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lunes, 1 de octubre de 2018

Cruzar la frontera


   Cuando lo besé por segunda vez, sus labios tenían el gusto del hierro frío. Empecé a llorar en silencio, tratando de no crear una situación que pudiese atraer a aquellos que nos querían matar. No tenía ni idea si estaban cerca o lejos pero no podía arriesgarme por nada del mundo, incluso si eso significaba ver como el amor de mi vida moría en mis brazos sin yo poder hacer nada al respecto. Toqué y escuché su pecho y noté que todavía respiraba pero se estaba poniendo morado y sabía que no resistiría por mucho tiempo.

 Tenía que llegar a algún lugar donde lo pudiesen ayudar o al menos conseguir algo que detuviera la hemorragia interna que obviamente estaba sufriendo. Le di otro besos y golpecitos suaves en la mejilla para que permaneciera despierto. Era difícil para él, se le notaba, pero lo que pasaba iba mucho más allá de nosotros dos. Ya muchos habían intentado cruzar el denso bosque para cruzar la frontera y poder encontrarse en un lugar donde no fueran cazados por su sexualidad, religión o gustos políticos. Pero la mayoría fracasaba.

 Nosotros decidimos intentarlo porque nos habían querido separar, yendo tan lejos como a encarcelarnos por un año entero en prisiones diferentes. Nos demoramos un buen tiempo en reencontrarnos pero lo hicimos, cosa que ellos pensaron que sería evitada con el tratamiento inhumano al que habíamos sido sometidos. Incluso pudimos haber sido candidatos para la horca, que había vuelto a la plaza pública, o a la castración. Pero eso no pasó, tal vez creyeron que con separarnos había sido suficiente.

 Apenas nos reencontramos supimos que la única opción real era escapar. Al otro lado de la frontera tampoco estaba todo tan bien como algunos decían, pero al menos nadie del gobierno nos perseguiría por ser dos hombres en una relación amorosa. Tendríamos que protegernos, eso sí, de los mercenarios que cazaban personas para cobrar recompensas. Y esos estaban por todas partes, desde las grandes ciudades hasta la parte más profunda de los campos del país. Eran como un virus alimentado por solo odio.

 Uno de esos había sido el que nos había alcanzado, con un compañero. Nos habían descubierto durmiendo bajo las raíces de un árbol gigante. Nos arrastraron afuera y nos despertaron con patadas en el estomago. A mi creo que me rompieron una costilla, pero nunca lo supe a ciencia cierta. A él, a mi alma gemela, le clavaron un cuchillo de hoja gruesa por la espalda. Menos mal los asustó el sonido de una tormenta y nos dejaron allí solos, mojados y golpeados, al borde de nuestra capacidad como seres humanos. Pero estábamos juntos y eso era más que suficiente y ellos no lo entendían.

 Como pudimos, caminamos por el bosque para alejarnos lo más posible de los mercenarios. Cruzamos un río casi extinto y dormimos al lado de otros árboles, aunque dormir no es la palabra correcta pues casi no pudimos cerrar los ojos. Traté de curar durante ese tiempo su herida, con algunas cremas que llevaba en mi mochila y con hierbas y hojas silvestres. Había aprendido algo de eso en la universidad, antes de que me expulsaran por órdenes del gobierno. Si hubiera podido terminar mi carrera, seguro lo habría atendido mejor.

 Todos mis intentos parecieron frenar lo que pasaba al comienzo, pero días después empezó a ponerse peor y entonces fue cuando sus labios se enfriaron. La frontera no podía estar muy lejos y había oído de gente que decía que algunos grupos habían formado campamentos del otro lado para ayudar a quienes pasaban de manera ilegal. Se suponía que la ley les prohibía ayudarles con nada pero existían personas que no pensaban que dejar a alguien morir a su suerte fuese algo correcto, y menos por razones tan estúpidas.

 Pensando en esa posibilidad, lo obligué a caminar de noche y de día. El bosque parecía hacerse más espeso y no teníamos ninguna manera de saber para donde estábamos yendo. No teníamos aparatos electrónicos de ninguna clase y las brújulas no eran algo muy común en ningún hogar. Teníamos que adivinar y, aunque seguramente no era la mejor opción de todas, era mejor que sentarnos a esperar la muerte, que parecía estar caminando increíblemente cerca de nosotros. Más de una vez, pensé que el momento había llegado.

 Al tercer día de cargar con él, después de darle algo de agua y unas galletas trituradas, abrió los ojos como no lo había hecho en varios días y me dijo que me amaba. No fue el hecho de que me lo dijera lo que me impactó, sino que se notaba el trabajo que había tenido que hacer para poder abrir los ojos bien y mantener su mente concentrada para decirme esas palabras. En ese momento no pudo importarme nada más sino el hecho de estar allí con él. Por eso rompí en llanto y lo abracé.

 Muchas personas no lo entienden, pero él es mucho más que un hombre y mucho más que un amante para mí. Es la única persona del mundo en la que puedo confiar a plenitud y la única que me hace sonreír sin ningún tipo de esfuerzo. Sus besos y abrazos me reconfortan como el mejor de los tés y  el olor de su piel es casi como una bienvenida al hogar que nunca debo dejar. Es una suerte de la vida haberlo encontrado y por eso escucharlo decir esas palabras en semejante situación tan precaria, fue como un medicamento. De esos que duelen al comienzo pero te ayudan a estar mejor.

 Por suerte, nadie me escuchó llorar. O al menos eso parecía, puesto que no había pasado nada grave. Decidimos dormir allí mismo y, por primera vez en un largo rato, dormimos de verdad. Lo hicimos abrazados, bien juntos el uno del otro. La noche fue agradable, sin clima imprevisto ni insectos que se pararan encima nuestro a molestar. Parecía casi como si estuviésemos de campamento, salvo que por la mañana nos despertó un disparo que rompió toda la magia de la noche anterior.

 Después hubo más disparos, pero para entonces ya habíamos comenzado a movernos. Él estaba mejor que antes y no necesitaba de mi ayuda para caminar. Lo hacía despacio pero era mejor que estar los dos en el mismo punto, más vulnerables que cuando caminábamos distanciados el uno del otro. Mientras nos dirigíamos colina arriba, donde todos los árboles estaban torcidos de alguna manera, escuchamos gritos. Eran gritos desgarradores, como si a aquellos que gritaban les estuvieran arrancando el alma.

 Nos quedamos quietos por un instante pero nos dimos cuenta de que estábamos haciendo lo que los mercenarios seguramente querían. Así que apuramos el paso y pronto estuvimos en la parte más alta de la colina. Aunque había también muchos árboles allí, se podía ver un gran valle más adelante, una zona abierta y con llanuras despejadas. Me detuve de golpe y le sonreí. Lo habíamos logrado, pues los montes eran la frontera en esa región y lo recordaba de un mapa que había visto antes de salir de nuestra ciudad.

 Seguimos escuchando gritos por varias horas. Después del atardecer, cuando estuvimos seguros que habíamos cruzado la frontera, los dejamos de oír. Sin embargo, seguimos caminando y agradecimos en silencio a aquellos pobres que habían sido capturados y que habían hecho posible nuestro escape. Mientras nosotros lográbamos tocar la libertad, ellos veían sus vidas desaparecer en cuestión de segundos, entre el dolor y el sudor pegajoso, característico de todos aquellos que escapaban.

 Decidimos no dormir hasta llegar al gran valle. Llegamos allí en la madrugada y pronto alguien notó nuestra presencia. No nos habló, sino pidió que la siguiéramos en silencio. Nos llevó por callejones hasta una bodega enorme, propia de un aeródromo o algún espacio de ese estilo.

 Había cientos de personas en el suelo, durmiendo. Otros hablaban en voz baja. La mujer nos llevó a un costado, donde nos dieron sopa caliente. Mientras comíamos, pude llorar libremente por fin. Y él hizo lo mismo y nos besamos una y otra vez. Nada podría separarnos jamás.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Cruzaron el cielo

   Como una explosión. Así fue como casi todas las personas que vieron el bólido pasar por encima de sus cabezas lo describieron. Iba a toda velocidad, cruzando el cielo dejando una estela blanca que parecía acumularse y quedarse allí quieta, como si un artista hubiese pasado un pincel con pintura blanca sobre el telón azul que era el cielo. Los que tuvieron la oportunidad de ver el espectáculo no se despegaron por un solo momento. Era una de aquellas cosas de la naturaleza que solo se podían ver una vez en la vida.

 O eso creían los habitantes de esa alejada región. Un mes más tarde, en la noche, más de uno salió corriendo afuera pensando que el país había entrado en guerra con algún otro país, aunque no hubiesen sabido adivinar cual. Otro bólido pasó por encima de un pequeño pueblo y tuvo la fuerza suficiente de romper varios vidrios con la onda de sonido que se escuchaba cuando la enorme piedra del espacio rompía la barrera del sonido allá en lo alto. Los restos cayeron en la misma región remota que la piedra anterior, después de un magnifico espectáculo.

 Los científicos del país decidieron organizar una expedición pues no era muy común que dos bólidos cayeran en la misma región de manera tan seguida. Si bien el fenómeno ya había ocurrido antes, hacía muchos años y muchos siglos, la gente no se acostumbraba a que piedras enormes cayeran del cielo y amenazaran con destruir su vida. El equipo de expertos se dirigió a la remota región de bosques donde se presumía que habían caído ambas rocas y se encontraron con la búsqueda no iba a ser tan simple pues, al parecer, los bólidos se habían internado bastante entre los árboles.

 Lo fácil era seguir el rastro de árboles devastados. Algunos estaban quemados ligeramente en la copa y otro habían sido completamente arrancados, como si manos gigantes los hubiesen tomado del suelo como si fueran zanahorias o algo por el estilo. La búsqueda demoró un poco más por la intensa lluvia que empezó a caer. Era tan preocupante el estado del clima, que se pensó en suspender la búsqueda hasta que dejara de llover. Pero no hubo necesidad de ello pues los científicos iban por lo que iban y no los iba a detener un poco de agua.

 Encontraron la primera piedra a los dos días de internarse en el bosque. La lluvia había ayudado a que se enfriara la roca, pues era la que había caído hacía más poco y todavía emanaba algo de calor. Tenía el tamaño de una pelota de futbol o tal vez un poco más grande. La sostuvieron con cuidado y la pusieron en una malla especial en la que sería transportada de vuelta al laboratorio. Pero primero tenían que buscar el otro aerolito pues no tendría mucho sentido irse de allí con solo uno cuando podían fácilmente encontrar el otro.

 La lluvia arreció y la búsqueda por el segundo aerolito se hizo más difícil de lo que todos pensaban. No solo por el hecho de que su rastro se había borrado después de varias semanas de caído, sino por la inclemente lluvia que traía consigo una neblina espesa y un frío insoportable que bajaba de las montañas como una serpiente enfurecida. El equipo iba despacio pues tenían que cargar la otra piedra para todos lados y eso entorpecía un poco el movimiento. Pero el jefe de la misión fue claro en decir que no se iría hasta al menos definir donde había caído la otra roca.

 La respuesta a esa pregunta llegó una mañana, más exactamente el día que se cumplía una semana de la misión. Uno de los ayudantes, un chico joven, se había apartado del campamento central para poder “ir al baño” pues no tenían ningún tipo de facilidades para hacerlo de manera más limpia y segura. Se apartó lo que más pudo y encontró un sitio que le pareció perfecto al lado de una pequeña laguna. Se bajó los pantalones y empezó a hacer lo que necesitaba hacer. Segundos más tarde, notó algo raro en la laguna: el agua parece hervir.

 Apenas terminó sus necesidades, corrió de vuelta al campamente y contó lo que había visto. Llevó al resto de los del equipo a la laguna y todos fueron testigos de cómo el agua parecía hervir lentamente. En un lugar no muy lejos de la orilla se concentraban las burbujas. Tuvieron que improvisar un traje de buzo pues no habían pensado en la posibilidad de que la roca especial hubiese caído en agua. Lo más importante era poder verificar con fotografía que el objeto estaba allí al fondo. Así que uno de ellos se vistió con una máscara y una cámara especial, sin ropa de neopreno.

 Se metió al agua y se hundió. Varias veces salió a hacer comentarios, pues no podía aguantar tanto la respiración. Decía que el agua estaba tibia, casi caliente alrededor del punto donde se veían las burbujas. Tomó las fotos que pudo y cuando las vieron en el computador se dieron cuenta que la roca que había en el agua era por lo menos dos veces más grande que la habían encontrado días antes. La conclusión unánime fue volver al pueblo, pedir equipo especial y volver lo más pronto posible, antes de que la piedra se hundiera en el frágil fondo de la laguna.

 Lamentablemente, tomó cinco días encontrar la maquinaria adecuada. Al final, se dieron cuenta que no podrían ingresar con dichas máquinas al bosque pues era reserva forestal. Así que eligieron utilizar un helicóptero. Dos buzos amarrarían una especie de malla alrededor de la roca y el aparato aéreo se encargaría de sacarla del fondo con solo fuerza. Era el modo más práctico que pudieron encontrar, aunque ciertamente no era el más barato. La universidad que los patrocinaba no estaba muy contenta.

 A los dos días se internaron en el bosque y cuando llegaron a la laguna se encontraron con algo increíble: el agua se había evaporado por completo y la roca yacía, humeante, en el fono de un lodazal increíble. No había ya necesidad de buzos sino de hombre ágiles que pudiesen caminar sobre semejante terreno para ubicar la malla alrededor de la roca. Cuando estuvieron en el fondo se dieron cuenta de otro problema: el aerolito estaba muy caliente, parecía haber aumentado su temperatura y no lo contrario, que sería la norma.

 Claramente era algo muy especial pues no era normal que después de cruzar la atmosfera y caer en agua, la roca siguiera caliente e incluso pareciese calentarse más. Afortunadamente, la malla que habían traído tenía cierta resistencia al calor. La ubicaron alrededor con ayuda de guantes gruesos. Lo más complicado fue levantar la piedra por unos segundos para poder pasar la malla por debajo. En ese trabajo se tuvieron que involucrar todos y cada uno de los miembros de la expedición que habían venido buscando el aerolito

El esfuerzo conjunto fue suficiente y pronto tuvieron la ropa bien envuelta. El helicóptero llegó pronto y bajó a una altura prudente para enganchar la cuerda que unía a la malla. Cuando se alzó, todo el mundo creyó que se llevaría la roca como si fuese una pluma. Pero pasó exactamente lo contrario: parecía que el objeto pesaba mucho más de lo que todos habían estimado. Tal vez tuviese un núcleo muy especial o tal vez no fuera una roca normal. El caos es que el piloto del helicóptero tuvo que hacer un esfuerzo especial para levantar el aerolito del fondo de la laguna.

 Después de varios intentos, el piloto logró alzar la roca unos cuatro metros en el aire pero se notaba que lo hacía con un gran esfuerzo. Por radio, le comunicaron que solo debía volar hasta el borde de la reserva forestal. Allí habría varios vehículos esperando por la roca para llevarla a la universidad, donde se le harían una gran cantidad de estudios. Antes de irse, los científicos tomaron muestras del barro del fondo de la laguna, por si lo necesitasen después.


 Una semana más tarde, las rocas estaban en la mitad del laboratorio más grande de la universidad. Obviamente, la atención se volcaba sobre la más voluminosa de las dos aunque habían descubierto que la pequeña llevaba rastros de algo que todavía no podían definir. Habían pedido ayuda de otros científicos alrededor del mundo pues había un descubrimiento por hacer, o varios, y necesitaban a los mejores para aclararlo todo. Las dos rocas serían la fuente de sueños para muchos y pesadillas para algunos. Pero claves en el futuro de toda la humanidad.

martes, 19 de mayo de 2015

El portal

   Allí, frente a Zenia, estaba el primer portal, el primero en su tipo en conectar dos dimensiones diferentes. No era como en las películas, un agujero que lo chupa todo. No era un agujero negro ni nada por el estilo. Era solo un disco flotante de color profundamente negro. De él no salía nada y todavía no había entrado nada. Con su asistente Nerón, pudieron encontrar la manera de cerrarlo a voluntad y desde ese día, desde la creación, lo abrieron y cerraron miles de veces. Hicieron pruebas de todo tipo, más que todo con aparatos, para medir todo los aspectos del portal.

 Conscientes de todos aquellos trabajos de ciencia ficción, solo dejaban el portal abierto una hora al día pero era suficiente para estudiar los datos por horas y horas, incluso días. Así que en total, el disco solo existía por algunos momentos, antes de desaparecer por completo de nuevo, entre los potentes cables y el mundo físico que todos vemos. La maquinaria para crearlo era compleja pero Zenia tenía el apoyo de un mecenas que soñaba con todas estas cosas, con el espacio y otras dimensiones, otros planos de existencia. Cuando ella fue a plantearle su proyecto, a la vez que lo hicieron muchos otros científicos ávidos de dinero e instalaciones apropiadas para hacer lo suyo, él quedó fascinado.

 Y ella a su vez quedó fascinada con los laboratorios y equipos que él tenía. Y lo que no tenía lo mandaba a comprar como si se tratase de dulces o alguna cosa trivial. El señor Reed, como le gustaba que lo llamaran, no tenía ningún problema en comprar o vender, siempre y cuando se vieran resultados. Zenia, después de varios estudios de estabilidad y estructura, lo invitó a ver el portal que ella había creado. Le había dicho que ya casi podían definir su estructura y replicar a la perfección el proceso en otros lugares, de ser necesario. Pero la verdad es que nunca supo si Reed la escuchó: él estaba fascinado con el portal, casi al punto de querer tocarlo.

 Fue Nerón que cerró el portal antes de que Reed se acercara más y Zenia, en silencio, lo agradeció. Un accidente o “prueba” inesperada podría haber sido desastrosa. Antes de irse Reed le preguntó sobre cuando haría pruebas para cruzar el portal. Ella le respondió que primero debían terminar todas las pruebas de estabilidad. Sabían que no iba a explotar ni nada parecido pero todavía no podían estar seguros de cuan a salvo estaría algo o alguien si cruzara de frente el disco interdimensional. No le resultó nada extraño que al día siguiente, su cuenta bancaria estuviese más llena. Saltaba a la vista la fascinación de Reed.

 Era algo en lo que Zenia jamás había pensado, pero al pasar los meses y con la seguridad que había adquirido, se encontró preguntándose de donde venía la fascinación con todo el proceso. Según él, era porque desde pequeño le encantaba todo lo relacionado con la ciencia ficción y con el espacio y demás. Por eso, argumentaba él, cualquier investigación científica que pudiese convertir lo que hasta ahora era ficción en realidad, valía la pena. Pero para Zenia esa respuesta ya no era lo suficientemente buena. Los otros científicos que habían presentado proyectos ante Reed, también tenían ideas fantásticas acerca de las astronomía y muchos de los avances que podían haber hecho en el laboratorio hubiera sido definitivos para la Humanidad.

 Y sin embargo, la había elegido a ella. Zenia incluso pensó que era porque Reed había creído que ella le había estado coqueteando. La verdad era que había sido bastante amable y cercana el día de la entrevista, incluso diciendo la antigua pero efectiva frase: “Me encanta tu corbata”. Pero con el pasar del tiempo Reed no parecía tan interesado en ella como lo podría haber estado. Para Zenia, aunque no lo pensaba seguido, eso era una lástima porque Reed no era un hombre feo. Era algo mayor que ella pero era guapo y seguía siendo tan interesante como seguramente lo había sido cuando joven.

 El caso era que la científica no tenía la respuesta a porque le financiaban su investigación. Pasó un buen tiempo y Zenia estuvo lista para las pruebas reales. Iban a comenzar con objetos  luego pasarían a los seres vivos, si las primeras pruebas eran consistentes. Era algo muy arriesgado porque no podían lanzar cosas y esperar a que salieran de vuelta o algo por el estilo. Si lanzaban las cosas con mucha fuerza, podrían salir volando del otro lado o incluso podrían ser destruidas en el interior del portal o adonde fuese que llevara el disco negro.

 Lo que hicieron fue revisar con cuidado con todo los datos y encontrar una solución convincente. Gracias a Nerón, Zenia se dio cuenta que el disco si absorbía luz y lo que estuviera cerca pero demasiado cerca. Su rango de absorción era tan solo de cinco centímetros. Pero era lo suficiente como para empujar con suavidad algo en su interior. Con la ayuda de más persona, un chico y una chica proporcionados por Reed, se hizo la primera prueba con un objeto. Era un simple cubo de madera. La idea era que fuese un objeto “entero”, sin partes por donde se pudiese desgarrar con facilidad.

 Nerón vistió un traje parecido al de los astronautas y fue él quien se acercó lo suficiente para que el cubo de madera fuese absorbido. Casi corrió al otro lado de la habitación cuando el portal haló de sus manos al cubo y lo hizo desaparecer en su oscuro interior. Adentro del cubo, sin embargo, había un localizador y varios otros pequeños aparatos que solo sirvieron por un minuto antes de dejar de comunicar. El cubo no volvió en toda la hora que estuvieron esperando y la verdad era que no estaban esperando que lo hiciese, hubiese sido muy extraño si eso pasara.

 La siguiente prueba se hizo con un objeto más grande: una pelota que también tenía varios aparatos en su interior. La diferencia estaba vez era que la pelota estaba amarrada a una cuerda extra fuerte y la idea era dejarla penetrar el disco por solo un minuto y luego halar la cuerda para traer la pelota de vuelta. Fue Nerón de nuevo quién acercó la pelota al portal y la vio desaparecer con rapidez en la negrura. La cuerda rápidamente fue chupada también y pronto estuvo tensionada, creando una imagen algo extraña: una cuera halada hacia un disco negro plano, pero sin salir por el otro lado. La cuerda no temblaba ni nada, solo estaba tensionada.

 Mantuvieron todo así por un minuto entero hasta que Nerón tuvo que activar un máquina para halar la cuerda. No lo hacía él porque previsiblemente la fuerza necesaria era mucha más que la que él poseía pero resultó que la cuerda se dejó halar con suavidad y la pelota volvió a ellos. Otro de los aparatos que tenía instalados era una cámara pequeña, de resolución moderada. Entre todos la revisaron completa pero no había registrado nada interesante, solo negrura pero no como si la pantalla estuviese apagada sino como si se grabase en una habitación oscura. Al final del video, Zenia juró haber visto algo pero no sabía que.

 Con estos resultados, la científica llegó adonde Reed que exigió estar en la próxima prueba. Él había visto la grabación de la pelota pero no había dicho nada al respecto. Se había quedado sin palabras, como siempre, pero esta vez su rostro era más sombrío, como si algo en todo lo que pasaba no le encajara mucho. El día de la siguiente prueba, con un ser vivo, Reed llegó temprano y se sentó en una silla alejada mientras los demás ultimaban detalles. La criatura elegida era un conejo. Habían tratado de elegir uno feo para no sentirse tan mal pero eso fue imposible. El pequeño tenía también un collar con cámara y otros dispositivos.

 Para Nerón fue más difícil esta vez, porque el conejo se movía y había que acercarse más que nunca. Como la pelota, el collar del conejo iba amarrado a una cuerda resistente. Cuando estuvo a punto, Nerón pegó un grito desgarrador y todos pudieron fijarse que el portal casi lolo arrastra pero solo se llevó al conejo, que volvió intacto aunque temblando como loco apenas un minuto después. Con el señor Reed en la habitación, revisaron al conejo y el vídeo que traía desde el otro lado. Esta vez el movimiento que había detectado Zenia era más notable. Uno de los nuevos usó un programa de edición y les mostró el vídeo con cambios de contraste y demás.

 No era tanto lo que se pudiese ver en la mayoría del minuto. Pero al final se vio una luz y un movimiento que parecía biológico. Todos estaban absortos. Esa noche Zenia no pudo dormir de la emoción. La próxima prueba sería con un chimpancé y eso era para probar la posibilidad de mandar un humano. Ni siquiera había terminado de pensar en esto cuando su celular vibró y le advirtió de una violación de seguridad en el laboratorio. Como dormía allí mismo, llegó en pijama corriendo y vio horrorizada lo que ocurría. Eran los contratados por Reed. Habían encendido el portal. Pero eso no era lo horrible. Era Reed. Estaba vestido con el traje que había usado Nerón y se acercaba al portal.

 Zenia le pegó un puño al chico y tomó el micrófono que usaban para hablar con Nerón desde la cabina de mando. Reed la miró pero no respondió nada. Ella gritaba como loca pero él no le hacía caso. Zenia se lanzó a cortar la alimentación del portal pero el hombre que había golpeado le cogió los brazos y no los soltaba. Con horror, la científica vio como Reed se acercaba al portal y, antes de estar ya demasiado cerca gritó al micrófono:

-       Los veré de nuevo... Tengo que verlos otra vez!


Y entonces, desapareció. También llevaba la cuerda amarrada al traje pero esta vez solo quedó tensa un segundo. La chica activo la máquina para recoger la cuerda pero no había nada al final. Habían cortado la cuerda en el interior y ahora Reed estaba allí. De alguna manera, sus equipos sirvieron más de lo normal. Y entonces Zenia vio lo que él quería volver a ver y lo único que pudo hacer, fue gritar.