miércoles, 18 de octubre de 2017

A plena vista

   Nunca antes había sucedido algo parecido. La policía entró de golpe, sin aviso, con Carol la recepcionista corriendo detrás, avisándoles que en la sala de juntos estaban todos los altos mandos de la empresa y que no se les podía molestar. Daba gracia verla correr pues casi nunca se levantaba de su puesto en la recepción, ni siquiera para almorzar. Pero, como podía, corría detrás de los oficiales, tratando de disuadirlos de irrumpir en la reunión. Mientras tanto, todos los demás observábamos.

 Solo una persona no se levantó. Me di cuenta porque su cubículo estaba junto al mía. Era Eva, una joven muy hermosa, con el cabello más rubio que jamás había visto. Una vez, cuando había algo más de confianza, le pregunté si el color era real o si se lo pintaba. Ella soltó una carcajada y simplemente no respondió, diciendo que las mujeres se guardaban esa clase de secretos a la tumba. Yo me reí también y el día siguió como si nada. Esa era ella antes, muy alegre, siempre con algún chiste en la boca.

 Era muy divertido almorzar con ella porque siempre tenía las más locas historias de su familia o de ella misma. Todo el mundo se le quedaba mirando mientras contaba el relato del día. Tenía ese magnetismo especial que tienen los cuenteros en los parques, era imposible dejar de mirarla incluso para seguir comiendo. Eva era una mujer increíble y en poco tiempo llegó a ser la más querida de la empresa. Tanto así, que su cumpleaños fue todo un evento que nadie se quiso perder.

 Sin embargo, de un tiempo para acá, Eva parecía haber cambiado de repente. Empezó a faltar al trabajo sin avisar y cuando venía parecía que no hubiese dormido. Nunca había sido una fanática del maquillaje ni nada parecido pero siempre había sido evidente que se cuidaba. A las demás chicas les gustaba escuchar sus cremas y lociones recomendadas, así como los tutoriales que más le gustaba copiar de las redes sociales. Por eso era tan notorio el cambio físico que había sufrido.

 Yo alguna vez le pregunté si estaba bien pero ella no me respondió con palabra sino solo asintiendo, como si hablar doliera o le costara mucho más de lo normal. Me sentí muy mal por ella pero era evidente que no quería contar mucho de lo que le ocurría y por eso no insistí. Eso sí, siempre la saludaba cuando llegaba y contemplaba su reacción. A veces volvía a ser la misma de antes pero esa Eva casi ya no se veía, era como un recuerdo que se negaba a morir a favor de una sombra del mismo ser humano. Era demasiado triste verla así.

Carol no pudo evitar que la policía irrumpiera en la sala de juntas. Todos vimos como el grupo de unos cinco agente entraban. Luego se escuchaban voces agitadas y después de un rato salieron dos oficiales sosteniendo al jefe de nuestra división. El señor Samuels había sido quien nos había contratado a todos nosotros, era quién nos dirigiría y daba la última palabra sobre todo el trabajo que hacíamos en la empresa. Muchos incluso admiraban su personalidad.

 Yo interactuaba poco con él ya que mi trabajo era algo que no requería tanta aprobación. Solo supervisaba lo que yo pasaba a otros y alguien más corregía si había que hacerlo, pero yo no iba a reuniones con Samuels ni nada por el estilo. La única vez que de verdad hablé con él fue en mi entrevista de trabajo, hacía dos o tres años ya. Había sido amable pero algo frío. Noté que sabía bien de lo que hablaba pero no parecía estar muy interesado en las preguntas que me hacía, más bien era una rutina.

 En cambio, otros decían que les parecía incluso un hombre con un muy buen sentido del humor y muy amable también. Personalmente, nunca lo noté pero supongo que cada uno tiene su manera de conocer a los demás y tal vez él no era la clase de persona en la que yo me fijo. Jamás le puse demasiada atención. Y ahora, sin embargo, veía como trataba de soltarse de los esposas que tenía en las manos y como los policías lo llevaban por los hombros, tratando de que no se moviera demasiado.

 Lo extraño, pensé, era que el hombre no decía nada. Solo parecía querer soltarse, con ningún resultado, pero nunca pidió ayuda ni dijo nada para influenciar nuestra manera de verlo. Lo sacaron así y pronto desapareció en el ascensor. Carol lloraba sin sentido, era una mujer muy sensible. El resto de oficiales todavía estaba en la sala de juntas, hablando con los demás jefes de división e incluso con el dueño de la empresa que había venido, algo francamente inaudito.

 Cuando por fin dejaron de hablar allí adentro, todos en el piso volvimos al trabajo pues no queríamos una reprimenda. Sin embargo, el mismo dueño de la empresa salió primero de la sala de juntas y pidió que todos nos pusiéramos de pie. Lo primero que dijo fue que le hubiese gustado tener a los demás grupos allí pero que de todas maneras todo se sabría pronto así que no había razón para esperar a armar un grupo más grande. Voltee a mirar a Eva, quién seguía trabajando con audífonos tapando sus orejas. No parecía importarle lo que sucedía.

 El dueño de la empresa anunció que el señor Samuels había sido arrestado por varias infracciones al código de conducta de la empresa. Eso confundió a algunos e hizo que Carol dejara de llorar, pues ella también trató de procesar que significaban esas palabras. El dueño se dio cuenta de que había hecho una pésima elección de palabras, buscando obviamente suavizar el golpe. Pero ya era muy tarde para eso. Entones pidió silencio y dijo que era un caso de acoso sexual.

 Carol dejó de limpiarse los ojos y la cara. Se puso muy seria, como si le hubieran acabado de contar que había habido un accidente. El resto de la gente quedó igual, con la boca abierta y la mente funcionando tan rápido como fuese posible. ¿Quién sería la victima? ¿Que era exactamente lo que había hecho Samuels? ¿Cuando lo había hecho para que nadie se diera cuenta? Las preguntas zumbaban alrededor de las mentes de todos los presentes pero fueron acalladas por más palabras.

 Esta vez fue uno de los oficiales quién hablo. Se notaba que era el que tenía más rango, pues era algo mayor que los otros. Solo dijo que se habían presentado denuncias contra el señor Samuels y que había evidencia que apoyaba esa versión de los hechos. Por eso habían decidido arrestarlo. Como es normal, habría un juicio y era posible que algunos de ellos fueran llamados para testificar a propósito de lo ocurrido. El policía agradeció el tiempo y se retiró, hablando con el jefe de la empresa.

 La sala de juntas quedó vacía, Carol caminó a su puesto en la recepción con una cara de asombro y miedo en la cara y yo caí sobre mi silla, mareado por lo que había oído. ¿Como era posible que algo así hubiese pasado en el mismo lugar al que íbamos todos los días, en el que todos compartíamos espacios y era casi imposible quedarse solo? Y entonces me di cuenta y me paré de golpe. Miré por encima de la división pero ella ya no estaba ahí. Ni su bolso ni nada más.

 Eva se había ido en algún momento, tal vez mientras el policía hablaba. Seguramente no había querido seguir escuchando sobre lo que ya sabía muy bien. Quién sabe si seguiría trabajando con nosotros o no. No la culparía si se fuera.


 No pude trabajar el resto de la tarde. Solo pensaba y pensaba y creo que muchos otros en la oficina estaban igual que yo. El silencio casi se podía tocar. Horas más tarde, en casa, me pregunté si hubiese podido hacer algo para ayudar. Seguramente la respuesta era afirmativa.

lunes, 16 de octubre de 2017

Two Theresa's

   Theresa had just come out of the asylum. She wasn’t supposed to call it that but she found it was better to call things by their name. She had been there for five months, after suffering a very serious mental breakdown in her office. Thing had been thrown, insults had been hurled and the police had to be called to stop her from hurting more people. Things had really gone badly that day and she had to accept, in front of a judge, the condition of getting help in the insane asylum.

 Her stay there had been largely uneventful, except for the screams she had to hear every single night, that prevented her from sleeping like a normal person. Besides that, she had to go to the shrink every single day, for an hour, and also to group therapy once a week. It was a lot of talking, of listening and of showing others how she felt and looking at people hurting from their pasts or presents. It was kind of tiring at the beginning, but it eventually became part of the routine.

 Same happened with the meds. Her doctor had assigned a certain prescription to her at first, but then it was change several times during her stay in the asylum. The things she had to take, with a little sip of water, kept getting stronger. She had begun losing grip of reality. After having a crisis in her cell, she decided to leave the meds and just pretend she was taking them. It wasn’t easy because they checked everyone afterwards, but she was able to make one of her new friends take them.

 The first week she spent outside of the asylum, she realized how mean that had been. Making someone unstable taker her meds could have been potentially destructive for said person and maybe even for herself. However, she knew that those chemicals would have never helped her at all. She just needed to get away from everything, she needed silence and calm, as well as some time away from everything that bothered her, starting with her job and her family. In short, she needed some sort of holiday.

 That’s why she liked to tell people that her stay in the asylum had been uneventful, just something he had to do in order to please the society that had deemed her unfit to be in society. She tried to fake her hatred of the system and decided to get a job that wouldn’t be as stressful as the one she had before. Over two months after her release, Theresa was able to get employed in a flower shop, taking care of the plants and also attending costumers when the owner wasn’t around. It was a very calm environment, perfect for her. Free of stress and fear.

 However, her family was still around maybe even more than before. Theresa had tried hard to make them understand she needed time for herself, in order to get well again. But they didn’t care about that at all. They were too busy thinking about how others would perceive them. Her mother had many friends all over the city and she had even received some gossip about her own daughter that Theresa just refused to discuss. She had no need or urge to comment on any of it with her mother.

 Her father had been dead for a couple of years and her mother and siblings would always say, when she was around, that it was better that way in order for her not to shame the family name and her father’s prestige in front of the rest of the community. They behaved as if they were kings and queens or something very similar. It was a relief when Donna, the owner of the flower shop, asked her to go for a short period of time to the small town from where she received the flower shipments.

 Apparently, they had been having problems with some of the plants and they needed to get them in line because Valentine’s Day was coming soon and that was their big day of the year for sales. Theresa had shown so much interest in the business and in the plants as themselves, that Donna thought it would be perfect to send her to represent the company. She would have to visit several plantations and tell them exactly what they were looking for, in order to improve sales and wealth for everyone involved.

 She accepted the moment Donna proposed her plan to her. She left a week later, without telling her family or anyone else. She just grabbed a suitcase and hopped on the bus. She arrived there and discovered how beautiful real nature was, how calm really looked and how people lived without so much tension from urban life. She hadn’t realized how her rough lifestyle had been an important factor in the development of her emotional crisis. City life almost killed her.

 When she arrived, Theresa was supposed to stay up to three weeks in the town, travelling to other parts of the region every day. However, she ended up staying more than two months. She only came back to help Donna with all the craziness of Valentine’s Day. Once the season ended, she went back to the countryside. No one ever knew what she did there but the truth was that she had been hired to do the same thing she did in the flower shop. The only difference was that she did it in the open; with real sunlight caressing her skin and that was priceless.

 Her family looked for her through email, mobile and telephone, but they never got to her because she had taken a step back from most of the things the modern world could offer. She visited an Internet café once a week to read some news and chat with Donna and other friends, but that was mostly it for her technological life. Most days were spent in the fields, sweating from early morning to sundown. It was hard work but she loved feeling so tired that no thoughts ran through her mind.

 She would be the first person to wake up, feed the chickens and pigs and then help in the field, doing whatever they asked her to do. She loved tending to roses, sunflowers and dahlias, but she would also work on a potato plantation and picking strawberries and grapes. It was always changing but it was good money for only one person. She eventually got to save enough to have her own little house, from were she could travel by foot to any of her jobs, no matter what she had to do.

 Before her breakdown she had been one of those women that never touched anything without a real necessity. She had a chauffeur to pick her up from her meetings and then take her back home or to the office. She had a maid to cook for her and two assistants that helped her much more than she would admit to. She would be very cold to all of them. Cold wouldn’t be the word as she was never outright mean, she just wasn’t one of those people that liked to hang out with others.

 Looking back at her past, she thought that woman in her memories was someone she couldn’t really recognize. That woman, through some sort of creep psychological magic, had been locked away in the asylum, with all the other crazy people. She was a danger to herself and others and it had been quite a difficult task to get rid of her. Because, before anything else, Theresa had to realize how bad everything was before taking the road to a better life, which is exactly what she did.

 Eventually, she met someone she was able to fall in love with. He was the first person there, in the countryside, to know who she had been and how much she had changed. He praised her for that and acknowledged her might every day of their life together.


 As for her mother and siblings, they kept trying to reach her but she never went back to the city. She just wrote them a letter telling them how her life was now much better than before and she had no need to go back to a place so toxic for her.

viernes, 13 de octubre de 2017

Varados en MR-03

   Quedar atrapados en la misma nave salvavidas era lo último que cualquiera de los dos hubiese querido. Era cierto que trabajaban junto en el puente, junto al capitán, pero eso no quería decir que se llevaran remotamente bien. Solo trabajaban juntos y nada más, no había una relación más allá de obedecer las ordenes y vivir una vida moderadamente tranquila en la nave Descubrimiento, que había sido lanzada hacía tan solo dos años. Ese era el tiempo que llevaban evitando hablar más de lo necesario.

 Pero no hacía sino algunas horas desde que una nave no identificada había lanzado un ataque sin respiro contra la nave de exploración. Ellos tenían algunas armas para defenderse pero nada que pudiese aguantar semejante brutalidad. El capitán ordenó la evacuación inmediata, aprovechando la cercanía del planeta MR-03. El lugar había sido objeto de estudio por parte del personal hasta el momento del ataque. Todo el mundo corrió, evitando explosiones y gritones provenientes de todos los pasillos.

 Por alguna razón, los pasos del teniente y los del primer oficial los llevaron exactamente al mismo pasillo y, por consiguiente, a la misma nave de escape. Eran naves que podían servir hasta para diez personas. Pero nadie más venían y la nave no iba a resistir más. Fue el primer oficial el que desató el modulo de la nave, eyectándolo así hacia el planeta. El control sobre el aparato era mínimo pero tuvieron asiento de primera fila para ver la destrucción del que había sido su hogar por tanto tiempo.

 El disco principal voló por todos lados y después fueron los motores los que estallaron creando una onda tan fuerte que desestabilizó a la mayoría de las naves de escape. En el que estaban los dos hombres comenzó a flotar hacia un lugar muy distinto que el resto de la flotilla de sobrevivientes. Mientras la mayoría iba hacia el ecuador del planeta, donde habían detectado un continente amplio, el modulo de los dos hombres se dirigía sobre lo que parecía ser un mar eterno de un liquido parecido al agua.

 Sin decir una palabra, cada uno hizo lo que pudo para estabilizar el modulo. Lo único que consiguieron fue no convertirse en tostadas humanas al entrar a la atmosfera. Cayeron miles de kilómetros, convertidos en un bólido de fuego yendo a una velocidad extraordinaria. El aparato voló sobre el agua e impactó fuerte cerca de lo que en la tierra se llamaría un atolón. La nave pasó por encima de una arena muy fina, de color purpura, que pareció contener la mayoría de la fuerza del accidente. Cuando el modulo estuvo quieto por completo, los dos oficiales salieron del mismo.

 Sabían que podían hacerlo, pues así lo había confirmado su investigación del planeta. Pero aparte de eso, no había mucho que les sirviera para poder sobrevivir. Con aparatos que llevaban encima y dentro del modulo, pudieron deducir que estaban a unos tres mil kilómetros del continente, el único en todo ese mundo. Lo siguiente era saber si el agua era potable. Un simple experimento les aclaró la duda: tenía que filtrar el liquido antes de consumirlo. Fue así que armaron un pequeño campamento.

 El primer día, casi no cruzaron palabra. Lo que se decían era lo mínimo para no chocar el uno contra el otro tratando de sobrevivir. Si uno limpiaba agua, el otro trataría de averiguar como llegar al continente. Si uno estaba en el modulo tratando de que funcionaran los aparatos de comunicación, el otro estaría afuera clasificando las raciones que había en el compartimiento de emergencias. Estaban bien entrenados y eso los hacía un buen equipo, incluso sin tener que hablar.

 Sin embargo, no podían comunicarse con nadie. El modulo había sobrevivido casi completo al choque pero los sistemas internos estaban dañados y era imposible repararlos sin herramientas que solo quienes trabajan en la sección de ingeniería podrían tener a la mano. Ellos eran oficiales, por lo tanto no tenían acceso a nada que se pareciera a lo que necesitaban. Además, la comida era escasa. Y como tantas veces en el curso de la humanidad, fue la razón para establecer un enlace.

 Pero no entre ellos y el resto de los sobrevivientes sino solo entre ellos dos, entre dos hombres que desde su experiencia académica se habían considerado no compatibles. No eran solo sus percepciones humanas sino también exámenes hechos por profesionales los que decían que ponerlos a los dos en el mismo espacio sería un peligro potencial. Pero ambos habían jurado mantenerse al margen de problemas personales y enfocarse únicamente en el trabajo.

Así lo habían hecho y sus superiores habían quedado tan satisfechos, que todos los exámenes fueron olvidados y a los oficiales se les dejó seguir en sus puestos como si nada. Pero en esa época iban a la cafetería de la academia, donde servían lo que uno quisiera, cuando uno lo quisiera. En el atolón solo tenían raciones de comida deshidratada, que debían tratar de comer con algo del agua descontaminada, que sabía a rayos después de procesar casi a mano. La primera conversación entre los dos fue una discusión por el tamaño de las raciones. El primer oficial pensaba tener la porción más pequeña.

 Era una discusión absurda, de eso no había dudas, pero cualquier detalle habría bastado para volverlos locos y ese era el que los estaba haciendo pasar por encima de sus limites, de las barreras que se habían puesto entre los dos. Cada una iba cayendo, a medida que se insultaban y empezaban a reclamarse por errores pasados, comenzando por las acciones cometidas en el modulo y terminando por hechos acaecidos en la academia, que a veces el otro ni siquiera recordaba con claridad.

 Pasados unos minutos, la cosa pasó al plano físico. El teniente se aburrió del aire de superioridad que se daba el primer oficial y le lanzó un puño directo a la nariz, que se quebró al instante. El atacado respondió con un gancho igual o más fuerte en el estomago del otro, haciéndolo revolver lo poco que había comido. Los puñetazos fueron y vinieron, incluyendo también patadas y más insultos y recuerdos que nadie más sino ellos tenían en la cabeza. La sangre caía por todas partes, ignorada por ambos.

 Parecía como si no quisieran parar nunca. Toda la rabia que tenían dentro, así no tuviese nada que ver con su relación laboral, había empezado a salir como espuma de un botella. Cada golpe, no importa donde o como, venía de lugares mucho más oscuros que simples envidias o una simple falta de empatía del uno por el otro y viceversa. Había algo más atrapado tras esa furia salvaje que estaban exhibiéndose en esa pequeña franja de tierra, en un planeta inhóspito y virgen.

 Eventualmente, sus cuerpos dejaron de tener energía. Sin embargo, arrodillados sobre el suelo purpura, se miraron el uno al otro con odio, con rabia, con asco y con resentimiento. Todo eso y más salía de sus ojos, como si fuera un arma mortal cargando hasta tener la energía completa para atacar a discreción. Pero ellos no eran armas. No podían luchar para siempre, no tenían la energía para hacerlo. Sin embargo, se levantaron como pudieron y se embistieron una vez más, con la poca fuerza que les quedaba.

 El único daño entonces fue mucho más profundo de los propuesto. Cayeron juntos al suelo, fundidos en una suerte de abrazo incomodo. Sin fuerzas para luchar, lo único que sus cuerpos pudieron hacer fue exhalar y tratar de seguir viviendo.


El abrazo se mantuvo un buen tiempo, hasta que no fue forzado sino natural. Algunas lágrimas surgieron y se evaporaron sin ninguna referencia a ellas. Al otro día, ya más descansados, comenzaron a hablarse. No solo lograron volver con los demás sino que descubrieron mucho más de si mismos, más de lo que creían saber.

miércoles, 11 de octubre de 2017

The day he wanted to be someone else

   Trying to sleep on that big room was an impossible task. Not only the windows had cracks that let the cold wind of the night in, the stone floor prevented anything to be very warm, even under the covers. It was a dreadful place to stay for a night and John had to stay there for, at least, a whole week. It had not been his choice to go on such a remote place for a vacation. If it had been for him, he would have stayed in his cozy tiny apartment, with his cat Michael.

 But a letter had come on the mail telling him to wait for its writer during that week. It didn’t specify a date and the only thing he could learn out of it was that, whoever had wrote the letter, he or she knew a lot about him and about his family. In three pages, he wrote things that only a family member would know. It was very eerie but John had a sister and a brother, so his first reaction was to think it was one of them, or maybe even his parents, who would be most likely to actually written a letter in paper.

 After finishing the letter he emailed his family and told them it was a very funny joke, especially with his birthday approaching, but they all responded that same day telling him they had nothing to do with a letter. They even joked that the world was too advanced for such thing and that they hadn’t touched a piece of paper or a ballpoint pen in years. And to be honest, John hadn’t done either of those things either in a long time. Paper and pens where only in banks. So who was behind all of it?

 He decided not to respond and just doing nothing. Maybe it had been mailed to him by mistake or maybe it was just a very bad joke. There are people in the world that don’t really have a good sense of humor. Many have a deviant kind of humor that only a few people understand and sometimes only them. But the letter was not even funny, on any level. Maybe it was just a random thing, someone hoping to get a reaction out of the blue. It was possible, John said to himself.

 However, as the dates in the letter grew closer, John received another letter. It had the same kind of calligraphy but this time it was way shorter, more concise and had a certain air of urgency. The person that had written knew that it was difficult to believed someone that knew him so well was written but it clarified that it was a matter of life and death. The letter begged for John to go to where it was indicated and wait there for more information. He had to trust his instinct. And then the letter finished with a simple but resonating phrase: “You have to come because you need to close that chapter for good”.

 That really scared John. He had never discussed his past with anyone else. Not even his family knew everything that had happened to him when he was younger, the things he did when he was out of the house. John had always been the kind of child to stay behind, to have a small amount of friends and prefer to play with toys or videogames at home instead of going outside. But he did try to be another kind of person and it was then when it all happened. The trip reminded him of everything.

 He arrived to that sad hotel the day the week indicated in the letter began. He had to ask for a special permit in his office, permit that was strangely granted very fast. It was not very common for him or anyone else there to get permission to leave for a whole week that easily. The whole situation felt really strange, as if someone else had had some sort of hand in the whole matter. It was a very scary situation but he decided to ignore those facts and just do what he felt he had to do.

 The hotel was the only one in that small town, located about three hours away by road. As he had decided a long time ago not to drive a car, he had to take the bus and that experience was worse than anything because of the delays and all of the walking he had to do. It wasn’t that he hated walking around or anything, more that he really didn’t wanted to move more than necessary for whoever had lured him to that far away place. The town was made of maybe twenty blocks, more or less.

 The hotel felt more like a cemetery than nothing else. The only difference was the fact that there was a roof over his had. Aside from that, you could really feel the same kind of cold weather; the same ripe smell all over and that very sad light that makes you feel unhappy about being alive. The second day there, he woke up rather early. After a cold shower, he decided to walk around town and hope he could find the person he was looking for right then. Or should that be the other way around?

 The cold wind was powerful, descending from a mountain range that seemed to be really close. A woman in the grocery store told him the temperature was always the same every single day of the year. No summer days, even if the sunny was high up above them. The rays of sunlight also felt cold in that part of the world. She also realized John was a visitor and she recommended him to go to the nearby hills for some fresh air. She assured him it was much less depressing than the small town. Hearing her say that, gave him a little bit of hope, which felt out of place.

 He went to the hills every single day, for the next few days. On day six, he decided to leave the following morning very early. All that time in such a small town was making him insane. He wanted to hear noise again, to hear babies complaining and people being awful to each other in the street. He wanted to hear the sound of cars and planes and trains and he wanted to have his cat Michael next to him to warm up his feet before going to bed. He didn’t belong there.

 That day, he walked all over the place and stayed in the hotel lobby for at least three hours after lunch in order for his so-called host to come and tell him what it was that he knew, what the hell he wanted to speak with him about. He waited and waited, hearing the sound of the clock and the snoring of the man that tended the front desk. He wanted that awful week to end and was furious to have been made to spend one of his legal holiday weeks in such a sad a depressing town.

 In the afternoon, he headed off to the hills again. He did like to see the landscape, the mountain and a river far away. Sometimes there were some sheep around and he loved to caress them. That day they came again and he wanted to touch them one last time but they left suddenly, as a figure wearing a large overcoat walked towards him. It was a man, a very frail looking man, maybe the same age as he was. When he was closer, John was able to see a scar above one of his eyebrows.

 Then, he gasped and walked back a bit, scared of this vision of the past. Even without saying a word, he knew who that person was. As a teenager trying to get people to like him and having friends, John had stolen the keys to one of his classmates’ parents’ car. It had been done on a dare. He had to steal the keys and drive the car down the road. It was a short trip, a crime without victim. Or so he thought. The man standing in front of him was the kid he had run over that day, so many years ago.

 He had always thought the kid was dead. He had left them there, on the pavement, to die. He had turned around the car and left it at that. He always thought the police would find him. But nothing ever happened and John eventually learned not to think about that day.


 And yet, there he was, the victim of his attempts to be a normal kid. John wanted to be someone else and all he could produce was a horrible accident. His victim had traced him down for a long time and had been watching, waiting for his moment to come forward.