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miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ir en avión

   Manuel esperó para ser el último en la fila para entrar al avión. La verdad era que nunca antes se había subido a uno de esos aparatos y ahora tenía que hacerlo para tener acceso a una herencia que nadie más iba a reclamar. Un tío abuelo lejano había muerto y solo había puesto en su testamento que la mitad de su dinero debía ir a su familiar vivo más cercano. Como Manuel ya no tenía padres y había sido hijo único, lo ponía de una vez en el primer lugar. Un abogado tuvo que revisar que en efecto fuese la única persona de la familia del hombre muerte que estuviese vivo y eso demoró un par de meses. Pero al final todo salió a favor de Manuel y le anunciaron que una cantidad generosa seria suya. El único inconveniente era que tenía que viajar a Europa para conseguirlo.

 Eso lo desanimó bastante porque no tenía ni idea que a su tío abuelo se le hubiese ocurrido irse a vivir tan lejos. Aunque, al fin y al cabo, ni siquiera sabía muy bien quién era él. Sabía que estaba relacionado con su padre, que había muerte hace ya diez años de un ataque cardiaco. Pero su padre jamás lo había mencionado, ni nadie más de la familia para ser sincero. No era de extrañar que al comienzo Manuel no estuviera muy convencido de esa herencia pues todo parecía una broma de mal gusto. Es que, si se ponía a pensar, a quién le sale todo ese dinero de la noche a la mañana, y todo por un pariente muerte del que no sabe nada? Pero menos mal decidió creer porque de lo contrario tal vez no estaría a punto de hacer lo que iba a hacer.

 El tío había dejado el país para sentarse en España y por eso Manuel ahora debía tomar un vuelo de casi diez horas, por encima del océano, para luego allí firmar unos papeles para hacer efectiva la herencia. El problema estaba en que Manuel jamás en la vida había volado. Había visto aviones de niño y había tenido varios aviones de juguete pero todo sus viajes, fuesen familiares o del colegio, habían sido por tierra. Nunca había tenido la necesidad de subirse a un avión y la verdad era que le preocupaba un poco aquello de subirse en un aparato para cruzar por encima de solo agua y así llegar tan lejos. Y encima tenía que hacerlo de nuevo para volver a casa. Para él, fue una tortura pensarlo.

 Pero si quería el dinero, no había más opción. Compró el boleto y esperó las semanas que lo separaban de la fecha con gran nerviosismo y anticipación. La semana del viaje sus amigos intentaron calmarlo porque parecía al borde de un ataque de nervios. Estaba preocupado por todo, desde a que altitud volaría el aparato hasta si se presentaban huracanes ese preciso día. Los conocidos que tenía que sí habían volado en avión le explicaron el proceso pero él seguía muy estresado. Es que además de todo Manuel era un poco claustrofóbico y la idea de estar encerrado doce horas no le era muy atractiva.

 Había estado mucho tiempo en automóviles pero con la ventana abierta y haciendo paradas para comer u orinar. Un avión no hacía esas paradas y mucho menos se podía abrir la ventana, entonces su preocupación fue creciendo exponencialmente hasta que llegó el día del viaje. Estaba temblando de arriba abajo mientras cruzaba los controles, algo que sabía no era bueno pues podían sospechar de él la policía. Pero por suerte no le dijeron nada. Abordó de último y lo hizo respirando profundo varias veces, como si estuviese a punto de lanzarse a un tanque lleno de tiburones. Su silla estaba hacia la mitad del avión y le agradeció a una de las auxiliares de vuelo que lo acompañara a su silla. Le explicó donde guardar sus cosas y él aprovechó para preguntarle si tenían medicina para dormir. La joven dijo que no.

 Manuel se sentó en su silla y miró por la ventanilla. No habían comenzado a volar y la gente ya se veía pequeña, como le habían contado. Revisaban una y otra cosa y entonces Manuel se dio cuenta que ese hubiese sido el mejor momento para ser un hombre creyente. Él no creía en nada en particular pero sí suponía que una persona muy religiosa sabría no sé cuantos rezos para pedir que el avión llegara seguro a su destino. Por culpa de ese pensamiento surgieron otros, que él trató de eliminar de su mente lo más rápidamente posible. Pero fue el anuncio de salida del capitán del vuelo el que lo dejó frío y sacó todo de su mente.

 Era increíble la manera en que se cogía de los brazos del asiento, casi como si quisiera arrancarlos. A su lado estaba una pareja que lo miraba con curiosidad pero él no se dio cuenta de nada pues estaba tratando de no consumir ni mucho aire ni mucha saliva. Veía por la ventanilla como el avión carreteaba hasta la punta de la pista. Vio salir uno, luego dos, luego tres aviones. No tenía idea que hubiese trancón en las pistas de un aeropuerto. Por fin llegaron a la cabecera y entonces el avión se quedó quieto por un momento y después todo empezó a temblar pero también era Manuel que temblaba como loco. Todo pasó bastante rápido y en poco tiempo estuvieron en el aire, donde la presión empezó a hacer lo suyo.

 Una amiga le había aconsejado a Manuel comer chicles para evitar la molestia en los oídos así que buscó en su mochila y se echó muchos en la boca, formando una masa enorme dentro de ella. Era molesto masticarla pero lo más chistoso es que funcionaba. Nervioso, miró por la ventanilla y por primera vez en su vida vio la ciudad por arriba. Se veía todo como en un juego o algo así. Trató de buscar su casa pero se dio cuenta que estaba para el otro lado. Todavía estaba cogido con fuerza de los brazos de la silla pero al menos estaba mirando para afuera así que no podía ser todo tan malo. Pronto la nave se estabilizó y el capitán hizo otro anuncio.

 Aunque podía quitarse el cinturón de seguridad, Manuel se lo dejó puesto lo que más pudo. No se soltó de los brazos de la silla hasta que una hora después se anunciara el comienzo del servicio de la cena. Mucha gente le había dicho que la comida de los aviones no era muy buena así que él venía preparado con dos sándwiches que había comprado en el aeropuerto. Los tenía guardados en su mochila pero primero quería ver a que sabía lo que servían en el avión. Mientras esperaba a que pasara la señorita, se dio cuenta de que seguía temblando y de que no solo era por los nervios sino por el frío. Abrió su mochila para sacar un saco pero entonces llegó la señorita y se enredó bastante para ponerse el saco y recibe la bandejita que le estaban extendiendo. La pareja de al lado lo miraba perpleja.

 Cuando por fin tenía los brazos bien puestos en las mangas del saco, otra señorita pasó ofreciendo las bebidas. Él decidió pedir un café y jugo de naranja. El café era para el frío tan horrible que empezaba a sentir y el jugo para acompañar su comida y tal vez los sándwiches si se comprobaba que la comida no era suficiente. Pero, a pesar de ser una porción pequeña, Manuel quedó encantado con la comida. Le parecía incluso que debían vender algo así para la casa, como para cuando la gente no tiene ganas de cocinar ni de productos demasiado grasosos como la pizza. Comió todo con ganas y decidió dejar los sándwiches para después. Fue una sorpresa que, después de que recogieran la bandejita y los vasos, Manuel se quedara profundamente dormido.

 No tuve ningún tipo de sueño o pesadilla, más bien una sensación rara de vez en cuando. Se despertó de golpe y se dio cuenta de que era porque había bastante turbulencia. Parecía como si un monstruo enorme estuviese afuera tratando de comerse el avión. De nuevo, Manuel comenzó a temblar como una hoja e incluso algunas lágrimas salieron de sus ojos. No quería morir y menos así. Hubiese sido además muy trágico morir precisamente cuando estaba a punto de tener el dinero necesario para saldar cuentas y de, una manera u otra, empezar una nueva vida sin deudas ni preocupaciones más allá de las prioritarias.

 Pero pronto dejó de sacudirse el avión e incluso avisaron que daban comienzo al servicio de desayuno. Manuel estaba tan confundido que no se secó las lágrimas así que tanto la pareja vecina como la señorita que le diño la bandeja parecían asustados de verlo así. Él se secó la servilleta del desayuno y pidió las mismas bebidas de antes. Comió todo con gana y le dio risa enterarse de que había dormido seis horas sin despertarse una sola vez. Eso no le pasaba nunca en casa. Todavía con frío, miró por la ventana y vio el océano extenderse para siempre, con el sol que empezaba a brillar sobre él. El capitán anunció que aterrizarían en una hora. Y así fue. Allí lo esperaba un abogado para ir a firmar de una vez todos los papeles.


 Se quedó en la ciudad por dos días más, visitando otras oficinas y sellando todo lo relacionado con el testamento pero también conociendo porque hubiese sido terrible viajar tanto y no ver nada. Se dio cuenta que había tenido miedo por nada y que no debía nunca adelantarse a las cosas pues no se sabía que podía pasar. Un primer ejemplo era que había heredado más dinero de lo que le habían dicho en un principio. Y lo segundo fue que, ya en el aeropuerto, le anunciaron que por cuestiones del vuelo, había sido ascendido a clase ejecutiva, por lo que disfrutaría mucho más su viaje de vuelta. Sonrió y esta vez estuvo de primero en la fila. Y eso que a él no le gustaba viajar en avión.

lunes, 6 de julio de 2015

No más...

   Martina nunca había sido una mujer débil. Le habían enseñado que no debía soportar lo que nadie dijera de ella, más que todo si lo decían con el sentimiento de herir su personalidad. Ella simplemente no lo aceptaba y tampoco cuando alguien quería someterla solo por el hecho de ser mujer. Durante sus años del colegio, siempre le había quedado un mal sabor de boca cuando los chicos podían hacer ciertos deportes de equipo mientras las niñas practicaban ballet u otras actividades de “menos riesgo”. Era una doble mentira porque el ballet podría ser una tortura si se hacía con intensidad y los deportes de equipo eran necesarios para crear una visión más grandes de las cosas. Fue ya casi al final de su escolarización que introdujeron los equipos de mujeres.

 En la universidad, se ganó la reputación de ser una chica especialmente dura con los hombres, una mujer con la que simplemente uno no se metía. Había algunos “valientes” que lo intentaban y ella hubiera querido que funcionara pero siempre terminaba dándose cuenta que eran unos ignorantes. No porque quisiera sexo de inmediato, cosa que a ella no le molestaba, sino porque siempre tenían comentarios sexistas y estúpidos para con ella o sus compañeras. Se les iban los ojos por una mujer en minifalda o las que se comportaban como si fueran prostitutas y para Martina eso era demasiado básico, demasiado animal y era algo que no le gustaba. Eso sí, pensaba que de pronto ella estaba mal pero ya era muy tarde para cambiar de personalidad.

 Los pocos que sí lograban tener algo con ella eran pocos y siempre duraban una corto tiempo. Se aburrían porque les parecía que estar con Martina era demasiado complicado, que se requerían muchas cosas que ellos o no tenían o simplemente no estaban dispuestos a dar. Para Martina esto fue difícil porque no era de piedra. Si bien no soportaba que la sometieran de ninguna manera, sí soñaba con tener alguien que la entendiera y con quien compartiera gustos y demás. Pero no parecía que esa persona fuese a llegar pronto y los años de universidad fueron uno más deprimente que el otro.

 Pero a pesar de eso hizo varias amigas, que le ayudaron a reforzar sus convicciones y a seguir luchando por lo que ella creía. Instalaron un club en la universidad para defender los derechos de las mujeres y participaban en protestas con frecuencia. Martina estaba orgullosa de todo eso porque sabía que era gracias a ella que algunas de las chicas habían salido de la oscuridad para contar los casos que habían sufrido tanto en la universidad como en la vida en general. Martina supo que debía seguir luchando luego de la universidad y lo tenía todo planeado para especializarse en estudios de género y combinarlo con si titulo en derecho. Iba a defender a las mujeres donde y como pudiera.

 Pero entonces algo pasó que cambió su visión de las cosas. Como suele pasar, los eventos traumáticos pueden tener efectos bastante fuertes y potentes en las personas. Para ella fue una violación. Las reuniones del club a veces acababan tarde y normalmente salían juntas hacia los paraderos de sus buses o a coger taxi. Sabían que no lo debían hacer solas tan tarde en la noche. Pero una de esas veces Martina simplemente hizo lo opuesto y se arrepiento para siempre. Un hombre había estado observándolas y evidentemente estaba en contra de sus actividades. Así que la siguió, la drogó con algo y la violó en una calle oscura por donde nadie nunca pasó sino hasta la mañana siguiente, cuando una ancianita dio la alarma y Martina fue llevada al hospital.

 Nunca nada de lo que había vivido había sido tan malo, tan horrible y tan difícil de entender. Ella sabía que los hombres podían ser difíciles pero no entendía, simplemente no podía comprender como alguien podría seguirla y luego hacerle lo que le hizo. El hombre cometió el error de hacerlo de nuevo, a otra chica del grupo pero en esa ocasión hubo testigos y lo atraparon en el callejón antes de que hiciera la peor parte. Lo enviaron a la cárcel y estaría allí por mucho tiempo. Pero para Martina era demasiado tarde. Cuando ya salió del hospital, tuvo un caso de depresión profunda y no salió de su casa en varios meses, lo que retrasó su sueño de graduarse y seguir estudiando.

 Su familia estaba en shock y no hacían mucho para ayudarla. Quién podía culparlos? Lo único que pudieron hacer fue enviarla a un hospital especializado para que se mejorara rápidamente. Pero el proceso fue lento y Martina estuvo internada un año y hay que decir que el tratamiento solo sirvió a medias. Si bien ella mejoró en estado de ánimo general y ya era capaz de hacer cosas y conversar e interactuar con otros, mostraba una agresividad especial hacia los hombres. No era que les hiciera nada sino que no hablaba con ellos y pedía que solo enfermeras mujeres y doctoras la atendieran. Lo mismo hacía con los demás internos. Nada de hombres. Cuando le dieron la salida, le explicaron esto a la familia y ellos, de nuevo, no supieron que hacer.

 Pero pronto se dieron cuenta que su nueva actitud no abarcaba a los dos hombres más cercanos a ella: su padre y su hermano. A ellos los trataba como siempre ye les confesó que era porque los conocía bien. Pero ir a un centro comercial o algo así era una tortura. Cuando terminó la carrera lo hizo por internet porque ir a clases era demasiado estresante para ella y peor sabiendo que la mayoría de profesores eran hombres. Ella se sentía muy mal porque sabía que no todos tenían la culpa de lo ocurrido pero no lo podía evitar. Le daba físico pánico compartir un ascensor o un automóvil con algún hombre y le causaba mucho estrés.

 Cuando obtuvo su diploma, se reunió con sus amigas del club y todas la apoyaron. Hicieron una pequeña reunión en su casa y allí ella se dio cuenta de que tenía amigas y había posibilidades de salir adelante. Todas ellas eran optimistas y le decían que era un mujer fuerte por haber aguantado algo tan horrible y que esa experiencia la haría más fuerte que nunca y la ayudaría a crecer más como persona para ayudar a otras mujeres en situaciones similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque sentía amor y apoyo por todas partes y eso era algo que parecía que nunca iba a tener allí encerrada en el hospital psiquiátrico.

 Pero entonces, la vida le lanzó otra bola curva que ella no esperaba y cambió su vida aún mas﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽o esperaba y cambinzuiatrico.ra algo que parecs similares. Ella estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, porque ás. Fue la primera vez que salía de noche y lo hizo con dos amigas que estuvieron todo el tiempo con ella. La situación había sido estresante por la presencia de hombres pero el alcohol había ayudado bastante. Cuando salieron, sus amigas se dieron cuenta que a uno le faltaba su celular y se devolvieron por él y entonces se desató una pelea y Martina se dio cuenta que era entre un hombre y una mujer. Discutían airadamente y el hombre le alzó la mano a la mujer y ella no dijo más y se alejaron caminado. Eso hizo que Martina los siguiera en silencio. Lo hizo por unas cuadras más hasta que llegaron a un parque y allí se reanudó la discusión y en un segundo el hombre golpeó a la mujer.

 Algo más allá de ella tomó posesión de su cuerpo y, cuando se dio cuenta, había tomado una piedra grande de un lado del camino del parque y se la había plantado en la cabeza al hombre. Y lo hizo una y otra y otra vez. Por un momento, el mundo parecía estar en pausa pero entonces la mujer gritó y salió corriendo gritando, pidiendo ayuda para su novio. Martina salió de su trance y corrió con la piedra en la mano. La echó en la basura frente a un edificio pero su mano seguía manchada de sangre. Volvió a casa y se encerró en su cuarto, entre borracha y asustada, por lo que había hecho. El hombre parecía muerto y ella lo había causado. Y, la verdad era, que se sentía bien por lo que había hecho.

 Del caso nunca se supo nada. Algo en algún periódico pero nada más. El tipo sí había muerto y Martina sufrió un cambio en ese momento. De pronto ya no tenía miedo de ningún hombre porque se había dado cuenta de que a los que se portaban mal con las mujeres se les podía someter de manera definitiva. No, en ningún momento tuvo lástima ni pensó en familias o familiares. Si tenían un miembro de la familia que se comportaba como un animal, lo mejor para ellos era que se fuera permanentemente. Martina se mudó a un apartamento sola y retomó sus estudios y consiguió trabajo y todos quedaron con la boca abierta por el cambio tan repentino.


 El hombre del parque no fue el único. Después siguieron más hasta que ella perdió la cuenta. Todos habían atentado contra la vida de alguna mujer y algunos, ella tenía pruebas, eran violadores que pensaban que nunca nadie se enteraría de sus crímenes. Pero Martina sabía y desde el segundo, siempre se encargaba de que supieran porque iban a morir. La mano nunca le tembló y seguiría haciéndolo porque creía, con fervor, que era lo correto.

sábado, 4 de julio de 2015

El camino de Pedro

   Pedro había empezado a los dieciocho años, en un tiempo cuando no tenía nada de dinero para sus cosas y vio la necesidad de conseguirlo a como diera lugar. Él estaba solo en la ciudad, habiendo llegado del campo, y por alguna razón no conseguía trabajo. Cuando por fin consiguió, era para un hombre que podría haber sido clasificado como esclavista en una tienda donde, más que nada, se vendía contrabando. El trabajo de Pedro era el de mover cajas para un lado y otro y moverlas casi todos los días a diferentes bodegas por toda la ciudad. Esto era, supuso él, para despistar a las autoridades y que al tipo ese nunca lo cogieran. Pero lo hicieron y a Pedro se le acabó el trabajo. Había venido a la ciudad a tener una mejor vida pero eso todavía no había sucedido.

 Había veces, muy pocas, que sus padres lograban enviarle algo de dinero. Este apenas le alcanzaba para pagar el cuarto donde se estaba quedando. La comida y todo lo que no involucrara esa pequeña y mohosa habitación, tenía que pagarlo él como pudiera. Ayudaba en supermercados, en la plaza de mercado, de mensajero para el que fuera, en restaurantes como mesero temporal. Pero ninguno era un trabajo permanente lo que significaba que ninguno de ellos podría asegurarle nada en su vida. Había días que comía solo una vez y nunca era mucho de nada. Tal vez algo de arroz que le regalaba una vecina o un pedazo de carne que le regalaban de los sitios donde trabajaba o un pastelito o algo así que hubiera en una tienda. Con eso vivía o, mejor, sobrevivía.

 Una vez tuvo trabajo por dos semanas completas, yendo todos los días. Se trataba de una bodega que debían abastecer en ese tiempo. No sabía cual era el producto que guardaban allí pero no le interesaba saberlo. Solo trabajó duro y al final tuvo su primera paga en billetes y monedas. Obviamente no era mucho, porque todo el mundo le veía la cara de recién llegado, de inocente, y se aprovechaban de ello para no pagarle lo justo. Pero lo que él no sabía, no lo hería. Se alegró al ganar su primer salario decente y decidió ahorrarlo para tiempos peores que no demorarían en llegar. Tuvo que aguantar ver sitios de comida deliciosa y productos que le llamaban la atención. Era una tortura.

 Pero algo que quería hacer, desde incluso antes de llegar, fue ir a un café internet. Había oído de las computadoras y demás en su pueblo pero allí solo había un par en el colegio y apenas había podido tocarla. Decidió darse el gusto y pagó por una hora entera de antemano. A pesar de que no sabía nada al respecto, fue bastante fácil comprenderlo todo. En unos minutos estuvo en su elemento y pudo ver resultados del fútbol, noticias e incluso fotos de su pueblo que le hicieron recordar a sus padres y al olor del campo en la mañana, cuando ellos salían a trabajar y él se iba a la escuela. Extrañaba su campo.

 De repente, una ventana se abrió de golpe. Eran dos chicos y hacían algo que él jamás había visto. Después se abrió otra con dos chicas y al final una tercera donde un chico delgado miraba directo a la cámara, como seduciéndola. El afán de Pedrose disipó por un momento ya que el aviso decía algo de ganar dinero y la cifra que ponían era increíble. Había una palabra que no entendía pero no supo más porque uno de los encargados del café le dijo que el sitio no era para mirar esa clase de cosas. Así que lo sacó antes de que se le terminara la hora y Pedro quedó preguntándose que era eso que había visto. La verdad había sido una debilidad porque la cifra era increíble pero pensó que seguro habría mucho que hacer para conseguirla.

 Los días pasaron y, de nuevo, era difícil encontrar un trabajo decente. De nuevo le pagaron con comida o con algunos billetes que en verdad no alcanzaban para nada. En esos días, recibió una carta de su padre que le decía que por un mes no recibiría nada de dinero pues la cosecha pasaba por un mal momento y no tendrían como ayudarlo. La carta no decía nada más y eso hirió un poco a Pedro pero tuvo que tomarlo de la manera más madura de la que fuese capaz. Ahora debía sobrevivir como nunca y lo mejor era ponerse a trabajar. Como pudo, repartió volantes para un restaurante, pinto muros e incluso ayudó en una iglesia a matar algunas ratas que la infestaban pero en ninguno de los trabajos le pagaron algo decente, ni siquiera en la iglesia.

 Y entonces recordó de nuevo la cifra que había visto en la pantalla del computador y supo que debía saber más. De pronto no era algo tan malo como él pensaba. Decían que la internet ayudaba a la gente de muchas maneras en otros sitios así que podría ser su vía para una vida mejor. De sus ahorros sacó, con dolor, el pago de una hora en otro café internet, donde por la clientela, supo que no lo juzgarían por ningún contenido. Se hizo al fondo y trató de recordar que decía el aviso para buscarlo. Ya no recordaba la palabra que había visto pero decidió ser recursivo y escribió “chico desnudo”. La cantidad de imágenes que vio fue demasiado así que agregó la palabra “dinero”. Y entonces lo encontró.

 Era el mismo sitio que antes. Decían dar una muy buena paga por trabajar como actor y modelo. Daban un número de teléfono, un correo electrónico e incluso una dirección. Pedro había venido preparado y lo anotó todo en un papelito que tenía doblado en el bolsillo. Sin perder tiempo, le preguntó al encargado del sitio donde quedaba la dirección y el hombre le dijo como llegar. Para su sorpresa, no era muy lejos. Decidió caminar, en parte por lo cerca y en parte porque no tenía dinero para bus, y llegó en uso minutos. La dirección era de una casa vieja pero bien mantenida. Las ventanas estaban tapadas con cortinas y cuando golpeó, parecía que nadie iba a venir a abrir.

 Cuando por fin abrió un hombre alto y bien afeitado, le dijo que se fuera, que no era lugar para niños. Pedro le dijo que tenía dieciocho y que había visto el anuncio en internet. El tipo se le quedó mirando. Lo miró de arriba abajo y por todos lados hasta que le preguntó si sabía en que consistía el trabajo. Pedro negó con la cabeza y el tipo lo invitó a pasar. Le pidió que lo siguiera a un segundo piso, donde había varios cuartos pero todos cerrados. Ellos entraron a una oficina donde había pantallas y computadores y nadie más. El tipo se sentó y señaló a las pantallas. Y Pedro entendió lo que los chicos hacían. En la pantalla se veía a la perfección como se quitaban la ropa frente a una cámara conectada a un computador.

 El tipo le dijo que si quería entrar, la paga era más que generosa. Le dijo además que por su cuerpo y aspecto tal vez podría pagarle más. Con ropa y todo, el hombre veía que los músculos del chico eran bastante marcados, por tanto trabajo subiendo y bajando y cargando cosas. Además le dijo que a muchos les gustaba el niño con cara de inocente y sumiso, así que de pronto pagarían más por él. Si más gente lo pedía, más paga recibía. Pedro se sentía un poco abrumado y nervioso. El tipo lo miraba de una manera que no le gustaba pero él pensaba en lo que podía hacer con el dinero. Incluso podría ayudar a sus padres pero no sabía que hacer. El tipo le dijo que viniera al día siguiente y lo pensara esa noche. La decisión era difícil y él lo sabía.

 Esa noche, Pedro prácticamente no durmió. Pensó en todo lo que podría comprar, en los sueños que podría realizar con tanto dinero. Tal vez incluso estudiar algo, si ganaba lo suficiente. Lo bueno era que no tenía que estar con nadie en un cuarto sino que era solo frente a una cámara. Era como bailar pero sin ropa o algo así. Era muy raro pensar en eso y en gente que le gustaría verlo desnudo. Pero aparentemente la había, pues el tipo de la agencia, como decía llamarse, le había indicado que podría tener buena ganancia por su cara de inocente. En un momento se miró al espejo y se preguntó si en verdad se veía tan inocente y desvalido como le decían.

 Al otro día visitó la agencia de nuevo y le dijo al hombre que lo haría. Él le sonrió y le dijo que firmarían un contrato formal y le tomaría algunas fotos, tanto para el archivo como para la promoción. Todo fue muy rápido y confuso y al día siguiente ya estaba en internet. El mismo tipo de la agencia le mostró como se veía su imagen allí. Le dijo que era el momento de empezar y así fue como Pedro empezó en el mundo de la pornografía. Al momento tuvo mucho miedo pero pronto se dio cuenta que no había nada que temer. Le pagaban bien, lo trataban excelente y el dinero ganado le permitió mudarse a un sitio mejor y ayudar a sus padres en el campo.


 Con el tiempo, lo contrataron para hacer películas y tomarse fotos y demás. Incluso lo contrataron como modelo para ropa interior y cosas por el estilo. Pronto se le olvidó todo respecto a su inocencia y surgió entonces una cara de Pedro que ni él había visto nunca. Una cara más luchadora que nunca y que le hubiese servido cuando habían abusado de él en tantas ocasiones. Sabía que su trabajo no era muy normal pero eso no le importaba. A nadie hacía daño y sí le constaba que hacía muy feliz a muchas personas y que podría ser mejor que eso?

lunes, 22 de junio de 2015

Ópera

   Abajo, las personas empezaban a tomar sus asientos y a acostumbrarse a la vista que tendrían del espectáculo por las próximas dos horas. La mayoría venían muy bien vestidos, de gala, con trajes impecables. La cantidad de colores era alucinante, así como la cantidad de estilos. Eran unas ochocientas personas las que iban sentándose poco a poco. Algunos se encontraban con amigos y otros llegaban primero que sus amigos y se les veía preocupados de guardar asientos, aún cuando todos tenían un código asignado. No había niños, todos eran adultos que habían venido a ver a la más grande estrella de la ópera que nadie hubiese visto en el país. No era algo que pasara con frecuencia y todos estaban muy emocionados de poderla oír en vivo.

 Ella era rusa, como suele pasar con la mejores cantantes de ópera que son siempre rusas o italianas. Había nacido en alguna ciudad pérdida del país pero había sido descubierta cuando joven y sus padres la habían apoyado con todo lo que habían podido para que lograra el sueño que tanto deseaba que era ser una cantante profesional y así viajar por el mundo y ser reconocida en su patria y en cada rincón del planeta. Tenía ya casi cuarenta años y podía decir que todo lo que se había propuesta para si misma se había cumplido. Era famosa y la gente ahora formaba grupitos para pedirle autógrafos. La llamaban de varias ciudades para participar en obras y vivía de gira casi todos los meses del año. Se cansaba pero amaba tanto el escenario que se le olvidaba todo una vez allí.

 En uno de los palcos bajos estaba sentada una de las pocas mujeres que no llevaba un traje de gala sino algo un poco más…vulgar. No era la chica con más sentido de la moda pero tampoco tenía nada más para asistir a algo por el estilo. El hombre con el que estaba, unos treinta años mayor, le había pedido que fuera con él y que él pagaría la noche acorde a eso. La joven se hacía llamar Jazmín y era una dama de compañía empezando en el negocio. Evidentemente tenía mucho que aprender porque había notado todas las miradas desde que había entrado y sabía que no eran porque hubiese sorprendido con su belleza o algo por el estilo. Nerviosa, no dejaba de halar su falda hacia abajo, lo que resultaba difícil con la mano de su cliente sobre una de sus rodillas.

 El espectáculo comenzó y nadie tenía mejor vista que los dos hombres que estaban en el cuarto de luces. Hoy en día era un sistema automático que solo debía ser vigilado, más no físicamente movido por un jefe de luces. El encargado era uno de los hombres pero ellos no parecían interesados en el espectáculo. De hecho, se besaban apasionadamente, tratando con habilidad de no quedar enredados entre los cables. No decían ni una sola palabras. Solo gemían por lo bajo y se oía el sonido de sus besos y de su respiración acelerada. Para ellos la ópera no era muy importante en el momento.

 El público miraba con atención el espectáculo. Era sin duda otra clase de obra, algo distinto de lo que siempre se había visto en el país y en este teatro en particular que era tan tradicional y, en muchos sentidos, chapado a la antigua. Hace poco lo habían remodelado a profundidad y por eso ahora todo era mejor: las luces, el vestuario, los sets. Todo era mejor ahora y el público lo veía y prácticamente todos estaban inmersos en la historia de una joven que era oprimida por su familia pero encontraba refugio en su jardín y en los animales de su granja. Se podía decir que era algo así como Cenicienta pero parecía ser algo futurista y el modo que utilizaban los recursos era diferente, casi revolucionario. En esta ópera, todos ponían atención.

 Natalya lo notaba. Ella era la figura de Cenicienta pero este personaje era mucho más lanzado, más caliente y ajustado a los tiempos modernos. La cantante no podía estar más contenta. Su voz había respondido bien a su usual tratamiento para poder cantar mejor y su público era uno de los más cautivos en los meses que llevaba haciendo esta obra por el mundo. Era su sueño hecho realidad, cantarles a ellos con la máxima dedicación y hacerles ver lo bello que podía ser el mundo si ellos se atrevían a verlo. Natalya reflejaba en su canto la fuerza de una mujer más valiente que ella pero tal vez menos dedicada y abnegada por el amor a su arte. Menos mal, el intermedio llegaba.

 Todos salieron al gran recibidor del teatro, donde Jazmín corrió al baño antes de que su cliente pensara en algo más que tomarle la mano. Los baños estaban llenos y ella quería esconderse. Buscando por un corredor, llegó a la zona de camerinos y encontró un baño vacío en el que orinó con tranquilidad y pensó en escapar de esta noche y perderse para siempre. Hacer esto no era lo suyo, acompañar a viejos verdes a eventos públicos y caminar por ahí como si ella perteneciera. Era un lugar y un espectáculo hermoso pero ella no pertenecía allí. Cuando salió, se tropezó con uno de los actores que se disculpó con una sonrisa. Le dijo que las damas tenían que tener más cuidado con sus tobillos. Ella rió.

 En el cuarto de luces, los dos hombres estaban quitándose la ropa mientras la gente volvía a entrar al teatro luego del intermedio. Estaban solo en ropa interior y se besaban ahora con suavidad, ya sin la agresividad de antes. La verdad era que ellos eran dos polos opuestos y ninguno de los dos sabía porque estaban a punto de tener sexo. Se conocían hace años pero nunca habían sentido nada el uno por el otro. Es más, el jefe de luces tenía una novia de cinco años y jamás había tenido un pensamiento homosexual. Al menos hasta ahora, cuando no podía parar tocar a su compañero en el cuarto de las luces.

 El público ahora estaba llorando o al menos así lo hacían la mayoría. La obra se dirigía a su final y se vislumbraba que las cosas no terminaban tan bien para esta Cenicienta. La pobre mujer, sirvienta dedicada que había ido a un baile sin permiso, ahora estaba en un calabozo, lentamente muriendo, esperando que su príncipe azul llegase para salvarla. Pero el príncipe estaba ocupado con otra mujer que había conocido, igual de hermosa y vivaz que la sirvienta. La diferencia era que Cenicienta no estaba y esa otra sí. El príncipe se casó con la otra y se dijo que vivieron felices por siempre, sin nunca más pensar en Cenicienta. Todo el público estaba en shock, ya sin lágrimas o sin respiración porque todo era creíble, real e incluso llegaba a los más profundo.

 El personaje de Natalya moría e iba al cielo, parte que más le gustaba. Aunque no quedaba con el príncipe, volvía a ver a su amada madre en el cielo y allí cantaban las dos juntas, denunciando la superficialidad de los hombres y la tragedia que es vivir por amor y que no sea correspondido. Natalya lo cantaba con fuerza y garbo, a pesar del estado de su personaje, porque se identificaba ya que había vivido cosas similares. Era un mujer famosa y con dinero y por eso la gente olvidaba con frecuencia que ella también tenía sentimientos y que las cosas le dolían así como le dolió que su mayor amor solo estuviese con ella por el estatus que le daba. Le infligió un dolor en el alma que ella usaba para darle potencia a su voz.

 Jazmín cogía su bolso con fuerza porque sabía que en minutos ya todo iba a terminar. La mujer que cantaba tan hermoso, atravesó una luz blanca y desapareció, anunciando así la muerte del personaje. Jazmín por un momento olvidó su vida y aplaudió con fuerza. Su cliente le dio flores para que lanzase al escenario y así lo hizo ella. Era algo trágico y ella se había dado cuenta que no quería vivir así. Mientras todos salían, le pidió a su cliente que se quedara y le explicó que ya no podían verse nunca más. Él le exigió una explicación pero ella no quiso decir nada. Se escabulló entre la cantidad de gente y tomó un taxi que la llevaría a su hogar, con su familia. Y mientras iba hacia allá, recordó a su príncipe del vestidor.

 En el cuarto de luces ya había acabado todo también. Los hombres estaban uno al lado del otro, cansados, sin poder recuperar el aliento. Ambos tenían sendas sonrisas en la cara y parecían muy satisfechos con ellos mismos. Lo curioso de la escena es que a pesar de estar entre cables, polvo y demás, estaban tomados de la mano. Pero ellos no eran conscientes de eso. Ni cuando se separaron para cambiarse ni cuando se despidieron fríamente y se separaron. La verdad era que para el jefe de luces había sido su mejor noche en años y para el otro hombre había sido solo algo de sexo casual, genial, pero casual al fin y al cabo.


 El público se fue a casa complacido por el espectáculo, recordando por siempre a la poderosa protagonista. Natalya guardaría el mejor recuerdo de este espectáculo ya que sería uno de los últimos, aunque eso ella todavía no lo sabía. Jazmín, quién de verdad era Damaris, volvió a su familia y les prometió jamás volverlos a defraudar. Eso tendría resultados mixtos pero al menos había vuelto a casa. El jefe de luces terminó con su novia y conoció, con el tiempo, a un hombre con el que podía tomarse de la mano y ser consciente de ello. El otro se perdió y nunca se supo que pasó con él.