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miércoles, 19 de agosto de 2015

Amigos

   Hacía muchos años que no las veía, que no hablábamos frente a frente y hablábamos de aquellos cosas triviales justo después de hablar de las cosas más serias de la vida. Había pasado mucho tiempo pero seguíamos siendo tan amigos como siempre, sin ningún cambio en nuestra relación aunque sí varios cambios en nuestras respectivas vidas. Y es que la vida nunca se detiene y todo siempre tiene una manera de seguir hacia delante sin detenerse. No éramos exactamente las mismas personas que se habían visto en un pequeño café de nuestra ciudad natal hacía casi tres años. Habíamos todos aprendido un poco más de la vida, éramos tal vez más maduros pero en esencia los mismos de siempre. Era muy cómico pero, a pesar de todo, había cosas que nunca cambiaban.

 Por ejemplo, la efusividad en nuestros abrazos, nuestros besos, nuestra honesta alegría al vernos allí parados. No era que temiéramos que cada uno fuese a desaparecer de un momento para otro, sino que la vida daba tantas vueltas que cuando nos vimos después de tanto tiempo, sabíamos que había mucho que decir, mucho que contar. Nos vimos en un restaurante, nada muy pretencioso. La idea era subir un escalón respecto a lo que habíamos hecho en el pasado, cuando nos reuníamos para tomar una cerveza o un café en los lugares más simples del mundo. Esta vez, decidimos juntarnos para comer, pasando por cada plato y con postre, para tener oportunidad de hablar de todo lo que teníamos que hablar y de preguntar lo que tanto queríamos saber del otro.

 Ese día, yo estaba muy emocionado. Mi esposo, con el que llevaba un año de casado, estaba sorprendido de verme tan nervioso pero a la vez tan contento. Esa mañana, cuando notó mi actitud mientras me vestía, me tomó de la cintura y me dio un beso como solo él lo sabe dar. Me abrazó y me dijo que le encantaba verme así, tan feliz como nadie más en el mundo. Él no conocía a mis amigas pero quería que fuera pronto, que todos nos conociéramos entre todos para, tal vez, hacer otros planes en parejas o algo así. Ese día tenía que trabajar como cualquier otro, pero era viernes así que se me pasó rápidamente y cuando fueron las cinco salí corriendo de vuelta a casa.

 Allí me cambié de ropa y para ir al restaurante tomé el autobús. Mi esposo me dijo que si lo necesitaba me podía llamar para recogerme pero yo le dije que de seguro no iba a ser necesario pero que lo tendría en cuenta. El tráfico del viernes en la tarde me hizo demorar un poco y ya estaba algo nervioso, aunque no sé porqué. Tal vez era ansiedad de verlas, de todo lo que no sabía. Al fin y al cabo ellas eran como una parte de mi familia que quería aún más que a mi familia extendida por sangre. De hecho podía jurar que teníamos conexiones más grandes que la misma sangre.

 Cuando entré al restaurante, me di cuenta de que había llegado primero así que aparté la mesa y esperé tan solo cinco minutos hasta que llegó una de mis amigas. El saludo debió ser bastante efusivo pues varias personas en otras mesas se dieron la vuelta para ver que pasaba. Pero a mi eso no me importaba. Era Rosa, mi amiga que se había casado primero. Y al parecer se veían los frutos pues estaba embarazada. Era asombroso ver como aquella joven que conocía desde sus veinte años estaba ahora embarazada frente a mi. Me decía que tenía casi cinco meses y que estaba muy feliz. No le habían dado nauseas graves ni nada por el estilo, aunque estar de pie si le afectaba mucho, así que nos sentamos rápidamente, yo ayudándola un poco con la silla.

 Me contó que había vivido fuera del país por unos meses pero que simplemente no había funcionado. Su esposo era extranjero y lo habían hecho para que él retomara raíces que había perdido luego de venirse a vivir al país con ella, después del matrimonio. Pero ya el cambio había sucedido y no tenían razones para volver así que dieron pasos para atrás y se quedaron en su casa de siempre, donde ya había espacio para el bebé. No se sabía el sexo aún y a Rosa no le importaba con tal de que fuese un niño calmado y no de esos que gritan y patalean y hacen escandalo por todo. Ella sufría de migrañas ocasionales y esperaba no tener que lidiar con ello y con el bebé al mismo tiempo.

 En ese momento llegó mi otra amiga, Tatiana. Ella estaba también muy cambiada, pues se había bronceado ligeramente y tenía una expresión en su rostro que nunca le había visto. Nos saludamos con fuertes abrazos, durante los cuales más gente volteó a mirar y luego nos sentamos y hablamos un poco de ella. La razón por la que estaba contenta era porque hacía unos días había firmado un contrato excepcionalmente bueno y la habían halagado bastante para que firmara y aceptara. Ella sabía desde el comienzo que lo iba a hacer pero era ese esfuerzo de ellos de cortejarla lo que le encantó pues la querían a ella y no a ninguna otra. Serían algo más de horas pero un salario mucho mejor y más abierto a posibilidades.

 Cuando llegaron las cartas, nos tomamos el tiempo para decidir y mientras lo hacíamos hubo bromas y anécdotas del pasado que se nos venían a la mente. De golpe, recordábamos momentos que pensábamos perdidos en nuestro subconsciente pero veíamos que allí estaban, tan claros y especiales como siempre. Cada uno pidió una entrada, una plato fuerte y algo de tomar. Ya después miraríamos lo del postre, que para nosotros era una tradición. Casi siempre que nos veíamos comíamos algo dulce o algo que pudiésemos compartir, así que era casi una obligación hacerlo, como para no perder la costumbre.

 Tatiana también nos contó que salía con un tipo pero que no era nada serio, o al menos no aún. Eso sí, estaba feliz también por ello pues hacía mucho rato no tenía nada con nadie y el tipo parecía ser diferente a los que ya había conocido. Lo que la emocionaba aún más es que con el nuevo pago podría terminar de pagar el apartamento que había comprado hacía relativamente poco. El lugar me lo había mostrado por internet: tenía dos habitaciones pero era tipo loft, así que no había paredes excepto las del baño. Quedaba en un lugar bonito y lo había decorado muy bonito, tanto que todo el mundo se lo decía cuando la veían. Algunos solo habían visto fotos de su vista desde el apartamento y eso era suficiente para enamorarse del lugar sin jamás haber estado allí.

 Rosa, en cambio, todavía no se decidía por comprar y yo estaba en el mismo proceso. Estuvimos hablando del tema un buen rato, hasta que estábamos a la mitad de nuestros platos fuertes. Ya éramos adultos, hablando de nuestros hogares y de dinero como si siempre hubiera sido así, pero obviamente cuando éramos estudiantes no había dinero y mucho menos propio. Las relaciones con otras personas no eran ni remotamente igual de formales y serias como ahora. Era gracioso hablar de cómo dos de nosotros estábamos casados y, lo que lo hacía gracioso era que éramos los dos que menos pintábamos para estar casados. Por mi parte, nunca pensé que fuese hacerlo pero pues, como dice la película, nunca digas nunca.

 Reímos bastante cuando hablamos de todas esas personas que recordábamos de la universidad y de otros sitios. De algunos de ellos sabíamos cosas porque siempre estaban las redes sociales e incluso porque los habíamos visto alguna vez. Aunque no lo decíamos, cada uno había revisado un poco su conocimiento respecto de la vida de los otros para venir con la información más reciente y más interesante. Al fin y al cabo al vernos teníamos que cubrir todas las bases y hablar de todo lo que pudiéramos hablar. Sabíamos que después nos veríamos, pero teníamos que aprovechar pues yo hacía poco que había llegado de fuera del país y la movilidad de Rosa cada vez sería más limitada.

 Eso sí, prometimos visitarla seguido para ver el progreso de su barriga y el nacimiento del bebé. Yo no había estado para su boda y necesitaba estar para ese otro gran momento, pues sentía que le debía aunque ella decía que no. Y con Tatiana debía hablar más seguido pues su vida cambiaba de manera tan rápida que lo que era una realidad hoy, ya no lo era la semana siguiente.  Necesitábamos vernos más seguido y aprovechar que las distancias no estaban pues había poco gente que nos conociera tan bien como nos conocíamos entre nosotros mismos. Nos conocíamos las caras, las mañas, los gustos y hasta la manera de disgustarnos. Sabíamos lo que los otros querían, lo que nos hacía felices y lo que nos derrumbaba.


 Lo que éramos se llamaba amigos. Y eso no quiere decir que estemos todo el tiempo unos encima de otros. Hay veces que pasamos sin vernos un mes o dos pero cuando nos vemos de nuevo es como si el tiempo jamás hubiera avanzado y como si todo lo que siempre fue cierto lo siguiera siendo, porqué así es. Los amigos, cuando son de verdad y auténticos, son así. Duran para siempre y no se van por que haya distancias o peleas o el tiempo trabaje en contra. Los amigos son los amigos y punto.

viernes, 7 de agosto de 2015

Gracias por el cambio

   Yo siempre había tenido llaves del apartamento. Nunca las había pedido sino que él me las había dado por si se necesitaba algo con urgencia o algo por el estilo. Habían sido útiles cuando me había pedido que le recogiera algunas de sus fotos o algo de comer para que no muriera de hambre en el estudio. Los fotógrafos parecían ser una especie aparte, dedicados pero descuidados al mismo tiempo. Yo la verdad prefería no tratar de entender todo lo que hacía porque, al fin y al cabo, me sienta contento de estar con alguien como él. Físicamente se veía como un modelo de revista y su personalidad era muy interesante, sabía mucho de la vida y del arte y con eso había caído rendido a sus pies. Era todo un partido y yo, tan simple como soy, me lo había quedado.

 Así que comprenderán mi sorpresa el día que decidí ir a su casa por unos folletos que se me habían olvidado. Se los había mostrado para ver que opinaba pero la conversación no pudo ser pues él me invitó a otro de sus cócteles en alguna galería de la ciudad y nunca tuve oportunidad de decir nada. Los necesitaba con urgencia y decidí pasar de camino a la oficina. Al fin y al cabo, lo más probable era que no estuviera pues me había dicho que trabajaría desde temprano. Así que yo, muy tranquilamente ingresé al edificio y subí al ascensor feliz, pensando en la relación tan perfecta que tenía y en lo mucho que me había recompensado la vida con ella. Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe, ignorando lo que mis otros sentidos querían advertirme.

 Allí, no podían ser más de tres metros, estaba la persona que había amado por el último año. Pero no estaba solo o haciendo yoga, que según él le encantaba. Estaba desnudo por completo, teniendo relaciones sexuales con una mujer. Ella fue la primera que me vio y tengo que confesar que nunca he reaccionado más lentamente a algo. Ella se asustó y gritó que era un ladrón. Obviamente no tenía idea de nada, como yo. Él alcanzó a verme antes de que mis pies respondieran y me sacaran corriendo del lugar. Bajé por las escaleras y cuando me di cuenta estaba en el auto, saliendo del sótano del edificio. A veces existen esas lagunas y las agradezco pues no podría haberlo enfrentado.

 Cuando me llamaron del trabajo les dije que había perdido los folletos impresos y que los llevaría al día siguiente ya que me sentía algo mal del estomago. Con eso, nadie preguntó más nada. Yo regresé a mi casa y me quería morir. Lloré pero después me dio rabia y me lastimé a mi mismo pegándole puños a la pared y a mi cara. Tuve que curarme esa noche y sentir, de nuevo, como la sombra de todo lo que me había aterrado en la vida antes se volvía a cernir sobre mi. Pero algo cambió respecto a veces anteriores y fue que no dejé que ese dolor me consumiera. Decidí que las cosas debían cambiar y cambiaron.

 Él trató de buscarme para explicarme lo que había visto, como si yo no supiera como funciona el sexo entre un hombre y una mujer. Un día le contesté el teléfono y él me dijo que yo debía oírlo porque era lo correcto. Yo lo mandé a la mierda y le dije que nunca más se atreviera a llamarme. Claramente se sorprendió por mi reacción pues no dijo más nada y, menos mal, no supe más de él. Como cosa rara, días después por comentarios de la gente y recuerdos míos más claros, pude entender con que clase de imbécil había tenido una “relación”. Estaba enamorado de si mismo, creyéndose lo mejor de lo mejor. Parecía que le caía encima a cualquier cosa que se moviera y con eso pude entender que no me había perdido de nada y que el que había ganado era yo.

 Nadie nunca me preguntó por los golpes en mi cara y yo nunca se lo expliqué a nadie. No era algo de su incumbencia. Al y al cabo había sido un error porque si a alguien debí golpear era a él y no a mi. Porque odiarme a mi mismo cuando él había sido quien había hecho todo mal? Mi autoestima me había jugado una mala pasada pero decidí que eso se detendría. Era difícil pero no podía ser que me culpara y a mi aspecto de todo lo que sucediera. Si la decisión era entre estar bien conmigo mismo o tener novio, prefería lo primero toda la vida. Los hombres hay muchos y pocos valen la pena así que siempre será la primera la mejor opción.

 Algo que me relajó fue empezar a caminar por ahí, a veces tomando fotos. Es gracioso pero algo bueno había sacado de la toxicidad de la relación y era un aprecio por las imágenes. Claro que yo no hacía grandes producciones demasiado reforzadas sino que tomaba fotos de cosas que me gustaban en la calle. Algo así como postales personales. Hacerlo y caminar, me dieron un respiro, como si hubiera abierto una válvula de escape que dejara que todas mis preocupaciones y frustraciones salieran con tranquilidad y sin herir a nadie. En el trabajo parecía que me ayudaba también porque ahora siempre entregaba todo a tiempo y tenía así más tiempo de planear otras cosas para hacer que antes no había querido hacer o no había tenido el tiempo.

 Lo más destacable fue conocer a Freddy. Era un personaje la verdad y de esos que te hace pensar más de una vez. Lo conocí en un parque mientras tomaba fotos y empezamos a conversar. Fue allí cuando me di cuenta de que yo no era el mismo de antes pues jamás habría mirado a un hombre como él: musculoso, tatuado, rapado. No dudé en decir que sí a su solicitud de ir a su casa donde tuve el mejor sexo de mi vida. Nunca había sido así con el fotógrafo, con tanta pasión y sin nada de compromisos ridículos que frenaran nada. Freddy era divertido, gracioso, amable y hasta cariñoso. Y además era bueno en la cama. Lo mejor de todo, sin embargo, era que yo no sentía nada por él, excepto un aprecio enorme.

 Mi vida se fue renovando así, lentamente, sin yo hacer nada consciente pero teniendo por fin la varita para dirigir mi propia vida. Ya no tenía la cabeza llena de estupideces, de amores imposibles y sueños ridículos. La tenía llena de aventuras, de posibilidades y ganas de sentirme bien conmigo mismo. Hacía cosas que siempre había querido hacer como escalar o ir al zoológico. Por alguna razón siempre había pensado que eran actividades para hacer con otras personas pero no era así. Era divertido hacerlo solo. Obviamente a veces hubiese sido bonito compartir momentos con alguien pero para eso servían los amigos y mi nueva manera de ver las cosas me fue proporcionando muchos de esos.

 Daniela era una artista, más que nadie que hubiera conocido antes. Eso sí, ella no hacía cuadros ni esculturas sino tatuajes y eran incluso mejores que esos otros. La conocí cuando me tatué un símbolo personal en el brazo, hablamos mientras lo hacía y me di cuenta de lo interesante que era. Lo primero que hicimos juntos fue un asado donde conocí a su novio, su hermano y varios otros amigos. Eran personas diferentes a las que había conocido en mi vida pero eso me gustaba y su manera de ver el mundo, al fin y al cabo, no era tan distinta. Al cabo de unos meses podía considerarlos mis amigos y por fin tuve con quién compartir esos momentos que antes había disfrutado en solitario.

 Con Freddy seguimos teniendo sexo hasta que él tuvo que irse de viaje, pues le habían ofrecido un trabajo mucho mejor. Yo me alegré mucho por él y esa vez el sexo fue más romántico, si se puede decirlo así. Le hice un regalo y él me dijo que lo cuidaría siempre, pues muchos de los momentos que habíamos compartido habían sido de los mejores para él en los últimos meses. Debo decir que cuando me lo dijo, no lo creí. No creí que pudiera hacer impacto, como fuere, en la vida de alguien. Nunca pensé que alguien… Casi lo digo. Me sorprendió y me alegró el día. Fui a su fiesta de despedida donde conocí a su familia y amigos y me di cuenta de las dimensiones de la vida y porque vale la pena aprovecharla.

 Cuando por fin pude ver a mi familia, que vivía lejos, fue como un respiro para mi. Los extrañaba tanto y creo que no había caído en cuenta de ello. Eran la pieza que me faltaba para sentirme de verdad completo, de verdad curado de tantas cosas y no solo de la relación fallida con el fotógrafo. No le puedo echar la culpa pues mis problemas venían de antes y fue gracias a él, al fin y al cabo, que debo agradecerle mi nueva vida. Y eso fue lo que hice un día que estaba con Daniela en una galería y lo vi. Él tenía miedo, lo podía notar pero le sonreí, le agradecí y me despedí. No hice nada más y seguí mi vida, contento de haber hecho lo correcto.


 Lo que deparaba el futuro, no importaba. El futuro puede tener tanto de malo como de bueno. Pero el punto para mi fue hacerme un camino agradable hacia ese futuro en vez de amargarme la vida con nada, pensando en los demás y jamás en mi. Yo tuve que pensar en mi y no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias a eso sufro menos, vivo más y tengo mayores posibilidades de ser alguien que me sorprenda cada día más. Y que mejor que eso?

sábado, 18 de julio de 2015

Paraíso

   Para ser tan temprano en la mañana habían tenido que caminar bastante por el sendero que venía desde la zona de las cabañas, que no eran muchas pero eran el único sitio donde la gente podía dormir en el área. El sendero era muy bonito y lo cuidaban bastante porque era el que más usaban los turistas que venían. Había flores de muchos colores a cada lado así como palmeras y árboles típicos del trópico. La pareja de amigos, Enrique y David, habían salido del hotel a las seis de la mañana pero solo llegaron a la playa hasta las casi siete y media. El sendero daba muchas vueltas y en un momento se iba por el lado de la montaña, sobre un acantilado pronunciado sobre el que morían las olas más fuertes.

 Cuando por fin llegaron a la playa, era imposible no quedar asombrados. El lugar era como los que muestran en las películas o en esas fotos de promoción turística que prácticamente nunca terminan siendo realidad. Pero allí sí era verdad: la arena blanca, rocas lisas y enormes por todos lados y el mar de un color aguamarina que parecía casi hecho a propósito. Todo lo completaba la vista de la montaña a tan solo algunos metros y los cientos de plantas que había por un lado y otro. Ahora Enrique, que era fotógrafo, entendía porque tantas personas le aconsejaban ir allí para hacer su trabajo. Él no trabajaba con modelos entonces no tenía sentido hacerlo pero si alguna vez tenía la oportunidad no la iba a dejar pasar. David sacó su celular apenas llegaron y empezó a tomar fotos de todo.

 Él no tenía nada que ver con el arte. Bueno, de hecho no tenía ninguna carrera terminada. Había estudiado un semestre de arquitectura pero se dio cuenta que no era lo suyo y luego intentó con la sicología pero resultó algo tan ridículo para él, que ni siquiera terminó el primer semestre. La verdad era que en ese momento, había olvidado sus preocupaciones, al ver el mar y el viento moviendo suavemente las plantas. Pero la realidad era que siempre estaba tensionado, preocupado por su futuro. Enrique era uno de sus mejores amigos y le había invitado a viajar con él precisamente para ayudarlo a relajarse y así pensar mejor. Al menos por la primera vista del lugar, ya estaba funcionando la idea.

 Como era temprano, podía pasarse todo el día allí haciendo varias actividades. Lo primero era encontrar el sitio ideal, cosa que fue fácil cuando vieron una roca enorme ubicada a medio camino entre el agua y la montaña. Sacaron sus toallas y se quitaron las camisetas para poder disfrutar del sol lo mejor posible. De nuevo, se quedaron allí mirando al vacío, sin pensar en nada, por un buen rato. Era como si todo se juntara para que pudiesen dejar de pensar en lo que los agobiaba y solo disfrutaran el momento. Lamentablemente, ocurrió lo que no querían y era que sintieron las pisadas de otras personas. Eran una pareja de chicas y fue Enrique el que más las miró. No eran feas pero eso con Enrique no importaba mucho.

 A David no le interesaban las mujeres pero se podía decir que a Enrique le gustaban demasiado. Sin ninguna vergüenza, se fue caminando tratando de verse más varonil de lo que en realidad era y las saludó con halagos. David, mientras tanto, decidió poner algo de crema en su piel para evitar las quemadas. Aún mientras lo hacía, no pensaba en nada más sino en la playa. Le parecía un lugar mágico, casi irreal. Era lo que él más necesitaba en esos momentos. Cuando cerró la tapa de la crema, miró hacia Enrique y las chicas y vio que él les estaba ayudando con la crema, cosa que hizo reír a David pero, menos mal, nadie lo oyó.

 Entonces se puso de pie y caminó lentamente hacia el agua, sintiendo cada paso y el arena que pasaba por sus pies cada vez que pisaba. Cuando llegó al agua notó que el agua tenía la temperatura agradable: no era muy caliente, algo que le daba asco, ni tan fría como para no disfrutar nada en ella. Siguió caminando hasta que el agua le llegó a las rodillas y allí se quedó mirando a lo lejos, sobre esa capa de agua que se movía suavemente. No había nada más allá, nada que pudiese ver al menos. El cielo tenía pocas nubes y el viento cada cierto tiempo soplaba para darle un respiro a los bañistas del sol que estaba haciendo. Era perfecto, era como si cada fuerza de la naturaleza se hubiese puesto de acuerdo para que todo saliera la perfección. Y había que decir que lo habían logrado, con creces.

 De pronto, David oyó a Enrique reír. Se dio la vuelta y vio que venía con las chicas que había conocido. Al poco rato, David las estaba saludando de la mano y lo invitaban a jugar algo de vóley playa. Jugaron por lo que pareció una hora y los chicos perdieron horriblemente, por una combinación entre las ganas de Enrique de dejar que las chicas ganaran y el pobre desempeño de David en cualquier deporte que involucrara una pelota. Lo bueno fue que se divirtieron, y no hicieron sino hacer bromas tontas y reír como si nada en el mundo fuese una preocupación. Fue cuando acabaron de jugar que David recordó lo pesado que a veces se sentía y eso lo hizo sentirse miserable y se sintió mal al sentirlo en ese paraíso.

 Las chicas los invitaron después a surfear pero David les dijo que pasaba de ello. Prefería quedarse allí bronceándose y cuidándolo todo. Enrique le preguntó si estaba bien y David le dije que sí y que se divirtieran. Incluso les dijo a las chicas que podían dejar sus cosas con las de ellos para que él pudiese cuidar todo. Así lo hicieron y cuando se fueron David se recostó sobre su toalla al lado de todo y cerró los ojos. Quiso relajarse todo lo posible y lo logró tan bien que durmió por algunos minutos. Cuando desperto, ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽nutos. Cuando despertépertosible y lo logr que podino reir y  desempeño de David en cualquier deporte que involucrara ó se dio cuenta de que tenía mucha hambre y entonces sacó una de las manzanas que habían traído del hotel. Apenas le dio el primer mordisco, un mono pequeño se le acercó de la nada y se le quedó mirando.

 David no se asustó pero sí era una situación bastante rara. De pronto el bosque cercano era hogar de pequeños simios pero el caso es que el pequeño animal lo miraba con sus ojos grandes y luego miraba la brillante manzana. David entendió y entonces buscó una navaja que había en su mochila y partió la manzana en dos partes iguales. Se quedó con el lado mordido para él y le dio la otra mitad al mono que parecía no creerlo. Saltó un rato sobre el sitio donde estaba y entonces empezó a comerse la manzana. David hizo lo mismo y los dos terminaron casi al mismo tiempo. Cuando el simio vio que no había más que comer, se subió al hombre de David y este aprovechó para tomarse una foto con el celular. Menos mal lo hizo porque el animalito entonces saltó sobre la roca y desapareció.

 David guardó el celular y sonrió ante su pequeña aventura. Miró a un lado y otro y supuse que Enrique lo estaba pasando muy bien con las chicas y por eso no había vuelto. Había pasado una hora o tal vez más desde que se habían ido y David ya no sabía que inventarse para pasar el rato. Se puso de pie y se dio cuenta que no había nadie más en el lugar. Era cierto que era temporada baja pero no hubiese esperado que una playa estuviese tan sola. Decidió caminar un poco más lejos, hacia el agua, siempre mirando hacia las cosas. Quería sumergirse en el agua pero no podía. Si se perdía algo sería su culpa. Pero si esperaba a que Enrique volviera, podía no tener la oportunidad.

 Decidió echarse un chapuzón rápido, solo para humedecer su piel y mojarse la cabeza que ya estaba hirviendo del calor. Además tenía las manos dulces por la manzana y quería limpiarse. El caso fue que no se demoró más de cinco minutos en el agua y cuando volvió todo parecía estar en orden. Se sentó en su toalla a secarse y entonces todos sus pensamientos, todas sus preocupaciones, se le abalanzaron encima como si el agua hubiese roto una barrera invisible. Recordó que se sentía culpable al irse de viaje y dejar a sus padres preocupados, recordaba que se sentía siempre un fracaso y una vergüenza.

 Fue entonces que miró sus antebrazos, que casi siempre evitaba mirar, incluso cuando el simio había tocado justo encima de las cicatrices. Porque tenía varias, todas paralelas entre sí y casi del mismo largo. Verlas hizo que David soltara algunas lágrimas y llorar en semejante lugar parecía algo fuera de lugar y lo hacía sentir todavía más desesperado. Se concentró en quedarse quieto y en no pensar en nada pero no podía, todo era un remolino en su cabeza y cada vez todo giraba más rápido y fuera de control. La verdad era que nunca quería volver a un hospital por la misma razón que había ido hace poco pero tampoco quería seguir sintiendo todas esas cosas, quien sabe por cuanto tiempo. Era una tortura.

 De pronto, oyó la voz de Enrique, que lo buscaba. Menos mal venía solo porque lo primero que David hizo fue abrazarlo y llorar en silencio. Y Enrique lo abrazó de vuelta y lo ayudó luego a calmarse y a tomar algo de agua. Al fin y al cabo, era su mejor amigo y sabía como ayudarlo para asumir control de sus cosas, o al menos casi siempre sabía como. Se sentía algo culpable por no haber estado en el lugar cuando David había tratado de suicidarse pero al menos estuvo allí durante su recuperación y eso había vuelto su amistad casi una relación de hermanos.


 Después de ayudarlo, fueron a comer con las chicas que resultaron más interesante de lo que David había pensado. No había olvidado sus dolores y preocupaciones, pero al menos las tenía al margen y esperaba así fuera hasta que dejaran de acosarlo.

domingo, 28 de junio de 2015

Separación

   Siempre será difícil separarse y tener que decir adiós. En cualquier contexto, despedirse de alguien permanentemente es algo que puede sacarnos lágrimas, eso sí es que estimamos de verdad a la persona que estamos despidiendo. Incluso puede que no sea algo permanente  y de todas maneras va a doler y va a ser algo que pensar en los próximos días. Despedirse es difícil, sea cual sea la situación, porque implica una separación y los seres humanos siempre hemos sido dependientes. Esa imagen de luchadores incansables que van por la vida solos es una ilusión ya que prácticamente nadie es así. Todo el mundo tiene a alguien que le preocupa, que quieren volver a ver en algún momento o que los hace pensar lo mejor de la humanidad.

 Tal vez la despedida más difícil sea la que es permanente, es decir, la que hace uno con los que murieron o van a morir. Con frecuencia, uno no tiene la oportunidad de decir adiós y siempre hay un sin sabor, una vocecita en la cabeza que le dice a uno que siempre hubo algo que le quiso decir a la persona o que quiso hacer con él o con ella. Eso pasa con los abuelos, pro ejemplo. Son personas que tal vez nadie acabe conociendo nunca porque siempre existe una barrera generacional que es difícil de superar. Son personas tan distintas y con una situación de vida tan diferente a la propia, que seguido la gente está arrepentida de no haberlos podido conocer, así haya sido siempre un imposible poderlos conocer mejor.

 Además, la muerte es siempre algo difícil porque no es algo que queramos ver a la cara. Así que siempre hay una relación complicada con afrontarlo y estar en paz con ello. Cuando la gente tiene la oportunidad de despedirse, es algo muy preciado y que ocurre en pocas instancias. Más que todo ocurre con personas de edad y tal vez estén inconscientes pero eso no importa. Lo verdaderamente importante es que uno tiene una posibilidad casi remota de poder decirle a la persona lo mucho que apreció su compañía, su amistad, su dedicación y cuidado y que se le extrañará por mucho tiempo. Dependiendo de la relación con la persona puede variar lo difícil que esta situación.

 Es decir, si la persona que se está despidiendo es el hijo o la hija de quién está muriendo, pues será una situación bastante complicada, pero de todas maneras una gran oportunidad que muy pocos tiempo. Y al fin y al cabo la despedida con cualquier ser humano es algo inevitable porque somos seres que no podemos vivir más allá de cierta cantidad de años, no somos eternos y tenemos una fecha de vencimiento, casi siempre desconocida. Lo mejor es tratar de vivir la vida de manera que cuando llegue el momento, podamos ver hacia atrás y darnos cuenta de que lo disfrutamos todo, que hicimos todo lo que queríamos y podíamos y que aprovechamos cada oportunidad que se nos presentó. Esa es la mejor manera de vivir y también la mejor manera de despedirse del mundo.

 Pero hay despedidas que, aunque permanentes, no tienen que ver nada con la muerte. Seguido, es el amor el que tiene mucho que ver allí o la amistad. O más bien la falta de ambos porque cuando cortamos relaciones, también por razones fuera de nuestro control, es otra razón más para despedirse de manera permanente. A veces nuestros sentimientos terminan o cambian y simplemente tenemos que dejar ir a las personas. A veces esto es algo voluntario y otras veces no pero eso no quiere decir que duela más o menos. La separación siempre es difícil solo que a veces puede ser más complicado para nosotros y otras veces puede serlo más para la otra persona involucrada en el asunto.

 Cuando decidimos dejar de vernos con alguien, sea un amigo que dejó de serlo o sea un amante que dejamos de querer, es algo que forma carácter ya que hemos sido nosotros los que decidimos cual es el destino de las cosas. No es que todo haya sucedido para terminar así sino que tomamos una decisión basada en los acontecimientos que hayan podido tener lugar o no, con esa persona. El amor es un sentimiento y los sentimientos no son eternos. La gente cree que el amor es invencible y que nunca se marchita ni se acaba, que es como un motor que funciona de aquí a la eternidad, como si no tuviera nada mejor que hacer. Y eso no es verdad, el amor es como el odio, la felicidad, la tristeza y otros; es algo que simplemente o cambia o se muere y eso no tiene porqué ser nada malo. Los sentimientos son así para ayudarnos a ver lo que sucede y a cambiar.

 Cuando nosotros tomamos una decisión, a veces es difícil pero una vez estamos en camino nos damos cuenta de que fue lo mejor. El dolor puede ser mayor o menor pero, como todo, ya pasará y seguramente lo hemos vivido antes y si no, a aguantar. Lo difícil es cuando toman la decisión por nosotros y alguien nos dice que ya no nos quiere allí, que ya no nos necesita y que es mejor que despejemos su vida y no dejemos rastro alguno de nuestra existencia. Eso sin duda es más difícil porque no están echando y todo ser humano se siente mal cuando lo sacan de alguna parte porque ya no es bienvenido.

 Y, como se dijo antes, no tiene porque ser todo acerca de un amor romántico. A veces puede ser una amistad que simplemente se termina y hay que dejarla ir. A veces puede que se termine por las distancias físicas y otras veces puede que lo haga porque no se trabajó lo suficiente en mantener las cosas vivas. Una amistad, como cualquier otra relación, necesita trabajo y que las personas involucradas se decidan a hacer lo mejor para que las cosas crezcan y beneficien a ambos. Pero cuando las cosas terminan, suele ser más duro que con una relación amorosa por el sencillo detalle que las amistades normalmente duran mucho más y son años de recuerdos.

 Ya a lo último están las despedidas menos trágicas, menos definitivas y no tan dramáticas pero que pueden ser difíciles de varias maneras. Es el caso de cuando nos vamos en un largo viaje y no despedimos de quienes queremos sin saber si los vamos a volver a ver. Esto puede sonar un poco macabro pero no es más que la realidad de la vida: los seres humanos morimos y con frecuencia morimos de un momento a otro, sin previo aviso y muchas veces en circunstancias que jamás hubiéramos podido prever. Y eso algo que siempre tenemos presente, sobre todo cuando nos separamos de lo que siempre hemos tenido cerca y nos aventuramos al vacío que es la experiencia humana.

 Es difícil. Porque seguramente quisiéramos tenerlos a todos cerca. Cuando estemos allá lejos, solos, quisiéramos tener un abrazo de papá, una caricia de mamá, algún chiste tonto de un hermano o la sabiduría de una abuela. Quisiéramos tener a nuestros amigos cerca para que nos den impulso y para recordarnos seguido quienes somos y adonde es que queremos ir. Pero obviamente no los podemos tener cerca y eso duele, eso entristece y pro eso los primeros meses en un lugar lejos de casa pueden ser muy difíciles. Cuando no hay boleto de vuelta ni seguridad de nada, es algo difícil porque significa cambiar todo lo que sabemos de la vida y, como un bebé, volver a aprender lo que sabemos, de otra forma y solo dependiendo de nuestra capacidad para resolver problemas y ver como podemos seguir avanzando por nosotros mismos.

 Esa separación al fin y al cabo puede ser solo transparente y tiene sus recompensas porque después de enseñarnos todo de nuevo, podemos ver con diferentes ojos a todas esas personas que ayudaron a hacernos tal como somos hoy y como seremos tal vez hasta el día que muramos. Volverlos a ver es un alivio pero también se puede asumir como un reto personal ya que queremos haber crecido para ellos, tener nuevas cosas que decir y que contar, parecer tal vez más sabios y menos dependientes de lo que éramos cuando nos fuimos. El dolor de la separación tiene entonces su recompensa porque quienes nos aman de verdad siempre estarán contento por nosotros y nuestros logros.

 La separación es algo difícil. Como dijimos al comienzo, somos seres que necesitan ser sociales e interactuar para poder seguir adelante, para poder sentirnos como parte de algo que es más grande que todos nosotros. Amigos, familia, conocidos; todos ellos nos impulsan y tal vez a veces nos frenan pero el hecho es que nos retan a vivir, a seguir para donde podamos ser una mejor versión de nosotros mismos. Así que cuando nos separamos de alguien, sea para siempre, por decisión propia o solo por un instante de la vida, deberíamos recordar y darles las gracias por lo que nos enseñaron porque cada vivencia es una enseñanza y cada enseñanza es una lección que nos hace más nosotros.


 En las noches, volvemos a nosotros, volvemos a nuestro interior solitario pero siempre agradecemos los recuerdos que tenemos inevitablemente con los demás. Puede que en verdad nunca nos separemos, que siempre estemos juntos sin importar nada más.