Como una explosión. Así fue como casi todas
las personas que vieron el bólido pasar por encima de sus cabezas lo
describieron. Iba a toda velocidad, cruzando el cielo dejando una estela blanca
que parecía acumularse y quedarse allí quieta, como si un artista hubiese
pasado un pincel con pintura blanca sobre el telón azul que era el cielo. Los
que tuvieron la oportunidad de ver el espectáculo no se despegaron por un solo
momento. Era una de aquellas cosas de la naturaleza que solo se podían ver una
vez en la vida.
O eso creían los habitantes de esa alejada
región. Un mes más tarde, en la noche, más de uno salió corriendo afuera
pensando que el país había entrado en guerra con algún otro país, aunque no
hubiesen sabido adivinar cual. Otro bólido pasó por encima de un pequeño pueblo
y tuvo la fuerza suficiente de romper varios vidrios con la onda de sonido que
se escuchaba cuando la enorme piedra del espacio rompía la barrera del sonido
allá en lo alto. Los restos cayeron en la misma región remota que la piedra
anterior, después de un magnifico espectáculo.
Los científicos del país decidieron organizar
una expedición pues no era muy común que dos bólidos cayeran en la misma región
de manera tan seguida. Si bien el fenómeno ya había ocurrido antes, hacía muchos
años y muchos siglos, la gente no se acostumbraba a que piedras enormes cayeran
del cielo y amenazaran con destruir su vida. El equipo de expertos se dirigió a
la remota región de bosques donde se presumía que habían caído ambas rocas y se
encontraron con la búsqueda no iba a ser tan simple pues, al parecer, los
bólidos se habían internado bastante entre los árboles.
Lo fácil era seguir el rastro de árboles
devastados. Algunos estaban quemados ligeramente en la copa y otro habían sido
completamente arrancados, como si manos gigantes los hubiesen tomado del suelo
como si fueran zanahorias o algo por el estilo. La búsqueda demoró un poco más
por la intensa lluvia que empezó a caer. Era tan preocupante el estado del
clima, que se pensó en suspender la búsqueda hasta que dejara de llover. Pero
no hubo necesidad de ello pues los científicos iban por lo que iban y no los
iba a detener un poco de agua.
Encontraron la primera piedra a los dos días
de internarse en el bosque. La lluvia había ayudado a que se enfriara la roca,
pues era la que había caído hacía más poco y todavía emanaba algo de calor.
Tenía el tamaño de una pelota de futbol o tal vez un poco más grande. La
sostuvieron con cuidado y la pusieron en una malla especial en la que sería
transportada de vuelta al laboratorio. Pero primero tenían que buscar el otro
aerolito pues no tendría mucho sentido irse de allí con solo uno cuando podían
fácilmente encontrar el otro.
La lluvia arreció y la búsqueda por el segundo
aerolito se hizo más difícil de lo que todos pensaban. No solo por el hecho de
que su rastro se había borrado después de varias semanas de caído, sino por la
inclemente lluvia que traía consigo una neblina espesa y un frío insoportable
que bajaba de las montañas como una serpiente enfurecida. El equipo iba
despacio pues tenían que cargar la otra piedra para todos lados y eso
entorpecía un poco el movimiento. Pero el jefe de la misión fue claro en decir
que no se iría hasta al menos definir donde había caído la otra roca.
La respuesta a esa pregunta llegó una mañana,
más exactamente el día que se cumplía una semana de la misión. Uno de los
ayudantes, un chico joven, se había apartado del campamento central para poder “ir
al baño” pues no tenían ningún tipo de facilidades para hacerlo de manera más
limpia y segura. Se apartó lo que más pudo y encontró un sitio que le pareció
perfecto al lado de una pequeña laguna. Se bajó los pantalones y empezó a hacer
lo que necesitaba hacer. Segundos más tarde, notó algo raro en la laguna: el
agua parece hervir.
Apenas terminó sus necesidades, corrió de
vuelta al campamente y contó lo que había visto. Llevó al resto de los del
equipo a la laguna y todos fueron testigos de cómo el agua parecía hervir
lentamente. En un lugar no muy lejos de la orilla se concentraban las burbujas.
Tuvieron que improvisar un traje de buzo pues no habían pensado en la
posibilidad de que la roca especial hubiese caído en agua. Lo más importante
era poder verificar con fotografía que el objeto estaba allí al fondo. Así que
uno de ellos se vistió con una máscara y una cámara especial, sin ropa de
neopreno.
Se metió al agua y se hundió. Varias veces
salió a hacer comentarios, pues no podía aguantar tanto la respiración. Decía
que el agua estaba tibia, casi caliente alrededor del punto donde se veían las
burbujas. Tomó las fotos que pudo y cuando las vieron en el computador se
dieron cuenta que la roca que había en el agua era por lo menos dos veces más
grande que la habían encontrado días antes. La conclusión unánime fue volver al
pueblo, pedir equipo especial y volver lo más pronto posible, antes de que la
piedra se hundiera en el frágil fondo de la laguna.
Lamentablemente, tomó cinco días encontrar la
maquinaria adecuada. Al final, se dieron cuenta que no podrían ingresar con dichas
máquinas al bosque pues era reserva forestal. Así que eligieron utilizar un
helicóptero. Dos buzos amarrarían una especie de malla alrededor de la roca y
el aparato aéreo se encargaría de sacarla del fondo con solo fuerza. Era el
modo más práctico que pudieron encontrar, aunque ciertamente no era el más
barato. La universidad que los patrocinaba no estaba muy contenta.
A los dos días se internaron en el bosque y
cuando llegaron a la laguna se encontraron con algo increíble: el agua se había
evaporado por completo y la roca yacía, humeante, en el fono de un lodazal
increíble. No había ya necesidad de buzos sino de hombre ágiles que pudiesen
caminar sobre semejante terreno para ubicar la malla alrededor de la roca.
Cuando estuvieron en el fondo se dieron cuenta de otro problema: el aerolito
estaba muy caliente, parecía haber aumentado su temperatura y no lo contrario,
que sería la norma.
Claramente era algo muy especial pues no era
normal que después de cruzar la atmosfera y caer en agua, la roca siguiera
caliente e incluso pareciese calentarse más. Afortunadamente, la malla que
habían traído tenía cierta resistencia al calor. La ubicaron alrededor con
ayuda de guantes gruesos. Lo más complicado fue levantar la piedra por unos
segundos para poder pasar la malla por debajo. En ese trabajo se tuvieron que
involucrar todos y cada uno de los miembros de la expedición que habían venido buscando
el aerolito
El esfuerzo conjunto
fue suficiente y pronto tuvieron la ropa bien envuelta. El helicóptero llegó
pronto y bajó a una altura prudente para enganchar la cuerda que unía a la
malla. Cuando se alzó, todo el mundo creyó que se llevaría la roca como si
fuese una pluma. Pero pasó exactamente lo contrario: parecía que el objeto
pesaba mucho más de lo que todos habían estimado. Tal vez tuviese un núcleo muy
especial o tal vez no fuera una roca normal. El caos es que el piloto del helicóptero
tuvo que hacer un esfuerzo especial para levantar el aerolito del fondo de la
laguna.
Después de varios intentos, el piloto logró
alzar la roca unos cuatro metros en el aire pero se notaba que lo hacía con un
gran esfuerzo. Por radio, le comunicaron que solo debía volar hasta el borde de
la reserva forestal. Allí habría varios vehículos esperando por la roca para
llevarla a la universidad, donde se le harían una gran cantidad de estudios.
Antes de irse, los científicos tomaron muestras del barro del fondo de la laguna,
por si lo necesitasen después.
Una semana más tarde, las rocas estaban en la
mitad del laboratorio más grande de la universidad. Obviamente, la atención se
volcaba sobre la más voluminosa de las dos aunque habían descubierto que la
pequeña llevaba rastros de algo que todavía no podían definir. Habían pedido
ayuda de otros científicos alrededor del mundo pues había un descubrimiento por
hacer, o varios, y necesitaban a los mejores para aclararlo todo. Las dos rocas
serían la fuente de sueños para muchos y pesadillas para algunos. Pero claves
en el futuro de toda la humanidad.
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