miércoles, 13 de enero de 2016

Perro del fin del mundo

   El perro dejaba las marcas de sus patas en la playa pero se iban borrando tan pronto pisaba. El arena estaba muy húmeda en esa zona y nada duraba allí, ni siquiera las plantas, que habían decidido retirarse a la zona más alta de la playa. La textura hacía parecer que ya no fuera arena sino que fuese una especie de lodo pegajoso pero el perro casi no lo notaba pues avanzaba a paso lento pero seguro por la franja costera.

 El pobre animal había estado caminando por días y por eso las ganas y la energía para trotar habían dejado su cuerpo hacía mucho. El agua sabía extraño por esas partes así que también estaba algo deshidratado pero de todas maneras seguía caminando, seguro de que sus patas lo llevarían al lugar al que quería ir. Lo que hacía era seguir su instinto y ese campo electromagnético que todos los seres vivos sienten que los atrae a ciertos lugares y que los repele de otros. Él no lo entendía pero de todas maneras hacía lo que tenía que hacer.

 De repente de la arena salió un cangrejo. Era grande y había quedado quieto al ver al perro. Sus pinzas se abrían y cerraban despacio y producía algo de espuma en su boca. Parecía pensar en algo. El perro solo lo miraba. Le hubiese gustado ladrarle o perseguirlo o hacer algo más que no fuese quedársele mirando como un tonto pero sabía que llevaría las perder así pudiera hace cualquier de esas cosas. No estaba en condiciones para pelear con nadie, sobre todo si ese alguien tenía armas incorporadas.

 El cangrejo finalmente se movió a un lado, como si tuviera intenciones de meterse al mar, pero lo que hizo fue dar una vuelta cerrada y caminar en la dirección que el perro estaba siguiendo. Entendiendo que tenía que continuar, el perro siguió al cangrejo por un largo tiempo. Tanto tiempo fue que la noche se acercaba, con la tarde tiñéndose de un rojo absoluto que reinaba el mundo desde hacía un buen tiempo.

 Caminaron más, hasta que el frescor de la noche llegó y todo pareció estar incluso más calmado que antes. Eso sí, las noches no eran como antes cuando los insectos hacían conciertos por aquí y por allá, alegrando cada jardín y cada espacio salvaje con sus canciones. Ya no había muchos insectos y los que quedaban no eran del tipo que cantaban, más bien del tipo que comían carne en descomposición.

 Cuando la luna empezó a iluminar el paisaje costero, el cangrejo por fin se detuvo y el perro se le acercó. La criatura marina no lo atacó, solo se retiro por fin al mar, dejando que las suaves olas lo fueran envolviendo hasta que fuese arrastrado al fondo. Cuando el perro no lo vio más, se dio cuenta de dónde estaba: la desembocadura de un riachuelo, una fuente de agua dulce que no había visto en varios días.

 El perro se acercó con cuidado, bajando una pequeña pendiente que daba al río como tal. Bueno, río no era porque era casi un hilo de agua el que podía llegar hasta el mar, pero era más que suficiente para beber y recuperar fuerzas. El perro bebió y bebió sin cansarse, ingiriendo toda la cantidad de liquido que su cuerpo pudiese aguantar. Cuando por fin se sintió satisfecho, mucho tiempo después de que el cangrejo desapareciera, se echó en la parte superior de la pendiente y durmió a pierna suelta, cansado de un viaje demasiado largo.

 Soñó imágenes borrosas, unas tras otras, pero lo que sí oía con completa definición eran los sonidos y las voces que había en los sueños. Y se despertó de golpe cuando volvió a escuchar la voz de su amo. Apenas abrió los ojos, miró a un lado y otro, como buscándolo. Incluso utilizó su olfato para asegurarse que todo había sido un sueño. Se echó de nuevo sobre la arena, deprimido y adolorido en más de una forma. Extrañaba de sobre manera a su amo, que no veía desde hacía mucho tiempo. Lo más probable es que nunca lo encontrara pero valía la pena buscarlo.

 Se quedó dormido una vez más  Ya no soñó más nada y pudo descansar su cuerpo y su mente para en verdad estar en paz consigo mismo. Era la única manera de continuar su viaje. Al otro día, lo despertó el agua que lo salpicaba en la cara: el riachuelo ahora sí era un río y amenazaba con llevárselo si no se levantaba. Lo bueno, era que por alguna razón se había acostado del lado opuesto al que había llegado. Si no lo hubiera hecho así, seguro hubiera tenido que buscar tierra adentro por algún cruce sobre el agua.

 Se dio cuenta que el río tenía ahora un color marrón desagradable y que ya no parecía muy bueno para beber de él. El agua además arrastraba al mar pedazos de troncos, hojas y otros objetos que parecían hechos por humanos, Se quedó mirando el raro espectáculo hasta que se dio cuenta que el río crecería aún más, a juzgar por el olor del ambiente que denotaba una tormenta acercándose. Como no quería mojarse ni estar allí para más agua marrón, emprendió su camino por la costa de nuevo.

 En efecto, las gotas empezaron a caer suavemente después de algunas horas de viaje. No caían con fuerza sino con insistencia, como anunciando la tormenta que se iba a desprender en cualquier momento. El perro miró a un lado de la playa y vio que la vegetación era allí más salvaje de del otro lado del río. Seguramente lo mejor era cruzar por ese paraje en vez de quedarse en la playa donde no habría donde resguardarse cuando la tormenta decidiese llegar con vientos, lluvia y demás.

 Pisar pasto y musgo era agradable para sus patas, era como flotar. Pero también había lodo y residuos de lo que hacía tiempo había sido la civilización. En efecto, después de caminar un poco más, se cruzó con un pueblo fantasma. La verdad era que no se había cruzado con ninguna población desde que había salido de la suya en busca del mar. Después de todo, recordaba que su amo poseía otra casa cerca de la playa pero no recordaba exactamente en dónde. Por eso ahora recorría la playa, tratando de recordar donde era para así llegar a esa casa y de pronto reunirse con su amo.

 Pero ese pueblo no tenía nada que ver con la casa de playa que buscaba. Era un lugar casi destruido, con pocas estructuras todavía de pie. La severidad de las tormentas recientes se podía ver allí: muros completamente destruidos, vegetación por todos lados y causante de parte de la destrucción y casi nada de vida fuera de las plantas. El perro pudo notar, sin embargo, que había un nido en un rincón de una de las casas pero no había huevos ni ave ni nada. Lo que había era una rata muerta y otra que se la estaba comiendo.

 Si hubiese tenido energía, se hubiese comido a la rata. Pero el perro cada día se sentía peor, el cuerpo le pesaba como si llevara una carga demasiado pesada para su demacrado cuerpo y comer un animal que posiblemente estaba más enfermo que él no le llamaba mucho la atención. Además había recargado algo sus baterías con el agua del riachuelo. De hecho aprovechó estar en eso lugar tan horrible para orinar sobre unas plantas y así ayudar a su crecimiento, si es que eso todavía era posible.

 Cuando pasó el pueblo, llegó a una carretera. El asfalto era de esas cosas que los seres humanos habían inventado que no se borraba con nada y menos aún estando la memoria de su existencia tan fresca. Fue allí, viendo las borradas líneas en el suelo negro y un letrero caído en el suelo que el perro se dio cuenta que estaba cerca de su destino.

 Fue entonces que empezó a correr como loco, sin importarle el dolor y lo mucho que cada paso le cobraba a su cuerpo. El dolor iba en aumento pero a él ya no le importaba nada más porque sabía que ya no había tiempo para nada. Al fin y al cabo su pelaje estaba lleno de parches y no podía comer así quisiera. Así que solo corrió y corrió hasta que de nuevo el mundo se tiñó de rojo con el atardecer.

 Fue entonces que por fin encontró la casa que tanto había buscado. La entrada para él seguía allí y estaba abierta. Era pequeña así que la recorrió en poco tiempo pero fue entonces que se dio cuenta que su amo no estaba allí y que posiblemente su destino ahora fuese el mismo que el de él.


 Lo mejor, pensó, era echarse a descansar en la cama sobre la que se había acostado tantas veces desde que era cachorro. Allí había aprendido varias cosas sobre los seres humanos, sus locuras y genialidades, pero sobre todo sus ganas de querer y de ser lo mejores posible cada día. El perro olfateó por última vez el olor de su amo y cerró los ojos para dormir por siempre.

martes, 12 de enero de 2016

Him and the gym

   It was very annoying, but it was more and more frequent that, in the middle of the night, he had to wake up to a cramp or some other time of pain. It would normally be in his feet or legs but sometimes it was his waist that felt the pain or even his face. He had gone to the doctor several times and to many different ones but none of them was able to tell him why that happened. He hated when it was obvious they were inventing what to say instead of giving him a science based and objective point of view. They just shot in the dark, trying to get it right.

 Many had told him it was the lack of exercise so he tried to jog in the mornings. Soon, he changed it to the afternoons, and then the nights. All of this happening in the same week, as he realized he hated to reorganize his life around such a menial activity. He didn’t understand how some people dared to say they loved to exercise often and for many hours. He didn’t tell this to anyone, but for him all those persons in the gyms and the parks exercising every single hour of the day, were just insane people without any real talent in them.

 Of course, he didn’t tell this to anyone when he signed on for a year at a big gym near his house. A perky girl showed him all the machines, explained the courses he could take (as if he was entering Harvard) and told him about the trainers that helped people there. Some even had experience in the military, which assured quality but also inspired some fear. In his first week he avoided the trainers and the courses and the dancing lessons, in order to focus only in the machines. It was a failure anyway but at least he wasn’t getting yelled at.

 The screams were constant in that place and everyone behaved as if it was extremely normal that a man build like a house would scream a bunch of skinny short women about how they couldn’t meet his extremely bizarre quotas of exercise. The man was clearly deranged somehow, always screaming and never really doing any exercise himself, only when he needed to demonstrate something he wanted all of them to do. Even then it was strange, because he would do the exercise so fast and in such a bizarre way, none of the women would get it fast and the screaming would ensue.

 He wasn’t the only insane one in the place. For a spinning class, there was a lot of yelling there too. The “teacher” there was a woman. She was very beautiful and her body was testament to her prowess in the exercise area but she was another one that yelled a lot. And he could never hold his laughter when looking at the spinning class because it was simply ridiculous. That woman yelling others to accelerate on bikes going nowhere, in a closed room with the concentrated heat that everyone was releasing, without the refreshing sight of the actual world.

 He exercised independently as long as he could but in every area of that place, there was a man or a woman kind of supervising that everyone make good use of the machines, normally looking after the cleanliness of everyone in the gym and to see that everyone was using the machines in the right way. To him, it was amazing how little sense of humor people in a gym could have. He saw a young man once trying to do a choreography he had clearly taken away from the TV on some of the running machines and they simply expelled them for that because they deemed his behavior “irresponsible” and “dangerous”.

 No one laughed there unless it was hypocritical laughter or if the person was talking on the phone. Besides that, the sound that ruled was heavy breathing and the eternal sounds of the machines and the one of the stupid music the put every single day. Every day it was the same playlist, from beginning to end and he already knew it by heart. And what was so annoying about it, is that it was there to make you feel you could always do more, like the music they put on shops and so on.

 Basically, the place was a laboratory, and every stupid person that paid to be there was a mouse or a hamster forever turning in their little wheel like an idiot, not ever thinking twice about anything. It was easy to see how brainwashed some of them are and the scary thing was that the results they had made them even more prone to stay there and keep on going and just obsess about the whole thing. He had hated to rearrange his life around exercise but many others were happy to do it, dedicating even more and more time per week to what they called “the art of exercise”.

 “Horseshit”. That’s what he told his doctor after a couple of months going to the gym. They did a lot of exams and tests and it was revealed that the exercise had nothing to do with whatever was happening to him. The cramps would even get worse some nights and he had slowly became a person that slept on his chest, as it was impossible to him sleeping in any other way. His legs always hurt and his body was still as bad as it was months ago.

 When he saw the results of the test, he decided to quit the gym. He had paid for a year but he didn’t mind “loosing” that money because in any case he had already paid it and new that the people in the gym had already spend it in some stupid machine. So he decided to only exercise in the weekends and on the park and maybe doing something he would enjoy, for a change. He played football with friends sometimes, or with a Frisbee or he could even buy a dog and play with him. The possibilities were endless.

 Yes, he wasn’t ripped like those nutbags from the gym but he started feeling better once he decided to relax about the whole thing and when he decided to get massages and eat better. All of those decisions made him happier than going to an enclosed space to run like a lunatic. Now he enjoyed his life and, even without the killer body, he felt better and that’s all he ever wanted. He had always been happy with who he was and had been depressed the whole time being in the gym. With all the pictures and the trainers and the brainwashing, it was hard not get out of there thinking “I have to be like all of this people”.

 He sometimes saw some of them in the park or in the street and they always gave him this look of superiority. But the look wasn’t only at him but at the world around them. For some stupid reason, all of this toolbags that had once decided to go crazy in the exercise, decided they were better than the rest of us and the worst thing was that all the media and the society at large believed that to be true. We have been taken by the balls by a small group of people and now the prototypes of beauty are radically different than what they were a hundred years ago and even more than what they were on the Renaissance or before.

 But people can stand up to that and just move along, living their lives as they may and not thinking every single second about how they look. He laughed alone when recalling some of the conversations he had overheard in the gym while in the machines or in the locker room. It has to be left clear that he didn’t thought they were all stupid but some of them were such idiots, it was a very difficult thing to ignore. They talked about sex in a way it was simply funny to hear about it, as if it was an exhibition of the caliber of a two peacocks showing their feathers to the one female, who also happened to be ripped like them.

 It hadn’t been his thing but he new that some people liked it and he was fine with it. Even some of his friends told him he should have at list used his membership the whole year, at least once a week. But he told them he simply couldn’t stand going there anymore. Seeing the faces of people that claimed they had fun exercising but were there every day stressed out because they didn’t lose as much weight as they had planned or because they wouldn’t meet theirs trainer’s demands. It was a disaster.


 He finally decided to buy that dog and it was the best decision he ever had. Not only he had tons of exercise running after his furry acquisition, the dog also became his best and most loyal friend. And that was something exercising like a lunatic couldn’t offer. It couldn’t give you real feelings, only shallow ones that surfaced because you can’t even think as you kill yourself on those damned machines.

lunes, 11 de enero de 2016

Un día en la vida

   El sol todavía no había salido. El mundo estaba oscuro y casi todo la gente en la ciudad estaba durmiendo. Pero obviamente no toda. Hay quienes trabajan desde muy temprano en varios de los servicios que todos utilizamos diariamente pero también hay aquellas personas que simplemente se despiertan a las cinco de la mañana sin razón aparente. Así era Leo, a quién solo le gustaba que le dijeran Leo las personas que conocía, sus amigos y familia. Si alguien más lo saludaba diciéndole Leo, él simplemente corregía a la persona recordándole su nombre entero e incluso su apellido.

 Leo no ponía nunca alarma ni nada por el estilo. Simplemente se levantaba a las cinco de la mañana todos los días y pasaba la primera hora del día revisando que todo estuviera bien en su cuerpo y en sus asuntos para que nada lo sorprendiera a lo largo del día. Apenas abría los ojos se sentaba en el borde de su cama y empezaba a hacer sonidos extraños, a la vez que se tocaba la garganta con una mano y tomar algo de agua. A veces hacía gárgaras, a veces no. Revisaba que todo lo que necesitaba ese día estuviese en su maletín y también revisaba sus testículos para encontrar cáncer.

 En ocasiones, y si se sentía con muchas ganas, Leo hacía algo de ejercicio. Al menos quince minutos eran suficientes corriendo en su máquina o haciendo flexiones sobre un tapete que había comprado específicamente para eso. Despus de usar cualqueir aparato lo limpiaba y dejaba en las mejores condiciones posibles.  vez que se tocaba la garganta con una manés de usar cualquier aparato lo limpiaba y lo dejaba en las mejores condiciones posibles, como si no fuera suyo y el apartamento en el que vivía fuese una habitación de hotel que había que dejar impecable para el siguiente huésped.

 Su trabajo era de supervisor en una empresa de tecnología, donde hacían programación y cosas como esa. Él era muy bueno en lo que hacía y por eso tenía un buen puesto a pesar de ser relativamente joven. La verdad era que él estaba muy orgulloso tanto de su trabajo como de su habilidad en él y no dudaba en hablarle a cualquiera acerca de eso. Pero a la mayoría de la gente  no le interesaba mucho el tema, se aburrían fácil de él y se alejaban excusándose con alguna frase tonta.

 Leo tenía pocos amigos, gente que había aprendido a ver más allá de sus excentricidades y que lo consideraban un personaje al cual admirar y en el que podían confiar sin dudarlo. De hecho, entre su grupo de amigos, era considerado la mejor persona para guardar un secreto y también el mejor escuchando y poniendo atención a los problemas de los demás. Leo tenía esa rarísima cualidad de simplemente poder escuchar y, al terminar todo, poder repetir todo lo que se le había dicho y después nunca contárselo a nadie más así pudiese recitarlo todo como un poema. Esas características tan extrañas eran las que lo hacían ser un personaje muy querido entre las pocas personas que lo conocían.

 Eso sí, tenía diferentes gustos que ellos, para casi todo. No solo el hecho de levantarse tan temprano, que era muy poco común, sino también como vivía su vida. Después de esa hora de revisión, se metía a la ducha y cronometraba su tiempo dentro. El reloj siempre sonaba pasados cinco minutos y él siempre cerraba la llave apenas oía el timbre. Se había entrenado para usar el jabón, el champú y tal vez una esponja en ese espacio de tiempo. Después tenía otros cinco minutos para cepillarse los dientes y tal vez afeitarse. A eso le seguía ponerse la ropa adecuada, que elegía con mucho cuidado. Tenía un traje o conjunto definido para cada día de la semana pero variaba algunas cosas como las camisas o, su prenda favorita, las medias.

 Su regalo preferido eran medias. Mientras que todos los demás hombres que conocía se ofendían cuando sus novias o familiares les daban medias en Navidad, a Leo le fascinaba. Había tantos colores y estilos que simplemente le fascinaba recibir ese regalo. Tenía medias de colores muy clásicos como azul, marrón y blanco pero también muchas con estampados muy originales. Tenía de algodón, poliéster, lino e hilo y para hacer deporte, caminar, verano e invierno. Era sin duda su prenda predilecta y eso también lo sabía cualquiera que lo conociera.

 Las medias era lo primero que se ponía en la mañana. Le seguían los bóxer y luego la camisa, el pantalón y la chaqueta o abrigo del conjunto que hubiese elegido. Esta última prende a veces no se la ponía sino hasta después de desayunar. Lo mismo pasaba si la camisa que usaba era blanca, pues siempre tenía miedo a ensuciarse. Si eso pasaba en la mañana, de inmediato echaba la camisa a la lavadora y se ponía otra, incluso si la mancha era diminuta y nadie pudiese verla. El problema es que él la vería todo el día.

 En cosas así, pequeñas y que parecieran no tener importancia, Leo siempre había sido un poco obsesivo. No podía ver una mancha en nada porque se ponía a limpiarla y siempre se esforzaba para que todo en su casa estuviese debidamente presentado. Había ido varias veces a casa de amigos hombres y la gran mayoría eran siempre un desastre, en especial si compartían el apartamento con otros hombres. Le daba asco orinar en esos baños y sentarse en esa camas, nada más pensando en la cantidad de ácaros que pudiese haber.

 El domingo era para Leo el día de limpieza. Ese día, por unas 4 horas entre el desayuno y el almuerzo, se dedicaba a limpiar todo a profundidad. Y la verdad era que no solo lo hacía por asco o por sentir un deber sino también porque le gustaba hacerlo. Le gustaba sentir que todo cambiaba.

 Eso no aplicaba a su trabajo, al cual llegaba siempre en punto después de haber hecho un recorrido siempre calculado en autobús. No usaba su carro a menos que fuese absolutamente necesario pues no le gustaba gastar mucha gasolina. Además, lo compartía con su madre quién lo tenía la mayoría de las veces. Lo había comprado para ella pero ella había sido la de la idea de compartirlo, como una manera de sentirse menos comprometida a aceptar semejante regalo. Pero con el tiempo, lo usaba casi siempre.

A Leo le gustaba el autobús. Elegía la ruta que siempre estaba más vacía a esa hora. Se demoraba un poco más de lo normal pero no le importaba pues así podía ver más de las personas con las que compartía el recorrido. Le gustaba ver los malabares de las mujeres arreglándose con el movimiento del vehículo y algunas personas leyendo el periódico como si en verdad estuvieran leyendo algo importante. Niños casi no había y cuando había se notaba que iban al colegio o a una cita médica, eran las dos opciones seguras y era obvio siempre cual era la correcta.

 Le gustaba imaginarse la vida de cada una de esas personas y siempre buscaba por una en especial, por aquel personaje que él elegía como el personajes de la mañana. Alguien que pudiera pasar desapercibido fácilmente pero que tenía algo que lo o la diferenciaba de los demás, sin importar si era una prenda de vestir, una actitud o una manera de comportarse. Algo que los apartara era lo esencial para hacer casi un estudio de su existencia en el corto recorrido del bus.

 En la oficina, Leo era respetado y siempre tenía gente haciéndolo preguntas, incluso cuando no tenían nada que ver con el trabajo para el cual le pagaban. Igual le preguntaban pues todo el mundo sabía que Leo se las sabía todas y la verdad era que él estaba feliz de ayudar, estaba contento con que la gente apreciara su esfuerzo y conocimiento y por eso no dudaba nunca en ayudar cuando le fuese posible.

 A la hora del almuerzo, a veces salía con algún compañero. Pero sí tenía demasiado trabajo, pedía algo a la oficina y se quedaba allí arreglando cuentas y datos a la vez que comía con una servilleta de tela encima para evitar las manchas en su ropa. A veces así era más productivo, algo así como fuera de su elemento. Pero la verdad era que era muy difícil cogerlo fuera de su elemento pues siempre estaba preparado para todo.

En la tarde eran siempre las reuniones y esa clase de cosas y, como se dijo antes, venía siempre listo con todos los datos e información pertinentes. Todo a punto para que cualquier pregunta pudiese ser solucionada al instante y sin demora.


 Volvía casa, a veces tarde, a veces temprano. Eso dependía de su ánimo. Leía, veía una película o hacía algo relajante antes de dormir y cuando se acostaba pensaba en como su vida podría ser diferente y en lo que hacían sus personajes de la mañana en ese momento. Como serían sus personajes de noche? Estarían tan ansiosos como él? Tan preocupados a pesar de estar en un sitio tan sólido?

domingo, 10 de enero de 2016

Creatures of the lighthouse

   Jane took off her socks and put them on top of the heating. She had no idea the lighthouse had radiators in all its rooms but it really came in handy that that was the case. She also took off her pants and shirt and decided to stay only in her underwear, lying on top of her jacket. The storm outside did not seem to subside, if anything it was getting worse by the minute. The rain was so strong that almost nothing could be seen, except when the light from the tower passed over it and revealed. But even then, it was just the pissed off sea and the razor sharp rocks that had been the whole reason to built a lighthouse there.

 For many years, the tower had been managed by a human, a man that stayed there several months and then was replaced and had to come back again later on that year and so on. But rather recently, that had ended with the modernization of the tower and the installation of an automated system. That was the reason why Jane had been forced to kick the door several times until the old cement caved in to her efforts and the door flung open.

 The machines and computers that controlled the tower now occupied most of the space but there were still spaces to be used by people, possibly for tourism or by the person that had to come and fix the system in the case of any failure or something like that. It all looked so new and clean, except for the ground level that was slowly flooding due to the storm. Jane had found an old folding chair and had used it to prevent the door from opening as she had broken it when entering.

 She had been walking for days along the national park that surrounded the lighthouse so Jane knew exactly where she was or at least she had realized it when she found the tower when the rain started to get really dangerous. All the time she had been walking in that place, she had thought that animals were the ones to be careful about but it wasn’t the case. The storm had scared them all off and she was the only living being stupid enough not to take shelter when in had been obvious for many hours than the storm was going to arrive to the coast.

 Deciding to check for food, Jane realized she didn’t really have much food on her backpack. At first, she had a lot of provisions she had brought from home like dried fruit and things like that but now her rations were very low and had nothing to calm her stomach, which was growling like a wounded wolf. She decided to go down to the middle level of the tower and check out a kind of deposit there was there. No idea why, but the door was opened so she had free reign to check everything out. There were cleaning products, paper, some tools to fix things, a big bag of sand (for some reason) and, finally, a survival kit that she opened in haste.

 The kit was a very complete and Jane made a mental note to thank the people that managed the lighthouses when arriving to society. It had flares, a flashlight, more tools but also some beef jerky and juices in bags and candy. It wasn’t the most nutritious meal ever but Jane guessed it had been put there in the case of an accident or something. It wasn’t really to survive on for more than a week so Jane knew it was perfect for her as she believed she was only staying for one night.

 She went back to the top floor with the whole kit and started to eat as she sat down again on her jacket. But realizing the floor was too cold, she decided to stand by the heating and look outside, in order no to get bored and maybe getting sleepy. She ate the beef jerky slowly: it was very hard to chew on it and had to yank pieces of one by one, so it took time to finish a single portion, which was good in order no to ran out of it.

 Then she gasped and almost dropped her meal. She raised her head and looked outside, sure she had seen something when the light of the tower had hit it. But there was nothing, only water falling from the sky and the water from the ocean that was very violent. Aside from that, only the rocks and none of them had the shape of what she had seen.

 Jane sat down again and realized it was impossible that a person would be outside the tower as the storm was very violent. And who she had seen did not seem like a normal person, it was like a very pale person, almost like the way people have painted ghosts over the centuries. The more she analyzed it all; she realized it was really silly. She had been silly to think about someone been out there and it had possibly being the light playing ticks on her tired mind.

 She decided to look in the kit again and she found one of those blankets that keeps you warm without electricity (the one use by paramedics). She just used that as her blanket lying on her jacket and used her hands as a pillow. Before that, she had turned off the light on the top floor of the tower and everything was now in darkness.

 Her eyes closed and then open and then closed only to open again a few seconds later. The light of the tower annoyed her but that really wasn’t the reason why she couldn’t sleep. Jane was, for the first time since she had begun her adventure, very scared. She didn’t mind the heat outside or sleeping in a tent or even the bugs. But there was something deep inside her telling her than there was something weird about that tower and, furthermore, that what she saw had not been an optical illusion of some kind.

 Then, she heard knocking. The sound was weak but it was clear it was coming from below. Jane’s mind raced, thinking if maybe there really was someone in need out there or if there was really such a thing as ghosts or spirits. But for that last one, she had to punish herself in her mind: it was ridiculous that a grown woman than had learned a few things in life was now thinking there could be a ghost outside her door. It was preposterous and simply stupid.

 So she closed her eyes but the sound coming from the ground floor didn’t really help her relax in order to sleep. Trying to be logical, she concluded that the sound had to be because she hadn’t put the chair in the perfect angle to really close the door. So the wind was banging on it and everything was shaky and moving. So she decided to stand up and go down the stairs in the dark, with the flashlight, in order to fix that sound that could make her crazy if she didn’t do something about it.

 Barefoot as she was, she realized the ground floor was flood when she put her feet on the cold water. It reached ankles. She walked to the door and realized she had been correct in her conclusion. The door kept getting opened and closed and it was all because the fair was not good enough to keep it shut and the water out. So she tried to find something she could put on the handle of the door in order to close it for good.

 She had started walking towards the stairs in order to go up again and look for something or at least some told to help her, when the door flung open and the wind entered messing her hair and everything. Water also came in, making her fall to the ground, hurting her knee. She reached for the door and tried to close it but the door wouldn’t move and the wind was too strong for her. She pushed and pulled and did everything she could, but everything coming in from the storm was making her weaker and weaker by the second.

 It was then when, once again, she saw it outside. But this time she was sure she had seen it because it hadn’t been for a fraction of a second. This time, she had felt time get frozen and her eyes been able to detail every single part of the creature’s complexion. It was taller than her, very pale and with a larger mouth than any human she knew. Its feet and hands were very large and it watched her, very attentively. She noticed it had no pupils and that its eyes were very white too.

 But that lasted a minute or so. In the next moment, the wind subsided for a second, which Jane used to push harder and close the door with a loud sound. There was no need to look for something to lock it with because the door had closed so violently it had become jammed in its place. Nevertheless, Jane stayed there for a long while, only breathing.

 The next day, the storm disappeared. The weather outside was perfect, with bird singing and everything. After the door had closed, she had remained there for a while but she eventually found her way to the top and had some sleep. It took her a long while to open the door again and she did it fell of its hinges and into the flooded floor. Jane just went out and started walking along the coast, looking at the sea and how the storm was now there, again.


 And she thought of the creature but even now she doubted its existence. Maybe the monster was inside her and she had just seen it in a dire moment.