lunes, 21 de enero de 2019

Y de repente, en un momento...


   Me tomó de la mano y casi se la suelto por miedo. Su mano se sentía seca y muy caliente. Creo que quiso abrir los ojos, porque su cabeza giró hacia mi pero pronto fue enderezada por uno de los paramédicos que le puso una mascarilla para suministrarle oxigeno. Su ropa estaba destrozada y la tuvieron que cortar con rapidez, por miedo a que el fuego hubiera podido fusionarla con la piel. Por la cara de los paramédicos me di cuenta de que las cosas estaban mal pero no tanto como ellos habían esperado.

 Tuve que coger con mi otra mano un cajón del que pude agarrarme para no caer mientras la ambulancia iba a toda velocidad por entre otros vehículos, dando giros inesperados y deteniéndose a veces de golpe, esperando que los carros se hicieran a un lado para dejar pasar. Cuando por fin se detuvo la ambulancia, la puerta se abrió de golpe y la camilla salió rápidamente, dejándome atrás como si no estuviera allí. Por supuesto, tuve que soltarle la mano, un poco aturdido por todo lo que ocurría.

 Bajé de la ambulancia y caminé hasta la puerta del hospital. Ya no estaba él allí y seguramente lo habían pasado a un lugar en el que yo no podía estar. Me sentía mal por todo lo que había pasado y más que nada porque él había estado entre la explosión y yo. Él me había caído encima y me había protegido de lo peor del estallido. Solo tenía quemados algunos pelos y partes de la ropa, lo menos que me había podido ocurrir en semejante momento. Sin embargo, me zumbaban los oídos y me sentía temblar.

 De la nada, una enfermera me tomó del brazo y me hizo a un lado. Me puso una linterna pequeña en los ojos y los revisó con rapidez. Me tomó el pulso y me miró por todos lados. Me dijo que era obvio que había estado en la explosión. Se puso a hablar de otros heridos que estaban llegando, algunos con heridas mucho más graves que las de Tomás. De repente salí de mi ensimismamiento y le pregunté por Tomás, necesitaba verlo y saber que de verdad iba a estar bien.

 Fue en ese momento que los vi, por encima del hombro de la enfermera que me estaba preguntando el nombre completo de Tomás. Eran Jessica y Francisco, la prometida y el mejor amigo de Tomás. Me di cuenta en ese mismo momento que ya no era necesario. Ya no necesitaba que le sostuviera la mano ni que estuviera allí. Los saludé y le dije a la enfermera que ellos eran los familiares directos del herido. Los saludé y solo les dije que necesitaba descansar pero que volvería pronto para saber qué había ocurrido. Solo es algo que dije, sin pensarlo demasiado.

  Cuando llegué a casa me duché y luego tomé la máquina con la que me arreglaba a veces el cabello y me lo corté por completo. No solo era para quitarme la zona que había sido quemada sino porque tuve un impulso de hacer algo drástico como eso. Fue algo del momento. Tuve que entrar a la ducha de nuevo para limpiarme los pelos de encima y fue entonces cuando él se metió de nuevo a mi cabeza. No creo que hubiese salido en ningún momento, solo que trataba de no pensar en él.

 Cuando me recosté en la cama, estaba todavía allí conmigo y pude sentir su mano en la mía. Seguía pensando en lo que habíamos estado hablando cuando explotó la bomba y eso me apretó el corazón, forzando algunas lágrimas que brotaron lentamente de mis ojos. Me rehusaba a llorar por algo así pero tal vez no podría evitarlo por mucho tiempo más. Me había dicho algo que nadie nunca más me había dicho y simplemente no era algo que pudiera ignorar. Sin embargo, tal vez era lo mejor.

 Cuando desperté al día siguiente, vi los mensajes que Jessica me había enviado, hablando del estado de Tomás. Estaba bien, fuera de cualquier tipo de peligro. Noté que ella hablaba de a poco, cada decena de minutos escribía algo. Fue mucho después de haber empezado a enviar los mensajes cuando me llegó uno diciéndome que él pedía verme. Quedé frío cuando lo leí. Lo había enviado ella, como si no pudiera ser ninguna otra persona en este mundo. Me sentí mal de nuevo y odié toda la situación.

 Después de ducharme, mientras me vestía, oía en las noticias que la explosión había sido causada por un atentado contra el vehículo de un empresario bastante polémico. Por alguna razón, habíamos estado no muy lejos del carro al momento exacto en el que el chofer había metido la llave y encendido el carro. Había muerto al instante y la onda explosiva nos había enviado lejos, igual que a otras personas que también estaban cerca. Después de todo, era una zona muy transitada, llena de gente yendo y viniendo.

 Decidí dejar mis miedos aparte y visitar a Tomás sin pensar en nada más. Tuve que hablar con Francisco cuando llegué y esperar a que Jessica bajara pues solo podía haber un visitante por vez. Cuando por fin bajó, la saludé con un abrazo. Menos mal ella no tenía muchas ganas de hablar pero no dudó en decirme que no debería demorarme demasiado porque quería estar con él para cuidarlo todo el tiempo. No me gustó mucho su tono al decirlo pero no quería discutir con nadie. Solo caminé al ascensor y subí al piso que me habían dicho. Cuando entré a la habitación, un doctor hablaba con él.

 Al parecer debían seguir haciéndole terapias para curar sus quemaduras, que afortunadamente no eran tan graves como lo habían imaginado en un principio. El doctor salió pronto y pude saludar a Tomás, que estaba algo pálido pero me sonrió apenas estuve cerca. Lo primero que me preguntó fue si la puerta estaba abierta. Me di la vuelta y le dije que no. Entonces me guiñó un ojo y yo sonreí, como siempre lo había hecho antes, cuando no teníamos tantas cosas metidas en la cabeza y en nuestros cuerpos.

 Cuando cerré la puerta, volví con él rápidamente. Me tomó de la mano de nuevo y sin dudarlo le di un beso y él estuvo feliz de aceptarlo. Era como volver a casa después de mucho tiempo, un sentimiento cálido que era hermoso y perfecto. Lo abracé después y el me apretó un poco, con la poca fuerza que tenía. Fue en ese momento cuando no pude evitar llorar y la barrera que había tenido arriba por tanto tiempo se vino abajo en segundos. Lloré como no lo había hecho en muchos años.

 No me dijo nada, solo secó las lágrimas y vi que él tenia los ojos húmedos también. Nos dimos otro beso y estuvimos abrazados un rato hasta que me di cuenta de que había pasado demasiado tiempo. Le dije que pensaría en lo que había dicho pero que la verdad era que él era la única persona que podía ganar o perder con una decisión como esa. No podía pedirme que empezáramos a salir así como así, teniendo ya una boda en el futuro con una chica que lo quería demasiado y que lo conocía hacía mucho.

 Él se puso serio cuando hablé de Jessica, pero sabía que ella estaba allí y que seguiría allí hasta que el hospital lo dejara salir. Solo le dije que tenía que pensarlo todo bien, porque salir del clóset de esa manera podía ser un caos, podía causar mucho malestar con su familia y situaciones difíciles que tal vez él no querría manejar en ese momento. Fue entonces cuando se abrió la bata que tenía puesta y me mostró sus quemaduras. No eran graves pero sí que eran notorias. Me miró fijamente cuando cerró la bata y tomó mis manos.

 Me dijo que era el momento perfecto para hacerlo. Para él, la explosión había sido una suerte de bendición disfrazada. Era horrible pensarlo así pues al menos una persona había muerto esa noche, pero era la verdad. Para él, ese suceso le decía que debía empezar a vivir una vida más honesta, la que de verdad quería.

 Volví a casa un poco más tarde, mirando lo que tenía allí y mi lugar en el mundo en ese momento de mi vida. Yo no me sentía como nadie, no me sentía especial de ninguna manera. Y sin embargo, él me quería en la suya y eso me hacía sentir extraño. Tal vez yo también ganaría mucho de todo el asunto.

viernes, 18 de enero de 2019

He came back


   Trekking the archipelago was an adventure, there’s no other way to describe it. They had always been there, available for everyone to go and just take the challenge. Technically, they were a national park but getting the permission to walk through the islands and sail was not impossible to get. The only condition that could annoy people would be the fact that a guide sent by the government office in charge of national parks would have to get a seat in the group that would be crossing the islands.

 Amak was the name of our guide and he was only the third member in our small party. I was one of the others. The second member would be my husband, the person that had initially thought of the trip. He had been dreaming about it for many years, as he had been trekking the world with his parents since he was a little kid. They were ecologists; so travelling around the planet was a common thing for him. He had a birthday on Mount Everest and his parents wedding had taken place in the Australian desert.

 Somehow, he had ended up marrying to a person like me, someone that rarely travelled more than a hundred kilometers away from his birthplace. I had only flown on a plane three times in my life and they had all been moments of a certain character, like birthdays and special occasions for my family. I had met him in college and, to be honest, I had never really liked him. He had the attention of every single person at every moment, he was the one all girls fell in love with and all guys admired.

 It was just like that until the very last semester; when we were almost forced to interact do to the impending arrival of that dreaded moment when you have to make a final paper to sum it all up at the end of the career. The problem, which I now see as a blessing, was that we had similar projects and we were convinced to do the work together and surrender it as a duo, instead of doing it all by ourselves. So we had to start seeing each other often and it was then when everything changed.

 We started seeing each other differently and I discovered he had an image of me, as I had formed a picture of him. Of course, both ideas were not complete or accurate, so it was kind of interesting to uncover that slowly. We became friends after the first few months and then we really got to working on our thesis. We came up with a lot of things together and, by the end of all that process, we discovered we had something very precious between each other, something that was much more special than a newfound friendship. It was the time we knew more feelings were involved.

 After college we separated for a while though, because he needed to go back to his parents who were living in Nepal in that time. I was sure that he wasn’t coming back to the city, so I decided to just be a nice friend before he left. He didn’t say much during those days, preferring to be silent and a little bit distant. When he left, I caught myself crying sometimes, in the most strange places and moments. I just dried the tears and pretended nothing was going on, lying to myself because it was easier that way.

 To my surprise, he appeared in my life again six months later, after a long time without communicating to me. We agreed on talking on a bar and the moment I saw him I felt everything again, as if he had never left. It was strange, so I decided not to act on any feeling and just enjoy the moment. And we did. He told me new stories about his parents and also some of his own, helping people in remote areas and enjoying nature and life at tits fullest. He seemed to have had a great time there and it was obvious he wanted to be there.

 So I asked him why had he came back? It was obvious that he had everything he wanted back with his parents, traveling the globe and enjoying life near nature. And he now had a career to help himself and his family, so it did not make any sense to come back to a place he didn’t like or appreciate it beyond some friendships and the career he had gotten. I turned a bit angry as I said that, but I tried to control myself as much as I could. My voice trembled and my hands were shaking visibly.

 He did the worst thing he could have done in that moment: instead of talking, of explaining himself, he put his hand on mine. I jumped from my seat, almost knocking over my glass full of beer. Everyone turned around to look at me and I was too embarrassed, so I left him there on his own. I walked back to my house, not that far away from the place we had been drinking in. I was enraged and on the verge of crying, my fists tightly closed and my jaw closing violently as if I wanted to destroy my own teeth.

 However, he ran to get to me. Again, he grabbed me by the wrist and stopped me. Instinctively, I launched a punch towards him but he dodged it and made me get closer to him, in a weird hug that he forced at first but then I corresponded slowly. I finally cried and asked him again why he had come back to that place, to me. Again, he answered with no words, something I’ve learned that he likes to do quite often. He kissed me right then and there, in the middle of the street and of the night. It didn’t last long but it was enough for me to let my defenses down and finally get calm.

 And now, year later, he convinced me to travel like he once did. I had no commitment with nay kind of work or with anyone, so he convinced me to work with him and his parents and sometimes only with him. He was the kind of person that helped remote communities stand on their own two feet. He helped them communicate with the world and get access to everything they needed to survive. He convinced me to go with him and I accepted, feeling maybe I needed to change my life decisively.

 That trip crossing the islands was just part of the fun, something to do before and after helping people. The first night, we hugged tightly and Amak slept as if he had never done that before. I realized it couldn’t be that bad to be in the middle of the wilderness with the one person that came back to me, looking precisely for me. He loved me and I felt that every day I was with him, even if he made me do things I didn’t particularly liked doing. I guess he felt I was able to do all that and he wanted me to dare a bit.

 I spent all of those days holding his hands, sometimes for some minutes, sometimes for much longer. I realized I really loved that man and I loved the way he did things and how he trusted in me much more than I did myself. He made me feel better than special. He made me feel I was worth it.

miércoles, 16 de enero de 2019

Gripe o gripa


   Me quedé en la cama, con los ojos cerrados y recostado, no completamente debajo de las sábanas. Ya había dormido bastante y no quería seguir haciéndolo. Sin embargo, mi cuerpo no se sentía nada bien; con nada movimiento que hacía algo me dolía ligeramente. No era un dolor fuerte e insoportable sino algo suave, a veces casi imperceptible, y eso podía ser algo todavía peor porque no parecía detenerse. Abría los ojos a veces, como tratando de tomar impulso para levantarme, pero no lo hacía.

 La cortina estaba cerrada, por lo que no podía ver mucho en la habitación, pero la verdad era que no había mucho que ver. Había dejado algo de ropa tirada en el piso y el número de pañuelos usados sobrepasaba lo que era correcto tener por ahí, antes de tener que empezar a tirarlos a la basura. Sin embargo, todo dependía del nivel de ganas de hacer las cosas y la verdad era que eso era algo que no había. La gripe no solo había derrumbado las defensas del cuerpo sino que había destruido la voluntad del cerebro.

 No quería pensar, no quería hacer nada y sin embargo estaba en un momento en el que no podía cruzarme de brazos. No había mucho dinero ni mucho de nada, todo era escaso y tenía que ponerme a trabajar o hacer algo, pero no quería ponerme a buscar nada porque eso me cansaría todavía más. Además, en uno o dos años o los meses que hubiesen pasado, no habría cambio alguno en las respuestas que me darían. Siempre tendría demasiada educación o muy poca experiencia para otros. Así sería siempre.

 Decidí quedarme allí un rato más, cerrando los ojos durante largos ratos y luego dejándolos abiertos mirando a la nada. No movía las manos ni los pies, estaba acurrucado en el mismo lugar y trataba de no moverme demasiado para evitar sentir frío o dolor. Eventualmente me quedé dormido y no me desperté sino hasta que la luz había bajado aún más. Incluso con las cortinas sin subir, podía ver con facilidad que todo estaba más oscuro. Probablemente me había despertado tarde y ahora era aún más tarde.

 No tenía hambre ni quería nada de afuera. Decidí dormir más, si podía, o quedarme despierto para pensar en cosas que no tenían sentido, porque con la gripe y con la fiebre ocasional, es normal pensar en estupideces varias que no tienen nada que ver con nada. Incluso quedarse mirando algún objeto genera montones de imágenes de cosas varias. Y después queda uno dormido de nuevo, teniendo un sueño extraño que solo puede ser perturbado por la inhabilidad de respirar con normalidad. Aparte de eso, es un sueño con movimiento, en el que no se descansa de verdad.

 Pero así es como se siente. Y importa quién seas, todo se siente exactamente igual, pues a la enfermedad no le interesa como eres, quién eres o qué haces. Eres solo un ser humano, susceptible y débil y nada más que eso. Deja mucho que pensar y mucho tiempo para hacerlo.

lunes, 14 de enero de 2019

Crumbling


   My head was spinning as I cleaned my mouth. I had emptied my bowels on the floor, completely. I didn’t feel relieved at all. There had been no food in my stomach, no liquid except some blood because of the punches he had given me in the stomach. I was still holding the pipe I had used to smash his head. However, I had used it way more than I should have and that’s why I had to relieve myself just there. I tried not looking at his body but it was impossible not to do so. It was too bad not to look at him.

 I looked around me suddenly realizing that I was there alone. Luckily, the power station in ruins near the ocean had been a perfect place for him to drag me into. He had been brutal and I think that’s why I did what I did. So I stopped thinking about it and just dragged his body closer to the ocean. I knew bodies would often float to the surface and people would come asking questions. So I just left him there, by the water, to let nature do what she had to do, no matter what it was.

 I washed myself in the water and then stepped out of the ruins, leaving him there. I had to walk down the road, back to the nearest place where I could get a ride back to the city. I had to pretend I was happy, being some sort of crazy college guy that had way too much alcohol the last night. I had to make jokes to the nice young lady that took me back to town and I had to ask her to leave near a university not too far from my home. She was nice with me and I would always remember her kindness.

 When I entered my apartment, I had to use the key on the plant next to the door, where I had always hidden a copy. When I opened, my cat almost jumped on top of me, meowing loudly, calling my attention and also demanding that I fed him right that instant. After all, he had been alone for a whole day or maybe two. The truth was that I didn’t really know what day it was, as I had lost my cellphone when the man had kidnapped me and taken me to the ruins. I fed my cat first and then took a long shower.

 I wanted to feel clean but I couldn’t really do anything to remove the whole stench from my skin. Not only he had been a beast to me, inflicting even more damage than what was visible, but I also bleeding and hurting inside and in my brain. My cat stood by the door, as if he was watching over me and, somehow, that made me cry. I cried so much right under the water, so much so that I felt drowned for a moment. I stepped out some time later, to watch myself in the mirror and face what I had done. I had killed someone, in my own defense anyway, but I had done it nevertheless.

 After coming out of the shower, I pulled out a suitcase from a closet and then started putting my favorite clothes in there. When I had the suitcase filled up, I called my parents and told them I had been invited by a friend to visit him abroad. I asked them for money for the plane ticket and they were kind enough to give it to me. It wasn’t that they had money to give away but they had been putting away some money for me, in case I wanted to study something more in life or put up a business or something.

 The plane ticket was not so expensive, though. So it was easy on their pockets. I bought it right then, with my savings, and I would use my parents’ money for the trip that would become a permanent thing. I also asked my mom to come for my cat, because I would not be able to travel with him. I think I kissed that silly animal like a hundred times and hugged him to the point he scratched in the face. He’s crazy like that but I do love him and I knew I was going to miss him a lot. I left him there, all alone.

 My plane would be leaving the country in just a few hours. I arrived just in time, running from one checkpoint to the other in order to make it to the boarding gate. Once inside, I felt a little bit at ease, writing on my cellphone one last message to my mother. I told her I would be leaving for a week or more and that I would tell her anything new when it happened. I hung up and then started watching the sky and the clouds through the window, as the plane began moving on the tarmac, on to the sky.

 I fell asleep fast and when I woke up, the flight attendant was smiling at me, handing me a tray of food. I took it and ate it in a few minutes, discovering how hungry I was. I hadn’t eaten a piece of food in a long time, so I was in need of it. It was at the moment when I stood up to go to the bathroom, when a woman almost screamed at me, when I was reminded that that wasn’t a trip of pleasure but one to run away from everything. I wanted to be far from the place that reminded me of everything that had been done to me or by me.

 She had yelled because of the stain in my pants. I ran to the lavatory and closed the door, because I had felt the liquid blood beneath my thighs. I tried to clean it but the only thing I could achieve was to cry again, trying not to sob too hard. I didn’t want anyone to hear my voice; I didn’t want anyone to know what had happened. All of it was going to haunt me forever that was more than clear to me. I wasn’t going to walk away from all of it and things, all those little things life is made of, would haunt me to my last day. That was more than obvious to me.

 Someone then knocked at the door. I didn’t answer. Another knock and I was getting very nervous. Then, I heard the voice of the captain announcing that we were going to land very soon and that it was important for everyone to get back to their seat, as the descent was going to be bumpy.

 I head the knock again and then a soft voice, the same voice that have given me the food tray, asked me to open the door. I did. She had a pair of man’s pants on her hand and handed them to me. She asked me to be fast, smiling before closing the door.

 That’s another face I will never forget. Hers, the woman that drove me back home and his face. His face…