Mostrando las entradas con la etiqueta difícil. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta difícil. Mostrar todas las entradas

viernes, 29 de mayo de 2015

De la vida y sus curvas

   Muchas veces no hay nada que nos consuele. Nos sentimos perdidos, desubicados en este vida, y no entendemos de donde venimos o adonde vamos. Y a todos nos pasa pero lo peor de todo es que cuando nos pasa nos sentimos solos, únicos en nuestro dolor, nuestro sufrimiento. Hay días en los que sentimos poco y otros en los que sentimos demasiado, todo nos afecta y todo tiene una repercusión enorme en nuestra mente e incluso en nuestro cuerpo. Y eso cansa, se siente el peso de todos esos sentimientos apretando contra el cerebro y el corazón, con fuerza, como si un ser humano no estuviese hecho para sentir tanto.

 Las personas que viven felices o aparentan estar contentas todo el tiempo, aquellas que parece no tener problemas o siempre tienen una solución para todo, no son las mejores personas en las cuales confiar cuando todo se vuelve tan confuso y caótico. Esas personas tal vez sean optimistas pero un rasgo del optimista es que resulta ser un ciego más en muchas ocasiones, ignorando incluso su propio dolor. Y cuando uno mismo se ignora una cierta cantidad de veces, se va transformando y ya no es un ser humano sino el caparazón de lo que fue una persona.

 Es bueno ser positivo pero también es bueno ver la vida como es, sea lo que sea. Negarse a que el mundo es un rango de tonos de gris y no blanco y negro, es convertir todo en una decisión trascendental cuando esa decisión no existe, no hay que ponerse de un lado o de otro cuando algo ocurre sino que hay que pensarlo como es, sea algo que nosotros provocamos, u otros o incluso algo que se sale de nuestras manos porque va mucho más allá de lo que nosotros somos.

 El caso es que somos algunos, quien sabe si minoría o mayoría, que hay días que no podemos soportar las cosas como son. El mundo se vuelve una tormenta de ruido que es imposible apagar. Todo parece venir por ti, querer atraerte a un hueco del que nunca vas a salir. Suena tétrico pero así son las cosas, así se siente esos días cuando el mundo pierde todos sus colores y no hay absolutamente nada que pueda mejorar el panorama. Cuando esto ocurre, lo más difícil es que le ocurre a una persona sola y, aunque puede pedir ayuda, no entenderá nunca el punto de todo si se sostiene en alguien más.

 A veces, el cuerpo y la mente son puestos a prueba y hay que resistir solos, ver de que estamos hechos. Algo que es cierto para todos es que la vida no se supone que sea fácil. Hay personas que se quejan de que todo sea tan difícil, sea en las relaciones con otros, en el trabajo, físicamente o en general, por lo que sea. Pero esa es la prueba de la vida; es una gran carrera de obstáculos que dura lo que tenga que durar. No tenemos control de nada y debemos llevarla a cabo lo mejor que podamos. Cada persona elije como jugar y no hay reglas claras para llegar a la meta, que no es la misma para todos. Es un juego, por cruel que suene, uno donde todo cambia según lo que hagamos pero que siempre termina igual.

 Pero a pesar de esta visión, de esta cruda realidad, todos sabemos que la vida también tiene esos pequeños rayos de luz, esas cosas que nos reconfortan y nos ayudan a seguir. No se trata de mentirnos con cosas que no tienen nada que ver sino de apreciar las cosas que, dependiendo de la persona, puedan ayudar a empujar una vida hacia delante.

 A veces ese impulso depende de una persona que no somos nosotros. A veces es una sonrisa de esa persona, un abrazo o un beso el aceite de motor que necesitamos para seguir adelante sin tener que mirar atrás o tomar decisiones que podrían ser más trascendentales o peligrosas. No es malo apoyarse en alguien más mientras que no sea una relación dependiente, es algo que hay que diferenciar. Si estamos con alguien por cualquier razón que no sea porque nos hacen sentir bien, por la razón que sea, entonces deberíamos terminarlo de inmediato. La vida es corta y no debería uno pasársela mintiendo e hiriendo por ignorancia.

 Pero sí, un abrazo puede ser reconstructor, puede sentirse en lo más profundo y ayudar a reparar una zona devastada como puede ser nuestro interior, nuestra conciencia más profunda. Y mejora cuando se da sin palabras y sin pedirlo. No hay nada más doloroso que mendigar algo de cariño y por eso lo mejor es que se de espontáneamente, sin tener que verbalizarlo. Algunas personas que eso puede ser tierno o romántico pero de hecho no lo es. Pedir un beso o un abrazo denota una falta de comunicación que no se repara fácilmente.

 Lo físico puede ser reconfortante pero hay que tener cuidado porque lo físico muchas veces sucede en un momento del tiempo y no permanece. A veces un abrazo de un desconocido ayuda pero ese desconocido desaparecerá y entonces que haremos si fue ese abrazo y ningún otro el que me hizo sentir mejor? O que tal que esos besos, abrazos, incluso encuentros sexuales, solo puedan ser en ciertos momentos, lugares y ocasiones? Entonces ya no es ninguna ayuda de ningún tipo sino otro problema que puede estar acosando nuestra mente también, como todo el resto.

 Ya que estamos, el sexo es algo efímero, algo de un momento que jamás se vuelve a repetir, ni siquiera con la misma persona, ni siquiera conociéndose hace años. Siempre será diferente y por eso el sexo no es la mejor manera de sentirse mejor con nada. Y si a eso le sumamos lo que puede irnos sumando a la mente, como el desempeño, nuestra autoestima, nuestra entrega, entonces podríamos estar empeorando el problema y no ayudándonos de ninguna manera.

 En esos días en lo que todo parece negro, a veces lo mejor es respirar profundo y tan solo vivir como todos los días, tratando de estar lo más relajado posible todo el tiempo y buscando refugio en aquellas cosas que hacen nuestra vida algo mejor. Todos tenemos gustos particulares y son esa pequeñas cosas, que puede ser artificiales e incluso superficiales, las que muchas veces pueden ayudarnos a ver las cosas como son y no peor de lo que son.

 También tenemos que darnos cuenta que solo somos una persona en el mundo y el dicho que dice que una persona puede hacer la diferencia no es cierto en el sentido que una sola persona necesita de otros para ejercer un cambio para todos, para el colectivo de los seres humanos. Esto no es así si lo que queremos es hacer un cambio en nuestro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotros mismos. De entrada es una tarea difícil porque el ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en ña﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en astro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotráreas que se van creando por el aprendizaje o el crecimiento personal. Todo eso depende de cada uno y puede o no funcionar pero vale la pena intentarlo.

 Es complicado porque la vida es complicada. Puede no parecer algo divertido, algo en lo que nos guste pensar, pero así son las cosas: nuestra vida real, la que tenemos todos los días y la que no se basa en nuestras relaciones con otros ni en lo que hacemos para vivir, mejor dicho, la que vivimos nosotros solos, es muy compleja. Es más compleja que la que podamos tener con cualquier persona porque no estamos en sus mentes sino que estamos en la nuestra, de nacimiento a la muerte y no hay manera de hacer un cambio porque no nos gusta o porque queremos intentar algo nuevo. Tenemos que vivir la vida como nosotros mismos y eso es difícil, seamos quienes seamos. Es una larga carretera, a veces a plena luz, otras veces en penumbra, con muchas curvas y cambios pero con un inicio y un final.

 De pronto algunos crean que eso puede sonar demasiado dramático y exagerado pero es innegable que la vida es una que vivimos solos. Por mucho que amemos a alguien, sea quien sea, no moriremos con esa persona, no en el mismo segundo ni en las mismas circunstancias, no tendremos el mismo último pensamiento ni habremos vivido nuestras vidas queriéndonos igual o pensando lo mismo a cada rato. Eso pasa en las parejas, en las familias y con los amigos. Que haya sentimientos no nos hace más cercanos en nuestra experiencia de vida que es cada uno por su lado, cada uno haciendo algo con la vida, lo que sienta que es lo que debe de hacer. En ese sentido estamos solos.

 Y la mayoría no estamos muy contentos con eso. Porque vivir cada uno por nuestro lado puede ser bastante doloroso. Pero ahí están esas pequeñas ayudas, esos abrazos fuertes llenos de energía, esos besos de mil formas, esa sonrisas, esos inventos increíbles y esas realidades que pueden asustar pero también nos dan la esperanza real, no esa que se inventaron los noticieros sino la de verdad, que nos llena sin que la entendamos por completo.


 El truco es simplemente respirar, oxigenar el cerebro y seguir adelante, paso a paso por el tiempo que sea necesario. Y recordar que las decisiones que tomemos no son malas ni buenas, correctas o erróneas, son solo decisiones que afectan nuestra vida pero a ella le dan lo mismo. Son las personas las que juzgan, no la vida como tal.

miércoles, 29 de abril de 2015

Por amor al arte

   Todos los alumnos usaban sus carboncillos con habilidad y rapidez. Miraban por un lado del caballete por unos segundos y luego volvían a su dibujo, ya retocando los últimos detalles. Eran unos quince alumnos, entre chicos y chicas, todos distribuidos en un gran círculo alrededor de un cubo blanco. Encima de esa estructura estaba un joven de pie, mayor que los alumnos pero igual joven, totalmente desnudo. Imitaba la pose del gran David de Miguel Ángel. Era increíble ver la similitud en los cuerpos, incluso en el cabello, y la habilidad casi anormal de quedarse quieto por tanto tiempo.

 La profesora de la clase daba vueltas por todo el salón, mientras los alumnos tenían solo cinco minutos para terminar. Algunos estaban visiblemente atrasados, dibujando con tal rapidez que parecía estar a punto de rasgar el gran bloc de hojas en el que pintaban. De hecho, un par miraban con desespero a un lado y otro, viendo como sus hojas estaban en efecto rasgadas y como las hojas inferiores se veían igual. Otros, pocos, veían con suficiencia a su alrededor ya dando retoques casi innecesarios a sus dibujos. Habían trabajado duro y lo tenían todo a punto.

 El modelo los veía de reojo pero casi todo el tiempo miró hacia una ventana, por donde pasaban las palomas que se posaban todas las tardes en la plazoleta exterior de la facultad de artes. Él recordaba con cariño su tiempo en la universidad pero no había estudiado nada relacionado con el arte, aunque había querido. Su padre era un abogado conocido y respetado en el país y le había insistido, desde pequeño, en que debía compartir su mismo destino y así seguir un cierto legado familiar.

 Él no quería nada que ver con eso pero igual hizo la carrera de cuatro años y encontró trabajo en una firma de abogados, recomendado por su padre. Pero hacía tan solo unos meses había vivido una experiencia cercana a la muerte y había decidido cambiar varias cosas en su vida. El coche en el que viajaba por carretera, de vuelta de una conferencia relacionada al trabajo, dio un giro inesperado al evitar un camión que venía directo hacia ellos. El automóvil dio varias vueltas y cayó en una zanja. Eso fue suficiente para él. El día siguiente, apenas al salir del hospital, renunció a su trabajo y le terminó de pagar a su padre lo que había gastado en su carrera.

 Sutilmente movió la cabeza. Se le habían humedecido los ojos pero respiró y trató de no desfallecer en los últimos minutos. No era la primera vez que posaba desnudo en los últimos meses. Se lo había sugerido una amiga y él se había lanzado a ello por cambiar de cosas por hacer. Ya había conseguido otro trabajo más estable y todo era para estudiar lo que él quería pero este trabajo del desnudo lo hacía sentirse libre, lo hacía sentirse honesto y vivo.

 Uno del os alumnos, un joven llamado Aníbal, estaba terminando con soltura su dibujo. La verdad era que hacía varios minutos que había terminado y solo se había dedicado a tratar de mejorar un poco el dibujo, haciéndolo más realista y único. Desde pequeño había tenido cierta facilidad para el dibujo y estudiar bellas artes había sido lo natural para él. Sus padres lo habían apoyado con varios cursos y viajes para aprender más del arte, siendo ellos mismos artistas: uno un escritor renombrado y la madre curadora de una de los museos más grandes del país.

 Su dibujo no era el mejor que había hecho. Para él este curso era la base que ya había visto hacía años, así que no se había esforzado demasiado pero sí lo había hecho lo suficientemente bien para resaltar. Algo que le gustaba, desde siempre, era ser aquel del que hablaran más. Le gustaba ser el ejemplo de los demás y que lo pusieran en un pedestal. Su aire de suficiencia era perceptible a todos los demás y solo aquellos que querían estar cerca de alguien con conexiones le hablaban, el resto se mantenía al margen.

 Esto era diferente a Adela, una de las chicas que estaban ocultando las rasgaduras en su papel con más carboncillo. Sudaba bastante a pesar de que la habitación estaba bien ventilada y miraba a sus vecinos inmediatos para ver que tal iban. La verdad era que ella de dibujo no sabía nada. Le gustaba mucho el arte pero más apreciarlo y hablar sobre él. De resto, no sabía mucho ejecutar nada. El dibujo era para ella algo nuevo y todas sus nuevas clases prácticas eran casi para ella una tortura.

 Siempre había sido torpe con los dedos, incluso para cortar una figura de un papel. Hacía bonitas carteleras porque tenía un muy buen sentido de la estética pero de resto no tenía ni idea de cómo hacer nada con ningún tipo de medio. La escultura le parecía especialmente difícil, ya que visualizar se le hacía casi imposible cuando no se tenían muchas bases. Su primera entrega en esa clase había sido una figura un tanto amorfa que el profesor había tomado como una obra futurista, algo que ella había reforzado diciendo todo lo que sabía respecto a ese movimiento.

 Adela estaba sentada justo al lado de Aníbal y trataba de no mirar su dibujo pero era casi imposible, al ver lo idéntico que era al modelo frente a ellos. La pobre chica miraba su dibujo, rudimentario y básico y lo comparaba al realista modelo de su compañero. Miraba también al modelo como suplicando algo pero no tenía ni idea de porque lo hacía. De pronto era porque siempre había habido alguien a su lado ayudándola pero en la carrera estaba sola. Ninguno de sus amigos había estudiado lo mismo y tenía que confesar que se sentía a veces arrepentida de su decisión, pero lo olvidaba pronto al recordar su pasión por el arte.

 Del otro lado del salón estaba Guillermo. Su dibujo era lo mejor que podía hacer para lo que conocía y se sentía muy contento de estar en su primera clase con un modelo en vivo. Le gustaba ver como la luz que entraba por las ventanas superiores, tocaba el cuerpo del modelo y lo convertía en algo más que una persona. Eso era para él el arte: algo que transformaba a los simples seres humanos en algo mucho más allá de lo que siempre vemos, de lo que conocemos y sentimos.

 Guille recordaba su primera visita a un museo y como se había sentido fascinado por los colores y las formas. Nunca había salido del país a conocer obras de arte famosas mundialmente pero había leído de varios artistas, de sus vidas, de sus obras y le encantaba. Veía todo tipo de películas, iba ocasionalmente al teatro y trataba de colaborar a amigos y conocidos en todo lo relacionado con el desarrollo artístico. La verdad era que le encantada todo lo que tenía que ver con lo social y para él el arte conectaba todos los seres humanos, sin importar el dinero o la edad o nada.

 La profesora miraba su reloj y veía como se gastaban los últimos segundos. En ese momento, decidió darles un par de minuto más. Era una tontería, pero era su costumbre con los alumnos primerizos. La vida normalmente no les daba una oportunidad y ella quería darles al menos un poco de esperanza, que tanto faltaba en el mundo del arte moderno. Nadie les iba a dar una oportunidad real con momentos tan duros y difíciles que iban a tener en su futuro. Ella no veía porque complicarles la vida tan rápidamente, para que hacerlo si eso solo los afectaba más allá de las clases y su gusto por el arte.

 Los minutos extra pasaron rápidamente y con tranquilidad la profesora les pidió que dejaran sus dibujos en los caballetes y salieran a almorzar. Lo cierto era que casi todos estaban hambrientos y eso había ayudado también a su preocupación y a que no pudiesen concentrarse por completo.

 Mientras salían, el modelo bajó de su pedestal y saludó a algunos que se despedían con una sonrisa, incluido Guille que lo miraba más que los demás. El modelo no se fijó mucho y se dirigió a su mochila que estaba a un lado del escritorio de la profesora. Se puso una bermuda y una camiseta con habilidad y cuando se dispuso a ponerse los zapatos, se dio cuenta que la profesora miraba con atención los dibujos. No los recogía para verlos después sino que se paseaba como quién iba a un museo.

 Apenas el modelo se puso los zapatos y una chaqueta, se puso la mochila al hombro y se acercó a la mujer. Ella le agradeció su ayuda y le dijo que tenía su paga pero que quería que la acompañara a dar una vuelta por el salón. La pareja observó por varios minutos, escuchando los sonidos del exterior, cada uno del os dibujos. Al modelo le sorprendió ver las diferentes maneras en las que cada alumno lo habían visto. Había estado siempre en la misma pose pero lo había percibido de muchas maneras. Algunos habían hecho un retrato tipo “cómic”, otros habían sido mas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽b retrato tipo "ras. Algunos habs del exterior, cada uno del os dibujos. Al modelo le sorprendi habilidad y cuando se ás clásicos y otros más habían agregado cosas que ni siquiera estaban allí.

 Al final del recorrido, la mujer le sonrió y se dirigió a su escritorio. De un cajón sacó un sobre y se lo dio al modelo que lo guardó en su mochila. La mujer le preguntó porque había decidido modelar en los cursos de arte. Él la miró y le dijo con una sonrisa.


-       - Por amor al arte.

martes, 21 de abril de 2015

El único regalo

   El agua moviéndose por el movimiento del barco era lo único que tenía enfocado pero no estaba pensando ni en el agua, ni en el barco, ni en esta travesía sin sentido. El ferri viajaba de Atenas a Santorini y podría haber unido la Tierra con Urano y me hubiera dado lo mismo. Lo que había atrás, en Atenas y más allá, era lo que ocupaba mi pensamiento y no me dejaba seguir adelante como hubiese querido.

 No era, y sigo siendo, nada más que un escritor frustrado, apenas publicado y con un trabajo tedioso como medio para seguir viviendo. El arte no da dinero para vivir, solamente la felicidad para hacerlo. Pero yo no tenía ni lo uno ni lo otro. Eso sí, siempre había ahorrado y por eso había decidido tomar este viaje, lejos de todo y de todos. Necesitaba respirar otros aires y que mejor que hacer en un sitio donde ni siquiera entendería lo que se decía en la calle, lo que se dijera de mi en mi propia cara.

 El sonido de un niño vomitando me sacó de mis pensamientos y me trajo de nuevo al ferry, un montón de metal que de alguna manera flotaba sobre el Egeo y se acercaba con prisa a una isla volcánica famosa en la que yo tenía prometida una cama y un lugar en donde pensar para poder conectarme de nuevo con quien había sido antes. Ya no podía escribir. La pantalla o el papel en blanco me agobiaban y me daban breves ataques de ansiedad, de rabia y terror. No quería tener que sentir eso así que simplemente ya no lo intentaba. Pero en este viaje eso tenía que cambiar.

 Siempre había necesita una manera de sacar lo que sea que tuviese dentro. Y mi trabajo como asistente en una editorial no sacaba nada de mi imaginación, que parecía haber muerto hacía tanto tiempo. No digo que fuese bueno pero tampoco era irremediablemente malo. Yo diría que era lo que tenía que ser y lo que, ojalá, muchos necesitaran leer. Algo fácil pero con contenido. La literatura puede ser tan pretenciosa y llena de sí misma. Lo que yo quería era liberarme un poco de las ataduras. Y lo logré, al menos por un tiempo.

 Pero las cosas nunca se quedan quietas en la vida. Nada permanece quieto y eso lo odio. Porque tienen que cambiar las cosas? Para que la evolución, cuando va muchas veces en contra del crecimiento de los seres vivos? Yo no quiero cambiar ni quiero que nada cambie. Aunque para eso ya es tarde porque las cosas ya cambiaron y es tarde para llorar sobre esa podrida leche derramada. Ya no tengo lo que solía tener y, en mis intentos de recuperar lo perdido, solo me he ido hundiendo mpido te tragan y te llevan al olvido. mueven demasiado, mlas e ido hundiendo morque las cosas ya cambiaron y es tarde para lloraás en el barro. Es como las arenas movedizas de las películas, y supongo yo en la vida real; si te mueves demasiado, más rápido te tragan y te llevan al olvido.

 Por fin el barco atraco en el puerto de Santorini y caminar es otra de esas cosas que ayuda a que el cerebro no se atrofie, a que no se vuelva loco pensando en lo que puede y no puede ser. Para que perder tiempo con lo que no existe. Si no existe, por algo será. Yo solo quiero paz en mi mente y recuperar lo que antes tuve. Tal vez lo tenga todavía, lo siento a veces en mi interior pero es como si un grave accidente me impidiese volver a subirme en la proverbial bicicleta. No puedo, me duele y me agobia.

 Las callecitas y vistas en la isla son fantásticas. Muchos de los turistas que venían conmigo en el barco se quedan por solo unos días pero yo pienso quedarme dos semanas enteras en esta roca. Sí, supongo que por el ambiente pero también al ser una isla da mucho espacio para sentirse alejado, tal vez único. De pronto eso y la vista, la naturaleza, me ayuden a recuperar lo perdido.

 Me niego a perder algo que siempre me ha sacado del agua negra de la vida. Porque así se siente cuando te desconoces, te pierdes a ti mismo en un mar de mentiras, de falsas esperanzas y de sueños frustrados que simplemente murieron antes de tener una oportunidad. Son abortos, intentos fallidos que agobian la mente. Aún sin vida son capaces de atormentar. Se podría decir que son pura culpa pero nunca se sabe de que te sientes culpable. Creo que allí yace la verdadera agonía. Es horrible.

 Mi habitación es pequeña pero la única ventana mira hacia la hermosa bahía y sobre un montón de otras casitas. Es fantástico, casi solemne. Me quedo en la casa de un anciana mujer que solo habla griego. Su nieta la acompaña y ella habla inglés. Atiende a los turistas y los ubica en alguna de las ocho habitaciones. Esta mujer debió ser rica, así no fuera en dinero. Nadie aquí tiene una casa tan grande y menos tan bien ubicada. Pero sea como sea, aquí estoy y aquí me quedo.

 Al día siguiente me voy a caminar, con una mochila casi vacía, solo con una botella de agua, dinero para el almuerzo, un bolígrafo y un cuaderno. No necesito más. Camino arriba y abajo, por callecitas y por caminos desolados. Y me doy cuenta que no lo he perdido, que todavía está allí. Es casi como el amor, creo. Se debe sentir como un globo dentro del cuerpo que crece o se desinfla dependiendo de lo que se esté sintiendo por esos días. No conozco al amor pero conozco la frustración y la realización. Supongo que tiene de ambos.

 Nunca me interesó saber mucho del amor. De pronto porque no creo en algo tan mágicamente espectacular. No creo en algo tan puro en un mundo tan corrupto y decadente. Porque estas casitas pueden ser blancas y esta isla puede parecer inocente pero aquí, como en todos lados, hay seres humanos. Y tenemos que entender que como eso mismo, somos una peste. Las ratas son incluso menos invasivas y destructivas. Nosotros somos peores porque no solo jugamos con el físico de los demás sino con sus mentes. Y eso es lo que pasa todos los días. Gente que se lanza de algún lado porque el hedor de este mundo pudo más que su débil voluntad.

 Tal vez no sea voluntad sino un reconocimiento de que en verdad jamás ganamos nada en la vida, más que la vida misma. Ese es el único premio verdadero y todo el mundo lo recibe. No hay más sino eso. La vida es solo importante porque es vida misma y ya. Lo que hacemos en ella, como lo hacemos y con quien, es tremendamente insignificante. A quien le importa de verdad, una cosa u otra? Si somos negros o blancos, si somos homosexuales o heterosexuales, hombres o mujeres, altos o bajitos, ricos o pobres? Eso no importa porque la realidad es que solo nacimos para perder, para ir en un declive suave hacia la muerte. Todos somos iguales, todos decaemos igual.

 Viendo los riscos, las rocas en el mar, la aridez del terreno, me doy cuenta que la muerte no puede ser tan mala. Morir es, al fin y al cabo, tan natural como morir. Incluso, si decimos que la vida es el único momento en que ganamos, tal vez se podría decir que la muerte también es una ganancia. Es un favor de la naturaleza a nuestros cuerpos, a nuestras mentes exhaustas. Es justicia pura y definitiva. Entiendo entonces que no hay nada peor que llorar en un entierro. Porque llorar cuando ahora esa persona volvió a ganar, vuelve a estar mejor, mientras que nosotros nos quedamos aquí, solos en tremenda multitud?

 Mis comidas son deliciosas y pienso que de pronto la vida no es tan mala pero olvido esta noción rápidamente. Una buena acción, no hace de nadie un héroe ni un santo. Esas son ilusiones que la gente se inventa a raíz e la necesidad de creer en algo, de creer que todo tiene un significado mayor y que el mundo es más fantástico de lo que en realidad es. Son mentiras que nos decimos para tratar de hacer este viaje menos tortuoso y turbulento. La vida es un camino lleno de rocas, parecido a algunos que he visto en mi estadía.

 He tomado fotografías y eso es un alivio. Porque es otro de esos enchufes que se habían desconectado y ahora está de nuevo unido a mi cerebro. Le agradezco a este paisaje, a esta gente incluso, por darme esto de vuelta. Me hace respirar con más facilidad, me hace sentir que estoy vivo y que tengo un camino que recorrer, sin importar que haya en él. Los colores, las imágenes, me inspiran y entonces siento esa burbuja extraña, esa cosa que nos llena como si fuéramos un jarra de jugo. Creo que ha vuelto y lloro solo como un niño tonto, porque sé que es verdad.


 Ya de vuelta en mi vida, mi imaginación ha vuelto y traigo conmigo los escritos de Santorini, hojas y hojas escritas a mano inspiradas por la vida misma, por ese único regalo que frecuentemente ignoramos pero que es la sal y el azúcar de la existencia. Nos hace sentir y que hay mejor que sentir? Tocar el cuerpo de otro ser humano, oler una flor, probar la comida de mamá, ver un atardecer y oír la abrumadora realidad, que es cruel y despiadada, pero es nuestro camino real a la grandeza.

jueves, 9 de abril de 2015

Su sonrisa

  No fue lo último que vi de él, pero es lo que más recuerdo. Su sonrisa era de esas que con solo verla, te hacía sentir vivo e incluso con más energía, como si te recargara cada una de las células del cuerpo. Nada me preocupaba más que cuando él no reía porque lo hacía tantas veces en el día, que la ausencia de este hermoso rasgo era la prueba de la existencia de algún problema grave. Según él, era mi sonrisa la que lo revitalizaba a él. Eso siempre me pareció gracioso porque la suya no solo me ayudaba a mi sino a todos a quienes conocía. Era una de esas personas con las que es imposible no simpatizar. Todos quienes lo conocían lo querían y quienes lo odiaban, que eran pocos, lo hacían precisamente por su simpatía.

 Mi tiempo con él fue lo más precioso de mi vida. Sí, sé que tengo mucho por vivir como siempre me lo repiten un poco por todos lados, pero la verdad es que yo no lo siento así. Y así viviera cien años más sé que jamás podría merecer alguien como él. Todavía, después de tanto tiempo, sigo sin entender como fue que terminamos juntos. Trabajábamos juntos y las cosas simplemente se dieron, simplemente pasaron sin que ninguno hiciese nada para que sucedieran. Es chistoso pero yo jamás he creído en luchar por nada. Si te mereces algo, deberías recibirlo y ya. Y así fue con él. Pero no lo merecía. Con el tiempo me di cuenta que la persona que estaba junto a mi era mucho mejor de lo que yo jamás hubiese podido ser. Por eso agradecí todos los días por su presencia.

 Vivimos alejados, escondidos, actuando. Eso fue lo que más me causó dolor. De noche hablábamos, tomados de la mano, del futuro que nos gustaría para ambos. Dábamos detalles de todo lo que queríamos tener y vivir. Algunas noches hablábamos de la comida y de la cocina que tendríamos y otros del enorme jardín y el perro pastor alemán. De nuestro cuarto iluminado por el sol y de nuestra ducha para dos, en la que haríamos el amor cada mañana. Lo teníamos todo pensado. Nunca hablamos de hijos. Obviamente, la biología no nos ayudaba y simplemente era algo que no sentíamos. El mundo que habíamos visto colapsar y rearmarse, era uno demasiado violento y no queríamos criar a nadie para que viviera allí.

 Sabíamos que nuestra muerte debía de ser al mismo tiempo porque de otra manera el dolor para uno de nosotros sería demasiado profundo. La muerte era algo que teníamos muy presente cada día y por eso no esmerábamos en soñar cada noche. Porque la realidad, lo que pasaba afuera en el mundo, era demasiado horrible y nuestra supervivencia era cada vez más un milagro. La ayuda de gente con buen corazón nos había curado de heridas físicas y mentales pero no podíamos vivir así para siempre. Esa etapa fue difícil porque, hasta ese momento, nunca habíamos tenido tantas discusiones. Unos días era él el que quería ir a luchar y yo el que me quería quedar. Y otras veces el quería irse a otro lado y yo ir a combatir. Y así por los últimos meses hasta que nos dimos cuenta de que no viviríamos en paz hasta que termináramos el trabajo que habíamos empezado hace tanto tiempo.

 Fue así que viajamos, lejos de nuestro pequeño hogar, y llegamos al mundo desolado. Ayudamos como pudimos, siempre uno al lado del otro. Fue difícil porque había días que no nos veíamos y no estábamos acostumbrados a eso. Muchos pensaban que era puro amor y otros que era una obsesión malsana pero no era ninguno de los dos. Era mucho más. La conexión que teníamos era a un nivel profundo, mucho más allá que el prostituido amor o una superficial obsesión. Nunca he podido explicar bien que era y como funcionaba. Pero eso era lo especial, lo único de nuestra relación. Era algo nuestro, que nadie más jamás conocería ni entendería.

 Cuando la guerra estaba por terminar, decimos participar en la liberación de nuestro país, de nuestra ciudad, el lugar donde nos habíamos conocido y donde soñábamos vivir en paz para el resto de nuestros días. En verdad nunca pensé que algo fuera a ocurrir. Cuando él murió, cuando lo vi morir mi mundo terminó. Sentí que simplemente no podía seguir adelante. Por días me fue difícil respirar, pensar, comer. Todo me daba trabajo y la verdad es que yo lo único que quería era morirme. A pesar de varios intentos, nunca logré terminar con mi vida. ¿A ellos que les importaba si me moría o no? ¿Porque tenían que impedir que uniera a él, fuera donde fuese? Era mi vida y yo tenía el derecho a terminarla si quería pero eso simplemente no ocurrió.

 Me internaron en una clínica y estuve allí por mucho tiempo. Me dijeron que fueron dos años pero yo la verdad no sé nada. Nada afuera parecía haber cambiado. Mi familia había huido antes de la guerra así que no había nadie adonde ir. Estaba solo y desorientado. Fue un milagro que me dieran una jubilación temprana por mis servicios al país. Ese dinero pagó un pequeño apartamento y me permitió el pasatiempo de escribir y de caminar todos los días, tratando de ordenar el caos que sigue siendo mi cabeza.

 Por supuesto, él está allí. En mi mente, él jamás morirá. Lo veo todas las noches y siento su mano junto a la mía. Mentiría si dijera que todavía siento ganas enormes de morir, de dejar de existir. Pero ya no tengo el impulso, la fuerza para hacerlo por mi cuenta. Así que vivo mi vida un día a la vez, simplemente esperando a que pase algo. Muchos dicen que no es algo saludable pero a mi eso no me importa. Mi doctor y mi psicóloga insisten en que haga más ejercicio, en que conozca gente nueva y que incluso vea si puedo querer a alguien de nuevo. Pero ellos no entienden y yo no quiero explicarles.

 Lo que sí es cierto es que, en los mejores días, siento felicidad de poder comer cosas ricas, de ver el mundo bajo la luz del sol y en los colores de todo lo que hay alrededor. Cosas simples como esas me hacen llorar, reír y pensar en todo un poco. Se siente bien sentir ese calor interno de nuevo, eso que solo sentía cuando él estaba conmigo. Obviamente, ya no es lo mismo y sigo extrañándolo y vivo entre todos estos sentimientos y sensaciones. Pero he aprendido a controlarlos, a que no me controlen a mi porque no podría soportar una estadía más en la clínica en la que tuve que sufrir lo peor de esta etapa de mi vida.

 Mi más grande prueba vino hace unos meses. Con él siempre hablamos de nuestras familias, y como nos involucramos en todo para que ellos tuviesen un futuro mejor. De pronto fue la clínica o el tiempo que había pasado pero había olvidado que él tenía una hermana. Llegó un día a mi casa, después de una búsqueda que la había llevado un poco por todo el mundo. Al verme, no supo que decir, solo llorar. Yo nunca la había conocido pero sentí que había algo que nos conectaba, que nos hacía reconocer algo invisible en los dos. Sin razón aparente, nos abrazamos y lloramos tontamente. Cuando por fin siguió a mi apartamento, me contó de su viaje. Había recorrido el mismo camino que nosotros hacía algunos años pero mucho más rápido. Le hacía gracia que el camino la llevara tan cerca de su propia casa.

 Era ya casada y lloró de nuevo al confesarme que tenía dos hijos y un marido fabuloso, que la había ayudado a superar el tiempo de guerra. Me dijo que hubiese querido que su hermano los conociera a todos pero eso no fue posible. También me contó que su padre y su madre habían muerto en un bombardeo y que nunca pudo decirle a su hermano. Esa noticia me dolió porque yo sabía de primera mano el profundo amor que él le tenía a sus padres, a su familia.

 Entonces vino la pregunta que más me dolía, aquello con lo que yo todavía tenía pesadillas.

-       Como murió?

 Las lagrimas empezaron a salir y mis manos temblaron pero todo en silencio. Mi cuerpo parecía estar a punto de colapsar, tanto así que ella me trajo un vaso con agua y lo tomé, regando un poco sobre el sofá. Respiré, tratando de calmarme y empecé a contarle ese pedazo de mi historia, que nunca le había contado con tanto detalle a nadie más.

 Su hermano, con quien me había casado legalmente en secreto cuando huimos, había muerto defendiéndome. En la batalla, nos habían capturado pero no eran miembros del enemigo. Eran radicales de nuestro bando. Gente que nos había ayudado a liberar a la gente. Ellos me tomaron a mi y me torturaron de la peor forma posible. Y entonces él vino por mi. Mató por mi. Y yo no pude hacer nada cuando lo sometieron y lo hicieron ver lo que me hacían a mi. Sus ojos brillantes y su sonrisa se habían ido para siempre. En mis pesadillas todavía lo oigo gritar. Esas bestias decían que no merecíamos vivir en el nuevo mundo que iba a nacer. Que éramos inferiores. Estoy seguro que en ese momento habían decidido matarme a mi pero entonces un grupo vino a rescatarnos y eso lo empeoró todo. Sin pensarlo, le dispararon en la cabeza, justo en el momento en el que él me había sonreído al oír que se acercaba la ayuda. Me golpearon y me dejaron ahí, muriéndome.


 Su hermana no podía llorar. Parecía haber quedado seca. Se acercó a mi y me abrazó de nuevo y me dijo que tenía una familia siempre que la necesitase. Yo la apreté un poco y se lo agradecí. Seguramente podría necesitar de alguien para seguir adelante.