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miércoles, 10 de junio de 2015

Diez mil

   Sin oxigeno no podríamos vivir. Ese es un hecho innegable. Sin agua tampoco o sin los minerales y vitaminas que consumimos con cada alimento. Nuestras vidas, nuestra existencia como especie depende de muchos factores, muchas veces pequeños, que deben existir para nosotros existir también. Pero algo que también debe haber para seguir adelante son las ideas. Sin ideas, cualquier ser humano se estanca y comienza a repetirse, comienza a ser lo mismo que ha sido antes o lo mismo que otros han sido antes, que puede ser mucho peor. Sin imaginación, la única ventaja evolutiva del ser humano se muere y, sin darnos cuenta, nos vamos muriendo por culpa de la rutina, de hacer y decir lo mismo todo los días.

 Como el aire que necesitamos respirar, la imaginación es clave para que cada individuo puede sentir que tiene posibilidades. No importa de que. Sea de progreso o de reproducción o de ser el mejor, sin imaginación y las ideas que produce no podríamos nunca tener nada de lo que quisiéramos, sea algo “pequeño” o algo “grande”. El tamaño de esas ideas es algo relativo ya que no son lo mismo para cada persona pero son esenciales para ir impulsándolo por la vida. Sea aprender más de algo o conocer a alguien nuevo o de pronto lograr ese puesto deseado, todas son ideas, también llamadas ambiciones, que mueven el motor mental de cada ser humano y lo hacen ser inventivo para llegar a lo que quiere.

 Hay que hacer la diferencia: las ideas no son sueños ni anhelos. Estos casi nunca ocurren de verdad y tienen siempre un elemento que los hace imposible de realizar. Los sueños, aunque parezca que no, son cosas que uno quiere ya, sin mayor esfuerzo. Son ideas fantásticas pero no ideas prácticas o realistas. Ser presidente es un sueño, por ejemplo. No es que sea algo imposible pero no es realista en la gran mayoría de los casos. O por ejemplo tener un cuerpo definido e “ideal”. No es realista si la persona busca obtener ese cuerpo sin el menor esfuerzo posible.

 En cambio las ideas son casi siempre estructuradas, tienen un proceso y una razón por existir. Nadie tiene una idea sobre algo que saben en lo más profundo de su ser que es imposible. Un idea siempre parece factible para quién la propone y casi siempre lo es. Hay excepciones pero esto ocurre cuando las ideas se mezclan con los sueños y crean un híbrido que es fantástico pero parece ser algo que se puede alcanzar.

 Hay ideas buenas e ideas malas. Eso está claro. Pero nunca es malo tener una idea como tal porque eso quiere decir que estamos reflexionando, que estamos usando nuestra capacidad de inventiva y de creación que es lo que nos hace humanos. Por supuesto, nadie dice que todo ser humano debe ser un inventor empedernido ya que eso no sería realista. Pero sí sería bueno que todo ser humano se acercara a su vida diaria con una mirada más analítica y menos fatalista. Que busca resolver problemas y hacer cosas con ideas, estructurando lo que se debe hacer y haciéndolo. La gran mayoría de la gente no es así sino que hacen y hacen y hacen y esperan a ver cual es el resultado, esperando que las consecuencias estén a su favor sin habérselo propuesto tal cual.

 Obviamente la vida no puede ser tan cuadriculada de planear cada momento. Todos sabemos que incluso haciéndolo así, la vida siempre tiene sorpresas y ocurren cosas inesperadas que nos toman por sorpresa y nos hacen dar cuenta que son pruebas que buscan analizar como somos y que tipo de persona hay en nuestro interior. Hay momentos que sí es bueno dejarse llevar y ver que pasa, porque a veces la mejor idea es ceder y esperar o simplemente seguir adelante y ver que ocurre.

 Esto último fue lo que yo hice con mi blog. No fue algo que yo hubiese planeado desde hace tiempo, eso es verdad. Pero fue una idea que tuve a raíz de un momento difícil y fue la única respuesta que tuve para poder canalizar mi energía en algo más que no fuese aquello que me estaba agobiando. No le iba a entregar mi vida a los sentimientos, a las cosas sobre las que no tengo control alguno. No iba a quedarme mirando más y tomé la decisión de crear un blog. Está claro que no es una idea revolucionaria ni para mí ni para nadie pero era lo que necesitaba en ese momento. Y fue así que me puse a escribir las historias y fragmentos de opinión que tal vez alguien haya leído alguna vez. Eso, nunca lo sabré a ciencia cierta.

 Pero, de hecho, ese no es el punto. La idea, de nuevo, fue hacer algo por mi y debo decir que lo logré. Al ponerme una regla de escribir todos los días algo nuevo, me impuse a mi mismo un reto. No era una prueba de atletismo ni una prueba mental excesivamente difícil. Era solo escribir lo que se me viniera a la mente y subirlo a internet para ver que pasaba. Pero lo más importante era el hecho de escribir. Siempre se supuso que yo escribía pero yo no lo hacía casi nunca. Traté de escribir una novela y lo hice, tal vez mal o bien pero, de nuevo, no es lo importante.

 De hecho, debemos dejar de concentrarnos en si lo que hacemos estará bien o mal a los ojos de otros. A menos de que sea ilegal, deberíamos hacer o que nos plaza, lo que nos llene el corazón y nos haga felices o al menos no llene de esperanza y de imaginación. Porque eso es lo verdaderamente importante a la hora de hacer lo que sea que se quiera hacer. Si no se saca nada de ello para uno mismo, no tiene sentido. Incluso la gente que va y ayuda a los más necesitados, saca algo para si mismo. El placer de ayudar, de ver a otras personas felices o tal vez solo el hecho de sentir que se puede hacer algo por los demás. No importa cual sea la idea, que es lo que se haga, con tal de que sientas algo después de hacerlo, igual que en el sexo.

 Hoy me di cuenta de que mi blog ya tiene más de diez mil visitas. Para mi es un logro, no importa cuantas de esas visitas hayan terminado en la persona aburriéndose y prefiriendo ver algo en YouTube o en Facebook. Todos tenemos el derecho de que algo no nos guste. Ciertamente hay un montón de cosas que a mi no me gustan pero no por eso voy a dejar de sentirme contento porque tengo un logro más en mi bolsillo. He escrito hasta ahora doscientas ochenta y nueve ideas, sean cuentos o piezas de opinión. Todo escrito por mi, pensando casi siempre en el momento y tomando inspiración de lo que hay alrededor, de lo que soñé, de lo que he vivido y de lo que he visto en mi vida, que es corta para algunos y larga para otros.

 Sé, sin embargo, que esta idea es solo un escape temporal. Lamentablemente no puedo vivir de escribir un blog, al menos no uno como el mío, y debo cumplir ciertas reglas como ser humano. No son cosas que yo elija, o que quiera de hecho, pero son cosas que todos debemos hacer, como una obligación que tenemos con la humanidad. Una de esas es trabajar, algo que yo nunca he hecho en mi vida. Jamás me han pagado para nada. Y no es fácil, porque sin experiencia todos creen que laboralmente no vales nada. Yo daría lo que fuera para que esa dejara de ser mi mayor preocupación pero no va a dejar de serlo, ni para mi ni para nadie.

Esta idea me salvó cuando tuvo que hacerlo pero no puede seguir haciéndolo por el resto de mi vida. Seguiré escribiendo, por supuesto, y quiero llegar al año de publicar una historia por día, pero después de eso no sé que pueda pasar. Hago movimientos suaves, tengo ideas en mi mente que voy ejecutando despacio, pero el mundo va mucho más rápido, a un ritmo tan acelerado que a veces es difícil siquiera pensar en que es lo que está pasando y porque está pasando. Como dije antes, lo importante es tener ideas, no importa las que sean, para seguir adelante y vivir como se pueda.

 Los sueños son bonitos, están hechos de adornos y luz y color pero personalmente los detesto porque son ilusiones. Hoy en día tener sueños es muy popular porque se le ha vendido a la gente que es la única manera de conseguir lo que quieren. Básicamente es lanzar una moneda a una fuente pidiendo un deseo y esperar a ver que pasa. Es una estupidez. Los sueños son cosas que jamás van a ocurrir y que si ocurren es porque nunca fueron en verdad sueños sino esas ideas de las que tanto les hablo. Si se realiza, es porque la persona se esforzó e hizo lo necesario para que su idea rindiera frutos. Y creo que eso fue lo que ha ocurrido conmigo. No me interesa tener el blog más visitado pero que alguien lea, así sea una sola persona, uno de mis textos, es motivo de alegría sin duda alguna.

 Nada cae del cielo, nadie va a responder nunca a nuestros pedidos y esa es la realidad. Religioso o no, eso no tiene nada que ver. O tal vez sí, pero no es el punto. El punto es que no podemos sentarnos a esperar que lleguen las riquezas y las ventajas que queremos en nuestra vida. Y si lo hacemos, debemos estar conscientes de lo que esa decisión significa. A veces sentarse a esperar no es malo, si se sabe lo que se está haciendo. Como dije antes, ninguna idea es mala porque siempre las ideas serán ambiguas. Al fin y al cabo son creadas por seres humanos que están hechos de errores y recuerdos y dolores y alegrías. Una mezcla peligrosa pero muy fructífera.


 En todo caso, sea como sea, le doy las gracias a quienes hayan leído alguno de los cuentos que escritos alguna vez. Y, si me lo permiten, les pido que se queden conmigo en este viaje el mayor tiempo que puedan porque sé que todavía necesito la ayuda, ya que sigo perdido.

domingo, 17 de mayo de 2015

Había una vez… No, ni mierda.

   Había una vez… No, ni mierda. Porque había una vez? Que es lo que había y porque solo fue una vez? No, eso ya no sirve. No se puede empezar un cuento pretendiendo que alguien crea que algo paso solo una vez, eso de entrada ya es muy sospechoso. Eso sí, se supone que elimina cualquier posibilidad de duda de porqué y como pasó: como nadie estuvo allí, ni siquiera se sabe con exactitud que lugar y cuando es allí, entonces todos liberados de resolver una duda que, seamos realistas, la mayoría de la gente no se hace. Y si lo dudaran, los culparíamos de hilar muy fino. Aunque eso no es malo y quiere decir que alguien esta poniendo cuidado.

 No, después resolveremos como empezar. De pronto lo mejor sea imaginar lo que pasa en cada parte de la historia. Se supone que un cuento, así como una novela o una película, está dividido en tres partes: comienzo, nudo y desenlace. Pero a mi eso no me gusta. La vida no tiene desenlaces definitivos, salvo la muerte y a mi no me gusta matar a mis personajes. Es cruel y creo que no sé matarlos bien. Nadie creería que están muertos. Si fuese yo un asesino sería el más torpe de todos porque no puedo hacer creíble ni siquiera un disparo a la cabeza, y eso es mucho decir.

 Eso sí, estamos de acuerdo, que tiene que pasar algo. Pero que? Que puede ser interesante, llamativo, incluso especial? No, original no busco y no lo busco porque simplemente eso no existe. Pobres aquellos que se creen tan únicos e irrepetibles que creen que tienen la capacidad de crear algo cien por ciento original. Eso ya no existe. Solo somos seres humanos y lamentablemente no somos infinitos, no somos como el universo que sigue creciendo y creciendo y parece que no para nunca. De pronto algo con el espacio? Parece que todos los sueños y posibilidades pueden reproducirse ahí…

 Ah bueno, y falta por definir que tipo de historia contar. Algo muy romántico no es mi estilo, demasiados besos y abrazos no es lo mío. De pronto es porque en mi vida no he sabido mucho de eso entonces mis romances escritos terminan siendo tan acartonados que incluso el ser vivo más seco del mundo se da cuenta de que eso de real no tiene nada. Y no es que no me intrigue el amor y todo lo que despierta, y también lo que ignora y duerme a la fuerza. No sé, no esta vez, de pronto en otra ocasión haré algo sobre un tórrido romance.

 Esa es otra! El sexo escrito. Creo que ese sí lo se hacer muy bien (escribirlo… aunque porque no, hacerlo también) pero a veces puede uno pasarse de todo y llegar a ser casi pornográfico. Los detalles son muy fáciles de dar y cualquier trazo de romance se puede perder entre tantos detallitos que van y vienen y que pueden hacer emocionar a más de un lector. Cosa que, de hecho, es lo que como escritores debemos lograr. Aquellos que escriben pornografía lo saben muy bien pero es que ellos buscan una reacción sencilla y muy básica. Nosotros, es decir los escritores independientes, buscamos algo más fuerte, que cale más hondo en los sentimientos y pensamientos del lector.

 El típico drama. Eso es lo que haré. A todo el mundo le gusta una historia que puede llegar a salir muy mal o muy bien y, si la plantea uno de la mejor manera, se engancha al lector para que nos siga y quiera descubrir si termina todo mal o bien, dependiendo de la visión personal que uno tenga de esas dos caras de la vida. Es sobre todo interesante, al menos para mí, plantear problema que puedan parecer cotidianos y solo cambiarles el contexto y darles vida, con una buena interacción entre personajes o amoldando la vida del personaje principal tan bien que los lectores no tengan dudas en interesarse por ese ser inexistente (al menos en el mundo físico).

 Ya tengo una idea y eso es definitivamente lo más importante. Además, que sería de este mundo sin ideas, sin imaginación? Ciertamente sería un mundo difícil en el cual vivir, estéril y solitario. Me da lástima cuando me doy cuenta que la mayoría de personas en el mundo actual no tienen ni una pizca de imaginación comparados apenas con personas de hace veinte años. La juventud, sobre todo, está jodida. Hoy en día no tienen ideas y cuando las tienen resultan ser la repetición de la repetidera: personajes tan plásticos e irreales que incluso resultado desagradable cualquier interacción con ello.

 Eso sí, todavía hay imaginación y pareciera que unos pocos la acaparan pero supongo que eso es porque la mayoría de la gente hoy en día tiene otras “preocupaciones”. Con esto me refiero a que están ocupados trabajando para vivir y viviendo para trabajar pero nunca nada más viviendo. Además, creen que lograr algo en la vida es comprar algo de cierta marca, o cierto objeto que los suba de nivel socialmente para fingir que son algo que nunca van a ser, alguien que jamás ha estado allí dentro de sus cuerpos, alguien que solo actúa como un títere pero está igual de vacío por dentro, sin ideas ni nada.

 Porque yo, lo admito, no creo que la gente cambie en nada, nunca. Muchos dicen que las enfermedades terminales o los acontecimientos traumáticos cambian a la gente de la noche a la mañana pero yo no me creo eso. Ni el cáncer ni un secuestro cambian a nadie sino que lo sacuden y reordenan las prioridades que la persona ya tenía. No es que hayan nuevas prioridades. Los seres humanos somos muy tercos y todavía muy obstinados en tonterías para aceptar cosas nuevas o el cambio. Por eso hay ese eterno enfrentamiento entre jóvenes y adultos. Es difícil aceptar que el mundo cambia pero ellos los ven, no es que se nieguen a eso. En todo caso la gente no cambia, no evoluciona mágicamente. Mejoran todo lo que pueden mejorar.

 En todo caso, volvamos a lo nuestro. Tengo la idea de una historia, ya veré como empezarla y ahora necesito personajes reales o al menos que lo parezcan. Lo mejor es hacerlos con algún rasgo marcado y no tan simples como a veces nos gustaría. Además, tienen que ser fieles a sus contrapartes humanos y en sentido tener gustos y problemas, porque no existe un ser humano sin esas dos cosas. Los problemas y como los resolvemos o como fracasamos en resolverlos no hacer ser quienes somos. Es gracias a ello que terminamos siendo de cierta manera y un personaje los necesita solo para ser creíble, real.

 No, no hay que hacer listas interminables de descripción de personajes ni hay que plantearse TODA la historia antes de empezar. Esas son estupideces, son seguros idiotas que solo toman los que tienen demasiado miedo de empezar a pulsar teclas o calentar un lápiz o un bolígrafo. No, hay que dejar que todo fluya y creo que es mejor hacerlo así desde el comienzo. Hay que admitir que muchas cosas apestarán, serán terribles para el lector pero la verdad es que al comienzo el lector no importa. Al comienzo lo que importa es entrenar y lo que se entrena escribiendo es el cerebro y capacidad de imaginar grandes historias.

 Ya después se va desarrollando la técnica que puede ser única para cada persona. Al fin y al cabo, no hay una sola manera de hacer nada. Siempre hay al menos dos y si es un trabajo creativo hay tantas maneras como personas en el mundo, y esa es la belleza que tiene todo trabajo basado en la imaginación, que crea obras, pequeñas o grandes, buenas o malas, que son todas únicas e irrepetibles pero esta vez en el mejor sentido de la palabra. Porque no importa si falla uno en el cometido o si la historia no llama la atención como quisiéramos. Es aprender a montar bicicleta y eso no se comienza en la carretera con una de carreras.

 De pronto es que yo soy muy relajado, aunque me preocupo y mucho, pero creo que entre más se empuje algo, es más factible que el suelo debajo se venga abajo y uno con todo lo demás. Hay que ser paciente, muy paciente a veces y tratar de hacer comprender a quienes estén alrededor porque el apoyo si es algo muy necesario, que todos debemos recibir para sentirnos completos y con el impulso necesario para seguir adelante, sin importar lo que diga nadie.

 Porque hay que recordar, y esto aplica para todo, que el mundo está lleno de idiotas. La gente se lanza a la piscina de la ignorancia y le fascina. Porqué? Simplemente es más simple. Una persona ignorante no se pregunta nada y tampoco duda de nada. La duda es de hecho la madre de la imaginación y por eso es tan importante detenerse a pensar en lo que pasa alrededor, porqué pasa y si podría pasar de otra manera y que ocurriría si así fuera. Así se crean las historias, los cuentos que tanto amamos leer y escribir y sentir por el cuerpo. Y necesitamos a esos idiotas y ayudarlos, porque para eso es el arte.


 Yo seguiré escribiendo este cuento porque me acabo de dar cuenta que tengo otra idea, una que siento más cercana y que francamente creo que es mucho mejor. Se trata de un relato mezclado con un discurso, algo diferente para decir lo que pienso sobre lo único que en el mundo que me llena el alma por completo. Y ese relato, si es que alguien lo lee, es este. Y aunque dije que el lector en principio no es importante, es obvio que después es uno de los ejes de la escritura. Y por eso gracias si está leyendo esto y nos vemos mañana, espero.

miércoles, 1 de abril de 2015

El matrimonio de la prima

   Era una tontería, pero a Damián jamás le había gustado cortarse el pelo. Sentía que ir a la peluquería era un desperdicio de tiempo, que podía usar para adelantar algo de trabajo o relajarse en casa viendo alguna película interesante. Pero tenía que ir porque, como su madre le había dicho por teléfono, no podía presentarse como un “pordiosero” al matrimonio de su prima más joven. Con frecuencia su madre le recordaba que su prima tenía tan solo veinticuatro año y estaba recién salida de la universidad. Damián, en cambio, tenía casi treinta años y vivía de lo que había ahorrado en un trabajo que ya no tenía.

 Vale la pena mencionar, y él siempre se lo decía a su madre, que la empresa había quebrado por mal manejo del dinero. No lo habían echado ni había renunciado sino que la empresa simplemente había dejado de existir. Eso no parecía importarle a su madre, que había empezado a presionar a Damián cuando su hija Gabriela se había casado el año anterior. Antes, toda la atención de la madre había estado sobre ella pero ahora llamaba a Damián a todas horas, como si fuera una entrenadora viendo el estado de su único atleta.

 La verdad era que Damián no pensaba en ir al matrimonio pero Benilda, su madre, lo había amenazado tanto con las consecuencias de no asistir que prefirió no ir en su contra. Lo hizo comprar un traje, a pesar de la insistencia de él en que nunca lo iba a usar más ya que era un hombre creativo y no una marioneta de oficina. Eso a ella poco le importó. Dijo que siempre servía tener un buen traje, para ocasiones como bodas y funerales. Damián rió cuando escuchó lo de los funerales, contestando lo triste que sería para alguien verlo a él en traje y saber automáticamente que alguien murió.

 Cuando no estaba siendo acosado por las preguntas incesantes de su madre, Damián prefería escribir y dibujar. Eran las dos cosas que más le gustaba hacer y las únicas dos que sentía que hacía bien. Los deportes eran un caso perdido para él, principalmente porque pensaba que eran una idiotez. Y para los números no era precisamente un genio, cosa que le había costado su primer trabajo como cajero en una tienda de ropa. Damián también buscaba trabajo pero la verdad era que no se esforzaba mucho en ese cometido. No era fácil encontrar ofertas de trabajo que buscaran gente verdaderamente creativa. Todos apuntaban a tener alguien que se dejara manejar porque eso era lo que querían las empresas pero no lo que quería Damián como ser humano.

 Cuando dejaba de quejarse de todo, porque así era él, se quedaba callado e imaginaba lo que podría ser su futuro: un escritor reconocido, un dibujante prolífico o incluso un gran actor o un cocinero de renombre. Estas dos últimas cosas le llamaban la atención por dos de sus rasgos más notorios: era un gran mentiroso, muy bueno. Todo el mundo se creía completo lo que él decía, como si en la cara tuviese escrito que no podía mentir. En cuanto a lo de la cocina, era algo que hacía con frecuencia. Vivía solo, en el apartamento que antes había sido de su hermana, y allí cocinaba para sí mismo todos los días e incluso para un par de fiestas que había organizado allí mismo con sus amigos. Pero, siempre que volvía a la realidad, sentía que todo eso eran solo sueños ridículos y que a nadie, o a casi nadie, se le presentaban oportunidades tan grandes, tan fácilmente.

 Otro fin de semana, a una semana de la boda, doña Benilda arrastró a su hijo al centro comercial para comprar zapatos “decentes”. Al parecer, ella no veía con muy buenos ojos que su hijo fuese a usar zapatos deportivos negros con su traje nuevo. Ni siquiera cedió antes unas botas negras, militares, que Damián conservaba como un tesoro. Nada de lo que tenía le gustaba e insistió que debían ir a comprar unos nuevos. Después de un recorrido largo y tedioso por varias tiendas, la madre de Damián por fin encontró lo que buscaba: unos zapatos negros, que parecían hechos para un hombre mayor de noventa años. Eran incomodos, feos y no muy baratos pero ella los compró y Damián no pudo decir nada.

 Le dijo que lo invitaba a almorzar, ya que no parecía estar comiendo bien. La verdad era que Damián comía bastante pero lo hacía ciertas horas y había dejado de comer cosas que le sentaban mal a su estomago. Era increíble, pero su propia madre no tenía ni idea de lo que podía y no podía comer. Con la bolsa de los zapatos y un par de bolsas de compras que había hecho su madre. Se sentaron en una mesa de la plaza de comidas y su madre, sin parecer dudar mucho, le pidió a Damián que le comprara una carne con papas y ensalada en uno de los restaurantes. Damián le hizo caso y fue con pasa lento hasta el lugar.

 No había fila entonces el proceso fue rápido. Le dieron una de esas alarmas circulares, y le dijeron que el pedido estaría listo pronto. Desde la mesa, su madre le gritaba que usara el cambio para comprar su comida. Damián ya no era como en la escuela, cuando sentía vergüenza de sus padres si hacían algo ridículo pero en ese momento recordó el sentimiento. Se dio la vuelta, le agradeció al encargado y empezó a caminar para ver que pedía. En un local de comida saludable, había un joven jugando con un aparato electrónico, cosa que a Damián le llamó la atención. Se dio cuenta que tenía un menú bastante rico y decidió pedir algo.

 Fue cuando se acercó al sitio y saludó al empleado, que se dio cuenta de sus ojos. La sexualidad de Damián nunca había estado exactamente definida pero en ese momento supo que le gustaba mucho ese chico. Se quedó sin habla unos segundos hasta que subió la mirada y leyó en voz alta el menú que quería. El empleado sonrió, visiblemente extrañado por la actitud del cliente, y le cobró sin decir más. La transacción fue rápida y justo en el momento, vibró la alarma del pedido de su madre. Sin decir nada se fue pero a medio camino se dio cuenta que no tenía su cambio y tuvo que devolverse, rojo de la pena, a pedírselo al empleado, que le sonrió divertido.

 Esa noche, Damián soñó despierto de nuevo, esta vez con el lindo empleado del restaurante de comida saludable. Solo se lo imaginaba ahí frente a i dirigido dos veces. ojos color miel bien abiertos y esa sonrisa medio burlona que le habolo se lo imaginaba ahél, sonriendo, con sus ojos color miel bien abiertos y esa sonrisa medio burlona que le había dirigido dos veces. Pero como todos los sueños vividos de Damián, terminó sin conclusión y pro su propia decisión. Era una idiotez soñar con cosas que no iban a suceder nunca, y estar con alguien que lo comprendiera era igual de descabellado como soñar con ser un escritor famoso. Simplemente eran cosas que jamás iban a suceder y que no valía la pena pensar en ellas.

 Pasaron los días hasta que, por fin, llegó la hora del matrimonio de la prima joven de Damián. Su madre le exigió estar en el lugar de la boda temprano. Apenas llegó, no lo dejó ni saludar a su padre, a su hermana o a la novia sino que empezó a arreglarle el saco, la corbata e incluso trató de pulirle los zapatos con un pañuelo y saliva. Pero afortunadamente todo empezó rápido y tuvieron que sentarse y estar en silencio. Damián detestaba las bodas porque siempre decían muchas idioteces, en un momento u otro. Pero afortunadamente los novios parecían tener prisa de estar casados y la ceremonia fue rápida.

 En el salón donde se iba a celebrar la cena, Damián se sentó en la misma mesa que sus padres, su hermana y el esposo de ella. A Damián le caía bien él y, según le contó, conocía desde antes al esposo de la prima casada porque jugaba futbol con su hermano. Señaló entonces otra mesa para indicarle quien era el hermano del novio y Damián casi se cae de la silla cuando se dio cuenta que era el chico del centro comercial, al que no le había podido decir bien su pedido. Tratando de no sonar nervioso, le preguntó a su cuñado que hacía el hermano del novio y le contó que había salido de la universidad hacía unos años pero que no había encontrado trabajo estable. Tenía un par de oficios de medio tiempo. Era músico.

 De nuevo, Damián casi se ahoga y su cuñado le pasó una copa de champagne, con la que brindaron por los novios. Los platos de comida empezaron a ir y a venir y Damián se concentró en no mirar a la mesa del chico, del que todavía no sabía el nombre. No quiso hablar más del tema con su cuñado porque no quería que pensara que había más interés del normal, aunque así era y Damián se concentraba mucho en no mirar. Habló con su hermana y su cuñado de su nuevo apartamento, de sus trabajos, con su padre de la política nacional y su madre tuvo oportunidad de quejarse de más cosas. Entonces los novios interrumpieron mientras los meseros repartían el postre para anunciar su primer baile como esposos.

 Ellos bailaron primero y todos celebraron y luego la gente se les unió, incluidos los padres de Damián y su hermana y su cuñado. Se quedó solo y entonces perdió la voluntad y miró hacia la mesa que tanto lo torturaba. Pero allí no había nadie. Todos se habían levantado. Miró entre los bailarines, a ver si veía al chico pero no lo vio por ningún lado. Seguramente se había ido. Aunque si era el cumpleaños de su hermano…

-       Hola.

 El chico había llegado por detrás, sin aviso. Damián quedó lívido. El chico se sentó a su lado y empezó a hablar de las bodas y entonces Damián, lentamente, se unió a la conversación. Así hablaron por horas hasta que la fiesta terminó y tuvieron que ir todos a casa. Cuando llegó a su apartamento, Damián se dio cuenta que por el miedo a lo que podría pensar, no le había pedido el número. Pero no importaba porque entonces vibró su celular. Era un mensaje y Damián leyó:

-       Le pedí tu número a tu prima, mi cuñada. Estamos en contacto. Buena noche. Felipe.


 Damián sonrió y contestó sin dudar. Ya no más dudas. Solo hacer.

lunes, 2 de marzo de 2015

No importa nada

   No recuerdo nada y sin embargo sé que hay o hubo algo allí, m de mi propia vista y tal vez incluo de mi entendimiento.ás allá de mi propia vista y tal vez incluso de mi entendimiento. Pero de todas maneras ya no importa. Fue un sueño y nada más que eso. Me suele pasar que me obsesiono, me vuelvo loco queriendo saber que significaba una cosa o la otra pero la verdad es que, al final de cuentas, no importa. Que influencia tiene en mi vida si un sueño fue de significa sexual, o de mis secretos más oscuros o tuvo su base en algún miedo paralizante? Da igual.

 En la vida diaria eso no interesa o al menos no si no es algo de todos los días. Y ese sueño no lo fue. Fue solo una vez y me frustra solo recordar un fragmento de todo. De pronto es por eso que estoy obsesionado con ello, solo porque no puedo recordar cada detalle y lo que estaba haciendo o no. Solo recuerdo bajar unas escaleras, algo oscuras, vistiendo solo unas chancletas y una bermuda, con mi camiseta al hombro. Sé que el sitio era en clima cálido pero no recuerdo como era todo al salir de esas escaleras. No recuerdo más que eso.

 Y sin embargo sé que hay mucho más que eso puesto que cuando me desperté, sentí que había corrido miles de kilómetros. Me sentí cansado y mi espalda dolía, cuando siempre he dormido cómodamente en mi cama. Algo que no recordaba, seguramente, era el causante de semejante dolor, que después de unos minutos fue simplemente ridículo y me avergoncé de mi mismo: cansado por correr en un sueño cuando en la vida real no corro ni aunque mi vida dependa de ello.

 Lo mejor es despejar la mente y salir a caminar pero eso, después de un par de minutos, no parece ayudar en nada. En vez de observar la vida urbana desarrollarse ante mis ojos, lo único que veo esa maldita escalera, casi en espiral, y mi pecho bronceado, cuando en la realidad está lejos de ser así. No me fijé en ninguna de las personas que casi golpea caminando, pensando en cosas que de nada sirven.

 Y luego me invade, de nuevo, ese otro gran miedo: el de ser un fracaso enorme, una de esas personas que no son útiles en este mundo, porque si algo hay que ser en este mundo es útil, hágase lo que se haga. Ese miedo no necesita de mis sueños para alimentarse ni de situaciones sin sentido para seguir perforándome el cerebro. No, ese miedo que es hoy en día una presencia casi corpórea no necesita de ayuda alguna para acosarme y empujarme de un lado a otro, cansándome pero cuidando que no me rinda definitivamente muy pronto.

 No lo hago. Para que rendirme? Para que cualquier cosa? Hacer y hacer y hacer y después de todo eso nada. Para que? Es posible que por eso me obsesione con mi sueños: no tengo nada mejor que hacer ni que pensar y, pensándolo bien, los sueños son mucho más generosos conmigo que la realidad de la vida. Cambiaría esos mundos sin sentido cualquier día por esta realidad que no me sirve de nada, por este mundo que solo me quita energía y se niega a dejarme pelear de pie, prefiriendo que me arrastre y me sienta cada vez peor, por una razón u otra.

 Siendo justos, es posible que yo sea así de nacimiento. Susceptible a todo alrededor, seguramente más débil que el promedio entre los seres humanos. Es posible que sea una de aquellas personas que simplemente se van agotando hasta extinguirse por ellas mismas, cosa que me da más miedo que nada porque si algo sé y de algo estoy seguro es que soy un cobarde. No me gusta enfrentar nada y no soy alguien que combata ni pelee por nada, así lo aparente. Soy ese perro que ladra demasiado pero muerde poco.

 Auto compasión? Otro concepto inútil que no me sirve de nada en este momento ni nunca, para ser claro. Para que lamentarme de mi vida, de mi situación o del agujero negro en el que me siento caer cada día más? Para que ponerme a llorar o a rasgarme las vestiduras cuando sé que ese ser, esa presencia asquerosa no va irse nunca, me sienta mal conmigo mismo o no. Tengo que aprender a vivir con ella y, por algún tiempo, lo he hecho de maravilla. Sí, ella molesta de vez en cuando pero siempre cuando la dejo, es decir, cuando estoy susceptible a su amargada y retorcida voz que solo quiere mi perdición.

 Mi perdición… No sé exactamente que es eso pero sé que cualquier cosa que tenga que vivir tendrá que asumirse en el momento, ni antes ni después. Y si resulta en mi destrucción pues que así sea. Quien soy yo, al fin al cabo, para decir que debe pasar o no en mi vida o a mi alrededor? No soy nadie. Y no, no se trata de una de esas frases de “pobrecito yo” sino una realidad humana que es dura pero cierta desde hace eones: no somos nada más que polvo y recuerdos inútiles que, en el gran esquema de las cosas, no sirven para nada ni tienen la más mínima consecuencia.

 Y después de todo esto me doy cuenta que estoy un lugar muy lejano a mi casa. Lo conozco pero no tanto como para sentirme cómodo, la tarde ya cayendo sobre los tejados y ocultando entre las sombras más de una sorpresa indeseable para cualquier ser humano decente. Lo que hago es sacar la salvadora tarjeta de transporte público para tomar un bus que me acerque a mi hogar. Dejo pasar uno que otro ya que o no se dirigen a mi casa o simplemente los dejo pasar, sin más.

 Cuando por fin llego a mi hogar, lo único que puedo hacer es tratar de distraerme, tratar de sacar todo lo que estaba en mi mente hasta hace algún rato porque lo único que puedo tratar de hacer es acelerar el tiempo, hacerlo lo más llevadero y así esperar a que todo pase rápido y o me muera o ocurra algo que me haga sentir menos vacío. Vivo mi vida en lo que se podría llamar piloto automático, yendo sin destino alguno por el cosmos, sin que me importe nada más. Sí, hago cosas como los demás pero no puedo decir que eso me llene de alegría o de nada. Lo que hago lo hago sin sentimiento alguno.

 He pensado que los sentimientos puros me dan alergia, me cansan, me aburren y simplemente no los entiendo. El amor, por ejemplo, es un animal en el que no creo, casi como un unicornio. No creo que exista y me da risa quienes creen que lo han sentido, como si se tratase de una presencia cósmica masiva que simplemente no se puede entender ni nadie puede pelear con ella. Yo creo que es pura mierda pero no voy por el mundo destruyendo lo que creen los demás. Por mi que cada uno crea lo que quiera.

 Como dije antes, no importa, a nadie le importa de verdad. Por eso la gente más patética es aquella que se mete en los asuntos de los demás. Muchos de ellos son personas que se han dado cuenta que la vida en sí no tiene ninguna importancia, que nuestros actos no tienen en realidad consecuencias trascendentales en nuestro mundo y que simplemente somos poco más que polvo. Esos que critican lo saben y se meten en lo que no les importa porque necesitan buscar significado en algo pero saben que jamás lo van a encontrar.

 Por supuesto que es triste, pero que se le hace. Así son las cosas. La idea, de todas maneras, es que cada uno viva sus días como mejor le parezca, sin tantas cosas en la mente. Sin tantas escaleras y camisetas rojas que les impidan ver más allá de sus narices. Que cada uno haga lo que se de la gana, eso sí, sin perjudicar de gravedad a nadie más.

 Sí, la camiseta era roja y hasta ahora lo recuerdo. Combinaba con el tono de mi piel y con el de la luz que entraba por algún lado, pero no sé exactamente por donde.  Pero no recuerdo más que eso y seguramente olvidaré esos detalles rápidamente, cuando la noche empiece a abrazarme hoy. Olvidaré cada una de las cosas que vi en ese sueño pero nada de ello importa porque lo que siento, lo que vivo, la presencia que carcome mi vida, no me dejan pensar por mucho tiempo en nada más.

 Lo más seguro es que todos tengamos algo similar que nos vigila, que nos persigue y nos acosa. Lo diferente es que yo ya me di por vencido hace mucho tiempo. Admiro, en cierta manera, a aquellos que con los ojos cerrados siguen desafiando lo que la realidad les dice. Aquellos que viven y forman su propio mundo e incluso sus propias reglas. Los admiro porque son seres tremendamente estúpidos pero a la vez, demuestra una inteligencia más allá de nada que yo conozca. Son seres especiales y por eso merecen cierto perdón, ciertas concesiones en cuanto a su existencia.


 Mientras tanto, yo y seguramente muchos otros, estamos del otro lado de la carretera. Estamos aquí, dejándonos abatir lentamente, como árboles muy viejos que no tienen más opción sino dejarse morir lentamente, olvidados en un bosque lejano, sin nadie que los escuche crujir y caer. Sin nadie que huela su podredumbre ni nadie que se aproveche de su madera para sobrevivir. Así estamos y lo estaremos por mucho tiempo. Hasta que todo termine.