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jueves, 23 de abril de 2015

La realidad de las cosas

  Miguel Díaz era uno de los hombres más ricos del país. Pero no había trabajado ni una vez en su vida por nada de ello. Todo lo había heredado de sus padres, que habían muerto hacía poco en un accidente aeronáutico. Aunque lo ocultó durante los primeros días, no le importaba casi sus padres no estuviesen con él. Siempre los había resentido: niños ricos con todas las oportunidades que lo único que hacían era fingir día tras otro, cuando todo en el hogar era un desastre. Sus padres no se querían y él sabía muy bien los secretos de ambos, que ante la prensa y la sociedad se mostraban como una pareja perfecta.

 Ahora que estaban muertos, lo que más resentía Miguel era la responsabilidad que le habían puesto encima sus padres. Aunque más o menos la mitad del dinero había ido a parar a fondos y sociedades varias, los inmuebles y lo que quedaba del dinero, que no era poco, había sido para Miguel. Ninguna empresa había quedado a su nombre y todo había sido cedido a las personas que las manejaban, cosa que el agradecía. Los medios preguntaron e hicieron conjeturas al respecto pero a él no le importaba. Por fin sus padres habían hecho algo bien y no lo iba a discutir con nadie.

 Para ellos él era un fracaso. Apenas se había acabado la escuela había decidido convertirse en diseñador de modas y les pidió que lo dejaran ir a París para estudiar. Allí pasó cinco años en los que escasamente vio a sus padres, cosa que les agradeció. Hizo una vida a costa de su dinero pero cuando todo terminó se dio cuenta que el mundo de la moda no era lo suyo. No solamente porque no tenía talento alguno en cuanto al diseño, sino que se había aburrido de los niñitos que creían saber mucho y se las daban de diferentes y originales. Esa gente era la peor, la que creía ser algo que jamás llegaría a tener de cerca.

 Lo que sí le había gustado del mundo de la moda eran los excesos. Desde su llegada, había empezado a consumir más drogas y alcohol que nunca. Sabía que un hombre contratado por sus padres lo seguía para evitar bochornos al “buen nombre” de la familia pero eso poco o nada le importaba. Con sus nuevos amigos, iba y venía con bolsitas llenas de cocaína o éxtasis. Y como tenía dinero, nadie le decía nada y si algún policía cometía la brutalidad de detenerlo, perdía su trabajo al instante.

 Miguel era así desde antes, desde el colegio. Había fumado marihuana desde los quince años pero la había dejado rápidamente por ser una “distracción para los pobres”. Prefería la cocaína y toda clase de drogas sintéticas, combinadas habitualmente con las mejores marcas de whisky y vodka. No lo hacía tan seguido como quería porque si algo tenía Miguel era autocontrol. Le fascinaba, entre muchas cosas, ver a la gente caer ante los pies de las drogas. Le encantaba contemplar la debilidad humana. En algún momento creyó ser un sádico más pero no lo analizó mucho más allá que un simple pensamiento en una fiesta llena de diversión.

 A los quince también había empezado a tener relaciones sexuales y, de nuevo, era muy precavido con todo aunque lo hacía con frecuencia porque decía que era lo mejor para no sentirse aburrido. Ninguna de sus novias duró más que unos cuantos meses y todas quedaban felices de estar con él. No importaba si era bueno o malo en la cama, les importaba más que todo que gastaba lo que ellas quisieran, fueran joyas, vestidos o hasta automóviles. Participa en sesiones de sexo grupal, con máscaras, así como en masoquismo con hombres y mujeres. La verdad era que no se identificaba sexualmente como nada en particular ya que lo que le fascinaba, de nuevo, era ver a los demás.

 Pero esa vida se extinguió el día que sus estudios terminaron y tuvo que volver a casa a rendir cuentas. Fue un sermón de horas y horas, en el que su padre creía tener la ventaja moral, cuando él sabía bien que no la tenía. Lo mismo con su madre, vestida con los últimos diseños de las casas europeas. Mientras lo reprendían, le encantaba pensar lo divertido que era ver a su madre con esa ropa cuando sabía que era su manera de aprovechar el inerte matrimonio que tenía con un hombre que jamás había querido.

 El padre, Armando, era otro niño rico de una familia pudiente en la política y las finanzas del país. Le habían ofrecido ser ministro pero siempre se negó, dedicando su tiempo a sus varias empresas y a comprar otras por todo el país y el mundo. La gente lo veía como una buena persona porque construía colegios y proporcionaba tecnología a zona alejadas. Pero Miguel sabía que no lo hacía solo por la bondad de su falso corazón. Su padre tomaba uno que otro regalito de las zonas que visitaba y las usaba a su antojo. Pobres y tontas niñas atraídas por el dinero. Quien sabe donde estarían al día de hoy?

 Y su madre. Su respetable madre que no había sido más sino la hija de un banquero en bancarrota por culpa de su propia avaricia. Su madre era otra mujer desagradable por la que Miguel jamás había sentido nada. Su abuela era simplemente el demonio mismo y cuando murió el chico se sintió abiertamente feliz por lo que recibió una bofetada de su madre. Ella se creía una santa por haber sido regalada por su padre para casarse con Armando. La señora Gloria era perfecta ante la sociedad pero ella también gustaba de la compañía femenina, algo que Miguel había descubierto por casualidad.

 Al final del regaño, de  sermón interminable e innecesario de sus padres, él les recordó amablemente sus secretos y los amenazó abiertamente. Lo que él había hecho en París era de conocimiento público. Tal vez ellos lo hubieran ayudado a tapar pero el jamás había ocultado nada. Por ahí había hombres y mujeres que podían hablar de su hijo en la cama pero no habían dicho nada. Porque sería, les preguntó a sus padres. Por miedo? O por respeto?  El caso era que jamás dirían nada porque él había sido honesto desde el comienzo a diferencia de sus padres. Así que les exigió, no les pidió, les exigió que lo dejaran en paz y no se atrevieran a limitarlo en ningún aspecto.

 Y eso fue lo que pasó. De vuelta en el país, el chico siguió yendo a fiestas pero cada vez menos se drogaba. Tomaba bastante pero nada más. Poco a poco la realidad fue golpeando su mente con más fuerza y no había ningún producto sintético que pudiese hacer nada contra eso. Así que se pasaba los días en un apartamento de sus padres, al que raramente iban, y allí llevaba amigos o amantes y los miraba, como siempre lo había hecho. Fue así, con la hermosa vista desde el apartamento entre el bosque de las colinas, que descubrió su verdadero talento: el dibujo.

 Siempre que llevaba a alguien, fuese mujer u hombre, les pedía que se quitaran la ropa para él y los dejara dibujar sus cuerpos. Hizo varios retratos de esa manera. Obviamente, todavía tenía relaciones sexuales con ellos pero la relación con otros seres humanos cambió. Había descubierto que siempre le había gustado ver porque le fascinaba el movimiento, el comportamiento humano, los cambios. Así que dibujó y dibujó, sin descansar. Pasaba horas en el apartamento, solo, terminando algunas piezas y tratando de hacer otras sin ningún modelo, solo imaginando a un ser humano.

 El último pedido que le hizo a sus padres fue el de dinero para abrir una galería o por lo menos para organizar una exposición como él quería hacerla. Sin dudarlo, le dieron el dinero y él empezó a organizar todo cuando, en un vuelo en el que sus padres debían visitar juntos una de sus empresas en Madrid, el avión cayó al mar debido a una fuerte tormenta. Los cuerpo fueron recuperados después de tres semanas y cuando por fin los enterraron, Miguel todavía no había hecho nada con sus obras. Decidió esperar, ser paciente y organizar su nueva vida.

 Desgraciadamente así son las cosas, la muerte genera vida, es fertilizante puro para que abunden o crezcan otras formas de vida. Y eso fue lo que pasó con Miguel. La exposición se llevó a cabo seis meses después de la tragedia y, en un golpe de genialidad, el joven artista decidió dedicarla a sus padres, a su memoria y a su trabajo por el país. La gente se comió el cuento con las manos y Miguel vio, con placer, como compraban sus obras. Al comienzo pensó que solo era por su trabajo de mercadeo pero se dio cuenta que, de hecho, mucha gente había quedado fascinada con su trabajo. Incluso críticos que había invitado lo felicitaron y expresaron sus condolencias, al mismo tiempo.


 Los odiaba. Esa era la verdad. Pero después de tantos años ausentes, en los que ni siquiera lo voltearon a mirar, por fin sus padres habían hecho algo bueno por él. Su vida nunca sería la misma ya que el arte le brindó estabilidad, le trajo un pareja estable y el amor que jamás había sentido en su vida. Por una vez, habían hecho algo bien.

miércoles, 15 de abril de 2015

Esta puta mierda

   Desperté y me quedé ahí, tumbado. Solo respiraba lentamente y movía os ojos de un lado a otro pero sin mover mi cuerpo. La verdad era que no quería salir de allí, no quería hacer nada, nunca. No quería salir de allí porque al menso allí estaba haciendo algo útil que era descansar. De que? Eso no lo sé pero a veces el cuerpo se cansa solo de existir. Supongo que de eso es lo que más me canso porque no hay otra razón. Cuando no hay más remedio, me volteo para mirar el techo y entonces paso una mano por mi cuerpo, como verificando que todo siga igual. Esa misma mano pasa por mi cara, tratando de quitarme la pereza.

 Cuando me siento en la cama, todo cambia. De repente todo se vuelve real, como si mientras estuviese acostado las cosas se hubiesen pausado o simplemente no importaran. Obviamente eso no es así pero es como se siente. Siento entonces mis pies, mis manos y entonces me pongo de pie. Siempre creo que me voy a tambalear, cayendo de vuelta sobre la cama pero eso nunca pasa. Tomo mis cosas, el portátil y el celular, y me dirijo a la sala con ellos. Los dejo allí y luego me dirijo a la cocina. Me sirvo algo de jugo de naranja y los siguientes segundos los paso pensando en que voy a comer. Detesto el desayuno. No me interesa si es la comida más importante del día. Me aburre.

 Cojo algún producto hecho de harina, una pan o pastelito o algo por el estilo y regreso a la sala con mi jugo y mi pastel para prender el portátil. Cuando por fin prende, reviso lo de siempre, mientras voy comiendo y tomando. Esas son básicamente mis mañanas. Siempre entre las nueve y media y las once. Jamás antes. Me parece un atropello contra la gente hacerlos despertar temprano, casi al mismo tiempo que el sol. Debería haber una ley contra eso…

 Los veo a veces mientras desayuno, por la ventana. Van y vienen desde quien sabe que horas del día. Para ser honesto, hay algunos que no parecen estar haciendo nada muy importante. Se me hace extraño que desde temprano tengan que salir a conversar con otras personas y parezcan estar tan despreocupados. Pero nunca falla que alguien se queja del trabajo por lo pesado que es. Al final, cual es la verdad? No sé si me importa la respuesta, la verdad. La gente siempre dice mentiras para ponerse de mártir y lo del trabajo puede ser otra de esas ocasiones. En general, uno tiende a exagerar todo lo que pasa para que parezca que la vida es muy difícil.

 Y que tal si no es así? Que tal si la vida en verdad es muy fácil pero somos tan idiotas que sabemos como ir por ella? No me sorprendería si fuese así. Al fin y al cabo sí somos una especie incompetente. La gente se escuda en quienes inventaron cosas y  descubrieron otras pero eso lo ha hecho solo un pequeño grupo en la historia de la humanidad. La mayoría de gente es incompetente, simple y aburrida. Y sí, yo soy parte de ese segundo grupo. Para que inventar nada o descubrir cosas nuevas? Nada más mirar lo que pasa en el mundo hace pensar que tanto conocimiento simplemente no sirve de nada. La gente igual se muere de hambre o se mata por idioteces que ni siquiera existen. La gente prefiere matar que pensar y eso dice mucho de quienes somos en verdad.

 Quien soy yo para decir todo esto? Nadie. Eso me da a derecho a decir lo que se me la gana. Porque nadie pierde ni gana nada si yo lo digo. Las cosas no cambian porque yo diga que algo es bueno o malo. A nadie le importa, en realidad, la opinión de los demás. Todo lo que importa es como se ven las cosas, si uno queda mal parado o si todo el mundo cree que uno es lo máximo. Eso es lo que de verdad mueve al mundo: el ego. Por eso mismo mentimos y exageramos, porque queremos darnos una importancia que sabemos que no tendríamos de no decir tanta basura. Somos unos pequeños seres desesperados, refugiándonos en los logros de otros para justificar nuestra inmensa estupidez.

 Yo prefiero decir y ya. No he hecho nada con mi vida y así va a ser. A veces no creo que valga la pena vivir pero ese soy yo. Para que vivir si todo lo que va a pasar va a ser una mierda, cubierta con algunos momentos agradables? No tiene sentido. Tal vez vivir sí sea difícil  incluso masoquista. De pronto aquellos a los que les pasa de todo son personas que les gusta sentirse mal, sentirse como un pedazo de mierda en el desagradable parque pelado que es la vida.

 Hoy en día lo que te hace mejor es tener un puto trabajo. Yo no tengo nada de eso, no tengo dinero, no tengo el mítico e imaginario amor. A mi que carajos me importa? Solo a mi me ayudaría tener un trabajo y un par de personas más que ganarían cobrándome impuestos. Pero a nadie más. Si dejo de existir a nadie le va importar en verdad. Bueno, a mi familia tal vez pero lo superarían porque saben que la muerte es lo único que es definitivo. Es tajante y real y hace que la gente, al menos por algunos minutos, se de cuenta de la vida que en realidad están viviendo. Después, regresan a pensar las mismas estupideces de siempre.

 Soy un cobarde, un flojo, inútil. Lo sé. Es gracioso, eso sí, cuando alguien lo dice y cree que está revelando una realidad oculta de la que no tenías ni idea. Pero yo la tengo muy presente. Sé que soy todo eso y mucho más. No soy una persona buena y odiaría que en mi funeral alguien dijera algo demasiado bueno sobre mi. Lo odiaría porque sería una mentira. A mi familia de pronto se lo perdonaría, pero a los demás no. Sé que no hay muerto mal en ningún lugar del mundo pero yo quiero ser el primero que no sea ni malo ni bueno ni nada. Quiero que quemen mi cuerpo y se den cuenta que yo, igual que ellos, no soy nada en este línea de tiempo eterno.

 Mi ánimo normalmente mejora después de comer. Muchos dicen que la comida es vida y es verdad. De hecho, literalmente, es verdad. Pero de muchas maneras más. Cuando como me siento feliz, me siento complacido e incluso especial. Así sean mentiras, las creo en el momento y ese surgir de felicidad se queda conmigo por mucho rato después de comer y es agradable. Por eso, seguido, después de comer, elijo salir a caminar. Me distensiona, relaja los músculos que todavía están engarrotados por la rabia de las mañanas.

 Eso sí, salir a la calle tiene sus riesgos. No, no hablo de los robos o los accidentes aunque hablo de la base de esas acciones. De los idiotas que caminan por el mundo. Salir a la calle es salir a verlos en su estado natural y muchas veces pueden elevar el espíritu pero casi siempre es un encuentro con toda la sarta de idioteces que manejan: miradas lascivas de hombres que hasta un perro tendría vergüenza de notar, la falsa inocencia de las mujeres, la prepotencia de quienes tienen dinero y el síndrome de inferioridad de los pobres, entre otras muchas joyas. Como decía alguien hace mucho, es un mundo enfermo y triste.

 Que si me creo mejor? Sí, pero no mucho mejor. Solo ligeramente. Sigo siendo igual de idiota que el resto y sigo estando limitado por mi entorno. Pero al menos me doy cuenta de lo que soy. La prueba de que sigo siendo un idiota es que no me avergüenzo de ello. De hecho, muchas veces lo muestro con orgullo. Y porque no? Porque seguir las mentiras de los demás. Porque fingir, como muchos otros, lo que no soy? Eso no tiene sentido, sobre todo si se considera que solo hay una vida para vivir y que mejor que vivirla restregándole la realidad a otros en la cara.

 No es eso triste? Pensar en que la mayoría de las personas viven sus vidas mintiendo e imaginando cosas que simplemente no van a pasar? Normalmente la imaginación es un buen rasgo pero solo si es equilibrado, si hay una dosis de realidad metida en algún lado. Pero ese no es el caso con nuestros amados homo sapiens. Somos seres obsesionados con lo que jamás será: ese trabajo que paga bien, esa pareja ideal, esa casa con todo, esa familia perfecta, ese sexo delicioso, ese cuerpo modelo,… Queremos y pedimos e incluso exigimos pero lo que hacemos para lograr las cosas es ínfimo y risible. Solo aquel grupito del que hablamos antes hace algo por los demás. De pronto ellos seamos los más estúpidos después de todo porque son tan idiotas que quieren beneficiar a una masa lerda y sin valor alguno. Pero, cada uno pierde su tiempo como mejor le parece.

 La mañana ya casi termina y quisiera dejar en claro que todo lo que digo es lo que siento yo, es mi opinión personal y nada más. No le pido a nadie que la entienda ni que la acepte. De hecho, solo quiero que la sepan, más allá de eso es su problema y no mío. Quería que supieran lo que opino de la vida, de la gente y de algunas otras cosas. No soy un desempleado porque nunca he trabajado en mi vida. Soy dependiente, no tengo un peso, soy malo en el sexo, y solo tengo una manera de expresarme así que traten de entender. Al fin y al cabo la vida es solo esta puta mierda.

martes, 14 de abril de 2015

Éxtasis

   Que es peor que despertarse y no saber donde se está? Que es peor que sentir algo en la mente que te dice que hiciste y deshiciste la noche anterior, pero simplemente no lo recuerdas? Juan había caído en esa espiral hacía mucho tiempo y parecía no haber manera de que saliese por su cuenta. Algunos tienen problemas de autoestima relacionados con el aspecto físico pero los de Juan estaban más relacionados con dejar de ser quien había sido durante tanto tiempo.

 En el colegio, había sido el niño flaco y ojón que era bastante promedio. En todo le iba regular, ni mal ni bien. Nunca se destacó por nada y, teniendo dos hermanos mayores, jamás hizo algo en lo que fuese el primero en su hogar. Sus padres no lo querían menos, si acaso al contrario, pero eso no servía de nada cuando los demás tenían toda la atención por sus logros y él todavía estaba en la escuela. Cuando llegó la hora de la universidad, se atrevió a lanzarse al vacío y estudiar artes pero los primeros semestres siguió siendo el mismo. Pensaba que la decisión le llevaría a hacer y experimentar cosas nuevas pero nada de eso estaba pasando.

 Ya casi terminando la carrera y habiendo descubierto su pasión por la fotografía, Juan conoció a un grupo de personas en la pasantía que tenía que realizar como requisito para graduarse. Entre ellas estaba una chica llamada Alexa y su novio Henry. Fueron ellos quienes tomaron a Juan de la mano y lo vieron como un niño que todavía no había descubierto su masculinidad. Lo trataban como a un hermano menor, incluso cuando salían a tomar unas cervezas después de clase.

 La verdad era que Juan no era virgen. Había tenido un par de novias, ambas por más de dos años, pero las cosas siempre se terminaban cuando él causaba el rompimiento. Nunca era él el que pedía terminar pero sí era quién causaba todo poniéndose raro y cambiándolo todo de un momento a otro. Esto también era debido a su inseguridad y a que no sabía muy bien que era lo que hacía o porque lo hacía.

 Pero con sus nuevos amigos, las cosas empezaron a cambiar rápidamente. Los primeros en notarlo fueron su familia y su ex novia: llegaba tarde a la casa entre semana, muchas veces con olor de trago y cigarrillo. Tenía una actitud cortante, como dándose aires de ser más de lo que era y de tener muchas cosas mejores que hacer que hablar con nadie más. Su ex novia o buscaba para hablar de objetos que quería de vuelta y él le respondía cada vez peor por lo que ella prefirió ir un día a su casa, mientras él no estaba, y sacar lo que le pertenecía a ella.

 Al comienzo fue solo el alcohol. Entre semana eran solo botellas de cerveza, que aumentaban al pasar de las semanas. Los viernes y los sábados esas botellas de cerveza pasaban a ser de vodka, ron, aguardiente, vino, o lo que pudiera comprar con el dinero que lograban reunir entre los tres y otros amigos más de Alexa y Henry. Los amigos de ellos eran también artistas pero más que todo del tipo que hablan mucho pero no han hecho lo mismo. Otros, eran gente muy concentrados en su estilo, en si mismos. Eran diseñadores de cualquier tipo o simplemente gente que creía que la moda los hacía mejores personas. Entre grupos cada vez más grandes y en lugares que él no conocía, Juan fue cayendo lentamente.

 Su graduación de la universidad fue un poco después y al poco tiempo, con ayuda de sus nuevos amigos, consiguió un trabajo en una revista. Sus padres querían reprenderlo pero ya era muy mayor para eso y además estaba trabajando y era responsable con lo que le tocaba a él. Como manejaba su tiempo era cosa de él, a menos que todo se pusiera peor.

 Las fiestas eran casi siempre en la casa de alguien, casi siempre lugares amplios y viejos, aunque había ocasiones que los amigos de sus amigos eran personas más acomodadas y entonces iban a hermosos apartamentos con la más increíble vista a la ciudad. Fue en uno de esos apartamentos en los que un amigo de Alexa le ofreció su primer cigarrillo de marihuana, que él fumó ante la mirada pendiente de muchos a su alrededor. Juan siempre pensó que sería algo más emocionante pero resultó ser algo decepcionante ya que no tuvo ningún efecto en él. Mientras los demás fumaban y reían tontamente, él seguía bebiendo, que era preferible a perder el tiempo con algo que solo olía raro.

 Su decisión de no fumar marihuana podía haber sido buena si no fuera porque eso lo alentó a arriesgarse más. Vinieron entonces la cocaína, las pastillas y demás “juguetes, como los llamaban sus amigos, que lo ayudaron a desinhibirse como nunca jamás lo había hecho. La primera vez que probó una de tantas drogas estaba con Alexa y Henry y fue tal el efecto del alucinógeno que, sin pensarlo dos veces, se lanzó encima de Henry y tuvo relaciones sexuales con él mientras Alexa salía del cuarto para buscar más de lo que habían consumido.

 Juan descubrió lo que era el éxtasis, aquel sentimiento de placer extremo y no quiso dejarlo ir porque lo hacía sentirme mucho más y mejor que nunca. Se sentía con el poder y la voluntad de hacer lo que quisiera. Había uno de esos chicos diseñadores que siempre le había llamado la atención pero jamás se lo había planteado en serio. Una noche, llena de drogas y alcohol, lo llevó a un cuarto del lugar donde estaban y tuvo relaciones con él. El chico, para su sorpresa, no había consumido nada más que un par de cervezas pero Juan nunca recordó que le hubiera dicho eso. Al otro día estaba tirado en el piso, al lado de un charco de su propio vómito y sin ropa. Había otros tres hombres con él en una cama y ya no estaba en el lugar de la fiesta de la noche anterior. Solo recogió su ropa y se fue, sin más.

 Esa fue la primera vez que sintió miedo de verdad. Miedo de que, por descubrir una nueva parte de si mismo, estuviese perdiendo quien siempre había sido. Cuando llegó a casa, y después de un regaño de su madre por llegar campante a mitad de tarde un domingo, fue al baño y se miró en el espejo: estaba más delgado que nunca y jamás lo había notado. Es decir, siempre había sido flaco pero ahora había sombras en su cara y en su cuerpo que antes nunca habían estado allí. Se le notaban las costillas y algunas vertebras en la espalda. Nunca había tenido mucho trasero pero ahora no tenía casi nada.

 Se echó agua en la cara y decidió que era mejor ducharse. Allí, bajo el agua, empezó a llorar sin control. Sus piernas se doblaron ante su peso y quedó allí por un largo rato hasta que pudo cerrar la llave, esto tras controlar sus manos y sus emociones. Todavía quería llorar, sin razón aparente, pero no podía hacerlo con su familia tan cerca. No quería tener que explicar nada. En ese momento recibió una llamada de Henry pero no contestó. No quería saber nada de ellos por ahora.

 Trató de dormir pero entonces varios fragmentos de lo que había hecho la noche anterior venían a su mente. Había consumido más drogas y había tenido sexo con varios hombres y tal vez una o dos mujeres. Podía sentir el sabor en su boca de la ceniza de los cigarrillos y del alcohol de mala calidad que había circulado por todos lados. Como pudo, empujó esos pensamientos fuera de su mente y durmió por algunas horas, ante el asombro de su madre que jamás lo había sentido tan extraño. Quiso preguntar que le pasaba pero sabiendo como respondería, se abstuvo de hacerlo.

 Al día siguiente en el trabajo, Juan se desmayó en la mitad de una sesión fotográfica. Tuvieron que llamar una ambulancia y mandar a todo el mundo a su casa. Lo llevaron a un hospital con rapidez y, para cuando su familia llegó, estaba mucho peor. Su cuerpo estaba tan acostumbrado y era tan dependiente de las drogas y el alcohol, que el solo pensamiento de dejarlas había hecho que su cuerpo reaccionara de la manera incorrecta. Juan no supo contestar cuando le preguntaron que había consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudía con violencia, gimiendo y gritando.

 Su familia vio como estaba y el doctor les explicó que era lo que sucedía. Ellos no entendían como era que jamas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a que jamsangre, que era lo que on que habñia consumido. Solo lloraba en silencio y se sacudl, que el solo pensamientoás se habían dado cuenta que su hijo estaba metido en el mundo de las drogas. Pero ya era muy tarde para lamentarse o pedir perdón o proponer ayuda. El cuerpo de Juan se estaba destruyendo a si mismo con ayuda de los químicos que todavía no habían dejado su cuerpo tras dos días de la fiesta más grande en la que jamás había estado. Antes de perder la lucidez, pidió perdón a su familia pero esto no duró mucho. Al día siguiente no los reconocía, tal vez por el dolor. Tuvo momentos de lucidez, uno de los cuales fue usado por el doctor para preguntar si había tenido relaciones sexuales sin protección. Pero Juan no podía responder.


 El día mismo que el doctor verificó la presencia de una enfermedad de transmisión sexual, Juan empezó a convulsionar con violencia y entonces murió. La combinación de todos los factores le había causado la muerte y todo por elegir la salida más fácil, más rápida y mejor pintada.

lunes, 16 de marzo de 2015

Una y otra vez

   Por alguna razón, era como si la imaginación se hubiera acabado. Siempre los mismos sueños, casi siempre en el mismo orden y sin ningún cambio significativo. Era como si mi cerebro quisiera que aprendiese algo con esas imágenes pero la verdad es que no se parecían a nada que hubiera vivido. Tal vez a cosas que sentí alguna vez pero como recordar todo lo que se siente, a menos que deje marca de una u otra manera. No recordaba de donde podían venir tantas escaleras y filas y sillas y gente. Porque todos tenían rostros, borrosos o no.

 Y con los que interactuaba más, los conocía. Estoy seguro de que existen en realidad y de que los he, al menos, saludado en la calle. Pero no, son más que eso. Así los besara o me persiguieran, así fuese el centro de atención o solo uno más, los conocía y por alguna razón seguían detrás de mí incluso después de terminado el sueño.

 Lo peor era el dolor de espalda y de hombro, como si hubiera peleado toda la noche. Es así que un ose da cuenta que dormir no tiene nada que ver con descansar. Porque descansado no he estado por un buen tiempo. Solo caigo por el poder que pesa encima mío y después me despierto porque es lo que tengo que hacer. Y siempre que lo hago trato de recordar los más mínimos detalles del sueño que acabo de tener. Normalmente, es una tarea inútil, que no acaba en nada que sirva.

 Es interesante como algo que no existe, que simplemente no tiene forma física, tenga el poder de ejercer presión y de causar reacciones físicas en nosotros, como si de verdad estuviese peleando con alguien o quien sabe que más. Este dolor que no se quita, este peso horrible que siento, es uno de eso que pensé que ya nunca volverían. Y lo sé porque este me preocupa y cuando algo lo hace es que es grave o importante. Eso pesos en el pecho o sentimientos de presión en el corazón son lo peor.

 Y existen y eso es aún más atemorizante. Y que tal que el sueño sea algo así como una premonición? Una alerta para estar al tanto de cosas por venir, tal vez no todas buenas o tal vez no todas fáciles. Porque si hay algo que yo deteste más que nada son las cosas innecesariamente difíciles. Muchos dicen que el camino difícil es el del valiente pero para mí es el del masoquista y el del mártir. Yo no soy ninguna de esas dos cosas. Ni lo seré nunca porque no lo deseo.

  En fin, esos son mis sueños, mundos inexplicables que se repiten y se repiten. Y no es que sueñe todas las noches ni nada por el estilo sino que, incluso después de meses sin recordar nada de mis sueños, de pronto aparecen estos de nuevo: las mismas estructuras sin sentido, la misma gente con los mismos diálogos y el mismo desarrollo del sueño. Es como ver una película favorita, una y otra vez. Solo que yo jamás elegí ver esta película, solo soy el proyecto que se usa para que el filme corbe vida y sea lo que tiene que ser.

 Algo curioso es que mi respuesta a lo que ocurre ha cambiado con el tiempo. Al comienzo era confuso y era más precavido en el sueño, todo iba más despacio. Eran sueños que se desarrollaban en la noche durante seis o más horas de sueño. Pero ahora pueden aparecer mientras duerme apenas una hora o poco más. Y ya no soy el mismo de antes si no alguien que recibe todo de buena gana. Incluso parezco actuar en ciertas escenas, disfrutando mi papel sin tapujos.

 Y lo digo así porque a veces siento que me veo hacer cosas pero no soy yo el que las hace. Y cuando soy yo, se siente como si cuerpo estuviera en algún tipo de piloto automático que sabe que hacer así mi conciencia real no tenga ni idea de todo lo que sucede. Es casi mágico salvo que no lo es ya que todo depende mi cerebro, de todo lo que allí reside, tanto en la luz como en la oscuridad. Como me gustaría aprender más de mi! Sé que hay mucho más de lo que sé dentro de mi cerebro pero es como si yo mismo no tuviera la contraseña para mi propia caja de seguridad.

 Cuando despierto, es frustrante. No solo porque parezco no avanzar en el sueño, sino por el dolor y el saber que probablemente volverá a pasar lo mismo en días y semanas. Y es tremendamente frustrante. Estar tan cerca y nunca llegar. Aunque quien dice que los sueños tienen de hecho un final? Tal vez simplemente sigan y sigan hasta que el cerebro se cansé y decida despertar al cuerpo. Pero entonces entre más tiempo dure el sueño, más del filme se podría ver. Y eso es lo que quiero.

 A más de una persona le parecerá extraña mi obsesión con saber más de mi mismo. Dirán que para eso no hace falta soñar sino ser sincero con uno mismo. Y tal vez tengan razón. Pero siempre es útil un pequeño empujón, algo que nos haga caer en cuenta de las cosas. A veces es un alguien el que hace eso pero tendría que ser alguien que nos conoce a la perfección y en mi caso no hay nadie así. Ni mi familia sabría más de mi que yo mismo, tal vez porque he ocultado tanto conscientemente. Por eso no sé si lo que me quiere decir mi cerebro es algo sincero o no.

No sé y a veces prefiero no pensar tanto en el asunto. Porque a la larga de que sirve que todo parezca un gran misterio que solo tu puedes resolver pero que en verdad resulta que no es más que un laberinto oculto en una red espesa de mentiras y verdades que ya no eres capaz de separar porque ambas cosas forman parte de lo que eres, de lo que soy en este caso. Porque si somos sinceros, todos los seres del mundo que valen la pena tienen esos dos lados: el claro con las verdades y el oscuro con las mentiras. O incluso al revés si se cree que también la luz puede cegar y la oscuridad puede ser fuente de vida.

 Que si me da miedo saber ma miedo de la realdiad, de lo que es sin nuestra influencia consciente.ncluso al reveres del mundo que valen la pena tienen esosás de mi mismo? Por supuesto que sí. Solo un tonto creería saber todo de si mismo y solo un idiota no tendría miedo de la realidad, de lo que es sin nuestra influencia consciente. El miedo en este, y en todos los caso, es increíblemente útil. Y no es que adore mi miedo ni nada por el estilo pero le tengo respeto y creo que eso es algo necesario para saber manejar sentimientos tan volátiles como ese. De pronto estando consciente de mi miedo, puedo entrar más fácil en contacto con lo que hay detrás de los sueños.

 Porque estoy seguro que hay algo detrás. Si pudiese alguien ayudarme sería lo mejor del mundo porque me quitaría un peso de encima. Y sé quien podría ser esa persona pero, lo peor del caso, es que sé que esa persona no existe ya que es esa media naranja de la que tanto habla la gente. Es ese otro ser que me complementa en todos los aspectos y que sabe cada cosa de mi y yo de él. Sé que es la única persona que me puede ayudar pero, como dije, no existe. Porque si existiese ya lo conocería porque como más sabría más de mi que yo mismo?

 Es un camino muerto y es inservible recorrerlo porque no tiene ningún sentido. Está claro que esto es entonces que tengo que hacer yo solo. Lo único es que tendré que estar listo para la próxima vez que los sueños, las imágenes y los sentimientos lleguen. Y no es fácil estar listo para algo así porque te toma desprevenido, te da mil vueltas en un mismo sitio y no te de deja en paz. Es por eso que no puedes ni pensar ni mucho menos decidir que hacer coherentemente.

 Supongo que en ese momento entra el miedo porque no sabes si actuar de manera desmedida sea lo mejor. Que pasa entonces si tus acciones cambian el curso del sueño de tal manera que en verdad nunca descubras nada sino más bien al contrario? Que las acciones lo que hagan sea arrojar piedras sobre lo que quieres saber y lo oculten incluso más de lo que ya está? Es un riesgo, después de todo. Y creo que estoy dispuesto a arriesgarlo todo ya que no perdería nada en todo caso.

 Y que sin esas verdades quedan enterradas para siempre? No sería yo el primer ser humano es fracasar al querer conocerse íntimamente. De hecho, la mayoría de personas en este mundo creen que conocen cada pequeño trazo de su personalidad, de su ser interno y externo y eso simplemente es imposible. Con la porción tan pequeña que usamos del cerebro, es imposible que no existan secretos más allá de nuestro entendimiento, incluso si esos secretos están guardados con recelo dentro de nuestros propios cerebros. Que tal si esa es la última fortaleza que debamos enfrentar? Que tal si es allí donde están las respuestas a las preguntas que nos hacemos como especie, como seres humanos?

 Hemos creído toda la vida, toda nuestra existencia, que la verdad está más allá, lejos, oculta tras las nueves o la neblina pero que tal si es al revés? Si en verdad todo lo que necesitamos saber está aquí mismo, dentro de nuestros propios cuerpos, oculto en esa parte que nunca usamos porque no sabemos como? De pronto es todo lo que necesitamos para ser verdaderamente felices o para vivir realmente en paz.

 Tengo que creer que así es. Y por eso no descansaré hasta penetrar la realidad de mis sueños, así eso implique crear muros para derrumbar otros. Y así será. No importa el dolor solo el saber.