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viernes, 7 de agosto de 2015

Gracias por el cambio

   Yo siempre había tenido llaves del apartamento. Nunca las había pedido sino que él me las había dado por si se necesitaba algo con urgencia o algo por el estilo. Habían sido útiles cuando me había pedido que le recogiera algunas de sus fotos o algo de comer para que no muriera de hambre en el estudio. Los fotógrafos parecían ser una especie aparte, dedicados pero descuidados al mismo tiempo. Yo la verdad prefería no tratar de entender todo lo que hacía porque, al fin y al cabo, me sienta contento de estar con alguien como él. Físicamente se veía como un modelo de revista y su personalidad era muy interesante, sabía mucho de la vida y del arte y con eso había caído rendido a sus pies. Era todo un partido y yo, tan simple como soy, me lo había quedado.

 Así que comprenderán mi sorpresa el día que decidí ir a su casa por unos folletos que se me habían olvidado. Se los había mostrado para ver que opinaba pero la conversación no pudo ser pues él me invitó a otro de sus cócteles en alguna galería de la ciudad y nunca tuve oportunidad de decir nada. Los necesitaba con urgencia y decidí pasar de camino a la oficina. Al fin y al cabo, lo más probable era que no estuviera pues me había dicho que trabajaría desde temprano. Así que yo, muy tranquilamente ingresé al edificio y subí al ascensor feliz, pensando en la relación tan perfecta que tenía y en lo mucho que me había recompensado la vida con ella. Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe, ignorando lo que mis otros sentidos querían advertirme.

 Allí, no podían ser más de tres metros, estaba la persona que había amado por el último año. Pero no estaba solo o haciendo yoga, que según él le encantaba. Estaba desnudo por completo, teniendo relaciones sexuales con una mujer. Ella fue la primera que me vio y tengo que confesar que nunca he reaccionado más lentamente a algo. Ella se asustó y gritó que era un ladrón. Obviamente no tenía idea de nada, como yo. Él alcanzó a verme antes de que mis pies respondieran y me sacaran corriendo del lugar. Bajé por las escaleras y cuando me di cuenta estaba en el auto, saliendo del sótano del edificio. A veces existen esas lagunas y las agradezco pues no podría haberlo enfrentado.

 Cuando me llamaron del trabajo les dije que había perdido los folletos impresos y que los llevaría al día siguiente ya que me sentía algo mal del estomago. Con eso, nadie preguntó más nada. Yo regresé a mi casa y me quería morir. Lloré pero después me dio rabia y me lastimé a mi mismo pegándole puños a la pared y a mi cara. Tuve que curarme esa noche y sentir, de nuevo, como la sombra de todo lo que me había aterrado en la vida antes se volvía a cernir sobre mi. Pero algo cambió respecto a veces anteriores y fue que no dejé que ese dolor me consumiera. Decidí que las cosas debían cambiar y cambiaron.

 Él trató de buscarme para explicarme lo que había visto, como si yo no supiera como funciona el sexo entre un hombre y una mujer. Un día le contesté el teléfono y él me dijo que yo debía oírlo porque era lo correcto. Yo lo mandé a la mierda y le dije que nunca más se atreviera a llamarme. Claramente se sorprendió por mi reacción pues no dijo más nada y, menos mal, no supe más de él. Como cosa rara, días después por comentarios de la gente y recuerdos míos más claros, pude entender con que clase de imbécil había tenido una “relación”. Estaba enamorado de si mismo, creyéndose lo mejor de lo mejor. Parecía que le caía encima a cualquier cosa que se moviera y con eso pude entender que no me había perdido de nada y que el que había ganado era yo.

 Nadie nunca me preguntó por los golpes en mi cara y yo nunca se lo expliqué a nadie. No era algo de su incumbencia. Al y al cabo había sido un error porque si a alguien debí golpear era a él y no a mi. Porque odiarme a mi mismo cuando él había sido quien había hecho todo mal? Mi autoestima me había jugado una mala pasada pero decidí que eso se detendría. Era difícil pero no podía ser que me culpara y a mi aspecto de todo lo que sucediera. Si la decisión era entre estar bien conmigo mismo o tener novio, prefería lo primero toda la vida. Los hombres hay muchos y pocos valen la pena así que siempre será la primera la mejor opción.

 Algo que me relajó fue empezar a caminar por ahí, a veces tomando fotos. Es gracioso pero algo bueno había sacado de la toxicidad de la relación y era un aprecio por las imágenes. Claro que yo no hacía grandes producciones demasiado reforzadas sino que tomaba fotos de cosas que me gustaban en la calle. Algo así como postales personales. Hacerlo y caminar, me dieron un respiro, como si hubiera abierto una válvula de escape que dejara que todas mis preocupaciones y frustraciones salieran con tranquilidad y sin herir a nadie. En el trabajo parecía que me ayudaba también porque ahora siempre entregaba todo a tiempo y tenía así más tiempo de planear otras cosas para hacer que antes no había querido hacer o no había tenido el tiempo.

 Lo más destacable fue conocer a Freddy. Era un personaje la verdad y de esos que te hace pensar más de una vez. Lo conocí en un parque mientras tomaba fotos y empezamos a conversar. Fue allí cuando me di cuenta de que yo no era el mismo de antes pues jamás habría mirado a un hombre como él: musculoso, tatuado, rapado. No dudé en decir que sí a su solicitud de ir a su casa donde tuve el mejor sexo de mi vida. Nunca había sido así con el fotógrafo, con tanta pasión y sin nada de compromisos ridículos que frenaran nada. Freddy era divertido, gracioso, amable y hasta cariñoso. Y además era bueno en la cama. Lo mejor de todo, sin embargo, era que yo no sentía nada por él, excepto un aprecio enorme.

 Mi vida se fue renovando así, lentamente, sin yo hacer nada consciente pero teniendo por fin la varita para dirigir mi propia vida. Ya no tenía la cabeza llena de estupideces, de amores imposibles y sueños ridículos. La tenía llena de aventuras, de posibilidades y ganas de sentirme bien conmigo mismo. Hacía cosas que siempre había querido hacer como escalar o ir al zoológico. Por alguna razón siempre había pensado que eran actividades para hacer con otras personas pero no era así. Era divertido hacerlo solo. Obviamente a veces hubiese sido bonito compartir momentos con alguien pero para eso servían los amigos y mi nueva manera de ver las cosas me fue proporcionando muchos de esos.

 Daniela era una artista, más que nadie que hubiera conocido antes. Eso sí, ella no hacía cuadros ni esculturas sino tatuajes y eran incluso mejores que esos otros. La conocí cuando me tatué un símbolo personal en el brazo, hablamos mientras lo hacía y me di cuenta de lo interesante que era. Lo primero que hicimos juntos fue un asado donde conocí a su novio, su hermano y varios otros amigos. Eran personas diferentes a las que había conocido en mi vida pero eso me gustaba y su manera de ver el mundo, al fin y al cabo, no era tan distinta. Al cabo de unos meses podía considerarlos mis amigos y por fin tuve con quién compartir esos momentos que antes había disfrutado en solitario.

 Con Freddy seguimos teniendo sexo hasta que él tuvo que irse de viaje, pues le habían ofrecido un trabajo mucho mejor. Yo me alegré mucho por él y esa vez el sexo fue más romántico, si se puede decirlo así. Le hice un regalo y él me dijo que lo cuidaría siempre, pues muchos de los momentos que habíamos compartido habían sido de los mejores para él en los últimos meses. Debo decir que cuando me lo dijo, no lo creí. No creí que pudiera hacer impacto, como fuere, en la vida de alguien. Nunca pensé que alguien… Casi lo digo. Me sorprendió y me alegró el día. Fui a su fiesta de despedida donde conocí a su familia y amigos y me di cuenta de las dimensiones de la vida y porque vale la pena aprovecharla.

 Cuando por fin pude ver a mi familia, que vivía lejos, fue como un respiro para mi. Los extrañaba tanto y creo que no había caído en cuenta de ello. Eran la pieza que me faltaba para sentirme de verdad completo, de verdad curado de tantas cosas y no solo de la relación fallida con el fotógrafo. No le puedo echar la culpa pues mis problemas venían de antes y fue gracias a él, al fin y al cabo, que debo agradecerle mi nueva vida. Y eso fue lo que hice un día que estaba con Daniela en una galería y lo vi. Él tenía miedo, lo podía notar pero le sonreí, le agradecí y me despedí. No hice nada más y seguí mi vida, contento de haber hecho lo correcto.


 Lo que deparaba el futuro, no importaba. El futuro puede tener tanto de malo como de bueno. Pero el punto para mi fue hacerme un camino agradable hacia ese futuro en vez de amargarme la vida con nada, pensando en los demás y jamás en mi. Yo tuve que pensar en mi y no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias a eso sufro menos, vivo más y tengo mayores posibilidades de ser alguien que me sorprenda cada día más. Y que mejor que eso?

viernes, 24 de julio de 2015

Ser o no ser ?

   No creo que nadie sepa, en verdad quién es. Y para ser sincero, creo que nunca nadie lo sabe. Es una búsqueda eterna, de toda la vida, al menos si estamos poniendo atención. Porque eso es lo otro, la mayoría de la gente no le está poniendo mucha atención a su propia vida, prefiriendo navegarla a un destino fijo cuando ese no es el punto de vivir. Al menos para mi, vivir es ir adonde el viento, que pueden ser las acciones y las decisiones, nos lleven. Lo interesante de un viaje, como lo es la vida, no es tanto el destino sino el recorrido. Pero ya casi nadie le pone atención al recorrido porque sienten que deben ir y hacer ciertas cosas o sino no están viviendo. Y lo cómico es que por hacer justamente eso, no están viviendo para nada.

 Creo que nunca sabemos quienes somos porque casi nadie está listo para enfrentar todo eso que tiene dentro. Algunas personas eligen ser graciosas, serias, coquetas o incluso aburridas pero hay mucho más que simplemente no reconocemos. A pesar de tanta lucha por tantos derechos, la realidad de todo es que nos gusta que nos juzguen por cosas pequeñas, por rasgos que son tan recurrentes en el ser humano como los ojos y la boca. Por eso es que los apodos son algo tan popular: no reflejan en nada lo que alguien es en realidad sino algún aspecto bastante notable de una persona y puede que ni siquiera sea una característica verdaderamente de esa persona. Se decide al azar y se impone y cuando eso se hace ya no hay nada más que hacer. El apodo queda y lo que la persona es o no es, deja de ser relevante.

 Por supuesto que deben haber libertades, eso no se discute. Pero lo que es contradictorio es que se luche contra la discriminación y resulta que siempre la hemos aceptado con los brazos abiertos cuando sentimos que es un halago, porque es muy fácil hacer que alguien se sienta bien con un par de palabras. Solo juntamos algunas y mágicamente podemos hacer que el estado de ánimo de alguien mejore sustancialmente o caiga al piso. Como seres humanos, con nuestra crueldad característica, tenemos la horrible habilidad de construir y destruir con demasiada facilidad. Y no hemos hecho nada para hacernos fuertes y que en verdad no nos importen las palabras necias. Deseamos no oír pero oímos.

 Nos gusta ser “el guapo”, “la sexy”, “el bueno”, “la inteligente”. Palabras que se las lleva el viento y que, en sí mismas, no son nada más que letras pegadas que producen un sonido que para muchos, no es más que un ruido. Si a eso ha llegado la humanidad, a querer ser definidos en un simple gruñido, entonces nuestra civilización está mucho peor de lo que pensábamos. Como podemos aceptar ser solo eso cuando ni siquiera podemos definirnos a nosotros mismos con sinceridad? Como podemos atrevernos a resumir una vida, una compleja red de pensamientos en algo tan simple, y a la larga, tan humano, como una palabra?

 Casi todos lo preferimos. Definirnos de manera más exacta, más compleja, toma tiempo, en especial porque los seres humanos siempre estamos aprendiendo. Más o menos pero desde que nacemos hasta que morimos nuestro cerebro no para de recibir y procesar, almacenando información eternamente que seguramente nunca usaremos. Solo hay que recordar, o tratar de recordar al menos, todo lo que se supone aprendimos en el colegio. Inténtenlo y verán que es imposible, a menos que sean superdotados y hayan sido bendecidos con una memoria prodigiosa, algo que escasea entre los seres humanos. La mayoría preferimos dejar que esas palabras que inventamos hagan el trabajo para así no sumergirnos en las oscuridades que todos tenemos dentro.

 Porque la verdad es que somos mundos desconocidos y que, casi siempre, solo tendrán un visitante, si acaso. Ese visitante podría ser nosotros mismos pero solo si de verdad mostramos interés en saber  quienes somos. Es un viaje difícil, largo y complejo, que nos muestra esas dos caras que en las que el ser humano se registra: el bien y el mal. Puede que si excavamos un poco, encontremos algo sobre nosotros mismos que detestamos, que todo el mundo podría odiar y que debemos ocultar porque no es algo de que estar orgulloso sino algo de lo que avergonzarse. Así somos los seres humanos, infligimos dolor y vergüenza para controlar lo que no conocemos, por físico miedo.

 Es increíble lo que complejos que somos pero lo controlables que podemos ser a nuestros propios inventos y a nuestros instintos más básicos. La realidad es que somos seres llenos de miedo durante toda nuestra vida y así la pasamos, de susto en susto, protegiéndonos y corriendo de un lado a otro como ratas. Esa no es manera de vivir para nadie y, sin embargo, todos vivimos exactamente igual. Porque todavía tenemos mucho de aquello que pensamos perdido que es el instinto natural, ese recuerdo vago e inútil de cuando éramos criaturas simples, trepando árboles y subsistiendo para solo comer y reproducirnos. Pero resulta que la humanidad ya tiene otros objetivos. Lo malo es que no todos nos damos cuenta.

 El mundo no está dibujado en dos simples e inútiles colores. Las cosas no son buenas o malas sino que son como son por razones y eso es lo que debemos ver. No podemos ser tan simples que vemos algo y lo definimos al instante, cambiando para siempre la percepción del mundo respecto a algo. Sí, claro que hay cosas que son reprobables pero eso no quiere decir que no debamos aprender de ellas para hacer de nuestra humanidad algo mejor. Porque ese es el trabajo verdadero de cada uno en este mundo y es construirse a si mismo, hacer a alguien que sea completo y no solo una gran cantidad de trazos sin ningún sentido.

 Porque eso es la mayoría de la gente, solo trazos de un pincel muy bonito pero trazos al fin y al cabo. Muy poca gente decide invertir tiempo en saber que posibilidades hay de ser un dibujo complejo, alguien de verdad completo. Para nosotros mismos, es posible que seamos todo lo que queremos ser. Puede que nos conozcamos bien y sepamos todo lo que hay que saber o al menos casi todo. El otro problema es que eso no se puede quedar ahí. No podemos frenarnos cuando nosotros acabamos y el mundo empieza porque resulta que siempre viviremos en este mundo, el ser humano siempre estará aquí, en este tiempo, en esta realidad, en este que vemos y tocamos y sentimos con todo nuestro ser cada día de la vida. Esto es lo nuestro.

 Hay muchos otros mundos, la mayoría fantasías. Pero para qué preocuparnos por ellos? Las fantasías son simpáticas pero solo nublan la mente y no nos dejan ver, por nosotros mismos la increíble variedad de cosas que nos ofrece la vida. Y decimos cosas porqué eso son cuando no las conocemos. Es nuestro deber sentir curiosidad, ir y explorar y descubrir que es qué para nosotros, porque el mundo es uno pero cada uno de nosotros lo percibe de manera única y, probablemente, irrepetible. Tenemos la habilidad de crear una visión única del mundo y debemos o deberíamos compartirla con el mundo, cuando estemos listos. Somos, al fin y al cabo, una sola especie y eso debería ser suficiente para unirnos.

 Lo ideal sería que las personas dejaran de estar metidas en mundos inventados, como el amor o la esperanza ciega, y empezaran a caminar al nivel del suelo y a reconocer que la vida es mucho más que las superficialidades que todo el mundo aspira a vivir como tener un trabajo ideal, una pareja ideal y todo ideal. El mundo no es ideal, el mundo es lo que es y deberíamos explorar eso y no tratar de ajustarlo todo en nuestra mente. No estamos viviendo el mundo real sino uno que nos inventamos porque somos incapaces de ver lo que en realidad sucede a la cara. Solo en algunos momentos, la realidad es demasiado auténtica y nos deja ver su cara. La mayoría corren despavoridos.

 Tenemos que molestarnos, al menos una vez por día, en pensar hacia adentro, explorar nuestra mente y ver que hay allí. Puede que muchas veces no encontremos nada pero seguramente hay mucho por ver y descubrir. Algunas cosas no nos gustarán y otras tal vez nos gusten demasiado pero es así la única manera de vivir de verdad. Si queremos estar contentos con nosotros mismos no necesitamos de lindas palabras sino de un reconocimiento profundo de nuestra personalidad, que siempre tendrá una respuesta clara. Nuestra autoestima es producto de lo que hemos creado como sociedad, un sistema de reglas y miedos que solo sirven para controlarnos y machacarnos como si fuésemos moscas.


 El ser humano ha inventado a la sociedad para eliminarse a si mismo. Se supone que la sociedad, con sus bondades y sus males, va eliminando a quienes no sirven a través de miedos e inseguridades, de reglas cada vez más difíciles de alcanzar y una hipocresía que hasta el más osado no es capaz de resistir. Porque el ser humano y su sociedad son una fachada para ocultar e incapacitar nuestro deber de exploración, nuestra meta biológica y existencial de saber exactamente quienes somos y, más adelante, porque somos. Debemos rebelarnos y empezar a ser nosotros antes de que todos empecemos a ser lo mismo o, peor, nada.

sábado, 18 de julio de 2015

Paraíso

   Para ser tan temprano en la mañana habían tenido que caminar bastante por el sendero que venía desde la zona de las cabañas, que no eran muchas pero eran el único sitio donde la gente podía dormir en el área. El sendero era muy bonito y lo cuidaban bastante porque era el que más usaban los turistas que venían. Había flores de muchos colores a cada lado así como palmeras y árboles típicos del trópico. La pareja de amigos, Enrique y David, habían salido del hotel a las seis de la mañana pero solo llegaron a la playa hasta las casi siete y media. El sendero daba muchas vueltas y en un momento se iba por el lado de la montaña, sobre un acantilado pronunciado sobre el que morían las olas más fuertes.

 Cuando por fin llegaron a la playa, era imposible no quedar asombrados. El lugar era como los que muestran en las películas o en esas fotos de promoción turística que prácticamente nunca terminan siendo realidad. Pero allí sí era verdad: la arena blanca, rocas lisas y enormes por todos lados y el mar de un color aguamarina que parecía casi hecho a propósito. Todo lo completaba la vista de la montaña a tan solo algunos metros y los cientos de plantas que había por un lado y otro. Ahora Enrique, que era fotógrafo, entendía porque tantas personas le aconsejaban ir allí para hacer su trabajo. Él no trabajaba con modelos entonces no tenía sentido hacerlo pero si alguna vez tenía la oportunidad no la iba a dejar pasar. David sacó su celular apenas llegaron y empezó a tomar fotos de todo.

 Él no tenía nada que ver con el arte. Bueno, de hecho no tenía ninguna carrera terminada. Había estudiado un semestre de arquitectura pero se dio cuenta que no era lo suyo y luego intentó con la sicología pero resultó algo tan ridículo para él, que ni siquiera terminó el primer semestre. La verdad era que en ese momento, había olvidado sus preocupaciones, al ver el mar y el viento moviendo suavemente las plantas. Pero la realidad era que siempre estaba tensionado, preocupado por su futuro. Enrique era uno de sus mejores amigos y le había invitado a viajar con él precisamente para ayudarlo a relajarse y así pensar mejor. Al menos por la primera vista del lugar, ya estaba funcionando la idea.

 Como era temprano, podía pasarse todo el día allí haciendo varias actividades. Lo primero era encontrar el sitio ideal, cosa que fue fácil cuando vieron una roca enorme ubicada a medio camino entre el agua y la montaña. Sacaron sus toallas y se quitaron las camisetas para poder disfrutar del sol lo mejor posible. De nuevo, se quedaron allí mirando al vacío, sin pensar en nada, por un buen rato. Era como si todo se juntara para que pudiesen dejar de pensar en lo que los agobiaba y solo disfrutaran el momento. Lamentablemente, ocurrió lo que no querían y era que sintieron las pisadas de otras personas. Eran una pareja de chicas y fue Enrique el que más las miró. No eran feas pero eso con Enrique no importaba mucho.

 A David no le interesaban las mujeres pero se podía decir que a Enrique le gustaban demasiado. Sin ninguna vergüenza, se fue caminando tratando de verse más varonil de lo que en realidad era y las saludó con halagos. David, mientras tanto, decidió poner algo de crema en su piel para evitar las quemadas. Aún mientras lo hacía, no pensaba en nada más sino en la playa. Le parecía un lugar mágico, casi irreal. Era lo que él más necesitaba en esos momentos. Cuando cerró la tapa de la crema, miró hacia Enrique y las chicas y vio que él les estaba ayudando con la crema, cosa que hizo reír a David pero, menos mal, nadie lo oyó.

 Entonces se puso de pie y caminó lentamente hacia el agua, sintiendo cada paso y el arena que pasaba por sus pies cada vez que pisaba. Cuando llegó al agua notó que el agua tenía la temperatura agradable: no era muy caliente, algo que le daba asco, ni tan fría como para no disfrutar nada en ella. Siguió caminando hasta que el agua le llegó a las rodillas y allí se quedó mirando a lo lejos, sobre esa capa de agua que se movía suavemente. No había nada más allá, nada que pudiese ver al menos. El cielo tenía pocas nubes y el viento cada cierto tiempo soplaba para darle un respiro a los bañistas del sol que estaba haciendo. Era perfecto, era como si cada fuerza de la naturaleza se hubiese puesto de acuerdo para que todo saliera la perfección. Y había que decir que lo habían logrado, con creces.

 De pronto, David oyó a Enrique reír. Se dio la vuelta y vio que venía con las chicas que había conocido. Al poco rato, David las estaba saludando de la mano y lo invitaban a jugar algo de vóley playa. Jugaron por lo que pareció una hora y los chicos perdieron horriblemente, por una combinación entre las ganas de Enrique de dejar que las chicas ganaran y el pobre desempeño de David en cualquier deporte que involucrara una pelota. Lo bueno fue que se divirtieron, y no hicieron sino hacer bromas tontas y reír como si nada en el mundo fuese una preocupación. Fue cuando acabaron de jugar que David recordó lo pesado que a veces se sentía y eso lo hizo sentirse miserable y se sintió mal al sentirlo en ese paraíso.

 Las chicas los invitaron después a surfear pero David les dijo que pasaba de ello. Prefería quedarse allí bronceándose y cuidándolo todo. Enrique le preguntó si estaba bien y David le dije que sí y que se divirtieran. Incluso les dijo a las chicas que podían dejar sus cosas con las de ellos para que él pudiese cuidar todo. Así lo hicieron y cuando se fueron David se recostó sobre su toalla al lado de todo y cerró los ojos. Quiso relajarse todo lo posible y lo logró tan bien que durmió por algunos minutos. Cuando desperto, ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽nutos. Cuando despertépertosible y lo logr que podino reir y  desempeño de David en cualquier deporte que involucrara ó se dio cuenta de que tenía mucha hambre y entonces sacó una de las manzanas que habían traído del hotel. Apenas le dio el primer mordisco, un mono pequeño se le acercó de la nada y se le quedó mirando.

 David no se asustó pero sí era una situación bastante rara. De pronto el bosque cercano era hogar de pequeños simios pero el caso es que el pequeño animal lo miraba con sus ojos grandes y luego miraba la brillante manzana. David entendió y entonces buscó una navaja que había en su mochila y partió la manzana en dos partes iguales. Se quedó con el lado mordido para él y le dio la otra mitad al mono que parecía no creerlo. Saltó un rato sobre el sitio donde estaba y entonces empezó a comerse la manzana. David hizo lo mismo y los dos terminaron casi al mismo tiempo. Cuando el simio vio que no había más que comer, se subió al hombre de David y este aprovechó para tomarse una foto con el celular. Menos mal lo hizo porque el animalito entonces saltó sobre la roca y desapareció.

 David guardó el celular y sonrió ante su pequeña aventura. Miró a un lado y otro y supuse que Enrique lo estaba pasando muy bien con las chicas y por eso no había vuelto. Había pasado una hora o tal vez más desde que se habían ido y David ya no sabía que inventarse para pasar el rato. Se puso de pie y se dio cuenta que no había nadie más en el lugar. Era cierto que era temporada baja pero no hubiese esperado que una playa estuviese tan sola. Decidió caminar un poco más lejos, hacia el agua, siempre mirando hacia las cosas. Quería sumergirse en el agua pero no podía. Si se perdía algo sería su culpa. Pero si esperaba a que Enrique volviera, podía no tener la oportunidad.

 Decidió echarse un chapuzón rápido, solo para humedecer su piel y mojarse la cabeza que ya estaba hirviendo del calor. Además tenía las manos dulces por la manzana y quería limpiarse. El caso fue que no se demoró más de cinco minutos en el agua y cuando volvió todo parecía estar en orden. Se sentó en su toalla a secarse y entonces todos sus pensamientos, todas sus preocupaciones, se le abalanzaron encima como si el agua hubiese roto una barrera invisible. Recordó que se sentía culpable al irse de viaje y dejar a sus padres preocupados, recordaba que se sentía siempre un fracaso y una vergüenza.

 Fue entonces que miró sus antebrazos, que casi siempre evitaba mirar, incluso cuando el simio había tocado justo encima de las cicatrices. Porque tenía varias, todas paralelas entre sí y casi del mismo largo. Verlas hizo que David soltara algunas lágrimas y llorar en semejante lugar parecía algo fuera de lugar y lo hacía sentir todavía más desesperado. Se concentró en quedarse quieto y en no pensar en nada pero no podía, todo era un remolino en su cabeza y cada vez todo giraba más rápido y fuera de control. La verdad era que nunca quería volver a un hospital por la misma razón que había ido hace poco pero tampoco quería seguir sintiendo todas esas cosas, quien sabe por cuanto tiempo. Era una tortura.

 De pronto, oyó la voz de Enrique, que lo buscaba. Menos mal venía solo porque lo primero que David hizo fue abrazarlo y llorar en silencio. Y Enrique lo abrazó de vuelta y lo ayudó luego a calmarse y a tomar algo de agua. Al fin y al cabo, era su mejor amigo y sabía como ayudarlo para asumir control de sus cosas, o al menos casi siempre sabía como. Se sentía algo culpable por no haber estado en el lugar cuando David había tratado de suicidarse pero al menos estuvo allí durante su recuperación y eso había vuelto su amistad casi una relación de hermanos.


 Después de ayudarlo, fueron a comer con las chicas que resultaron más interesante de lo que David había pensado. No había olvidado sus dolores y preocupaciones, pero al menos las tenía al margen y esperaba así fuera hasta que dejaran de acosarlo.

miércoles, 8 de julio de 2015

Locos sueños

   Si hay algo que me gusta es soñar. Y no, no me refiero a imaginarme cosas que nunca van a pasar pero sin embargo “perseguirlas” hasta que ocurran. En esas estupideces yo no creo. Sería casi como creer en el genio de la lámpara o en el dragón de los deseos o algo por el estilo. No, yo me refiero a los sueños de verdad, esos que tenemos con frecuencia cuando estamos dormidos. Aunque es verdad que, según dicen, siempre soñamos, solo unas pocas veces logramos recordar un sueño y muy pocas veces lo podemos recordar en su totalidad. Pero es un ejercicio divertido: tratar de recordar todas las aventuras o desventuras que acaban de pasar en nuestra cabeza. Para mi, entre más raro y emocionante, mejor. Quiere decir que mi cerebro va muy bien.

 Obviamente las pesadillas no son mis preferidas ni las de nadie. Nos hacen despertar sudando frío y a las cinco de la mañana, sin poder siquiera entender que fue lo que pasó. A veces es porque comimos mucho antes de dormir o porque nos pusimos a leer o ver algo especialmente violento o asqueroso antes de dormir. Por eso siempre es recomendado no sobrecargarse de cosas antes de cerrar los ojos. El cerebro humano es muy fácil de disuadir así que podemos evitar casi todas las pesadillas que tenemos. Eso sí, a pesar de ser estresantes y todas las consecuencias que tienen en nuestra pobre mente, las pesadillas también pueden hablar bien de nuestra capacidad de imaginar e incluso de sentir. Alguien que no haya tenido una, puede ser de desconfiar.

 Normalmente mis sueños, y supongo yo que la mayoría de sueños, se asemeja a una película mal editada. Hay cortes raros por aquí o por allá, que nunca sé si son resultado de mi memoria que borra lo que es de poca recordación o si en verdad mi cerebro pasa de una “escena” a la otra así no más. En mi caso, muchas veces los sueños son como un recorrido. Puedo recordar empezar en algún lado pero también como empiezo a moverme y así circulo a través de diferentes sueños formando una cadena de ellos que puedo conectar por diferentes temas o incluso por los personajes que aparecen allí conmigo.

 Yo siempre soy yo o, al menos, la mayoría de las veces. Creo que a mi cerebro no le gusta mucho la idea de disfrazarme o de hacerme pasar por alguien que no soy. De hecho, podría atreverme a decir que ese es el punto. En nuestros sueños, podemos ser nosotros mismos, los de verdad, sin que nadie pueda decir nada ni prohibir nada. Y cuando digo nosotros mismos, digo todo nuestro ser, como aberraciones, sentimientos, gustos y disgustos. Porque eso es lo que nos hace ser quien seamos así a veces ocultemos o ignoremos ciertos rasgos de nuestro propio ser. En nuestros sueños estamos en casa y en ese sentido no hay por qué ocultar nada de nada de nadie. Solo somos nosotros.

 El sueño de volar es uno de los más comunes y todos lo hemos tenido, o eso creería yo. Supongo que ocurre porque es liberador, porque nos hace sentir verdaderamente libres y además no da un poder que sabemos no es real. Eso nos hace sentir especiales y quién no quiere sentirse especial en este mundo donde, en realidad, nadie lo es? Los sueños son nuestro mundo y son una vía de escape, son lo único que en verdad es nuestro. Nuestros pensamientos también lo son pero estos los podemos compartir e incluso algunas personas los pueden adivinar según nuestro comportamiento. Es muy fácil hacerlo en muchas ocasiones. Pero nadie puede ver los sueños de nadie más ni describírselos a un amigo en detalle.

 Esto es porque, como decíamos antes, nunca nos acordamos de todo lo que ocurre en un sueño. Siempre hay partes que faltan, huecos que ya despiertos muchas veces llenamos de supuestos y conjeturas pero que en realidad siguen inmersos en el misterio. Podemos suponer que lo que recordamos de un sueño es lo más importante pero eso sería tanto como decir que de un viaje largo lo que más recordamos es lo bonito y alegre. Todos sabemos que los accidentes y demás tragedias nos marcan mucho más que un beso o un abrazo. Esa es la triste realidad. Así que cuando nos despertamos recordamos pedazos y ya depende de nosotros si queremos armar algo con esos pedazos o simplemente dejarlo todo quieto y saber que disfrutamos el viaje.

 Porque los sueños son como las montañas rusas o como una caminata por algún lugar especial. Son recorridos, a veces largos y a veces cortos, que terminan y no siempre podemos apuntar cual fue nuestra parte favorita pero sabemos que lo repetiríamos si nuestra sensación al final es de placer o felicidad. Acaso a quién no le ha pasado con sueña con alguien, una persona maravillosa y perfecta? y quisiéramos quedarnos allí con esa persona para siempre pero sabemos que no es posible y entonces queremos seguirlos viendo en sueños pero como no podemos encontrarlos, nunca los vemos más.

 Esos amores de los sueños son intoxicantes porque son ideales, son muchas veces tal y como nos gustaría que fuese la próxima persona que llegase a nuestras vidas. Eso es así porque en nuestros sueños el cerebro coge de todas partes para formar el viaje y toma caras y cuerpos familiares, sensaciones que hemos podido experimentar y lugares que hemos visitado antes. Todo es reciclado y entregado a nosotros en una forma atractiva y diferente, de la que muchas veces quisiéramos saber más. Es un mundo muy poderoso, aquel de los sueños, porque nos muestra lo que más queremos pero sabemos que jamás podremos hacer realidad porque no es algo que sea factible. Ese es el punto de los sueños.

 Por eso es cómico cuando hay personas que dicen que pueden leer los sueños y así decirle a alguien como será su futuro o que quieren decir cada una de las cosas que ocurrieron. Los seres humanos no tenemos ninguna forma de saber nada más que de el presente y si acaso del pasado cuando no lo ignoramos o lo metemos debajo de un tapete. Los sueños no quieren decir nada más allá del significado obvio que tienen para los que los sueña. Es ridículo que alguien venga y te diga que quiere decir todo eso que viste cuando tu lo sabes muy bien porque fuiste tu, tu inconsciente en todo caso, quien creó todo ese maravilloso mundo que desapareció al despertar. Nadie más puede decir nada al respecto.

 Hay sueños que dan miedo, otros que dan felicidad, otros que son muy raros, otros que desarrollan nuestros más bajos instintos y así sigue porque no tienen límite ya que sus únicas fronteras son las que tenemos nosotros en el cerebro. Lo increíble es que los sueños son lo que más tenemos en común los seres humanos, porque todos los hacemos e incluso tenemos sueños similares como los de volar. Y también tenemos en común que para todos son procesos de liberación, así sea por unas cuantas horas. Ni la persona más reprimida deja de soñar y su inconsciente siempre termina mostrando la realidad porque no hay una persona en este mundo que tenga algún control sobre los sueños.

 Y esa es, sin duda, una de sus más bellas características. Esa libertad, esa fluidez e increíble potencial. A veces hay gente que se despierta vigorizada, como si les hubieran inyectado el mejor remedio en existencia. Esa seguramente es la función de los sueños: relajar nuestra mente y darnos un verdadero respiro de todo lo difícil y horrible que hay en el mundo, que es mucho. También esa es la razón por la que, cuando estamos en tiempos difíciles, casi nunca nadie recuerda que soñó. Es como un bálsamo curativo que nuestro propio cerebro nos unta en el alma, corazón o como lo quieran llamar. El caso es que nos ayuda a seguir adelante, da un paso por vez y sin mirar atrás.

 Lo increíble de todo esto es que todo ocurre por nosotros mismos. No hay intervención de nadie más, no hay nadie que nos diga que hacer o como. Los sueños son todo responsabilidad nuestra y por eso es que nos complacen tanto. Nadie los hace para nosotros ni nadie puede criticar su contenido porque ese contenido somos nosotros mismos y la realidad es que, aunque a veces podemos llegar a odiarnos, al fin y al cabo siempre vivimos con nosotros y sabemos como manejar todo tipo de situaciones, incluidos esos locos sueños en los que nos manda nuestro subconsciente, a veces a manera de análisis y otras veces a manera de diversión.


 El caso es que soñar, soñar dormido, es uno de los mayores y más privados placeros de la vida. Son nuestros, son de lo poco que es verdad personal y que no podemos ni siquiera compartir con esa fuerza y empuje que tienen. Lo mejor de los sueños es que nos enseñan pedacitos de quienes somos y así no ayudan a seguir adelante, sin depende de ellos.