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viernes, 21 de agosto de 2015

¡ Muerte !

  Era difícil darnos la mano para subir por las grandes rocas que cubrían el ascenso. Su mano estaba cubierta de sangre y la mía se resbalaba un poco por el asco pero también por lo fresca que estaba. Podía sentir el olor a hierro por todos lados, como si no fuera sangre sino algún tipo de liquido metálico que se nos hubiera untado en el camino. Peor no estábamos de paseo o por gusto en semejante lugar. El bosque era hermoso pero era el escenario de nuestro escape del lugar más horrible del que jamás hubiéramos oído y en el que habíamos tenido la desgracia de sobrevivir por más días de los que podíamos contar en la cabeza. De hecho, yo no estaba seguro desde hace cuanto no veía el sol.

 Pero ahora era ese mismo sol el que me ardía en el rostro y sin duda ya me había quemado la cara. Correr y subir y bajar en semejantes condiciones era inhumano pero así eran ellos. Nos habían atrapado, o eso creíamos, y nos habían internado en ese lugar, construido parcialmente bajo el lecho de un lago. Alrededor solo había este bosque, que parecía continuar por varios kilómetros. Sentí el roce de una bala por el hombro izquierdo y menos mal me dejé caer pues una bala iba hacia mi cabeza pero falló su meta. Él me tomó de la mano de nuevo y me haló. Era mucho más atlético que yo y podía correr casi sin respirar o pensar. Llegué a pensar que era un robot hasta que cayó sobre unas piedras y algo de sangre empezó a brotar.  No hablábamos, solo corríamos.

 Los guardias nos seguían con sus armas mortales y el deseo obvio de matarnos y yo solo quería que todo parara. Era ese mismo sentimiento el que me había llevado a escaparme en un principio y por pura coincidencia, por raro que parezca, él estaba huyendo en ese mismo instante. Nos unimos y asesinamos a muchas persona, entre personal con batas médicas y guardias descuidados. Lo hicimos con cuchillos que encontramos, instrumentos médicos que habían utilizado en nuestros cuerpos o las armas que ahora usaban para cazarnos como animales. Era increíble, pero matar se me hacía fácil, tal vez porque yo no los veía a ellos como seres humanos. Para mi ellos eran los robots, los autómatas que cada noche nos torturaban.

 Metían cosas en nuestros cuerpos, o quitaban partes para poner otras o para no poner nada. Yo tenía cicatrices que no recordaba y, de hecho, ese era mi más grande problema y al parecer el de todos en el laboratorio. Todo el que podía gritar, incluyéndolo a él, decían que no podían recordar nada. De hecho eso fue lo único que me dijo antes de tomar mi mano y echarnos a correr. Y yo estaba igual, con la mente totalmente en blanco o en negro o como se diga. No había nada allí adentro, ningún recuerdo de mi vida anterior al laboratorio. Era como si se hubiesen asegurado de que nunca indagara sobre mi mismo para así pertenecerles para siempre. Pero eso ya no era así.

 Seguimos corriendo hasta que encontramos un abertura entre las rocas y nos metimos allí. Él tenía un cuchillo y yo una arma eléctrica. Si se acercaban, debíamos matarlos y al menos así tendríamos algo menos de que preocuparnos. Pero nunca llegaron adonde estábamos escondidos. Esperamos horas y horas pero parecía que o se habían dado por vencidos o simplemente estaban esperando a que saliéramos para darnos el tiro de gracia al aire libre. Era poco probable que nos quisieran vivos, pues nuestra memoria de corto plazo nos indicaba que cada día llegaban nuevos cuerpos para usar en experimentos. No digo pacientes porque no lo éramos y tampoco prisioneros. Esclavos se parece más pero no es correcto.

 Me dejé caer sobre el suelo arenoso de la cueva y empecé a llorar. No me importó hacer algo de ruido y, al parecer, a él tampoco. Me sentía vacío, impotente, incapaz de salir de ese ciclo. Me dolía el cuerpo ahora más que nunca y la verdad era que yo no quería escapar sino que quería morir. Para que saber que era la vida después de todo lo que me habían hecho. Porque muchas cosas las recordaba con claridad y eran esos recuerdos los que quería eliminar para siempre, arrancarlos de mi cerebro. Pero eso no era posible así que lo mejor era suicidarme y dejarlo todo atrás. Haciendo más ruido, cargué al máximo el arma eléctrica y me dispuse a dispararme en la frente pero entonces él pateó el arma al mismo tiempo que los guardias irrumpieron en la cueva.

 El arma le dio a uno de lleno en la frente y lo dejó revolcándose en el piso, retorciéndose de forma grotesca y echando espuma por la boca. El otro se abalanzó sobre mi pero él me protegió y le clavó el cuchillo en el estomago varias veces. De nuevo me tomó la mano pero esta vez me dijo que debíamos alejarnos lo más posible ya que solo enviarían más guardias si se daban cuenta que los que habían salido no llegaban. Según él, teníamos hasta la puesta de sol  para alejarnos. Eso me dio algo de energía para correr de su mano y tratar de no respirar tal como él lo hacía. Varias ramas no pegaban en el rostro y los pies los teníamos destrozados con tanta cosa tirada en el suelo del bosque.

 Cuando la luz empezó a cambiar, llegamos a unas colinas que subían cada vez más. Cuando no hubo más luz, estábamos en la cima de la colina más alta de todas. Estaba bien cubierta de musgo y matorrales pequeños y desde ella se veía el lago que tornaba verdosa la luz del laboratorio. No se veían la entrada del sitio, por donde habíamos escapado matando a mucha gente, ni tampoco se veía a los guardias que ya debían de haber salido a buscarnos. Caminamos un poco más, hasta estar del otro lado de la colina, un sitio cubierto por algunos charcos de agua estancada y árboles increíblemente altos que parecían salir de un cuento ya olvidado hace mucho.

 Con algo de asco tomamos agua de uno de los charcos entre las manos y tomamos. No sabía bien pero tampoco era horrible y sin duda era mejor que deshidratarse. La comida que nos daban en el sitio era intravenosa así que cualquier tipo de liquido era una mejora. Yo no sabía bien de donde había adquirido la fuerza para aguantar semejante escape pero sabía que no era algo natural o por lo menos de mi cuerpo. Era algo más, como adquirido de la nada o tal vez a través de los experimentos hechos. Estaba cansado pero sentía que podía seguir corriendo si era necesario. Él se veía mucho mejor. Se había quitado la poca ropa, que era solo la bata que nos ponían de color rojo, y se metió en uno de los estanques, el que parecía menos sucio.

 Yo lo imité y me di cuenta de porqué el había hecho eso. El agua parecía calmar de golpe todos los dolores. Mi herida de bala, los golpes, muchos cortes,… Todo parecía sellarse y desaparecer gracias al agua. No tenía idea como él sabía de las propiedades de los estanques pero preferí no dudar de la única persona que me había ayudado hasta ahora. Sin duda este escape sería mucho más complicado sin alguien quien me apoyara como él lo había hecho. No sé que me hizo hacerlo, pero me le acerqué y nos besamos. Fue como si algo se moviera en mi mente pero desapareció de golpe. Lo vi en sus ojos también pero solo fue un brillo, un pequeño destello que podía no significar nada y, a la vez, todo.

 Salimos del estanque y acordamos seguir desnudos hasta encontrar nueva ropa que vestir. Enterramos las bastas rojas en un hueco hecho a mano y nos retiramos. El sol empezó a desaparecer Se iba el calor por el que agradecí estar sin ropa y sin pelo. Los dos habíamos sido rapados por la gente del laboratorio. No recordaba haber tenido mucho cabello antes pero algo me decía que sí había sido así. Mientras bajábamos hacia un valle profundo recogimos algunas frutas de los árboles y arbustos cercanos. No nos importó si eran venenosas ya que nada peor de lo que habíamos vivido podíamos pasarnos ya. Mientras caminábamos, descubrí cicatrices en mi cuerpo que ya había olvidado. Él también tenía bastantes.

 Ya en la parte más baja del valle, con el sonido de un riachuelo y la luna en el cielo, nos relajamos un poco. Seguimos caminando, porque parecía lo único que podíamos hacer, pero lo hacíamos más lento, observando el entorno. Él dijo entonces que tal vez si seguíamos el río podríamos llegar a otro sitio con seres humanos, tal vez menos agresivos y sádicos que los del laboratorio. La sola idea de un lugar lleno de humanos fue suficiente para hacerme parar mi caminata. No quería eso para mí, no quería vivir con miedo toda mi vida, no quería tener nada que ver con otros. Él era el único que quería cerca, de resto todo podían morir o perderse en la infinidad del mundo, eso no era mi problema.


 Pero entonces oí el silbido que había oído antes. Pero ya no fue sobre mi hombro sino sobre mi cabeza. Para cuando caí en cuenta que pasaba, ya había ocurrido lo peor que podía pasar: él había sido impactado por varios proyectos y caía, lentamente, a algunos metros frente a mi. Como yo me había detenido, ellos habían fallado. Mi instinto me dijo que corriera pero también que lo mirara en sus últimos momentos. No tenía armas, pues las habíamos dejado atrás. Así que solo me entregué a mi destino. Primero me puse de rodillas juntos a él y le di un segundo y último beso. Luego, me puse de pie y grité con todas mis fuerzas: “¡Muerte!”. Y entonces ella vino por mi como una amiga que no conocía, llena de compasión, sabiduría y amor.

jueves, 18 de junio de 2015

Nuestra humanidad

 Es muy extraño cuando todo lo que ha pasado ya ha ocurrido antes, de cierta manera, pero sin embargo siguen habiendo nervios e inseguridad al respecto. De hecho, siempre que se repite una vivencia, es frecuente que la segunda vez implique algo más, una complicación extra o algo por el estilo. Si uno se decide por hacer algo de nuevo, intentarlo otra vez porque fue interesante o porque se falló, siempre habrá algo más en ese intento: una expectativa especial, algo que esperar o de pronto un conocimiento que antes no se tenía pero que ahora da algo de confianza. El caso es que siempre vamos a ser seres expectantes y que cualquiera que diga que no tiene nervios por algo es un mentiroso o un ser humano mal diseñado porque los nervios, aquellas reacciones naturales son las que nos hacen sobrevivir.

 Eso suena a algo fatal, algo difícil y casi imposible pero es porque la palabra sobrevivir parece salida de una de esas películas de tragedia en las que algo ocurre que voltea al mundo de cabeza, a veces literalmente, y en el que los personajes deben hacer su mejor esfuerzo para salir lo mejor librados posible. La única diferencia es que en el cine la moral juega un papel muy grande, ya que pegada a los pensamientos del director, del guionista, del actor y de todos los demás involucrados. En cambio en la vida la mayoría de las tragedias ocurren sin importar como pensemos o que opinemos. No importa en quien o en que creamos, el caso es que morimos igual y todo nos afecta casi siempre de la misma manera.

 Una nueva experiencia, sin embargo, suele ser una aventura personal que varía no según la moral sino según las decisiones que se tomen y el tipo de carácter que se tenga. Por ejemplo, si es una persona que le gustan las confrontaciones, tendrá más problemas con otros al hacer o no hacer alguna cosa, por ejemplo irse de viaje o meterse de lleno en algo que nunca antes había hecho. Es diferente si el carácter varía y esa es la razón por la que dos personas pueden embarcarse en un mismo proyecto pero resultar con conclusiones diametralmente diferentes. Este es el caso de las relaciones amorosas que no dejan de ser una aventura bien o mal planeada, pero sin conclusiones claras a razón de las personalidades diferentes.

 Pero valen la pena, o no? Vale la pena sumergirse en un mar de cosas que jamás hemos hecho, y que no perjudican a nadie más sino a nosotros si salen mal. Porque todo puede salir mal o bien, eso a veces no depende de nosotros y si lo hace es posible que no afecte a nadie más, y esas son las mejores aventuras que existen. Si decido, por ejemplo, tener relaciones con varias personas en un lapso de tiempo definido, pero teniendo claras ciertas reglas como el uso de un preservativo, es una aventura porque estoy lanzándome a lo desconocido pero previniendo las eventualidades más graves que puedan pasar. No hay nada bueno o malo, en ese sentido. Cada vivencia es y ya.

 Y ahí vienen las preguntas de las personas que no pueden vivir su vida por si mismas, sino que tienen que pedir la ayuda, para todo, de alguien más: que es bueno y que es malo? Que debo hacer si quiero ser una persona moral y que debo hacer si decido salirme de ese esquema social de las cosas? La respuesta a eso no existe porque la línea entre el bien y el mal la dibuja cada persona. Muchos dirán que la ley es quién marca esa diferencia pero que es la ley sino un concepto humano, por lo tanto inexacto e imperfecto, que solo busca protegernos de nosotros mismos?

 Eso sí, hay cosas que obviamente son malas y la mayoría se asocian a ataques que podríamos perpetuar contra otros, casi nunca contra nosotros mismos. Si matamos o atentamos contra la identidad de alguien sin su permiso, estamos vulnerando sus derechos y violando su integridad como ser humano y eso es integralmente malo. Atención, es malo cuando no hay permiso, cuando se está transgrediendo. Porque podríamos irnos a las comunidades de gente que les gusta el dolor o la humillación y podemos ver con claridad que entre ellos hay un acuerdo, incluso con palabras de seguridad, para infligir dolor o palabras humillantes entre sí. Esas personas han decidido aceptar a que alguien más tenga cierto poder sobre ellos pero es un acuerdo común. Eso no es malo. De nuevo, lo malo es violar los derechos de alguien más sin su permiso.

  La gran mayoría de veces somos nosotros mismos, cada uno en su vida y con sus convicciones personales, su manera de ver el mundo, los que definimos que es malo y que es bueno. Esto puede ser claramente peligroso pero también beneficia a la sociedad en el sentido en el que se le deja ver a la ley y a la comunidad las falencias que tiene. Ese es el propósito que deben tener las criticas a un gobierno o a una empresa, el de arreglar lo que esté hecho. Eso a menos de lo que exista sea tan malo que lo mejor sea remplazarlo. Pero ese es un tema demasiado complejo que prefiero no tratar. El caso es que tenemos la capacidad, cada uno por su lado, de construir su manera de ver el mundo y eso es lo que llaman personalidad, mejor llamado carácter.

 El carácter es el conjunto de todo lo que somos y es el que actúa frente a esas cosas que nos alegran las vida o que la someten a las sombras de la tristeza  y la desesperación. Nuestro carácter y la forma en que lo hemos construido y moldeado, según como entendemos el mundo, es definitivo en nuestra manera de experimentar la vida y entender las varias capas que pueden existir en cada momento de nuestras vidas. Por que contrario a lo que normalmente pensamos la vida no tiene dos colores sino una gama más alta que va de lo más brillante a los más oscuro. Dependiendo de todo eso cada vida es distinta y cada vida por eso es única.

Son nuestras decisiones conscientes las que hacen que la vida de cada uno sea única. No somos nosotros solo por el hecho de existir las que la hacemos tan valiosa sino nuestro proceso de vida el que define lo especial que es cada quien. Eso sí, cuando decimos “especial” o “única”, no quiere decir que todos seamos perfectos ni tampoco que seamos lo mejor de lo mejor. Hay que recordar que los seres humanos, por definición, somos seres imperfectos y siempre defectuosos que lo único que buscan es vivir la mejor vida posible. Eso no implica que todo sea color de rosa porque, de nuevo, nuestras decisiones para llegar a esa última felicidad hacen de nosotros seres multidimensionales, que pueden ser muchas cosas al mismo tiempo.

 Porque podemos ser tan crueles como podemos ser amables, podemos ser cariñoso al mismo tiempo que podemos ser duros, podemos ser seguros y luego sentir que nos hundimos en nuestro propio desespero. Somos más de una cosa al mismo tiempo, y muchas contrarias a la vez, y eso no está mal. No existen seres completamente felices ni completamente amables y buenos. La bondad es un concepto y no un sentimiento ni una manera de ser. Casi nadie, por ejemplo, dice que es bueno o malo porque se lo dejan a los demás. Eso puede ser peligroso pero es mejor que autodefinirse, algo que solo perjudica al que lo hace y no a los que deciden creer la mentira que este les proporciona.

 Puede parecer que todo lo dicho no tiene mucho sentido pero piensen lo diferentes que son las experiencias para cada persona dependiendo de esos factores, de esas ligeras diferencias de tonalidad entre unos y otros. Eso es lo que hace que cada cosa que vivimos sea única y lo que hace que nos interesemos por los demás. Porque a veces no hay nada más apasionante que ver a otra persona siendo lo que es y nada más. Por eso existe el comentario romántico de “Me gusta cuando te enojas”. Es porque entendemos que una persona no es definible por una acción sino por el conjunto de sus acciones, sus sentimientos, sus decisiones y por su manera de ver el mundo. Por eso existe empatía, porque hay conexiones que podemos hacer y otras de las que queremos aprender.


 Porque ese es el verdadero motor de la humanidad, que a veces parece diluirse en la sangre de la guerra y en el sudor de un trabajo que parece nunca llegar a ninguna parte. El afán de saber, la curiosidad por aprender y entender como funciona todo lo que nos rodea. Ese es el verdadero destino de la humanidad y su función. Existimos para aprender y entender. Y eso no tiene porque tener una utilidad porque la utilidad es una creación humana. Las cosas son y ya. Si son por algo y para algo, eso no quiere decir que sea para toda la eternidad. Las cosas varían y se mueven, cambian a diario e incluso cada hora de nuestra existencia. Solamente debemos quitarnos todo el mugre, todo el polvo de nuestra existencia, y mirar a las estrellas. Han estado olvidadas por mucho tiempo.  

martes, 16 de junio de 2015

Un día complicado

   Al despertar, me di cuenta que todavía estaba allí, con sus piernas entrelazadas con las mías y su mano en debajo de mi camiseta, como si yo fuera su calentador personal. Lo primero que hice después de alegrarme, fue tomar su mano y apretarla con suavidad. Por alguna razón, la inseguridad o tal vez el alcohol, pensé que nada de lo que había sucedido era algo de verdad. Mejor dicho, creía que estaba tan mal que me lo había inventado todo mientras dormía. No hubiera sido la primera vez. Pero no era así. Estábamos juntos allí, abrazándonos más, sintiendo que estábamos allí. Era algo extraño, después de tanto tiempo de no vivir nada por el estilo. No había amor pero sí existía cierto cariño, cierta comprensión que era imposible de ignorar.

 Entonces sonó la alarma de mi celular y el momento terminó. Lo abracé y lo apreté suavemente para luego darle un beso en una mejilla. Enfrentándome al congelante clima de la mañana, salí de las cobijas y me dirigí rápidamente al baño. Abrí la llave de agua caliente y oriné antes de entrar y empezar a pensar en todo lo que tenía que hacer ese día. En el hotel, era mi turno de atender a los clientes en la recepción. El turno empezaba en hora y media y debía estar justo en el cambio de turno o sino el gerente me iba a despedir, como si ya no tuviera razones para odiarme. Además, debía supervisar un estúpido evento que iba a tener lugar en una de las salas de recepción y eso siempre era tedioso por el tipo de personas que asistían a semejantes centros de aburrimiento.

 Él entró en la ducha y me abrazó y entonces nos besamos. Otra vez, olvidé todo lo que pasaba en el día y en mi vida y me concentré solo en él. Me encantaba ver como sentía placer y como me lo demostraba con todo su cuerpo y con cada segundo que estábamos juntos. Cuando terminamos, hicimos lo que todo el mundo en la ducha y luego salimos. Él tenía que ir a su casa y luego tenía que ponerse a estudiar. Su posgrado no iba a terminarse solo. Lo felicité por ese compromiso y antes de separarnos en el ascensor le di un beso para que no me olvidara, algo que en mi mente sonó tan cursi como ahora mismo.

 Todo el camino pensé en él y en lo increíble que era habérmelo encontrado después de tantos años. No había sido a propósito y tal vez esa había sido la mejor parte de todo este asunto porque no teníamos realmente expectativas de nada. Lo que había pasado, había sido algo del momento, algo que solo ocurrió y nos dejamos llevar porque se sentía muy bien. Siempre me había gustado su piel y su sonrisa pero solo las había apreciado de lejos y por algunos segundos. Ahora había tenido todo eso solo para mí y debo decir que estaba más que feliz por haberlo conocido, porque antes no lo conocía de verdad. Es inevitable pensar que hubiese ocurrido si no hubiéramos conocido mejor entonces que ahora. Pero, al fin y al cabo, eso que importa?

 Llegué justo a tiempo y en el momento exacto que mi jefe entraba con algunos visitantes que parecían ser muy importantes. Me cambié rápidamente y cambiamos turno con Jorge, que no era mi amigo ni nada por el estilo. No era secreto que ambos queríamos que el otro saliera de allí pronto. Era de esas relaciones laborales donde no puedes ni mirar al idiota porque te arruina el día. Y nosotros teníamos que mirarnos todos los días para cambiar de turno. Como éramos siempre tres en recepción, había ese mismo número de cambios de turno a lo largo del día. No se hacía todo al tiempo para no perjudicar al cliente que casi nunca se daba cuenta de nada.

El hotel era uno de esos donde hay más ejecutivos que seres vivos en el área. Son personas realmente molestas, que piensan que solo porque están haciendo más dinero que los demás tienen prioridad en la vida antes que ningún otro. Las mujeres siempre se quejaban de algo y los hombres siempre tenían ese tono condescendiente que me había dado un día y otro ganas reales de partirles la cara. Pero así era la vida, unos arriba, otros abajo, y muchas veces mezclados. Porque el bar del hotel hacía maravillas y las cámaras de seguridad lo grababan todo. Cada fragmento de sus vidas en el hotel se veía allí, pro lo que a veces hacíamos apuestas entre nosotros, apostando quien se acostaría con quien o quien hacía que. Esa entretención se acabó con Jorge, que era uno de aquellos que le cuentan todo a sus superiores. Imbécil.

 El día empezó suave y después vino la conferencia que volvió al hotel en un lío completo. Gente iba y venía, había que darle identificaciones pero no se quedaban lo suficiente en un mismo sitio para poderles dar los carnet y después subían o iban y venían y los pobres guardias de seguridad no daban abasto, como tampoco nosotros que debíamos estar pendientes de todo porque la gente que se encargaba de los eventos estaba en huelga. Tuvimos que poner mesas, sillas y demás y esperar a que los desgraciados terminaran de hablar de cómo salvar al mundo con sus miserables empresas. Cuando terminaron, pensamos que todo ese lío iba a terminar pero no fue así.

 Yo estaba en el baño cuando oí gritos a lo lejos y unos sonidos sordos que pensé que eran algo que era imposible haber escuchado. Salí sin secarme las manos y me acerqué al lugar del evento. La puerta estaba cerrada con llave y no había ningún encargado del hotel afuera, como debía haber siempre. Por un momento me puso del mal genio porque era irresponsable no estar pendiente de los idiotas de la conferencia pero todo eso se fue al carajo cuando vi en el suelo una mancha que parecía negra y que estaba húmeda.  Me agaché a mirar que era. Era sangre. Entonces se oyó otro disparo, esta vez bastante claro, y corrí a la recepción. Los guardias habían despejado el lobby y una de mis compañeros hablaba con la policía. Cuando colgó le pregunté donde estaba nuestro otro compañero y ella solo empezó a llorar.

 Nunca he sido bueno para consolar a nadie así que no lo hice. Le pedí que se sentara y respirara mientras yo verificaba las cámaras de seguridad con uno de los guardias. Vimos que mi compañero de recepción estaba recostaba contra la puerta que estaba cerrada y que un hombre estaba subido en la mesa principal, con un arma en la mano. Lo más horrible de todo fue que, entre la multitud (unas cincuenta personas) pude ver varios cuerpos en el piso que no se estaban moviendo. El guardia me contó que el hombre había estado en el baño y simplemente entró disparando.

 Yo caí en cuenta de que habíamos entrado al mismo tiempo pero yo me había demorado más porque estaba leyendo un mensaje del hombre con el que había amanecido. Si hubiera estado más pendiente, lo hubiera podido ver con el arma. Seguramente la había puesto en uno de los cubículos. O tal vez hubiese sido mejor así. Al fin y al cabo el tipo ya había matado a algunos y yo hubiese podido ser el primero si lo hubiese descubierto antes que nadie. Justo entonces llegó la policía y nos dijo que desalojáramos todo el edificio, por lo que tuvimos que ir piso por piso y asegurarnos de que no hubiese nadie en los cuartos. Nos demorarnos un buen rato pero cuando estuvo la última persona fuera, se lo comunicamos a la policía.

 Mientras hacíamos nuestra parte, ellos no habían podido hablar con el hombre. Su presencia había hecho que matara a una mujer y si seguían insistiendo podría ser cada vez peor. El gerente llegó y por primera vez no tenía la cara de puño de siempre, sino que parecía estar cerca del colapso. Habló con el policía a cargo, quien le dijo que era una situación delicada y que ya habían contactado a las fuerzas especiales para lidiar con el hombre. En efecto, hombres que parecían soldados llegaron en breve y propusieron entrar por una salida de emergencia lateral y simplemente matar al tipo sin darle la oportunidad de pensar. Se organizaron y después de una hora, lo tenían todo planeado.

 Yo solo quería que terminara el día. Salí un rato y llamé a mi mamá que estaba preocupada y recibí una llamada de él. Oír su voz fue lo mejor del día y decidí no fingir que no estaba feliz de oírlo. Cuando colgué, se oyeron más tiros y otros sonidos que no pude entender. Al parecer el equipo especial de la policía había entrado ya pero cuando la puerta de la sala se abrió era evidente que las cosas no habían salido tan bien. El hombre había muerto, con un par de tiros en la cabeza. Llevaba un chaleco antibalas y se dieron cuenta muy tarde. Alcanzó a matar a otros cinco mientras terminaban con él. Las ambulancias llegaron y sacaron más de diez cuerpos de esa sala, uno de ellos nuestro compañero. El lugar quedó hecho un matadero. Suena desagradable porque era horrible. La policía le dijo al gerente que debían cerrar el hotel por un tiempo porque iba a haber una investigación y él solo asintió.


 Cuando volví a casa, lo primero que hice fue tomarme todo el contenido de  una botella llena de agua. Luego, me quité la ropa y me duché. Todo lo que había sucedido me hacía sentir sucio, como con asco. Afortunadamente nos iban a mandar a trabajar a otros hoteles de la cadena , así que todavía había un salario por el cual vivir. Pero mi cerebro siempre volvía a lo mismo: y qué si lo hubiese visto a tiempo, si lo hubiese detenido? Estaría vivo o muerte? Habría sido héroe o víctima? Antes de quedarme dormido, seguía pensando lo mismo hasta que olí su aroma en la almohada y entonces sonreí y tuve una noche sin sueños.

sábado, 28 de marzo de 2015

El otro

   Lo peor de todo no es el dolor sino la confusión y el miedo. Siempre que me despierto estoy asustado por lo que pueda pasar, por lo que pueda haber pasado la noche anterior. Hay días que amanezco en casa, tal vez con las sabanas muy revolcadas, pero sin nada más extraño que eso. Pero ha habido otros en que amanezco en camas extrañas, calles extrañas o incluso en parajes solitarios que nunca había visto. Es como si mi mente decidiera traicionarme de tanto en tanto y como si fuera un ser aparte, que me controla como un títere, a su gusto.

 Esto empezó a ocurrir hace unos seis meses. Estaba en un viaje de negocios y tenía que hacerlo por carretera ya que tenía muchos pueblos que visitar. Soy gerente de ventas para una compañía que les vende máquinas de construcción a varias compañías y tratamos de que los gobernadores y alcaldes nos conozcan. No puedo decir que nunca he recibido algún dinero extra por mi trabajo, pero la verdad eso no me avergüenza. Al fin y al cabo, no soy yo el que está regalando dinero que no es propio.

 En todo caso, uno de esos pueblos quedaba muy lejos, en las montañas. Era esencial llegar allí porque había minas cerca y seguramente estaría alguien interesado en comprar máquinas para extraer cualquier tipo de mineral que quisieran tomar del interior de la Tierra. Cuando llegué, fui bien recibido. Era un lugar pequeño pero me trataron como en casa: me quedé en una casa de familia muy bonita donde me trataron como a un familiar, me dieron un recorrido personalizado por el pueblo y tuve razón al pensar que tendría éxito porque cerré contrato con dos empresas, la alcaldía y dos particulares.

 No dudé cuando me propusieron que, antes de irme, explorara los bosques cercanos y acampara allí una noche. Nunca había hecho nada parecido. Amo mi cama y dormir en una, jamás le he visto el placer a tirarse al suelo y dormir cubierto de bichos y con un olor peor al de los zorrillos que andan por el bosque. Pero lo hice porque me habían comprado y tratado tan bien que no hacerlo hubiese sido una grosería.

 El bosque era de robles y pinos y otros árboles bastante grandes. Era como estar en una película. El viento frío soplaba con fuerza pero estaba tan fascinado con la vista que simplemente no le hice caso al clima. La verdad era que no le hice caso a nada más y tal vez por eso pasó lo que pasó. Llegamos al borde de un lago casi perfectamente circular y decidimos acampar allí. Éramos tres hombres y dos mujeres. Yo era el único forastero. Cuando todo el campamento estuvo armado, empezamos a cocinar la cena y a conocernos mejor.

 Un par de ellos eran jóvenes de apenas unos 18 años y nunca habían salido del pueblo. Lo más lejos que habían ido era una ciudad pequeña que quedaba cerca, que de hecho para mi era otro pueblo. Ninguno había viajado nunca en un avión ni en un barco grande. Les conté de mi trabajo, de los pueblos que había visitado en incluso de mi familia. Les conté que no era casado y que hacía poco me había mudado solo, sin mis padres. Había sido una transición dolorosa, porque los extrañaba, pero ahora era un poco más libre de hacer lo que a mi me pareciera mejor y lo disfrutaba con todo: desde el sexo casual hasta comprar lo que yo quisiera para la alacena.

 Se hizo la noche y después de charlar un poco más decidimos apagar las luces e irnos a dormir. Habían planeado pescar por la mañana para devolvernos al pueblo hacia el mediodía. La verdad es que cuando me acosté, y justo antes de cerrar los ojos, pensé que era un lugar hermoso y que ojalá pudiera volver algún día. Después de eso solo recuerdo partes, como imágenes que están sueltas en mi cabeza pero que parecen no tener ningún lugar en donde encajar. Por unos dos meses pensé que nada de eso había pasado, que nunca había visitado ese lago ni que había conocido a esas personas.

 Lo siguiente que recuerdo es despertar cubierto de sangre en la mitad del bosque. Estaba tan asustado que empecé a gritar. Los pedazos de recuerdos iban y venían: recordaba sentí que me arrastraban, que me golpeaban y que… que me tomaban por la fuerza. Recordaba y sentía los golpes por todo el cuerpo pero las imágenes no se quedaban nunca mucho tiempo en mi mente. Solo flotaban frente a mi y se perdían. El dolor, en todo caso, era real así como el terror que sentía por estar en un lugar que no conocía.

 Traté de ponerme de pie pero el dolor en mis piernas era demasiado, como si me las hubieras doblado a la fuerza. Grité con la poca voz que tenía pero nadie vino. Empecé a llorar y fue entonces cuando me di cuenta que alguien estaba por allí. No podía ver nada también porque mis ojos estaban algo borrosos, pero sentía una presencia, alguien o algo grande cerca de mi. Fuese lo que fuese, nunca se acercó a mi sino que solo me miró y, después de un buen rato, lo oí escabullirse por entre los árboles. Fue entonces que recuperé mi voz y grité con todas mis fuerzas antes de desmayarme.

 Eventualmente me encontraron y me trasladaron al hospital más cercano. De allí me remitieron a un hospital en la ciudad donde vivo. Me hicieron exámenes de todo tipo y algunas cirugías ya que tenía cortes profundos un poco por todas partes. Cuando un día vino la policía a mi habitación del hospital, no pude sino sentir que me iban a dar una noticia horrible. Pero la verdad era que no sabían nada y querían que yo les dijese que había pasado. Les conté de mi problema de memoria y lo único que recordaba pero parecían no creer en nada de lo que yo les decía. Al final, me confirmaron que había sido asaltado sexualmente pero que no había como averiguar quien lo había hecho.

 Era algo que ya sabía entonces no me afectó tanto como la gente pensó que iba a ser. De hecho, algunos se preguntaron si no estaría yo mal de la cabeza por tener una reacción tan pasiva a una noticia tan dura. Lo grave fue que mi cerebro pareció entender esto como una nueva oportunidad para traicionarme porque al otro día, de nuevo, desperté en un lugar que no conocía y tenía pedazos que iban y venían pero parecían ser menos violentos que antes. Cuando me di cuenta, estaba desnudo en un parque y cuando alguien me descubrió, pensó que era algún pervertido y la policía vino a llevarme.

 No fue mucho el tiempo que pasé en la celda. Solo una noche, una sola noche en la que la policía no hizo nada sino tratar de procesarme pero no tenían como. Me mandaron a mi casa y estuve agradecido por ello porque yo solo quería descansar. Era increíble pero a pesar de haberme quedado dormido varias veces en los últimos días, no sentía nada de descanso en el cuerpo. Más bien lo contrario. Fue a la tercera vez, cuando amanecí desnudo en una casa desconocida, que de verdad me asusté.

 Porque de nuevo estaba cubierto de sangre pero esta vez estaba en una casa, en una cama. Pero no eran las mías. Lo peor fue que a mi lado, había algo y contuve un grito al ver que eso que estaba allí había sido una persona. La sangre estaba por todos lados. Solo pude pensar que había sido yo y que estos apagones mentales se debían a que tenía otra personalidad, una mucho menos agradable que la normal. Había asesinado y no me quedé para averiguar quien era. Solo me lavé como pude, robé algo de ropa y de dinero y me fui. Era una casa pequeña en el campo y tuve que tomar un bus de una hora para llegar a mi casa.

 Lo primero que hice fue buscar los resultados de los exámenes que me habían hecho. Luego, hice una cita con una psicólogo particular quien era conocido por hacer sesiones de hipnosis. Decidí que era la única forma de sacar lo que estaba en mi cabeza, de estar frente a frente de lo que me estaba atormentando. Al fin y al cabo era ya no solo una víctima sino también un victimario, un asesino.

 La sesión dio sus frutos pero tal vez fue demasiado efectiva porque cuando volví a mis sentidos, el hombre estaba aterrorizado. Parecía que alguien lo había asaltado: tenía rasguños y golpes y me di cuenta que yo tenía sangre en las uñas y los nudillos raspados. No tuve tiempo de decir nada. El hombre llamó a un instituto psiquiátrico y me internaron. Estoy aquí desde hace tres meses y no parece que vaya a salir muy pronto. Nadie ha venido a visitarme así que no sé si mis padres sepan que estoy aquí, si sepan que estoy loco y que he matado gente.

 Sin embargo, en la soledad de mi habitación, he aprendido a calmarme y a aprender sobre lo que me pasa. Todavía sucede que me duermo y aparezco cubierto de rasguños y hay saliva y semen y sangre por todas partes. Los enfermeros y otros enfermos dicen que hago ruidos horribles en la noche y que parezco un animal en celo, yendo de pared a pared como un lobo con rabia.


 No sé que tengo adentro pero quisiera sacármelo. Nunca me había sentido loco pero ahora empiezo a pensar que tal vez lo esté. No sé si tengo a alguien más adentro o si soy yo el que hago todo y me lo niego. Pero sé que lo que más deseo es que, algún día, eso que tengo dentro me traicione de verdad y decida matarme. No veo otra salida.