miércoles, 1 de febrero de 2017

Los detalles

   Siempre era lo mismo: pasaban una velada inolvidable el uno con el otro, pero cuando todo terminaba y era hora de ir a casa para uno de ellos, las medias parecían haber tomado vida pues en cada ocasión era casi imposible encontrarlas. No sabían muy bien como era que hacían cada vez que estaban juntos y se quitaban la ropa, pero las medias del que no vivía en el sitio siempre iban a dar bien lejos, casi como si las pusieran a propósito en algún lugar lejano, por alguna extraña razón.

 Podía parecer una tontería, pero siempre gastaban demasiado tiempo para ponerse las medias y era así como llegaban tarde a compromisos previos y debían explicarse o les daba alguna gripe de la noche a la mañana por andar descalzos por ahí mucho tiempo. Era inaudito que eso pasara mientras tenían relaciones sexuales, pero ya había pasado más de una vez en lo corrido del año que llevaban de conocerse y todo indicaba que la situación iba a ocurrir de nuevo y después otra vez.

 Matías era el que siempre perdía ambos calcetines, no solo uno sino los dos. Le hacía gracia la situación pues nunca recordaba haberse quitado las medias conscientemente. Era como si se le salieran solas, como si no se sostuvieran en sus piernas o tuviera los pies embarrados de mantequilla. Pensaba también que podía ser el sudor causado por el “ejercicio” pero la verdad esa parecía una conclusión demasiado exagerada. Lo más probable es que se le cayeran las medias y listo.

 David, por otro lado, sí que se las quitaba conscientemente pero siempre lo hacía en el peor momento, es decir que lo hacía de prisa pues nunca se acordaba de hacerlo antes para que no interrumpiera sus momentos de amor. Eso se debía a que su memoria era bastante regular y no había manera de que se acordara de que debía hacer las cosas en un momento y no en otro. Era algo que le sucedía siempre, en todos los aspectos de su vida. Era horrible tenerlo adelante en una fila para pagar algo, por ejemplo.

 Sin embargo, así con medias que se deslizan y mala memoria, los dos se amaban muchísimo. Hacían el amor así, de manera tempestuosa y casi salvaje al menos una vez por semana. Era lo que les permitía sus vidas laborales y sociales, pues debían seguido ver a sus familia y hacerse responsables de muchas cosas que habían ido adquiriendo a lo largo de la vida, como la responsabilidad de mantener un hogar, mantener su trabajo y de ayudar a sus familias económicamente. Una razón por la cual se habían conocido y juntado era precisamente que eran muy similares en muchos sentidos.

 Afortunadamente, eran muy diferente en otros muchos puntos, lo que equilibraba todo para que no se convirtieran en una pareja repetitiva y aburrida. Muy al contrario, siempre que se veía trataban de que los momentos fueran especiales y se empeñaban, tanto Matías como David, en aprender un poco más del otro cada vez que se veían. Temas como las medias y la memoria siempre salían a relucir, porque eran temas fáciles, entretenidos y que los unían al mismo tiempo que los hacía diferentes el uno del otro.

 Para la primera Navidad que pasaron juntos, Matías le compró a David una de esas tablas para la cocina donde se puede escribir lo que falta en la alacena y la nevera. Y David le compró a Matías unas medias que llegaban a la rodilla y que se suponía no se bajaban con nada, no importara que era lo que la persona se ponía a hacer mientras tuviese los calcetines puestos. Cada uno fue muy feliz con su regalo pero tal vez David disfruto más el que le compró a Matías, pues los dos podían sacar provecho de diferentes maneras.

 Lamentablemente, las medias hasta la rodilla no se quedaron allí toda la noche. Como siempre, al otro día, estaban en el suelo: una debajo de la cama y la otra de alguna manera estaba en el baño. El tablero de la cocina, por su lado, fue usado por una semana hasta que a David simplemente se le olvidó que existía y solo volvía a usar cuando Matías venía a su casa y le decía que escribiera determinado articulo que debía comprar. Eran buenos regalos pero los dos hombres, al parecer, se imponían sobre ellos.

 Sin embargo, todas esas situaciones formaban momento que ambos disfrutaban mucho. Por eso siguieron viéndose por un largo tiempo, empezando a quedarse por temporadas un poco más largas en la casa del otro. Un fin de semana Matías se quedaba en el apartamento de David y el siguiente fin de semana hacían lo contrario. Oficialmente lo hacían para ahorrar en transporte y gasolina pero la verdad era que se estaban dando cuenta que ya no podían vivir el uno sin el otro.

 Era ya necesario que estuviesen sumergidos en las costumbres del otro. A Matías no solo se le caían las medias, también tenía muy buena mano para la cocina y era pésimo en matemáticas, demorándose varios minutos para la más sencilla operación. David no solo tenía pésima memoria, también tenía un gusto extraño para la ropa y un don para la limpieza que superaba a cualquier persona que ambos conocieran. Eran detalles como esos a los que ya se estaban acostumbrando y de los que, al fin de cuentas, se estaban enamorando cada día más.

 Cuando algún familiar o amigo venía entre semana, de visita o por alguna otra razón, se daba cuenta con facilidad de que el hogar de cada uno de ellos cada vez más tenía características de la otra persona. Lo veían todo distinto pero, en la mayoría de las ocasiones, el cambio era para bien. El delicioso aroma de comida en el apartamento de David era simplemente envidiable y el nuevo orden en los armarios de la casa de Matías era algo que siempre había necesitado, desde que era joven.

 Después del primer año, los días de medias perdidas fueron aminorando pues no solo se veían para hacer el amor sino también para muchas otras actividades juntos. Aunque lo seguían haciendo, habían descubierto otras situaciones en las que disfrutaban bastante la compañía del otro y en las que nunca se hubiesen visto envueltos en el pasado. No lo querían ver pero estaba claro que ya nunca tendrían más parejas ni conocerían a nadie más, al menos no de forma romántica.

 Tal cual, casi dos años después de empezar su relación, consiguieron entre los dos un apartamento en un lugar muy bien ubicado, con acabados como a ellos les gustaban y donde los dos pudiesen ser felices, cada uno con su personalidad tan definida como lo era. No demoraron mucho buscando. Se mudaron un viernes, primer día en mucho tiempo en que los dos dejaron del lado el trabajo y todo lo demás para concentrarse el uno en el otro. Para el domingo, ya eran una familia más.

 El tema de las medias seguiría por siempre y se convertiría a ratos en tema de discusión y en otros momentos en tema de risa. Con la mala memoria de David pasaría lo mismo: habría fuertes discusiones e incluso palabras que nunca se habían dicho el uno al otro, pero después siempre habría perdón y, más que todo, comprensión y un cariño imposible de hundir por nada del mundo. Los dos estaban destinados a seguir juntos por mucho tiempo, tanto así que se casaron pasados un par de años más.


 Su historia no es una de esas difíciles, con complicaciones a cada paso ni nada por el estilo. De hecho, Matías y David tuvieron una vida envidiable y, entre lo que se puede decir, más sencilla que la de muchos otros. Eso, por supuesto, no la hace menos valiosa. Encontraron en los detalles ese impulso para hacer que la vida sea mucho mejor de lo que ya es, encontraron en los errores los mejores momentos de sus vidas y eso es algo que es envidiable y sorprendente al mismo tiempo.

lunes, 30 de enero de 2017

Early hours

   For some reason, he wasn’t able to sleep properly, as he would have wanted. Ever since he could remember, his eyes opened automatically very early, always around seven o’clock in the morning. Every single time he tried to keep sleeping, staying in bed and covering himself up with his bed sheets, he failed miserably as his eyes wouldn’t close for anything, no matter how much and how long he tried. When he had something to do late some day, he just woke up that early and then waited.

 If he ever had to wake up earlier than that, then there was no problem. It was over sleeping that was the problem and not the other way around. Certainly, it was a very uncommon thing, but very real nevertheless. Craig, that was his name, had become an expert in handling all those hours that he normally had to spare on days he didn’t have to work or on weekends. He tried to use them for exercising or doing some of the things he never got to do when he was busy like his taxes and stuff like that.

 It was this early, once he went cycling around his neighbourhood, when he met someone that had a problem with his bike. His name was Rick and he his bicycle on the lawn of a park, trying to figure out what was wrong with it. As Craig had gathered a considerable amount of expertise related to cycling, he decided to stop and help the guy, carrying the bike to a near gas station where they could check the tires for any problems. Indeed, the issue was that something had cut through one of them.

 Rick felt really silly and blamed his accident to the fact that he hadn’t been sleeping much. That small phrase caught Craig’s attention, who rapidly responded by smiling and confessing he rarely slept too much, instead doing things like cycling to spend the time. Rick was very intrigued by that, so he asked Craig if he would like to join him for some lemonade while walking towards his house. There was a place nearby that made an excellent, sweet, lemonade.

 They each bought one and talked about everything as they sipped lemonade and walked with their bicycles on the side. Craig realized, once he got home, that he had practically neglected to actually exercise that day. But he didn’t mind because of two reasons. The first was because he didn’t cycle to exercise as such but to get distracted and spend time he didn’t want to waste. And the other reason was because he had enjoyed Rick’s company too much and would have wanted to spend even more time with him. It had been a nice thing to ask for his phone number.

 He had to wait a week, until next Saturday, to receive a text message on his phone. Rick wanted to know if he was going to go out on his bicycle again, as he had already fixed his bike’s tires and he was looking forward doing it correctly this time. Craig wrote him that he was indeed coming out with his bicycle and that he would love to meet to exercise together. Sure enough, Rick was on the front door of Craig’s building very early on Sunday, yawning a lot but with a smile.

 That day, they both really exercised a lot. They went very far, some ten kilometres away. There they looked for some place to have something to drink and then they came back to Craig’s apartment. As the only thing to drink they had found was a store they had bought some water bags from, Craig decided to invite Rick to his apartment, for a proper breakfast. Rick refused at first, saying he still had to go to his house, but as Craig knew it wasn’t very far, he accepted the invitation.

 The bikes stayed on the basement, behind Craig’s car. On the elevator going up to the apartment, the two men realized they didn’t know what to talk about. They were tired but at the same time they both felt it was necessary to speak, as they were going to spend some more time together that day. But not a word was said in the elevator. On the fifth floor, Craig grabbed his keys from his pocket opened the door. Rick was visibly uncomfortable, as Craig walked stretching his arms into the air.

 They both entered the kitchen and then decided to make omelettes for breakfast. Realizing how tense Rick appeared to be, Craig decided to make the moment very interactive: he would ask the other guy fro every single ingredient for breakfast and Rick would have to look around for it. Surprisingly enough, he was very fast with everything, finding all necessary items in just a few seconds. The game was a very smart way to break the ice and initiate a proper conversation.

 As the eggs cooked, Craig explained Rick everything about his rare condition, where he couldn’t sleep past seven o’clock, how he blamed his childhood for it and some funny things that had happened as the years had gone by, during those early hours. Then, it was Rick’s time to talk about himself. He chose to acknowledge the fact that he was very shy but that he was always trying to push himself forward, in order to meet new people. He confessed that was the first time his experiments had actually been successful. Craig proposed a toast with orange juice.

 They spend the morning eating and talking, until they realized the moment was becoming very awkward again. Thankfully, Rick’s phone rang and broke an uncomfortable silence that had settled in. They didn’t write or called each other during the week. But, at least Craig, certainly thought about Rick when his mind wasn’t busy doing something else. He realized he felt something but he didn’t know what it was and it bothered him. So he tried not to think about it too much.

 The next weekend, nothing. Rick didn’t call or sent a text. Nothing at all. That was the first Sunday in a long time that Craig spent in his bed. He decided he was tired of exercising and instead chose to watch an animated movie he had never paid attention to. He surprised himself by doing that, as he wasn’t the type of guy to watch cartoons but he thoroughly enjoyed his morning, complete with a big bowl of cereal and sliced bananas. He felt like a younger self again, for some time.

 That afternoon he decided to go to the supermarket, as his refrigerator was becoming more and more empty. He normally didn’t worry too much about it, as he normally ate outside of the house, but an urge to eat better thing took over him, so Craig decided he wanted to start cooking more. He was on the pasta aisle when he heard a familiar voice. At first, he thought he was imagining it and got very embarrassed with himself because of that, but then he realized it was really happening.

 Slowly, he moved his shopping cart around the corner into the next aisle. There he was: Rick was talking to a small girl. Apparently she was deciding which cereal she was going to buy. The decision was down to a pink box with princess related stuff painted on it, or a red box with a big panda on the front, eating something that looked like tiny chocolate cylinders. The girl grabbed the pink box and hugged it. Rick smiled and then his eyes moved up, to see Craig standing there like a lamp.


 There was no way of pretending he hadn’t been looking so he only waved and smiled. He didn’t come closer; somehow his legs wouldn’t move his body forward. There was a tense moment, in which the only noise was the girl trying to make Rick move from his spot. They didn’t say anything. Craig was the one who moved first, turning around, almost sprinting to the nearest paying point. Once he was at home, he decided that his early hours would never be used to do any exercise again, or at least not one that involved meeting strangers, as if that had anything to do with his embarrassment at the moment.

viernes, 27 de enero de 2017

Ama de casa

   Cuanto tuvo todo listo, Gloria contempló la mesa con orgullo. Sin embargo, no se sentía tan contenta como en otras ocasiones. Se había pasado prácticamente todo el fin de semana cocinando para su familia pero no se sentía como antes, cuando ansiaba verlos comer y saber cuales serían sus reacciones. Ahora que veía la mesa llena de fuentes y cuencos con comida, sentía un vacío extraño en su interior. Era como si algo que siempre había estado allí, de repente se hubiese esfumado.

 Apenas sus hijos y su esposo llegaron, trató de concentrarse en preguntar como les había ido buscando los últimos regalos que faltaban comprar. No estaban muy contentos. Se limitaron a decir que el centro comercial estaba lleno de gente y que casi no se podía caminar. Ella les preguntó si habían conseguido lo que faltaba pero ninguno de ellos le dijo nada más, cada uno yendo a un sitio distinto de la casa. La cena era por la noche y, al parecer, no querían ver a nadie hasta entonces.

 La gente empezó a llegar después de las siete. Fue la misma Gloria quien los recibió, después de ponerse el vestido que había comprado para la ocasión, de pelear con su marido porque él no quería vestirse de una vez y de calentar la comida que necesitaba estar a una buena temperatura. Fue recibiendo a amigos y familiares hasta que hubieron unas veinte personas en la casa. Supuse que por el ruido y las voces, sus hijos y su esposo por fin habían decido bajar a unirse a la fiesta.

La cena como tal empezó a las nueve, la idea siendo que terminarían hacia las once. Podrían entonces hacer una pausa, tal vez comer algo de postre y luego, después de medianoche, los regalos podrían ser abiertos. Había al menos uno para cada uno, Gloria había sido muy cuidadosa con ello, o al menos eso había hecho con la lista que les había dado a su esposo y a sus hijos. Quiso ir a revisar los regalos pero la gente le hablaba seguido a ella para pedir más comida o al ver que los demás no parecían tan interesados.

 La cena estuvo deliciosa. Todas las personas disfrutaron cada uno de los platillos, sin importar si eran ensaladas o algún tipo de carne. La mayoría de los invitados la felicitó por su sazón pero otros al parecer habían decidido no decir nada. A ella le gustaba pensar que se les había olvidado mencionarlo pero en su subconsciente sabía muy bien que no se trataba de eso sino de que no querían agradecerle a propósito. Trataba de no pensar en ello pero a cada rato veía algo que le indicaba que a ellos, a sus hijos y a su esposo, no les importaba mucho nada de lo que ella hiciera.

 A la hora de los regalos, la mujer casi pasa un momento de vergüenza pues uno de los niños pequeños de una familiar casi se queda sin regalo. Al parecer no le habían comprado el juguete para bebé que ella había puesto en la lista. No habiendo otra opción, se hizo la que iba al baño y entonces fue a uno de los armarios donde guardaban cosas viejas y encontró un peluche que su hijo ya no usaba. Se lo dio al bebé sin dudarlo y así pudo evitar un problema o eso creyó ella.

 Cuando fue momento de despedirse, su hijo mayor hizo un escandalo a propósito del peluche. Fue tan exagerado, que le ordenó que se fuera a su cuarto, lo que causó una airada pelea con su marido frente a los invitados que quedaban. Él había bebido demasiado y parecía estar buscando pelea, como si en verdad quisiera enfrentarse a alguien. Ella manejó primero lo de los invitados que quedaban, acompañándolos a la puerta y disculpándose en nombre de su esposo.

 Después de dejar la cocina limpia y ordenada, aprovechando así un momento lejos de su borracho marido y de sus hijos, Gloria volvió a su habitación para encontrar que su esposo se había quedado dormido encima de la cama, sin quitarse la ropa. En otro tiempo ella le habría quitado todo, puesto la pijama y acostado correctamente, pero esa noche simplemente no tenía ganas de hacer nada de eso. Estaba muy cansada y de más de una manera. Esta vez, las cosas tendrían que quedarse como eran.

 Se acostó como pudo al lado del cuerpo inerte de su esposo y, menos mal, pudo quedarse dormida casi al instante. Al fin y al cabo estaba cansada de todo su trabajo del día. Empezó a tener un raro sueño con un insecto gigante cuando se despertó de repente en la mitad de la madrugada. Parecía que iba a amanecer pronto. Su esposo al parecer se había ido a la sala y tenía puesta música a todo volumen. Ella estaba tan cansada que solo se puso de pie para cerrar bien la puerta de su cuarto y tomar unos tapones de oídos de su mesa de noche.

 No volvió a soñar con el insecto pero sí tuvo otro tipo de pesadilla, de esas que parecen repetirse una y otra y otra vez y no dejan que la persona se libere de ella. Cuando despertó, estaba visiblemente cansada, no sentía que hubiese descansado nada. Se levantó sin embargo para hacerle el desayuno a su familia pero ninguno de ellos estaba despierto. Su marido, de hecho, ni siquiera estaba en la casa. La sala estaba desierta. Decidió que no se iba a preocupar y se puso, de nuevo, a cocinar. Sus hijos, como siempre, se sentaron a la mesa sin decirle nada, ni siquiera un “Hola”.

La Navidad pasó y también el Año Nuevo. La vida para Gloria seguía como siempre, sin cambios demasiado pronunciados pero con ese gusto extraño que seguía insistente en su boca y en su mente. Cada día sentía con más fuerza que había algo que no cuadraba para nada. Era como si algo faltara pero podía ser también que había algo de más en su vida. Era muy difícil saber que era lo que le pasaba, por lo que fue a un psicólogo pero eso solo fue una manera de tirar el dinero.

 Intentó tener relaciones sexuales con su marido, haber si lo que le hacía falta era eso pero fue más complicado llevarlo a cabo que pensarlo. Su marido no parecía tener el mínimo interés y ella se dio cuenta entonces de dos cosas: lo primero era que ella tampoco tenía ganas de acostarse con él. Lo segundo era que así no era como había sido en el pasado. Antes no había tenido que rogar para que su esposo la tocara y eso era algo que, así no quisiera, no le gustaba para nada.

 Intentó ver si era que necesitaba mantenerse ocupada pero tenía tanto que hacer en la casa que estuvo segura en poco tiempo que esa no era la razón. Se la pasaba limpiando y cocinando, haciendo cosas para los niños y para su marido, yendo de un lugar a otro, haciéndoles comprar y recibiendo a cambio respuestas frías o desproporcionadas, como si ella adivinara que por alguna razón a su hijo ya no le gustaba nada el amarillo y que a su marido nunca le había gustado su carne al horno.

 Un día, se encontró desviándose de su ruta normal al supermercado para ir a un parque lejano que no conocía bien. Paró antes de llegar para comprar algo en una tienda. Llevó la bolsita que le dieron al parque y allí la abrió mientras miraba a la gente y a la naturaleza. Se había comprado un galón de helado para ella sola y también una botella pequeña de tequila. No sabía porqué pero eso era lo que había hecho y le parecía lo más natural del mundo. No tenía deseos de volver a casa y solo quería quedarse allí por un largo rato más, disfrutando del momento.


 Cuando llegó el atardecer, Gloria se dio cuenta de la hora y regresó a su hogar sin demora. Apenas abrió la puerta, recibió un regaño de su marido por no recordarle una reunión del colegio de los niños y estos se quejaban de nuevo por alguna otra cosa. Gloria, ya sin reacción aparente, subió las escaleras, y con toda la calma del mundo, metió la mayoría de su ropa en una gran maleta y luego la bajó, sin que ellos se dieran cuenta, al automóvil. Estaban tan ocupados ignorándola, que no vieron cuando subió al coche y se alejó de sus vidas para siempre.

miércoles, 25 de enero de 2017

Afraid of them

   Each one of them had to be eliminated. There was no point in trying to argue this logic. The fact remained that all of them had been witnessed of something they shouldn’t have and they needed to be killed before they could say a word to anyone. Lucas did a very thorough list where he wrote the name of each person that had seen him move that object with his mind. Every single one of them had to be destroyed unless he considered them to be harmless with that knowledge.

 Actually, he did consider that for a while. After all, it wasn’t like he knew them all personally. All of the opposite, he couldn’t care less about who they were and he did try to convince himself that none of them had seen absolutely anything on that night. But then, someone was stupid enough to tell someone else, maybe as a funny story, and Lucas had to take care of it before it couldn’t expand beyond those two people. His watchful eye had been right then and he concluded it should be a definite answer.

 But, as he planned everything, he thought that probably every single one of those people didn’t really know what they had seen. Maybe they were confused and had decided to deny it or even rejected what their eyes had brought to them because their beliefs did not match any of what was happening with that unique moment in time. It was possible that people weren’t as bad and terrible as he thought they were. But then someone spoke about it and then someone else did and he realized what he had to do.

 A total of one hundred and fifty three people would have to be killed. That was the amount of people that had seen the large explosion he had caused very high in the atmosphere. He had caused that by pushing a bomb that was going to detonate, destroying a whole town. His reaction was to use his mind to push the object as high as he could. That way, the bomb would go off but harming no one. His effort almost caused him to faint but he bomb successfully detonated away from town.

 The problem was that, during that night, the monthly fair of the small town was taking place and, at least, a thousand people were there, eating and enjoying many rides and games. So was he and it was just after winning a plushy on a booth that he discovered the plans of a mad man and had only second to propel the bomb up into the night sky and hope his plan worked. That was why so people had seen his feat and that’s why know he needed to eliminate them all, as they couldn’t be allowed to know what he did, least of all tell anyone else about it.

 For many weeks, he decided to listen to every single person he remembered in the fair. The good thing was that he had a photographic memory and he was able to a complete list of people that had seen the explosion high up in the sky. After that, he followed every single one of them and checked on their lives to see if they had spoken about him at all. This they didn’t know, but he had very good hearing, able to hear a person speaking from many kilometers away, which he used to his advantage.

 He would spend hours hearing what a family talked about during and after dinner. Lucas did that in order to convince himself that maybe some of the people would be able to keep their mouths shut, for the good of the future and because they were afraid to say something out loud that seemed a little bit too crazy. However, that first family finally talked about it almost a week after it had happened. There was no choice in Lucas’s mind. So he entered the house at night and killed them with care.

 The idea was that he didn’t want the police or anyone else to think that someone had silenced those people. Instead, he wanted them to believe that all of these people had died of natural causes. Of course, after the first few, imagination would begin to be much more difficult to harness. But, thankfully, not much of it was needed because no one questioned the first deaths. It was all seen as a coincidence or as tragic ending stories for very happy and, sometimes, very sad stories.

 When he wasn’t doing what he was doing, he punished himself physically for what he did. He did so because it was obvious that he wasn’t killing criminals but all of the other people instead, the good ones, the ones that had families, and something they loved doing and lives that shouldn’t be disruptive of someone who wasn’t able to find another solution for an immediate answer. Lucas blamed himself for not having been able to handle things in a different way, for having to kill.

 Yet, he couldn’t change his plans now that he has started to execute. It wouldn’t make any sense to ignore them and let oust him as what he was. They couldn’t understand what was happening and what had been happening to him since when he was a teenager. Although he had received training, Lucas had never been able to master the complete arts of mind control and everything that had any connection to it. People wouldn’t understand that having those abilities was more of a curse than a blessing. And he couldn’t explain carefully to anyone, it would take much too long.

 Two weeks after his initial decision, only forty-two of the former group was still live. He had killed most of them during their sleep so they could be able to avoid pain and everything related to it. Lucas hated himself every single time he had to do it and would have loved to have a second opinion but there was no one there except him and his plan. He couldn’t be stopped and he honestly regretted that because a good person always wants to be stopped when they do something for the greater good.

 More often than not, the greater good is a way to shield oneself from criticism and understanding. He would have loved all those little children and the adults to understand that he didn’t want to hurt them but that he knew very well, after hearing all of them, that most would like to have his abilities or at least be able to see them in action once more. Once they had seen something so strange, they really wanted to see it again and again, until time came that it made no sense or they decided to be afraid.

 And fear was his number one enemy. Many of them had already planned to speak loud and clear about what they had seen and whom they had seen doing it. Although they felt a little bit of envy, fear was the key in making them move against what had fascinated them at the start. All of those he killed first were that kind of people, thinking they were doing this country a great service by pushing a fellow human into the pool of hungry sharks that was the military or even worse.

No, his powers had to die with him and that was it. He completed his mission almost a year after he had decided that was the only solution. There was no one to recognize that but at least he was in peace, or something close to that, at last. He also decided to never use his powers again, even at home where no one could actually see him. His short run as a powerful man was over. Lucas had so many other things to be worried about and he was glad everything now was on the past.


 But that never actually happened because the death of all those people was on his hands. It doesn’t matter what this intentions were back then, he had killed all of those people in order to protect himself. Every single day, he had to be convinced that what he did was the only choice. But then, months after finishing, a voice appeared in the back of his head and it told him something that he wasn’t expecting: an alternative. His own brain wanted to explain to Lucas how things could have been so different. But at the end of the day, he had to live with what he had learned.