martes, 28 de julio de 2015

Volar

   Su aspecto era majestuoso e iban de aquí para allá con la mayor libertad. Era hermoso verlas volar, de manera tan resuelta pero a la vez tan libre de ataduras y de tantas cosas que nosotros sí tenemos como seres humanos. Las aves eran libres, libres de verdad. Es cierto que tal vez no sean las criaturas más brillantes pero que importa eso cuando tienen el don del vuelo, la libertad, de nuevo, de ir y venir hacia y de donde quieran. Miles de personas iban a ver a las aves al parque, era algo así como una tradición en la ciudad ya que era de los pocos sitios urbanizados donde aves migratorias venían a descansar después de su largo viajes desde aquellas tierras frías del norte. Había días en los que el sitio parecía un aeropuerto, llegando oleada tras oleada de aves.

 La gente tomaba fotos y se divertía con el espectáculo pero para Ignacio, las aves eran su vida, su pasado y su futuro. Se dedicaba a ir todos los días de la migración a tomar fotos y, si podía, a clasificar los tipos de aves y sus tamaños. Incluso podía saber de donde venían si alguna de ellas tenían un chip implantado que se podía leer a distancia y sin molestarlas. Siempre había tenido interés en las aves, desde que era un niño pequeño y veía las palomas volando por el parque. Lo que más le había atraído era el concepto de volar y de poder ir adonde quisiera cuando quisiera. Era un don que obviamente el ser humano no tenía por su naturaleza misma, volar habría sido un error pero se las habían arreglado para corregirlo con tecnología.

 Era extraño, pero para alguien que adoraba volar, a Ignacio no le gustaba nada la idea de meterse en un avión y estar allí por horas para llegar en otro lado. La primera vez que lo intentó, fue un dolor de cabeza tanto para él como para los demás pasajeros. Él no lo sabía pero era claustrofóbico y simplemente no podía meterse en ningún tipo de aparato que volara. Simplemente no lo disfrutaba nada y para volver de ese primer viaje, su familia prácticamente tuvo que drogarlo para que durmiera y no sintiera nada de nada. Era un poco cómico para ellos, aunque nunca se lo dijeron de frente, que semejante amante del vuelo y las aves, no pudiese volar en un avión.

 Lo bueno fue que, al crecer, no tuvo tantas oportunidades de salir a viajar a ningún lado y las vacaciones siempre las tenía que pasar en algún lugar cercano a la ciudad. Su familia aprendió de esto y decidieron hacer planes por su lado y que Ignacio hiciera planes con amigos para pasar las vacaciones. Esto los distanció un poco pero hubiese sido injusto que alguien tuviese que ceder su vida nada más por un inconveniente personal. Así funcionan las cosas algunas veces y nadie tenía la culpa. En todo caso, cada uno pasaba siempre buenas vacaciones y se reunían a discutirlas una vez Ignacio se mudó de casa.

 Al vivir solo, dedicó su vida a sus investigaciones y a tomar fotografías y demás. La verdad era que Ignacio no se sentía bien. No solo porque se había dado cuenta de que no conocía bien a sus propios padres sino porque su vida se sentía vacía, como si le faltaran pedazos que él ni siquiera sabía que debían estar allí. No tenía nada que ver con el amor o algo por el estilo sino más con tener un sentido de pertenencia, una dirección clara. Porque la verdad era que lo que hacía ya no lo llenaba como antes. Era bonito estar en casa los fines de semana con su mascota Paco, que era un loro bastante brillante pero eran los únicos momentos en los que se sentía sin ninguna molestia. Era extraño sentirse así porque no era algo que él conociera, que hubiera vivido antes pero sabía que algo estaba mal.

 Ignacio decidió ir a un sicólogo donde ventiló lo poco que sentía y que entendía de ello pero no fue suficiente. El sicólogo, era evidente, solo respondía a algo cuando era más bien obvio, como si los síntomas no los entendieran las personas que los sentían sino solo él. Fue una experiencia decepcionante y nunca más trató de ir a un profesional de la mente, como se hacían llamar. Después de la cita, salió con tanta rabia del consultorio que casi tumba a una mujer que iba entrando al edificio y por poco se le olvida que desde allí no podía caminar a casa. Se sentía frustrado y desesperado. Parecía que este fracaso le había hecho sentir muchas cosas más, ninguna que entendiera con claridad.

 Paco era su único amigo. Era triste decirlo pero el loro era el único que parecía entender lo que Ignacio sentía. Se le subía al hombro o al cuerpo y se recostaba en él, algo inusual para Paco que solo quería decir que entendía por lo que su amo estaba pasando. Era algo tierno que pronto lo sacó lágrimas a Ignacio, que se sentía cada vez más atrapado pero algo aliviado que así fuera su ave entendiera algo de lo que estaba pasando. Desde ese día trató a Paco como un príncipe y le compró varios juguetes y una comida mucho mejor que la que comía habitualmente. Pero este cambio en su relación no cambió en nada lo que sentía, ese peso en el alma que sentía cada vez más pesado, como si creciera.

 Tratando de obviar el fracaso con el sicólogo, intentó ir con un médico general. Era posible, pensó, que sus afecciones tuviesen que ver con algún problema físico. Fue decepcionante, de nuevo, saber que estaba en perfecto estado de salud y que, a excepción de una deficiencia de calcio notable por su aversión a la leche, todo marchaba como un reloj. De la cita solo sacó una botellita de pastillas de calcio y nada más. Las empezó a tomar juiciosamente pero después de un tiempo las dejó, viendo que huesos más fuertes no ayudaban nada en su estado de ánimo. Varias noches estuvo echado en la cama, mirando hacia arriba y preguntándose que pasaba.

 Tiempo después, su mejor amigo del colegio volvió a la ciudad y le pidió que se vieran ya que tenía algo que contarle. Se vieron en un bonito restaurante y allí su amigo Cynthia le contó que estaba embarazada. Por lo visto la reacción de Ignacio no fue suficiente ya que ella le reclamó por su falta de entusiasmo. Ignacio le respondió que él no sabía mucho de eso pero que estaba feliz por ella, porque sabía que siempre había tenido un gran instinto maternal y ahora podría usarlo de verdad. Ella se alegró con esa afirmación y le contó que había decidió con su pareja no casarse todavía hasta ver que tal se llevaban durante el embarazo y todo lo demás. Era poco ortodoxo pero era mejor que apresurarse. Cuando le preguntó a Ignacio como estaba, él, sin razón, empezó a llorar.

Al rato de haber empezado, se detuvo a la fuerza, viendo como la mayoría de las personas en el restaurante habían girado sus cuellos para ver que era lo que ocurría. Se secó las lágrimas torpemente y Cynthia entendió que era hora de que se fueran. Caminaron en silencio unos minutos hasta llegar a un parque pequeño, donde se sentaron y ella por fin le preguntó que era lo que pasaba. Él la miró, con los ojos rojos del llanto, y le dijo que no sabía que era lo que ocurría. Se sentía perdido y con afán de algo pero no sabía de que. Ella le preguntó si le hacía falta alguien pero él le respondió que ella sabía muy bien que para él las relaciones amorosas no era algo que a él le interesara mucho.

 Ignacio le contó a su amiga Cynthia de sus citas con el sicólogo y con el médico, de su nueva amistad con Paco y de cómo su insomnio era cada vez peor, de tanto pensar y pensar. Le confesó que ya no sabía que hacer y que cada día era difícil para él levantarse y hacer su trabajo, que menos mal era a distancia y no tenía a nadie encima molestando. Ella le dijo que era natural que muchas veces uno simplemente colapse y empiece a ver su vida con otros ojos y a darse cuenta que le hubiese gustado hacer las cosas de otra manera. Tal vez era eso o tal vez era él hecho de que, para ella, Ignacio vía una vida demasiado ermitaña, demasiado cerrada sobre sí mismo.

 Desde la época del colegio había dejado de hablar con la mayoría de sus amigos y ya no iba a acampar o de viaje a ver aves en algún parque nacional. Ella entendía bien que no fuera de los que persiguen el amor pero le dijo que todos los seres humanos necesitan compañía, no importa en que forma venga. Le dijo que Paco era probablemente un buen comienzo pero que siempre era mejor tener un ser humano cerca. En ese momento lo rodeó con un brazo y le dijo que sentía no poder ser ella la que estuviera allí con él pero que era obvio que lo iba a obligar, como pudiera, a ir a visitarla cuando la bebé naciera. Ignacio sonrió y abrazó a su amiga, de nuevo llorando pero esta vez en silencio.


 Días después, las cosas empezaron a mejorar un poco. Ignacio decidió lanzarse al agua, como se dice, e inició varias conversaciones con las personas que veía en el sitio donde iba a fotografiar aves. Muchos eran amantes del concepto de volar, como él, y otros solo amaban a los pájaros y se reían con las anécdotas acerca de Paco. A los pocos meses, conocía ya a varias personas y algunas empezaban convertirse en sus amigos. Y de repente todo iba mejor, la presión en su pecho se había alivianada y su ansiedad solo se presentaba algunas noches, como recordándole que faltaba camino. Pero él dormía bien, pensando que lo que faltara de camino no lo tendría que recorrer solo.

lunes, 27 de julio de 2015

Lily's world

   Medicine tastes awful, at least most of the times. Lily wasn’t just going to drink it and she made sure her mother realized this very late at night. Lily would not go wouldn’t go to bed without her mother reading a story and she had decided that was the best time to make Lily drink a new medicine. Wrong. All wrong, Lily thought, because ruining story time was for her one of the worst things any of her parents could do to her. Granted, they could get violent but the most violent she had seen them was in Christmas when Dad had decided to yell at Sparky, their dog, for “unwrapping” the presents at an earlier time. He yelled at him for several minutes until the dog left the room and wasn’t seen until the next day.

 But Lily wasn’t Sparky and, to be fair, Mom wasn’t yelling. She was just being a mom and who could blame her? Lily understood it was kind of like a job and that they had responsibilities as making her do things she hated, but that was a bit too much. Lily thought that it was time to make her voice heard and she bluntly said no to the medicine. She didn’t even felt sick. She was jus fine but her mother insisted every single night for the remainder of the week and Lily refused every single one of those times. To be honest, Lily was amazed at herself. She was known to be very obedient and a “good girl” most of the time, but she just felt this time her mother had gone too far, she was overdoing the whole mother thing and that was not acceptable, not for Lily.

 Of course, she told this to her mother who looked at her and smiled. Yes, she smiled. Lily was equally as surprised. It didn’t make sense that a parent smiled when their children misbehaved. But there she was, her mom just smiling and almost laughing. The most offensive thing happened the next morning during breakfast when Mom told Dad about the incident. Dad laughed louder and grabbed his sides because they hurt of so much laughter. It was so unbearable to see, Lily just wanted to get on her bus to school and get it going with numbers and historical characters and all that. She’d rather have that than her crazy parents back home. It was even weirder because a laugh hadn’t been heard at home for quite some time.

 In school, Lily told her best friend Anne about what had happened. Anne was fast, which Lily liked, and told her parents had times when they behaved like that. They just went crazy for a few hours and then they returned to whatever they were doing or thinking before. According to Anne, this behavior was natural when people grew as old as their parents were. Just imagine living up to forty years old! It wasn’t an easy thing, or at least that’s what Anne thought. After their discussion about parents, they had a nice lunch together, sharing what each one had brought from home. Anne ate Lily’s ham sandwich and Lily took Anne’s carrot cupcake. She liked doing that every day.

 Back at home, Lily realized Anne had been correct: her mother was behaving normally, busy with her work at home. Her dad wasn’t going to be there for a few hours so it was safe for her to assume that he was normal again too. She smiled at the thought of it and realized that maybe her parents had still some child like feelings inside. She thought that forty years was a long time but maybe in all that time, they still remembered how it was when they were smaller. It had been grandma who explained to her that her parents hadn’t been adults all the time and than they had been kids like her one day. Her mother had shown her pictures and it was amazing how similar the girl in the picture was to her.

 At dinner, her parents attacked again. Yes, her dad was normal, not crazy. They told her that taking the medicine would only take some time and after that every single medicine would be barred from the house, never coming back again. She was almost convinced by them but decided at the last minute to stick to her revolution. She told them that she was tired of drinking all those medicines and that she had just had it. She didn’t want to keep feeling that awful taste in her mouth every time she went to bed. She told them that she just wanted to be like Anne, who hadn’t taken any medicine in years and who never went to the doctor. She was just tired of it all and wanted to be just a normal girl, like any other.

 She had won the round. Her parents changed the subject to something about the house, something with bills or who knows, so he tuned out after that.  What was worth mentioning was the fact that apparently her decision had been respected and that she had done something for herself. And that felt great. She felt like all those girls in the movies or in TV that just stand up for what they think and like. She felt really good and told Anne the following day. Anne was very happy for her and told her that her mom said that every girl needed to stand up for herself, especially against men. Anne’s mom had divorced her husband recently. But the girls didn’t understood about that but they did understand what she said.

 They decided to recruit other girls and form the first Young Girls Alliance against every single thing that was done against them. Basically, whenever they got reunited, whereas it was in school or outside, they would discuss ways to persuade their parents not to make them do things they didn’t want them to do. Even a boy, Roger, wanted to come into the group but they told him it was only for girls but that if they decided to accept boys they would tell him right away. He smiled at this and left. Essentially, it was all about not been forced to eat broccoli, visit people that they considered gross  o do things that no one ever wanted to do like cleaning their bedrooms.

 Word got to a teacher, apparently because someone had betrayed the Alliance, and then several parents were called to the school. The girls thought they would all be suspended from school to something but nothing as bad ever came to happen. Their parents had been in the school, talking to Mrs. Steele who was the headmistress, but apparently things were not as bad as they thought. If anything, things had become a little more enjoyable, both at home and in school. At home, Mom and Dad were always smiling and playing and just having a nice time, like never before. And it school, every single adult had been infected with the “smiley” virus. It was amazing to se it all around them, never stopping. Maybe they really had been successful in changing things for girls all around, maybe the Alliance was just what the world needed.

 But that thought didn’t last much longer. One day, in the middle of their break, a woman came for Roger and took him away. This was very odd as Jason’s parents, like Anne’s were divorced. But what was very weirder was that his mother had never come to leave him in school or pick him up. Actually, Lily did not recall having never seen her and she had known Roger for quite some time. He had been the only boy she had ever liked as a friend, as he was polite and clean, not like all the others. He was almost like a girl, which was the way things should be in a perfect world, at least according to Lily.

 She told what had happened at school to her parents and they didn’t seem surprised but their smiles were absent during dinner. It was of particular note that it was one of the few days she had received so many kisses before bedtime and from both of her parents. Both of them tucked her in and told her how much they loved her and how much they wanted her to be the best girl ever. They told her that they were very proud of her and her convictions and they encouraged her to be the best Lily she could ever be. It was a very strange thing but the truth was that Lily loved it. And she did because he loved her quirky parents, always saying and doing weird things that she may never understand.

 Roger never came back to school and it was a very hot topic during the morning break and lunch, at least for a week. Then, everyone stopped speaking about it. It was sad she would never see Roger again but maybe he was going to be happy in his new school, as she was sure his mom would put him in another school. It was strange, but that whole thing and the war about her medicine made her think a lot. She realized that parents were strange but not only them but all the rest of the adults and the world too. She discussed at length with Anne, who thought parents were just doing what they knew how to do and that’s why they were parents.


 Lily went on with her Alliance, advising girls in every single kind of problem or inconvenience. She knew that they all needed help for something or other and she wanted to be there to help. Maybe that was what she was going to do wen she became an adult. But thinking about it scared her and made her feel sick, so she decided to be the best girl she could. There would be another time to be a grown up but, for now, it was best if they just talked with Anne about those singing boys on TV.

domingo, 26 de julio de 2015

Lo desconocido

   Lo que ellos vieron o no vieron fue materia de discusión por años y años. Al fin y al cabo, solo eran una pareja de amigos que viajaban de noche y, para muchos que escuchaban la historia, podría tratarse de un caso relacionado con el alcohol o las drogas. No habían sido personas de desconfiar ni nada parecido, pero es que la historia era tan increíble que no se sostenía de pie por si misma y era más fácil asumir que algo externo había tenido que ver en todo el asunto. Ellos contaron sus historia varias veces, tanto a la policía como a todo el que se sentara a escucharlos el tiempo suficiente. Pero después de un tiempo dejaron de hacerlo. No tenía más sentido tener que decir lo mismo una y otra vez si nunca les iban a creer ni media palabra.

 Años después, un tabloide sacó la noticia de que habíamos sido abducidos por extraterrestres. Ellos quisieron decir algo, para que la gente dejara de pensar que eran locos y que eran ellos los que inventaban semejantes historias pero se lo pensaron mejor y decidieron no hacerlo. Para qué volver a revivir el ridículo y  todos esos momentos donde los hacían sentirse del tamaño de una pulga. No, no valía la pena. La verdad solo vale la pena cuando le sirve a alguien de algo y lo cierto es que muchas veces no es así entonces todo el mundo prefiere ignorar lo que pasa. Con el tiempo, los dos amigos, unidos por el suceso que habían compartido, se enamoraron y se casaron. Pero eso nadie lo supo sino hasta tiempo después.

Fue cuando ya habían pasado unos diez años cuando Arturo empezó a sentirse mal. Se mareaba, algunas veces desmayándose por completo en sitios como la oficina o la cocina de la casa. Cuando Daniel llegaba del trabajo, lo encontraba allí tirado y pensaba que los males para ellos nunca iban a terminar. Muchas veces se preguntaron que era lo malo que habían hecho, que daño le habían causado a la gente? Era todo como una maldición. Arturo se sometió a exámenes que revelaron que no era cáncer ni nada parecido. Pero si encontraron algo en su pie un objeto que salía en las radiografías. Pero dijeron que era mejor no operar y que probablemente era grasa acumulada, algo muy normal.

 Cuando volvieron a casa, discutieron. A los dos, el suceso les había recordado lo vivido hacía años. Los nervios, la incertidumbre y todo lo demás. No era lo correcto tener que sentir miedo de esa manera y vivir así, al borde de la silla. Arturo pensaba que debían hablar con alguien, discutirlo y evitar que todo ello les carcomiera la mente. Pero Daniel no quería revivir nada del pasado y prefería que se quedara allí lejos, en un lugar donde no pudiera lastimarlos más. Se sentían débiles y cansados pero a la final Arturo le dijo a Daniel que si no se sacaban todo lo que tenían en sus mentes, siempre estaría corriendo de sí mismo y que así no se podía vivir. Así que Daniel aceptó hablar con alguien.

 Buscaron por todos lados un sicólogo que fuese competente pero que no tuviera nada que ver con fenómenos inexplicables. Querían alguien que les dijera la verdad y que fuese objetivo. Encontraron al doctor Warner, un hombre reconocido en su campo por ayudar a victimas de grandes desastres como las familia de varios accidente aéreos. El hombre parecía saber lo que decía e hicieron una cita. Ese día estaban muy nerviosos y cuando los hicieron pasar, las piernas les temblaban. Normalmente el doctor no hacía citas dobles, pero aceptó esa ocasión por tratarse de un caso especial. Lo primero que hizo el hombre fue indagar sobre su relación y ver si era tan fuerte como parecía. Lo comprobó rápidamente y siguieron a lo principal.

 El doctor prefirió que para esa parte, Daniel se retirara. Le iba a preguntar lo que recordaba de ese día y tener a alguien más allí podría influenciar un cambio de versión en alguno de los dos. Daniel se retiró y Arturo empezó su relato. Recordaba haber estado manejando, con la música casi a todo volumen. Daniel estaba en el asiento del copiloto y cantaba con el alguna canción de moda. En ese tiempo ya sentían algo de atracción el uno por el otro pero jamás lo habían discutido. Solo eran amigos y venían de acampar unos días en un parque nacional no muy lejos de la ciudad donde estaba su universidad. Daniel le dijo a Warner que todo era muy normal y que la carretera estaba perfecta pues no había casi automóviles.

 Después recuerda que la radio empezó a cambiar de estación sin ayuda de sus manos y que el reloj del automóvil también se volvió loco. Eran las once y media en punto, según recordó en su revisión. El automóvil se apagó a los pocos metros y no avanzaron más. De nuevo, no había ni un solo vehículo en la cercanía así que no había como pedir ayuda. Trataron de usar sus celulares pero ninguno servía, parecía que la zona era un punto negro para todo tipo de cosas eléctricas. Salieron del auto y mientras Arturo revisaba bajo el capó, Daniel intentaba comunicarse, también encendiendo la linterna que tenían, sacudiéndola pero sin éxito. Entonces sintieron algo extraño, cada uno donde estaba, sintió como si el tiempo se hubiese vuelto lento.

 Arturo recordó una luz que los envolvió y los cegó. Lo siguiente que recuerda es estar dentro de su vehículo, conduciendo de nuevo. Cuando cayó en cuenta de lo que hacía, frenó en seco y miró un indicador de la carretera que se veía con la luz de los faros. Si se le había de creer, había viajado unos quince kilómetros después de que se les apagara el auto pero no recordaba nada al respecto. Era como si ese pedazo de sus vidas les hubiese sido arrebatado. En lo que quedaba del camino, no hablaron más, a pesar de que su malestar era evidente. De hecho, Arturo recuerda que Daniel vomitó cuando lo dejó en su casa y el se sintió mareado toda esa noche y durmió mal.

 La entrevista de Warner con Daniel no fue muy diferente excepto en algunos puntos clave. Por ejemplo, Daniel recordaba lo mismo de haber estado escuchando música y cantando pero él sí recordaba algunos vehículos que los pasaron antes de que el vehículo se apagara. De hecho, recordaba haberle dicho a Arturo que deberían empujar el auto fuera de la carretera. Después, concordaban en lo del tiempo que iba más despacio y la luz. Pero Daniel tenía algo más que agregar antes de que aparecieran en el vehículo de nuevo. Según él, cuando la luz los rodeó, sintió una presencia que no era la de Arturo. Había algo más allí con ellos y recordar la sensación lo hizo sentirse muy incomodo.

 Concordaban en lo de la sensación de perdida del tiempo y cuando Arturo se detuvo y dijo lo de los quince kilómetros, Daniel confesó que nunca reflexionó mucho al respecto. Obviamente era algo extraño pero para él lo más raro de todo había sido esa sensación de sentir que alguien estaba con ellos en ese haz de luz. Daniel no recordaba haber vomitado al bajarse del automóvil pero sí dijo que se había sentido muy mal y que había tenido que tomar aire para calmar sus nervios

Las historias, en esencia, eran las mismas excepto por algunos detalles que daban cuenta de dos cosas: las prioridades de cada persona y la manera de ver el mundo de cada uno. Warner les explicó que es muy común que dos personas difieran un poco cuando experimentan exactamente el mismo suceso ya que las experiencias pasadas y la educación tienen un rol fundamental en la comprensión de lo que cada uno vive. Lo único que Warner no podía comprender era lo de la presencia que Daniel sintió y Arturo ni mencionó. Eso era algo distinto y trataron en varios días de llegar al punto de esa experiencia pero Daniel no sabía más. Ellos pidieron ser sometidos a hipnosis pero Warner les explicó que eso solo haría que su estado se volviese peor. Según él, la hipnosis solo empeoraba las cosas mezclando recuerdo e implantando ideas que no estaban en el cerebro antes. Pero algo tenían que hacer.

 No llegaron a saber que más se podría hacer porque, un día saliendo de la terapia, fueron asaltados por reporteros que les preguntaban si era cierto que estaban diciendo que habían sido raptados por extraterrestres. De nuevo, el pasado venía a acosarlos y la gente volvió a juzgarlos por cosas que ni siquiera habían dicho en público. Descubrieron que la secretaria de Warner había filtrado información y la denunciaron, ganando famosamente un caso que los sometió a la mirada del público que pudo ver lo quebrantados que ya estaban. Después del juicio, desaparecieron una vez más y ya nunca se supo de ellos. Unos decían que se los habían llevado definitivamente y otros que habían cometido suicidio.


 La realidad era que se habían ido a vivir lejos, a un pueblo pequeño donde nadie sabía nada de ellos. Trabajaron empleos simples y vivieron el resto de sus vidas más tranquilos que nunca, pero siempre preguntándose que era lo que habían vivido y porque era tan importante para la gente desacreditar lo que ellos decían. Era la verdad, su verdad al menos y ellos no tenían la culpa de que las cosas hubiesen pasado como lo hicieron. Sin embargo, Arturo y Daniel hablaron entre ellos de lo sucedido y compartieron su historia anónimamente por internet. Muchos les creyeron y eso les ayudó para cerrar un capitulo doloroso de su historia juntos.

sábado, 25 de julio de 2015

Life in the alley

   The club looked larger and even more filled with people from the second floor. I had just being there for less than an hour and I already felt a little claustrophobic, even though the place could fit a large plane inside, without the party goers of course. Most of the people were dancing, or their version of dancing, while some others tried to talk over the music on the second floor. People went up there because it was the lounge section and it was supposed to exist in order to mingle with others and just have a great time only drinking but the sound was too loud, even though it shouldn’t be. Anyway, people did their best to talk but I was too tired of trying to understand anything so I decided to go to the bathroom.

 I gave up to that fast as the line for the bathroom was very long and some people ere saying guys were fucking or something there so I just decided to exit, pee in the back alley and then come back in. I had a seal on my hand to do so I crossed the sea of dancing people on the ground floor and reached the door fast, as I felt more and more the need to go and pee. I finally went through the door, after having to push some guy flirting with this big hairy man, called bear in the gay slang.

 The day had been a very hot one so the night was very refreshing, not excessively hot nor cold. Just a nice weather to go to where the dumpsters were and pee. I closed my eyes for a second; wanting to concentrate on not drinking any more liquids but then I heard something. It sounded like a moan or some kind of complaint. I finished peeing, put it all away and then stopped and made no noise. There it was again, someone sobbing or something. My first thought was thinking than some guys had decided to take a trip to the back alley and have some fun but if that was the case, I would have heard some other moaning or at least two people breathing and I could only hear one. I walked away from the main entrance of the club, to where many bags filled with people, others with other type of garbage, had been put into a large pile. Then, I saw who had made the noises and felt really guilty about thinking those were sex sounds.

 As I had my cellphone with me, I called an ambulance right there. As I waited, I got closer to the guy: he had been beaten up pretty bad and was lying on the dirty floor, sobbing, incapable of saying a single word. Apparently, he was in a state of shock and couldn’t do more than just complain and sob. I tried to pull him out of the pile of garbage but he complained louder so I decided not to do anything. Then, I saw the light of the ambulance behind me and I stood up fast towards them, in order to tell them where the victim was. In no time, they had him on a stretcher and in the ambulance. I was about to turn around when of the paramedics told me they needed someone to go with him to sign papers and son. It could be anyone. So I went with them.

When we got to the hospital, I had to call my friends to tell me where I was but no one answered the phone. Of course, they were still inside the club and no cellphone, unless in front of their faces, would be noticed. A doctor came out to talk to me and told me they had to get the wounded guy to surgery. Apparently, the beating had been worse than imaginable and one of his lungs had been punctured. He had many broken ribs and was now hallucinating, babbling something that no one could really understand. I had to sign some papers saying it had been me who found him and that I had to be responsible for him for the time being. It felt like the right thing to do and, to be honest, it had been too shocking not to be both concerned and pissed about it.

 I stayed in the hospital all night. A nurse called Anita was kind enough to give me a quarter in order to get a coffee from a machine. I talked to her while I drank it, telling her I had just found the guy in an alley and had no idea of who he was. She told me that he wasn’t the first gay guy to come in like that. At least five in the last few weeks and it was rumored to be a very violent gang who also assaulted immigrants and prostitutes. Every victim had survived except for the youngest one, who had died only a week before. I thought to myself that, those guys in the club, most would never live through that. Guess they were the lucky ones.

 When the clock hit six in the morning, I was about to fall asleep right in the waiting room. I had nothing on me except my cellphone and wallet but nevertheless I had always been careful not to fall asleep where someone could take my things away. And after I had seen that night, I doubled my efforts not to fall asleep, even in a hospital. Thankfully, the doctor came out again and told me the surgery had been a success. He had to stay in the hospital to get better but he had been one of the lucky ones: other had been more brutally attacked and had tougher recoveries. The doctor also told me they had tried to locate his family and they had ben successful but they lived far away and, apparently, wouldn’t travel for their son.

When I heard that, my heart shrunk. I felt so bad for the poor guy, all alone in a hospital with a family unwilling to move from home for their victimized son. But, yet again, it wasn’t such an uncommon thing. I decided to go home and rest. Then, in the afternoon, I would visit him again. When I got home, I realized I had no keys so I had no other option than to wake up my flat mate. He was a weird guy and didn’t even say a word when he opened. He just went straight back to bed. I did the same, getting naked fast and into the covers, falling asleep in a heartbeat. My last thought went with the guy in the hospital, broken body but still alive. Was he awake? Was he wondering why that had happened to him?

  When I visited later that afternoon, he seemed to be much better than the night before. And I felt very guilty about thinking this, but when I entered the room I almost choked, as I hadn’t realized how beautiful he was. He had short blondish hair and green eyes. He was tanned and very tall. Maybe that was why I couldn’t really move him from the garbage. He was very nice and thanked me for what I had done.  He recognized, very openly, that his family was not coming and that he was going to try to get better fast in order to go back to his own place soon. He worked in a hotel as a lifeguard, also teaching tourists how to surf. His name was Michael but he told me to tell him Mike, so I did.

 I visited Mike every single day for the following week, until he got better. We chatted for hours, even making nurses come to shut us up. He didn’t share the room but apparently we were too loud for a hospital. The saddest moment came when he confessed me that his main attacker had been a guy he had liked in the club and that he had tried to flirt with him. That’s why they went to the back alley and the other guy surprised him with two more guys and beat him up. Kicks, punches, insults… It all flew towards him and put him on the floor. The really sad part was that he told me that after the beating, the guy that he had flirted with had tried to rape him but that the other guys decided it was best to leave so they did.

 It is very awkward to see a beautiful person sad or crying. I know this sounds bad but that’s what I thought after he told me his story. You just never think about someone that looks like a model in such a situation. Yet there was Mike, a short way from male perfection, beaten up by life. Anyway, we also chatted about nicer things, like our jobs and lives in general. As it happens, we had some people in common and he even recalled having seen me before but I had never seen him, I told him I would remember. Mike went red with this statement and told me that if I continued that way he would believe anything else I said. So we joked around with that and just became friends.

 When he was released from the hospital, I drove him to his house and had him installed. One of his arms was in a sling and he couldn’t walk a lot or very fast but he was alive. That day we ordered chines food and I realized I couldn’t keep doing what I was doing. If it went on like that, I would fall in love with him or become obsessed or something and it would be uncomfortable for the both of us. So I decided to be a friend and nothing more. Sure enough, we did exactly that and in a couple of weeks he was dating some big muscular guy he had met at the beach.  I was happy for him, mainly because he looked really happy, and it was the first time I saw him like that.


 Me, I went on with my life too. No, I didn’t met anyone and no; I wasn’t in love with Mike. That would have been too easy. I just wondered, every time I looked at him, about some many things in life. My first thought was to ask myself why would anyone do that to another person? Is someone’s existence so unbearable you have to kick them and almost kill them? But then I also thought about me, about how alone I was and how easy it was for mike to just get back on his feet. It seemed unfair somehow that life and people favor some over others just because of their looks, for good and bad. My conclusion: it was all a tragedy.