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lunes, 6 de julio de 2015

No más...

   Martina nunca había sido una mujer débil. Le habían enseñado que no debía soportar lo que nadie dijera de ella, más que todo si lo decían con el sentimiento de herir su personalidad. Ella simplemente no lo aceptaba y tampoco cuando alguien quería someterla solo por el hecho de ser mujer. Durante sus años del colegio, siempre le había quedado un mal sabor de boca cuando los chicos podían hacer ciertos deportes de equipo mientras las niñas practicaban ballet u otras actividades de “menos riesgo”. Era una doble mentira porque el ballet podría ser una tortura si se hacía con intensidad y los deportes de equipo eran necesarios para crear una visión más grandes de las cosas. Fue ya casi al final de su escolarización que introdujeron los equipos de mujeres.

 En la universidad, se ganó la reputación de ser una chica especialmente dura con los hombres, una mujer con la que simplemente uno no se metía. Había algunos “valientes” que lo intentaban y ella hubiera querido que funcionara pero siempre terminaba dándose cuenta que eran unos ignorantes. No porque quisiera sexo de inmediato, cosa que a ella no le molestaba, sino porque siempre tenían comentarios sexistas y estúpidos para con ella o sus compañeras. Se les iban los ojos por una mujer en minifalda o las que se comportaban como si fueran prostitutas y para Martina eso era demasiado básico, demasiado animal y era algo que no le gustaba. Eso sí, pensaba que de pronto ella estaba mal pero ya era muy tarde para cambiar de personalidad.

 Los pocos que sí lograban tener algo con ella eran pocos y siempre duraban una corto tiempo. Se aburrían porque les parecía que estar con Martina era demasiado complicado, que se requerían muchas cosas que ellos o no tenían o simplemente no estaban dispuestos a dar. Para Martina esto fue difícil porque no era de piedra. Si bien no soportaba que la sometieran de ninguna manera, sí soñaba con tener alguien que la entendiera y con quien compartiera gustos y demás. Pero no parecía que esa persona fuese a llegar pronto y los años de universidad fueron uno más deprimente que el otro.

 Pero a pesar de eso hizo varias amigas, que le ayudaron a reforzar sus convicciones y a seguir luchando por lo que ella creía. Instalaron un club en la universidad para defender los derechos de las mujeres y participaban en protestas con frecuencia. Martina estaba orgullosa de todo eso porque sabía que era gracias a ella que algunas de las chicas habían salido de la oscuridad para contar los casos que habían sufrido tanto en la universidad como en la vida en general. Martina supo que debía seguir luchando luego de la universidad y lo tenía todo planeado para especializarse en estudios de género y combinarlo con si titulo en derecho. Iba a defender a las mujeres donde y como pudiera.

 Pero entonces algo pasó que cambió su visión de las cosas. Como suele pasar, los eventos traumáticos pueden tener efectos bastante fuertes y potentes en las personas. Para ella fue una violación. Las reuniones del club a veces acababan tarde y normalmente salían juntas hacia los paraderos de sus buses o a coger taxi. Sabían que no lo debían hacer solas tan tarde en la noche. Pero una de esas veces Martina simplemente hizo lo opuesto y se arrepiento para siempre. Un hombre había estado observándolas y evidentemente estaba en contra de sus actividades. Así que la siguió, la drogó con algo y la violó en una calle oscura por donde nadie nunca pasó sino hasta la mañana siguiente, cuando una ancianita dio la alarma y Martina fue llevada al hospital.

 Nunca nada de lo que había vivido había sido tan malo, tan horrible y tan difícil de entender. Ella sabía que los hombres podían ser difíciles pero no entendía, simplemente no podía comprender como alguien podría seguirla y luego hacerle lo que le hizo. El hombre cometió el error de hacerlo de nuevo, a otra chica del grupo pero en esa ocasión hubo testigos y lo atraparon en el callejón antes de que hiciera la peor parte. Lo enviaron a la cárcel y estaría allí por mucho tiempo. Pero para Martina era demasiado tarde. Cuando ya salió del hospital, tuvo un caso de depresión profunda y no salió de su casa en varios meses, lo que retrasó su sueño de graduarse y seguir estudiando.

 Su familia estaba en shock y no hacían mucho para ayudarla. Quién podía culparlos? Lo único que pudieron hacer fue enviarla a un hospital especializado para que se mejorara rápidamente. Pero el proceso fue lento y Martina estuvo internada un año y hay que decir que el tratamiento solo sirvió a medias. Si bien ella mejoró en estado de ánimo general y ya era capaz de hacer cosas y conversar e interactuar con otros, mostraba una agresividad especial hacia los hombres. No era que les hiciera nada sino que no hablaba con ellos y pedía que solo enfermeras mujeres y doctoras la atendieran. Lo mismo hacía con los demás internos. Nada de hombres. Cuando le dieron la salida, le explicaron esto a la familia y ellos, de nuevo, no supieron que hacer.

 Pero pronto se dieron cuenta que su nueva actitud no abarcaba a los dos hombres más cercanos a ella: su padre y su hermano. A ellos los trataba como siempre ye les confesó que era porque los conocía bien. Pero ir a un centro comercial o algo así era una tortura. Cuando terminó la carrera lo hizo por internet porque ir a clases era demasiado estresante para ella y peor sabiendo que la mayoría de profesores eran hombres. Ella se sentía muy mal porque sabía que no todos tenían la culpa de lo ocurrido pero no lo podía evitar. Le daba físico pánico compartir un ascensor o un automóvil con algún hombre y le causaba mucho estrés.

 Cuando obtuvo su diploma, se reunió con sus amigas del club y todas la apoyaron. Hicieron una pequeña reunión en su casa y allí ella se dio cuenta de que tenía amigas y había posibilidades de salir adelante. Todas ellas eran optimistas y le decían que era un mujer fuerte por haber aguantado algo tan horrible y que esa experiencia la haría más fuerte que nunca y la ayudaría a crecer más como persona para ayudar a otras mujeres en situaciones similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque sentía amor y apoyo por todas partes y eso era algo que parecía que nunca iba a tener allí encerrada en el hospital psiquiátrico.

 Pero entonces, la vida le lanzó otra bola curva que ella no esperaba y cambió su vida aún mas﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽o esperaba y cambinzuiatrico.ra algo que parecs similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque ás. Fue la primera vez que salía de noche y lo hizo con dos amigas que estuvieron todo el tiempo con ella. La situación había sido estresante por la presencia de hombres pero el alcohol había ayudado bastante. Cuando salieron, sus amigas se dieron cuenta que a uno le faltaba su celular y se devolvieron por él y entonces se desató una pelea y Martina se dio cuenta que era entre un hombre y una mujer. Discutían airadamente y el hombre le alzó la mano a la mujer y ella no dijo más y se alejaron caminado. Eso hizo que Martina los siguiera en silencio. Lo hizo por unas cuadras más hasta que llegaron a un parque y allí se reanudó la discusión y en un segundo el hombre golpeó a la mujer.

 Algo más allá de ella tomó posesión de su cuerpo y, cuando se dio cuenta, había tomado una piedra grande de un lado del camino del parque y se la había plantado en la cabeza al hombre. Y lo hizo una y otra y otra vez. Por un momento, el mundo parecía estar en pausa pero entonces la mujer gritó y salió corriendo gritando, pidiendo ayuda para su novio. Martina salió de su trance y corrió con la piedra en la mano. La echó en la basura frente a un edificio pero su mano seguía manchada de sangre. Volvió a casa y se encerró en su cuarto, entre borracha y asustada, por lo que había hecho. El hombre parecía muerto y ella lo había causado. Y, la verdad era, que se sentía bien por lo que había hecho.

 Del caso nunca se supo nada. Algo en algún periódico pero nada más. El tipo sí había muerto y Martina sufrió un cambio en ese momento. De pronto ya no tenía miedo de ningún hombre porque se había dado cuenta de que a los que se portaban mal con las mujeres se les podía someter de manera definitiva. No, en ningún momento tuvo lástima ni pensó en familias o familiares. Si tenían un miembro de la familia que se comportaba como un animal, lo mejor para ellos era que se fuera permanentemente. Martina se mudó a un apartamento sola y retomó sus estudios y consiguió trabajo y todos quedaron con la boca abierta por el cambio tan repentino.


 El hombre del parque no fue el único. Después siguieron más hasta que ella perdió la cuenta. Todos habían atentado contra la vida de alguna mujer y algunos, ella tenía pruebas, eran violadores que pensaban que nunca nadie se enteraría de sus crímenes. Pero Martina sabía y desde el segundo, siempre se encargaba de que supieran porque iban a morir. La mano nunca le tembló y seguiría haciéndolo porque creía, con fervor, que era lo correto.

viernes, 12 de junio de 2015

Florencia y el no

   Toda la vida, Florencia había sabido que su vocación en la vida era pintar. Desde muy pequeña ya sabía usar los diferentes tipos de pinturas, las sabía mezclar y elaboraba imágenes con ellas. Sus padres ponían cada dibujo en su cuarto, como si fuera un premio, para que cada persona que visitase la casa viera lo talentosa que era su pequeña hija. Ya en el colegio se destacaba por lo mismo aunque empezó a tener problemas con las materias relacionadas con las ciencias. No les encontraba sentido alguno y prefería hacer garabatos en su cuaderno durante las clases que ponerse a buscar cuanto simbolizaba la x o que pasaba cuando una cosa y otra se mezclaban en química. El hecho era que tampoco le daba mucha importancia al asunto porque sentía que no era algo útil para su vida.

 Y tenía razón. Pero de todas maneras sus padres y sus profesores empezaron a hablar sobre como ella debía de poner más atención y mejorar sus notas o sino podía tener que repetir el año escolar. Esto no sentó nada bien con los padres que buscaron tutores para su hija y dejaron de apoyar su arte como lo habían hecho antes. No era que le prohibieran dibujar ni nada por el estilo, sino que dejaron de alabar su trabajo y de apoyarla tanto como antes. No querían que su hija fuese de esos niños que repiten años, que los demás juzgan como lentos o tontos. Así que tuvo tutores que le metieron en su pequeña cabeza todo lo que tenía que saber. El año lo pasó con notas decentes y las siguientes vacaciones de verano fueron las más largas para Florencia, o al menos eso sentía.

 A pesar de su logro, sus padres ya no apoyaban su  deseo de pintar y dibujar y demás. Les pidió que la dejaran entrar a unos cursos de verano que había para aprender a dibujar como lo hacen los japoneses en las historietas pero sus padres se negaron y le recordaron que era mejor que se pusiera a estudiar y estuviera muy atenta desde ya, porque no querían tener otra vergüenza como la de ese año. Lo dijeron tal cual. Así que Florencia dejó de pedirles nada y siguió dibujando pero cada vez menos.

 Los últimos años de colegio fueron eternos. No solo porque nunca entendió de verdad ninguna de las ciencias sino porque su impulso se había perdido. Ya no era la misma niña eternamente alegre de antes. Ahora rara vez se le veía reír o sonreír y sus amigos se podían contar con una sola mano, algo que no era malo de por sí pero hay que tener en cuenta que ella siempre había sido la que hacía grandes fiestas de cumpleaños con muchos niños y actividades por doquier. Eso se acabó y nadie nunca preguntó porque. Ni los niños ni sus propios padres se indagaron al respecto y, cuando ellos le regalaron un viaje en crucero para celebrar su graduación, ella lo rechazó y les dijo que prefería guardar el dinero para su carrera. Los padres, estúpidamente, pensaron que era una decisión tomada desde su nueva madurez. Pero no era así. Estaba amargada.

A la hora de escoger su carrera, Florencia sintió que su amor por el arte revivía. Vio muchas asignaturas y lugares en donde el arte era enseñado y pulido para que cada alumno pudiese explotar su potencial. Todas eran buenas universidades y la carrera resultaba muy barata a diferencia de otras. Pero sabía que sus padres se iban a negar así que un día los juntó para hablarles al respecto. De nuevo, ellos se sintieron orgullosos de tener una hija tan responsable. Ella les presentó tres opciones y la idea era que ellos le aconsejaran cual sería la mejor carrera para elegir. Estaba la de arte, la de diseño y la de arquitectura. Ellos leyeron cada folleto, le hicieron preguntas y le dijeron que lo iban a pensar.

 Al otro día, y como sin darle mucha importancia, su madre le dijo que habían hablado con su padre y habían decidido que la mejor carrera era la de derecho. Florencia rió pero su madre la miró con reprobación. La joven  le dijo que esa carrera ni siquiera estaba entre las opciones pero su madre le replicó que su padre había averiguado que era la carrera más lucrativa en estos días y que todo el mundo estaba estudiándola. Florencia le dijo a su madre que esas no eran razones para elegir una carrera pero su madre la dejó callada cuando le confesó que su padre había ido a inscribirla y que iba a volver en la noche con la sorpresa.

 Florencia lloró como una magdalena esa noche. No bajó a cenar así que su padre nunca la “sorprendió” con la noticia. Derecho?  A ella que le importaba eso! No quería tener nada que ver con ello y menos cuando había hecho tanto esfuerzo juntando folletos y material para que ellos lo leyeran. Tenía que confesar que desconocía a sus padres, que habían cambiado radicalmente desde que era pequeña. De pronto querían lo mejor para ella, al fin y al cabo eran sus padres, pero no era justo que hubiesen tomado la decisión así como así.

 Pero lo habían hecho y el primer día de universidad fue un infierno. Fue como volver a las eternas clases de matemáticas donde, no solo no entendía nada, sino que no le importaba ni media palabra que pronunciaba la gente. La mayoría de alumnos estaban emocionados de estar allí y creían, tontamente, que todos llegarían a ser abogados al estilo de los programas de televisión estadounidenses. Pero Florencia no. De hecho, se dio cuenta de lo que podía hacer. Ese semestre se encargó, conscientemente, de perder cada materia desastrosamente. Iba a castigar a sus padres de la manera que más les iba a doler: el dinero. Y sabía que iba a funcionar.

 Mientras lograba su cometido, Florencia era como residuo nuclear. Nadie se le acercaba o al menos así fue hasta la mitad del semestre, cuando conoció a una chica en el comedor de nombre Diana. Ella vendía todo tipo de repostería y le contó que vendía sus pastelillos y galletas clandestinamente en la universidad y también en su casa. Impulsada por la venganza, Florencia le dijo que le podía ayudar a vender y eso hizo. Se hicieron buenas amigas con Diana y decidieron pulir el negocio, poniéndole un logo diseñado por Florencia y un nombre atractivo. Así empezaron las dos a ganar dinero y pronto les iba también que Diana pensó en alquilar un local y atender allí. Eso fue como un llamado a la liberación para Florencia.

 Cuando por fin fracasó el semestre, sus padres nunca preguntaron nada. Asumieron que como era ya una mujer hecha y derecha, ella les contaría lo que pasara con la universidad. Le dieron el dinero para el segundo semestre pero ella lo invirtió todo en el local. Lo arreglaron con cuidado y se ubicaron en un barrio con buen movimiento. El éxito fue rotundo. Diana estaba tan feliz que, habiendo conocido mejor a su compañera de negocios, le pidió que volviera a dibujar y que lo podía hacer diseñando adornos o individuales diferentes para cada persona. Y así fue.

 Los padres de Florencia se dieron cuenta de todo cuando un articulo al respecto salió en el periódico. Su salón de té, como le habían puesto, era tan exitoso que les habían hecho muchas entrevistas. Pero ellos no se alegraron por ella. Estaban decepcionados de descubrir lo que había hecho en la universidad y le exigieron que volviera a estudiar. Lo único que hizo Florencia fue devolverles el dinero de las matriculas de ambos semestres, el perdido y el que nunca hizo, y cogió su ropa y se fue de la casa sin decir nada. Ellos jamás trataron de detenerla o de ubicarla.

 Se consiguió un pequeño sitio cerca a la tienda y le dijo a Diana que esta era la primera vez que era feliz de verdad. Nunca antes se había sentido verdaderamente completa y se lo agradecía. Aunque podía ejercer su amor al arte, debía confesar que este había recibido demasiados golpes como para que alguna vez volviera a ser tan destacable como antes. Incluso ahora, podía ver que había perdido mucho de ese talento que había mostrado de más joven. Pero eso ya no importaba. Las cosas cambian y no se puede uno lamentar al respecto. Lo hecho, hecho está y hay que ver que otro camino hay para seguir adelante porque eso es lo único cierto.

 Las dos amigas crecieron juntas económicamente y en cinco años tenían seis tiendas en la ciudad, algunas en sectores de altos ingresos donde celebridades y personajes de la vida social iban a comer o tomar algo en las tardes. La decoración de los sitios, mezclando diferentes estilos pero siempre guardando ese aspecto de salón de té inglés, les había merecido halagos e incluso premios. Sin embargo, lo que más le dolía a Florencia, era ver que Diana todavía tenía a su familia al lado y que ellos estaban orgullosos. Pero era entonces cuando Florencia inhalaba lentamente y luego soltaba el aire, recordando que las cosas  no siempre son como las queremos.


 Todas las noches trataba de dibujar de nuevo. Unas veces podía, otra veces no y cuando podía el resultado no siempre era el mejor. Era algo perdido. Pero tenía su negocio, tenía el placer de atender a sus clientes, de adecuar los locales, de hacer los pastelillos y, lo mejor, de tener una amistad a prueba de todo, incondicional y fuente de apoyo y consuelo.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Miss Planeta

   Tatiana tenía apenas veinte años y acababa de ser elegida Miss Planeta. Había saludado a cientos de personas en el auditorio y había recibido felicitaciones de sus compañeras y de todas las personas que tenían algo que ver con el concurso. Esa noche durmió en un cuarto diferente, lleno de arreglos florales por todos lados, cortesía de varias marcas que deseaban, obviamente, que ella fuese su imagen. A Tatiana no le molestaba para nada toda la atención, al fin y al cabo que eso era lo que había buscado desde hacía tanto tiempo y por fin lo había logrado.

 Había crecido en una familia de clase media, una familia común y corriente. Pero en ella y en su cultura las que tenían el mando, el poder sobre todo, eran las mujeres. No había espacio para el machismo o las peleas de gallos, como las llamaba su madre. Eran mujeres protegiendo y enseñándole a otras mujeres lo que significa ser una señorita y luego una dama. Pero lo malo del asunto es que tenían una visión machista a pesar de solo ser mujeres. Para la madre de Tatiana, era indispensable que ella se casara lo más pronto posible. Claro que habiendo ganado la corona eso no iba a ser posible por un año más, seguramente no faltarían los candidatos después.

 El punto era que para su familia, una mujer sola era algo deshonroso, en todo sentido. Pero una mujer que cuidaba de si misma y que buscaba ser bonita y poco más, era algo de respetar. Por eso desde pequeña su madre la impulsó a participar en cuanto concurso de belleza hubiera, así fuera para niñas de su edad o más grandes o más pequeñas. Su madre nunca tenía escrúpulos en ese sentido y Tatiana se daba cuenta de que nadie nunca decía nada al respecto así que nunca se preguntó que pasaba más allá de su camerino, donde ensayaba a bailar, cantar y, en general, a ser la mujercita más encantadora.

 Pero ahora había ganado el concurso más renombrado de todo el mundo y también había sido gracias a su madre, quién no demoró en llegar a su nueva habitación a abrazarla y a felicitarla. Vino con una de las tías de Tatiana y una de sus primas, las que siempre estaban con ellas, ayudando con los vestidos, el maquillaje y todo lo demás. Celebraron con una copita de champán pero la madre de Tatiana le recordó que al otro día debía estar bella y fresca para las miles de entrevistas que iba a tener que realizar. Le aconsejó dormir temprano y no dejar que nada molestara su sueño.

 Eso probó ser un problema pues Tatiana no iba a poder conciliar el sueño tan fácil. En parte por la emoción de lo sucedido pero también por una reunión a la que se madre la había llevado hacía un par de meses, de vuelta en su país. Doña Leticia, la madre de Tatiana, no le había contado con quien se iba a reunir ni porque. Solo le dijo que era algo que le iba a ayudar a su vida de muchas maneras y que era mejor que no hiciera preguntas. Al fin y al cabo las buenas mujeres y buenas esposas sabían cuando preguntar y cuando no, así que no volvió a dudar de la sabiduría de su madre.

 Fueron a un apartamento ostentoso, en la parte más bonita de la ciudad. Allí había guardias o más bien guardaespaldas. No ocultaban sus enormes armas, lo que hizo que Tatiana recordara uno de esas películas de guerra que había visto con su hermana en casa. El sitio, además, estaba adornado de manera sobrecargada: había cuadros en pequeño espacio en la pared y entre los muebles había esculturas de todos los tamaños, casi todas del cuerpo femenino. Habiendo estudiado la mitad de la carrera de arte, Tatiana sabía muy bien que el valor de la mayoría de los objetos en el sitio era nulo y la verdad era que no había que tener un título para saberlo.

 Se sentaron las dos mujeres en un sillón grande de piel de cebra y esperaron a que uno de los guardaespaldas volviera. Y lo hizo, con un hombre vestido igual de rimbombante que su apartamento: camisa amarilla con un bordado brillante raro, pantalones rojos brillantes y zapatos negros de cuero de cocodrilo. Además llevaba lentes de sol y afuera estaba prácticamente por llover. Se sentó frente a ellas y les dijo que estaba contento que hubiesen aceptado su invitación a venir a discutir sobre el futuro de Tatiana. Viendo la cara de su madre, se dio cuenta que era mejor fingir su sorpresa. En toda la conversación solo hablaron Doña Leticia y el hombre de ropa brillante.

 En resumidas cuentas, el tipo decía que le podía asegurar a Tatiana el primer lugar en el concurso de Miss Planeta pero que solo podría hacerlo con dos condiciones: la primera era que, pasado el año de su reinado, ella se convirtiera en su esposa. Tatiana lo miró y luego a su madre, que respondió que sí por ella. El hombre entonces se acercó y le cogió la mano. Tatiana vio que tenía un diente de oro y las manos peludas. Le dijo que era la mujer más hermosa del planeta y que la iba a cubrir de regalos y de todo lo que quisiera cuando fueran marido y mujer.

 La siguiente condición fue algo que Tatiana no entendió sobre un favor que la compañía familiar, una de textiles, le debía hacer. Supuso que tenía que tener con algún dinero pero Tatiana ya no ponía mucha atención. Sin saberlo, había ido a una reunión de compromiso y no sabía como sentirse. En parte estaba feliz porque ya no tenía que buscar y porque era lo que siempre había querido además de ser reina. Pero algo le decía que no estaba todo bien. De pronto era que ella hubiese deseado algo más romántico, algo menos técnico y controlado por su madre. Pero no lo pensó más y se despidió del hombre, que le dio un beso en una de sus manos.

 Esa reunión la mantuvo despierta toda la noche y al otro día tuvo que maquillarse especialmente bien para lucir bella ante las cámaras y los periodistas. Respondió varias preguntas en una conferencia de prensa y luego se reunió con la gente del concurso que le entregó sus premios. En ese momento se le olvidó todo ya que había ganado no solo la corona y dinero sino también un apartamento en una de las ciudades más excitantes del mundo, desde donde cumpliría su reinado. También tenía años de maquillaje y contratos listos para firmar con tiendas de ropa y de calzado. Para una mujer como Tatiana, era un sueño convertido en realidad.

 Esa misma noche voló con su madre y sus nuevas asistentes a visitar por primera vez su nuevo apartamento y, por unas horas, no pensó en nada más. Todo era perfecto, tal y como ella se lo había soñado. Olía todo delicioso y la cama era enorme y suave, con sábanas de seda. Además la ducha tenía varias intensidades y había una chef para ella sola. Las mujeres le dijeron que la iban a dejar sola por una noche para que disfrutara de su premio y ella ni siquiera supo cuando se fueron. Lo primero que hizo fue comer sushi que su chef había dejado para ella y estaba alistando un baño de espuma cuando sonó un timbre.

 Después de un rato se dio cuenta de que estaba sola y tuvo que ir ella misma a abrir. Seguramente era su madre que había olvidado decirle algo o alguien del concurso. Pero no era así, era el hombre de la ropa brillante, que esta vez no había cambiado mucho su vestimenta. La camisa medio abierta revelaba su pecho peludo y poco ejercitado y los pantalones azules apretaban su cuerpo de forma extraña. Siendo una buena anfitriona, le ofreció una copa de vino y sentarse en el sofá. En todo el proceso, el hombre la miraba de arriba abajo, lo que resultaba muy molesto. A la vez, le preguntaba como se sentía y si le gustaba lo que él había logrado para ella.

 Mientras servía la copa, Tatiana le dijo al hombre que le agradecía mucho toda su ayuda. Era la mujer más feliz del mundo en ese momento y todo era gracias a él. El hombre se levantó y cuando Tatiana guardó la botella en su lugar, él ya estaba detrás. La cogió de la cintura y la acercó. Ella tembló pero no quería hacerlo porque sabía que ese hombre era su prometido. Pero la verdad era que le daba asco verlo, solo mirarlo. No era alguien a quien siquiera le gustara mirar a la cara, mucho menos que la cogiera por la cintura.

 Él o no lo notó o no le importó. Siguió tocándola y ella lo empujaba con suavidad pero él no cedía. La tenía en contra de la pared y le decía cosas que tenían como intención ser bonitas o románticas pero simplemente no lo eran. Tatiana intentó pidiéndole que se moviera para que pudiese celebrar pero el hombre dijo que a eso había venido. Entonces rompió la parte trasera del vestido de la joven y la empezó a besar. Ella ya no fingió más su repudio y empezó a empujarlo pero él no se quitaba, al contrario, parecía aún más reacio a quitársele de encima. El tipo consiguió quitarle el vestido, le arrancó la ropa interior y Tatiana oyó como se bajaba lo pantalones. Asustada y desesperada, miró hacia ambos lados. El lugar de las botellas de vino estaba justo ahí en el piso. Así que como pudo estiró una mano, cogió una de las botellas por el cuello y se la partió al hombre en la cabeza.


 El suelo se cubrió de rojo y el tipo quedó ahí. Pasaron minutos, horas, y no se movía, y Tatiana supo que había hecho algo muy malo y por lo que tendría que pagar más que cárcel. Había gente que ella no conocía que querrían conocer a la mujer que mató a uno de los capos más buscados del país.

martes, 19 de mayo de 2015

El portal

   Allí, frente a Zenia, estaba el primer portal, el primero en su tipo en conectar dos dimensiones diferentes. No era como en las películas, un agujero que lo chupa todo. No era un agujero negro ni nada por el estilo. Era solo un disco flotante de color profundamente negro. De él no salía nada y todavía no había entrado nada. Con su asistente Nerón, pudieron encontrar la manera de cerrarlo a voluntad y desde ese día, desde la creación, lo abrieron y cerraron miles de veces. Hicieron pruebas de todo tipo, más que todo con aparatos, para medir todo los aspectos del portal.

 Conscientes de todos aquellos trabajos de ciencia ficción, solo dejaban el portal abierto una hora al día pero era suficiente para estudiar los datos por horas y horas, incluso días. Así que en total, el disco solo existía por algunos momentos, antes de desaparecer por completo de nuevo, entre los potentes cables y el mundo físico que todos vemos. La maquinaria para crearlo era compleja pero Zenia tenía el apoyo de un mecenas que soñaba con todas estas cosas, con el espacio y otras dimensiones, otros planos de existencia. Cuando ella fue a plantearle su proyecto, a la vez que lo hicieron muchos otros científicos ávidos de dinero e instalaciones apropiadas para hacer lo suyo, él quedó fascinado.

 Y ella a su vez quedó fascinada con los laboratorios y equipos que él tenía. Y lo que no tenía lo mandaba a comprar como si se tratase de dulces o alguna cosa trivial. El señor Reed, como le gustaba que lo llamaran, no tenía ningún problema en comprar o vender, siempre y cuando se vieran resultados. Zenia, después de varios estudios de estabilidad y estructura, lo invitó a ver el portal que ella había creado. Le había dicho que ya casi podían definir su estructura y replicar a la perfección el proceso en otros lugares, de ser necesario. Pero la verdad es que nunca supo si Reed la escuchó: él estaba fascinado con el portal, casi al punto de querer tocarlo.

 Fue Nerón que cerró el portal antes de que Reed se acercara más y Zenia, en silencio, lo agradeció. Un accidente o “prueba” inesperada podría haber sido desastrosa. Antes de irse Reed le preguntó sobre cuando haría pruebas para cruzar el portal. Ella le respondió que primero debían terminar todas las pruebas de estabilidad. Sabían que no iba a explotar ni nada parecido pero todavía no podían estar seguros de cuan a salvo estaría algo o alguien si cruzara de frente el disco interdimensional. No le resultó nada extraño que al día siguiente, su cuenta bancaria estuviese más llena. Saltaba a la vista la fascinación de Reed.

 Era algo en lo que Zenia jamás había pensado, pero al pasar los meses y con la seguridad que había adquirido, se encontró preguntándose de donde venía la fascinación con todo el proceso. Según él, era porque desde pequeño le encantaba todo lo relacionado con la ciencia ficción y con el espacio y demás. Por eso, argumentaba él, cualquier investigación científica que pudiese convertir lo que hasta ahora era ficción en realidad, valía la pena. Pero para Zenia esa respuesta ya no era lo suficientemente buena. Los otros científicos que habían presentado proyectos ante Reed, también tenían ideas fantásticas acerca de las astronomía y muchos de los avances que podían haber hecho en el laboratorio hubiera sido definitivos para la Humanidad.

 Y sin embargo, la había elegido a ella. Zenia incluso pensó que era porque Reed había creído que ella le había estado coqueteando. La verdad era que había sido bastante amable y cercana el día de la entrevista, incluso diciendo la antigua pero efectiva frase: “Me encanta tu corbata”. Pero con el pasar del tiempo Reed no parecía tan interesado en ella como lo podría haber estado. Para Zenia, aunque no lo pensaba seguido, eso era una lástima porque Reed no era un hombre feo. Era algo mayor que ella pero era guapo y seguía siendo tan interesante como seguramente lo había sido cuando joven.

 El caso era que la científica no tenía la respuesta a porque le financiaban su investigación. Pasó un buen tiempo y Zenia estuvo lista para las pruebas reales. Iban a comenzar con objetos  luego pasarían a los seres vivos, si las primeras pruebas eran consistentes. Era algo muy arriesgado porque no podían lanzar cosas y esperar a que salieran de vuelta o algo por el estilo. Si lanzaban las cosas con mucha fuerza, podrían salir volando del otro lado o incluso podrían ser destruidas en el interior del portal o adonde fuese que llevara el disco negro.

 Lo que hicieron fue revisar con cuidado con todo los datos y encontrar una solución convincente. Gracias a Nerón, Zenia se dio cuenta que el disco si absorbía luz y lo que estuviera cerca pero demasiado cerca. Su rango de absorción era tan solo de cinco centímetros. Pero era lo suficiente como para empujar con suavidad algo en su interior. Con la ayuda de más persona, un chico y una chica proporcionados por Reed, se hizo la primera prueba con un objeto. Era un simple cubo de madera. La idea era que fuese un objeto “entero”, sin partes por donde se pudiese desgarrar con facilidad.

 Nerón vistió un traje parecido al de los astronautas y fue él quien se acercó lo suficiente para que el cubo de madera fuese absorbido. Casi corrió al otro lado de la habitación cuando el portal haló de sus manos al cubo y lo hizo desaparecer en su oscuro interior. Adentro del cubo, sin embargo, había un localizador y varios otros pequeños aparatos que solo sirvieron por un minuto antes de dejar de comunicar. El cubo no volvió en toda la hora que estuvieron esperando y la verdad era que no estaban esperando que lo hiciese, hubiese sido muy extraño si eso pasara.

 La siguiente prueba se hizo con un objeto más grande: una pelota que también tenía varios aparatos en su interior. La diferencia estaba vez era que la pelota estaba amarrada a una cuerda extra fuerte y la idea era dejarla penetrar el disco por solo un minuto y luego halar la cuerda para traer la pelota de vuelta. Fue Nerón de nuevo quién acercó la pelota al portal y la vio desaparecer con rapidez en la negrura. La cuerda rápidamente fue chupada también y pronto estuvo tensionada, creando una imagen algo extraña: una cuera halada hacia un disco negro plano, pero sin salir por el otro lado. La cuerda no temblaba ni nada, solo estaba tensionada.

 Mantuvieron todo así por un minuto entero hasta que Nerón tuvo que activar un máquina para halar la cuerda. No lo hacía él porque previsiblemente la fuerza necesaria era mucha más que la que él poseía pero resultó que la cuerda se dejó halar con suavidad y la pelota volvió a ellos. Otro de los aparatos que tenía instalados era una cámara pequeña, de resolución moderada. Entre todos la revisaron completa pero no había registrado nada interesante, solo negrura pero no como si la pantalla estuviese apagada sino como si se grabase en una habitación oscura. Al final del video, Zenia juró haber visto algo pero no sabía que.

 Con estos resultados, la científica llegó adonde Reed que exigió estar en la próxima prueba. Él había visto la grabación de la pelota pero no había dicho nada al respecto. Se había quedado sin palabras, como siempre, pero esta vez su rostro era más sombrío, como si algo en todo lo que pasaba no le encajara mucho. El día de la siguiente prueba, con un ser vivo, Reed llegó temprano y se sentó en una silla alejada mientras los demás ultimaban detalles. La criatura elegida era un conejo. Habían tratado de elegir uno feo para no sentirse tan mal pero eso fue imposible. El pequeño tenía también un collar con cámara y otros dispositivos.

 Para Nerón fue más difícil esta vez, porque el conejo se movía y había que acercarse más que nunca. Como la pelota, el collar del conejo iba amarrado a una cuerda resistente. Cuando estuvo a punto, Nerón pegó un grito desgarrador y todos pudieron fijarse que el portal casi lolo arrastra pero solo se llevó al conejo, que volvió intacto aunque temblando como loco apenas un minuto después. Con el señor Reed en la habitación, revisaron al conejo y el vídeo que traía desde el otro lado. Esta vez el movimiento que había detectado Zenia era más notable. Uno de los nuevos usó un programa de edición y les mostró el vídeo con cambios de contraste y demás.

 No era tanto lo que se pudiese ver en la mayoría del minuto. Pero al final se vio una luz y un movimiento que parecía biológico. Todos estaban absortos. Esa noche Zenia no pudo dormir de la emoción. La próxima prueba sería con un chimpancé y eso era para probar la posibilidad de mandar un humano. Ni siquiera había terminado de pensar en esto cuando su celular vibró y le advirtió de una violación de seguridad en el laboratorio. Como dormía allí mismo, llegó en pijama corriendo y vio horrorizada lo que ocurría. Eran los contratados por Reed. Habían encendido el portal. Pero eso no era lo horrible. Era Reed. Estaba vestido con el traje que había usado Nerón y se acercaba al portal.

 Zenia le pegó un puño al chico y tomó el micrófono que usaban para hablar con Nerón desde la cabina de mando. Reed la miró pero no respondió nada. Ella gritaba como loca pero él no le hacía caso. Zenia se lanzó a cortar la alimentación del portal pero el hombre que había golpeado le cogió los brazos y no los soltaba. Con horror, la científica vio como Reed se acercaba al portal y, antes de estar ya demasiado cerca gritó al micrófono:

-       Los veré de nuevo... Tengo que verlos otra vez!


Y entonces, desapareció. También llevaba la cuerda amarrada al traje pero esta vez solo quedó tensa un segundo. La chica activo la máquina para recoger la cuerda pero no había nada al final. Habían cortado la cuerda en el interior y ahora Reed estaba allí. De alguna manera, sus equipos sirvieron más de lo normal. Y entonces Zenia vio lo que él quería volver a ver y lo único que pudo hacer, fue gritar.