miércoles, 5 de agosto de 2015

Un estúpido accidente

  Para Mateo lo peor que le podía haber pasado era fracturarse el tobillo. Había sido un tropezón tan ridículo que le daba rabia pensar que por semejante accidente tan estúpido se fuese a perder tantos juegos importantes. Había entrenado todos los días, casi sin descanso. Llegaba a casa rendido y no le dirigía la palabra a su novio, que no le gustaba que se esforzara tanto pero había aprendido a no decirle nada para que no reaccionara de mala manera. Mateo era jugador de fútbol y lo había sido desde que tenía unos cinco años. Su padre lo llevaba a entrenamientos y cuando no había lo llevaba al parque a jugar por horas con una pelota. El padre había tenido el sueño de ser futbolista pero un accidente se lo había impedido.

 Y ahora Mateo también había tenido un accidente pero menos grave. El doctor del equipo le había asegurado que volvería a jugar después de algo de terapia intensiva pero eso no aminoraba la frustración del hombre de 29 años que deseaba con toda su alma jugar y llevar a su equipo a la victoria. El accidente había sido uno relacionado a otro deporte: la equitación. Una amiga de él y de su novio los había invitado a su casa de campo y habían montado a caballo. Fue solo bajando del animal que Mateo dio un mal paso y se fracturó su pierna. Fue de esos accidentes idiotas que nadie entiende pero son casi graves y muy trascendentales. Ahora Mateo tenía que quedarse en casa un mes entero, perdiéndose el las eliminatorias para el campeonato en las que tanto deseaba participar.

 Su novio trabajaba todo el día en una compañía de química por lo que no podía cuidarlo como quisiera. Algunos días salía temprano y estaba con él pero no  era lo mismo. Sin embargo, el primer fin de semana después del accidente fue uno de los mejores de la vida de ambos. Esto porque su relación se había ido estancando poco a poco y ya ni se veían después de trabajar, tan solo para dormir y llegaban tan cansados que no había energía ni para sexo, ni para conversaciones ni para nada. Se habían ido alejando lentamente y con el accidente se dieron cuenta de cuan extraños se sentían el uno frente al otro. Pero la realidad era que se amaban como siempre solo que habían olvidado expresarlo.

 Ese fin de semana el novio de Mateo, cuyo nombre era Fer, decidió hacer una cena para los dos. La cocinó el mismo y le propuso a Mateo que se arreglaran, como jugando a la cita a ciegas. Cuando Mateo vio a Fer y viceversa, fue como si se volvieran a ver después de años de separación. Se volvieron a enamorar, si es que se puede decir algo así. La cena estuvo deliciosa y conversaron de sus vidas y rieron de cosas que hacía tiempo no recordaban. Compartieron sus opiniones y tuvieron el mejor sexo de sus vidas, eso a pesar del yeso de Mateo. Al otro día fue igual y se dieron cuenta de lo que cada uno se había perdido al irse alejando por culpa del trabajo y las obligaciones.

 La semana siguiente, Fer trató de venir temprano del trabajo pero tuvieron que pedirle a la hermana de Mateo que viniese a quedarse con su hermano en las tardes, mientras se mejoraba y para que no estuviera solo. El inconveniente era que ella tenía un niño pequeño y a Mateo nunca le habían gustado los niños.  A Fer sí pero no era una necesidad ni nada para él así que nunca habían tenido que hablar de adoptar en un futuro ni nada parecido. Y era que también el hijo de la hermana de Fer no era la mejor referencia en cuanto a niños. De hecho Mateo creía que esa criatura podía ser calificada por cualquiera como un demonio, que iba de aquí para allá sin ningún orden ni contemplación, tumbando cosas y dañando otras.

 Tuvo que soportar esos días con el niño, que no hacía sino preguntarle sobre su pierna y si dolía. Mateo siempre respondía que sí y trataba de alejarse lo que más pudiera con sus muletas pero era inútil tratar de hacerlo. En la primera semana, el demonio aquel lo pateó al menos dos veces por día y lo hizo caer una vez. Cuando la hermana de Mateo vino a recogerlo lo regañó a él y le dije que tenía que aprender a caminar a menos que quisiera romperse las piernas todos los días. Estaba comprobado que el niño era el mismo diablo, convertido en una criatura pequeña y rastrera. Le sonría a Mateo de manera pícara y siempre estaba al acecho, como si fuese un pequeño león o algo por el estilo.

 La manera que tenía Mateo de alejarse de todo era encerrándose en su cuarto. Allí podía ver todos los partidos de fútbol que quisiese y también leer libros que nunca había terminado. Durante un tiempo, Mateo había soñado con escribir una novela de fantasía, como aquellas que había leído en su niñez, ahora las releía para descubrir de nuevo eso que había sentido cuando era pequeño. Tanta era su adoración por aquellos temas, que cada de podía le pedía a Fer que le leyera y él solo lo abrazaba y escuchaba cada palabra. Nunca escribió nada y sus ganas se desvanecieron cuando el fútbol se convirtió en una opción viable para vivir pero de todas maneras extrañaba la fantasía y por eso volvía a ella con el accidente.

 Pero incluso hacer algo tan simple como leer podía constituir un reto. El niño demonio hacía de las suyas por todos lados y Mateo había tenido que decirle a su hermana que lo controlara o simplemente no podían volver de visita. El ultimátum no le sintió bien a la pobre mujer que casi nunca veía a su hermano y quería compensar este hecho con ayuda en casa y compañía pero por fin se daba cuenta del verdadero problema: Mateo no soportaba los niños. Lo que hizo entonces fue hablar con su hermano y decirle que quería estar allí para él pero tenía que traer al niño también pues no tenía a nadie que lo cuidara. Estaba en la misma posición con él que con Mateo.

 Por los días siguiente, el niño calmó sus acciones. Ya no pintaba las paredes y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dibujando y fue entonces que Mateo se dio cuenta que jamás lo había visto como a un niño de ﷽﷽﷽﷽mo a un nices que Mateo se dis y no lo acosaba en su camino al baño o a comer algo. Casi todo el tiempo se la pasaba dño de  verdad. Decir algo así sonaba horrible pero era porque para Mateo, su sobrino siempre había sido más una molestia que cualquier otra cosa. Fue un día que lo vio dibujando, concentrado y en paz, en el que se dio cuenta que los niños podían no ser tan malos. Pero eso no fue lo que más le interesó sino lo que estaba dibujando el niño como tal. Eran princesas y dragones y castillos y cosas por el estilo. Los dibujos le gustaron al tío Mateo y, como quien no quiere la cosa, empezó a preguntar por ellos y el niño le explicó cada uno.

 Al día siguiente, Mateo se sentó en el sofá, donde el niño dibujaba, y empezó a leer de uno de sus libros favoritos. El año inmediatamente quedó prendado de la historia y, cuando Mateo quiso ir al baño, le rogó que siguiera sin interrupciones pues la historia se ponía cada vez más interesante. Así siguieron por los días siguiente, en los que Mateo le leyó varias historias a su sobrino, para alegría de su hermana que nunca antes había visto que el niño y su hermano se llevaran bien.  Era bonito verlos juntos en el sofá, al niño con la boca abierta mientras oía las palabras de Mateo y este último concentrado en cada palabra, casi como si estuviese actuando cada escena.

 Esto lo pudo ver Fer un viernes que pudo venir temprano del trabajo. Él y la hermana de Mateo los miraron desde la cocina y sonrieron al ver lo mucho que había cambiado el accidente a un hombre que nunca antes había querido compartir nada de sus gustos personales y mucho menos con un niño. Ese día, mientras Mateo y el niño leían, Fer y la hermana hicieron la comida. Fue uno de los mejores días pues por primera vez se sentía como si fuesen una familia verdaderamente unida. No había discusiones, solo conversación y alegría y nada más. Cuando se fueron a acostar ese día, Mateo le confesó a Fer que nunca antes se había sentido tan cercano a miembros de su familia. Había decidido que quería ver a su padre.

 Lo que pasaba con ellos era que el padre estaba orgulloso de Mateo pero nunca había aceptado por completo que a él, a su hijo lleno de testosterona, le gustaran los hombres y especialmente uno que no tenía nada que ver con el deporte. Siempre había sido algo difícil, sobre todo en las festividades de fin de año, cuando la familia siempre había acostumbrado reunirse para festejar. Decidieron ir todos: el niño, Mateo, su hermana y Fer. Los padres de Mateo vivían en una casa de campo muy alejada, pequeña y llena de animales. Fue un poco difícil cuando llegaron, pues no habían avisado pero la madre se encargó de que el padre no fuese un muro de concreto. Y por lo que parecía, los años lo habían ablandado.


 Días después, Mateo estaba jugando su primer partido y con su energía y decisión, el equipo ganó fácilmente. La celebración en el estadio fue monumental y lo primero que hizo el jugador fue besar a su novio, alzar en brazos a su sobrino y abrazar a su hermana, en ese orden. Su visión de la vida había cambiado a partir de lo que él siempre había sido, y todo por un estúpido accidente.

martes, 4 de agosto de 2015

Perfection

   His body was, in one word, perfect. He had being swimming since he was ten years old and his body had been modeled by every stroke of his arms and legs in the water. Besides, his father had inherited him with the genes of a tall figure and his mother graced him with blonde hair and green eyes. His name was Adam but he was never mocked because of his name. No biblical puns or funny names were said in school, nothing ever said a word about him in secret except what he already knew: in the eyes of every single person, he was perfect. And since he knew it from a very young age, he had developed a personality around that fact. He wasn’t cocky but he knew who he was and always-made sure people were aware of that.

 Adam, of course, had many love interests in school. He started dating at age fourteen and since then he managed to be, not only physically perfect, but also romantic and a smooth talker, enchanting anyone who would cross his path. The truth was he loved that kind of attention and also the fact that he could anyone into his world, into his arm or even his bed, if that was what he wanted. People wanted him and also wanted to be him. He even had groupies by the time he finished school and had more than enough messages in his yearbook and invitations to the prom. But then, he surprised them all by stating he was unable to attend. For many, most to be exact, it was the last time they saw Adam and they would never forget his perfection.

  He had only a couple of friends and they had insisted on him becoming a model. He did do it a couple of times for the money but wasn’t really interested in that world. He just wanted to swim and keep swimming because in the pool he became even more than Adam. In the swimming pool, facing other swimmers, he was always the best, most gracious and most threatening contestant. That was because every single person’s attention was always on him. His body was the focus point of every eye, every mobile device in the place and when he swam, people were frantic when cheering him on. They just loved him and always wanted him, perfection, to be up there, getting the first place he deserved because he was who he was.

 Adam’s parents had always been proud of their son and never actually tried to have another one. Weirdly enough, it was him who encouraged them to adopt a child when he had left home. He thought they had been great parents and told them they should spread their goodness all over the world. And so they did: they adopted James, a boy taken from a home where he had been beaten and blamed for everything. Adam served as a model for him and James became one more of his groupies. He would yell the loudest and cheer like there was no tomorrow. And Adam knew and he felt good, even better than ever because he was perfect in more than one-way.

 Was Adam full of himself? Yes, he was. But who wouldn’t be, being as perfect as he was. Any guy or girl would feel the luckiest if Adam would even talk to them for a second and so it happened when he went out with friends. Even in the darkness of the clubs, the heat and the noise, people would still move over for him to pass and for him to be first, always. It was funny to see how people treated him like a king or something even more celestial. He was almost a god and he knew it and liked it. He didn’t really took advantage of it, not even when he won a gold medal, he was always a perfect gentleman and his competitors praised him often, saying he was the definition of a good sportsman.

 But then, something changed. Adam liked challenges because he had always been able to overcome them but, this time, that wasn’t going to be possible. It wasn’t a competitor but one of his companions who made him stumble for the first time in his life. They had met only once and he had not even acknowledged Adam’s presence. He ignored him every day of the competition until the last day, when Adam won the final gold medal and the man’s friend won the bronze one. The tall blonde guy greeted his competitors and it was then when they first set eyes on each other. If they had been machines, the place would have exploded. That’s how he felt. He was so taken aback that, for the first time in his life, his expression was clueless.

 Adam went to the shower in his hotel room, and stayed there for several minutes, under very cold water. Somehow, cold water had always made him think straight, something he hadn’t been able to do for the last hour. That guy and his eyes had taken him by surprise and had moved everything that had been happening inside since he was a little boy. He decided to forget all about it just go visit his parents. But there, he noticed something inside of him had changed. He didn’t care for compliments anymore or at least not when they came form people he didn’t know. Some congratulated him for his wins in the swimming pool and girls smiled at him, but he couldn’t care less.

 That man had done something to him, that ugly little man. Adam knew he was perfect but had never bothered to compare himself to anyone, less of all in a derogatory way. But then, in his old room at night, he realized he saw that man as a little chubby asshole that had dared to confront him in his own arena. He clenched his fists with such strength; he felt his hands numb after a while. That week back home was wasted on thinking about the man that had struck his head with lighting and now wouldn’t let go. But he had more things to think about, like a career after swimming and training for the Olympics.

 Adam had decided to leave swimming competitions after the Olympics. His dream had always been winning a gold medal and register his name forever in the registry of sport’s history. He wanted to be the best and for everyone to know, now and forever, he was the best. The training was harsh and it was then when some more people realized how far from perfection Adam was. It happened first with a girl he went out in a date with. She was enthralled with the idea of meeting him but left after he told her she would be lucky to have him in any way. His eyes, his looks, they didn’t stop her from leaving the restaurant and everyone to look at him, perfect but alone and ashamed.

 It was the first time and it would happen more and more often but he decided not to ay any attention to all of it. After all, he had to train everyday for hours in order to qualify for his country into the world championships and then the Olympics. He spent almost eight months training every single day, his body hurting his psyche everyday but determined to achieve his goal. He beat every other competitor with ease and qualified for the world championships with ease. His performance then was almost perfect; blowing the minds of every single person that had ever seen such an event take place. The only failure was that in his last competition, he lost focus for a single second which put him in second place. He won the competition but he knew there was room for improvement.

 As he planned to take on modeling after leaving he swimming world, he decided to do various shoots before the Olympics. This way, he would be known both as model and as a world-class swimmer. Time passed and he became more and more focused, more and more serious about it all. He got to Olympics early and enjoyed the opening ceremony where his world began crumbling down again: in the group that had travelled with him, he could see the guy that so many years ago had won the bronze medal. What if his friend was near? What if he saw those eyes again, those eyes that seemed to look through souls and concrete alike?

 Again, he showered with cold water and began participation in the Olympic games. He won three gold medals on the same day and even shared the podium with the guy’s friend. He never saw him and his fears vanished. There was a huge party on a boat to celebrate all the medals won by the country and it was there he saw him again. His mind had clearly played with him, as he was nothing as he had imagined him for so much time. He was short and clearly not an athlete but his eyes were not only lethal but beautiful. Adam had liked men and women alike since he was a boy, he had never seen gender as a factor in a relationship but when he saw the guy, his heart skipped a beat.

 He was nervous all night. He got very drunk and kissed two different girls, promising them the world. But then disappeared, leaving the docked boat and walking to a bunch of crates, were he vomited profusely. For the first time in years, he had lost control over everything. His body was not perfect anymore and he felt horrible and weak and common. And then, he heard some footsteps. He turned his head and it was exactly the person he had thought about: the guy with thunder eyes. He felt weak again and fainted.


 The next day, he woke up in a hospital were his stomach had been cleaned and he had been treated for intoxication. The guy was not there but he felt those eyes on his head and started to scream. That day, Adam lost his mind. He wasn’t going to be a model anymore, or the sportsman of the year. His mind was gone and the only thing that was left was the memory of his fear to fail, that finally eaten away that shell called perfection.

lunes, 3 de agosto de 2015

Solo venía...

   Me despertó una luz cegadora que, cuando abrí los ojos, ya no estaba allí. Era de noche y afuera estaba todo en calma, bajo el velo de la noche. No se oía nada, ni los automóviles en la avenida cercana ni nada por el estilo. Era un buen hospital por lo visto. Yo tuve que dirigirme al baño y allí mirarme en el espejo. Mis ojos no estaban enfocando muy bien, entonces abrí la llave y me lavé la cara con vigor. Pude ver un poco mejor y entonces me devolví a la cama. Me sorprendió verla tendida. Porqué la arreglarían si era de noche? Además no me había demorado tanto en el baño como para que no se dieran cuenta que todavía estaba en la habitación. Pero bueno, no quería estar más acostado.

 Revisé un closet que había en la habitación y vi que allí no estaba mi ropa, lo que era extraño porque juraba que había visto a una enfermera dejarla allí. En cambio, había un bastón, seguramente para los pacientes mayores. Lo cogí y decidí darme una vuelta por el lugar. Es cierto que me habían operado pero no podía quedarme quieto y menos con la angustia de haber tenido una pesadilla tan rara. Esa luz me había un poco mareado y solo caminar podría tranquilizarme al menos un poco. Así que me dirigí a la puerta, extrañado de no poder ponerme mi saco porque hacía mucho frío, y giré el pomo de la puerta con suavidad. Pensé que alguien vendría a decirme que no podía e incluso me forzarían de nuevo a la cama pero nadie vino. De hecho, no había nadie en el pasillo.

 Las demás habitaciones debían estar llenas o al menos algunas. Y sin embargo no vi ninguna enfermera paseándose por el lugar. Instintivamente miré a mi muñeca pero no tenía el reloj puesto así que no había manera de saber si era demasiado tarde y de pronto ellas estaban en una especie de sala de enfermeras o algo por el estilo. Caminé, tan rápido como me permitía el bastón, hasta el final del corredor. A lo lejos vi una enfermera pero se fue antes de que pudiese decirle nada. Me dio rabia no poder gritar pero no estaba tan fuerte como pensaba y al tratar de hacerlo me dolió la cabeza con una fuerza horrible. Nunca había sentido algo así por lo que decidí ser cuidadoso. No quería provocarme algo ms serio.﷽﷽me algo mquerza horrible. Nunca habñia omo pensaba y al tratar de hacerlo me doli decirle nada. algo por el estilo. Caás serio.

 Decidí caminar hacia donde estaba la enfermera. De pronto, por un pasillo que cruzaba por el mío pasó mucha gente alrededor de una camilla. No eran solo los doctores y las enfermas quienes iban con el enfermo sino también gente que parecía venir con él, vestidos de gala. Seguramente era alguien de dinero, algún pez gordo que había comido algo en mal estado o que tenía un corazón muy viejo. Fuese lo que fuese, ninguno de los que pasó por el pasillo pareció fijarse en mi. Nadie me miró ni pareció reconocer mi presencia y, aunque ya estaba un poco harto de no encontrar a nadie, estos al menos tenían una buena excusa.

 Seguí mi camino y por fin llegué hasta una recepción. Para mi suerte, había allí una mujer supremamente aburrida que pasaba las páginas de una revista con la mayor parsimonia. Seguramente había leído la revista unas quinientas veces porque no mostraba el mayor interés ni por los artículos ni por las fotografías. Yo me le acerqué y le dije “Buenas noches”. Nada. Fue como si nadie hubiese dicho nada porque la mujer no levantó ni una sola ceja. Volví a hablar, con una voz algo más fuerte, pero tampoco, era como si la mujer fuese sorda o algo por el estilo. Y que tal si lo fuese? No, una persona sorda no podría contestar el teléfono u oír si algo serio estuviese ocurriendo en el hospital. Le hablé en más ocasiones pero ella solo cambió el brazo donde apoyaba su mentón y nada más.

 Estuve a punto de gritar y formar un escándalo que trajera a todas las personas en el hospital a esa recepción, pero no hice nada porque de una puerta salieron dos doctores y a ellos los conocía. Les iba a saludar pero pronto entraron por otra puerta, no sin antes decir que algo que lo dejó intrigado. “El caso del joven Ruiz es muy interesante”. Ese era yo, yo soy el joven Ruiz. Qué hacía que mi casa fuese interesante? De que estaban hablando si para lo único que había venido yo al hospital era para que me quitaran las famosas amígdalas. Y en ese momento me di cuenta que no me dolía la garganta. No me habían hecho nada.

 Tuve que sentarme por un momento porque  no entendía que pasaba. Se suponía que esa noche debían de extirpar mis amígdalas que, según uno del os doctores que había pasado, estaban muy hinchadas y debían sacarse pronto. Me habían prometido un dolor bastante molesto en la garganta pero también mucho helado y una vuelta a mi casa bastante pronto. Pero nada de eso había ocurrido. Me toqué al instante y me di cuenta que mis amígdalas ya no estaban inflamadas. Estaban normales. Sería por eso que mi caso era interesante? De pronto mi cuerpo había arreglado todo antes que ellos y por eso estaban tan fascinadas, porque los doctores parecían interesados y asombrados cuando pasaron hablando de mi

 Me puse de pie de golpe y entré por la puerta que ellos habían cruzado. Decía que solo permitían personal autorizado pero como la recepcionista, de nuevo, no dijo nada, pues yo seguí adelante. Otra vez era un corredor pero, al ir pasando por cada una de las puertas, pude ver que eran más que todo oficinas y consultorios. Algunos tenían gente dentro y en otros nadie. Ninguna de las personas que vi eran mis doctores y era con ellos que yo quería hablar para que resolvieran mis dudas. Seguí adelante y entonces me di cuenta que, en efecto, esta zona del hospital no era para que los pacientes estuviesen rondando o preguntando cosas que tal vez tenían la explicación más normal del mundo. Traté de devolverme pero abrí la puerta equivocada y entonces quedé sin aire.

 Tuve ganas de pegar un chillido o algo pero no pude. Solo abrí la boca y traté de sostenerme sobe mi bastón lo mejor posible. Era un cuarto bastante amplio, mucho más que cualquiera de los otros en ese mismo corredor. En la pared del fondo había varias puertas metálicas redondas y yo sabía muy bien en que lugar estaba. Era tétrico haber entrado, incluso por accidente, en la morgue del hospital. Y lo más miedoso de todo el asunto no era ver las puertas detrás de las cuales estaban los cadáveres de varios seres humanos. Lo que sí daba miedo era que delante de esa pared había seis camillas y dos de ellas estaban ocupadas. Estaba a menos de un par de metros de dos personas que habían muerte hacía nada y eso era suficiente para crisparme los nervios.

 Pero algo pasaba, algo se sentía en el aire y lo podía sentir en mi cuerpo. La reacción normal de cualquier otro hubiese sido salir corriendo pero yo no podía moverme de mi sitio. Y tampoco quería hacerlo porque, por alguna razón que todavía no entiendo, quería verlos. Esos cuerpos, esas personas, sentía que me atraían hacia ellos y que debía acercarme a verlos. Era una sensación extraña, como si alguien me manipulara desde lejos, como si no importara lo que yo pienso sino lo que alguien más pensara del asunto. Cuando me di cuenta, estaba ya al lado de una de las camillas. Sin mayor miramiento, quité la  sábana y observé.

 Era una mujer. Estaba vestida de gala y estaba muy bien arreglada, a pesar de estar muerta. Lo curioso es que estaba seguro de haberla visto antes. No era vieja ni joven, tenía una sonrisa amable pero un aspecto no tan benévolo como su sonrisa. Por fin recordé quién era: la esposa de alcalde. Habían salido en los periódicos hacía poco por un escándalo de corrupción y en todas las fotos la mujer tenía una expresión seria, un tanto sombría. Casi la misma que ahora tenía su cadáver aunque la diferencia era que su cuerpo sin vida estaba sonriendo. Eso me dio muchos nervios porque estaba seguro que no era muy normal que alguien quedase con esa sonrisa. Tomé la sábana y volví a cubrir a la mujer.

 Caminando algo robóticamente, me dirigí a la siguiente camilla pero cuando iba a retirar la sabana escuché voces afuera y me escondí detrás de unos taques de oxigeno. Entraron mis dos doctores. Hablaban animadamente, la doctora pidiéndole a su compañero que revisara el cuerpo y viera por él mismo lo que ella le había comentado.  Desde donde yo estaba no se veía muy bien, pero retiraron la sabana del cuerpo y la mujer le explicó al doctor como el paciente tenía una variedad de cáncer bastante particular. Por lo visto no era la cantidad o la expansión de la enfermedad, sino la efectividad que asombraba a la doctora. Taparon el cuerpo y se dirigieron a la puerta donde lo último que escuchó fue “y solo vino por una amigdalitis”.


 Me puse de pie sin ayuda de nada y rápidamente salté sobre el cuerpo y lo destapé. Lo que pasó después no lo entiendo y creo que nunca lo voy a entender. En todo caso ya no estoy en el hospital, sino en otro edificio que nunca antes había visto. Es siempre de día y tampoco hay nadie. Todo el tiempo camino y camino y no llego a ningún lado. Me pregunto, que fue lo que hice para estar aquí? Porqué no hay nadie que me responda? Porque estoy tan solo?

domingo, 2 de agosto de 2015

Wake me up

   Martha Grayson woke up. The first thing she felt was the morning wind and its chill. In a second, she realized she wasn’t at home, as she was meant to be. Her eyes opened slowly due to the glare of the sun, which was just above the tree line. She could smell the humidity of the grass and could also hear the quaking of some nearby ducks. She realized, as soon as she opened her eyes, that she couldn’t move. She felt weak and overpowered by her own weight and by something in her head that acted as a restraint. Attempting to move her legs or arms hurt her but as she did, she realized another fact about her condition: she was fully dressed and covered with a big overcoat.

 She inhaled slowly and exhaled in the same way. Martha did this for a while until her legs and arms became responsive and she was able, very slowly and with pain, to seat on the grass. As she sat down, she felt tremendously dizzy and very thirsty. Her mouth felt very dry and needed to drink water badly. She realized that the humidity she had detected came from the grass, which was covered in sprinkles of water. Rain had fallen the night before. And, not very far away, there was a small pond were the ducks she had heard were swimming. But then something else kicked in: she realized she didn’t know the place she was in. It seemed like a park, with tall trees all around and no people. She felt the urge to vomit but held it in order to better understand what was going on.

 With the little strength she had inside, Martha was able to stand up and walk towards the trees. She stumbled against one of them but leaned on it and inhaled deeply, as if she was about to swim. Her mind was becoming clearer but only to think, not to remember. She tried but when she did so there was nothing there. She couldn’t say how it was that the last thing she remembered was lying down in bed in her Boston apartment and now she was in some park that she had never seen. Breathing slowly, she started walking and crossed a lot of lined trees until she reached a larger pong but this one had a particular shape and she realized she did know this place but from movies and pictures. She had never been there before.

 Martha was standing by a pong that had the shape of a cross. She was on the point of the cross and, on the other side; she could see people walking by. It was a bit misty but she could distinguish a palace beyond the people and some stairs. Anxious, she almost ran, passing some people who looked at her worried. She reached a big fountain where many people were taking pictures and looked up the stairs. Her head felt about to explode but once again, she decided to breathe slowly and move on. Martha went up the stairs and was faced to a magnificent building. Yes, she did know what building it was. It was a palace and she was in Versailles, in France.

 Again, she had the urge to vomit but contained it. An elderly woman and her husband came near her and spoke French. She had no idea what they said but the woman offered her a bottle of water, which she drank hastily and almost completely. She apologized in English and asked them where the exit was. They seemed to understand because they pointed towards the palace. She thanked them and left rather fast. She ran past some tourists and through a gift shop and a few moments after she was running down a square but she stopped suddenly, realizing she had no idea where to go. She checked her pockets and realized that she had no money, bank notes or coins. Nothing.

 She decided to approach some tourists and asked them in English to help her with some coins as she had lost her husband and wanted to call him to his cellphone. Of course, the story was a fake but many people, seeing the state she was in, decided to help her and in no time she had at least five euros in her pockets. She thanked her last helper and headed for a store but then she saw a sign pointing to the nearest train station and realized it was best if she got to the city, to the embassy if necessary. She didn’t want to overthink her situation, but it had to be something the authorities of both countries would be kind enough to discuss. So she headed for the station and bought a ticket for downtown Paris.

Martha didn’t have to wait much for the train. It was almost empty, as it was too early for anyone to go into the city. Tourists were just arriving and she was the only foreigner leaving the small town. She sat down far from anyone else and, as she saw the French village and some buildings, she tried to remember. Her name was Martha Grayson. She was thirty-four years old; she had a fiancée called Michael Gregson and a dog named Larry. Her parents had died several years ago in a car crash and she worked in a back as an accountant. The last day she remembered in full had been a great one: Michael had invited her to a very nice restaurant and had asked for her hand in marriage. She had cried and they had celebrated with champagne.

 But then, when she tried to remember what had happened after she had arrived home, she realized that nothing was there. Martha knew she had come home, called her best friend Ellie and then went to bed early in order to wake up early in order to go shop with Michael for their rings. But if that had happened at all, she had no idea. The next thing she remembered was waking up in that park, with different clothes that the last day she remembered. The train went into a tunnel and the lights flickered, which made her come back to reality and think about what it was she was going to do next. The smartest thing was to go to the local police and tell them she had been abducted… or something like that.

 The train stopped at Invalides station, which seemed to be an interchange. Martha supposed the police would have a post there or something. But maybe it was too early or she had made a wrong turn because the next thing she knew was that she was on the street. She started walking towards an avenue and tried to talk to people but they seemed much less receptive than the tourists in Versailles. If she was correct, it was a weekday and Parisians were getting to their jobs. So there was no wonder about way they were being so aggressive and not helpful. She tried to find a cop but there were no security agents nearby. She decided to cross the Seine and look for the embassy by herself. She supposed it had to be near all the central places and she thought she was just there.

 But as she crossed the Alexander II Bridge she saw someone that made her head hurt more than anything else before. It was a very blonde and tall woman and she looked lost too, even more than her. She felt she could remember her from somewhere but the memory had apparently being lost. Trying to focus on the moment, she walked towards the woman but before she did the blonde collapsed and was surrounded by scared people and then the police finally arrived. The only thing Martha was able to see was the fact that the women had some sort of foam coming out of her mouth and was convulsing before she finally stopped all movements. It was the most horrible thing Martha had ever seen.

 Shocked but scared, she walked to a cop and tried to make him understand. He didn’t know English but his partner did and she asked him, or better yet, begged him to take her to the embassy. She was so worried that her head began to turn wildly and blood started coming out of her nose. The next thing she remembered was waking up in a hospital bed, as weak as before. She looked at the window and realized it was night. She was scared again, thinking she might have been kidnapped again or that maybe it was all some sort of dream or a sick joke. Then the door flung open and a young woman entered, smiling at Martha.

 She sat down slowly and didn’t stop smiling. When Martha tried to talk, she was the one to speak first. Her name was Linda Hamilton and she worked with the American consulate in Paris. They had been called by the local authorities, which told them a woman who claimed to be an American national had fainted after witnessing the death of another woman. Then, Martha started telling her story and Linda didn’t stop her. She just listened and registered every word Martha said, as if she was a computer. She didn’t say a word until Martha was done and a nurse came in to check her pulse. Her heart was pounding and the nurse injected something in her IV. Martha calmed down immediately and Linda smiled again.


 The woman then told Martha that they had checked her identity. She had been reported missing three days ago in Boston. The woman she had seen on the bridge, and was now dead, was a Latvian national who had died from a compound also found in Martha’s blood but in a much smaller dose. Linda told her that police were suspecting of a serial killer that worked in an international level or maybe some sort of women trafficking ring. But she assured Martha that she had no signs of sexual assault. Linda left and Martha was left alone to rest. But she couldn’t. She had been dumped by someone in a park on the other side of the world and, now that she had woken up, she remembered something more that frightened her: she neglected to tell Linda that there was a face and a voice in her head and she knew who they belong to.