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viernes, 13 de enero de 2017

Se necesita

   No había trabajo en ningún lado o tal vez era simplemente que no querían contratarlo. El punto era que Nicolás había estado buscando editoriales por mucho tiempo, enviando su información personal y esperando, cruzando los dedos, para que algún puesto de trabajo apareciera para él. La verdad era que no se podía poner exigente y, con tal de que hubiese un salario estable, no le importaba cual fuese el puesto a ocupar. Mensajero o asistente, limpiador o casi pasante, cualquier cosa con una paga vendría bien.

 Se había empeñado en estudiar literatura, a pesar de que sus padres habían estado siempre en contra. Le pagaron los estudios pero casi pensando que tendrían que pagar de nuevo cuando se dignara a estudiar algo que valiera la pena y que lo ayudara a salir adelante. La pasión de Nicolás eran las letras y no había nada más que lo llenara tanto como escribir o leer, eran sus dos cosas favoritas y, cuando no estaba desesperadamente buscando trabajo, eso era lo que hacía donde sea que se encontrara.

 Pero ya habían pasado meses y nadie le ofrecía trabajo ni le ponían atención para los pocos que de hecho ofrecían. También envió manuscritos, pidiendo dinero a sus padres para los envíos, y tampoco había dado frutos. Cada día se sentía peor, cada día sentía que se convertía más en un chiste y no en un adulto hecho y derecho. Se sentía destruido y a punto del colapso nervioso. Nadie lo presionaba, ni siquiera sus padres, pero la presión que él mismo ejercía sobre su situación era apabullante.

 Un día, decidió enviar su hoja de vida a miles de otros lugares. Eran correos de tiendas, cafeterías, constructoras, inmobiliarias, restaurantes y muchos otros lugares. Estaba tan cansado de esperar que ya no guardaba esperanzas de cumplir su sueño de ser un escritor reconocido. Ahora lo único que quería era trabajar y poder dejar de sentirse como una alimaña, como un ser que vive de los demás sin dar nada a cambio. Mejor dicho, como un virus que no aporta nada a nadie.

 Fue una semana después de esa intensa tarde frente al portátil cuando, navegando entre una enorme cantidad de correos electrónicos de rechazo, encontró uno de un lugar en el que le ofrecían trabajo y al mismo tiempo le garantizaban la publicación de una de sus obras. La editorial parecía ser pequeña porque no había mucha información en internet. Y el nombre de la tienda tampoco generaba mucho en los buscadores. Era como si fuera un gran misterio, uno que él estaba dispuesto a resolver, pues no perdía nada al atender ese extraño correo.

 Llamó al número que le proporcionaban. Al otro lado de la línea le contesto una joven, una chica que por su voz parecía ser más joven que él. Le dio los detalles de la tienda y acordaron verse al otro día, en la tarde. La dirección no fue difícil de encontrar, era en medio de una zona comercial bastante reconocida aunque un tanto venida a menos en comparación a otros lugares mucho más populares de la ciudad. Esa zona era de edificios viejos y marquesinas con tipos de letra ya pasados de moda.

 La tienda estaba en un desnivel, inferior al nivel de la calle. No tenía ningún letrero y cuando Nicolás verificó la dirección, se dio cuenta de que no había cometido ningún error. Así que había la posibilidad de que le hubiesen hecho una broma o de que se estuviera metiendo en algo que no entendía muy bien. El caso es que la tienda era una de artículos para adultos, con juguetes sexuales en la vitrina, disfraces y una larga hilera de películas en el fondo del local que se podía ver desde el exterior.

 Como no reaccionaba por su sorpresa, una chica de unos dieciséis años que estaba en el mostrador de la caja se acercó a él y le preguntó si era Nicolás. Su voz era como de alguien harto de todo y no parecía muy entusiasmada de ser la que tuviera que recibir a la clientela, muchos menos a gente que no venía a comprar nada. Le pidió que la siguiera y Nicolás se movió automáticamente, sin saber que decir o hacer. Cuando se dio cuenta, estaba frente a la hilera de películas, esperando al lado de una puerta de color rojo.

 Al lado de la puerta había una cortina. A través de ella salió de repente un hombre alto, bastante bien parecido, con barba de varios días. Apenas miró a Nicolás al salir. Después salió otro, estaba vez un hombre de uno sesenta años que sonreía tontamente. Dos hombres más salieron y otro más entró a través de la cortina mientras Nicolás esperaba por el dueño de la tienda. La chica había vuelto a la caja, donde leía una revista sin cambiar su cara de aburrimiento permanente.

 Cuando por fin se abrió la puerta, Nicolás se sorprendió al ver salir a una mujer y no un hombre. Resultaba que el dueño original del negocio era su marido pero él había muerto hacía poco y ahora era ella la encargada de mantener la tienda a flote. Su nombre era Teresa y le dio un apretón fuerte a Nicolás, que lo sintió como un choque eléctrico. La mujer soltó una carcajada y le dijo a Nicolás que siguiera a su oficina. Lo primero que le dijo era que sentía mucho si se había sorprendido con la naturaleza del negocio pero que ella había redactado mal por estar pensando en otra cosa.

 El trabajo que le ofrecían a Nicolás era simple: atender la tienda a tiempo completo pues la hija de la dueña debía empezar pronto la universidad y ya no tendría tiempo de trabajar. Se necesitaba trabajar en la caja, organizar las cuentas, ordenar los productos y hacer inventario, todo lo usual que se hacía en una tienda. Nicolás no dijo nada hasta que Teresa lo miró un poco asustada, pues no había dicho ni una palabra desde que había entrado. Lo primero que dijo fue “no tengo experiencia”.

 Otra carcajada de la mujer. Le aclaró que eso no importaba pues no era algo demasiado difícil de hacer. Solo era llevar cuentas y saber organizar y cobrar por cosas, nada muy extraño. Nicolás preguntó por la cortina y la mujer le explicó que había cabinas de video pero los hombres pagaban a una máquina así que no había necesidad de hacer nada con ello, excepto dejar entrar a la mujer que limpiaba al final del día. Nicolás asintió y preguntó por fin lo que le daba más curiosidad: la publicación de su escrito.

 Fue entonces que Teresa sonrió amablemente y miró hacia un punto detrás de Nicolás. Él se dio la vuelta y pudo ver una fotografía bastante grande en la que había solo dos personas: una era obviamente la mujer que tenía adelante pero varios años más joven. Y el otro era un hombre guapo, de barba bien perfilada y ojos claros. Ella explicó que era sus esposo, un amante del arte en general  que siempre había estado obsesionado con ayudar a otros artistas a salir adelante como fuera.

 Por esa razón había creado una pequeña editorial, algo casi casero, en donde pudiese publicar pequeños libros de poesía, literatura, fotografía o cine. Los temas eran diversos y Teresa le dijo que muchos artistas habían recibido esa ayuda de su marido y que así habían empezado a ser reconocidos en el circulo de las artes. Era una ayuda pequeña porque no eran una editorial reconocida pero la hacían con todo el amor posible. Eso era lo que le ofrecía Teresa a Nicolás, fuera del salario normal.


 El chico no se lo pensó dos veces. Pronto tendría treinta años y era mejor tener algo que no tener nada. Sus sueños podían esperar. Publicar algo pequeño con desconocidos era mejor que nada y de paso podría usar el dinero por atender la tienda para mejorar muchos aspectos de su vida que necesitaban un ayuda urgente. Aceptó el trabajo y ese mismo día acordaron verse dos días después para el papeleo. A la semana siguiente ya estaba detrás del mostrador, ayudando a clientes de todo tipo, dándole a su cerebro miles e historias nuevas para la publicación que se acercaba.

lunes, 22 de agosto de 2016

Mis sueños

   De repente, estaba caminando por un paraje desconocido. Bajo mis pies, una extensa playa de arena fina y blanca, sobre mi cabeza un cielo tan azul y desprovisto de nubes que me hicieron dar cuenta de inmediato que no estaba en ningún lugar que conociera bien. De hecho, cuando me di cuenta que el agua se movía de forma extraña, supe que no era que estuviese en un sitio desconocido sino que estaba soñando.

 Era raro porque por mucho que me esforzaba, no podía recordar cuando me había dormido. Puede que hubiese sido en casa, en la noche, pero tal vez estuviese dormido en otra parte con la imaginación funcionando a máxima potencia.

 Saber que estaba soñando no fue suficiente para detener el  extraño sueño. El agua que parecía sólida se convertía en liquido apenas me agaché a tocar. Era gua común y corriente y sin embargo parecía un espejo pocos metros más allá, como si se hubiese congelado o, mejor aún, como si toda la zona fuese una enorme porción de gelatina. Me puse de pie y seguí caminando por la orilla, mirando hacia el horizonte a ver si avistaba lo que yo creía que podía estar más allá. Pero no vi nada de nada por mucho que me esforcé. 

 Fue entonces que me di cuenta que no había sol por ninguna parte. Es decir, se sentía el calor del sol y ciertamente había luz natural iluminándolo todo y sin rellanar nada en particular. Era algo muy extraño no ver la típica esfera amarilla colgando encima de mi cabeza. De todas maneras seguí caminando, como si supiese muy bien para donde estaba yendo.

 La fina arena se metía entre mis dedos pero se retiraba con suavidad, apenas dejando atrás un polvillo de polvo en mis pies. Se sentía tan real que tuve que agacharme a tomar un poco del suelo para tocarla con las manos. En efecto era como tratar de sostener agua en las manos: la arena era tan fina que se escurría con facilidad. Era más parecida al agua de verdad que el agua que había allí.

 Después de tocar la arena fue que me di cuenta de que estaba desnudo. No llevaba ninguna prenda de ropa, ni una gorra ni unos calzoncillos ni medias ni nada. Estaba completamente dormido y solo en el escenario así que podía seguirlo así todo el tiempo que quisiera y no pasaría nada. Estar desnudo, de todas maneras, se sentía excelente. No había espejos para verse uno mismo pero no era necesario: me sentía perfectamente bien y nada incomodo.

Caminé hacia la parte alta de la playa y entonces vi que su extensión era limitada y que, hacia el otro lado, había algo que brillaba en la oscuridad, pues a un lado de la playa, del lado opuesto al agua, todo era oscuro y apenas se intuía que había más de lo que se notaba.

 Sin pensarlo dos veces, empecé a caminar hacia el brillo de luz. La intensidad del sol artificial fue decayendo poco a poco y muy pronto mi cuerpo sintió el frío que emanaba de la región oscura de mis sueños. Pronto ya no hubo más luz, la playa ya no existía y solo estaba yo flotando en el espacio. Podría parecer es una situación un tanto desesperante pero creo que jamás me he sentido más en paz. Era como una pequeña sala de meditación, en la que podía pensar sobre cualquier cosa y  estar completamente cómodo con mi análisis personal.

 Allí no me quedé mucho tiempo. Se sentía bien pero no había nada que quisiese pensar mucho o sobre analizar. Ya esa etapa se había terminado y ahora estaba muy emocionado por lo que podría ser en un futuro, la siguiente etapa del extraño sueño.

 No tuve que esperar mucho. Aparecí tal cual como soy, todavía sin ropa, en mitad de una calle muy comercial con gente yendo y viniendo por todas partes. No lo miraban para nada y él entendió que su objetivo no era ponerles atención sino buscar algo mucho más completo, más real. Caminé por la acera de mi imaginación, encontrándome con puestos de comida y gente ejercitándose. Algunas personas parecían de verdad vivir allí. Era como si de verdad creyeran ser reales.

 Después de caminar un buen rato, llegué a un edificio muy alto y entré sin decir nada. No tenía pase ni dinero pero eso no impidió que me dejara seguir como si el edificio fuese mío. Ya adentro, volvía a estar completamente solo. Me dirigí a la zona de ascensores y esperé a que llegara uno. Me miré en los espejos mientras tanto y fue entonces que me di cuenta que en todo este segmento no había un solo espejo por todas partes. Ni dentro del ascensor ni en la zona de espera ni en ningún lado.

 Cuando la puerta del aparato se abrió, me metí sin pensarlo. El viaje al piso más alto fue bastante rápido, mucho más de lo que sería si en verdad estuviese en el ascensor, si fuese una persona real con dedos que estuviesen apretando los botones correctos.  Cuando se abrió la compuerta, sentí el aire del exterior y fue cuando vi que había llegado a la parte más alta de la Torre Eiffel. Son embargo, no se veía nada allá abajo.

 Como estaba solo, me senté en el metal y miré hacia la neblina que cubría la ciudad abajo. Me puse a pensar que este sueño no tenía sentido alguno, siendo el único denominador común el hecho de estar desnudo en todas las tomas. Estaba claro que tenía que ver con imagen o algo por el estilo pero no lograba ubicarme dentro del mundo de los sueños. Tanto intenté, que por un momento el tiempo pareció frenarse.

 Creo que fue lo aburrido que estaba lo que cambio el escenario de nuevo: ya no estaba en la parte más alta de una torre sino que estaba en una fiesta llena de hombres sin camiseta. Solo yo estaba completamente desnudo y a nadie parecía importarle. Con mis amigos presentes, bailamos un buen rato. Era una fiesta de día con montones de personas por todas partes, reconocía muchos rostros pero no distinguía sus voces la una de la otra. Daba un poco de miedo cuando se acercaban demasiado pero era todo un sueño y sabía que no podía lastimarme.

 Desperté de golpe, cubierto en sudor, con la única sabana que tenía como cobertor. El calor del verano se sentía por todos lados, sintiéndome pegajoso con todo lo que tocaba. Antes de despertar propiamente me puse de pie como pude y caminé hasta el baño. Miré mis pies caminando y pude reconocer que los pies que tenía en el sueño eran diferentes. No lo di mucha importancia a ese detalle. Oriné y luego pasé por la cocina . Me serví cereal con leche y nada más pues no me gusta cocinar nada por la mañana.

 Fue llegando a mi habitación que me di cuenta de que estaba desnudo de nuevo. Tras dejar el plato de cereal en la mesa de noche, me recosté en la cama y cerré los ojos por un momento. Todo se sentía extraño después de haber soñado tanto, me sentía como después de una operación o algo así. No sé que era lo que había pasado pero sabía que era algo que tenía que ver conmigo, obviamente.

 Me senté en la cama y empecé a comer mi cereal viendo que había en la tele y entonces, pasando los canales, me di cuenta de que muchas de las personas que había visto en esa calle imaginaria estaban ahora allí, mirándome desde las imágenes de la televisión. Al comienzo pensé que era una extraña coincidencia pero después entendí que la explicación era muy simple: no había dejado de soñar. Me pellizqué al instante y no sentí nada. Frustrado con mis sueños, tiré el plato de cereal al suelo y no se rompió ni se regí, solo quedó mágicamente de pie como si nada.

 Salí por la puerta de mi habitación y afuera había un balcón enorme. Había instalado un set fotográfico con luces y una cámara muy moderna, perfecta para buenas tomas. Debía haber un fotógrafo pero jamás le vi la cara. Tras un flash y otro, por fin me sentí de despertar de verdad. Estaba desnudo de verdad pero esa sí era mi cama y mis pies se veían normales. Estaba sudando mucho miraba de un lado al otro.


 De nuevo me pellizqué con fuerza y esta vez marqué mi piel, casi sacando sangre. Me puse de pie y pronto olvidé lo que había soñado. No pensé más en ello pues no creo que signifique nada. Solo había sido un viaje a mi interior.

miércoles, 15 de junio de 2016

Las pequeñas cosas

   La gente no sabe nada. La gente no tiene idea de lo que significa algo para alguien más, de lo que algo insignificante puede simbolizar para alguien que no tiene tantas cosas alrededor. Puede que sea cierto el hecho de que, en el mundo de hoy, se le ponga atención a un montón de cosas que la verdad no tienen nada de importancia. Pero así son los cambios, así son las nuevas olas que vienen a reordenar todo lo que no estaba bien ordenado. Porque las cosas que son estables y que tienen sentido no tienen porqué cambiar con el tiempo. Eso es evidente.

 No sé de qué estoy hablando y al mismo tiempo siento algo de rabia. Me siento un poco susceptible, tal vez por el virus que tengo en el cuerpo. O tal vez sea porque estoy solo y me siento solo y todo me hace sentirme cada vez peor. Siento que me atacan de un lado y de otro, siento que no quieren dejarme un piso sobre el cual caminar y es entonces que me pregunto: ¿que fue lo que hice?

 Sinceramente no sé que hice, a quien, como o cuando. No tengo la más remota idea si es eso o es que tengo complejo de persecución y en verdad no ha pasado nada como eso. Tal vez soy solo yo que creo que todos vienen por mi pero tal vez la realidad de las cosas es más evidente y recurrente de lo que pienso en primera instancia. Tal vez no se trata de nadie más sino de mi. Es decir, estas cosas pequeñas que me afectan tanto puede que sean mi culpa, incluida el virus que tengo.

 Ya me está doliendo la cabeza de nuevo, un poco detrás de los ojos. Me duele al tragar y también me duele el cuerpo, los pies y todo lo demás. Sin embargo cocino y hago ejercicio, trato de no encerrarme y hacer nada pero creo que podría ser una buena opción si las cosas siguen como están. Esas cosas pequeñas, eso que va pasando poco a poco, va rompiendo lentamente la resistencia de las personas, como las olas del mar rompen los obstáculos que les ponen.

 No puedo pensar bien. Ni siquiera sé si tiene sentido lo que estoy pensando. No sé si alguien me persigue o si todo es culpa mía. La verdad no tengo problema con que todo sea culpa mía pues no me sorprendería tampoco. No soy tan importante como para que alguien me siga y quiera destruirme. Soy tan insignificante que me daría risa que alguien se dedicara a destruirme a mi cuando hay mejores rivales.

 Me duelen los oídos también pero eso es porque me los tapo para dormir. No soporto el ruido de la gente en la mañana y no me gusta que me nieguen el derecho a dormir. Ya tengo suficiente con no poder dormir yo, no necesito que nadie empeore esa situación. Tal vez la falta de sueño tenga que ver con todo esto. Tal vez deba dormir más…

 Pero eso hice ayer. O traté de hacerlo, al menos. La verdad es que no cambió nada. Da igual si duermo o no, si me pongo sobre mi cabeza o me siento a no hacer nada. Parece que no hay cambio pero sin embargo las cosas pequeñas sí cambian y me saca de quicio. Me duele un poco y lo reconozco pero como no sentirse mal por algo que ha estado ahí por tanto tiempo y ahora ya no existe. Es una lástima completa.

 Antes tenía un lugar al cual acudir cuando me sentía mal, cuando quería que me subieran el animo. Después pasé a otro y ahora tampoco lo tengo. Creo que son lugares comunes que necesito, en los que me siento cómodo. Pero ya no. ¿Como sentirme cómodo de donde me echan? Eso no tendría ningún sentido. Creo que me he quedado sin ese rincón que solía necesitar o tal vez todavía necesite. Creo que ya no lo tengo y no sé si todavía me importa, es muy pronto para saberlo.

 Lo que más me preocupó, de entrada, fue recuperar todo lo que había construido. Al menos sé que eso, parcialmente, está a salvo. Y digo parcialmente porque no es por completo. Algunas palabras se han perdido, algunas conexiones que existían y ya no están. Ya no volverán a ser y se habrán perdido para siempre. No creo que importe pues esas cosas cambian todos los días y no se mantienen estables jamás, a lo largo de ninguna de nuestras vidas.

 Tal vez le estoy dando demasiada importancia pero no lo sé. Como acabo de decir, apenas lo estoy procesando. Apenas estoy asimilando que hay una parte de mi que está furiosa, hay una parte de mi que tiene rabia. Pero también quiere volver a comenzar, quiere volver al ruedo y reiniciarlo todo de nuevo.

 Pero de eso no estoy seguro. Yo no soy como aquellos que dicen que si fallas una vez lo intentes una y otra vez hasta que aciertes. A mi eso me parece una tontería. Si solo fallas una vez e intentas de nuevo y vuelves a fallar, es hora de salirse del camino y dejar que atropellen a alguien más. Me parece que es lo más sensato que se puede hacer. Hay que saber rendirse en algún momento, saber cuando parar.

 Y creo que esta es una de esas oportunidades que me gritan: “¡Para!”. Y creo también que es hora de escuchar. Al menos por ahora no tendré el mismo empuje, las mismas ganas de hacer las cosas, de ir por ellas y de mostrarme orgulloso ante todo. Ya lo he hecho y lo único que ha respondido el mundo es que no le interesa en lo más mínimo lo que yo haga o lo que no haga. Al mundo no le importo pues somos demasiados y no tendría el mínimo sentido.

 Eso no significa que no haya gente a la que le importe. Claro que la hay. Pero todos sabemos que eso casi nunca es suficiente, siempre queremos más y más. Incluso yo, que no me considero una persona con ambición, quisiera que algo más de gente me apreciara o viera cosas en mi que yo no haya visto, con en las películas. Pero esas películas son inventos, son bonitas ilusiones que no reflejan nada la vida real de las personas. Son artificios que sirven solo para distraernos de nuestras aburridas vidas reales.

 Creo que por eso me gusta el cine. Porque me gusta sentirme engañado y hay engaños que son muy efectivos y saben llegar directo al alma. Algunos están tan bien hecho que es un placer contemplarlo y disfrutarlo, solo o con compañía. Yo casi siempre lo he hecho solo pero en ocasiones también con otra gente y, en esos caso también, las expectativas pueden variar bastante. En fin, todo el mundo es distinto.

 Por eso a algunos les dará igual lo que me pasó hoy a mi. Es ridículo despertar y ver que una parte de tu mundo, una pequeña parte, ha cambiado y las consecuencias que eso tiene para todo tu pequeño planeta, para las tontería que crees y en las que no crees nada, lo que piensas y lo que no y todas las variables que existen. Es todo un chiste que muchas veces no tiene la mínima gracia. El punto es que no es lo mismo para todos, de eso estoy seguro.

 Algunos caminarán derecho y pensarán: “¿Bueno, y a mi que me importa?” y seguirán su paso firme hacia delante, como siempre. Para otros será el fin del mundo e incluso derramarán lágrimas y se echaran a morir durante un tiempo sobre sus camas o en el mismo suelo. Tendrán recuerdos claros con esas pequeñas cosas y los tendrán en la mente como una de esas películas, pero con un guión todavía mucho más dramático y mucho menos pulido e interesante.

 En mi cabeza no sé qué pasa. El dolor de garganta que tengo hace una semana tiene la primera fila pues parece que se le da la gana de irse y eso me da miedo de verdad. Me pone a pensar como un loco y no quiero ponerme a pensar porque puedo llegar a conclusiones alarmistas que ahora mismo no me sirven de nada.


 Y además está todo lo demás, todas las otras cosas en las que tengo que pensar por estos días, por estos tiempos, y la cabeza no me da para tanto. Las pequeñas cosas son una patada fuerte en mi zona más vulnerable pero son cosas que pasan y que el tiempo se lleva como cuando se barren el polvo de la casa. Todo es polvo en esta vida, incluidos nosotros. Así que, sea o no sea nada, debo seguir porque me toca.

domingo, 13 de marzo de 2016

Él no existe

   Me pasa seguido. A veces cuando veo a alguien que me gusta en alguna parte o a veces solo cuando mi mente se queda en blanco y no tengo nada en particular en que pensar. Mi mente se va yendo lentamente y entonces se forma siempre la misma imagen en mi mente. Bueno, no siempre es la misma ya que con el tiempo ha ido cambiando un poco pero lo básico siempre es igual: estoy yo y está él y no hay nadie más sino nosotros. A veces se trata solo de un beso y otras veces es un abrazo suave, que puedo llegar a sentir si estoy muy inspirado en el momento. A veces también puede ser hacer el amor o momentos antes o después de eso. Varía mucho y no sé de que dependa, probablemente de mi ánimo del momento y de la persona que imagine.

 Después es que la realidad me golpea en la cara y caigo en cuenta que nada de eso es verdad y que, en mi vida, eso ha pasado tan pocas veces que las puedo contar con los dedos de una mano y me sobran dedos. Claro, habrá quién diga que con dos veces que te pase eso en la vida es suficiente pero eso sería cierto si la segunda vez fuese más duradera o las dos. Pero en mi caso ni siquiera estoy seguro de haber sentido algo real alguna vez. La verdad es que no sé que he sentido ni que han sentido por mi, pues es difícil preguntar semejante cosa. Además las personas rara vez darán una respuesta real, si es que todavía se les puede preguntar. Y para mi el tiempo sí que pesa bastante. No es lo mismo una relación de tres meses que una de un año o más. No hay punto de comparación.

 Cuando voy por la calle o donde haya gente, pasa que también tengo esos pequeños momentos en los que imagino cosas. Pero lo divertido del cuento es que no me imagino en mi mente a la persona que estoy viendo en vivo sino que la transformo un poco, principalmente porque lo más normal es que no conozca la voz de la persona y mucho menos su personalidad y manera de ser. En mi mente siempre son amables y bastante cariñosos, de hablar suave y de modales impecables. Siempre se preocupan por mi y saben exactamente que decir para sacarme una sonrisa o para hacerme sentir mejor. Me los imagino perfectos o casi.

 A uno así no he conocido nunca. Puedo decir, y no quiero decir con esto que esté orgulloso, que he salido con muchos durante buena parte de mi vida. Y sí, confieso que no ha sido precisamente para buscar amor para siempre. Normalmente siempre empiezo al revés y sé muy bien que eso nunca termina bien. Es decir, eso nunca va a llegar adonde yo de verdad quisiera que llegaría. Si te acuestas con un hombre de entrada, el respeto se pierde casi al instante, así como el misterio y esa gana como de descubrir y tratar de ganarse a la persona averiguando como es y todo eso. Siempre lo he hecho mal y lo sigo haciendo.

 Me besan con suavidad, con tiempo, como si no importara nadie más sino nosotros. Me encanta que lo hagan así porque eso para mí quiere decir que hay mucho más que un interés rápido. Por eso en mi imaginación todos se toman el tiempo, todos dicen mi nombre y yo sé el de ellos. Siempre sé como son aunque a veces ni siquiera les veo la cara, sobre todo en sueños, y la verdad es que no sé de donde salen ni porqué. Pero no importa pues ahí están. O ahí está. Nunca he sabido si lo que imagino es a uno que puede ser muchos o a muchos que representan a ese único que quisiera conocer algún día. Supongo que la idea es que sea alguien tan especial que no sepa yo nada en absoluto. Así que no me molesta si no entiendo todo.

 El otro lado de las cosas es que, en la realidad, los chicos siempre se interesan en otro tipo de hombres para salir y esa es una verdad del mundo de los hombres que les gustan los hombres. Si alguna vez se lo preguntaron es igual que entre hombres y mujeres: hay unos que invitarías a casa a presentarle a tu mamá y hay otros que nunca dejarías que se acercasen, ni siquiera a tus amigos. Eso es así con todo el mundo. Y yo, y no es por hacerme la victima, siempre he estado del lado de esos a los que nadie quiere que conozcan. Bueno, al menos en casi todos los casos porque también he conocido un par de madres. Lo malo es que, con el tiempo, se revela que no era yo el tipo de persona para aquello entonces soy yo mismo el que me pongo en el grupo de los que están solo por un tiempo.

 Antes de dormir me sucede mucho, que pienso bastante en el tema. A veces es sexual pero a veces, si hace frío, me imagino unos brazos a mi alrededor, el sentir de una piernas entrelazadas con las mías y entonces sonrío aunque no haya nadie. Para mi ese es el punto fuerte de una relación, el momento en el que se comparte algo tan intimo como la cama, que para mi siempre ha sido algo tan personal. Además creo que es algo que imaginamos todos en algún momento, sin importar quienes seamos. Porque querer compartir un momento como ese, de palabras susurradas y calor compartido, creo que es algo que todos idealizamos y nadie deja de pensar.

 Irónicamente, yo jamás he dormido con nadie. Es decir, nunca he pasado la noche a dormir en la cama de nadie. Esto tiene una simple explicación: como dije antes, soy de los que no presentas a nadie y como uno de estos pasa seguido que me piden que me vaya o simplemente me dan ganas de irme porque se siente todo muy incomodo cuando ya ha terminado. Así que ni siquiera hay necesidad de decir nada. Solo coge uno sus cosas y se va, sin más. Confieso que me encantaría quedarme toda una noche con alguien pero entiendo que eso requiere algo que nunca he conocido y es alguien al que de verdad le gustes y que no tenga problemas de ningún tipo. Y que de paso tu tampoco los tengas. Se requiere algo de madurez.

 Por eso todo lo que imagino suele pasar en un futuro próximo, obviamente desconocido. Es un lugar muy bonito donde todo parece posible, donde todo es lo que yo quiero que sea y como quiero que sea. Ese futuro próximo me ofrece cosas que siempre he querido y no solo a aquella persona que me quiera sino también un trabajo ideal, un hogar bonito, incluso una mascota que nunca he tenido y tal vez ni vaya a tener. Por eso cuando me imagino con él, nos imagino en ese lugar solo para nosotros. Ya no se trata de encuentros fugaces o de momentos. No quiero tener solo pequeños fragmentos que no sirven de nada por si solos. Quiero tener algo más sólido y real y por eso mi mente me lleva a un mundo complejo que sé es irreal.

 Porque la realidad es que no tengo mucho para ofrecer. De hecho, hace poco decidí no tener como prioridad el buscar o encontrar a nadie para tener una relación. Es cómico, pues esa decisión no cambió en nada mi situación ni mi vida ni como pasaban las cosas, principalmente porque no era que tuviese muchas opciones o que saliera mucho y conociera gente o cosas así. Fue solo una decisión porque estaba cansado, frustrado de que siempre todo sea para los demás y nada sea para mí. Fue un momento en el que pensé: “Creo que merezco eso y más. Y no tengo porque conformarme con lo poco cuando sé que merezco lo mucho”. Como dije, no me ha servido de nada pero al menos creo que ahora tengo una visión algo más madura del tema. No estoy cerrado ni abierto. Solo estoy.

 Veces incluso hablamos. Hablo con ese ser imaginario que está dentro de la misma clasificación que un unicornio o el ave fénix. Y él me responde y me toca como si yo le gustara. Y me gusta y casi me hace llorar, por razones que conozco muy bien. Porque esa persona lo que hace es reforzarme, viene a apoyarme y a decirme las cosas que nadie nunca me ha dicho con honestidad. Obviamente sé que yo lo controlo todo, siendo mi imaginación, pero es difícil no emocionarse al imaginarse a semejante ser humano. Es perfecto en todo sentido. O al menos lo es para mí y creo que eso es lo que cuenta.

 Pero nadie es así. Y si lo es, no es conmigo. Me gusta la fotografía y me la paso viendo fotos de todo un poco y cuando veo esos chicos que son el estereotipo de chico que todo el mundo busca, me doy cuenta que terminando desarmándolos y veo que detrás no hay nada pues no me creo por un momento que alguno de ellos se pudiese acercar a mi con intenciones de las que ocurren en mi mente. Simplemente no he avanzado tanto para tener esa clase de confianza en mi mismo, que de hecho no es confianza sino sería para mí mentirme sin tapujos. Y para qué decirme mentiras? No me serviría de nada y yo lo único que quiero es que alguien se fije en mi existencia. De ahí en adelante, ya veremos.


 Por ahora lo tengo a él. Que me deja abrazarlo, que huele levemente a duraznos en el cuello y que tiene los pies fríos y me gusta calentar. Él no existe, no es real. Pero, por ahora, es lo que tengo. Y lo amo por eso.