martes, 5 de enero de 2016

Un momento

   Era de noche pero la oscuridad estaba lejos de ser total. Al fin y al cabo era el centro de la ciudad y no dejaba nunca de estar bien iluminado, como si las sombras perdidas en la oscuridad necesitaran algún tipo de competencia. Se podía oír el susurrar del viento frío del invierno, así como el agua goteando por todos lados. La lluvia había caído más temprano y había dejado charcos y humedad por doquier.

 El goteo fue apagado entonces por el rumor de unos pasos lejanos, que se fueron acercando al centro de la ciudad con bastante prisa. El sonido de los tacones sobre las piedras de las calles resonaba bastante por todos lados y era probable que más de una persona, medio dormida o noctambula, hubiese escuchado el ruido que había roto con la paz de la noche.

 La culpable era una mujer que llevaba un pequeño bolso en la mano, con la correa rota. Una de sus medias veladas tenía un par de agujeros y su maquillaje y cabello eran un caos. La mujer corrió varias calles hasta que se detuvo en la plaza principal y se dio cuenta donde estaba. Ella había estado tan distraída corriendo, escapando, que no se había dado ni cuenta hacia donde lo había hecho. Se dejó caer en el andén que enmarcaba la plaza y miro la torre del reloj que coronaba el edificio principal del lugar.

 El edificio estaba bien iluminado con una luz blanca que lo hacia parecer como si fuera más de lo que era. No era la residencia de un dios o de los ángeles, no eran una oficina de caridad o de ayuda a los desposeídos. Era solo un edificio que hoy era un museo pequeño y que otrora había jugado el papel de centro de recepción de esclavos traídos del Nuevo Mundo.

 No llegaban muchos pero los que se traían servían como servidumbre en casas de alta alcurnia o simplemente eran trabajadores en plantaciones nuevas en esa época como de naranjas u otros frutos traídos con ellos en los barcos. Por ese edificio, hoy tan decente y tan celestial, habían pasado personas al borde de la muerte que habían sido consideradas menos que los cultivos que iban a ayudar a crecer y a cuidar.

 La mujer miró por largo rato al edificio y luego a los otros inmuebles que enmarcaban la plaza. Era como si fuese la primera vez que estaba allí. Y casi lo era pues desde que había llegado a ese país, no había tenido mucha oportunidad de pasearse por sus calles o conocer las principales atracciones. Como los esclavos del pasado, ella también había llegado a un edificio, una casa de hecho, en la que la habían recibido y revisado para que desempeñara el trabajo del que hoy había huido.

 El nombre que le habían dado era Kenia, pero ella no venía de allí ni sabía nada de ese país. Sin embargo le habían dicho que siempre dijera ese nombre y no el que tenía de verdad porque con los clientes todo debía ser una fantasía, una charada tras otra, sin parar. Porque la verdad era que a ellos les daba igual si se llamaba Kenia, Jessica o Valeria. Ellos querían su cuerpo y por eso era que pagaban.

 Kenia, o como fuere que se llamase, sabía bien a lo que había venido cuando viajó desde su verdadero país y se instaló en esa bien iluminada y bien planeada ciudad europea.  Lo sabía todo y se había preparado para ello mentalmente aunque eso no quitaba que la primera vez fuese la más incomoda de su vida. Al mismo tiempo, había sido su primera vez con quien fuere y ella trató de no darle importancia pero ese evento siempre lo tiene, se quiera o no.

 Eso sí, después todo fue más fácil o al menos pasable. Había estado dos años trabajando y había visto de todo. Incluso la habían arrestado una vez pero la habían dejado ir gracias al idiota que la había contratado.

 Pero ella no quería quedarse ahí toda la vida. Aunque sabía lo que había venido a hacer, no había planeado hacerlo para siempre. Su plan consistía en trabajar lo suficiente para ganar un buen dinero y luego salirse de ese mundo y encontrar un trabajo decente, estudiar y luego, si fuese posible, tener una buena familia. En el mundo no tenía a nadie y eso había ayudado a su temeraria decisión.

 Se quitó los tacones y las medias y puso los pies con cuidado sobre el suelo empedrado de la plaza. Obviamente el suelo estaba algo sucio pero no le importaba, solo quería sentir algo de frío en sus adoloridos pies y así poder relajarse y quitarse de la cabeza todo lo que tenía para pensar.

 Se dio cuenta que era placentero estar en esa plaza sola, con las luces iluminándolo todo. Era como si la ciudad misma le diera a ella un regalo por su esfuerzo, como si todas las luces estuviesen encendidas solo para ella. Por un momento imaginó que era otra, que bailaba en una gran salón con muchos invitados, como las damas de las películas. Quería un vestido rojo y estar maquillada y peinada para la ocasión. Tener un compañero de baile decente e ideal, diferente a los hombres que conocía.

 Pero entonces la realidad rompió su fantasía y recordó que hombres como ese probablemente ni existían o al menos no en su mundo y era su mundo el que le debía de importar porque no había otro al que pudiese huir ahora mismo. No había nada para ella que no fuera la prostitución y eso lo sabía bien. Tenía deudas y estaba amarrada a lo que hacía y a todo lo que eso conllevaba. Soltarse, ser libre, no iba a ser jamás tan fácil como la gente podía pensarlo.

 Sacó de su bolso algo de papel higiénico y se limpio un pie y luego el otro, después poniéndolos de vuelta a los tacones pero sin medias. Se levantó torpemente sobre el suelo empedrado y empezó a caminar hacia una de las calles que salían de la plaza. Era la opuesta a la que había usado para entrar pero no lo había pensado siquiera. Solo quería seguir caminando para siempre, como si eso pudiese hacerse.

 Lo bueno, pensó, era que no estaba atrapada físicamente como muchas de las chicas que encerraban en casas y las habían trabajar hasta que las pobres eran victimas de algún crimen horrible o simplemente lo hacían hasta que escapaban de alguna manera y nunca más se las veía. Ella estaba segura de que las mataban y simplemente no se encontraban los cadáveres porque a nadie le interesaba buscar prostitutas muertas. Y si se les encontraba, no era algo para mostrar en los noticieros de la noche. País rico o país pobre, las cosas a veces no son tan distintas.

 Salió a una avenida y se dio cuenta que el autobús nocturno debía de estar circulando. Caminó hasta la parada más cercana y verificó si el servicio que pasaba le servía. Como le venía bien, se sentó a esperar. Cuando miró la publicidad que había a un lado de la parada, se dio cuenta lo mal que iba, el maquillaje por todos lados y el bolso roto, sin medias y la blusa con manchas. Sacó otro poco de papel y se quitó el maquillaje lo mejor que pudo, al menos para no parecer una maniática. Lo de la blusa era más difícil.

 Menos mal no era una noche fría porque había dejado su abrigo en donde el cliente y no pensaba nunca más ir adonde ese hombre. No solo uno de esos racistas que a la vez no lo son, sino que olía mal y no porque sudara ni nada parecido sino porque su olor como ser humano era inmundo. Su presencia podía pasar como la de un hombre de negocios respetable pero ella sabía que cualquiera se sorprendería con lo retorcido de su mente.

 Ella solo salió de allí apenas la bestia cayó después de terminar. La pobre mujer se limpió la cara y un poco el cuerpo antes de salir, asqueada de si misma y del hombre y de lo que hacía para poder vivir.

 Cuando el bus llegó por fin, ella pagó su pasaje con las monedas que tenía y entonces se dio cuenta que no había recibido el pago por estar con ese animal. Quiso golpearse a si misma mientras se sentaba en la parte trasera del bus, pero ya era muy tarde para eso. Ahora lo importante era ver que pasaría mañana, como haría para pagar sus cosas, el alquiler y todo lo demás. Además quería evitar el trabajo, al menos por un par de días, y eso también estaría complicado, viendo que daba su teléfono a los clientes que frecuentaba más a menudo.


 En su viaje a casa, que duró casi una hora, se dio cuenta que ese momento sola en la plaza había sido casi un milagro pues había podido soñar despierta y respirar al menos una vez, cosa que jamás había hecho en los dos años que llevaba en la ciudad. Trató de relajarse en el bus también pero no pudo, pues al ver a través del vidrio mojado hacia la oscuridad de la noche, solo podía ver sus errores, uno tras otro, y la promesa de que su vida no iba cambiar de la noche a la mañana.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

AVISO / NOTICE

ES: Hola. Les escribo este pequeño mensaje para avisarles que, por algunos días, no habrá nuevas entradas en el blog. Esto porque me encuentro de vacaciones y se me dificulta por tiempo (y cansancio) escribir todos los días como lo vengo haciendo desde hace casi un año y medio.

Espero comprendan. Es posible que escriba alguno de estos días pero espero retomar en forma el próxima 5 de enero.  En todo caso, estaré compartiendo algunos textos pasados así que por favor síganme en Google + para estar pendientes.

Saludos y Feliz Navidad !

EN: Hello. I write this small text to you all to tell you that, for a few days, there will be no new entries on the blog. This is because I'm on holiday and it's difficult to find the time to do it (I'm always tired too) every day, as I have been doing it for almost a year and a half.

I hope you understand. I may write one of these days but I expect to be fully writing again on January 5th. Anyway, I will be sharing some past texts so be sure to follow me on Google + for that.

Greetings and Merry Christmas !

sábado, 19 de diciembre de 2015

Pilot in the stars

   The rumors were true. The whole colony had been dreading it would happen again, some day, and it had finally happened. Scouts and explorers coming in and out of the Field confirmed the destruction of an entire planet. According to them, the explosion was still visible in the nearby sectors and it was impossible to pass through the area. Many freighters had to take longer routes to rich worlds nearby, as the rocks that were floating around were sampling to big for such slow ships to handle.

 For the colony, this was especially difficult news. After all, it had been established many years ago precisely because a mad man had destroyed their former planet and they had to resettle in an asteroid field. Somehow they were the only ones, or at least had that idea in mind, that understood how real war felt like and how scary fanatics could be. That’s why they knew it would happen again and it did.

 Some of the colonists cried when they heard the news of the destruction, even more when they learned it had been a planet with a very large population and that had no why of responding to an attack of that magnitude. They had just died, with no way of even knowing they were going to die. The small room that served as temple to all religions in the colony was filled with flowers, one for each inhabitant. The guy that owned the flower shop was both happy and sad.

 Younger colonists, like Gregor, were not as hurt by the destruction of the planet as their parents. They understood it was something awful but hadn’t been old enough to feel their planet been destroyed in order to have something to compare the feeling to. Besides, Gregor’s parents had been mining in a far away planet when theirs was destroyed. According to them, it was something they felt deep in their hearts and it their minds, but Gregor was too young back then and did not remember feeling anything.

 Young colonists also worked and had responsibilities like helping around in the cargo area or in the commercial zone. The idea of the colony was that everyone could give something of themselves to make it all better for all inhabitants of the colony. It was a nice sentiment but difficult to handle as many passers by came in their lives for a few days and even a few hours. Ships came and went from the colony, used as a stopping point to refuel or have a decent meal before preceding their journey.

 Pilots were normally very talkative people and the colony was rather closed to the outside world so every piece of news came from them. It was often boring to hear them talking about the same old subjects but sometimes they did have very interesting insights about the other inhabited planets in the galaxy and the power players beyond the Field.

 Gregor was always interested in hearing the pilots talk. There was something in the way they told their stories, something so intimate and also universal, that made him want to leave the Field and get to know the world for himself. Once, sitting around fixing a machine in his family’s quarters, he decided to test the waters and get a conversation going with his parents about pilots and what they thought of them.

 His mother was a bit scared of them, not only because some of them were aliens, and she wasn’t still very used to that, but because they took so many risks when going from one place to the other. In her mind, the galaxy was a very dangerous place, filled with villainous creatures. His dad was, on the other hand, very interested in them but knew that their job was very difficult and sometimes even deadly. Pilots took many risks and not everyone was built to be one of them.

 Silence followed the conversation and Gregor broke it, by announcing he would love to be a pilot someday. His parents reacted in horror, dropping what they were doing, and looking at him as if he was sick. It was the first time they told him to go to his room and stay there doing nothing. They always wanted him to be helping, to be doing stuff, but now they just wanted him to be isolated and locked behind a door so he could think about what he had said and they could think how to counter that.

 The thing is, of course, it wasn’t and idea he had elaborated on that day. Gregor had been thinking of becoming a pilot for a long time. He even discussed it with a couple of pilots that told him that new blood was always needed but that it was essential that he had the courage to do what they sometimes didn’t have a choice of doing. Some of them had killed people, defending their cargo, their crew or their passengers. They were skilled not only in flying ships but also in different kinds of combat.

 It was a difficult thing for Gregor as any type of weapon was forbidden in the planet and any fights meant jail. The colony had gone out of its way to ensure that its inhabitants could live a life better than the one in other places. They thought that by banning violence, they would avoid it altogether, forever. But that wasn’t the case. After all it was a spaceport and fights always broke out and authorities couldn’t just arrest pilots transporting important cargo.

 That night he spent in his room; Gregor used it to think about what he was going to do with his life.  He really wanted to go away, to leave the colony and get to know other places and he was sure he could be a great pilot, even if he had never even tried to pilot anything.

 Decided and realizing his parents would never let him to do what he wanted, Gregor decided to just leave one night and try his luck in the outside world. He knew he could die or something worse but he didn’t mind. He was sick of staying behind, of just waiting for things to happen in his life. He wanted to be amazed by the galaxy and to see all that every planet had to offer with his own two eyes.

 One night, he went out of his room and left home with only a small bag with clothes and other essentials. His parents had not talked to him after their failed conversation and he was still hurt by it so he didn’t left them any kind of letter telling them what he was about to do. He just left and ran through corridor and hangars in order to get to the cargo area, were ships were refueled and taken care of.

 Gregor hid behind some crates containing food and waited until the workers left. It was well known that no ships could leave for some hours in the night, so he just waited there for all the workers to leave. The flight prohibition was only good for a couple of hours but it was more than enough for him to sneak into one of the ships and hide inside it. Once they realized he was there, it would be too late and no pilot would go back just for a kid escaping his parents.

 He entered the nearest ship, a typical cargo freighter, and hid between the tanks it was transporting. As he was not very tall and skinny, he could easily hide sitting down among all those tanks. After some minutes, he realized those were fuel tanks and decided it was maybe not a very good idea to travel near any of that. After all, it could blow it in any given second and his journey would be over.

 The ship next to that one was transporting cages and something made an awful noise inside of them. The third and last ship carried the typical crates and he went for it but wanted to go back as soon as he felt the awful smell in his nostrils. It was really awful, probably some kind of food considered a delicacy in another world but certainly not in the Field. He was about to leave when the ship closed its back door and he was trapped.


 He hadn’t realized the prohibition was over and all three ships departed at the same time. He had to hide there, among the stench, and try not to be detected. But after a while he just couldn’t hold it and started coughing like a lunatic. It was too loud for the pilot to ignore it. The door to the cockpit opened and Gregor was surprised to see a very tall women look at him and say: “You’re gonna die if you stay here. Come”. And he did and that’s how his big adventure started.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Extraña llamada

   No recuerdo muy bien de que estábamos hablando pero sí que recuerdo que íbamos por la zona de la ciudad que empezaba a elevarse a cause de la presencia de las montañas. Como en toda ciudad de primer mundo, todo estaba cuidadosamente organizado y parecía que no había mucho campo para algo estuviera mal puesto o que un edificio fuese muy diferente al siguiente. Todo era muy homogéneo pero con el sol del verano no parecía ser un mundo monótono sino muy al contrario, parecía que toda la gente era auténticamente feliz, incluso aquellos que sacaban la basura o paseaban a su perro.

 Con mi amigo hablábamos a ratos, hacíamos pausas para mirar el entorno. Nos entendíamos aunque tengo que decir que amigos de pronto era una palabra demasiado grande para describir nuestra relación. La verdad era que habíamos sido compañeros de universidad, de esos que tienen clases juntos pero se hablan poco, y nos habíamos encontrado en el avión llegando a esta ciudad. Como por no ir a la deriva y tener alguien con quién hablar, decidimos tácitamente que iríamos juntos a dar paseos con la ciudad, con la posibilidad de separarnos cuando cualquiera de los dos lo deseara. Al fin y al cabo que ninguno de los dos conocía gente en la ciudad y no estaba mal compartir experiencias con alguien.

 Ese día estábamos juntos pero fui yo, cansado, el que me senté contra el muro de un local comercial cerrado junto a unos hombres de los que solo me había percatado que tenían la ropa blanca. Ellos estaban agachados pero no sentados, seguramente para evitar manchar sus pantalones blancos. Me di cuenta que me miraban hacia el otro lado de la calle por lo que yo también hice lo mismo. Era la esquina de una de esas cuadras perfectamente cuadradas de la ciudad. Había dos grandes locales: uno daba entrada a un teatro en el que, justo cuando voltee a mirar, apagaron las luces del vestíbulo. El otro local era una pizzería donde algunas personas se reunían a beber y comer.

 De pronto los hombres se levantaron y se dirigieron hacia el teatro. Sin explicación alguna, yo también me puse de pie y los seguí. No le avisé a mi amigo por lo que él se quedó allí, mirando su celular. Yo entré al teatro que tenía sus luces encendidas de nuevo pero decidí no acercarme al punto de venta de billetes porque no hubiera sabido que decir. En cambio me senté en unas sillas vacías, como de sala de espera. Desde allí pude ver que los actores que había visto afuera estaban discutiendo con alguien que parecía trabajar allí también. No se veían muy contentos. La conversación terminó abruptamente y los actores se acercaron a mi. Me asusté por un momento pero solo se sentaron en las sillas al lado mío, hablando entre ellos y después quedando en silencio.

 No sé porque lo hice porque normalmente no soy chismoso ni me meto en las cosas de los demás, pero allí estaba en ese teatro sin razón alguna. Y cuando el actor sacó su celular, el mismo actor junto al que me había sentado afuera, no pude evitar mirar la pantalla. Solo vi que era un mensaje de texto pero no tenía tan buena vista como para leerlo y la verdad no quería ser tan obvio, así que me puse a mirar los afiches de obras pasadas que había en un muro opuesto, como si me interesaran.

 El hombre entonces se puso de pie y se dirigió adonde había unos teléfonos. Por un momento ignoré que la presencia de esos aparatos fuera una reliquia del pasado pero no dudé su presencia allí. Mi amigo llegó justo en ese momento, dándome un codazo y preguntándome porqué lo había dejado solo afuera. Solo le pedí que hiciera silencio y nada más. No podía explicarle porque estaba allí.

 Miré al hombre hablar por teléfono durante un rato. Quería saber que estaban diciendo, quería saber qué era lo que decía y con quién hablaba. Era un presentimiento muy extraño, pero sabía que en todo el asunto había algo raro, algo que había que entender y que no era solo entre esos personajes sino entre todos los que estábamos allí, incluso mi muy despistado amigo. Era una sensación que no me podía quitar de encima.

 Cuando el hombre colgó, lo vi acercarse pero me dirigí a mi amigo cuando ya estaba muy cerca. Le dije muy crípticamente, incluso para mí, que nos iríamos en un rato. No tengo ni idea porqué le dije eso pero estaba seguro de que era cierto.

 El actor se me sentó al lado visiblemente compungido. Lo que sea que había hablado al teléfono no lo había recibido muy bien. Se había puesto pálido y era obvio que sudaba por el brillo en sus manos. Podía sentir su preocupación en la manera en que respiraba, en como miraba a un lado y a otro sin en verdad mirar a nada y a nadie.

 Mi celular entonces timbró una vez, con un sonido ensordecedor. Como lo tenía en el bolsillo, el volumen debía haberse subido o algo por el estilo, aunque con los celulares más recientes eso no era muy posible. Al sacarlo del pantalón y ver la pantalla, vi que era un mensaje de audio enviado por Whatsapp. El número del que provenía era desconocido. Miré a un lado y a otro antes de proceder. Desbloqué mi teléfono y la aplicación se abrió.

 El audio comenzó a sonar estrepitosamente. Era la voz del actor que estaba al lado mío que inundó la sala y la de otro hombre. Torpemente tomé el celular en una mano y la mano de mi amigo en la otra y lo halé hacia el exterior. Él no entendía nada pero como yo tampoco, eso no importaba.

 Lo hice correr varias calles hasta que estuve seguro que no nos había seguido nadie. Fue un poco incomodo cuando nos detuvimos darme cuenta que todavía tenía la mano de mi compañero de universidad en la mía. La solté con suavidad, como para que no se notara lo confundido que estaba, por eso y por todo lo demás.

 La voz me había taladrado la cabeza y eso que no había entendido muy bien lo que decían. Miré mi teléfono y el audio se había pausado pero yo estaba seguro que no habían sido mis vanos intentos por apagar el aparato los que habían causado que se detuviera el sonido. Con mi amigo caminamos en silencio unas calles más hasta la estación de metro más cercana, pasamos los torniquetes y nos sentamos en un banco mirando al andén. Allí saqué mi celular de nuevo y vi que el sonido ya era normal. Miré a mi amigo y él entendió. Puse el celular entre nosotros y escuchamos.

 Primero iba la voz del actor, que contestaba el teléfono en el teatro. La voz que le respondía era gruesa y áspera, como la de alguien que fuma demasiado. Era obvio que el actor se sentía intimidado por ella. Sin embargo, le preguntó a la voz que quería y esta le había respondido que era hora de que le pagara por el favor que le había hecho. La voz del pobre hombre se partió justo ahí y empezó a gimotear y a pedirle a la voz gruesa más tiempo, puesto que según él no había sido suficiente con el que había tenido hasta ahora.

 Esto no alegró a la voz gruesa que de pronto se volvió más siniestra y le dijo que nadie le decía a él como hacer sus negocios ni como definirlos, fuera con tiempo o con lo que fuera. Le tenía que pagar y lo amenazó con ir el mismo por todo lo que le había dado, además de por su paga que ya no era suficiente por si sola. Antes de colgar, la voz de ultratumba hizo un sonido extraño, como de chirrido metálico.

 El tren llegó y nos metimos entre las personas. Adentro compartimos con mi amigo un rincón en el que estuvimos de pie todo el recorrido. Solo nos mirábamos, largo y tendido, como si habláramos sin parar solo con la vista. Pero nuestra mirada no era de cariño ni de entendimiento, era de absoluto terror. Había algo en lo que habíamos escuchado que era simplemente tenebroso.  Por alguna razón, no era una amenaza normal la que habíamos oído.

 Llegamos a nuestra estación. Bajamos y subimos a la superficie con lentitud, sin amontonarnos con la masa. No nos miramos más ese día, tal vez por miedo a ver en los ojos del otro aquello que más temíamos de esa conversación, de ese momento extraño.

 Esa noche no pude dormir. Marqué al número que me había enviado el audio pero al parecer la línea ya estaba fuera de servicio. No escuché la conversación de nuevo por físico susto, porqué sabía que entonces nunca dormiría en paz.


 Hacia las dos de la mañana tocaron en mi puerta y creo que casi me orino encima del miedo. Esto en un par de segundos. Fue después que oí la voz de mi amigo. Lo dejé pasar y esa noche nos la pasamos hablando y compartiendo todo el resto de nuestras vidas, creo yo que con la esperanza de que sacar a flote otros recuerdos nos ayudara a olvidar esa extraña experiencia que habíamos tenido juntos.

jueves, 17 de diciembre de 2015

War there, peace here

   The park slowly fell into disuse. First, because it was all the way up the hill, something that had been a prime feature of the place but later was seen as just a silly way to make people pay more money for just some rides that they could easily find somewhere else. The rollercoaster, the ferris wheel, the bumpers cars and all those stands where you could get food and silly prizes were still there fifty years later but in a very different state.

 The city had wanted to dismantle the park but it would have been really expensive and it wasn’t a very rich area to pay for anything that big so they decided to send a team of experts to define if the park was safe as it was or if it had to be demolished, at least partially.

 It was a team of only three people that checked every single machine and structure for a period of five days. They used special devices to help them and took pictures. They were very noticeable in town because it wasn’t a very big city and people knew each other really well. It wasn’t a secret that most people believe the park should be left alone, as it had memories for many of the inhabitants of town but also because it was a very obvious and unique feature of town to have the park overlooking them from a hill. It was something like out of a movie.

 By the end of their studies, the team agreed the park was safe and that only some parts of the rollercoaster should be either demolished or repaired in order to avoid a future collapse. What surprised everyone was that the city council did nothing with the study and decided to file everything concerning the park. As they saw it, it was a place that was out of bounds, so if something collapsed no one would be hurt. After all, a perimeter fence had been built around the park many years ago and they could still manage to electrify it in order to keep out any intruders.

 The citizens were not very happy about this, as it would mean that a portion of the city’s electricity would go to a place no one cared about anymore. Some people presented their complaints but nothing happened. So the subject was left alone for a long time and people eventually forgot about the danger the study had shown, the electrified fence and so many other details that the council had omitted about the park.

 In the period of time that followed, the park was only seen as a feature of the city, like the rest of the hills and the forest to one side and the lake to the other. It was just something that was there and that no one really cared about a lot. It was ten years later, when young people, who didn’t know anything about the park and all that had happened with it, decided to are each other to cross the fence and get into the park. No one really knows why that came up but it did.

 They weren’t surprised when the first boy started climbing the fence and wasn’t electrocuted. Inadvertently, they had been the first people to realize that the perimeter fence of the park had not been electrified in many years. Actually, it had only been like that for a few months until the city dropped it. However, the townsfolk were never notified so they still thought safety was paramount among the rulers of the town.

 The kids loved to enter the park and eventually someone brought a pair of industrial cutters and made a whole on the fence in order for everyone to come in and just play around. Important to say they were just children and young adults, the oldest been twenty-five years old. The young ones liked to go around and destroy what could be destroyed, as well as use the former walkways as places to play baseball, pee and practice their shooting with toy guns. In the summer, they changed that to water guns.

 Meanwhile, the older new visitors went all the way up there to have beer and smoke cigarettes or marihuana. There was no place in town to do any of that without someone’s parents been aware of them so it was like a gold mine when they realized no one was looking at them in the park. Many got really drunk and passed out but friends would always help the guy or girl in trouble: they would help the person eat something, vomit as much as they needed to and then help them go home and say they had been food poisoned.

 Surprisingly, parents were very slow to understand what was happening and there’s no way to blame them as the country had entered another war in a far away land and many of the sons of the town had decided to go and defend the honor of their land. The truth behind this was that unemployment was rampant, which combined by the very traditional values of the region, made for a large part of the population supporting that war and being very proud that their children were participating in it.

 When they began to be killed, pride mutated into despair and worry and the fact that kids were smoking and drinking and playing in a dangerous place, was not really an important thing in the parent’s lives. They wanted to win that war but also see their boys, and in some cases girls, come back. The first coffins arrived only five months after the war had started.

 The perpetual state of mourning and overused patriotism was the perfect veil the younger kids needed to go to the park in the hill and just get away from their parents who spent every second of their day putting flags in every corner of the house or watching TV, usually the most fanatic TV station ever.

 They’d rather be shooting their toy guns to the roller coaster’s pillars or from the lower seats in the ferris wheel. It was amazing how the ambiance changed from the town square to the hill park. In the hill everyone laughed and ran and you could always pick up some gossip from the girl that sat in the benches to talk about their schoolmates. Even pets were allowed now as kids brought their dogs and other animals for their classmates and friends to meet.

 The truth is the place had become a kind of haven for children that were ignored at home. If the parents weren’t there for them, their friends would be. Many became friends after meeting in the park and many fell in love there too, initiating many relationships that would last for years and years, although kids had no idea of this.

 Even things as forbidden as two boys kissing was normal in their little world up in the hill, no one said anything to the boys that did it because there was an unspoken agreement that no one would judge anyone for anything they did, unless it was pretty violent or just wrong. For example, a group of kids saved a girl from being raped by some guy in one of the bumper cars and they decided to form some sort of security group, telling others to be aware of their surroundings at all time.

 Life was good for those kids and teenagers. And it was just like that for some years until an accident happened, the one that eventually was set to happen: the rollercoaster collapsed and killed two children and destroyed part of the fence and toppled trees that were located down the hill. As everyone in town was able to see the tragedy, no one was able to ignore reality anymore.

 Parents grieved now for the kids they had at home and realized what the city had done to them. Lawsuits ensued and media frenzy was created, as people loved all the drama and the tragedy behind this story.

Meanwhile, kids mourned their dead too and mourned the loss of the only place they had to be themselves, to enjoy being young in a world were adults were crazy enough to praise children going to war. The ones in the park talked about the subject often and thought all their parents were insane, even if none of them had said that to them ever.


After the tragedy, the town went back to worrying about those who had left willingly to die. But kids wouldn’t take it anymore. It all started with a twelve year old grabbing all the national flags in the house, piling ALL of them and burning them at the backyard. War had come home.