Nunca antes había sucedido algo parecido. La
policía entró de golpe, sin aviso, con Carol la recepcionista corriendo detrás,
avisándoles que en la sala de juntos estaban todos los altos mandos de la
empresa y que no se les podía molestar. Daba gracia verla correr pues casi
nunca se levantaba de su puesto en la recepción, ni siquiera para almorzar.
Pero, como podía, corría detrás de los oficiales, tratando de disuadirlos de
irrumpir en la reunión. Mientras tanto, todos los demás observábamos.
Solo una persona no se levantó. Me di cuenta
porque su cubículo estaba junto al mía. Era Eva, una joven muy hermosa, con el
cabello más rubio que jamás había visto. Una vez, cuando había algo más de
confianza, le pregunté si el color era real o si se lo pintaba. Ella soltó una
carcajada y simplemente no respondió, diciendo que las mujeres se guardaban esa
clase de secretos a la tumba. Yo me reí también y el día siguió como si nada.
Esa era ella antes, muy alegre, siempre con algún chiste en la boca.
Era muy divertido almorzar con ella porque
siempre tenía las más locas historias de su familia o de ella misma. Todo el
mundo se le quedaba mirando mientras contaba el relato del día. Tenía ese
magnetismo especial que tienen los cuenteros en los parques, era imposible dejar
de mirarla incluso para seguir comiendo. Eva era una mujer increíble y en poco
tiempo llegó a ser la más querida de la empresa. Tanto así, que su cumpleaños
fue todo un evento que nadie se quiso perder.
Sin embargo, de un tiempo para acá, Eva
parecía haber cambiado de repente. Empezó a faltar al trabajo sin avisar y
cuando venía parecía que no hubiese dormido. Nunca había sido una fanática del
maquillaje ni nada parecido pero siempre había sido evidente que se cuidaba. A
las demás chicas les gustaba escuchar sus cremas y lociones recomendadas, así
como los tutoriales que más le gustaba copiar de las redes sociales. Por eso
era tan notorio el cambio físico que había sufrido.
Yo alguna vez le pregunté si estaba bien pero
ella no me respondió con palabra sino solo asintiendo, como si hablar doliera o
le costara mucho más de lo normal. Me sentí muy mal por ella pero era evidente
que no quería contar mucho de lo que le ocurría y por eso no insistí. Eso sí,
siempre la saludaba cuando llegaba y contemplaba su reacción. A veces volvía a
ser la misma de antes pero esa Eva casi ya no se veía, era como un recuerdo que
se negaba a morir a favor de una sombra del mismo ser humano. Era demasiado
triste verla así.
Carol no pudo evitar
que la policía irrumpiera en la sala de juntas. Todos vimos como el grupo de
unos cinco agente entraban. Luego se escuchaban voces agitadas y después de un
rato salieron dos oficiales sosteniendo al jefe de nuestra división. El señor
Samuels había sido quien nos había contratado a todos nosotros, era quién nos
dirigiría y daba la última palabra sobre todo el trabajo que hacíamos en la
empresa. Muchos incluso admiraban su personalidad.
Yo interactuaba poco con él ya que mi trabajo
era algo que no requería tanta aprobación. Solo supervisaba lo que yo pasaba a
otros y alguien más corregía si había que hacerlo, pero yo no iba a reuniones
con Samuels ni nada por el estilo. La única vez que de verdad hablé con él fue
en mi entrevista de trabajo, hacía dos o tres años ya. Había sido amable pero algo
frío. Noté que sabía bien de lo que hablaba pero no parecía estar muy
interesado en las preguntas que me hacía, más bien era una rutina.
En cambio, otros decían que les parecía
incluso un hombre con un muy buen sentido del humor y muy amable también.
Personalmente, nunca lo noté pero supongo que cada uno tiene su manera de
conocer a los demás y tal vez él no era la clase de persona en la que yo me
fijo. Jamás le puse demasiada atención. Y ahora, sin embargo, veía como trataba
de soltarse de los esposas que tenía en las manos y como los policías lo
llevaban por los hombros, tratando de que no se moviera demasiado.
Lo extraño, pensé, era que el hombre no decía
nada. Solo parecía querer soltarse, con ningún resultado, pero nunca pidió
ayuda ni dijo nada para influenciar nuestra manera de verlo. Lo sacaron así y
pronto desapareció en el ascensor. Carol lloraba sin sentido, era una mujer muy
sensible. El resto de oficiales todavía estaba en la sala de juntas, hablando
con los demás jefes de división e incluso con el dueño de la empresa que había
venido, algo francamente inaudito.
Cuando por fin dejaron de hablar allí adentro,
todos en el piso volvimos al trabajo pues no queríamos una reprimenda. Sin
embargo, el mismo dueño de la empresa salió primero de la sala de juntas y
pidió que todos nos pusiéramos de pie. Lo primero que dijo fue que le hubiese
gustado tener a los demás grupos allí pero que de todas maneras todo se sabría
pronto así que no había razón para esperar a armar un grupo más grande. Voltee
a mirar a Eva, quién seguía trabajando con audífonos tapando sus orejas. No
parecía importarle lo que sucedía.
El dueño de la empresa anunció que el señor
Samuels había sido arrestado por varias infracciones al código de conducta de
la empresa. Eso confundió a algunos e hizo que Carol dejara de llorar, pues
ella también trató de procesar que significaban esas palabras. El dueño se dio
cuenta de que había hecho una pésima elección de palabras, buscando obviamente
suavizar el golpe. Pero ya era muy tarde para eso. Entones pidió silencio y
dijo que era un caso de acoso sexual.
Carol dejó de limpiarse los ojos y la cara. Se
puso muy seria, como si le hubieran acabado de contar que había habido un
accidente. El resto de la gente quedó igual, con la boca abierta y la mente
funcionando tan rápido como fuese posible. ¿Quién sería la victima? ¿Que era
exactamente lo que había hecho Samuels? ¿Cuando lo había hecho para que nadie
se diera cuenta? Las preguntas zumbaban alrededor de las mentes de todos los
presentes pero fueron acalladas por más palabras.
Esta vez fue uno de los oficiales quién hablo.
Se notaba que era el que tenía más rango, pues era algo mayor que los otros.
Solo dijo que se habían presentado denuncias contra el señor Samuels y que
había evidencia que apoyaba esa versión de los hechos. Por eso habían decidido
arrestarlo. Como es normal, habría un juicio y era posible que algunos de ellos
fueran llamados para testificar a propósito de lo ocurrido. El policía
agradeció el tiempo y se retiró, hablando con el jefe de la empresa.
La sala de juntas quedó vacía, Carol caminó a
su puesto en la recepción con una cara de asombro y miedo en la cara y yo caí
sobre mi silla, mareado por lo que había oído. ¿Como era posible que algo así
hubiese pasado en el mismo lugar al que íbamos todos los días, en el que todos
compartíamos espacios y era casi imposible quedarse solo? Y entonces me di
cuenta y me paré de golpe. Miré por encima de la división pero ella ya no
estaba ahí. Ni su bolso ni nada más.
Eva se había ido en algún momento, tal vez
mientras el policía hablaba. Seguramente no había querido seguir escuchando
sobre lo que ya sabía muy bien. Quién sabe si seguiría trabajando con nosotros
o no. No la culparía si se fuera.
No pude trabajar el resto de la tarde. Solo
pensaba y pensaba y creo que muchos otros en la oficina estaban igual que yo.
El silencio casi se podía tocar. Horas más tarde, en casa, me pregunté si
hubiese podido hacer algo para ayudar. Seguramente la respuesta era afirmativa.