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viernes, 15 de mayo de 2015

Quiero morir

   Me desperté y el mundo se me vino abajo. Porque estaba aquí, de nuevo? Que hacía en esa cama, con un montón de cosas conectadas a mi cuerpo? No otra vez… Porque no pueden entender que no quiero seguir volviendo aquí, que no quiero más ayudas que no me ayudan en verdad? No puedo gritar ni tengo fuerzas para gritar pero su pudiera hacer algo seguramente sería levantar este edificio a gritos. Los odio a todos, a cada uno de los que trabaja aquí, a todos los que permitieron que esto me pasara otra vez. Los odio, los detesto y no los quiero volver a ver nunca jamás.

 Esta frustración es insoportable. Me siento más débil que nunca, tan mal como jamás me he sentido y es precisamente esta agonía la que me quería evitar. Y ya no solo es mi alma la que no puede sino también mi cuerpo. Siento como si cada miembro estuviera hecho de plomo, teniendo apenas la fuerza para levantar un cojín de plumas. Se siente horrible, por dentro y por fuera pero lo que es peor es que yo lo había dicho, yo lo hablé, hice todo lo que debía hacer y sin embargo ellos no lo entienden. Adonde tengo que ir, a que maldito punto de este desgraciado planeta tengo que largarme para que me dejen morir en paz?

 A mi que me importa lo que digan sus estúpidas religiones, que solo creen en hombre y mujeres de fantasía, que son apenas los ideales que las personas siempre han querido ser: un hombre santo y una mujer virginal. Que montón de basura, de mierda pura es en la que creen y la que me quieren forzar por la garganta nada más porque la culpa que tienen es muy grande. Debe ser que saben que todo esto, todo lo que me pasa por la cabeza y siento en mi corazón, es culpa de ellos. De hecho, es culpa de todos pero más que todo mía y eso lo sé.

 Pero deberían respetar mi deseo de morir cuando a mi se me de la gana y no solo cuando una enfermedad terminal me tenga postrado o cuando me atropelle un carro. Eso sería esperar demasiado y yo no quiero seguir esperando. Ellos no entienden que no puedo más, no tengo más energías para seguir, para continuar con esta farsa que llaman una vida. Como pueden ser tan hipócritas, tan bajos y tan desgraciados de decirme que esto que tengo en mi es vida pero nadie es capaz de hacerla mejor ni me dejan a mi hacerlo por mi cuenta?

 Si no puedo morirme yo, al menos que se mueran todos ellos y me dejen en paz. Déjenme solo, tranquilo y lejos donde mi cuerpo pueda consumir solo en su amargura y desgracia. Eso es lo único que quiero ahora de ellos. No es ni siquiera un deseo o una orden. Es solo un pedido y deberían concedérmelo si no me quieren tener aquí cada cierto tiempo. Se quejan de las pocas camas que hay en hospitales pero siguen mandándome a mi a una, a alguien que ya no quiere más de toda esta basura. Que se la den a un leproso si quieren, a mi que no me jodan más la vida.

 Déjenme morir. Y esto lo suplico. Déjenme  decidir que hacer con lo poco que tengo. Si quiero tirarme por una ventana o si quiero tomar el veneno para ratas más tóxico, que me dejen en paz. Yo nunca me he metido en la vida de nadie. No le he dicho a nadie como vivir su vida y francamente tampoco me interesa la gente lo suficiente para eso. Si yo soy capaz de no joderle la vida a nadie, no deberían hacer lo mismo conmigo? No es lo justo acaso?

 Cuando no es con su dios de caricatura, buscas excusarse con que soy muy joven o con que la vida es solo una y no hay que desperdiciarla. Pero si es mía! Es mi vida y yo debería hacer con ella lo que me plazca. Si quiero volarme la cabeza en mil pedazos debería yo tener el derecho de hacerlo sin tener que consultar a medio país para ver que opinan. Al fin y al cabo soy yo el que vive aquí adentro de este cuerpo. Soy yo el que siente como un muro se cerrara sobre él y como el aire se retirar lentamente. Soy yo el que tiene que vivir como yo y no ellos, así que porque se meten?

 Sí, me dolería dejar a mi familia. Eso es lo único que me hace pensar. Sé que alguien, algunos de ellos, deben estar allí afuera esperando que yo reaccione o haga algo. Sé que se preocupan por mi y que me quieren pero no puedo tomar las decisiones necesarias si solo pienso en lo que van a sentir los demás. La mayoría de veces pienso que les dolería pero con el tiempo no sería tan grave y al menos me recordarían. Eso no estaría mal, si el dolor pasa con el tiempo. Ellos son los únicos que me hacen pensar en lo que planeo hacer pero, como ven, siempre termino haciéndolo.

 Eso es porque estoy seguro de mi acciones. O bueno, tal vez sea más porque es más grande el dolor, es más grande la sensación de no haber nunca sido nada, es más grande la presión de todo lo que hay alrededor. Idiotas dirían que nadie me presiona pero eso es mentira. A todo el mundo lo aprecian más, lo premian incluso, cuando dice lo que ha logrado con su esfuerzo y el trabajo que tiene y cuanto le pagan. La sociedad premia a los que viven la vida que todos deberían vivir, al menos según la idea humana de la vida.

 Porque todo ser humano, no importa en que crea, donde o cuando haya nacido ni quien sea, todos piensan exactamente lo mismo. Los logros miden el valor de un ser humano y por eso mi valor es menor al de una hogaza de pan dura y rancia. No tengo logros, no he hecho nada que haga a nadie orgulloso. Estudiar no es un logro, es apenas una de las cosas que todos hacemos. Los logros se supone que deben ser cosas que uno haya hecho por su cuenta, con el tesón que debería ser propio de todos los seres humanos pero que a mi me saltó y no me dejó nada.  Lo único que he hecho en mi vida es estudiar, es hacer lo que era mi responsabilidad y no más. Esos no son logros dignos de la atención de nadie y lo he sentido y vivido así desde siempre.

 Nada más es mirar la expresión en el rostro de alguien cuando le digo que no hago nada en la vida, que no gano dinero, que vivo en la casa de mis padres y que me siguen manteniendo igual desde que nací. Es una mezcla de lástima o decepción, con horror y algo de ganas de morirse de la risa. Lo veo siempre y no creo que pueda culparlos. Al fin y al cabo el mundo es de cierta manera y nadie lo va a cambiar nunca, por muy luchadores o rebeldes que sean. Las cosas jamás van a cambiar y eso deberían metérselo algunos en la cabeza.

 Hay gente que, fingiendo preocupación, se me acerca y me dice que haga algo. Malditos hijos de puta. Acaso tengo que venderme como una prostituta para ganar algo de valor en este mundo? De hecho ese sería un camino más rápido a ser apreciado. Porque las putas al menos ganan dinero. Que es lo que quieren que haga? Que trabaje? Díganselo a aquellos que no me dan trabajo, prefiriendo a su amigos o conocidos? No soy hombre de grandes ideas así que crear algo nuevo dudo mucho que esté en mi. No tengo nada, absolutamente nada que ofrecer a nadie. Lo que sé hacer yo lo hacen muchas personas así que, una vez más, estoy jodido.

 El dinero es el que maneja el mundo. Eso hay que tenerlo siempre claro, para que a uno no lo sorprenden las porquería y estupideces que pasan a cada rato. Muchos son tan inocentes, tan ingenuos que creen que el amor, esa cosa estúpida que nadie sabe ni definir, el que reina en los corazones y el que tiene más poder que el mismo dinero. Que mano de mierda! El amor no es nada más sino decencia disfrazada de algo más perverso: interés. No hay nada que sea más dañino y vil que el interés falso, que un interés fingido. Gente muere por culpa de ello. Pero no, todos siguen en su mundo fantasioso donde todos debemos amarnos.

 Que se jodan. Yo no quiero amar a nadie si eso significa dejarlos a la deriva cuando no se sientan parte de la gran masa amorfa que es la sociedad. Y después me preguntan, esos disque sicólogos que son seres aún más trastornados que el resto de nosotros, como me hace sentir todo esto. La idiotez, sin duda, no tiene limites. Solo a alguien con menos de medio cerebro se le ocurriría preguntar semejante pregunta tan idiota. Como te sientes…


 Quieren saber como me siento, querida sociedad de mierda? Siento que no soy nada con todos ustedes y siento que prefiero morirme poniéndome una pistola en la boca cortándome las venas que seguir en un mundo donde gente mediocre y profundamente estúpida es lo ideal. Prefiero hacer sufrir a mi familia por un instante antes que reconocer cualquiera de sus mentiras. Soy un fracaso completo y por fin lo reconozco, después de años de pretender que solo estaba perdido. Fracasé en esta puta vida y solo quiero que me dejen terminarla en paz, a mi manera. Así que se pueden meter un palo por el culo porque esto lo hago, sea como sea. Y va a haber un momento en el que no vuelva a esta cama de hospital y ese día, por una vez, habré ganado.

martes, 5 de mayo de 2015

Elección

   Parecía que nunca iba a parar de llover. El clima había estado así desde hacía dos días con sus noches y no parecía que se fuese a detener por nada. De vez en cuando arreciaba y otras veces era más suave. Lo mismo con los truenos, que en algunos momentos se escuchaban en la lejanía y otros parecía que querían destruir el barrio. Como fuese, no iba a detenerse. No había razón para eso. Se hablaba de inundaciones y de muertos y heridos y damnificados. Pero no se decía nada de aquellos a los que la lluvia los afectaba directamente en el cerebro.

 La vista desde el último piso del edificio más alto de la ciudad era increíble. En el último piso, el mirador consistía en un circulo enorme, completamente hecho de vidrio, por el que la gente daba la vuelta y miraba hacia donde estuviera su hogar. Era una tradición tonta pero al fin y al cabo una tradición. Señalaban sus casas y reían y luego tomaban fotos y se largaban, seguramente a esas casas que mencionaban y que los hacían sonreír.

 Pero ese no era el caso ese día. Ese día solo había una persona en el mirador del edificio y era alguien que había pagado por estar allí, a pesar de que el mirador había sido cerrado para seguridad de los turistas. Él quería estar allí para ver, de frente, como la naturaleza se tragaba a su ciudad. La miraba con resentimiento pero también con algo de tristeza. Al fin y al cabo allí abajo había crecido y había hecho lo que muy pocos. Allí abajo se había hecho un nombre entre los ciudadanos más prestigiosos del país y así había escalado, poco a poco.

 Es cierto que había escalado a veces ayudándose de los demás, usándolos. Pero esa era su naturaleza, ayudar y no ser más que eso. Está más que comprobado que hay personas que nacen para servir y otras para ser servidas. Eso sí, él no era un amante de la esclavitud ni nada parecido. Solo le gustaba el orden de las cosas y como eran como eran y nadie decía nada. Ni los defensores más acérrimos de los seres humanos reclamaban nada en contra de esa realidad. Ellos también sabían que había unos arriba y otros abajo, negarlo era simplemente ridículo.

 A su trabajadores los respetaba y les pagaba lo justo y ellos eran felices. Pero él estaba arriba y ellos abajo y esa es solo la realidad de las cosas. No se trataba de justicia sino de la vida, la misma vida que estaba allí fuera destruyendo lo que se había hecho a través de los años. El hombre había hecho tantas cosas pero de que servían tantas edificios y riquezas cuando al final podíamos terminar debajo de un montón de piedras en apenas unos cuantos segundos. La vida no era justa y quien demandase justicia de cada pequeño segundo de la vida era un iluso, un pobre tonto que nunca había visto la muerte a los ojos.

 Él no sabía muy bien como funcionaba todo esto. Como era que la lluvia había aparecido así no más pero había igual tanto que él no sabía. Esa gente era peligrosa y al mismo tiempo tenían gran curiosidad por el mundo. De pronto esa combinación no era la mejor pero era la que existía, la que se arrastraba entre las sombras de este mundo tan lleno de ellas. Habían estado ocultos, esperando su momento para actuar y por fin había llegado lo que esperaban. Por fin habían descubierto lo que les faltaba para actuar y ahora era solo cuestión de tiempo.

 El hombre del mirador jamás olvidaría esa reunión, obviamente secreta, en la que a él y a muchos otros se les dio una carpeta con la información necesaria de lo que iba a suceder. Muchos se sorprendieron. No podían creer que algo así hubiese estad debajo de sus pies todo el tiempo y no se hubiesen dado cuenta. Esto era increíble, considerando que la mayoría de asistentes eran banqueros, empresarios, comerciantes, políticos e incluso algunas figuras de la cultura. Él siempre había tenido la sospecha de que había algo más pero no fue sino hasta que vio el contenido de la carpeta que se dio cuenta de la magnitud de las cosas.

 En efecto, alguien había estado tirando de varios hilos a lo largo de cientos de años. No se sabía muy bien cuando empezaba, pero siempre habían estado allí, en un tamaño compacto pero bien repartido. La gente siempre había creído que era una sola persona, una sola mente maestra detrás de todo lo que ocurría en el mundo. Pero no era así. Era un grupo, una mente colectiva que actuaba como un enjambre de abejas: rápidamente y con un objetivo común. Y como las abejas, nunca había uno muy lejos del otro

 La idea de la carpeta era revelar la realidad de las cosas de una vez y declarar una nueva realidad para el mundo. Según esta gente, que todos conocían pero a la vez nadie entendía, el mundo iba a cambiar próximamente y necesitaban saber si podían contar con ellos para dar ese gran paso. La mayoría se preguntó, con justa razón, cual era ese siguiente paso y hacia donde lo iban a dar. Simplemente se les respondió que sería el cambio más grande para la raza humana y que si estaban con ellos tendrían el privilegio de vivir en la época más próspera para la humanidad desde su nacimiento hace millones de años.

 Les dejaron dos meses para pensar, dos meses para que decidieran si querían quedarse en el viejo mundo o si preferían dar el paso con ellos hacia el futuro. El hombre del mirador no supo que hacer al principio. Lloraba cada vez que veía a su familia y se daba cuenta, con cada día que pasaba, que toda la vida era una mentira. La vida, que siempre había parecido nuestra, ya no lo era. Nunca había sido nuestra ni de nadie. Era solo una ilusión, una idea tonta que la humanidad se había hecho, creando así la noción de libertad que no era más que la necesidad de creer en algo más fuerte y así darle un mayor sentido a sus vidas.

 Su crisis nerviosa no paró en su familia. Quería contarles todos, a todas las personas del mundo lo que iba a pasar. De repente, después de aprovecharse de tantos para llegar adonde estaba, quería salvarlos de lo desconocido, de lo que estaba por venir. Pero entonces empezaron a aparecer, un poco por todas partes, cuerpo de personas importantes. Todos morían de causas naturales: ataques al corazón, cáncer, infecciones,… Al menos veinte de los personajes que habían asistido con él a la reunión estaban ahora muertos.

Lo que ocurría era obvio y solo quedaba un mes más para pensar en una decisión. Como decidir? Como elegir entre saltar al vacío o quedarse en un tren que está a punto de estrellarse con un muro sólido? Todos los días pensaba y pensaba y no podía alejar de su mente las imágenes de su infancia, de sus esfuerzos por crecer y por ser alguien que la gente pudiese admirar, a la que los demás temieran y respetaran. Todo eso y ahora estaba allí, a la merced de otros, de hombres y mujeres sin rostro que planeaban la destrucción de la humanidad como la conocemos.

 Y ese vacío… Que había allí? Era verdad todo lo que decían? Como podía ser verdad que controlaran cada evento en la historia de la humanidad? Todo parecía salido de una película de ciencia ficción barata pero cuando se releía la información de la carpeta y se comparaba con lo que existía, con lo que se relataba en los libros de Historia, era difícil no ver algún tipo de conexión, algún tipo de anomalía que resultaba ahora obvia pero que para nadie nunca había parecido relevante.

 Allí, de pie mirando la lluvia, lejos de su familia y de todo lo que siempre había poseído, el hombre se acercó al borde del mirador y simplemente observó la ciudad debajo del agua. El viento soplaba con fuerza, como si estuviese enojado y parecían llover balas de agua por la fuerza con la que caían al pavimento y contra toda superficie. Era extraño, pero se notaba que no era una tormenta normal. No solo por su duración sino por su persistencia. Se podía incluso decir que la tormenta parecía tener personalidad, un carácter marcado.

 Entonces el hombre del mirador se dio la vuelta y oprimió el botón del ascensor, que se abrió al instante. En pocos segundos estuvo en la planta baja, donde una camioneta negra lo esperaba. La abordó y el vehículo arrancó, luchando contra el agua para llegar a su destino. Finalmente, entraron al garaje de la casa del hombre. Este se bajo con calma y se dirigió a su habitación. Allí, sentada sobre la cama estaba su esposa. Parecía haber sido más fuerte en el pasado pero ahora era solo una sombre de lo que había sido. Él se sentó a su lado y la abrazó, apretándola contra sí mismo.

 Al cuarto entraron un joven y una niña pequeña, que se abrazaron con sus padres. No lloraban ni decían nada. Solo tenían los ojos algo húmedos y parecían necesitar tocarse entre sí para reconocer su existencia.


 Fue entonces que la ventana estalló en mil pedazos y una luz lo invadió todo. Se miraron unos a otros una última vez y entonces la luz se tragó todo y la humanidad no fue más sino un recuerdo olvidado de un pasado inexistente.

viernes, 1 de mayo de 2015

De los héroes y lo mediocre

   Tenemos el afán de siempre tener alguien a quien acudir, nos sentimos solos todo el tiempo e indefensos. Nuestra evolución ha sido fácil pero ha tenido sus tropiezos y nos ha dejado con rastros de nuestro pasado más salvaje, de cuando debíamos protegernos de todo porque todo era un peligro. Desde ese momento nacieron dos cosas: primero, el miedo a lo desconocido, a los animales que hacen ruidos demasiado fuertes y los que podrían comernos si no sabemos como defendernos. Y segundo, nacieron los héroes. Personas que nos salvaban de una situación difícil sin pedir nada a cambio, personas extraordinarias y poco comunes.

 Ha sido este personaje tan fuerte y único que se le han hecho alabanzas a lo largo de la historia, poniéndolo como personaje central de novelas y demás relatos que pudiesen ser pasados de boca en boca, de persona a persona para así impulsarlos a ser algo más de lo que eran, simples humanos sin la capacidad de ser extraordinarios pero con los medios para hacer lo poco común. Se puede debatir si primero existieron en los libros o si fueron personas reales. Eso simplemente no se sabe pero el concepto de héroe es uno bastante flexible.

 Puede ser un héroe aquel que descubre una nueva fuente de alimento para la comunidad o el que descubre una nueva ruta de migración o una nueva forma de matar al animal que da más carne. Esos fueron héroes aunque hoy seguramente no lo serían. El caso es que posiblemente gente así fue la primera en ser considerada la máxima expresión de la experiencia humana, lo mejor que podían ofrecer las personas en ese momento.

 En las novelas se exageró su posición, su aspecto e incluso sus hazañas. Ya no descubrían una nueva semilla o una ruta menos accidentada para sus familias, no, ahora combatían ejércitos enteros, salvaban comunidades enteras del desastre inminente e incluso luchaban con criaturas igual de fantásticas que ellos, como dragones y monstruos de tres cabezas. Todos los personajes en esos cuentos están en un mismo nivel de fantasía, todos son el ideal de lo que el ser humano debería ser para cada persona que escribió o contó el cuento, dependiendo del momento histórico y su contexto.

 Los héroes han ido mutando pero esencialmente siempre son los mejores, el punto culminante de nuestra sociedad y a lo que todos aspiran a ser. Esto quiere decir, que la realidad de las cosas no podría estar más alejada de esos cuentos y relatos. El ser humano no es un héroe por naturaleza. Apenas hemos evolucionado lo suficiente para ponernos de pie y reflexionar sobre lo que nos rodea. No somos más que lo podemos ver y tal vez un poco más, algo interesante que yace bajo la corteza cerebral. Pero nada más. Los seres humanos somos, para cualquier intención o propósito, comunes y corrientes como todos los demás seres vivos.

 Sin embargo, la necesidad de tener quien nos defienda, quien saque la cara por nosotros, ha hecho que los héroes de los libros y películas no sean suficientes para contentar nuestra hambre por sentirnos que somos más de lo que somos. Tenemos un afán, una urgencia exagerada, por calificar al ser humano como el mejor de todos sin objeción alguna. Queremos que nos digan, una y otra vez, que somos los mejores y que nos merecemos lo mejor que este mundo pueda ofrecer.

 Eso, en principio, no tiene nada de malo. Es normal tener un cierto nivel de ambición porque, si no se tuviera, no habría forma de conseguir nada de la vida. Mucha gente piensa que querer más es malo pero lo malo es usar ciertas técnicas para conseguir lo que queremos. Y ahí vienen las mentiras, que varían en su dimensión para hacernos ver mejores y mucho más brillantes que los demás. Porque si de algo se trata es de crear ilusiones, cosas que no pueden existir ni que tienen sentido alguno pero que la gente cree de todas maneras, como si no hubiera más opción.

 Es lo que ocurre cuando la gente decidió sacar a los héroes de las páginas de los libros y de todos los rincones de la cultura. Los que hubo en el pasado, con sus hazañas pequeñas, hoy son vistos como aportes insignificantes y ya no son héroes, si acaso para su comunidad o núcleo  familiar. Hoy en día se necesita mucho más, se necesita ser un héroe como los de los cuentos que pueden hacer varias cosas al mismo tiempo, luchan con unos mientras defienden a los demás y hacer actos de increíble valor.

Pero recordemos que es todo una ilusión. Porque el héroe contemporáneo no es en verdad capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo, eso es físicamente imposible. Lo saben bien las madres cuando dicen que al intentar hacer dos cosas a la vez, una quedará seguramente mal hecha. Y así es porque somos seres humanos, por mucho que intentemos y nos empeñemos en hacer las cosas como queremos, la realidad siempre será diferente porque tenemos limitaciones que muchas veces preferimos ignorar, como si no existieran o importaran.

 La ilusión también está en lo de hacer actos de gran valía. Hoy en día cualquier idiota, tal cual, es un héroe por hacer su trabajo. Lo que se hizo fue modificar el concepto del héroe, rebajándolo a una expresión más accesible a los seres humanos, para que así sea más fácil ser un héroe. Esto solamente resalta lo mediocre que puede ser la raza humana, rebajando las cosas para tenerlas a su alcanza en vez de tratar de conseguir eso que parece inalcanzable.

 Porque ser un héroe como los de los cuentos no es imposible. Parece imposible porque son momentos únicos con personas comunes y corrientes que se convierten en algo más en un segundo de sus vidas. Un héroe de verdad es alguien que tiene que hacer algo, tomar una decisión en un debido momento crucial y deja de serlo una vez a pasado todo. Ha habido personas así a lo largo de la Historia, personas que han tomado decisiones que nunca pensaron que fueran trascendentales pero terminaron cambiando la cara de la humanidad.

 Esos son héroes. No son los que hoy en día dan comida a los pobres o hacen su trabajo medianamente bien. Los militares, cualquier persona que tenga un arma encima, no es un héroe porque va en contradicción con el termino. Que tiene de extraordinario e increíble una persona que se gana la vida matando a los demás? Porque se puede argumentar que los militares protegen y ese es de hecho su rol principal pero no su actividad primaria. Nadie es un héroe cuando en vez de usar su voz o su cerebro, usa un arma para matar y callar para siempre a sus contradictores.

 Nadie es héroe a punta de armas y tampoco lo es simplemente por existir. No son héroes los que construyen casas para los damnificados de una inundación y tampoco lo son los que se esfuerzan en hacer reír a las personas en los momentos más difíciles. Muchas de esas pueden ser personas de gran valor pero no son héroes porque no ha habido es coyuntura, ese momento que lo cambia todo y los separa, por unos segundos, del resto de la humanidad.

 Todo esto en pro de conservar las palabras y sus definiciones como son y no dejar que todo lo vaya modificando la mediocridad humana, que quiere hacer que todos sean felices sin razón alguna. No hay nada como alcanzar una meta, como hacer un descubrimiento así ya todo el mundo lo conozca. Estas cosas nuevas nos hacen crecer y son las que deberían traer felicidad a nuestro corazón, no mentiras e ilusiones que no son nada, que se deshacen en el viento y que en verdad no nos aportan nada.

 No hay nada peor que ese comportamiento de decirle a todo el mundo algo que no es cierto para alentarlo a algo. No. Si se quiere alentar a alguien hay que decirle la verdad, completa y sin inventos. Se le dice que está bien y que mal y en que se le puede ayudar. Y así las personas crecen desde adentro hacia fuera y colaboran en el crecimiento personal de otros.

 Lo fantástico tiene mucho de atractivo, de fascinante e increíble pero termina siendo una mentira, porque simplemente no existe. Los seres humanos quieres ser todos diferentes, todos únicos e irrepetibles pero eso no es posible. Habrá quienes tengan una vida estándar, sin vaivenes o experiencias increíbles y eso no es malo de ninguna manera. Es solo una de las maneras de vivir la vida. La cosa es que tenemos tanto miedo de ser simples, de ser solo seres humano hechos de piel y carne que algún día dejarán de existir. De pronto es que nos hemos dado cuenta la poco que estaremos por aquí y tenemos miedo a no permanecer, a no dejar marca.


 No tenemos porque todos ser héroes. No tenemos que esforzarnos para ser únicos. Solo debemos dejarnos llevar por la vida y ella sabrá la mejor manera de hacer disfrutar la experiencia humana que, ya de por si, es fantástica.

domingo, 8 de marzo de 2015

El hospital

   No tenía nada más que hacer sino mirar hacia el techo, o hacia la ventana o hacia la puerta y el brillo de la luz que había debajo de ella. No tenía como moverse en la cama a la que había sido recluido. Las cosas no estaban de la mejor manera , ni dentro de él ni fuera. Y, aunque en otros momentos hubiera adorado la posibilidad de estar acostado en una cama y no hacer nada, esa idea ahora lo estaba volviendo loco. No poder caminar en los últimos dos días lo había convertido en alguien aún más temperamental de lo que ya era.

 A veces la enfermera venía a revisar su pulso o algún otro dato en los aparatos que había en la habitación y luego se iba sin decir nada. Después de todo, lo habían puesto solo en una habitación intencionalmente, sabiendo que su temperamento no era el mejor para estar en compañía de desconocidos. Por alguna razón el accidente con su pierna lo había hecho un manojo de nervios y de violencia. Ya todas las enfermeras seguramente sabían de el “ataque” a una de ellas el día de su llegada, cuando la golpeó en una pierna por no recibirlo con prontitud.

 Y ahora no podía moverse lo que era todavía más frustrante que no ser atendido con rapidez. El dolor de cuerpo era horrible y sobre todo si trataba de mover mucho las piernas. De hecho le dolían así no más, sin hacer nada en el suelo. Era horrible tener que esperar y esperar a ver que tal progresaba pero el médico no era muy optimista. De hecho, nunca hablaba más de lo necesario y eso era otra cosa que frustraba mucho a este hombre. Sabía que solo por un entendible ataque de impaciencia, ahora nadie quería atenderlo bien sino que lo hacían como por hacer su deber. Y ya se sabe como es cuando la gente solo hace las cosas por deber.

 Pero aguantó lo que pudo y después de unos días más fue transferido a otro hospital, este sí en la ciudad donde vivía. El servicio no mejoró en nada, posiblemente porque entre médicos y enfermeras se habían pasado información acerca del incidente. Era ridículo francamente, como si estuvieran dando un servicio de clase mundial y no se los reconocieran. El hombre, en sus largas horas de contemplación,  sentía una rabia impotente ante todo lo relacionado a su accidente y estaba seguro que iba a demandar a ambos hospitales apenas saliera.

 Era simplemente inconcebible que, en muchas ocasiones, se demoraran horas y horas en traerle su comida o en reemplazar el suero o en venir para inyectarle alguna droga contra el dolor. Lo hacían a propósito y se notaba, sobre todo cuando por fin llegaban y hacían todo con una parsimonia exagerada y claramente innecesaria. Él trataba de no llamar a nadie y esperar a que los dolores pasaran o a que él mismo pudiese acomodarse en la cama pero cuando simplemente no podía hacerlo por si mismo, se sometía a timbrar unas cinco veces hasta que por fin alguien venía y eso que solo a preguntar que pasaba para demorarse otro par de horas en volver.

 La inutilidad es premiada. Eso pensó varias veces: en la sociedad actual se premia lo mediocre que pueda ser la gente, no solo en trabajos del sector de la salud sino en todos los que existen. A la gente se le premia por demoras procedimientos, procesos o trabajos ya que entre más tiempo demoren más dinero salen ganando. Solo a las pizzerías les interesa tener algo listo en menos de media hora, y eso. Ya no existe una necesidad de ir rápido, a menos que eso signifique algún tipo de ganancia y en medicina ciertamente este no es el caso.

 Cuando el paciente en cuestión pudo por fin desplazarse con unas muletas, se dio cuenta de que había varias personas en si misma situación. Sin problema, entró a varias de las habitaciones y habló con diferentes tipos de personas que le dijeron muchas veces lo mismo: que la atención no era la mejor a menos que el seguro que uno tuviera cubriera absolutamente todo. En ese caso, y lo pudo ver con sus propios ojos, el personal del hospital se convertía en el mejor grupo de personas del mundo, atento a cada necesidad de una sola persona mientras los demás simplemente sufrían en silencio.

 Pasada una semana, el hombre pudo salir del hospital hacia su casa y lo primero que hizo fue llamar a un abogado de confianza para pedirle que lo ayudara con su denuncia. Y como a los problemas hay que atacarlos de raíz, que mejor que exigir el cambio total del personal del hospital en la demanda. La idea era demandarlos por negligencia, a todos y a cada uno. Lo mejor era que no estaba solo él sino que tenía los testimonios de muchas otras personas que ansiaban contar sus historias.

 Todo el país estuvo pendiente del juicio, escuchando todos los días en los noticieros los sutiles cambios que iban ocurriendo. Era obvio que la sociedad médica se iba a defender con uñas y dientes. Sacaron expedientes de todas partes, en las que se probaba que muchos de los procedimientos hechos en el hospital habían salvado vidas y, por supuesto, que habían ayudado a miles de personas pobres de todos los rincones del país. Era obvio que querían salir pareciendo héroes modernos que lo único que hacían era trabajar por el bien de todos.

 Pero nuestro paciente sabía más. No solo sacó a la luz los testimonios que había ido recogiendo sino que también sacó a la luz varios procedimientos que el hospital veía como “normales” pero ciertamente no lo eran. Por ejemplo, para un lugar que reclamaba ser el  sitio para los pobres y necesitados, habían hecho bastante cirugía plástica y no precisamente del tipo que se hace para ayudar a alguien. Liposucciones, implantes de trasero y de senos, incluso un alargamiento de pene. Todo en el último año de operaciones. Todos los doctores del lugar lo sabían pero no decían nada a pleno pulmón y trataban de que los pacientes, que podían pagar con todo el dinero del mundo, estuvieran alejados y permanecieran allí solo lo necesario.

 Obviamente sacaron a la luz el ataque del mismo paciente a una enfermera y su violenta reacción. Él la reconoció pero explicó que esa reacción había sido producto de esperar casi veinte horas para que lo atendieran, con una pierna casi destrozada y un brazo en mal estado también. El dolor era insoportable y les había pedido en repetidas ocasiones una camilla para al menos descansar pero había tenido que estar sentado en la silla de ruedas en la que lo habían traído porque nadie se había molestado en ver como estaba. Para esto tuvo como testigo a su mejor amigo, que lo había llevado al lugar.

 El juicio se prolongó por varios días, incluso meses, mientras se reunían todas las pruebas y testimonios y hubo una semana completa para que el jurado y el juez pudiesen analizar todo los documentos en relación al proceso. En este lapso de tiempo, muchos de los que habían declarado en contra del hospital, habían sido amenazados por teléfono y en la calle, con gritos o carteles. Algunos habían sido atacados por personas con cuchillos en la calle o les habían lanzado desperdicios hospitalarios a sus cuerpos o a sus casas. Todo esto se denunció y se buscó ponerlo también en el juicio pero ya no había tiempo.

 El jurado, finalmente, aceptó enviar a la cárcel a los directivos del hospital por la pésima administración del hospital, decidieron quitar la licencia a cada uno de los doctores y enfermeras y dieron un paso extra al decidir el cierre temporal del hospital mientras se establecía una nueva gerencia y mientras se investigaban las cuentas bancarias y demás estados financieros del lugar.

 Esto último no había sido uno de los objetivos y la verdad fue que a nadie le cayó muy bien. Otros centros hospitalarios tuvieron que ser adecuados para recibir un mayor flujo de pacientes ya que el hospital cerrado atendía a buena parte de la población de la zona y con su cierre había perjudicado a muchas personas, pacientes más que todo. Los ataques a las casas de quienes habían denunciado el maltrato en el hospital continuaron hasta que se conoció el caso de un hombre que habían asesinado afuera de su casa. Le habían inyectado una sustancia solo encontrada en hospitales, que en una dosis tan alta le había causado la muerte al instante.


 Hubo alboroto por todos lados, presión y más juicios hasta que se decidió, por parte del Estado, que el hospital sería reabierto y que se buscaría la manera de manejarlo lo mejor posible. Muchos se quejaron porque ya no habría programas especiales para poblaciones vulnerables y varios de los aparatos considerados caros serían vendidos a otras instituciones que pudieran costear las máquinas. Los ataques siguieron pero fueron disminuyendo hasta que al paciente que lo había hecho todo dejó de pensar en el asunto. Años después se fue del país a trabajar y olvidó todo el asunto, que seguía empeorando porque la verdad era que nada había cambiado, salvo un pequeño hospital.