lunes, 31 de octubre de 2016

Beso a la italiana

   Pensaba que nadie nos había visto. Estaba bastante oscuro y se suponía que todos en el salón estaban demasiado ocupados viendo la película como para ponerse a mirar o escuchar lo que hacían los demás. Cabe notar que hice mi mayor esfuerzo para no hacer ruido y que estábamos en la última fila de uno de esos salones que son como un anfiteatro. No me iba a atrever a tanto en otro lugar más arriesgado, pensé que no estaba lanzándome al agua de esa manera y, sin embargo, cuando prendieron la luz, hubo más de una mirada en mi dirección.

 La verdad, aproveché el final de la clase a para salir casi corriendo a mi casa. Menos mal era ya el final de mi día en la universidad y podía volver a mi hogar donde había comida caliente y menos ojos mirándome de manera extraña. A él no le dije nada y la verdad era que después de nuestro beso, apenas nos tomamos la mano por un momento para luego comportarnos como si jamás nos hubiésemos sentado juntos en la vida. Me hacía sentir un poco mal hacer eso pero a él no era que pareciera afectarle así que dejé de pensarlo.

 El viaje a casa fue demasiado largo para lo que quería. Apenas llegué comí mi cena con rapidez y, apenas acabé, subí a mi cuarto y me puse la pijama. No solo tenía hambre desde la universidad sino también sueño. Era viernes pero no tenía ganas de verme con nadie ni de hacer nada. A mi familia se le hizo raro que me acostara tan temprano pero es que me caía del sueño, no entiendo por qué. Apenas apagué la luz y encontré mi lugar en la cama, me quedé profundamente dormido y no me desperté sino hasta que sentí que había descansado de verdad.

Desafortunadamente, me desperté varias veces durante la noche. Mi cerebro parecía estar obsesionado con la idea de que había besado a Emilio en la oscuridad. Había sido un beso inocente, simple, pero mi mente se inventó varios sueños y pesadillas alrededor de semejante recuerdo tan simple. En uno de los momentos que me desperté, como a las cuatro de la mañana, tengo que confesar que lo quise tener conmigo en mi cama para abrazarlo y que me reconfortara. Pero entonces recordé que eso no era posible y volví a dormir con dificultad.

Menos mal no tenía nada que hacer el sábado. Solo investigué un par de cosas para la universidad y el resto del día me la pasé viendo series de televisión y compartiendo con mi familia. Los días así los disfrutaba mucho porque eran días simples, de placeres simples. No tenía que complicarme la cabeza con nada. La noche del sábado al domingo dormí sin sueño y me sentí descansado. Ya la del domingo al lunes fue un poco más tensa, también porque tenía que madrugar para llegar a una clase a las siete de la mañana.

 A esa clase llegué contento por el buen fin de semana pero a los diez minutos de haber entrado ya estaba a punto de quedarme dormido. El profesor tenía una de las voces más monótonas en existencia y muchas veces ponía películas tan viejas que no tenían sonido de ningún tipo. Era como si fuera una trampa de una hora para que la gente se quedara dormida en mitad de una clase. No tenía ni idea si a alguien lo habían echado de un salón por dormir pero, si así era, seguramente estaba yo haciendo méritos para que me pasara lo mismo.

 Pero no ocurrió nada. La película se terminó y todos nos movimos muy lentamente a la zona de la cafetería, donde pedí un chocolate caliente y algo para comer que me ayudara a aguantar una hora hasta la próxima clase. Fue en una de esas que llegó una amiga y se me sentó al lado con cara de que sabía algo que yo no sabía. La verdad era que era demasiado temprano para ponerme a adivinar. A ella le encantaban los chismes y a veces me ponía a adivinarlos, cosa que odiaba con el alma pero al parecer a ella le encantaba hacer así que no decía nada.

 Esta vez, en cambio, se me sentó justo al lado y me susurró al oído: “¿Es cierto?” Yo la miré con cara de confundido pues en verdad no tenía ni idea de que era que me estaba hablando. Sin embargo, Liliana parecía a punto de explotar con la información. Le dije que me contara si sabía algún chisme porque no tenía muchas ganas de ponerme a adivinar haber quien había terminado con quien o quien se había echado encima a otro o si una de las alumnas se había desnudado y había corrido por todo el campus sin nada de ropa.

 Ella negó con la cabeza y lo dijo sin tapujos: “Dicen que te vieron dándole un beso a Emilio.” Obviamente yo no le creí. Ella sabía del beso porque yo mismo le había contado durante el fin de semana, por el teléfono. Ella no tenía esa clase conmigo y no tenía manera de saber. Pero esa fría mañana, me dijo que yo no había sido el primero en contarle sino que otra chica, que sí estaba conmigo en esa clase del viernes, dijo que lo había visto o que por lo menos alguien le había contado justo cuando había pasado. El caso es que todo el mundo sabía algo.

 La mayoría era seguro que no habían visto absolutamente nada pero los rumores siempre crecen gracias a los que son netamente chismosos. Por un momento, no me preocupé. Así fuese verdad que todo el mundo sabía, creo que era más que evidente para el cuerpo estudiantil que a mi no me gustaban las mujeres más que para una amistad. Porque tendría que preocuparme por lo que ellos supieran o no? Ya no estábamos en el colegio donde todo era un dramón de tamaño bíblico.

 Y fue entonces que me di cuenta que yo no era la única persona metida en el problema. Los chismes podrían hablar mucho de mí pero también era sobre Emilio y él había comenzado la carrera con una novia. Y no era un hecho que solo yo supiese o un pequeño montón de gente. Su situación había saltado a la vista durante un año pues la novia era de aquellas chicas que aman estar enamoradas y que no pueden vivir un segundo de sus vidas despegadas de sus novios. Siempre me pregunté si estudiaba o algo porque no lo parecía.

 Emilio había terminado con ella hacía unos meses y fue entonces cuando empezamos a conversar y nos dimos cuenta que había un gusto que nunca nos hubiésemos esperado. Lo del salón, lo admito, fue culpa mía. Yo fui quien le robé el beso porque cuando lo medio iluminado por la película italiana que veíamos, me pareció de pronto el hombre más lindo que jamás hubiese visto. Tenía una cara muy linda y unos ojos grandes. No me pude resistir a acercarme un poco y darle un beso suave en los labios que, al parecer, resultó en boca de todos.

 El martes, que tenía clase con él, no lo vi. Lo que sí vi fue un grupito de idiotas que me preguntaran que donde estaba mi novio. Los ignoré pero la verdad era que yo también me preguntaba donde se habría metido Emilio. Él siempre venía a clase y tenía un grupo nutrido de amistades con los que se sentaba en los almuerzos. Fue ese mismo grupo de personas que me miraron como si estuviese hecho de estiércol cuando pasé al lado de ellos con mi comida de ese día.

 Mi amiga, pues yo solo tenía una cantidad cuantificable en una mano, me dijo que no hiciera caso de lo que oyera o viera o sino en cualquier momento podría explotar y eso no ayudaría en nada a Emilio o a mi. Tenía que quedarme callado mientras hablaban y yo sabía que el tema era yo. El resto de esa semana fue insoportable hasta llegar al viernes, día en que me encontré con Emilio en la misma clase en la que lo había besado la semana anterior. No me dio ningún indicio de estar enojado conmigo porque se sentó a mi lado, como pasaba desde comienzo de semestre.


 El profesor reanudó la película italiana, pues no la habíamos acabado de ver. Y cuando Sofía Loren lloró, sentí una mano sobre la mía y, cuando me di cuenta, Emilio me besó y esta vez sí que todos se dieron cuenta. Bocas quedaron abiertas y ojos estallados, pero en mi nació una llamita pequeña que me ayudó a tomarle la mano a Emilio hasta la hora de salida, momento en que nos fuimos juntos a tomar algo y a hablar de lo que había ocurrido en la última semana. Mi corazón palpitaba con fuerza pero sabía que no tenía nada de que preocuparme.

sábado, 29 de octubre de 2016

The phoenix

   The majestic bird rose above the tea plantation and flew very high into the sky. The people that had been working in the cave where it had been sleeping for thousands of years, ran towards the exit in the hope of catching a glimpse of the animal flying free in the sky. No one really understood why or how the creature had survived living in a cave, apparently, for so long. It wasn’t common for a bird to live in such a place but, then again, it wasn’t no ordinary bird. According to the legend, that red feathered animal was the mythical phoenix.

 As the bird appeared to defy all laws of gravity by flying as fast as a supersonic airplane and as high as a weather balloon, the people below began considering the options: they could try to capture the creature but they had no real way of doing so. If the legend was true, such a fantastic bird would have the strong of a thousand oxen and its screeching sounds could tear down the roughest wood. At least that’s what it said on the many manuscripts kept by the monks in several temples of the region. But should such ancient scriptures be taken into account?

 It was well known that people exaggerated their fear when they felt threatened. They wrote tales of the most horrible things in order to surprise others by saying, “we endured this” or “we vanquished this”. Maybe the phoenix that was now hovering over the plantation was just like any other bird, just much more beautiful and graceful, and also very big and beautifully garnished by nature. In any case, most people agreed that capturing it would not be good at all for anyone. Their gods may punish them for those actions.

 Most of the population of the region consisted of peasants. They grew tea and rice and some other valuable goods that they tried to trade with other regions. But the economy all over was very hard for everyone and competition was rough from places that were much more advances, being able to produce tons more of tea leafs and rice grains. They were too far from any modern science and too close to ancient traditions that prevented them from going too far into the future. It was a very complicated situation indeed.

 The bird descended and landed on top of one of the tea bushes. The workers, who had been there all day, watched the creature with expectation, finding it very odd that such a big bird could pose itself on such a small bush and not fall to the ground. They believed it to be the magic of the phoenix and many of them started praying to it. As the sun sunk in the horizon, the bird’s feathers started glowing with a reddish hue that made look as if it was on fire. No… It was on fire. It became engulfed in it and suddenly it became a pile of ashes on the dark doil.

 The wind carried away the ashes and no one in the vicinity was able to say a word for some time after that. They had been witnessed of something beautiful and also very confusing. The people that had been digging in the nearby cave arrived just as a gust of wind cleaned the soil from any residue of the bird and when they asked what happened, no one could really explained what they had seen. It was only the next day that a young boy told them they had seen the bird burn, as the legend said it could happen at any moment.

 The problem with the people of the cave was that they were not from those parts. They came from the capital, saying they wanted to investigate the cage, which they thought was filled with uranium which they need to build a power plant not very far from there. At least that was what they said once and again, every time someone dared to ask why they had a arrived out of the blue and not years before, when the energy crisis was in its peek. They never really answered in a very straightforward way. There was always something elusive about them.

 After the bird burned, most of them left for the capital. Only one remained behind. He sealed the cave and stood guard there every single day. He lived in a small tent built by the entrance of the cavernous place. Apparently, they wanted no one to go there because they thought it was a place worth protecting but who knew why? Maybe they thought the phoenix had laid eggs or maybe they assumed the bird would be reborn in the same place it had been living for, apparently, a very long period of time. Their reasons were unclear.

 The people of the mountains went back to work as normal, grabbing tea leafs and cultivating their rice in the old fashioned way they had always done it. Some of them had begun to resent the government: it had never made any presence to help them in the past and out of nowhere it had send those people and now they couldn’t even get into their own cave, where they sometimes mined for precious stones that could give a family some more food to feed their children and the elders. Sadly, being farmers didn’t mean they could live at their heart’s content.

 Many of them had not eaten the meat of any animal in a good while and the children had no idea of what a sweet fruit tasted like. The only thing growing around them that could be similar were wild berries but they were always really tangy and many species were poisonous. So their diet was based on rice and tea, accompanied by a handful of vegetables each farmer grew in their private orchard. They were very careful with them because it wasn’t much.

 A year passed when the government, finally, decided to retire the man they had left in front of the cave. They claimed to have been unable to find uranium there so the decision was to let the cave in the hands of the people that had taken care of it for so long. It was a bunch of nice words but they all knew the truth: they had given up on the phoenix making its appearance once again, just as the farmers. No one thought it would come back again but everyone believed the bird still lived somewhere in the vicinity or maybe far in to the higher mountains.

 Children did many drawings of the bird and people started talking more freely about what they had felt when they has seen the bird flying over them. They now could do it because they didn’t feel the pressure of the government on their backs. They could say whatever they wanted, just as they had thought, without any restriction. That was the good thing of living ins such a remote area: those people were actually free, at least in a way most people would find alluring. Besides, they were happy despite everything.

 The celebration of the tea harvest that year was simply over the top. Artists from other regions were invited over and they showed everyone how elegant and hilarious they could be. There were also dances and music and many people wore costumes. The most magnificent thing was the construction of a huge phoenix made out of wood. It had been painted red by the children and built patiently by farmers after the working hours were over. They wanted to thank the creature for such a great year for their crops. They truly believed it was because if it.

 The happiness was contagious. Everyone laughed that night, celebrating with simple joy. They were glad to be who they were and the truth was that they didn’t want to become anything else. Most of the people day would never accept a trip to the capital or changing in any way the lifestyle they had enjoyed for the last hundred years. They respected each other, they took care of one another and they believed in the same core principles that ruled over most aspects of their lives. One of those was the belief that everything was possible.


 Late, when the party was about to end and dawn approached; they saw the bird flying over their crops and above the party, released what seemed like sparks. Everyone saw the bird with delight, thanking it for everything good that year. They would have another great year after that and for many more because they had been blessed by the phoenix, which had finally found the perfect spot on Earth to live in peace and learn from the good things humans had to offer.

viernes, 28 de octubre de 2016

Sangre como prueba

   El lugar estaba repleto de policías y de personal de varias entidades del gobierno. Era seguro que un apartamento tan pequeño, nunca había estado tan lleno de gente. Unos salían con bolsas, otros con papeles que acababan de llenar con la información que debían proveer. Los forenses eran los únicos que no habían salido desde el momento en el que habían entrado. El cuerpo que había en el lugar tenía que ser sacado de manera muy delicada pues se podrían comprometer pruebas si no se le daba el trato adecuado. Tenían que ser cuidadosos.

 Era el cuerpo de un hombre, de unos treinta años de edad. Estaba completamente desnudo aunque, alrededor de la cintura, tenía la marca del caucho de un bóxer, lo que quería decir que había tenido puesto uno no mucho antes de ser asesinado. Estaba en el centro de la sala de estar, estrellado contra una mesa de vidrio que se había roto en mil pedazos apenas el cuerpo había chocado con ella. Los pedazos habían volado a cada rincón del apartamento. El pobre hombre podía haber muerto por la pérdida de sangre o por el impacto, era difícil definirlo.

 Cuando habían llegado, ya todos los oficiales tenían los papeles del apartamento que ponían de propietario al hombre desnudo de la sala. Alguien había entrado en su casa y lo había asesinado con rabia. Era una escena horrible pues la alfombra blanca se había teñido de rojo y el olor a metal del hierro en la sangre era bastante fuerte. Uno de los ayudantes del equipo médico vomitó apenas entró al apartamento y tuvo que ser sacado al instante pues había comprometido la escena del crimen. No era fácil para gente nueva en el tema.

 La detective Martínez, en cambio, llevaba años trabajando en casos igual o mucho más violentos que ese. De hecho, este parecía un poco más fácil que otros pues parecía que habían robado algo y el propietario del lugar estaba muerto. Con solo atrapar a una persona, ya tendría resuelto el crimen. Era algo que no pasaba muy a menudo. Normalmente estos casos de asesinato tenían una y mil vueltas que a veces terminaban en lugares en los que nadie se hubiese esperado terminar. Así de difícil era la vida de un detective, contemplando a diario vidas que habían sido cortadas de tajo.

 La mujer caminó de nuevo hacia la habitación del apartamento y vio como los cajones y el armario habían sido casi destrozados, como por alguien que busca algo con desespero. La cama estaba destendida pero solo el cubrecama estaba en el suelo. No había rastro de sabanas por ningún lado. La detective corrió a la lavadora que había en la cocina y encontró que estaba encendida y las sábanas adentro todavía no habían secado por completo. Es decir, que alguien había puesto a lavarlas hacía relativamente poco y podía apostar que no había sido el dueño del lugar.

 Envió las sábanas al laboratorio y las hizo revisar. El agua caliente seguramente había destruido cualquier evidencia pero no se perdía nada con intentar. Mientras se llevaban la ropa de cama, la mujer volvió a la habitación y empezó a revisar cada rincón con mucho cuidado. Encontró varios pelos que guardó en una bolsita de plástico. Cuando los vio contra la luz de la mañana, se dio cuenta de algo que seguramente le diría una revisión a profundidad: no era el cabello del hombre de la sala. El de la bolsa estaba teñido de azul y el del hombre era completamente castaño.

También envió los cabellos al laboratorio y les dijo que lo hicieran rápido porque había cosas que no estaban claras respecto a todo lo que tenía que ver con ese apartamento. Lamentablemente, no había persona de seguridad en el edificio así que no había a quien preguntarle nada y como era una de esas viejas estructuras rehabilitadas del centro de la ciudad, no tenía cámaras de vigilancia todavía, solo en los niveles de parqueo y el hombre muerto no tenía ningún vehículo a su nombre. Había muy pocas maneras de resolver el misterio.

 Después de terminar con varias fotos del cuerpo y de cada una de las evidencias potenciales, los oficiales se llevaron todo en bolsas y los forenses, con el mayor cuidado posible, pusieron el cuerpo en una bolsa y se lo llevaron para revisión exhaustiva. La mujer detective se quedó un rato más, mirando por todos lados. El espejo roto del baño ya lo había visto y habían tomado la sangre que había en el suelo Probablemente el invasor había empujado la cabeza del hombre muerto contra el espejo, rompiéndolo y seguramente causándole alguna fractura.

 De resto no había mucho que ver. No habían fotos enmarcadas ni nada por el estilo. Justo cuando iba de salida, un oficial le informó a la detective que se había encontrado un portátil estrellado contra el suelo en la parte trasera del edificio. Era de suponer que quien hubiese entrado al apartamento, lo hubiese tirado por una ventana, la del baño que era la que daba para ese lado. Al preguntar si habían encontrado un celular, el oficial negó con la cabeza. Era muy inusual que alguien de la edad de la victima no tuviese un teléfono consigo.

 La mujer salió del edificio y tiró los guantes en el asiento del copiloto de la patrulla que manejaba. Se dirigió a la estación a hacer algo de papeleo y luego se encaminó a su casa, donde su marido y su hija estaban a punto de dormir. Había veces que no los veía tanto como quisiera. Persiguió a su pequeña por el cuarto, jugando un poco antes de acostarse a dormir. Cuando la estaba metiendo en la cama le vibró el celular pero no lo miró hasta que su hija estuviese dormida.

 Al parecer habían encontrado algunos pelos en las sabanas de la lavadora y eran de la misma persona que poseía los pelos que estaban en la habitación, Lo interesante, es que esa persona no era el dueño del apartamento. Martínez se disculpó con su marido y él la besó y la abrazó antes de irse. Le pidió que se cuidara y que le contase todo cuando pudiera. Sabía que eso la ayudaba a mantenerse cuerda con semejante trabajo. En cuestión de minutos estuvo en los laboratorios de la policía, donde también habían determinado que el hombre sí había muerto por desangramiento.

 Sin embargo, se habían encontrado en su cuerpo varios rastros de golpes, incluso costillas rotas. Alguien lo había golpeado y lo había lanzado contra la mesa, matándolo lentamente. La mujer suponía que tal vez el hombre había peleado con su atacante y por eso no estaba vestido. Su ropa interior habían sido encontrada en las sábanas y parecía que había estado manchada pero lo poco que quedaba no era suficiente para identificar nada. El asesino había sido cuidadoso de no dejar rastro. O casi porque en las sabanas si encontraron sangre.

 Pero al revisar con los aparatos, se dieron cuenta que no era la sangre del muerto sino de alguien más. Tal vez era del asesino. Pero cuando la trataron de contrastar con la base de datos de los servicios de salud, salió que era propiedad de un joven que no parecía tener la fuerza para luchar contra la victima. Además, según la revisión que habían hecho, la sangre estaba mezclada con algo más. Era semen lo que había en las sábanas con las manchas rojas y que la lavadora no había limpiado a fondo. Lo que tenían, sin embargo, había sido deteriorado por el agua y el detergente.

 Martínez reconstruyó lo que parecían ser los hechos: la victima había estado con alguien en su cama y lo había hecho sangrar. Pero eso no explicaba su muerte. Fue entonces cuando los forenses definieron que la muerte de la victima había ocurrido hacía unas quince horas. Por los ajustes de la lavadora y la humedad de las sabanas, saltaba a la vista que la victima ya estaba muerta cuando la ropa de cama fue manchada de semen y de sangre. Lo oído por los testigos lo comprobaba pues habían escuchado gritos y el estallar del portátil contra el suelo, algo más tarde.


 En ese computador encontraron fotos que aclararon un poco la investigación: el hombre muerto tenía muchas fotos de carácter romántico con el joven que habían encontrado por información del sistema de salud. Al parecer tenían una relación de hace meses. Pero si no había sido el occiso el que había tenido relaciones con el otro joven, ¿entonces quien había sido? Martínez suspiró y se dio cuenta de que estaba no solo contemplando un caso de asesinato sino, seguramente, también uno de violación.

jueves, 27 de octubre de 2016

In a second

   When she opened her eyes, she saw directly into the fire. The flames were in front of her, making her face feel warmer than she wanted to. As much as she wanted to move or get away, she just couldn’t move. Her body felt extremely heavy and her head felt really big, turning like crazy as she closed her eyes again and tried to convince herself she was not awake but sleeping, deep into one of her very crazy dreams. But she couldn’t do that either. It was all true. The flames danced in front of her and she could only look at them, feeling almost burned.

 Suddenly, she felt her body being pulled away from the car, which had being turned upside down. It hurt as the asphalt of the road caressed her skin and clothes. But she couldn’t complain. She couldn’t say a word even if she wanted to because of how weak she felt. Also, she was very dizzy and couldn’t quite understand what was happening. However, she kept her eyes opened because she just couldn’t close them anymore. The heat of the flames seemed far now and all she felt was the smell of it all, which was awful.

 Suddenly, the car exploded and several parts rained all over the place. One of them fell a bit too close to her face but she didn’t really mind at all. It was as if she was looking at a movie, at something she wasn’t really involved in. Her eyes were open the whole time and her brain worked so slowly she never really asked herself who had pulled her away from wreckage. She was just too shocked to think of anything. After a while, she felt very tired and decided to close her eyes for a moment. She fell asleep and only woke up many hours later in an ambulance.

 It was for long though. The only thing she saw was a very big needle and some blurry guy holding it. Or maybe it was a woman… She had no idea but she did now that a sudden pain invaded her body and then she was immersed again in the world of slumber. She dreamt about an ice cream shop she had loved as a child. Her father used to take her there in secret, as her mother was not very keen on sweets. They would ask for the ice cream and eat it in under thirty minutes, almost as a challenge to themselves before they had to head home.

 She woke up again many hours later, in a hospital bed. This time, the moment she opened her eyes, she felt the strongest headache she had ever felt. It seemed as if it was going to break her head into two parts. The pain was so awful that she screamed and in seconds two nurses came rushing in and injected what was probably a sedative on her IV. She calmed down but the headache was still there. She tried to tell them, tried to explain to them how much it hurt. But no words came out of her mouth. She couldn’t speak a word.

 When she woke up again, it was a very bright day outside. The light rushed into her room and she felt kind of happy to see the light after so much time spent in her dreams. However, her mind was still working slow, as well as her body. She was thankful because the headache had disappeared and she could at least look at the window without feeling a huge pain in her head. She looked on for a long time, so long in fact that the rays of sunlight changed angles as she stared at the world outside of which she couldn’t see very much.

 Outside, the sky was very blue and just a couple of thin clouds floated high above everything. Aside from that, she could only see some building, all made of bricks. She had no idea where she was or how but she was sure it was a safe place. Although, she did wanted to go back home as soon as possible. So much so, that she tried to get out of bed to have a better view of the window in order to know where in the city she was and if she could maybe walk home. She knew there was a hospital near her house, so maybe that was it.

 But when she attempted to move her legs, they didn’t respond. She attributed it to how slow her mind was running, so she decided to take a deep breath and then try again. But again, nothing happened. She looked at her legs and slowly touched them as much as she could. Her arms were not very long and they felt extremely weak, but she reached down as she could in order to verify what was going on. In that precise moment, a nurse entered the room and saw her. She then rushed back out, yelling someone’s name.

 The woman stopped trying to touch her legs and rested her body against the pillows. She felt exhausted and tried to think about what just happened: she couldn’t feel her legs. She couldn’t move them at all. Why wasn’t she reacting more violently to this revelation? Why didn’t she felt compelled to yell or cry or whatever? Her head felt like a balloon, filled with air that didn’t let her think of anything. She pulled her head back and closed her eyes, trying to get back to her last memory before the hospital. But that seemed to be almost impossible.

 The door opened again and this time it was a man dressed in those mint green uniforms that people often used in hospitals. She looked at him quietly, as he checked the machines around him. A nurse was behind him, taking notes. He then checked his patient by looking at her eyes and then checking her ears and skin. He asked for her to pull out her tongue but she didn’t seem to hear or understand what he had said. He tried again but she didn’t do anything.

 Then, he pulled out a very small bottle from his pocket, along with a syringe. He filled it with the liquid in the bottle and injected it directly into her arm. At first, she didn’t feel a thing. But then, it seemed as if whatever that liquid was, it worked as a way to shake people up in the most violent way possible. She suddenly felt pain and many thought rushed into her head. Everything seemed to be happening so fast. Sounds were loud, maybe too loud and the sunlight felt too bright. She covered her face and cried, trying to control what she was feeling.

 After a while, the pain and awkward feelings went away and she knew exactly where she was and what had happened. She was finally aware of everything and not in some sort of trance. Whatever the doctor had put in her bloodstream, it eliminated all the effects from the other shot she had received. She was no longer a peaceful lamb that couldn’t even think for herself. She was her again, with every single memory and pain possible. But she couldn’t remember why she was there. As much as she tried to remember, it seemed hidden somehow.

 The doctor asked her if she knew her name. The woman said it out loud, hearing her own voice for the first time in a while. Then, he asked if she could remember the reason why she was there. She indicated that she couldn’t and asked him to tell her because she was going mad trying to remember, trying to go back to at least a sound or an image or whatever that could help her remember. The doctor said she had been in a car crash, having been expelled out of the car by the force of the impact. That’s why she had some cuts all over.

 When he said it, she looked at her arms and realized that was true: she had small cuts on her skin. And suddenly she remembered the flames and someone pulling her away from them. She told this to the doctor and he asked her if she knew who had done that. She replied that she couldn’t remember a face but that it had probably been her husband. But then the doctor looked at the ground and got closer. He explained his patient that it was not possible that her husband had done it because he had died instantly in the crash.


 The news hit her hard. She started crying and was held by the doctor for a moment. When they separated, she looked at her legs and realized what had happened. She looked at the doctor and he nodded, words being useless at that point. She cried in silence and the doctor left with the nurse. It was a lot to take for her and she was going to need all the time in the world to adjust to the fact that, in a single second, her whole life had been turned upside down, almost destroying her in the process.