jueves, 1 de enero de 2015

Primer día

Es simplemente el mejor día del año para salir, para explorar, para conocer. Las carreteras están vacías y los lugares no pueden estar más en paz. Pareciera que algo extraño ha sucedido, o algo catastrófico pero la realidad no es para preocuparse: es solo el primer día del año.

Siendo el primer día del año, la gente celebra el cambio de calendario tomando, comiendo y, en general, divirtiéndose. Eso ocurre la noche anterior, así que para ser exactos, el primer día del año la gente en verdad no hace mucho.

La mayoría de la gente duerme todo el día, habiendo tomado tanto alcohol la noche anterior. O tal vez es porque han comido demasiado. De todas maneras, las camas son esenciales en este día, ya que la gente prefiere quedarse en la suya antes que salir de ellas. Salir de la casa? Muchas veces, no es una opción.

Esto último tiene una razón: no es solo que la gente sea perezosa o borracha o que esté llena. En verdad es que los comercios cierran, incluso las cadenas de comidas rápidas tienen horarios especiales, así que las mejores opciones para quienes se queden en casa es comprar algo días antes o llamar a un domicilio. Para los que ofrecen ese servicio, es uno de los mejores días del año.

Ahora bien, no toda la gente se queda en la cama. Si por alguna extraña razón se despiertan temprano (la palabra “temprano” queriendo decir antes de las 2 de la tarde), la gente puede sentir la necesidad de hacer algo más que dormir. Así que, aparte de comer si es que no se sienten llenos todavía, está la opción de ver una o más películas. Normalmente, la gente prefiere ver algo ligero como una comedia, una película animada o incluso una película de acción. Los dramas no son muy populares en este día, a menos que sea una de esas películas que “hay que ver” y no la hayamos visto en todo el mes anterior.

Así que películas, comida y dormir en una cama confortable. Que más hay? Bueno, podrían haber visitas. Sí, no es el mejor prospecto para este día, pero miembros de la familia que no se vieron en las últimas horas o amigos podrían aprovechar el día para saludar y desear un feliz año, adems de ﷽﷽﷽﷽﷽udar y desear un feliz año, ademieron en las davde extraña razuno de los mejroes dMuchas veces, no es una opcis son esás de ver que hay de comer o de tomar por ahí si es que la fiesta de la noche anterior fue en tu casa. La mejor manera de lidiar con esto es ofreciéndoles una bebida y haciéndoles ver lo poco que te interesa que se queden. Lo entenderán eventualmente.

Y así es un primer día del año normal, en paz sin problemas ni preocupaciones. La gente evita estos últimos este día porque nadie quiere empezar el año peleando o discutiendo, menos aún por tonterías. La gente quiere empezar en calma, en paz y que mejor que haciendo lo que más les gusta, como un deseo de tener mucho de eso durante todo el nuevo año.

Ese es el primer día del año ideal para muchos pero no para todos. Algunos, claramente no la mayoría, prefieren salir y ver cuan pacifico puede ser el mundo cuando la gente no está en él.

Las carreteras son los lugares ideales para notar este día tan especial: no hay casi automóviles, ni buses, ni camiones. Así que tienes la idea de salir de la ciudad, es ciertamente el mejor día para hacerlo. Las estaciones gasolina funcionan con normalidad y muchos destinos como parques y otros, si no están cerrados, ofrecen precios especiales por el Año Nuevo.

Una buena idea es ir a acampar, caminar o escalar a un parque natural. Es la opción más relajante que se puede elegir aunque algunos parques pueden no estar abiertos al público. Eso sí, no se pueden hacer fogatas ni asados así que es mejor llevar comida enlatada o comer antes o después del paseo.

No hay nadie en el mundo que no disfrute lo maravilloso de un espectáculo natural como lo es caminar bajo el follaje de grandes árboles, ver animales que normalmente no se ven o, si el parque lo ofrece, apreciar la belleza de un lago o de un reservorio. En algunos sitios es incluso posible pescar, lo cual es una actividad muy relajante ya que depende casi exclusivamente de la paciencia.

Otra opción para este día es un poco similar pero para un presupuesto más apretado, si eso es posible. Se trata simplemente de ir a un parque y pasar la tarde allí con la familia. Aunque la posibilidad de que el sitio esté más lleno que un parque natural es bastante alta, la belleza de estar cerca de casa nunca es para ignorar.

Puedes preparar todo lo necesario para hacer un picnic y divertir con la familia comiendo algo ligero, elevando una cometa o jugando con un balón hasta que estés cansado. Claro que podrían solo caminar por ahí o acostarse en el pasto durante horas. Una de las cosas más bellas por hacer, no solo el primero de enero sino en cualquier momento del año, es contemplar las nubes y jugar con las formas.

Si eres un explorador innato, también está la posibilidad de vagar por aquellos lugares que normalmente están llenos de vida y usarlos como fondo para tomar fotografías, para tener así una prueba de cuan dramático es el cambio cuando se le quita la gente a un espacio. Es divertido explorar los lugares que conoces pero viéndolos de otra forma. La fotografías serán geniales.

La última opción es mejor hacerla con alguien que se quiera mucho, en parejas o grupos pequeños. Nada muy grande ni muy arreglado, solo gente que se sienta cercana la una a la otra para compartir un día que se siente especial. No hay que comprar nada ni ofrecer nada, solo caminar, hablar y compartir.

Porque, al final del día, eso es lo más importante: pasar este día y todos los otros días con las personas que más quieras en el mundo. No importa quienes sean, si amigos o familia… El punto es apreciarlos a ellos y que compartan un rato contigo.

Claro que siempre hay que tratar de buscar algo de tiempo para uno mismo., solo para pensar tus cosas, tu vida, las decisiones y todo lo demás. Esto también es algo que se debería hacer todos los días aunque en la temporada de fin de año adquieres algo de significado ya que se puede analizar todo lo hecho en todo un ano, 365 días de una vida.

Lo ideal sería escribir lo bueno y lo malo que te ha pasado en una hoja y también considerar todo lo has hecho por ti mismo, sin pensar si ha sido bueno o malo, solo si lo has hecho por ti mismo, para ti.

Sin embargo, el primer día del año no debería ser tomado como un día definitivo para nada. Muchas personas lo ponen como una meta, para tener más dinero o perder peso o ser más felices o estar más saludables. Pero todas esas metas son artificiales, te las pones tu mismo como retos personales de los cuales solo tu vas a estar pendiente. Nadie más sino tu está en esa carrera.

Así que, la idea, es ser menos trágico sobre este día que no es más que una casilla en el calendario. Nada va a suceder si no vences esas metas que te impones, nadie te verá diferente si pierdes peso o te dan ese trabajo ideal. Quien te ame de verdad te amará no importa que y se deciden dejarte es solo usando tus metas para hacer sentir mal, usándolas de excusa para salir corriendo.

El consejo sería solo vivir este día, y todos los días, al máximo. Sin esperar nada de nadie sino haciendo lo que te hacer estar feliz y en paz. El primer día de un nuevo año es simplemente el primer fragmento de un año, que es solo una medida de tiempo. Así que porque sentir afán, porque sentir que no hacemos lo suficiente, preocupándonos por algo que ya es lo que es y no cambiará?


En conclusión, tengan todos un muy feliz primer día del año y siempre recuerden sacar todo lo que desean de ustedes mismos y no de los demás. La llave para la paz física, espiritual y mental no está nunca en un nuevo año sino en nosotros mismos.

miércoles, 31 de diciembre de 2014

On The Queen Victoria

All the guests and hosts in the Queen Victoria sat down to eat, just past sunset. The yacht was so big it had a decent sized dining room, enough for all twelve guests. As people sat down, they greeted Johann Ronson, the owner and part-time captain of the vessel. He was the magnate that had bought the boat and had invited his closest friends to wander the Egean Sea with him for a week.

The main course, served after a shrimp cocktail and a couple of glasses of champagne, was king crab. It was fresh and only served with a butter sauce and a special fork to eat it. Everyone enjoyed thoroughly. A lot of crab, of wine and champagne and a lot of conversation. Even millionaires would start talking a little bit too much after such a meal.

It was a certain English lady that spilled the fact that her husband had made many stupid investments over the years and now they had absolutely nothing. Those who weren’t as drunk as her had heard it perfectly and had made a mental note never to deal with the woman or her family again.

Late at night, everyone went to bed. They were all full and tired. Only the captain stayed behind in the dining room, drinking and coursing the day he had bought the boat. The reality was that he needed somewhere to go, to escape from all the responsibilities he had with his family and numerous investors in his company. He felt so much money didn’t gave him as much privilege as he would have wanted.

He felt asleep right there and, for a good time, the ship was silent, anchored near a rock formation were a large amount of seagulls nested. It wasn’t until the next day, early, when a scream woke everyone up.

It came from one of the rooms in the stern. As people got near, they could distinguish that the voice that screamed was the one of a woman. Actually, everyone knew who was screaming. They found her on the bed, looking at her side. The scene was simply too much for anyone.

The lady that had no inheritance finally fainted, just besides her husband who was covered in blood from legs to neck, where he had been cut with a knife or something.

A couple of woman, helped by the staff of the boat, took Lady Emerson, the now poor and widowed woman, out of the room and into another one, until she woke up. When she did, she looked as if she had lost her mind, babbling nonsense and trembling uncontrollably.
The men passengers check Lord Emerson’s body, as the crew had been ordered by the captain to call the police but not to move the boat from its current location. He told them that if a crime, and that seemed to be the case, had been committed on board, they should call the police and wait right there to avoid the killer to escape.

But what was done had no way to be undone. They covered the body with a large blanket and waited for the police, who had been called on the radio. Lunch was served, as normal, but no one was really in the mood for sea bass. A dead body was only rooms away and it may prove insensitive to eat, as a murder had been committed.

The police finally arrived late in the afternoon. They had sent a translator with them and the inspector that had been sent with them was half American, so he had a way to talk to everyone in the boat.

The first thing they did was to get the body out of the yacht, as the smell was beginning to take a toll on the people in the nearest rooms. A young girl had already vomited profusely overboard, leaving the Greek waters a little bit more polluted than they were before.

The room were the crime was committing was closed and checked thoroughly all night. When it got too late, two officers were left there to protect the place from been contaminated. Before leaving, the inspector said he was sure he would find the murderer as he or she was still on the boat.

When he said that, everyone realized it was true. It was silly, but everyone had treated the murder as a natural death or something of sorts. But no, Lord Emerson had been killed when one of the passengers had slit his throat from behind, assuring he would not yell and no one would hear anything.

At breakfast, the next day, the Captain had to order the kitchen staff to serve everyone in their rooms, which was exceptionally annoying as breakfast was a buffet. So now, they had to go room by room to ask what people wanted and then bring it to them. In the kitchens there was also the discussion: “What if were serving the murderer”? To answer that, a boy who cleaned the bathroom only said “We’re all working for a killer right now”. Everyone laughed but it was certainly not funny.

The police came back during breakfast to commence the sweeping of the place of the crime and they found the sheets full of blood, the seal of a bottle of wine that had slipped beneath the bed and a stain near the back side of the bed, where there was a window.

When they finished, the captain was told his ship would be escorted back to Rhodes, where they had the equipment to do a full search on the yacht. Mr. Ronson was sad and even depressed but he had to accept if he wanted all of it to end soon. So by sunset, they were already in the island. To ensure the investigation, they were all put under “house arrest” in a hotel by the police station.

All the passengers were rich and had more interesting things to do than waiting for a murder investigation to finish. They had only reserved a week to travel to Greece to spend some time with old Ronson, because he was wealthier than any of them could ever be. If they ever ran into financial distress, it would be him who could be able to save them from it.

Ronson was known worldwide because of helping people that needed him: saving companies from bankruptcy, hiring the best lawyers, paying mortgages… The man was the savior of the rich, or so he was called in many economic magazines that praised and despised him, all at the same time.

The police told Mr. Ronson, that his boat was not going to be dismantled as the crime didn’t seemed planed or that structured but that they did need to search every single inch of it, as the be sure of what the investigation was pointing to.

So all the crew and passengers had to spend one more week in Rhodes, trapped in a fancy hotel, waiting for the results of the probe. The crew was especially happy as they didn’t have to work any more and they were the ones being treated to beautiful restaurants, an elegant swimming pool and all the drinks they could handle.

The wealthier guests almost always remained in their room, already trying to book flights or boats out of the damn island for the day they had been promised to be released. To be honest, they were looking forward more holidays and sunny locations, but away from all the fuss and annoying aspect of a murder.

The truth was none of them really cared about someone being killed just doors away from their rooms. They didn’t mind at all. What made them grind their gears, was the fact they couldn’t keep behaving as they always did and as what they were: rich spoiled brats who needed to be able to do whatever they wanted, even if they had no intention of doing anything.

Happily for them, not as much for the members of the crew, the boat was released on the promised date. However, they were all summoned to be present in the press conference were the murderer would be announced, as the evidence against that person was irrefutable.

The police babbled even more than most of the rich passenger of the yacht but, when it finally got to it, it was revealed Lady Emerson had been found guilty of the crime.

According to the police, it was found that only her could have been able to enter the room and kill him, as there were no traces of anyone else doing so, not the day of the murder or before. The stain found by the bed, was left there by Lady Emerson, as she opened the window to throw the murder weapon to the ocean. Of course, the weapon was nowhere to be found.

As for the seal of the bottle of wine, the police claimed they had found the bottle on a trashcan on the kitchens. Apparently, Lady Emerson had gotten her husband drunk before killing him with a knife and then, she went insane because of what she had done.

The inspector announced Lady Emerson would pay for her crime in the Attica prison for women, near Athens, and that she would do so in the psychiatric ward of the prison, for the next twenty years. He declared they had gotten a psychiatrist to run some tests to her, all of which certified she was beyond insane, losing all grasp of reality.

The yacht went back to the sea, with only Mr. Ronson inside and a few crewmen. The rest of the passengers left for Athens or London, or other destinations in the Mediterranean.

The actual murder? He left for Cyprus and then for Israel. As it happened, an old lover of Lady Emerson had been the real killer. She thought he had married another woman to spite her but he had married her to get close to her and to his husband, who he hated for having put her through so many bad times. So he killed her with a knife and she went mad when she woke up to see his lover, arms covered in plastic, killing her husband.

Lady Emerson died, insane and in pain, in the Attica prison. She had no children or real family. Her former lover lived in Eilat for several years, until one of the many wars in the region, in which he died.

martes, 30 de diciembre de 2014

Un día perfecto

Han tenido alguna vez uno de esos días únicos, uno de esos días que parece que jamás se van a repetir, que jamás van a ser perfectamente iguales? Yo tuve uno y, como siempre cuando pasa algo así, no quería que terminara. Pero pasó y eso es mejor que nada.

El día perfecto comenzó de hecho la noche anterior. Esa noche fue cuando lo conocí. Con esto quiero decir que fue cuando sentí conocerlo de verdad. Ya otras veces habíamos hablado, salido, conversado, pero jamás de manera tan sincera y profunda, incluso íntima. Esa noche fue muy especial y se sintió larga por lo que hubo campo para tomarlo con calma.

Conversamos de todo: desde los temas espinosos a evitarse en una fiesta a los temas más superficiales en existencia. De sexo a religión, de política a la última moda para hombres. No había nada que no habláramos.

Cuando cada uno hablaba con su grupo de amigos, se sentía extraño pero, por lo menos yo, me alegré al ver que cuando lo buscaba, él parecía buscarme a mi y siempre que volvíamos a hablar lo hacíamos con una sonrisa algo tonta en la cara.

Debo confesar que en esa fiesta tomé bastante, había todo tipo de licores, comida e incluso un patio para que quienes fumaban (que no eran poco) pudieran salir a hacerlo. Yo siempre tenía algo de comer en la mano y una lata de cerveza o un vaso con algo. Con otros amigos, jugamos a la gran cantidad de juegos relacionados a la bebida y para la una de la madrugada, muchos ya estaban o muy borrachos o profundamente dormidos.

Los dos estábamos algo tomados pero seguíamos hablando y, sin acordarlo ni pensarlo mucho, nos tomamos de la mano. Nunca lo habíamos hecho. No éramos una pareja ni nada por el estilo. Para ser exactos, no conocíamos hace dos meses y no había pasado nada más allá que un par de sonrisas tontas. Pero ahí estábamos, tomados de la mano entre borrachos y habladores.

Fue cuando él quiso ir al baño, ya más tarde, cuando le dije que lo seguiría porque también quería ir. Él entró y entonces esperé, pensando mi plan pero más tratando de no quedarme dormido apoyado contra la pared. Entonces él abrió la puerta e hice lo que había pensado: entré al baño empujándolo, cerré la puerta con torpeza y me le lancé encima. Obviamente, él no se opuso y estuvimos besándonos un buen rato hasta que alguien comprobó que yo no había cerrado bien la puerta. Entonces salimos riendo y dejamos adentro a un chico desconcertado.

Volvimos a nuestro grupo, que bailaba música variada y hablaba de todo un poco, algunos ya llorando, otros demasiado alegres para tanto licor. Pero éramos jóvenes y eso era lo que se suponía que hiciésemos. Claro que había mucho de que preocuparse pero no podíamos preocuparnos ahora, no podíamos arruinar un momento como este.

Nos volvimos a tomar de la mano y seguimos hablando, hasta las cuatro o cinco de la mañana, cuando el dueño de casa confesó estar rendido y todos los demás tuvieron que quedarse donde estaban hasta que hubiera transporte o irse en taxi.

Nosotros elegimos irnos en taxi. Y no sé porque digo nosotros ya que yo estaba ya muy ebrio y lo único que quería era dormir. Pero de todas maneras, los dos nos subimos y no demoramos mucho en llegar a su casa. Nunca había estado allí y el hecho de llegar a un lugar desconocido me ayudó un poco a abrir más los ojos.

Subimos algunas escaleras, luego un ascensor y llegamos a la puerta de su casa. Varias veces me había dicho que vivía solo, cuidando el apartamento de un tío que vivía fuera del país. Pero yo jamás había ido allí: una combinación de saber lo que podía pasar y de falta de conocerlo bien. Simplemente nunca se había dado la oportunidad, hasta esa noche.

Eso sí, jamás pensé que fuera de esa manera. Menos aún cuando lo primero que hice fue preguntar por el baño y luego proceder a vomitar allí. Afortunadamente, no hice un lío ni nada por el estilo. Solo bajé la cisterna y me senté allí un rato, analizando mis opciones: o me quedaba a pasar el resto de la madrugada (que no era mucho) o me iba en ese momento. Pero entonces recordé que no tenía mucho dinero así que no tenía más opción sino quedarme. Me lavé la boca con enjuago bucal unas tres veces y salí.

Él me sonrió. Parecía saber que había pasado, seguramente por el ruido. Yo no dije nada y le pregunté donde podía descansar. Él me dijo que podía dormir en su cama y él dormiría en el sofá de la sala pero eso no me pareció correcto y, la verdad, había quedado con su beso en la mente.

Así que lo tomé de la mano y le dije que fuéramos a dormir. Así fue nos acostamos en su cama y dormimos varias horas. No hubo sexo, ni siquiera manos yendo más allá de lo permitido. Nada. Solo dos personas durmiendo, bastante cerca uno del otro, en la misma cama.

Cuando me desperté, tengo que confesarlo, fue un poco desconcertante. No haba tomado ﷽e confesarlo, fue un poco desconcertante. No habnte cerca uno del otro, en la misma cama.o me iba en ese momento. Pería tomado tanto para olvidarlo todo pero sí para tener un dolor de cabeza considerable. Me levanté, él todavía durmiendo, y me dirigí al baño que había adentro de la habitación. Había un mueble grande y busqué allí hasta encontrar pastillas para el dolor de cabeza. Seguramente no era muy inteligente tomarlas en ayuno pero no me importó. Tomé una con agua de la llave y volví a la cama.

En ese momento lo vi bien, detenidamente, como si fuera la primera vez. Y me di cuenta de que me gustaba y bastante. Era una persona dulce, inteligente, muy gracioso y considerado. Y dormía profundo, apenas exhalando por la boca ligeramente abierta. Se veía hermoso así.

No sé si fue por estarlo mirando pero se despertó al rato, pero no lucía confundido como yo sino alegre: probablemente había dormido muy bien o había tenido un sueño especialmente gratificante. Lo que fuera, se le notaba en la cara y en la sonrisa que me brindó.

Me propuso desayunar algo y acepté. Fuimos a la cocina y empezó a sacar cosas. Me dijo que sirviera jugo en dos vasos y eso hizo, cuidando no regar ni manchar nada.

La noche anterior no me había fijado en lo que acogedor del lugar. No era un apartamento muy grande pero sí estaba muy bien arreglado, con todas las comodidades necesarias. Mientras él encendía hornillas y sacaba sartenes y me preguntaba sobre mi sueño, yo me acerqué a la ventana y sonreí al ver la vista.

No había estado nunca en esa parte de la ciudad y, aunque el taxi parecía haberse demorado poco desde la casa de la fiesta, la verdad era que ambos lugares no estaban tan cerca el uno del otro. Él pareció darse cuenta de mi sorpresa por lo que se me acercó y me explicó que se veía por la ventana. Y lo hizo poniendo una mano en mi espalda, lo que me reconfortó pero a la vez me dio nervios.

Era bastante extraña la sensació﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽te extraña la sensaciiendo una mano en mi espalda, lo que me reconfortres no estaban tan cerca el uno del otro. na perón, como de conocerlo pero a la vez no, de sentirme bien pero a la vez estar un poco aprehensivo porque, al fin y al cabo, estaba en la casa de alguien casi desconocido.

Eso lo olvidé pronto al ver el desayuno que había preparado: huevos revueltos con salsa de tomate y el jugo que yo había servido. Mientras comíamos, él prendió el televisor y vimos caricaturas. Nos reímos tontamente durante una hora comiendo y viendo la tele y, de vez en cuando, nos mirábamos el uno al otro y sonreíamos.

Después de comer, propuse irme pero entonces él me hizo una contrapropuesta, haciéndolo parecer algo muy serio pero sin dejar de sonreír. Me dijo que, siendo domingo,  podríamos pasar el día juntos y luego, en la noche, él mismo me acompañaría a mi casa.

Acepté sin mucho pensarlo porque no había que pensarlo. Era una oportunidad y eso estaba más claro que él agua. No tenía sentido negarme ni hacerme el difícil. Muchas veces la respuesta más sencilla es la mejor que se puede dar, sea positiva o negativa.

El resto del día, vimos películas, nos contamos historias, aprendimos cosas el uno del otro que no sabíamos y nos divertimos con cosas simples como yendo a comprar algo de tomar a una tienda o recostándonos para ver una de las películas de suspenso que habíamos conseguido.

Al final de la tarde, me sorprendió con un beso y, esta vez, no había nadie para interrumpirnos por lo que pudimos hacerlo por varios minutos, como si no alcanzara el tiempo del mundo para sentir algo así, algo tan perfecto, al menos para nosotros dos.

Fue así como terminamos en su habitación y seguimos besándonos hasta que la ropa fue cayendo y la pasión se tomó el pequeño apartamento. Sus besos eran simplemente ideales, siempre con la duración exacta y agradables, jamás lo contrario.

Ya llegada la noche, cuando me tenía que ir, estábamos los dos en su cama, abrazados, sin decir nada. No teníamos ni idea que iba a pasar después, aparte de que le pediría acompañarme a la para de bus más cercana.

Pudiera ser que no nos viéramos nunca más o que nos viéramos al día siguiente y cada vez más. En ese momento, en ese minuto de nuestras existencias, no importaba en lo más mínimo. Éramos solo nosotros dos, sintiéndonos juntos y tontamente únicos, así supiéramos que no lo éramos.

Ese día para mi fue perfecto porque olvidé las preocupaciones que me habían agobiado por tantos años y tantas veces durante los últimos días. Olvidé sentirme mal conmigo mismo y sentirme prevenido con todo y todos. Me olvidé de mi mismo pero a la vez, me reconocí en otros aspectos. Y eso fue lo que necesitaba, ese día perfecto. 

lunes, 29 de diciembre de 2014

After

Stepping on the sand, feeling it beneath our feet, it was different. We had been walking along the road for such a long time that we had forgotten what it felt not wearing any shoes, any clothing except underwear.

We were six people, three women and three men, and we had been wandering the country for almost a month. We had begun walking because all the cities had been destroyed, devastated by war. Bombings and attack troops and orbital bombardment. All done because of many wanting the same: rule over the world.

But the world couldn’t be ruled, not by only one person. So all the war had caused a violent reaction from nature. Pests and natural disasters had stopped the fighting and violence. So much was the catastrophe that the war had to be finished, as there were no more troops to hold an invasion, an attack or even to support a small settlement.

Our group had seen thousand of bodies on the roads, mostly of soldiers and other men of war but also from people that had flee the crisis too soon or too late.

I, for one, had stayed in the lowest part of my building, waiting for all the sound from above to stop. I had a radio, a mobile phone and a small portable television but they stopped working after the first month. I also had rations of food and batteries, a lamp and even a sleeping bag. I had been prepared.

Family? None, at least not in this city. They were far away and there was no way of knowing if they were alive or not. All transmissions had died slowly: TV stations, radio stations, satellite feed, everything stopped at some point.

So when I came out, the city were I had lived in for the last five years, was in silence, deserted almost completely. I found a few people on my way out of it and we formed this group. I had told them I needed to go to my family’s city and see if they were dead or alive, as the doubt was eating me up.

The route was a long one so we headed first to a gas station and took several maps to help us get to our destination. We also got a little cart to put all our things in and we would take turns pulling it but in the first week we were lucky enough to find farm animals, cattle and so on. So we borrowed a donkey from one of them and he has proven to be our most prized possession. 

In the group, we all have the same responsibilities and duties with each other. There’s no one that rules over others or someone that gets to do nothing. We all do, we all pull, we all feed Burrito (our donkey) and we all get food and explore the places we walk into.

The good thing is that no one ever complained or tried to be more than the others. We just got along and, to be honest, we try to speak as sparsely as we can. Sometimes there are heat waves, and fighting or talking too much during them would be fatal. We just way under a large shadow and be sure to have plenty of water.

It does seem like some things are running out, like water. We normally find gas stations or supermarkets with bottles that are still good but the natural sources seem to be running out. Just a few days ago, we saw a gigantic patch of mud on the ground. None of us had traveled the region before, but it was obvious a large lake had been there.

We ate anything that would not need frying or real cooking of any kind. We had matches and a portable cooking thingy, but the first ones ran out fast and the other worked on gas, which was not really that easy to find, so we would rather grab all the jerky we could get, ham, cheese, and so on.

Not milk, never, as it had all gone bad already. Most places we entered had that foul smell of milk gone bad. But we rapidly learned how to stand it and soon we ignored it altogether.

We traveled mainly by the roads. Not directly on them, as the heat made it annoying, but on one side, walking on grass or dirt. There were small rural roads and freeways of many lanes. But these days they all looked deserted, except for the many cars left stranded a little bit everywhere.

The tough part was when we started heading up a mountain. We had to do that to go down the other side and from there it was practically a slope towards the ocean.

The mountain was really hard for Burrito and for us. I personally feared more for the animal than for us. We had fed him well with the few fresh vegetables we had found on our way but it never seemed enough for such a creature. On the way up, he was nevertheless relentless. It was like he didn’t feel the annoying angle on which we had to walk.

There was neither snow nor nothing that cinematic, only a lot of chilly wind, trying to topple us with its strength. But after a single afternoon, we made it to the other side. Unfortunately, we had to camp up there. This time, Burrito wasn’t that strong.

We buried his body, first thing in the morning. We all cried and said a few words. A guy on the group had a Bible (he was the religious type), so he said a prayer for the animal. We owed him a lot.

Now it was us who had to pull the cart again but this time it was harder. The weather had gone significantly worse: heavy rain for three straight days and that damn wind that never stopped blowing. Not even when we got to sea level, did the weather stopped.

This moment proved to be a test for all of us. It was then we really had to meet each other, when we learned about each other and why we were doing what we were doing. It wasn’t like before, when we wouldn’t speak or even breath too loudly. Maybe it was the rain, but that had changed.

Now, during dinners, we would share stories about our past. The unspoken rule was that only one could tell his or her story per night, but the person could decide for how long they wanted to speak. At first, the stories went on for as much as fifteen minutes but, with time, we got to a story spanning several hours, during which we would eat something and enter our sleeping bags.

The road after the mountain was difficult, very rough to the legs and arms. The person pulling the cart always had the worst part, as it was too hard to do it on rocks that would move when passing on them. It was sometimes dangerous and, many times, it pulled out all the feelings people were hiding.

But that didn’t split the group; it actually made us much stronger, like a family. We were learning to live together but we knew we stood no chance if we were to take on this new world by ourselves. Without saying much, I believe love started growing among us, the kind of love you have for sisters and brothers.

Rations were getting smaller. For some reason, these roads had nowhere to find food or canned goods or nothing. For a good week, we fed very poorly, and it was starting to show. Some of us had yellowish, greenish tint on our faces, as if we were in a constant urge to vomit.

So when we finally got to the city, everyone acquired new strength. The possibilities to find food were a lot higher here than anywhere else. And we did, yes we did. We ate like pigs our first night there. We actually ate pig: a lot of preserved ham and canned beans still good. And there was water and, in a hotel, we had found an ice room still working for some reason. We played like children in there, freezing but happy.

The next day, was the day we went to the beach. And it was then, when we first felt we were alive, that we were reminded of our humanity and that our time here was not done yet.

Some walked the beach hand by hand. Others, like me, just stood there with sand up their ankles, watching the ocean. The waves, coming and going.

And there I cried again, the first time since Burrito had died, the second time since… Since I didn’t know when. I was alive but the word was dying and we all knew it.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Mirarte a los ojos

Martín se había vestido con su mejor ropa, toda planchada y limpia. Había seleccionado varias prendas y se las había probado frente a un espejo, viendo como le quedaba cada cosa. Por celular, recurría a la ayuda de su amiga Lorena, tomándose foto y pidiéndole comentarios respecto a cada conjunto.

Nunca antes había hecho nada por el estilo y estaba más que nervioso. Era como ese sentimiento e inseguridad, miedo y ansia que se siente al tener una entrevista de trabajo. De hecho, si uno lo miraba desde cierto punto de vista, era como una entrevista excepto que en vez de un trabajo podría conocer a alguien increíble.

Por lo menos sabía que el otro chico, Damián, tenía mucho de increíble. Por eso era que le había pedido a Lorena primero su correo y luego su número. De lo primero se retractó, ya que hubiera sido un poco extraño y loco enviarle un correo a un desconocido o agregarlo por alguna red social. Parecería como si estuviera desesperado o desequilibrado y definitivamente no quería parecer como nada de los dos.

Su amiga Lorena conocía muchas personas, seguramente miles y miles. Y no era una exageración: ella organizaba eventos. Tenía su propia compañía que alquilaba salones, bandas y hacía el catering para multitud de reuniones, eventos familiares y demás compromisos sociales. Le iba más que bien y todo era porque era ella misma: a veces regañaba pero siempre era dulce y sabía que la gente hiciese lo que ella decía sin que nadie dudara de ella.

Un día, hacía unos tres meses, había celebrado una fiesta pero en su apartamento. Un lugar hermoso y bastante grande. La fiesta era, en esta ocasión, para ella. Celebraba su cumpleaños número treinta y muchas de las personas con las que había trabajado y amigos que había hecho en los último seis años, habían venido a celebrar con ella. Había bastantes regalos, comida deliciosa (sus platillos favoritos) y buena música. Nada podía ser mejor.

Martín llegó allí más por respeto a su amiga que por físicas ganas. De estas últimas, no tenía muchas. Para él las fiestas se habían ido tornando en algo tedioso, algo que por cualquier medio debía evitar. Odiaba que lo halagaran con falsas afirmaciones como "Como estás de delgado!" o cosas por el estilo. Siempre había sido flaco, no era algo de sorprenderse.

Como había barra libre, empezó con un trago y luego con otro y así hasta que ya habían sido demasiados destornilladores. Fue así que dio tumbos hasta llegar a la barra donde estaba la comida y se propuso servirse algo grasoso, para ver si se quitaba algo de la borrachera de encima.

Fue entonces cuando lo vio. Hoy, Martín puede jurar que en ese momento su ebriedad se desvaneció casi por completo, al ver los profundos ojos de un chico que estaba a su lado, también buscando comida. Solo cruzaron miradas por un momento pero para Martín, fue eterno. Se le que quedó mirando, como hipnotizado. Ni se hablaron, ni se volvieron a mirar. El chico solo sirvió algo de arroz chino y pollo en su plato y se fue a su mesa.

Martín sirvió lo mismo, como pudo, y volvió a su asiento, sin perder de vista el del chico, que no estaba muy lejos. Mientras comió e incluso mientras hablaba con otros invitados, lanzaba miradas para ver que hacía el chico. A veces hablaba con alguien, a veces reía, a veces bailaba y otras tomaba algo, solo. En esos momentos, Martín quiso tener la valentía para acercarse y decir algo. Pero simplemente no podía. No quería arriesgarse a quedar en ridículo y mucho menos en un lugar tan lleno de gente.

Su borrachera le hizo ir, ya a la madrugada, al baño. Cuando salió, el otro chico se había desvanecido en la noche. De verdad, ya no se sentía tomado. Había sido ese hombre, y la comida, como un remedio para él.

Cuando se despertó en su casa al otro día, desayunando en silencio acompañado de su gato Pepe, pensó en llamar a Lorena y pedir el número del chico de la fiesta. Pero apenas tuvo el celular en su mano, se arrepintió. Se vería desesperado y torpe, pensó él. Además el tipo parecía de esos que solo están al alcance de unos pocos y, aunque la autoestima de Martín no había recibido golpes serios, sabía que no era precisamente irresistible.

Para dejar de pensar en el asunto, se dirigió al baño y se duchó con agua caliente. Trató cantando y exfoliando su piel con un trapo especial y una fuerza que dejó su piel roja. Pero simplemente no podía quitarse al chico de su mente. Tanto que tuvo que calmar su mente para no tener que aliviar su emoción allí mismo.

Cuando salió de la ducha, buscó de nuevo el teléfono. Pero de nuevo, no hizo nada. Y así se pasó los siguientes días: quería llamar pero de nuevo lo atacaba el miedo al ridículo. Y pensaba en que no había nada malo si no pasaba nada pero se arrepentía al pensar que posiblemente el chico tuviera novio o, peor, que ni siquiera estuviera interesado en los hombres.

En cuestión de un mes, no dejó de pensar en el asunto ni en el chico que solo había visto por unas horas, con el que ni siquiera había hablado una sílaba. Se imaginaba invitándolo a comer algo, a pasear, hablando. Pero siempre eran sueños. Cuando se despertaba, Martín se volvía en el más pesimista de los hombres: pensaba que seguramente un chico así ni siquiera viviría en una ciudad tan insignificante como en la que él vivía ni estaría interesado en un chico como él.

Pasaron dos meses, sí, dos meses completos antes de que el destino cruzara a Lorena con Martín. Fue en un café, del que él salía y ella entraba. Con su característica candidez, ella le ofreció pagarle algo de beber o de comer para que conversaran. Ella tenía una cita pero no sería hasta dentro de una hora y necesitaba el café. Así que hablaron y, sin quererlo pero sin retenerlo dentro, Martín le preguntó por el chico de la fiesta,

Resultaba que sí vivía en la ciudad, son sus padres. No tenía trabajo en el momento. Ella lo había conocido por unos amigos mutuos. La verdad era que no sabía mucho más. De hecho, él era un acompañante de una de sus invitadas a la fiesta y por eso estaba allí.

Martín entonces le confesó que deseaba conocer al chico y Lorena, de nuevo tan amable, le dijo que le ayudaría pero que sería difícil ya que no era alguien cercano ni conocido.

Durante el mes siguiente, Lorena lo contactó para irle diciendo cosas: había hablado con su amiga, el chico no aparecía, estaba de viaje, era algún tipo de artista,... Datos sueltos de una vida que por, alguna razón, Martín quería conocer.

A veces se sentía mal, porque parecía como un loco con el tema, siempre ansioso de ver algún mensaje o llamada perdida de Lorena, con alguna nueva información. Había muchos peces en el agua, como decían, pero él solo quería conocer a ese pez del arroz chino. Simplemente no lo podía explicar.

Eso fue hasta que un buen día Lorena lo llamó con una sorpresa: había concertado una cita con el chico ella misma. Se debían ver en una cafetería. No sabía por cuanto tiempo ni en que circunstancias, pero era lo mejor que había podido hacer. Martín le agradeció a Lorena su bondad y de inmediato le envió flores a su casa como agradecimiento.

El día de la cita, Martín llegó con su mejor ropa, perfumado, arreglado al último detalle. Resaltaba bastante en la cafetería. A la hora concertada entró y, al no ver ninguna cara conocida, compró un café. Cuando se giró para mirar de nuevo, vio una mano llamándolo desde una de las mesas. Era él. Y en ese momento supo que la bebida no había tenido nada que ver.

Se sentó y empezaron a conversar. El chico de lo mucho que le había sorprendido la llamada de Lorena y Martín disculpándose por su insistencia. El chico le decía que no había problema. Tenía una cara triste, algo melancólica. Martín le preguntó si se sentía bien y el chico respondió que venía de una reunión donde le habían negado considerar una de sus obras para publicación.

Entonces, empezaron a conocerse mejor. Fue como si ese detalle, ese intimo vistazo a su vida hubiera sido el espacio perfecto para empezar a entrar. Tomaron café y comieron y rieron y hablaron de cosas serias. Hacia el final de la cita, Martín acompañó al chico a su parada de bus. Y allí le confesó lo siguiente:

 - Es una estupidez pero, desde el primer momento que te vi, quise buscarte. Y hoy, por fin cumplí esa meta.

El chico lo miro a los ojos, como aquella noche, y le preguntó:

 - Cual es tu meta ahora?

Martín sonrió. Ya sabía la respuesta a esa pregunta.

 - Seguir mirándote a los ojos.

sábado, 27 de diciembre de 2014

Over the lights

The young guy was there, just looking through the window, sitting on the edge of the frame. He was looking somewhere beyond the buildings, the streets, the people and their noise. It seemed he was looking at something that wasn't there or he maybe even not really looking, just wondering.

 - Sorry. - I said.

I put the papers I had been asked to look for on the desk. The boy immediately turned around and looked directly into my eyes. For lack of a better word, they were mesmerizing: not blue or green or honey colored. They were brown but somehow they were so much more special than any other brown eyes I had ever seen.

He smiled at me and turned his head again, returning to his wondering beyond this place, in which he obviously had no intention to stay. For me, it wasn't clear why he was there but my boss was handling his affairs. He was his attorney and I was the attorney's assistant. Not having come out of law school yet, I was trying to learn what made a lawyer a very good one but as of yet, i had only learned how to make a decent cup of coffee and how to juggle two boxes of donuts and three large lattes.

Then, my boss entered. Ms. Hoffman was a tall, intimidating woman. And to be honest, I was surprised to see her advising such a young guy. He had to be younger than me, I thought. But there he was, all worried. And her, she was in one weird mood. Normally, Ms. Hoffman would be yelling at everyone, asking for things, denying others and then asking for notes and data and so on. But today, she had been in her office all day until he came. And here she was.

 - How have you been, Tony?

So, he's name was Tony. He sat down next to year with me on the other side. They chatted amicably for a while, asking the same superficial things one asks a friend or a close acquaintance. This was extremely strange, as Ms. Hoffman had never really shown interest in any person, not employee or client. But there she was, asking him about his health and work.

For what I could take from the conversation, she had helped him emancipate himself from his family. The guy owned a billion dollar company. You know, one of those young brains of the new generation: they make an app and the next day they are giving money to Bill Gates or something.

He was not a friend of words, speaking only if he had to and not bothering to fake a smile, a thing that Ms. Hoffman was doing. It seemed so odd and unnatural. And, when the meeting passed its first thirty minutes, I started wondering what I was doing there. Besides handling papers from time to time, I was not doing much. She hadn't asked for coffee or some difficult number from ten years ago. She had just demanded me to be there.

Then the meeting was over. They were bidding farewell to each other when Ms Hoffman said:

 - Oh, I almost forgot. This is the guy I told you about. He's perfect for you.

At first, I was not sure I had heard it correctly. I tried to say something but then he looked at me again and all the words melted quickly. He just nodded and said "He'll do fine". Was I been pimped or something similar? Why hadn't she told me anything?

He came out first and she started walking after him but then I recovered my words and asked her what was going on. She only said that now I worked for him and that I should go after him and ask all the details about the new job. She said I could clear my post on the weekend.

So I stood there, for what it felt like ages. I had been laid off but at the same time I had a new job already. Confusing? Of course, but mysterious even more. I rushed after the guy and realized he had taken the elevator already so I had to go into a crowded one. When I finally arrived to the ground floor, I rushed out only to see the young man smirking, waiting leaning on a black car.

 - Get in, guy.

He got in and then I followed. It wasn't a limousine or anything but the car was beautiful inside and out and the chauffeur didn't spoke a word. Apparently, he knew the schedule by heart. He started to drive and then I noticed the young guy was looking at me.

 - Name?

For a second I doubted but then I finally spoke.

 - Ellar Ramsay.
 - Good. Call me Tony.

I nodded. Then shut up again. I had no idea what to ask or say. As a matter of fact, I didn't even know why I had entered a car without saying something before or asking the destination. I just sat there, looking through the window. If he really was my new boss, he would ask something at some time. Maybe lattes were also his thing.

The car stopped in front of a beautiful building. He asked the chauffeur to park it properly and come back the following day. The man only nodded in response.

When we got, Tony walked in front of me at all times. I just smiled or nodded to people in the building until we were alone in the elevator, taking us up to the thirtieth floor.

 - Did Ellen tell you anything about your job with me?

I nodded negatively.

 - Are you afraid of me?

That was one tough question. Although short and seeming fairly simple, Tony did have something very intimidating about him. His body language, his expressions, that way of looking at nothing, his eyes, ... He was really strange, even more than Ms. Hoffman. At least she was predicable. From this young fellow, no one knew what had to be expected and I suspected he was aware of this feeling he imprinted in people's mind.

 - I see you are. Good but not in your post.

The elevator opened and he stepped out. I followed, but stopped almost immediately: we were obviously at his apartment and it was really nice. It didn't look like one of those rich people's flats; all done by some crazy designer that thinks black is the only color in the world. No, this was a home, full of color and, obviously, feelings.

There were pictures, a lot of them. I saw Tony in some of them. And a man and a woman, probably his parents. I followed him through the living room and then to a corridor. I was sure he was leading me to an office where we would discuss the details of my new post but, once again, I was mistaken. We were in the bedroom.

It was lit by the pale light of sundown and when he switched the lights on, it felt as if the afternoon sun had entered the room. It looked beautiful. So beautiful it was, I had not realized he was taking his clothes off. Again, my words were lost. I saw his shoes, pants, t-shirt and jacket fall to the floor.

 - Pick that up for me, please.

He entered another room, probably the closet, and started singing. I couldn't decipher, or care about, which song it was. I took the clothes and folded them and then put them on his bed. What was I doing? Why was I just doing what he wanted instead of demanding answers or simply leaving?

I then realized I was breathing heavily so I decided to get closer to the window and try to slow myself down, to relax, to get my words back from him. As I calmed down, I saw the city unfold before my eyes, all the car lights and building lit up, all ready for the night. I remembered it was Friday night and I was being expected in a bar.

 - How do I look?

I turned to him and saw he had put on a tuxedo. He looked very sharp, except for the light blue socks he was wearing and his unshaved appearance. I felt him taking over me again but this time, I closed my eyes and spoke.

 - What am I doing in here?

He smiled and got close. For some reason, I shivered. I was scared.

 - Don't be scared. I'm not a maniac or anything. I get a bit crazy often but not really mental.
 - Do I really work for you?
 - Yes, you do.
 - As.... what? A prostitute? I don't...

Again, he smiled but this time I didn't felt threatened but relieved.

 - I do, actually. But that has nothing to do with it. I asked Ellen for a sharp, intelligent guy to be my       assistant. That's you.

What? Assistant? Again?!

 - I know you are her assistant. Or used to be, at least. Now, you are mine anyway. And I need you.

And then he did something I didn't saw coming. He took my hands and squeezed them gently.

 - I need someone I can trust. Someone that knows all of me and me of him. And no, not a                      relationship based on love or sex but on partnership. I own a small empire and I need a guy like you    to help me make it bigger and better.

So many thoughts were rushing into my head. I could even feel the blood going all over my body. I had to speak now but, again, all inside of me was blocked. My head lay low, at the floor. This time, I wasn't blocked because of him but because of the chance given by him to me. I had always wanted to be a lawyer, a great hero defending people from titans trying to steal their lives from them. But this man was asking me to be his shadow, forever probably. And just like that, without any explanation or details.

I raised my head again and looked at him, straight in the eye. When I saw him, I felt a connection. And I was sure I saw him feeling it too.

 - What do you need me for? - I said.
 - Grab me some dark socks and help me shave. I swear it gets better down the road.

Again, he smiled at me with that craftiness, that subtle way he had to get what he wanted by just using his eyes.

The only difference this time was that, without hesitation, I smiled back.

viernes, 26 de diciembre de 2014

Dejarse llevar

Adrián nunca supo que hacer con su vida. Nunca estuvo seguro de nada. Estudió lo primero que pensó en la universidad y trató de ser bueno pero no excelente. La verdad era que no estaba muy interesado por nada que enseñaran o no en una universidad.

Era un chico sin aspiraciones, sin sueños ni grandes deseos para su vida futura. Para él, no tenía sentido soñar tan en grande. "Los sueños no se vuelven realidad. Somos nosotros los que ajustamos lo que llega y lo ajustamos a nuestros deseos, para sentirnos felices", o algo así decía él.

Sus padres, obviamente, no estaban muy contentos con su actitud. Ambos eran personas que habían trabajado duro toda su vida y por eso, cuando habían discusiones, Adrián les recordaba que sus sueños seguramente no eran casarse antes de los veinticinco y vivir una vida que seguramente hubiera sido mejor si hubieran tenido tiempo para aprender y disfrutar de verdad.

Los padres siempre dicen que no se arrepienten de nada, o la mayoría lo hace. Y mienten, porque todo ser humano se arrepiente de las decisiones que han tomado en la vida. Es imposible no dudar, no pensar después de haber realizado algo, que pudo haber sido mejor. Como seres humanos, jamás estamos contentos con nada.

Pero eso no era lo que le pasaba a Adrián. Él se había pasado la parte del arrepentimiento, de la duda, de intentar y fallar. El simplemente no intentaba y decidió dejarse llevar. Claro que alguien de veintiseis dejándose llevar, no es algo que inspire mucho a nadie. La sociedad tiene reglas preestablecidas y si no se cumplen, empiezas a ser la oveja negra del rebaño. Él tenía la edad que tenía y no había nunca trabajado por un sueldo, no tenía ningún tipo de relación sentimental con nadie (ni la había tenido), no tenía ahorros y las ganas sencillamente no estaban ahí.

Adrián había decidido que él no iba a matarse todos los días en un trabajo miserable, lamentándose todo los días por lo que nunca fue. La vida sería la que lo dirigiría y sus estudios, que al fin y al cabo le habían enseñado cosas, serían su único sustento. Y así fue.

Estuvo tres años sin trabajar, para el disgusto de sus padres e incluso de quienes decían ser sus amigos. Tres años en los que se apasionó por placeres más mundanos como el arte de escribir, el de dormir, el de cocinar y el de ver películas de todo tipo. Si pagaran por cualquiera de esas cosas, sería excelente. Eso pensaba. Pero luego recordaba que entonces tendría que batallar media vida para que le pagaron un sueldo miserable y ya no lo volvía a pensar de esa manera.

Un buen día, sin embargo, decidió ir con unos amigos a la representación teatral en la que participaba una amiga de la universidad. Allí conoció, por pura casualidad, al director de la obra. Era un hombre joven, completamente enamorado de sí mismo. Apenas Adrián habló de como escribía para pasar el rato, el hombre lo alabó (sin razón aparente) y decidió darle su correo electrónico para que lo contactara enseguida y, tal vez, escribieran algo juntos o hicieran una obra de algo que Adrián hubiese escrito.

Atención lector, porque nada nunca sucede con personas de esas características. Son personas que solo buscan agradar y construir un castillo de ego alrededor de si mismos. Un castillo tan grande que ni siquiera sus pensamiento logran llegar muy lejos. Y eso era lo que había sucedido entre el director y Adrián: nunca estuvo interesado en nada pero fingió estarlo porque pensó que eso lo haría interesante ante los demás. Un alma caritativa o algo por el estilo.

Adrián no se decepcionó. De hecho, no esperaba nada de eso. Lo que nunca esperó fue que un día, charlando con un vendedor en una tienda de comida saludable, consiguiese un trabajo como cajero en aquella misma tienda. Había sido una conversación casual, sobre los ingredientes y demás. De pronto el tipo había preguntado si Adrián quería trabajar allí y el joven solo asintió. Después de firmar la papelería y demás superficialidades, el chico empezó a trabajar, con un horario de nueve de la mañana a nueve de la noche. Y, aunque no había dicho nada en el momento, vivía bastante cerca del lugar así que por todos lados era perfecto.

Almorzaba y comía rico, ya que no era comida que le resultara pesada al cuerpo ni nada por el estilo. Además servían yogur helado bajo en grasa y él solía comerse uno de vez en cuando. Eso sí, no por iniciativa propia sino porque su jefe se lo ofrecía. Le decía incluso que podía hecharle cualquier fruta o fruto seco que tuvieran para adornarlo.

La verdad era que Adrián lo hacía bastante bien. Era atento, sin ser lambiscón. Explicaba el concepto a quienes venían por primera vez y explicaba algunas propiedades de los alimentos que los clientes estaban felices de escuchar. Lo bueno de un restaurante de comida saludable, es que todo el mundo va a fingir dos cosas: que sabe que es lo que está pidiendo y que lo come todos los días. Y eso le agregaba un toque de diversión a la situación. Más de una vez veía como un "adicto a los saludable" pedía uno de los platos para luego comérselo como si fuera cemento liquido.

Lo más importante de todo para Adrián, fue el hecho de que sus padres dejaran de acosarlo por todo. Ahora que ganaba algo de dinero y que estaba fuera de la casa haciendo algo productivo, ya no sentían la necesidad o la urgencia de decirle algo. La vida en la casa, sobre todo los fines de semana, era increíblemente llevadera. Cada uno era independiente ahora y no había que preocuparse por nada.

Apenas su madre se pensionó, un par de años después del padre, la pareja decidió que quería una casa de campo en tierra caliente y así lo hicieron. La compraron sin dudarlo y se iban allí cada vez que podían. A veces eran los fines de semana a veces varias semanas, lo que sintieran necesario para relajarse. Ellos habían ya hecho su parte y estaban contentos de poder disfrutar, ahora sí de verdad, sus vidas.

Mientras eso sucedió, Adrián subió los pocos escalones que se podía subir en el negocio de la comida saludable. Ahora era gerente del punto pero seguía gustándole atender en la caja de vez en cuando. Además, todos los que trabajaban en el sitio eran una pequeña familia de amigos y compañeros de lucha al lado de las estufas.

En sus fines de semana libres, sin padres, Adrián aprovechaba para salir a caminar con su nueva mascota (un pastor alemán pequeño) y ver que sucedía en la ciudad. Era lo mismo que había hecho por tanto tiempo pero ahora se sentía distinto. Tal vez porque pronto se iría de la casa. Sus padres no lo sabían pero ya se los diría. Tal vez sería porque trabajaba y ganaba su propio dinero. O incluso podía ser por el hecho de que hacía unos meses, había conocido a alguien.

Sí, era su primera relación sentimental. Todo bastante casual: se tomaban de las manos, se decían cosas bonitas al oído, iban al cine, a comer algo y tenían el mejor sexo del mundo. Que más se podía pedir? Adrián sabía que podía terminarse todo en cualquier momento pero eso no le importaba, disfrutaba el momento que vivía y más nada.

Pero su relación duró, por alguna razón que él nunca se molestó en encontrar. Y su trabajo siguió igual de bien que siempre, entrenando nuevo personal e introduciéndolos al fantástico mundo del helado de yogur gratis.

Para sorpresa de muchos, Adrián jamás se fue de casa. Pero no, no es como lo piensan. Resultó que los padres se fueron permanentemente a vivir a su casa de campo y le pidieron que cuidara de la casa como si le perteneciera, que lo ayudarían con los gastos si lo hacía y así fue.

Tiempo después y antes de dormir, compartiendo una cama en su hogar, Adrián pensó que todo había sucedido sin proponérselo y que, al fin y al cabo, él le había ganado una a la sociedad. Había dejado que la vida hiciese y solo se dejó llevar. Y por lo que veía antes de cerrar los ojos, lo había hecho muy bien así.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Airport

So many people, coming and going. So many people busy or pretending to be easy. Some with their families, some alone, some others in large groups were they never really meet. Other are there to work hard, give away tickets, checking people on their flights, tending to their many needs or cleaning the large spaces filled with light and energy.

At the entrance, the men that guard the trolleys to put the bags on, chat about how many tips they have received today. They live on them so every single coin and bill count. And many people prefer to carry their bags inside, not wanting to spend the little money they have on a trolley they have to return to the entrance. They prefer to spend it on one of the restaurants or in some gift to the person they are going to see at their destination.

One of the men hasn't had the best week. He really needs to win some money and tries to attract clients by telling them how easy it is to help them with their bag. He greets foreigners specially, as they are more likely to ask for their services or women alone traveling with a lot of baggage. At home, his wife works doing laundry for neighbors and their daughter works as a secretary. Life is hard and, sometimes, difficult to bare but they are fighters and never give up.

Inside, the many women and men handing tickets are specially busy. They have to be smiling every single minute of their work, trying to provide the best service possible. They are many hundreds of them as all airlines make use of checking counters, wether they have fifty stands or only one. Most of the workers are women, dedicated completely to the old art of traveling.

One of them, Adrienne, is working for he first time. Every time she came to the airport when she was young, it was a whole experience to see the many people working and the planes through the glass of the main corridor. She loved to wonder how many people were traveling and to what exotic destinations they were heading. She never traveled a lot to be honest, her family couldn't afford it. Her first time on a plane was for the school trip on her senior year.

Children like it specially when groups of pilots and flight attendants pass by. Their uniforms are so pretty and most of them look perfect, like real size dolls. They are greatly poised, carrying their wheeled bags, always matching the color of the bag with the uniform. And there are so many colors and shapes of uniforms, pending on the country of origin of the airlines.

Padma, for example, works for Air India and, as expected, her outfit represents her country everywhere she goes. It is a beautiful traditional sari. Its bright orange in color with a red and black scarf around her neck and black shoes complementing it. She is very proud of wearing those colors every single day to work as it represents the rich tradition she loves so much. Being born in Mumbai, she learned through her mother about the gastronomy and many other cultural aspects of her country. After finishing school, she traveled through all of India and then decided to become and air hostess in order to bring India to the world.

But the most interesting part of the airport is were all the passengers and crew members gather: the duty free area. A tiny mall inside the airport, the stores sell every single thing passengers may want to give as a present to their fellow travelers or to someone they are looking forward to meet when they finally get home or to work. The stores are never deserted, filled with the scent of thousands of perfumes, the voices of buyers and sellers and even the taste of many delicacies made for the inevitable need to eat and drink.

In one of the stores, Roger works selling small crafts for people to go home with. There are refrigerator magnets, smalls pieces made of wood or glass or plastic and many sweets and other traditional pastries. Roger likes when people want to taste the pastries in advance, wanting to know what they are bringing back home. It's a pleasure for him to promote the country, its traditions and even the values behind it all. But buyers often go straight to the magnets and that's not bad. He has many, funny and not so funny wants. Delicate and detailed or just simple. He sells them all.

Meanwhile, in one of the many fast food restaurants, works Felicia. She puts fires on the fryer and puts salt on them. She also pours the drinks and sometimes flips the burgers. The ambiance in a fast food kitchen can get very annoying, all hot and sticky and smelly. But its a "safe" job. People work there for as long as they like. No one really gets fired, unless they do something really gross or awful. Felicia likes it and hates it at the same time. She loves the pay, that simple. But she hates to smell like a burger all day long. And she hates it too because there's no way to go out and smoke. There is no out so she really has to wait all day to feed her need for a cigarette.

At the waiting rooms, other hard workers do their thing with people many times not even noticing them. They clean up the place, making it look decent, unspoiled and perfect. They pick up every single piece of paper, every candy wrap, old magazine left behind and many other objects passengers may leave around thinking the airport cleans itself. But it doesn't, an army of men and men work every single second to provide high higiene standards, specially in the bathrooms were people tend to be even more careless than usual.

There, cleaning one of the stalls in one of the many women bathrooms, is Clara. She's a big woman, capable of cleaning a big mirror in seconds with the help of her many work tools: liquids, sponges, rags and mops. She loves it when no one enters the bathroom when she's cleaning. She cannot block people from entering so most of the times it proves to be a difficult thing. But when no one comes near, she feels like singing and even dancing a bit while cleaning the floors. Clara likes it a lot when everything is nice and clean. That is because if she does her job right, she wins more money. And more money is a better life for her and her children. She's not married but has three kids to care for and they are her reason to live. And with her kind smile, she greets passengers when she's finished working.

The other army working at the airport is the one working below and outside. The many people helping bags getting to their planes, the security guards caring for the safety of everyone inside the terminal, the ones with the glowing sticks helping planes to their stands and even those with unique jobs, that no one really knows about.

Henry, for one, is in charge of the birds around the whole area of the airport. Yes, that's his job and he has a companion. A small hawk called Flash. Henry uses Flash in order to scare other birds and animals and make them clear the runways. If one of the those birds gets sucked by a turbine, they may cause a fatal accident and no one wants that to happen. So every single day, from dawn to dusk, Henry and Flash go around the airport on a small four wheeled transport. They have fun together, pulling the danger away from the runways, looking closely at how the planes land, filled with people glad to get home or to a new beginning.

That is the heart of the airport. The planes and the passengers traveling inside. It is them who make an airport what it actually is. And they are some many over the course of a single day. People sitting on a small or very large planes, bound to a city an hour away or another continent very far away. they may get to sleep or just to sit around for the duration of the flight. There are some many going through the airport, running even, as they are making a connection. Those people, although not spending a lot of their time, end to know what the airport experience is all about and that is bringing people together.

We have the example of the García family. Maria and Manuel married three years ago and now they have a new member on the family: her name is Emilia and she's only one year old. It's her first time traveling and its a long flight. She will be visiting her grandparents, uncles and cousins, who haven't yet met her, or maybe only through a webcam. She can't speak yet but she's thrilled by the prospect of a new experience. Although she doesn't know where she is, she knows its something different: the sounds, the smells, even things feel different.
Her parents are excited to. As soon as they sit down, they put on their seatbelts and take each other's hand. They have that custom and they are not letting it go no. They squeeze hands when the plane's door is finally closed and the craft begins to pull away from the airport.

That's how one airport story ends but, as we know, many more are still ongoing and many others are yet to come.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Fiesta de Navidad

Gabi miraba los números en cada edificio hasta que por fin encontró el de su amiga. La verdad no era su amiga, más bien una compañera muy cercana. Pero había sido tan amable con ella desde su llegada a la ciudad, que no tenía como negarse a asistir a su fiesta de Navidad.

Al fin y al cabo, Gabi estaba sola. Muy lejos estaban sus padres y su hermano mayor, ya casado. Antes de salir de la casa, había hablado con ellos y había llorado como una tonta después. Eran años, veintiocho para ser exactos, en los que siempre habían celebrado juntos. Nada muy grande ni extravagante, pero unidos.

En cambio ahora las cosas habían cambiado. Ella había dejado su país, su hogar, por una excelente oportunidad laboral. Y no se arrepentía. Pero era la primera Navidad sola y eso le había afectado el humor. La última semana de trabajo, le lanzaba miradas de asesino a cualquiera que propusiera algo muy navideño como dan regalos en secreto o cantar villancicos. La verdad era que nada de eso le había gustado nunca pero ahora le recordaba todo a su familia y a ellos los quería mucho.

Cuando Silvana la invitó a su fiesta pensó que era en broma. Luego, pensó en decir que no. Pero lo único que hizo fue sonreír y decir "Gracias". No hubo más que eso. Era, sin duda, algo inesperado. Ella ya había planeado comprar un par de pizzas y pasar la noche sola viendo películas y luego dormir como loca. Nada más.

Lo pensó y lo pensó. Si iba, seguramente sería incomodo. Silvana era de esas personas que son amables porque así son. Y eso era admirable para Gabi que sencillamente no era así, para nada. En todo caso, no se conocían en realidad. Tomaban café juntas en los descansos o tomaban el almuerzo en el mismo sitio pero nada más que eso. De hecho, Gabi no tenía la más mínima idea de cual era el apellido de Silvana. Y en instantes, conocería a toda su familia!

Si no iba, sería un gesto grosero y tonto. Silvana sabía que Gabi no tenía a nadie y no responder ante un acto tan bonito hubiera sido imperdonable.

Así que se vistió como mejor pudo y salió al supermercado a comprarle algo a su compañera. Había pensado en comprar algo de ropa pero no sabía sus tallas y no quería arriesgarse. Así que prefirió comprar una botella de vino y una tabla de quesos. También compró un pastel grande de chocolate y entonces tomó el tren hacia la casa de Silvana.

La imagen en el vagón era bastante cómica, lo que logró sacarle una sonrisa a Gabi: dos hombres pequeños estaban disfrazado de gnomos y repartían volantes para una marca de electrónica. Además, una mujer peleaba con su esposo porque no habían podido encontrar el jamón que ella quería y se habían tenido que contentar con un pavo, que ella juzgaba de "seco e insípido".

La joven caminó desde la estación hasta la calle de Silvana cargando las tres bolsas, sintiéndose cada vez más arrepentida: que tal si, como la gente del tren, la familia de Silvana estaba de pelea? Y si había niños? Seguro los habría y Gabi no era muy buena como cualquier persona menor de veinte años. Siempre se sentía observada por ellos y si no les daba algo, seguramente se quejarían.

Todos estos pensamientos y muchos más, abrumaron la mente de Gabi en cuestión de minutos. Pero sus pies la habían llevado a metros de la casa de Silvana y no iba a regresar a casa con todo lo que había comprado. Así que tomó aire y timbró.

Por suerte fue Silvana que abrió y la recibió con un abrazo. Le dijo que la estaba esperando y que la iba a llamar en un rato. Cuando vio las bolsas, le dio un abrazo más y la tomó del brazo para entrarla a la casa. Dejaron las bolsas en la cocina y entonces le presentó a toda su familia.

La sala estaba ya llena de gente y faltaban más, según Silvana. Gabi saludó a los abuelos, los padres, hermanos, hermanas, primos, primas, tíos, tías y algunos sobrinos. Solo había dos niños pequeños, lo que calmó a Gabi.
Y también habían amigos de la oficina lo que en serio relajó a la joven mujer porque los conocía un poco más.

Pasadas unas horas, Gabi estaba sorprendida con lo bien que la estaba pasando: había hablado un buen rato con la abuela sobre los postres que hacía, con amigos del trabajo sobre sus planes para el nuevo año e incluso había jugado con los niños, cosa que jamás hubiera creído que fuese a pasar.

También pasó buen rato con Silvana, ayudándole en la cocina y hablando como nunca lo habían hecho. Hablando más con ella se daba cuenta de la excelente persona que era y de la buena decisión que había tomado al venir.

Lo mejor fue conocer a Felipe, uno de los primos de Silvana. Era un tipo muy guapo y hablaba de cosas muy interesantes. Le había contado que también estaba recién llegado a la ciudad después de años de estudiar y trabajar fuera, así que podrían ayudarse mutuamente. Ella recibió la sugerencia con una sonrisa, esta vez autentica.

Cuando fue hora de comer, Gabi se sentó entre Silvana y el primo. La comida estaba deliciosa: habían hecho una cazuela de mariscos bastante completa. Además había varios cestos con pan de ajo, platos con carnes frías y la tabla de quesos que ella había traído. También habían frutas y los postres de la abuela, que dejarían para más tarde. De tomar, vino por todos lados aunque algunos preferían tomar té helado. Entre esos estaba Felipe, que decía que había bebido demasiado en su vida y ahora quería dejarlo.

Todos reían y hablaban y se sentía tan natural y relajado que Gabi solo pensó en su familia cuando, al final de la cena, algunas personas se pusieron de pie para hacer un brindis. Silvana sin duda se destacó, ya que dijo el nombre de cada una de las personas que había allí. La abuela no dijo mucho pero sus palabras fueron de sabiduría y de una vida llena de experiencias y bien vivida.

Entonces, cuando la gente ya aplaudía al último que hablaba y tenían sus postres a medio acabar, Gabi se puso de pie y pidió la palabra. Todos la miraron con seriedad y esperaron sus palabras.

 - Les quiero agradecer a todos por su amabilidad, especialmente a Silvana. La verdad es que hasta        hoy no nos conocíamos mucho pero he tenido la oportunidad de hablar más con ella y sé ahora            porque esta casa esta llena. Les agradezco por invitarme y por hacerme sentir feliz en una noche          que  pensé que iba a pasar sola, llorando porque mi familia está lejos. La familia es donde está el        corazón  o eso dicen y creo que mi corazón hoy está aquí. Gracias.

Todos aplaudieron y brindaron por sus palabras.

Gabi estaba contenta y creía que todo esto era un buen indicio de tiempos por venir.

martes, 23 de diciembre de 2014

Antares

   Aslana was reclined on her chair, barely looking at all the screens she had in front of her. She had been commissioned with surveying a barren part of the Cosmos no one really cared about. Neither did she, but it was her job and she complied. After the first hour, however, she had bored herself to death by watching the screens with practically nothing showing.

 That had not been the idea she had had when in college, trying to decide what to do next. Antares space station was hiring but becoming an actual astronaut also interested her. People saw them as adventurers and explorers and she wanted that, to feel that she was doing something special.

 She decided to become an astronaut and went to Star City, near Moscow, to become one. With at least fifty others, she trained hard for a whole year but at the end of the process only ten were finally chosen. It had been decided they were the only ones fit for space travel. Aslana was not chosen. Her performance on skill and intelligence tests was formidable but the physical demand of the career had proven a bit too much for her.

 However, her tutors had recommended her to the Science Academy of Moscow, who were about to open a new observatory orbiting Triton, near Neptune. The observatory was located, funny enough, on Space Station Antares. So she had wasted a whole year of her life to do almost exactly what she had thought of doing when coming out of college.

 And now, there was Aslana, sitting on her chair, legs up on the dashboard, looking at Triton through one of the many windows in the space station. Antares was home to about five hundred people and its builders were already trying to get the permission to build another wing to it and get five hundred more to come and live almost at the edge of the solar system.

 Aslana enjoyed it sometimes, and other times she hated it. She loved space and she hated people there. They got to be so annoying, judgemental and hypocritical. Well, there were some people that were very kind and lovable too but they weren't a vast majority.

 Suddenly, an alarm made Aslana fall from her chair. The sound had come from the dashboard, which she hadn't been looking. To be honest, she had fallen asleep for a couple of minutes, tired and bored at the same time.

 She sat down again, combed her hair with her fingers and started tapping and clicking and writing. The signal seemed to come from a quadrant of empty space. Of course, it was not actually empty but nothing really big seemed to be there. Yet, the alarm had been set off.

 She ran all the tests, to know if the signal was actually foreign in origin or a Earth signal bouncing between the stars. After a half hour, she could certify that the pulse, the call if you will, was from deep space. No human had traveled there. There was a science base in Haumea and that was it. That was the farthest place humans had gone from home. But this signal was from deep space and, somehow, it had reached Antares.

 Aslana aligned every dish available towards the quadrant from which the message was coming. The pulse got weak at some point and then strong again. It was like the people, if that word could be used, were having problems keeping up the strength of the pulse.

 When the woman activated the audio machine, she let a loud squeak come out from her mouth. The sound was awful, it was like if a thousand bees and wasps had suddenly entered the station. She screamed because of the volume, which was unusually high. She thought that, for sure, someone in the station might have been woken up by the sound.

 And that reminded her. She should report what was going on immediately. The machines were all recording the event but she needed to send a message to Earth, for them to check the message out. Very large telescopes had been built on the Moon, capable to trace the message more accurately that what little potential the Antares station had.

 - Moon base Tycho, this is Aslana Tromaterova. I'm in charge of the observatory for the night. I have    detected a pulse coming from this space. I'm sending the coordinates encrypted in this message.          Please check. I'm monitoring the event. All tests have been done. Waiting for instructions.

 She sent the message, which would take several hours to reach the Moon. Meanwhile, she started playing with her audio machine to clean up the noise she was hearing. Aslana moved every knob, button and switch and listened carefully. After a while, she thought she had heard something, like a mumbling. She did her best to clean the sound with the computer, but, of course, the distance had disrupted the signal and it wasn't coming clean.

 Then Aslana remembered a class she had received at Star City, when an old german professor had taught the everyone how to clean sound and video feeds coming or going from space stations. He said it would help tremendously on occasions of distress or emergency. One thing he had said was that sometimes video could help clean sound waves. The sound could be translated by a screen and then cleaned properly.

 So Aslana did just that. One of the many screens helped her accomplish something she thought would have been impossible due to the circumstances. After two hours on it, she had finally cleaned the pulse. And the woman was very nervous, unsettled.

 She had not thought of the signal to be dual, to be sound and video at the same time. But it was. Aslana realized she was the first person in History to see the face of an extraterrestrial, a being from another planet. They were different, true, but she could see humanity in them, in their eyes and behavior.

 There was some data being sent on the video feed too. It was on some other language but she could conclude, from the video and some of the statistics, very similar to human ones, that they were on a ship. And that this ship, was in deep trouble. Some of the creatures seemed to be controlling a fire and others ran in several directions.

 Then something happened that almost made her fall from the chair again: the creatures spoke towards the camera, probably asking for help. And Aslana cried, realizing they would die there in the middle of nowhere, only been heard by one human woman so far away.

 The woman cleaned her face and decided to do something useless: send a message. Judging from the distance between her and the quadrant they were calling from, Aslana knew all of them were already dead, probably for many years, maybe even hundreds of years. They had died alone, horribly. So she wanted to honor them by sending a message. She thought her words carefully and then sent the message, which she later sent towards Earth with all the data relating to the event.

 It was important to her to do this. She had been alone half her life and, with this gesture, useless maybe but sincere, she wanted to tell anyone hearing that they would never be alone, not while there were others around caring for their well being.

 When her shift ended, she spoke briefly with her boss and told him she was very tired but that all the data had been sent to Earth and was saved in the station's main hard drive. The boss granted her her wish and, as she laid down in bed, she realized she still had a life in front of her and that she could do whatever she wanted with it.

 - My name is Aslana. You will never know me and I will never know you. But I wanted you to know    you have a friend now and I hope I have one or many too. I'm a human and is probable you won't        understand what I'm saying. But I trust someday you will. And when you do, I want you to know        that we,  I, will always be here for you. We are now bound to each other and I will try my best to        keep this  promise. Sorry for your loss.

lunes, 22 de diciembre de 2014

El mundo murió, y nadie se había dado cuenta

Por el bien de todos. Eso fue lo que dijeron. Había que llevarlos allí, por el bien de todos.

Juana ya no era la misma desde ese episodio de su vida. Ya no veía las cosas de la misma manera. Había dejado de ser una joven ingenua para convertirse en una mujer amargada y taciturna, aburrida de la vida.

Se había casado muy pronto, eso era cierto. Apenas salió de la universidad, se casó con su novio. Apenas tenía 22 años y él 24. Pero estaban enamorados y habían sido novios durante toda la carrera. Conocían las diferentes facetas del otro y se habían aceptado. Así que con el consentimiento de sus padres, celebraron un matrimonio civil, con una fiesta que siguió con pocos amigos, solo la gente más cercana.

Dos años después, se llevaban a Francisco, su marido. Argumentaban que había violado varias de las normas de navegación en internet y era desde ya considerado un peligro para la sociedad. Ella no entendía nada y eso fue lo que más la afectó.

Todos creemos conocer a quienes más amamos pero la verdad es que muchas veces no tenemos la más remota idea de quienes son. Y aunque esto es cierto y Juana lo sabía, ella también sabía que conocía a la perfección a su esposo y sabía que no había nada que él ocultara que pudiera ser tan grave.

El estado y la sociedad habían cambiado lenta pero obstinadamente en los últimos años. El cambio había sido tan lento que casi no lo habían notado. Pero cuando Juana quiso visitar a su esposo en la cárcel, entendió que el mundo en el que vivía era otro, muy diferente al que ella tenía en su mente.

Cuando llegó a la prisión, la recibieron con gestos desafiantes. Nadie cooperaba ni le decían donde estaba su marido. Ese día, esa primera vez, le dijeron que ella no tenía derecho alguno de ver a su marido ya que él había violado códigos muy estrictos. Juana perdió el control, gritando que debían enjuiciarlo, debían darle una oportunidad para probar su inocencia.

Para su sorpresa, eso ya había ocurrido. En estos días, los juicios eran expresos o, en otras palabras, se celebraban apenas el delincuente hubiese sido llevado a la prisión. No esperaban a que tuviera un abogado ya que le asignaban uno que, por obvias razones, no podía hacer mucho por la persona. Lo máximo, era tratar de aminorar su tiempo de condena. De resto, no había caso.

Juana habló con familiares y amigos abogados pero todos le explicaron que la ley no estaba con ellos. Aunque nadie sabía muy bien cual era la razón de la condena, entendían que había sido algo relacionado al comportamiento de Francisco en internet y solo ver una página que "marcaban" como prohibida, podía dar hasta cinco años de cárcel.

Lo primero que hizo la mujer entonces fue revisar todas las posesiones de su marido. La situación era tan grave, que violar la privacidad de su esposo era lo de menos. Revisó por horas la computadora portátil que él siempre usaba. Había bastantes documentos del trabajo, que ella no entendía, y búsquedas casuales en Internet.

Después de un rato, encontró varias páginas pornográficas. Chicas de todo tipo teniendo sexo en varias situaciones. Incluso había escenas en las que Juana jamás hubiera ubicado a su marido, pero al parecer eso era lo que le gustaba. Buscó más y más y encontró búsquedas y salas de chat en las que su marido había entrado y entendió que era lo grave que él había hecho.

La mujer buscó entonces al mejor abogado en existencia. Sacó sus ahorros y los de él y los puso a su disposición pero el hombre le explicó que en casos así la condena no se podía impugnar. El Estado no permitía que "depravados sexuales", como creían que era Francisco, estuviesen sueltos en las calles. Jamás lo dejarían ir.

Juana entonces le pidió que la ayudara a encontrar los detalles del caso, del juicio, de todo lo relacionado con el arresto. Y, lo que más quería, era ver a su esposo.

Lo primero no fue difícil: el Estado subía con frecuencia los datos personales y demás detalles de los juicios relacionados con crímenes por internet, para así alertar al resto de la población. El abogado y Juana revisaron el documento colgado en el portal principal del Ministerio del Derecho, como era conocido ahora. Tenía unas cincuenta páginas, en las que se registraba la dirección del hogar de la pareja, los datos físicos de Francisco y los detalles de al menos dos años de navegación por internet. Lo habían estado vigilando, como probablemente lo hacían con todo el mundo.

El abogado le explicó que muchas veces el Estado no podía con todo, y le relegaba el trabajo a los hackers que trabajaban feliz mente a cambio de cuantiosas sumas. Su marido había cometido un error, era cierto. Pero estaba pagando demasiado por ello.

Cuando revisaron el acta del juicio y del arresto, Juan comprobó lo que había encontrado por su cuenta: Francisco había sido arrestado por buscar mujeres jóvenes en internet. Nunca, según lo que pudo ver por las miles de hojas y seguimientos, buscó niñas, ni siquiera chicas de 18 años. Nunca dijo nada que ella hubiera considerado grave, depravado. Le gustaban las chicas jóvenes, eso era todo. Pero el Estado no lo había visto así. Y por eso fue sentenciado tras quince minutos de juicio. Juana lloró al ver la condena que había recibido.

Tras varios meses, en los que Juana lentamente había caído en la tristeza y el desespero, el abogado le pudo conceder su deseo de ver a su marido. Las condiciones eran ridículas pero no tenía sentido protestar de ninguna manera. Lo haría como ellos querían porque necesitaba hablar con él. Tendría que venir a la prisión y ser revisada dos veces para luego pasar a un cuarto estéril en el que se reuniría con su esposo, bajo la vigilancia de dos guardas de seguridad.

De nuevo, se sintió humillada y vulnerada al máximo, cuando un hombre y una mujer la revisaron de pies a cabeza, cacheando cada parte de su cuerpo, tal vez buscando armas o regalos prohibidos. Después de eso, sintió lágrimas en su cara pero se las secó rápidamente ya que era la hora que tanto había esperado. La metieron en un cuarto pequeño, con una mesa y dos sillas. Mientras se sentaba, entraron los dos guardas. Y esperó. Y mientras lo hacía notó cámaras en todas las esquinas del lugar y supo que seguro había micrófonos por todos lados.

La espera se alargó por lo que pareció una eternidad. Hasta que la puerta se abrió: un hombre grande cruzó el umbral. Halaba a Francisco y lo sentó en la silla frente a Juana. Ella instintivamente quiso tocarlo pero un guarda se le lanzó encima y la retuvo. No estaba permitido el contacto físico. Ella inhaló y lo miró bien: del Francisco que conocía ya no había mucho. Estaba pálido, casi verde, con los ojos inyectados de sangre. Tenía moretones en la cara y el labio roto.

Como pudo, Juana se contuvo y no lloró ni gritó ni hizo nada más que decirle a su marido que sabía las razones por las cuales estaba allí. Le dijo que sabía que él no había cometido ningún crimen, sabía que él no era quien decían otros que él era. Los guardas oían con atención, seguramente esperando órdenes.

Le dijo que lo amaba y que jamás se olvidaría de él. Le prometió que esperaría los cuarenta años ya que sabía que él era su alma gemela y no necesitaba nada más en su vida. Entones una lágrima rodó por la cara del hombre, que parecía demasiado lastimado mentalmente para decir nada más.

Pero Juana no pudo cumplir su promesa. Poco tiempo después de su corta visita al hospital, tuvo una crisis nerviosa grave y se suicidó tomando un frasco de pastillas. La suerte de Francisco no fue muy distinta: el mismo día de la visita, él sonrió caminando por un pasillo. Y entonces otros internos, e incluso algunos guardias, lo mataron a golpes.

El mundo murió, y nadie se había dado cuenta.

domingo, 21 de diciembre de 2014

The city's rage

 - Stop harassing me. I know nothing.

That was what Emmy, a boy who sold his body for a living, told officer Amalia Jones. And she couldn't stop thinking about it.

Ever since they had finally found him, everything had turned even darker and more complicated. Having been on the case for almost two years, Amalia knew there was more than the obvious but always thought things would become clearer if they found the boy everyone spoke about. But it wasn't like that.

She had to take a weekend off, with her husband and daughter to clear up her mind and get away from all the darkness of the case but, even there, on the beach, the details hunted her.

Jonas Van Doren had been found dead two years ago, floating on a tub filled with with water tainted with his own blood. The apartment was huge, all done in black and white, with the best furniture and the ultimate sound and video equipments. Neighbors told the police many parties had been held there, as Jonas was the son of a renowned Texas banker. The kids went to school in New York but had only found parties and ultimately death there.

To Amalia, New York was also a death trap. Her grandmother and her second husband had arrived to the city after been freed from a plantation in Georgia and had it hard to cope with. New York was not a plantation, but it was filled with slaves. Her second husband died when shot by a burglar so she raised her children by herself. One of them had been shot down by the police when they mistook him for a robber.

Rich or poor, the city appeared to eat people up everyday and Amalia's family and Jonas had already been consumed. And she suspected Emmy had been too. The only difference was that he had evaded death, who knows how.

During the interview she made to the boy, he proved to be fearless and poignant. He would always answer with an act of defiance, as if he had to defend himself over and over again from every single person around him.

The young Van Doren had copious amounts of drugs in his apartment. If it had been the 1980's, he would have been a Wall Street guy: cocaine, pounds and pounds. Also acids and ecstasy. Amalia was assigned to the case when the police began tracing the drugs, the sellers, the real buyer. And there was the first time they heard of Emmy.

Of course, that wasn't his real name. Emmy stranded for "emerald", a reference that only made sense to the boy, whose real name no one knew, not in the underworld, nor in the "real" one. Everyone knew about it him, though. He was very popular at parties, specially those involving high rollers of the highest pedigree. Politicians, military, even policemen. They would pay for him and his services.

Amalia looked for his real data everywhere but it proved impossible. Every time they would set up a raid to catch him, he would already be somewhere else, probably laughing at the police. It was obvious someone powerful was helping him escape and there was maybe no way to find him if he kept leaping from hiding spot to hiding spot.

Then, after the first year of the murder passed, knew autopsy reports on Jonas revealed something the first person to check his body had missed: he had traces of cocaine all over his body, as if someone had sniffed the powder off of him. It was specially interesting when residue was found on between his butt cheeks and on his penis.

Amalia and the other officers then assumed, quite correctly as other tests proved them right, that Jonas had had sex with someone else just before dying. So they started to check every single man and woman that had ever come to a party hosted by Mr. Van Duren.

It was useless because everyone had had sex with him, or so it seemed. To the family, officer Jones recalled, was devastated to learn that their dear son was a promiscuous drug addict, also prone to gambling. It looked awful for them, his father specially, and they decided never to come back to New York.

And then the investigation stalled. As it was now, Amalia thought, as she saw her husband tucking in their child, She smiled at him, thanking life for giving her the joy of having a family she could be proud of. She kissed her husband hard and passionately, as she felt she needed the infuse herself with all the love she could muster.

They had sex that night, as they hadn't had it for several weeks. And at the end they kissed and hugged to get some sleep but, she didn't. She kept thinking about Emmy. Because it was him who had helped her. Well, not before she had the chance to help him.

When the case stalled, Amalia was asked to survey several parts of the city, tracing the drug dealers that had sold to Van Doren. But one of those night she found Emmy. And he was not a in ugly neighborhood but in front of the Waldorf Astoria. He was coming out of it as Amalia passed by on her patrol car, en route to work.

She recognized him immediately and could see he wasn't feeling well: he seemed to mumble, and couldn't walk straight. As she stopped the car in front of the hotel, Emmy fainted.

Hours later they were in the hospital. Amalia had spoken to the doctor: Emmy had been drugged with a powerful sedative. He had been raped after that. When officer Jones visited the boy in his room, he was awake and looked at her directly to the eyes, as if checking if it was safe to be near her.

 - Who are you?
 - A friend.
 - I don't have any friends.
 - You do now.

They did become friends or, kind of. He stayed at her house and he decided to trust her enough to tell her who had raped him and, more importantly to her, who had sold Jonas the drugs. Yes, he knew him. No surprise, they had had sex. But according to Emmy, they were in love too. It had been him, before they had fallen for each other, that had made the bridge between Jonas and the dealers, dangerous, vicious men.

Amalia captured some of them with help from the FBI but just then, Emmy vanished. That was until now, when he had been recaptured trying to board a flight to Europe. He wanted out but Amalia couldn't afford such a valuable source of information to vanish that simply.

So she had asked questions, harder ones, once and again. But he had only said:

 - I know nothing.

The drug dealers plead guilty or charges of drug dealing and admitted having sold merchandise to Jonas Van Doren. But they said, adamantly, they hadn't killed him. They were actually shocked to hear from his death, as he was one of their best buyers.

After her weekend rest, Amalia came back to the city and demanded to talk to Emmy but he had been freed and he was nowhere to be found. Again, he had vanished and this time, it appeared to be forever.

Amalia arrived to her home that night, sad no to have had a last chance to speak with such a tormented soul. But it was no need. Her husband handed her a letter she had received earlier, with the name Jonas Van Doren in the front.

Inside, there was the most heartbreaking love story she had ever read or heard about. And it's conclusion, was just incredible. As it happens, Jonas and Emmy did love each other but Emmy was too tied to the dealers and they had demanded him to keep pressuring Jonas for more deals and to get them more buyers. Emmy didn't wanted to as he saw the man Jonas was turning into. They had fight over the drug issue, over the fact that Jonas was loosing himself.

The dealers finally made Emmy decide: make them richer or they would kill Jonas. In the letter, he confessed Amalia it had been him who killed Jonas. As a final act of love, he had poisoned him with a painless substance and had laid him in the tub, were they had shared their first kiss after having too much to drink.

Emmy had known the dealers would never settle, so he decided to do the job himself, before them or the drugs. And before killing Jonas, he had promised him never to let him alone, ever.

Weeks later, Amalia heard of the body of a young man found on the Hudson, with his pockets full of stones.