Me le quedé mirando todo el rato que salió
de la playa y se fue caminando lentamente a las duchas que había cerca unos
setos, muy cerca del camino de madera que llevaba directo al hotel. Para mí era
como una visión, como si todo lo que había soñado en mi vida de pronto se
materializara y se hubiese convertido en la persona más hermosa jamás creada.
No había un centímetro de su cuerpo que no
fuese absolutamente perfecto. Parecía como si hubiese sido esculpido en mármol
italiano y no hecho de piel y hueso, como lo estamos todos en este mundo. En mi
cabeza pensé que así solo fueran piel y huesos y carne seguramente serían los
mejores que había disponibles en el mundo. Esa era la clase de tonterías que
pensaba cuando lo miraba, a la vez que habría la llave y dejaba correr el agua
fría para lavarse el pelo.
Era un poco gracioso verlo mover la cabeza
para todas partes. Tenía el pelo más largo que el mío y por eso lo movía así.
Aunque no solo era por lo largo sino porque a él le encantaba su peinado, le
encantaba su pelo. Lo cuidaba mucho y siempre se aseguraba de tenerlo a punto
cuando salíamos a dar una vuelta, así fueran solo tres calles y en carro. A mi
me hacia gracia pero él me respondía que el que no tenía nada de gracia era yo.
Me decía que me quedaría bien y que no y siempre pedía hacerme un cambio de
apariencia. Pero nunca lo dejé.
Su cintura era delgada pero no por eso dejaba
de ser varonil. Su piernas eran tonificadas y esas si que parecían esculpidas
con cuidado. Además que eran largas o al menos eso lo parecían. No era mucho
más alto que yo pero, por alguna razón, siempre parecía mucho más alto de lo
que era. Tenía pocos pelos en las piernas. Según él era algo genético, de
familia. Me di cuenta que era verdad el día que conocí a su padre en un asado y
tenía puesto un pantalón corto.
El agua le recorría el cuerpo de una manera
tan provocadora, que tuve que dejar de mirarlo por un rato y tratar de
concentrarme en el mar o en las pocas personas que todavía había en la playa.
Estaban echados por ahí, aprovechando los últimos rayos del sol. El día había
sido perfecto, muy soleado pero solo en la tarde. Por la mañana el clima había
sido suave, perfecto para ir y venir por ahí, a las ruinas o a la ciudad.
Era nuestra primera vez por allí. Jamás en la
vida hubiese pensado que iba a quedarme en un lugar como ese, pero siempre pasa
que uno termina haciendo cosas raras por la persona que ama. Había sido él el
que había insistido tanto, mostrándome folletos y fotos en internet y
comentarios de huéspedes y de todo un poco. En verdad quería ir y yo no tenía
nada en contra así que fuimos.
Según entiendo, es uno de los pocos hoteles
nudistas de la región. Tiene acceso a una gran porción de la playa, que
obviamente también es exclusiva para nudistas. En el comedor del hotel y en
zonas comunes, la gente puede ponerse ropa si así lo desea pero la idea es que
no se use nada en ningún momento excepto cuando hay que salir del área del
hotel. Al comienzo fue un poco raro, pero ya ni me doy cuenta. Eso sí, hay que
tener cuidado.
Apenas me doy la vuelta, veo que sigue
bañándose, disfrutando del agua que va enfriando su cuerpo poco a poco. Me
encanta su trasero. Es hermoso. Según él, yo tengo mejor trasero pero creo que
lo dice por subirme el ánimo, porque jamás he pensado que supere a nadie en
cuanto a lo físico. La verdad ya me da igual. Pero él siempre me lo dice,
cuando estamos en la calle o haciendo el amor. Es gracioso y creo que ya me
acostumbré. De pronto lo dirá porque me quiere.
Su espalda es la típica de un nadador. Por
mucho tiempo hicimos los dos natación en un club que nos queda todavía cerca de
la casa pero ya no vamos porque la membresía caducó hace mucho. Allí fue donde
nos conocimos. Yo ya había dejado de pensar en encontrar a alguien para
compartir mi vida y nunca habría pensado que en una piscina encontraría a una
persona como él. Y mucho menos que él se fijaría en mi, considerando las
opciones que tenía.
La mayoría de tipos que iban a esa piscina
eran casi profesionales. Creo que había uno de ellos que entrenaba para los
Olímpicos o algo por el estilo. Era un tipo enorme en todo el sentido de la
palabra y además de eso era muy bien parecido. Por eso, cuando Rodrigo se me
acercó un día después de ducharnos, me pareció que de pronto se había equivocado
o que tenía que ser una broma de algún sitio.
No lo mandé a freír espárragos porque, como
dije antes, a mi me daba igual. Eran solo palabras y no me importaba hablar con
alguien por un par de minutos. Pero así fue ocurriendo un día y luego otro y
luego cada vez que iba y después acordamos comer algo después de nadar. Y así
se fue desarrollando todo. Viéndolo ahora, en toda su perfección, todavía me
parece increíble que sea yo quien se haya casado con él.
Lo saludó desde mi toalla porque me sonríe y esa
sonrisa que me llega a lo más profundo de mi ser. Porque no es una sonrisa
sensual ni tampoco una sonrisa graciosa. Es como melancólica, como que me hace
pensar que él es mío y yo soy suyo y que la vida que tenemos es simplemente lo
mejor que nos puede haber pasado. Estoy enamorado, de eso estoy completamente
seguro.
Sigue bañándose, ya habiéndose dado la vuelta.
Parece un modelo de esos de las revistas. No de alta costura que son flacos y
sin gracia alguna. Me refiero a esos que modelan pantalones y bermudas y ropa
de moda en general. Incluso tiene la sombra de la barba que amenaza con volver
después de apenas unos días sin afeitarse. No tiene el abdomen marcado pero sí
el pecho. Va seguido al gimnasio. Yo no voy. En vez de eso sigo yendo a una
piscina, que es un poco menos cara. Me gusta el agua y nadar de un lado para
otro. Me ayuda a pensar.
No podría pasarme horas en esas máquinas que
lo único que me causan es rabia o dolor. A él le gusta y por eso no le digo
nada cuando va y menos cuando sale con sus amigos del gimnasio. Todos son
enormes. Las chicas son más grandes que yo y podrían romperme el cuello con
solo tocarlo. Me gusta que él no lo exagere demasiado. Dice que es solo para
mantenerse saludable y supongo que tiene sentido. Cada uno se encarga de su
cuerpo como mejor le parece.
Cuando veo su pene, irremediablemente tengo
que mirar hacia otro lado. No solo porque todavía no me acostumbre a verlo sin
ropa a cada momento, cosa que me emociona, sino porque estoy seguro que alguien
tiene que estar mirándolo. Observo hacia un lado y otro de la playa y me doy
cuenta que somos ya muy pocos. No hay nadie que mire a nadie. La gente en estos
sitios solo se preocupa por lo propio y por más nada.
Aprovecho para ponerme de pie y sacudir mi
toalla que tiene un poco de arena encima. Mientras él cierra la llave de la
ducha, yo me limpio el cuerpo con las manos. El agua está muy fría para mi y de
todas maneras me ducharé más tarde, antes de cenar. Antes de eso volveremos al
cuarto, ojalá haremos el amor durante un rato y después dormiremos una siesta
corta. Incluso es posible que no haya siesta porque el tiempo a veces no
alcanza para nada.
En la noche hay un espectáculo del hotel con
bailarinas y toda la cosa. Supongo que estarán todos desnudos pero no lo sé con
seguridad. Será interesante verlo. Hay que ir bien limpio, eso fue lo único que
nos dijeron. Creo que hay personas que irán vestidas pero Rodrigo me insistió
en que el quería cumplir las reglas del hotel y creo que eso tiene sentido.
Cuando se me acerca, me ayuda con las toallas
y me da un beso en los labios. Me pregunta porqué lo miraba tanto mientras se
bañaba. Una vez más le digo que me sorprende que alguien como él exista y que
esté casado con alguien como yo. Muevo los dedos de una mano frente a él, para
que vea el anillo. Él hace lo mismo y nos damos otro beso. Es nuestra
costumbre.
Él me dice que el que tiene que estar agradecido
es él. No dice nada más y yo tampoco porque no tiene sentido seguir con lo
mismo. Caminamos hacia el camino de madera y luego por encima de él hasta el
hotel. En silencio nos despedimos de la playa y del sol, que se hunde con
rapidez en el horizonte. Ya lo veremos de nuevo mañana.