poco. Mientras caminaba hacia las casas más próximas, ideó en su mente la historia que diría por los días que le quedaran en la tierra. A nadie le podría decir la verdad y como no recordaba su pasado, lo más obvio era construir una realidad nueva, a su gusto. Diría que era un cazador que había sido atacado en el bosque por un oso. El golpe lo había dejado mal y ahora necesitaba comida, ropa y una manera de volver a su hogar lo más pronto posible.

 Llegó al centro de la población y pudo ver la oficina estatal que siempre existe en esos lugares. Estuvo a punto de encaminarse hacia allá cuando escuchó el grito de una niña. No era un grito de alarma sino una exclamación de sorpresa: “¡Mamá, mira!”. Y la niña señalaba con su dedo al hombre que acababa de entrar en el pueblo. “¿Quién es, mamá?”. La mujer salió corriendo de detrás de una casa. Cargaba dos bolsas llenas y, como pudo, tomó a la niña de la mano y la reprendió en voz baja.

 Él se acercó, con cuidado para no alarmar a las únicas personas que había en el lugar. La mujer levantó la mirada y no dijo nada. Se veía muy asustada, como si hubiese visto algún fantasma. Viendo su reacción, Él se presentó, con la historia que había ideado caminando hacia el lugar. La mujer lo escuchó, apretando la mano de su hija que seguía haciendo preguntas pero en voz baja. Cuando el hombre terminó de hablar, la mujer lo miró fijamente, cosa que casi dolía por el color tan claro de sus ojos.

 Una de las bolsas de papel se rompió y todo su contenido cayó sobre la nieve. La mujer se apresuró a coger las cosas pero Él la ayudó, cosa que obviamente no esperaba. Cuando tuvieron todo en las manos, la mayoría en manos del hombre, él le pidió ayuda de nuevo. La mujer miró a todos lados y con una mirada le indicó que la siguiera. Ella empezó a caminar casi corriendo, lo que hacía que la niña se quejara por no poder caminar bien. Pero al parecer la mujer tenía prisa.

 Pronto estuvieron en el lado opuesto del pueblo. La mujer le dio las llaves a la niña y fue ella quien abrió la puerta de la casa. Hizo que primero pasara su invitado para poder dar una última mirada a los alrededores. Cerró la puerta con seguro y dejo los víveres sobre un mostrador de plástico. Las casas eran tan pequeñas como se veían por fueran. Esa estaba adornadas con varios dibujos y fotografías que hacían referencia a un esposo, obviamente ausente en ese momento.

 La mujer recibió los víveres que faltaban de manos del hombre y le explicó que ese no era un poblado regular sino temporal. Era un campamento para los trabajadores de una mina de diamantes muy próxima a las montañas que había atravesado el hombre. La mujer le explicó, mientras cocinaba algo rápidamente, que hacía poco habían venido agentes estatales a revisar el campamento y a establecer allí un centro de operaciones temporal para lo que ellos llamaban una “operación secreta”, que al parecer era de vital importancia para el país.

 Mientras servía una tortilla con pan tajado, la mujer explicó que los hombres nunca venían hasta la noche y que los visitantes inesperados habían sido ahuyentados por la presencia del Estado. Por eso la llegada un hombre desconocido le había causado tanta impresión. De hecho, sus manos temblaron al pasarle el plato con comida y un vaso de agua. Él solo le dio las gracias por la comida y empezó a consumir los alimentos. Todo tenía un sabor increíble, a pesar de ser una comida tan simple.

 Agradeció de nuevo a la mujer, quien se había acercado para mirar a su hija jugar sobre un sofá. Él le iba a preguntar la edad de la niña cuando la mujer le dijo que era obvio que su historia era mentira. Era algo que se veía en su cara, según ella. Apenas dijo eso, se dio la vuelta y entro en un cuarto lateral. Mientras tanto, la niña lo miraba fijamente. De la nada esbozó una sonrisa, lo que causo una también en su rostro. Sonreír era todavía algo muy extraño para él.

 Cuando la mujer volvió, su hija estaba muy cerca del hombre, mostrándole algunos de sus dibujos. La mujer traía un abrigo grueso, que según ella era parte de un uniforme viejo de su marido. Tenía también un camisa térmica que ella ya no usaba y pantalones jeans viejos. Lamentó no tener botas o zapatos que pudiese usar pero él dijo que ya era bastante con lo que tenía en los brazos. Además, lo siguiente era viajar a alguna ciudad cercana, si es que eso era posible.

 La mujer respondió con un suspiro. Sí había una ciudad relativamente cerca, a seis horas de viaje por carretera. El problema era que no había transporte directo desde allí sino desde el poblado más cercano y ese seguro estaría todavía más lleno de agentes del Estado que la propia mina. El hombre iba a decir algo pero ella le respondió que sabía que había cosas que era mejor no decir. Le indicó donde era el cuarto de baño y el hombre se cambió en pocos minutos.

 En las botas puso algo de papel higiénico, para ver si podría caminar un poco más. La mujer le indicó el camino hacia el pueblo, pasando un denso bosque que iba bajando hacia la hondonada donde habían construido todas las casas y demás edificaciones.


Se despidió con la mano de madre e hija. Apenas puso, apresuró el paso. Horas más tarde, el esposo de la mujer llegó. Ni ella ni su hija dijeron nada, y eso que el hombre vio en uno de los dibujos de su hija un hombre con gran abrigo y grandes botas, ambos con manchas de sangre. Lo atribuyó a la imaginación de la pequeña.

viernes, 3 de noviembre de 2017

You simply cannot please everyone

   Suddenly, Maxine felt guilty of everything she had ever done and also guilty of things she couldn’t have possibly done. For a single moment, she felt responsible for everything and anything that had ever happened around her. Of course, she was just being silly but that tiny fraction of time sunk itself deep into her core. For days, she felt badly about it all and thinking about not being sad made her even sadder. That unease even translated itself into a powerful aching of the whole body.

 She curled up in bed and stayed there for a whole week, deciding not to go out for her own well being but also for the well being of others. She felt she needed to fix too many things about herself and it wasn’t a good idea to expose others to the mess that was happening inside of her. That guilt was much too powerful and it had taken hold of her. Yet, the only way to get it out was or her to be strong enough and really deal with it instead of trying to shield herself from further harm.

 Maxine felt she had alienated everyone and that it was her fault that all relationships she had with other people had failed miserably in a matter of months. She had been too busy doing her things, trying to stay alive in a world filled with barriers and traps. The woman had expected people to understand her, to get why she couldn’t go out anymore or talk to them as often as they once did. She forgot she had never been a very talkative person, not a really “in touch” friend.

And yet, they blamed her and her decisions for the destruction of their friendships. She was to blame for a lack of communications. When she had heard these accusations, which had come in the form of text messages in her phone, she realized she couldn’t possibly fight the allegations. How in the hell could she make any sense by writing on a cellphone? She couldn’t possibly defend her position and made herself be understood by typing on a machine, waiting for an answer.

 Max asked for all of them to meet, her closest friends and her, in order to sort things out and clear the air. But they all suddenly said they were much too busy for that to happen. Maybe in the future but not right away, not when it mattered and when she could make the most sense. She felt awful because they made her feel she was the one to blame and it was that moment that send her down a spiral of guilt and internal pain that she couldn’t really handle by herself. Or that’s what she had taught. Because that woman, and everyone, is stronger than they think.

 After that awful week, she realized she had to accept that changes happen in life, that she hadn’t done anything badly or said anything that would make anyone part ways with her. She had lived her life in the way she thought she had to in order to achieve what she wanted. It would be very unfair to judge her because of that, to make her the one to blame just because she had decided to take care of herself completely. Maybe it hadn’t been the best thing to do but it was her choice.

 They told her they were also very taken aback by her failures in life, that it was exhausting to hear her complain every time about things that were or were not happening in her life. They told her they were tired of trying to help and they had decided it was not worth it anymore. That was the knife in the back, a big and sharpened knife that they plunged deep into her, an attack that was decisive on how she decided to proceed days later. Every word was branded on her mind.

 It was true she was a failure. She had accepted that as a part of herself, of her personality and of everything that she seemed to be up to that point in her life. It was also true that, once or twice, she had asked for advice. It was only natural to do so with friends. However, it wasn’t true she had been begging for advice or help, as they made it seem. She had only reached out to them, worried that so much time had passed since their last conversation, seeking to rekindle the connection.

 Well, those words had been more that knife, more than any weapon. None of the arms created by mankind could ever hurt as much as those words had. Because they were not only hurtful but they were also mixed with lies and a clear objective to destroy, they had been prepared in advance in order to be ready for the moment she spoke about their clear shortcomings, the same ones she had but that she had been the only one to recognize. Modesty be damned, it was Maxine who spoke!

 It is revolting to think about it now. She had talked about them about talking and trying to get things straight. She still wants to do that and has tried to get it done but they won’t have time for her, not for now at least. She decided to let them live their lives, just as done before. She’ll probably be blamed for that too but she doesn’t care anymore because, for once, she knows she was in the right. She knows now, in this precise moment in time, that she has done everything possible without being a bother to herself or them. That’s as much as she can do right now and, to be fair, she couldn’t say if she would do more.

 That’s one group, the largest one. The others are the kind that just wants her close in case they want something from Max. Maybe they want her body or her connections or her talent for a while, possibly for free. They don’t talk often either and they always seem ashamed when she talks to them and wonders why they don’t talk more often. In that case, she’s not the one to blame, almost the opposite. And that’s not a great position either because they make her feel just as bad, one way or the other.

 This group is manageable and most of them are mostly honest about how their relationship works with Maxine. They both know who they are in those connections and it mostly goes fine, without any annoying moments. They just happen to be people that know each other and that play the game of knowing each other well and liking each other’s lives. It requires a bit of acting but, as it doesn’t really happen that often, it isn’t really a big deal. It’s just one of those human things.

 The last group, being the least crowded one, is the made up by real friends. People that just don’t care what about or when you talked to them. They always have time and words of support. They say the truth, which can sometimes be hard, but they do it because they know that might be the best way to keep a friendship in its best shape possible. They don’t really care what shape their connection takes, they just want to be close to their friends, to Maxine in this case.

 Anyway, people are people and things always find a way to work out eventually. Maxine soon learned that worrying about everything didn’t really help at all and that making all of that take a toll on her could only be harmful to herself and destroy her own life in the long run. Nothing is more important than taking care of yourself, so Maxine decided to do things in her life as she saw fit. If others agreed with her or not, that was their decision to make and she would have to accept changes.


 You simply cannot please everyone. That’s just not possible.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Bajo la ventisca

   Los tanques de combustible explotaron con fuerza, enviando una bola de fuego hacia el cielo que alumbró todo lo que estaba alrededor. El color ámbar que inundó el lugar nunca se había visto en semejante lugar tan remoto y nunca se volvería a ver. La pequeña casa hecha de tejas de zinc y placas prefabricadas, el único indicativo de que algo había existido en ese lugar, dejó de existir en unos pocos segundos, completamente consumida por el fuego abrasador.

 Desde una colina cercana, un joven sin pelo miraba la escena, fascinado por los colores de las llamas que ardieron por largo tiempo antes de que el frío las apagara a punta de copos de nieve. Él no pensó en las personas que había allí, en los kilómetros de túneles y niveles enterrados debajo del bosque de tundra. Todos habían muerto ya o al menos pensó que eso sería lo ideal. Vivir para morir encerrado era algo que nadie merecía, ni siquiera esas horribles personas que trabajaban allí.

 Las marcas de la tortura sistemática estaban por todo su cuerpo. No sabía cuando lo habían internado allí pero sentía que había sido hacía mucho tiempo. Su celda era completamente oscura, desprovista de cualquier tipo de luz. Estando bajo tierra, era imposible saber que día era o que hora del día estaba viviendo. Después de un tiempo simplemente no importaba. Había dejado de pensar en esas trivialidades hacía mucho tiempo. Solo quería evitar volverse loco.

 En eso había sido algo exitoso y un fracaso, al mismo tiempo. Si bien todavía conservaba partes de su pasado y tenía a veces ganas de pelear y de rebelarse, la mayoría del tiempo era como un muerto en vida. Las pruebas que le hacían, fuese físicas o puramente medicas, lo cansaban demasiado. Después de algo así nadie tenía muchas ganas de idear planes de escape o algo parecido. Solo quería morir o al menos ese era un deseo que se le había metido en la cabeza hacía mucho rato.

 Cuando su mente estaba algo más clara, cosa que pasaba cuando sus captores no lo sacaban de la celda en mucho tiempo, pensaba que era casi seguro que no estuviese solo en ese lugar y que, tal vez, estuviesen jugando con él a un nivel mucho más profundo de lo que pensaba. Se le había ocurrido que tal vez ellos hubiesen influenciado en su mente para pensar en lo que pensaba y que tal vez revisaran su mente todos los días por medio de algún aparato instalado allí adentro. Podía ser solo paranoia pero cualquier cosa le parecía posible en esos momentos.

 Estaba claro que no era él quién había iniciado el caos. Él solo supo que el sistema eléctrico falló y las puertas de todo el lugar se abrieron para dejar paso libre a una evacuación completa. Cuando se atrevió a salir, vio acercarse a él llamas de un color naranja intenso. Corrió hacia el lado opuesto, eventualmente encontrando unas escaleras. Supo que subir era lo mejor que podía hacer. Estaba descalzo, vistiendo una de esas batas de tela que se usan en los hospitales.

 En el último piso vio, horrorizado, que no había acceso a la salida. Esas puertas, por alguna razón, permanecían cerradas. La gente que todavía estaba adentro gritaba y corría sin sentido, de un lado a otro. Él no sabía por donde era salida, por lo que se quedó quieto sin saber que debía de hacer. Se escuchaban explosiones lejos de él, en algún lugar muy por debajo. Salir de la celda parecía haber sido una buena idea, a pesar de que apenas se había abierto la puerta, el miedo lo había invadido.

 El exterior, el mundo que le esperaba le daba pánico. De hecho, ver a la gente correr de un lado a otro, lo había hecho quedarse quieto. Podía parecer una tontería, pero no quería llamar su atención, para bien o para mal. No quería que ninguna de esas personas lo ayudaran pero tampoco quería que lo vieran y aprovecharan para llevárselo con ellos, tal vez a otro siniestro lugar parecido al que estaba por terminarse. Esperó a que no hubiese nadie cerca y corrió por un corredor solitario.

 No tenía como saberlo pero su idea había sido la correcta. De lado opuesto de la edificación había unas largas escaleras que servían de ruta para el incendio, que ya consumía los cuerpos de varias personas, tanto trabajadores del lugar como prisioneros. Del otro lado no había nadie porque no había una escalera parecida. Lo que había allí era el sistema de ventilación que era estrecho y tenía un olor a gas bastante desagradable. Él descubrió un acceso en un armario de la limpieza.

 Tuvo que utilizar la poca fuerza que tenía para arrancar la rejilla. Cuando por fin pudo soltarla, cayó al piso con fuerza. Eso lo aturdió por un momento pero fue entonces cuando escuchó una voz. Era una voz clara y ensordecedora. Le hizo doler la cabeza la potencia que tenía. Lo extraño era que la puerta seguía abierta y no veía a la persona que gritaba. Solo sabía que sentía que la cabeza le iba a explotar. La voz decía que cosas horribles, alimentadas por rabia y dolor, sentimientos que Él pudo sentir por todo su cuerpo, erizando cada vello de su cuerpo.

 A pesar del dolor, el hombre se puso de pie y usó más de su supuesta escasa fuerza para treparse al acceso de la ventilación. La voz parecía alejarse de su cabeza, lo que hizo más fácil trepar por el frío metal del tubo. La bata médica se le rajó en varias partes. Para cuando llegó a la parte superior, estaba desnudo y sangraba de al menos dos dedos. Sin embargo, el sentir el aire puro y frío del exterior, le hizo sentirse aliviado por primera vez en mucho tiempo. Era como si en verdad fuese libre.

 Se dejó caer junto a la salida de la ventilación, disimulada debajo de un matorral enorme, rodeado de grandes árboles. Desde allí no se podía ver nada de lo que pasaba debajo de él. Para cualquier persona que pasara por ese lugar, sería otro día en el bosque helado. Como pudo, el hombre se puso de pie y se dio cuenta de que moriría del frío allí afuera. Por un momento, mientras daba tumbo entre los árboles, quiso volver a su celda que también era fría pero no así. El pensamiento se mantuvo con él, por largo tiempo.

 Fue entonces que vio la cabaña de zinc, sola y oscura y supo que debía ser la entrada al lugar donde había estado encerrado. Había algunos cuerpos tirados cerca de la puerta que parecía estar muy bien cerrada. Él se acercó corriendo a uno de ellos y lo despojó del abrigo y las botas. Seguramente le servirían mucho más a él, era otro problema solucionado sin intención alguna de encontrar una solución. Se vistió como pudo y empezó a caminar colina arriba, alejándose de la casa.

 Luego de ver el hongo de fuego elevarse por los aires, dio la espalda al lugar y empezó a caminar lentamente, sobre el lomo de una cordillera baja que parecía extenderse por varios kilómetros. Fue un buen rato después que escuchó de nuevo la misma voz que había hecho que le doliera la cabeza. Pero esta vez no estaba cargada de rabia o de dolor sino de miedo, de un tristeza profunda que pedía ayuda. Era raro decirlo pero la voz parecía llorar suavemente hasta que se apagó.

 Él se quedó allí, esperando a volver a escuchar la voz. Pero no pasó nada. Solo podía escuchar el viento y en su cabeza no sentía nada más que una ligera migraña por haber vivido tantas cosas en un lapso de tiempo de comprimido. Era lo normal.


 Comenzó a caminar al sentir que el frío se hacía más intenso. Cerró el abrigo lo mejor que pudo y comenzó a caminar a buen ritmo, trazando una senda entre la blancura eterna del bosque. Pronto el viento barrería sus rastros y los de su prisión.

lunes, 30 de octubre de 2017

His right choice

   I took off my clothes and just tossed them to one side, on the sand. The wind was chilly and every single hair on my skin rose because of the cold. But I didn’t put anything back on. I left the clothes there to be carried by the water later on. There was no point in hiding them anywhere or trying for them not to get wet. The truth was I didn’t care anymore about anything and I still don’t. I didn’t even looked back when I started walking, looking at the rocks far on the other side of the beach.

 The water washed my feet, as if a thousand knives stabbed me slowly. It hurt, of course, but I knew that was going to happen and my body was getting ready for it. I was so tired of everything, of people and life and everything surrounding it. I just wanted to walk the beach, the only place that could relax my mind. Eventually, I would have to get into the ocean and breath in some salt water. But I didn’t know when that would be happening. It was better to take it one step at a time.

 Pembelton Beach was far from any settlement. There where some houses close by but it would take them at least fifteen minutes to get to me if they realized I was there, my some miracle. All the details had being chosen carefully. I didn’t want anyone to stop me from being free, at least once in my life. I had felt imprisoned from day one, from the first moment I realized life was just this unfair list of things happening to a mere body, an essence that has nothing to do with anything else.

 Society failed me. Or maybe I was the one who failed society. Anyway, we were not meant to be together. I had always felt strange in social situations, such as parties and crowds. The “odd one”, was my nickname back in high school. People thought I didn’t know that but I knew, I heard every word that they attempted for me not to hear. They didn’t have the balls to say it to my face. I would have preferred that. And it was the same in college and in other contexts.

 To be fair, I have to say that university was the best place for me because I could be whoever I was without really caring about others. I had what you would call friends but they are not around anymore and I don’t blame them. Or maybe I do blame them but, what’s that good for? People have excuses for everything and I have run tired of listening to them. As I said before, I don’t care anymore. Not at all. I just want to move on to something else, whatever that may be. Does it sound tragic and melodramatic? As you might guess, I don’t care.

 After the first twenty minutes, the cold water started feeling less painful, as well as the wind. I stopped crossing my arms over my chest and I just held them to the side. The ocean was getting more and more violent, as a storm was clearly coming from deep into the open ocean. The clouds had rapidly turned from white to almost black. And I could even see some thunders far into the sea. It was beautiful in a way. It seemed everything I felt was being reflected by the weather.

 I would have wanted rain to come faster but it didn’t seem to want to downpour just yet, so I walked on. I remembered many other times in my life when rain had been a factor. When being stood up by someone or just staying home safe, as it was the only place I could really feel protected. I lived with my parents, of course. I still do, in a way. The point is I felt taken care of because they were there and because I knew there was no other way for me. I can hear you think…

 Love was always a really weird thing for me. To be honest, I don’t think it exists. I never did. I did see some traces of it in other people’s lives but maybe it was something else. Maybe it’s just that people are too afraid to be alone and they just cheat themselves into having a relationship that they think it’s based on love, when in reality they just have a very basic human need to feel someone else close by, to feel someone else’s warmth. Of course, I felt that too. Not that it mattered.

 The sand on Pemberton Beach is very black, probably because of the ancient volcanic origin of the region. The big boulders scattered all over are also dark, doubling as a home for many sea creatures. As I walked down the natural path, I saw several crabs, in various sizes. Those small creatures made me think that life may not be as complicated as I think it is. However, they free of our society, our brains that torture us every day with things that will never happen to us.

 Someone once asked me what my dream for the future was. It happened on a job interview and it kind of shocked me. Not only because dreams are not something I have, but also because the question was asked in singular, as if most people had only one dream. Maybe they meant work wise but I just couldn’t answer the question. And I have never being good at lying, so I told the man I didn’t have dreams for the future, only hopes. For a future where I could be free, truly free. Of course, the man ended the interview there and I never heard from that company again.

 I went to several interviews and I applied to so many jobs. That ended recently, when I finally got a menial job at a company handling papers and getting coffee. After so many millions spent and time wasted, I ended up being the guy they ask for more milk or sugar or those stupid stick to stir up the coffee. You can guess I wasn’t very happy with it and that’s why I left it last week and came to this beach. My parents were disappointed but there was no other way.

 Begging was involved in getting the money for this trip but they eventually gave it to me, after promises it would be just for a weekend and that I would help them by looking at some houses for them to buy. They want a house by the beach to spend their elder years. With that excuse I travelled here yesterday and now I’m naked on a beach, far from any other human being that could intervene at what I’m going to do. That’s exactly how I planned it, many months ago.

 Because this idea had been around my head for a long time. It had appeared first when I was in school and many times more until now. The difference is I can finally do it now because I didn’t feel any remorse. I just felt I had to do it and I didn’t care about anything else. There was no other way right then and I did not want to listen to long speeches about people who cared about me, or wanted me stay around. If they did, they would have been around. My parents, they were prepared, or so I thought.

 Pain is always harder at first, that’s always the case. They knew how to handle it and had other children, which helps. As I entered the ocean, after a long walk, I realized it was the right moment to do it. I felt happy for the first time in a long time because I knew I was doing the right thing. I was finally doing something that made sense. My life was explained to me in those last moments and I realized it served a purpose. But that’s a long explanation, and I’m tired now.

 My body was drowned in just a few minutes. It is one of the most horrible deaths but I did it exactly as I had researched it. Big gulps and avoid moving too much. It worked exactly as it was supposed to. I was washed ashore the next day, when they discovered me.


 Now, I’m at peace. I’m finally free at there is no way someone can convince me I didn’t do the right thing. What was my function in life, if not ending up here? I wasn’t good alive, I was a waste of space and matter. Now, I’m finally who I was supposed to be.