viernes, 26 de agosto de 2016

Tradiciones

   Sayuki se había quejado todo el tiempo sobre su vestido y los zapatos. También sobre el peinado tan apretado que parecía estirarle toda la cara y lo difícil que era sentarle en un vestido que era tan apretado y no cedía ante nada. Pero al verse en el espejo antes de salir, se dio cuenta que todo su esfuerzo había válido de la pena. Su familia la esperaba en el coche. Apenas pudo bajar, lo que le tomaba bastante tiempo con las sandalias tradicionales, emprendieron el camino hacia la ceremonia a la que estaban invitados.

 Demoraron una media hora en llegar. La boda se iba a realizar en un hermoso hotel en la montaña. El lugar era perfecto para cualquier tipo de ceremonia. Había sido la madre de Sayuki la que se lo había recomendado a su hermana, quién a su vez se lo había recomendado a su hija Tomoko, quién era la que se iba a casar. Todo el que entraba quedaba completamente enamorado del lugar.

 Se tenía que cruzar un puente de madera para llegar. La zona del parqueadero estaba del otro lado. El hermano de Sayuki la ayudó a bajar al suelo y desde allí pudo caminar por si misma. El asfalto era perfectamente plano, muy uniforme. No pudieron evitar pensar que se debía precisamente a que querían evitar cualquier tipo de accidente que la gente pudiese tener vistiendo ropas tradicionales. Después de  todo, el lugar era muy popular con bodas y eventos parecidos.

 Habían llegado temprano. Pasando la recepción estaba el alón de eventos donde se celebraría la fiesta después de la boda. Le habían dicho a Sayuki que para ella podía cambiarse a ropa común y corriente. Traía lo necesario en una pequeña maleta que su madre le había ayudado a empacar. Era bueno saber que no tenía que quedarse toda la noche con el mismo traje que no la dejaba moverse nada. Era una mujer joven y, por lo tanto, deseaba divertirse como cualquier otra.

 La ceremonia como tal iba a tener lugar en un pequeño templo alejado de la recepción. Se podía ver desde el lobby el techo del lugar con dragones adornando las entradas, cubierto de árboles y plantas por todas partes. El bosque que había detrás del hotel cubría el templo un poco y le daba una sensación bastante agradable al jardín trasero. Salieron a él momentos después, a contemplar la belleza de la naturaleza.

 La idea era ir al templo para sentarse de una vez pero Sayuki estaba demasiado absorta con el paisaje para fijarse en donde pisaba. Por eso dio un mal paso y cayó de rodillas sobre una piedra que hacía la vez de camino hacia el templo. Se puso de pie como pudo, pues no había nadie que la ayudase. Todos podían caminar más rápido y estaban instalándose en el templo.

 Un poco enojada por ser la única que debía vestirse así, tal vez con la excepción de la novia,  Sayuki decidió tomar una ruta alterna y demorarse un poco en su paseo por los jardines antes de ir a sentarse. Era hermoso pues la primavera había llegado hacía unas semanas y las flores de cerezo crecían por todas partes. Creaban casi como nubes de color rosa y blanco que, igual que las del cielo, parecían tener formas. Caminaba despacio entre los árboles, pensando también en las razones que la llevaban allí.

 Su prima no era alguien por la que sintiera un cariño especial. Su madre era muy cercana a su hermana y era más por eso que estaban allí, sonriendo a todos los viejos miembros de la familia que no veían en años y a cualquiera que los halagara por sus vestidos tradicionales. Pero la relación entre las dos chicas era casi nula. Su prima además era algo mayor así que no era como si tuviesen gustos exactamente iguales.

 Además estaba el hecho de que se estuviese casando. Era algo que Sayuki apenas había contemplado como una posibilidad en el futuro. Y aunque no eran de la misma edad, las dos eran consideradas por sus familias como “en edad de casarse”. Su madre, de hecho, a cada rato hacía bromas un poco agresivas sobre el hecho de que Sayuki jamás hubiese llevado un novio a la casa. También hacían bromas sobre su falta de interés en la cocina y en los cuidados de la casa.

 Sayuki estaba en el universidad estudiante para hacer dibujante profesional. Su meta era poder trabajar en el mundo del manga pero eso era un objetivo a largo plazo ya que sabía que no era una industria fácil a la cual entrar. Pero era lo que le gustaba y se la pasaba dibujando todo el tiempo. De hecho, había que detener un hermoso dibujo de los cerezos que veía por su ventana cuando su madre había venido a obligarla a poner el traje tradicional para la boda.

 No se había dado cuenta que se había alejado bastante del hotel y del templo. De hecho, el bosque se había vuelto más espeso a su alrededor y el camino se había vuelto de tierra compacta, sin piedras casi circulares formando un camino. Se devolvió sobre sus pasos pero parecía caminar en círculos pues no llegaba a ninguna parte.

 Después de un buen rato de caminar, se sentía tan cansada y frustrada que decidió recostarse contra una piedra. No había visto que la roca estaba cubierta de musgo: Sayuki resbaló al suelo y fue a dar tras unos arbustos que estaban al lado de la roca. Salió como pudo de entre las hojas, a gatas, y se odió a si misma al ver lo mucho que había arruinado su vestido: tenía más de tierra y pasto. Su madre la mataría.

 Cuando alzó la mirada para ponerse de pie, se dio cuenta del lugar donde estaba. Había caído junto a la orilla de un lago hermoso, limpio y casi se podría decir que brillante. Al lago caía una chorro de agua de entre unas rocas más elevadas. El sonido era tranquilizador, casi mágico. Sayuki se puso de pie y se acercó a la orilla, fascinada por el lugar. Parecía sacado de un cuento de hadas, de esos donde hay alguien que concede deseos a las almas perdidas.

 De pronto, el sonido de algo moviéndose en el agua llamó la atención de Sayuki. Al acercarlo lo más posible, se dio cuenta de que se trataba de una carpa enorme. Parecía ser el único animal en vivir en la laguna. Daba vueltas en círculos. Era mucho más activa que la mayoría de las carpas. Sayuki se quedó mirándola un buen rato hasta que recordó la boda y decidió darse la vuelta para encontrar el camino.

 No había caminado dos pasos cuando una voz gruesa llamó. Al instante se dio la vuelta pero no había nadie allí. Al alejarse de nuevo, la voz resonó de nuevo, diciéndole que se quedara  con ella. Sayuki miró a un lado y al otro, sin poder encontrar la fuente de la voz. Entonces la carpa asomó la cara por la superficie del agua y habló, sin mover la boca pero claramente mirando a Sayuki para que supiera quien hablaba.

 La joven quedó sin voz. Pensó que seguramente se había golpeado y estaba imaginándolo todo. No se pellizcó ni nada por estilo sino que decidió creer que de hecho estaba dormida. Saludó a la carpa como si fuera lo más normal del mundo, siguiendo el juego. El pez pareció sorprendido pero entonces habló de nuevo y le dijo a Sayuki que por ser la primera persona en visitar su laguna secreta en mucho tiempo, tendría la oportunidad de pedir un solo deseo.

 La chica casi ríe porque el sueño era tan obvio. Pero aún así decidió pensar en un deseo bueno por si la cosa se extendía más de la cuenta. Hubiera podido pedir algo ridículo como un traje nuevo de colores brillantes o muchas flores o algo tonto como un perro rosa o algo así, pero no creía que fuera lo suficientemente atrevido. Al final, decidió pedirle a la carpa que su familia dejara de insistir con lo de casarse y todo eso. Así de simple.


 De pronto se despertó y lo hizo sonriendo. A la boda llegó cuando estaban terminando y su madre la miró de manera reprobatoria. Lo bueno era que podía cambiarse ya para la recepción donde podría comer y bailar. Lo curioso fue que jamás nadie la comparó a su prima ni le preguntaron por un novio o potencial esposo. A otras sí pero a ella no. Sayuki sonreía sola y, en silencio, brindó por la carpa de la laguna secreta. Estaba agradecida.

jueves, 25 de agosto de 2016

Almost dead

    A bloody hand found its way inside the cave. Then another and suddenly the while body was easy to see against the weak light of the Moon outside. It was a man and he was barely standing up, visibly shaking, grabbing the rock walls of the cave with every single step he took.  He collapsed as his hand slipped from the wall and his whole body was unable to remain up. He hit the ground with a very loud noise but even that was not enough to be heard over the amount of water that was falling outside.

 The next morning, the man woke up exactly were he had passed out the day before. He first opened his eyes and didn’t move, partially incapable of doing that but also not wanting to risk causing more damage to his very sensitive body. But then he realized, as he moved his hands and fingers, that he was laying on a pool of dark blood. He stood himself up with the help of his hands and a while later he was sitting against the rock wall.

 The pool of blood was almost completely dried and it looked like something out of the ordinary. Especially because, when he touched his stained close, he didn’t feel anything in particular. He hope to know where the bullet holes where, as he remembered what had happened the day before but there was no trace of any of that in his body. He opened his shirt and touched his skin and realized there was nothing in particular happening there.

 The man took a deep breath and looked outside: it was not raining but the weather had not improved that much. It was still very gray and he knew that people would be looking out for him and he definitely didn’t want to be found. He decided to stay in the cave at least another hole day. Maybe that way he would be able to understand what was happening to him. Because he was sure he had been shot several times in the chest and in the back. And now he had no proof of that, no matter how vivid everything was in his mind.

 For water, he decided to crawl to the entrance and drink the droplets that fell from the sky. When the rain picked up, he was able to drink some more and also wash his clothes in the outside, without risking anyone seeing her. He took off his clothes and tried to wash them as well as he could. After that, he just sat inside the cave, his clothes on rocks drying.

 He began thinking about the people that had tried to kill them. They were very vicious and dangerous but not very smart. The cave was not that far from town and anyone would have been there first when it was public he had escaped his death under the hands of real criminals, much worse than he had ever be.

He had actually been a criminal. Nothing too lethal: only robbing stuff and, at most, dealing sometimes with drugs when the times needed it. He knew he wasn’t the cleanest person in the face of the Earth but the only time he had decided to stop his secret dealing, then that day he’s attacked by his enemies who try to kill him but weren’t able to do it.

 And there was that now. He had always noticed, from a younger age, that he never really had problems with scarring or health in general. He had never had the flu after he turned twelve and every time he cut his skin by accident, it cured rather fast. He always thought it was because he ate very well or something like that but apparently there was something really different going on around him. How was it possibly that he survived so many shots? They had him really close, it wasn’t like the bullets missing him by seconds or anything.

 The second day inside the cave, he actually found two of the bullets on the cave’s floor. He wasn’t sure if those too were the ones that had been inside his body but he really couldn’t find another explanation for it. On his skin, he had no scars or markings that showed that he had been the victim of such a brutal attack. He even considered the possibility that he might be going insane. But after thinking it through once and again, he reached to the conclusion that he was as sane as can be.

 By the third day there, he was very hungry. He hadn’t eaten anything decent for a while and he had to go out at night in order to wander around and check if there was something he could eat around there. He was fortunate enough to find a gas station with the corresponding market. The young man that worked there looked at the man in a very suspicious way: the short was still stained with blood and his hair and skin did not look particularly clean. 

 He wandered around the store, grabbing things and also asking himself how the hell he was going to pay for all of that. He decided to be a robber once again because he was hungry. He would have to knock the kid out and just leave as fast as he could. But first, he filled his basket with thing to eat and to drink. There were even freshly cooked hotdogs and he grabbed a couple to eat on the spot.

 The kid in charge did not ask what he wanted as a woman with a pantyhose in her head entered the market right then. She had a gun on her hand and demanded the young man to put every single bill and coin from the register into one of plastic bags he had for anything that people might buy. She did not see the man from the cave, which had been very focused serving all the toppings on one his hotdogs.

 He looked at her fast but had no idea who she was. As the kid opened the register, the man realized he couldn’t let that happen. Something in his mind was opposed to the idea that the place that he was about to rob was going to robbed first by someone else. Granted, he didn’t want any of the money and just all of the food, but it just seemed like that wasn’t something that should be allowed. He looked at her carefully again and, without thinking it through, he launched himself at her, knocking him down.

 She fell to the ground all right but was still holding the gun. She shot twice, the bullets whistling very near the young man’s head. The man tried to submit her but she wouldn’t let herself be dominated. She was very strong and just had a lot of energy that the man form the cave had not. He had barely recovered from all that had happened to him but he still could hold for a bit longer.

 It was then she released herself from his hands and pointed the gun at him. She was about to talk but he moved so she shot twice. The kid squealed behind the counter when he heard the sounds. He was shaking a lot and couldn’t believe this was only his second week on the job. However, he was more surprised when he heard more fighting sounds and moaning and then nothing more.  He was very nervous but everything had apparently ended that night. Thinking of calling the police, he stood up shaking a lot and looked over the counter.

 On the floor, the woman was unconscious, with a big red mark on her head. The man that had come to buy food was beside her, with a can of chili that had been resting in the aisle behind him. He was bleeding from the chest and the young man was about to grab the phone to call the police but then he saw something very difficult to believe: from the guy’s chest, two metallic bullets were coming out as if they were giant pimples. They fell to the ground and then the guy coughed.

 He opened his eyes and looked at the kid, who looked back. Then, shaking too, the man stood up and asked the kid if he could take some of the food for free as he had no money to pay. The young man, surprisingly enough, moved his head affirmatively. The man from the cave then grabbed the basket he had been filling with one hand and the hotdog that was still in the toppings counter with the other.

 Just as he was about to leave, the kid asked him who he was. The man stopped short at the door but didn’t turn around. His answer wasn’t instantaneous, as he needed to think it through before opening his mouth. However, he turned his head around and said “Mr. Dead, kid. That’s me”. Then, he left for his cave. The excitement was so much for the kid, that he fainted. 

miércoles, 24 de agosto de 2016

Paparazzi

   Trepado como estaba en el árbol, no podía tomar fotografías y al mismo tiempo contestar su celular. Cuando intentó hacer las dos cosas a la vez, la cámara fotográfica se le resbaló de la mano precipitándose al suelo. No se rompió en varios pedazos ni nada parecido. Pero la altura había sido suficiente para romper el lente por dentro. La cámara había quedado inservible. Además, no había podido contestar la llamada que no era nada más ni nada menos que una publicidad.

 Cuando llegó a casa, revisó la cámara por todos lados. A primera visa parecía solo raspada pero el daño interno era severo. Consultó con sus compañeros de trabajo y le dijeron que así ya no podía trabajar y que ojalá tuviese algo de dinero ahorrado para una emergencia de ese estilo. Lastimosamente, Mateo no había tenido mucho éxito con sus últimas fotografías. Por alguna razón siempre llegaba tarde a los lugares donde había famosos o sus fotos no eran elegidas por los tabloides.

 Así es: Mateo era un paparazzi, un cazador de las estrellas. Se dedicaba, todos los días de su vida, a perseguir a los famosos y a los que tenían algo que perder. Su cámara era como su brazo derecho: sin ella no había nada. Se había quedado sin su principal fuente de dinero y eso que siempre tenía problemas para pagar sus deudas. Además no era barato mantener una cámara como esa o tener que ir a todas partes persiguiendo gente. Parecía un trabajo fácil pero no lo era.

 Y eso era descontando el hecho de que había que pelear para que las publicaciones compraran las fotos. No era solo oprimir el obturador sino saber llegarles a ellos con fotos perfectas para utilizar en sus páginas diarias. El pedido que tenían era de locura y por eso el negocio había crecido tanto. Ahora con la cámaras de los celulares y cámaras casi profesionales que se podía cargar con facilidad, el mercado de las fotografías de los famosos estaba cada vez más abarrotado.

 Mateo verificó en su cuenta y todo estaba como ya lo sabía: no tenía dinero suficiente para un nuevo lente, mucho menos para toda una cámara nueva. Además había estado ahorrando para pagar por el préstamo de unos equipos especiales que había alquilado con la esperanza de así poder tomar mejores fotos, sobre todo en la noche y sobre las vallas de las casas de los famosos pero todo eso no había servido de nada.

 Ahora tenía que pagar esa deuda y ni siquiera tenía como utilizar nada de lo que le habían prestado. Desesperado, acudió a otros fotógrafos del medio pero ellos no estaban en una mucho mejor posición. No tenían cámaras para prestar y era obvio que si hubieran tenido igual no le hubieran dado nada. Él era competencia y era mejor si ya no estaba en el negocio.

 La cámara rota se quedó por varios días en su mesa de noche. La miraba todos los días, casi como una sesión de tortura para forzarse a encontrar una solución satisfactoria a sus problemas de dinero. Estaba tan desesperado que había decidido pedirle a varios conocidos que lo conectaran para hacer trabajos con equipos prestados o en cualquier otro trabajo que pudiese hacer mientras solucionaba la situación de la cámara.

 Tuvo que trabajar lavando platos en un restaurante elegante y eso le ayudó para terminar de pagar su deuda. Cada cierto rato debía salir a la calle a fumar para resistir las ganas de mandar todo a la mierda. Para Mateo era un trabajo que había dejado de hacer hace años y además ya se consideraba muy viejo para estar usando esa estúpida manguera para limpiar los platos y la esponja con mucho jabón. Era humillante pero era lo único que había para hacer.

 Mateo nunca había tenido la oportunidad de estudiar. Terminó la secundaria porque el colegio era gratis pero sus padres no tuvieron dinero para darle una carrera. Él trató de estudiar, pagándose todo él mismo, pero solo logró entrar un semestre y ni siquiera pudo terminarlo pues sus obligaciones y las clases se cruzaban con frecuencia y tenía que tener sus prioridades. Había querido estudiar fotografía para ser un artista pero le tocó usar su talento para tomar fotos de gente que muchas veces ni sabía quién era.

 Era una novia la que le había dado la idea un día en el que estaban en su casa y ella tenía una de esas revistas. Mateo supuso que a esos fotógrafos les tenían que pagar bien pues no eran fotografías permitidas y se exponían incluso a ciertos riesgos al tomar las fotos así que se puso a averiguar y pronto encontró varios fotógrafos que le aconsejaron que hacer. Fue cuando sus últimos ahorros se fueron a la cámara que hacía poco se había estampado contra el suelo.

 Lo otro que era frustrante del trabajo en el restaurante, era que mucha gente supuestamente famosa iba allí a que la vieran o a fingir que no querían que los vieran. Desde políticos de dudosa reputación hasta estrellas temporales del canto, muchas veces estaban allí y no faltaba el tonto que iba y les pedía el autógrafo. Mateo no entendía eso de la fama por no hacer nada pero sabía que era algo bueno para gente como él.

 Cuando pensó eso, se dio cuenta de que ya no era fotógrafo y se sintió bastante mal. Para compensarlo, trató de diseñar una manera de tomarles fotos a los artistas sin que se dieran cuenta. Tenía que ser con el celular. O al menos podría grabar sus voces y venderlo a alguno de esos portales en internet que seguro estarían interesados en algo así.

 Pero no hizo nada parecido. Estaba demasiado ocupado tratando de ganar dinero para pagar sus deudas y todavía pensaba que podía arreglar su cámara. Todas las noches la miraba y revisaba el lente y los espejos internos. Siempre terminaba frustrado porque sabía que el daño era demasiado grande y que no tenía como reemplazar nada de ello. Esa cámara le había proporcionado una buena vida. Tal vez no excelente pero había puesto comida en la mesa y le había proporcionado algunas emociones fuertes, lo que siempre era divertido.

 Con ella había tenido que correr detrás de automóviles en movimiento y detrás de parejas que fingían que no sabían que les tomaban fotos. No solo se había subido a los árboles sino también sobre muros e incluso se había disfrazado con barba postiza y toda la cosa para infiltrarse en lugares de los que lo habían echado pero siempre con las fotos a salvo en la tarjeta de memoria que nunca olvidaba de sacar antes de que nadie tuviese la oportunidad de borrarle las fotos.

 Fue entonces cuando cayó en cuenta de que no había revisado si la tarjeta de memoria también se había dañado o si al menos la podía conservar. No sabía que utilidad podría sacarle sin tener un cámara pero de seguro podría hacer algo con ella. Tal vez venderla o esperar a que en algunos meses pudiese tener una cámara más barata o algo por el estilo.

 Sacó la memoria de la cámara y la insertó en su portátil. La tarjeta no podía ser leída por el computador. Se pasó toda una noche, en la que debía descansar para estar alerta en su trabajo en la cocina, tratando de que su portátil leyera la memoria. Parecía que se había dañado de alguna manera porque antes siempre había funcionado a la perfección sin ninguna situación rara.

 Muy tarde en la noche, por fin, el portátil pudo leer la tarjeta por unos segundos. Mateo aprovechó para copiar las pocas imágenes guardadas a su computador antes de que la tarjeta de memoria fallara de nuevo. La mayoría eran fotos desenfocadas o borrosas. Definitivamente nada especial. Era unas cien que había tomado en apenas un par de minutos. Las revisó una a una, con una esperanza que rayaba en lo tonto.


 Y sin embargo, encontró lo que buscaba: una foto limpia, con una definición lo suficientemente buena. Era de la actriz que había estado vigilando y algo interesante se veía en la imagen: otra persona. Y su cara era inconfundible. En una milésima de segundo, había tomado una foto que le podría generar mucho dinero. Sin dudarlo, hizo copias y decidió no ir a trabajar a la mañana siguiente. Tenía algo que vender, la solución a sus problemas.

martes, 23 de agosto de 2016

End of a marriage

   The alarm of the oven rang right when it was expect. Linda wiped her tears out of her face and turned from the window to the oven. With her oven mints on, she took out a pretty big glass container in which a very thick lasagna was still bubbling in. The cheese had melted beautifully and the top was golden and just perfect. Through the glass, it was easy to see that the lasagna was made of several layers of vegetables and grinded beef and cheese. Linda was very proud of herself as she put the container on a wooden surface in order to let it cool down a bit while she served the rest of the dinner.

 Her husband entered the kitchen in silence. It was very obvious he didn’t know what to say. She didn’t really wanted to speak so she focused her attention on two medium sized plates, where she served a copious amount of salad made of a variety of green leaves, tomatoes, olives, cheese cubes and other small elements. She put the two plates on the table in front of the kitchen and her husband sat down immediately, without saying a word. He didn’t started eating or anything, he just waited there, turning around to see through the window every five seconds, as if he was afraid someone would appear out of nowhere to steal his food or something.

 Linda also turned around a lot while cooking, but she seemed to be better at ignoring whatever it was they were ignoring. She then started cutting the lasagna into pieces, placing two big squares on each of their plates. She put those two plates on the table too and then paused for a moment, to think what else she was supposed to do. It was her husband who stood up and ran towards a cabinet to take out a bottle of wine some friend of theirs had given them several months ago, after said person had returned from a trip to France.

 Linda remembered the bread. She took out of the cupboard, sliced some pieces and grated a lot of garlic into each piece. Then she put the bread in the microwave, as doing it in the oven would take much too long and she was seriously hungry now. Her husband Matt poured the wine into two glasses and put them on the table with the bottle, in case they wanted to have a bit more with their food.

 The sound of the microwave cooking the bread was the only thing they heard for a while. Matt sat down again, looking very tense. Linda looked at the floor as she waited for the sound. She just looked at a very small ant that was crossing the floor and she the imagined the life of that ant, all that that it had done in its short life. The microwave’s ring brought her out of her imagination. Linda put down the bread on the table, which smelled delicious, and finally sat down in front of her husband. They finally looked at each other.

 Both of their reactions were to cry. But they didn’t do it loudly or anything, they just had tears coming down their faces like a small river pouring out of their eyes. Their nose got congested and then each one of them had to stand up and run to the nearest bathroom to get some toilet paper. Once there, they just hugged. They hadn’t done that in a long time but it felt really good to finally do it, to finally feel they were together in this and that nothing could change that. They held hands and tried to tell each other how they felt but words seemed to be lacking power in those moments. Words were not important anymore.

 They went back to the table and decided to eat as if it was a normal dinner, although this one was much earlier. Outside, the sun was bright and even some birds sang. There was not a soul in sight but that was very understandable. Around there, only Linda and Matt had stayed behind in order to have one last beautiful romantic dinner and they did try to make it very nice and delicious. Actually, the first thing that Matt said when they came back from the bathroom was that it all smelled delicious and it definitely did.

 The first course was the salad. It had every single vegetable that they had left so there were pieces of onion, carrots, pepper, cucumber and several others of which there were only small pieces in the fridge. Linda had grabbed all those pieces and had cut them and put them together on a big bowl. She then had put on them some salt, pepper, vinegar and olive oil to make it taste even better. Matt said it was the best salad he had ever eaten and maybe he was being honest because in all the years Linda had known him, he had never eaten a salad, not even a piece of tomato.

 As they ate, they remained in silence but it was Matt, uncomfortably clearing his voice, who asked Linda if she liked fruit in her salads. She thought it was a very strange question but the moment that they were living was much too weird and particular to ignore any questions. So she thought of her answer for a moment and then told her husband that she had eaten some salad with fruits on it and that she had liked them but that not all combinations worked. For example, she liked a Moroccan one that came with couscous and raisins, which were basically sweet as fruit, and she had loved that. But in a wedding when she was young, she was served a salad containing lettuce and other such common things on a salad but with strawberries, mango and apple. She almost vomited that salad.
 Matt laughed hard at her anecdote, as he hated salads with fruits on it too. So, while they ate their salads, they discussed how disgusting it was too find something too sweet on a plate that wasn’t supposed to be sweet. The ambiance got much more relaxed.

 Then came the lasagna and they were surprised to realize that they were very hungry. The two pieces Linda ad put on each plate were just the beginning for each one of them as they cut and served even more pieces as their conversation changed subjects once and again. They talked about Italy too and how its food was probably the best in the world. Then they chatted about spicy foods and how spicy they liked their food, if they actually like to feel that burn in their mouths.

 As they ate their pieces of lasagna, the couple became more like the people they had used to be all those years ago when they had first started dating. They were deeply in love but also very interested in each other, so much so that they had every single kind of question to make to the other person. It was so much like that that they switched their conversation from food to their teenage years. Matt wanted to know how young Linda was the first time she kissed a boy and she surprised him by saying that the first person she had kissed had actually been a girl in her class when she was around nine or ten years old. She explained that they were really good friends and that it had seemed natural at the moment. No one ever knew about it until then.

 Matt was surprised and even toasted to that anecdote as he found it very cute. He told his wife that his first kiss with a boy had happened very late in life, in college. She was amazed to know that because she had met him in college but he explained it had been in the first few years in a party. He never saw the guy again because he retired or something but he had kissed him out of a drunken stupor.

 Linda also toasted to that, happy to know more about her husband, even if at that moment that knowledge was going to be useless. They finished the lasagna and decided not to clean the dishes and, instead, they took the bottle of wine and one of champagne to the second floor of the house, where they had a nice little deck overlooking the street and the sunset. They drank the whole bottle of wine as they talked and talked and by the time they opened the champagne, they were able to hear a far away alarm.


Then, they saw it in the sky, as night had fallen. It could be seen clear and so close, much closer than they had thought it would be. They poured they champagne into their glasses and toasted to their life together and their love, just as the ball of fire passed above them making a very loud sound. They drank the whole glass and then kiss passionately for the first time in a very long while. The ball of fire touched down several kilometers to the south but the result of the impact was instantaneous: an very violent earthquake, a cloud of smoke and dirt and then, nothing.